Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984

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Por el contrario, la acción de las organizaciones sociales adquiere un carácter marcadamente unitario, según se aprecia en los ámbitos sindical, estudiantil y poblacional (incluso cultural).
En estos, la unión de acción se realiza no sólo entre la gente de izquierda, sino que también en acuerdo con personas vinculadas al pensamiento DC. Por esta razón es que se puede afirmar que la actual unidad opositora tienen su origen en las organizaciones sociales que presionan fuertemente sobre las estructuras partidarias.
En términos generales, la unidad de la oposición parte por el consenso que se produce en torno a la deslegitimación del plebiscito. En primer término, el cuestionamiento por los obispos, tanto del plebiscito como del texto constitucional, en su forma y en su fondo, es un primer pronunciamiento de un consenso de rechazo.
Posteriormente se produce el acuerdo de proponer que la expresión de este consenso sea votar «No» en la consulta plebiscitaria. Independientemente de la alternativa propuesta para el 11 de septiembre por los sectores de oposición, la significación del voto «No» está en el carácter unitario que asume, no obstante que ciertos grupos de oposición propusieron previamente otras alternativas para el día del plebiscito.
Naturalmente que la unidad de la oposición no puede plantearse meramente el rechazo del proyecto oficial de Plebiscito-Transición-Constitución. Más aún cuando desconfía totalmente de la veracidad de los resultados de la votación.
La unidad de la oposición se realiza alrededor de un programa básico que Frei se encarga de proponer públicamente al país. El programa aparece suficientemente moderado y amplio como para interesar a todos. Aceptación del plan económico actual aunque con ciertas reformas; integración social de obreros y empresarios, reconocimiento a las FF.AA., recuperación de los derechos personales y ciudadanos y participación política amplia, son los puntos de mayor relevancia.
En lo inmediato, se propone una transición a la democracia con gobierno cívico-militar de corta duración, asamblea constituyente y restitución de los derechos esenciales.
Las fórmulas planteadas son simples y reveladoras de un cierto consenso social previo en cuanto a la alternativa política viable en los actuales momentos.
En todo caso, debe recordarse que el giro de la DC, de apertura no restrictiva a la izquierda, se produce justamente como contrapartida del fracaso de ciertos sectores de la DC de lograr un acuerdo con la derecha, pues esta aparece plegándose momentáneamente a Pinochet.
La reacción de la izquierda se muestra diametralmente opuesta. Si bien algunos pudieron temer que el rechazo a Frei y la DC por parte de la izquierda fuera suficientemente fuerte como para poner en duda las posibilidades de unificar a la oposición, lo cierto es que el apoyo a la alternativa unitaria encabezada por aquellas ha resultado masivo y entusiasta.
Esto último constituye un elemento que necesariamente estará presente en el futuro próximo. En cierta medida, la izquierda ha aprovechado el clima electoral para mostrar dos aspectos claves: su vitalidad actual y su disposición al diálogo en pro de la apertura política.
DESPUÉS DEL 11, ¿QUÉ?
El mes de agosto aparece centrado en la convocatoria a plebiscito sobre Transición y Constitución, y el alineamiento que se produce en las fuerzas sociales y políticas del país frente a este evento.
No obstante, a medida que se acerca la realización del plebiscito y frente a los futuros resultados ratificadores del proyecto gobiernista, el interés político se orienta por un dilema más sustantivo: después del 11, ¿qué?
A despecho de las declaraciones oficiales, en el último tiempo se ha ido constituyendo una alternativa al continuismo autoritario de Pinochet.
Esta alternativa fue anunciada públicamente en el Caupolicán y, de acuerdo a la tradición política chilena, tiene su personaje: Frei. De esta manera, Pinochet y Frei aparecen como los líderes indiscutidos de cada una de las corrientes propuestas.
Más aún, sería difícil pensar en posibles reemplazantes de uno y otro. Pero esta personalización de las alternativas debe entenderse dentro de la coyuntura política específica que no necesariamente se proyecta al largo futuro.
En efecto, el momento actual parece otorgar validez a la alternativa planteada por la oposición ahora, pero, como se ha indicado reiteradamente, el afianzamiento del autoritarismo político puede conducir a otras alternativas.
