Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984

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LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS
En el período estudiado es notorio un aumento de la represión gubernamental. Esta represión se realiza institucionalmente por los organismos creados y, de acuerdo a los procedimientos que el régimen ha establecido al efecto.
Tal pareciera que se estuviera probando la efectividad de las regulaciones establecidas.
Pasan a ser cotidianos y normales las detenciones preventivas, los juicios y sentencias, así como las delaciones por la vía administrativa y las prohibiciones de regresar al país.
No sería sorprendente que el Gobierno esté pensando en levantar el Estado de Emergencia el próximo 11 de marzo, iniciando así con plena normalidad el período presidencial definido constitucionalmente.
El régimen «normal» aparece ya premunido de los mecanismos suficientes para controlar la situación política.
Dentro de este endurecimiento del régimen, parece conveniente señalar dos hechos de importancia.
El primero se refiere al «caso Zaldívar», ya comentado en el informe anterior, pero del cual hay que resaltar la muy escasa respuesta que logra en los sectores de oposición. Si algunos pensaron que el Gobierno tendría que pagar algún precio político por impedir el regreso de Zaldívar, lo cierto es que hasta el momento no le ha costado absolutamente nada.
Esto parecería darles razón a los sectores más duros del Gobierno, en el sentido de que cualquier apertura trae problemas, mientras que la mantención y reforzamiento del autoritarismo los elimina.
El segundo hecho puede haber sido facilitado justamente por el anterior. Se trata del cambio de rectores delegados en las principales universidades del país (excepto la UC). Los nuevos rectores delegados son militares en servicio activo con experiencia en control social (el de la Universidad de Chile fue jefe de la plaza en Santiago, y el de la Universidad Técnica, alto oficial del Servicio de Inteligencia Militar). Esta calidad y la circunstancia en que se produce el cambio (fuerte activación del movimiento estudiantil opositor) indican claramente la dirección que tiene este hecho. Si recordamos que anteriormente se había ido desarrollando un fuerte movimiento de opinión que, incluso desde dentro de los sectores en el poder, propiciaba el retorno a la dirección de las universidades por sectores académicos, la medida implica un grave endurecimiento en el proceso de institucionalización del régimen.
Frente al problema universitario, los sectores «blandos» propusieron en los últimos tiempos soluciones acordes con la política económica. Vale decir, retorno del control académico a las rectorías, mayor exigencia de estudio y mayor costo de la educación para el estudiante. El Mercurio y la revista Qué Pasa trataron repetidamente de orientar en este sentido a las autoridades de Gobierno. El que no lo hayan logrado está señalando, por una parte la fuerza de los sectores duros de Gobierno, que se apoyan en la necesidad del Jefe de Estado de ratificar su poder imponiendo cortes decisivos. Por otra parte, también significa que el movimiento estudiantil había empezado a adquirir mayor fuerza de la que el Gobierno puede tolerar.
De la actual reintervención militar en las universidades cabe esperar, en lo inmediato, una depuración generalizada y una represión del movimiento estudiantil opositor, creando las condiciones necesarias para que éste no vuelva a expresarse. No obstante, es difícil que se logre el total disciplinamiento estudiantil, a menos que se imponga una militarización de las universidades. Esto último parece bastante difícil, al menos dentro del actual esquema de institucionalización.
UNA SALPICADURA DE CONFLICTOS
Como se ha venido señalando, en los últimos tiempos el movimiento social suele mostrarse más activo que el movimiento político. Salvo determinadas ocasiones (Consulta de enero del 78, Plebiscito del 80), si bien no puede negarse una cierta existencia de los partidos políticos en semi o total clandestinidad, su actividad suele ser esporádica y leve.
En cambio, el movimiento social presenta una actividad constante y en algunos puntos creciente, imponiendo muchas veces una unidad política de la oposición que las organizaciones partidarias difícilmente logran.
La reciente movilización estudiantil en las universidades (particularmente aguda en el Campus Oriente de la Universidad de Chile), ha mostrado la vitalidad de la oposición en ese ámbito.
Los logros obtenidos antes de la reintervención militar son bastante importantes. La oposición estudiantil logra ser reconocida como interlocutor válido por autoridades de la universidad. Ciertos académicos aparecen, si no apoyando, al menos mediando en el conflicto entre estudiantes y autoridades. La organización estudiantil creada por el Gobierno (FECECH) se ve obligada a tomar como propias algunas de las reivindicaciones planteadas.