Particularmente, en la situación actual hay que tener presente que, en gran medida, la DC fuerza la unidad de la oposición en torno a sus posiciones y a sus representantes. De esta manera, la izquierda adhiere a la solución propuesta por la DC, pero adhiere justamente por considerar que esa es una alternativa no sólo válida, sino que «realista», viable, detrás de la cual podrían agruparse fuerzas suficientes como para imponerla.
Sin embargo, es poco probable que esta unidad de la oposición resista a un desencanto de proporciones. No se trata en este caso del calculado desencanto de los resultados electorales, sino del que produciría la conciencia de la inviabilidad del proyecto alternativo planteado por Frei.
Respecto de lo anterior, se presenta un problema difícil de solucionar para la factibilidad del proyecto de oposición. Este proyecto implica un llamado a la Unidad Nacional, donde todos tendrán cabida. Sin embargo, el alineamiento de fuerzas sociales y políticas de derecha alrededor de Pinochet, abandonando previas posiciones aperturistas, deja al programa de unidad nacional cojeando de la «pata derecha». Esta situación dificulta enormemente las posibilidades reales del proyecto alternativo ofrecido, lo que puede conducir a la ruptura de la unidad de la oposición en busca de soluciones más viables o radicales.
Las posibilidades de impulsar, después del 11, el proyecto que hoy unifica a la oposición, encuentra dificultades que pueden resolverse según el juego de dos factores.
Por una parte, la fuerza propia que adquiere el movimiento de oposición en los distintos frentes sociales. Por la otra, la capacidad de integrar al movimiento opositor sectores significativos de la derecha política y económica.
En cuanto a esto último, es lícito considerar que el alineamiento de todos los grupos en el poder en torno al proyecto de Pinochet es sólo momentáneo y que permanecen abiertas futuras negociaciones con sectores DC.
Por último, la reticencia de los sectores blandos de inclinarse –aunque sea indirectamente– a la oposición también dependerá de la actitud que los sectores más duros tengan con ellos. Un exceso de presión de estos últimos puede llevar a los blandos a realizar un balance más favorable a la oposición.
INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 4
Santiago, octubre de 1980
EN GENERAL
Durante el mes de septiembre se han producido acontecimientos que corresponden ajustadamente a las expectativas que se tenía el mes anterior. En efecto, la realización del plebiscito constitucional, tanto en sus resultados numéricos como en las reacciones que provoca, no produjo ninguna sorpresa. No obstante, una cosa es la expectativa y otra la vivencia, y el comportamiento de los grupos sociales y políticos no se conforma con la contemplación de la realización de la expectativa.
Por otra parte, hay que tener presente que no solamente opera en esta circunstancia particular la expectativa intelectual y consciente, sino que también existió una cierta expectativa oculta que se alimentó con la fuerza mítica de la palabra elecciones. Esto último resulta esencial para comprender la actitud de la oposición con posterioridad al plebiscito.
Es indudable que el hecho político de mayor importancia en el mes fue la realización del plebiscito constitucional que marcó la validez formal del Proyecto Constitucional del Gobierno, junto con las normas sobre transición y la ratificación del general Pinochet, a lo menos, por ocho y medio años más. En tales circunstancias, parece conveniente revisar tanto el planteamiento electoral inmediato como el realineamiento de los grupos de gobierno y oposición frente al hecho cierto de que se dé por iniciada una nueva etapa del régimen político imperante.
ÉRASE UNA VEZ LAS ELECCIONES
Desde el punto de vista formal podría señalarse que el principal hecho político del mes consiste en la decisión gubernamental de establecer jurídicamente los plazos y el procedimiento que se pretende seguir para lograr la institucionalización definitiva del país.
En cierto sentido, se estaría dando por terminado el período de emergencia para entrar al llamado período de transición y llegar a la normalidad. Anteriormente ya se conocía esta periodización, pero sobre la base de señalarse su recesión de acuerdo al cumplimiento de «metas y no plazo». Ahora quedan señalados los plazos y procedimientos.
Si se recuerda que el antecedente inmediato de la intención gubernamental de plebiscitar la Constitución y transición del régimen fue la agudización del conflicto duros-blandos dentro de los grupos en el poder, es fácil concluir que aquella es una forma de poner fin o frenar esta disputa. Sin embargo, la necesidad de dar continuidad y estabilidad al régimen es un problema político que abarca mucho más allá de la eventualidad de conflictos internos al grupo en el poder.
Podría decirse que este conflicto interno impulsa la oportunidad y ciertas especificaciones del proyecto institucional, pero no es la causa directa de este.