Si bien puede sostenerse que un grueso sector estudiantil aparece como indiferente frente a la politización gobiernista o de la oposición, tampoco puede negarse que estos últimos empiezan a mostrarse capaces de captar incluso a estos silenciosos. Así parece demostrarlo el éxito en ciertos paros estudiantiles.
Con todo, esta movilización estudiantil muestra ciertas debilidades. Talvez la principal de ellas sea la incapacidad para levantar, aún toscamente, un proyecto de política universitaria.
La movilización se hace respecto a problemas puntuales (la existencia de organismos de control al interior de las universidades, elevación del costo de matrículas, defensa de alumnos sancionados, etc.). No aparecen planteamientos más generales, como los relacionados con reivindicaciones por dirección académica en vez de directores militares, autonomía universitaria, libertad de cátedra y pluralismo, exigir mayor capacidad académica o gratuidad de la enseñanza.
En el plano sindical se puede decir que también la oposición predomina. Pero esto se aprecia más en cuanto a elecciones sindicales que en las acciones efectivas de los sindicatos.
Donde hay elecciones libres sindicales gana oposición, pero esos triunfos no se traducen en una movilización laboral efectiva en el plano nacional. Más aún, el Plan Laboral se ha impuesto sin encontrar grave oposición en los hechos. Esto parece conducir a una atomización cada vez mayor del movimiento sindical.
La reciente huelga legal en PANAL confirmaría esto. Se mantuvo el plazo máximo permitido y los trabajadores debieron regresar a la industria sin haber obtenido nada (recuérdese que la huelga significa no recibir remuneraciones, tener que pagar las imposiciones y perder el trabajo si no se reintegran antes de sesenta días). Intentaron llamar la atención sobre su situación con actos dramáticos: huelga de hambre, manifestaciones callejeras, etc. Sin embargo, el movimiento sindical se mantuvo mudo y ajeno al conflicto, tal si se tratara de un problema particular.
Hasta cierto punto se puede decir que el movimiento sindical, tanto como el estudiantil, se muestran hasta ahora incapaces, en sus respectivas esferas, de articular un programa y acción de carácter general.
SEÑORITA RESPETABLE BUSCA UBICACIÓN
De los grupos políticos de oposición, la Democracia Cristiana es la única que puede ensayar alternativas políticas definidas en la institucionalidad propuesta por el régimen. Sin embargo sigue mostrándose vacilante.
Mientras, por una parte, algunos personeros caen en el pecado de la soberbia de cuestionar la validez del plebiscito y la legitimidad del camino institucional planteado (siendo castigados por esto), por otra parte, se exige al gobierno se le señalen los límites para su oposición aceptable.
En todo caso, parece primar la idea de la DC de insistir en su respetabilidad, alejándose cada vez más de la oposición de izquierda y preparándose para asumir un papel dentro de la nueva institucionalidad.
La dificultad básica está constituida por el hecho de que sectores duros del gobierno rechazan totalmente a la DC. No sólo porque les parezca inconveniente dentro su concepción de régimen político, sino porque eventualmente podría lograr algún tipo de acuerdo con sectores «blandos» del Gobierno. Sin embargo, a partir del plebiscito, estos sectores «blandos» también se alejan de la DC ante el temor de ser definidos como oposición por el Gobierno, perdiendo, así, posiciones de poder.
La postura de la DC aparece, en este momento, como de extrema debilidad, aislada de los grupos en el poder y del resto de los sectores opositores, enfrentada al reflujo generalizado de la DC en América Latina, (en Venezuela se desgasta rápidamente, mientras en El Salvador su respaldo y participación en la Junta Cívico-Militar la compromete con el fracaso de ésta), sin apoyo norteamericano debido a la elección de Reagan. Por último, diluyéndose su otrora férrea unidad con la Iglesia que se vuelca en los misterios de la eucaristía.
Este último punto tiene una importancia especial. La Iglesia ha demostrado en este último tiempo poseer una gran capacidad de movilización y convocación. Pero tal convocación se hace en nombre de la unidad y la conciliación, limándose las aristas críticas que la jerarquía eclesiástica mostró con respecto al Gobierno. La Iglesia habla cada vez más en nombre de la unidad invocando la paz y la conciliación. El multitudinario acto con que se cerró el Congreso Eucarístico es demostrativo de este nuevo espíritu.
LA UNIDAD DIVERGENTE
En los grupos políticos de izquierda la situación sigue siendo confusa y, lógicamente, de escasa información y mucha especulación. La llamada «crisis de la izquierda chilena» difícilmente parece superable en el corto plazo y en las condiciones imperantes.