Sólo desde una perspectiva de política nacional puede entenderse la actividad desplegada en torno al plebiscito. El gobierno crea e impulsa un ambiente electoral y hace entrar en él a todos los sectores sociales y políticos del país. Ahora bien, es cierto que a través de esta iniciativa logra rearticular la unidad básica de los sectores que lo apoyan, pero es aún importante ver hasta qué punto logra desarticular a la oposición y obtener beneficios en la legitimación del régimen.
En cierto sentido, la táctica gubernamental de presentar una situación electoral de enfrentamiento Gobierno-Oposición que se decide en las urnas parece haber resultado exitosa.
Si bien los personeros de la oposición aparecen descalificando la validez del plebiscito, no pueden eludir la obligación de concurrir al acto. Aún en condiciones absolutamente desmedradas, hacen campaña por el NO, apareciendo como contraparte del Gobierno que, con todos los medios a su disposición, solicita el SÍ a la ciudadanía. En tales condiciones, al menos en lo inmediato, los resultados que presente el gobierno tendrán un impacto de importancia en el sentir de la población, por muy impugnados que ellos sean.
Quizás sí tenga mayor permanencia que este sentimiento inmediato postelectoral el tipo de argumentos que sirvieran de base a las plataformas electorales de Gobierno y Oposición.
El Gobierno se centró en dos aspectos: por una parte la creación de un cierto clima de temor a la catástrofe política y económica que significaría el NO, como si ello implicara el retorno a la caótica situación de los últimos días de Allende. Por otra parte, el énfasis en las realizaciones económicas de los últimos tres años, particularmente aquellas que se proyectan en acceso al consumo para ciertos sectores sociales.
A su vez, la oposición parlante puso el énfasis en el rechazo al autoritarismo imperante, principalmente en lo relativo a la desmedrada situación de los derechos humanos. La crítica al modelo económico fue relativamente leve y dirigida a la proposición de reformas que limitaran sus excesos.
Si bien se mira, la propaganda electoral –tanto la apabullante del gobierno como la artesanal de la oposición– se dirige básicamente a un sector social: las capas medias. Esto significaría el reconocimiento de que los otros sectores sociales ya están definitivamente orientados en sus posiciones respecto al régimen político imperante y el modelo socioeconómico que impulsa. Al parecer, el proceso de polarización social pasa a constituirse en un hecho para los personeros políticos y, como en otros tiempos, es la recurrencia a las supuestamente anchas capas medias la que permitiría mantener o mejorar posiciones en el conflicto político.
EL PROGRAMA PRESIDENCIAL
Uno de los efectos más directos de la decisión gubernamental de fijar etapas y plazos de institucionalización es que el régimen ya no puede seguir presentándose como de respuesta al marxismo y de restauración de la situación que este deterioró, se hace necesario formular un programa a futuro que se presente como el elemento justificatorio del período que se inicia.
Fundamentalmente para las FF.AA., su legitimación en el poder arrancaba primordialmente del golpe militar de 1973, pero tal legitimación no puede proyectarse indefinidamente.
El acto electoral recién realizado pretende no solo mostrar apoyo a la labor realizada por el Gobierno, sino que también serviría para constituirlo a futuro sobre la base de la voluntad nacional que acepta el programa que el general Pinochet ofrece. Independiente de que tal voluntad ciudadana haya podido expresarse libremente o no, e independientemente de si esa expresión ha sido o no reconocida públicamente, lo cierto es que se esgrime como elemento legitimador y, en alguna medida, el gobierno debe hacerse responsable de determinadas realizaciones que ofrece cumplir en el período para el cual habría sido elegido.
El gobierno vuelve a poner énfasis en los aspectos económicos y en la práctica se pretende alcanzar durante el período la meta de «Chile, país desarrollado». Naturalmente que tal slogan tiene una función orientada fundamentalmente a la propaganda, pero, en todo caso, establece ciertos indicadores específicos de mejoramiento económico nacional.
No obstante, el problema fundamental sigue siendo para el Gobierno la creación de un nuevo esquema político-social capaz de sustituir al régimen de partidos anterior, puesto que no se ve aún cómo el modelo imperante pudiera controlar la situación de un sistema de partidos.
Quizás, la idea que más fuerza adquiere entre los sectores más duros del Gobierno es la creación de un tipo de Estado que excluya a los partidos políticos y constituya a las FF.AA. como parte integrante en la dirección de aquel. En alguna medida, persiste la idea de implementar un sistema de corte franquista. Como plan alternativo el gobierno tendría que lograr formar un partido político capaz de aglutinar no sólo a la derecha, sino al centro político, que pasaría a ser dirigido por aquella.
Estas especulaciones cobran fuerza cada vez que el ejecutivo anuncia la repetida fórmula de crear un movimiento político de apoyo al régimen.
El reciente anuncio del general Pinochet de crear un frente cívico-militar casi no alcanzó a formularse antes de perder vitalidad. De no mediar cambios políticos de importancia, no parece probable la formación de tal movimiento político, fundamentalmente por la resistencia que podría encontrar en las propias FF.AA.
DOY PARA QUE DES
Como señalábamos anteriormente, el antecedente inmediato del llamado a plebiscito fue la agudización del conflicto de los sectores «duros» y «blandos» al interior del grupo dominante.
Posteriormente tal conflicto parece desaparecer completamente y el régimen recupera su consistencia monolítica.
Básicamente, la solución de Pinochet habría consistido en apoyarse en los «duros» (lo que se vería en la Constitución y transición propuesta) para negociar con los «blandos», que se verían obligados a hacerlo para no ser confundidos con la oposición, quedando fuera del esquema de gobierno.
Resultaría absurdo pretender que las diferencias entre estos sectores desaparezcan, aun cuando la necesidad de enfrentar unidamente a la oposición haga desaparecer sus expresiones. Por el contrario, es de esperar que dichos sectores mantengan su pugna en orden a dirigir el actual proceso. En tal sentido, el realineamiento de los «blandos», que aparecieron apoyando una Constitución y una Transición que no los satisface plenamente, es un típico repliegue táctico.
Por otra parte, este realineamiento de los «blandos» no es meramente obligado por la decisión presidencial, sino que es negociado, lo que demuestra la fuerza que mantiene este sector, fuerza que tiende a aumentar al mediano plazo en la medida que pasa a representar la única clase política del régimen.
Por el momento, los blandos se muestran profusamente en el apoyo y hasta aparecen «robándoles el triunfo» a los duros, pero, a la vez, empiezan a reclamar cada vez con mayor insistencia el cumplimiento de las «modernizaciones», lo que en la práctica implica la privatización de las mayores actividades del Estado que son susceptibles de beneficio económico (empresas estatales, gran minería, previsión social, etc.).
OPOSICIÓN: ¿QUIÉN ES DUEÑO DE LA UNIDAD?
Si bien es cierto que el plebiscito constitucional mostró claramente la unidad de la oposición para enfrentar al Gobierno, esta unidad desde el comienzo presentó problemas y su continuidad seguirá presentándolos.
En primer lugar, hay que tener presente que en gran medida esta unidad es impuesta según los términos de la DC, que es la que en las actuales circunstancias tiene la capacidad de hacer política con publicidad tolerada.
Tanto la decisión de concurrir a votar NO como el proyecto de transición política son puntos que la DC propone y a los que la izquierda adhiere.
Por otra parte, tampoco se puede olvidar que durante todo el período autoritario la DC ha mantenido una actitud oscilante entre la unidad con la derecha o la unidad con la izquierda, que se define momentáneamente según la correlación de fuerzas y factibilidad de volver a tener presencia política significativa en la vida nacional. En tales circunstancias, la DC pretendería definir su propia política frente al régimen sabiendo que ni siquiera necesita solicitar el apoyo de la izquierda, pues este es obligado (algo similar a lo que hizo con la derecha en 1964).
No obstante, este cálculo político de la DC se vio con dificultades en la movilización misma en torno al plebiscito. Al parecer –y la concentración en el Caupolicán sería una muestra–, la izquierda, aún políticamente desarticulada, cuenta con una capacidad social de movilización que no puede dejar de preocupar a la DC, en cuanto a su liderazgo de la oposición, y que puede afectar la adhesión de sus propias bases sociales.
Dicho en otros términos, ciertas capas medias que apoyan a la DC en su programa de democratización y que han creído que cuenta con algunos «contactos» de alto nivel que lo hacen factible, vacilarían en su apoyo si ven que esa finalidad requiere de una vigorosa movilización popular.