Ante la incapacidad programática, persiste la insistencia en la organización. Pero esta no impide la fragmentación de los movimientos de izquierda.
En el caso de las divisiones del PS, los intentos de lograr una convergencia entre las diversas fracciones y otros movimientos de izquierda no comunista, difícilmente logran avanzar. Más aún, parece que nadie tiene interés en ello. En primer lugar, los comunistas son aislados cada vez más en estos intentos de convergencia socialista, lo cual está lejos de contentar su vieja política de alianzas. En segundo lugar, los movimientos «chicos» de la izquierda talvez tengan esperanzas en crecer como herederos reales del PS.
Por su parte, el PC, enfrentado al fracaso de su política de apoyo a la apertura que eventualmente pudiera lograr la DC, se vuelca nuevamente a una política de alianza con las izquierdas. El problema es que los intentos de convergencia socialista lo han marginado y hasta más de un hijo ingrato le vuelve la espalda. Es natural entonces que vea con buenos ojos un reflotamiento de la UP, ya bastante olvidada, como forma de evitar el aislamiento.
En todo caso, lo que sigue pareciendo difícil es que la izquierda (unida o desunidamente) sea capaz de actuar políticamente en las actuales condiciones. Actualmente sólo aparece apoyando a posteriori al movimiento social de oposición.
EL DISCRETO ENCANTO DE LA VIOLENCIA
En el presente mes no sólo ha continuado la ola de violencia eficaz iniciada recientemente, sino que ha aumentado con hechos de cierta espectacularidad.
La acción coordinadora que voló tres torres de alta tensión (dejando a oscuras a gran parte de la capital) y simultáneamente incendió un centenar de automóviles recién importados, mostró niveles de envergadura y eficacia poco comunes en el país. Otros hechos confusos y un gran despliegue policial colaboraron en traer momentáneamente a primer plano el tema de la violencia.
Es importante señalar al efecto que esta violencia, si bien criticada por la oposición parlante, aparece como explicable en función del carácter del régimen y del cierre político de la institucionalidad adoptada.
Más aún, la existencia de la violencia contra el régimen es aprovechada en la argumentación de prácticamente, todos los actores políticos: para el gobierno como justificadora del autoritarismo del régimen; para los sectores DC como una advertencia de los peligros que entraña ese mismo autoritarismo en la medida que no emprende una real apertura política; para la izquierda (que no asume ni niega esa violencia como política) como la demostración de una fuerza oculta que no se puede dejar de tomar en cuenta.
Lo cierto es que la violencia, hasta cierto punto esperada, tiende a pasar a constituirse en un hecho cotidiano en la vida política nacional de la misma manera que la represión regular del régimen. Resulta difícil vaticinar su destino, pudiendo mantenerse constante pero en actos aislados. Lo que es innegable es que su existencia no asombra.
NO SÓLO DE REAGAN VIVE AMÉRICA
El actual momento político, caracterizado primordialmente por la formulación del programa del Gobierno de transición que se inicia el 11 de marzo y por los movimientos políticos que suscita en los sectores adherentes y opositores, se inscribe en un panorama internacional también cambiante.
La elección de Reagan en EE.UU. pareció para muchos un giro a la derecha que afectaría profundamente a América Latina. Particularmente se esperaba un robustecimiento de la posición de los regímenes autoritarios del Cono Sur.
Sin embargo, si bien lo anterior puede ser cierto, también debe considerarse que, en América Latina, los países que mantienen políticas distintas a ese autoritarismo emprenden una serie de acciones tendientes a salvaguardar y mejorar sus posiciones. Por una parte, Venezuela y los países del Pacto Andino se empeñan en fortalecer una coordinación democratizante. Por otra, México se empeña en apoyar la democratización en Centroamérica, aun apoyando a sectores de izquierda. Brasil también pretende exportar su propio método de apertura política y busca alianzas que le permitan mantener una cierta autonomía de EE.UU. A su vez, los sectores aperturistas apresuran la marcha dentro de los regímenes autoritarios. Tal parece el caso de Argentina con la designación de Viola. También podría ser la situación de Uruguay, donde los grupos gobernantes permitieron que triunfara la oposición en un plebiscito que ellos mismos convocaron.
En fin, podría decirse que, con la excepción de Chile y Bolivia, el movimiento que se aprecia en América Latina parece tender más hacia una apertura democratizante que a un endurecimiento del autoritarismo.
En este sentido, la favorabilidad al régimen chileno por parte del nuevo mandatario estadounidense podría verse compensada por este reordenamiento latinoamericano.
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