En cuanto a la izquierda política y a los sectores sociales que se suelen orientar por ella en este país, la unidad con la DC tiene vigencia en el corto plazo ante la expectativa de lograr cambios significativos en la situación política.
Desde el momento en que la DC demuestre no tener capacidad para negociar cambios desde arriba, y que la vía de la participación política aparezca cerrada, es posible que abandone su adhesión a la unidad con la DC en condiciones desmedradas.
Como ya ha sido señalado por muchos, no sería extraño que en la izquierda adquirieran cierta vigencia procedimientos de acción política en que la violencia no esté excluida. Naturalmente que los resultados de tal tipo de acción parecen actualmente inciertos.
¿CUÁNTOS VOTOS TIENE USTED?
El plebiscito se planificó y realizó de acuerdo a las condiciones que el Gobierno impuso.
Los resultados de la votación publicados favorecieron al Gobierno en una proporción que corresponde exactamente a lo que este requería: suficientemente alta como para resultar aplastante, pero no demasiado como para resultar inverosímil.
Ahora bien, dados los planteamientos enfrentados respecto a la validez del plebiscito, resultaba lógico esperar que, una vez conocidos los resultados, el Gobierno los presentara como intachables y la oposición denunciara el fraude.
También era de esperar que, en los sectores de la oposición, el peso de la tradición electoral provocara un sentimental desaliento por la «derrota», no obstante se hubiera denunciado previamente al acto como una maniobra fraudulenta cuyos resultados estaban predeterminados.
Lo que sí pudiera parecer extraño es que en torno al resultado se produjeran dudas o debate, entre los personeros políticos de la oposición y los intelectuales, respecto a si la distorsión de ellos corresponde a un fraude electoral directo o es la consecuencia de la manipulación ideológica que puede hacer un gobierno autoritario que cuenta con todos los medios adecuados.
En términos generales, tal discusión no afecta a la descalificación del acto que hace la oposición. Sin embargo, puede tener enorme importancia respecto a la planificación de la acción política de esta.
Por cierto que la demostración de uno u otro argumento, como decisivo en el resultado electoral, resulta actualmente imposible. De todas maneras, es lícito señalar los antecedentes que hacen más plausible alguno de ellos y que a la larga pueden imponerse en la conciencia opositora.
Al respecto, quizás, lo más importante consista en señalar que el NO al plebiscito se constituyó socialmente antes de su realización. Lo que se quiere indicar con esto no es sólo el consenso político opositor en torno a una iniciativa, sino el apoyo que ella encontró en diversos sectores sociales (agrupaciones sindicales de mayor importancia, iglesia, organizaciones estudiantiles, personalidades, etc.).
A su vez, el apoyo al proyecto gubernamental aparece bastante débil, incluso desminuido frente a otras oportunidades en que el Gobierno solicitó la adhesión ciudadana.
Esta situación se revela incluso en la orientación de la campaña publicitaria del Gobierno, que pone énfasis en que lo apoyará «el hombre solo, enfrentado a su conciencia en el secreto acto de marcar el voto».
Talvez el peso de la argumentación de los que piensan que fue primordial la «manipulación de las conciencias», radica en la «fuerza de los hechos». Vale decir, el Gobierno desafió e incitó a la oposición a ir a ver el recuento de votos, y los que fueron contaron sólo un poco menos que los que publicó el Gobierno; sólo parecería alegable el fraude no decisivo.
Lo que es de una importancia crucial es que la aceptación de estos hechos implica considerar que el Gobierno del general Pinochet asumió realmente el riesgo de perder la elección, estuvo dispuesto a irse si perdía el juego, un juego en que, por muchas encuestas que haya hecho, no podía predecir el resultado.
En todo caso, mientras se mantenga la creencia de que el Gobierno tiene capacidad de «manipular» un apoyo mayoritario, aumentarán las dificultades para impulsar una movilización opositora unida, puesto que no se vislumbrarían posibilidades de éxito en el corto plazo.
DEFINICIONES EN COMPÁS DE ESPERA
El plebiscito, no obstante las grandes decisiones que se supone significa, no logra aún cristalizar en opciones políticas claras tanto en el Gobierno como en la oposición. Por el contrario, en el período que nos ocupa parecen subsistir variadas expectativas.
En cuanto al esquema de Gobierno, lo que se plantea es fundamentalmente su prolongación sin mayores alteraciones, salvo el señalar plazos que por su extensión no tienen una incidencia inmediata.