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Acto no se entiende siempre de la misma forma como no sea por analogía. Se enuncia: tal objeto está en tal otro, o es relativamente a tal otro; se dice también: tal objeto está en acto en tal otro, o es relativamente a tal otro. Porque el acto quiere decir tan pronto el movimiento relativamente a la potencia, como la esencia relativamente a una cierta materia. La potencia y el acto, respecto del infinito, del vacío y de todos los seres del género se entienden de otra manera que respecto de la mayoría de los demás seres tales como lo que se ve, lo que anda o lo que es visto. En estos últimos casos, la afirmación de la existencia puede ser verdadera, ya absolutamente, ya en tal circunstancia dada. Visible se dice, o de lo que es visto realmente, o de lo que puede ser visto. Pero la potencia respecto al infinito no es de una naturaleza tal que el acto pueda jamás llevarse a cabo, como no sea por el pensamiento; en tanto que la división se prolonga hasta el infinito, se afirma que el acto de la división existe en potencia, pero no existe nunca separado de la potencia.
Como todas las acciones que poseen un final no constituyen ellas mismas un fin, sino que tienden a un fin, como el fin de la demacración que es el enflaquecimiento; tales acciones como la demacración son ciertamente movimientos, pero no constituyen el fin del movimiento. Estos hechos no pueden considerarse como actos, como actos completos, porque no constituyen un fin, sino solamente tienden a un fin y al acto. Se puede ver, concebir, pensar y haber visto, concebido, pensado; pero no se puede aprender y haber aprendido la misma cosa, curar y haber sido curado; se puede vivir bien y haber vivido bien, ser feliz y haber sido feliz todo a la vez; sin esto sería necesario que hubiera puntos de detención en la vida, como puede ocurrir con la demacración; pero nunca tenido lugar esto: se vive y se ha vivido. De estos diferentes modos llamaremos a los unos movimientos, a los otros actos, porque todo movimiento es incompleto, como la demacración, el estudio, la marcha, la construcción; y los diferentes modos incompletos. No se puede ejecutar un paso y haberlo dado al mismo tiempo, construir y haber construido, devenir y haber devenido, imprimir o recibir un movimiento y haberlo recibido. El motor cambia del ser en movimiento; pero el mismo ser, por el contrario, puede al mismo tiempo ver y haber visto, pensar y haber pensado: estos últimos hechos son los que yo llamo actos; los otros no son más que movimientos. Estos ejemplos, o cualquier otro del mismo género, bastan para probar con claridad qué es el acto y cuál es su naturaleza.
Parte VII
Necesitamos fijar cuándo un ser es o no es, en potencia, otro ser, porque no hay potencia en todos los casos. Y así, ¿la tierra es o no el hombre en potencia? Tendrá más bien este carácter cuando se haya hecho esperma, y quizá ni aún entonces será el hombre en potencia. De igual manera, la salud no lo recibe todo de la medicina y del azar; pero existen seres que poseen esta propiedad. Y son los que se denominan sanos en potencia. El tránsito de la potencia al acto para el pensamiento puede definirse: la voluntad realizándose sin encontrar ninguna traba exterior; aquí, por el contrario, para el ser que es objeto de curación habrá potencia si no hay en el mismo ninguna traba. De igual modo, la casa existirá también en potencia, si no hay nada en ella y si nada hay en la materia que obstaculice la construcción de una casa. Si no hay nada que añadir, ni quitar, ni mudar, la materia será la causa en potencia. Lo propio ocurrirá con todos los seres que tienen fuera de sí mismos el principio de su producción; y lo propio con los que, teniendo en sí este principio, existirán por sí mismos, si nada exterior se opone a ello. La esperma no es todavía el hombre en potencia; es necesario que esté en otro ser y que sufra un cambio. Cuando ya, en virtud de la acción de su propio principio, tenga este carácter; cuando por fin tenga la propiedad de producir si nada exterior se opone a ello, entonces será el hombre en potencia; pero es necesario para esto la acción de otro principio. Así, la tierra no es todavía la estatua en potencia; es necesario que se convierta en bronce para poseer este carácter.
El ser que contiene otro ser en potencia es aquel de quien se afirma, no que es esto, sino que es de esto: un cofre no es madera, sino de madera; la madera no es tierra, sino de tierra. Si es así, si la materia que contiene un ser en potencia es aquella con relación a la cual se afirma: este ser es, no este otro, sino de este otro, la tierra no contendrá el ser en potencia sino de una forma secundaria; y así no se afirma que el cofre es de tierra o que es tierra, sino que es de madera, porque la madera es el cofre en potencia; la madera en general es la materia del cofre en general; tal madera es la materia de tal cofre. Si existe algo que sea primero, alguna cosa que no pueda referirse a otra, afirmando es de esto, esta constituirá la materia primera; si la tierra es de aire; si el aire no es fuego, sino de fuego, el fuego constituirá la materia primera, el resto, la sustancia. En esto es en lo que se diferencian lo universal y el sujeto; el uno es un ser real, pero no el otro; de esta forma el hombre, el cuerpo, el alma son los sujetos de los diversos cambios; la modificación es lo músico, lo blanco. Cuando la música es una cualidad de tal sujeto, no se afirma que él es música, sino músico; no se afirma que el hombre es blancura, sino que es blanco; que es marcha o movimiento, sino que está en marcha o en movimiento, como se afirma que el ser es de esto. Los seres que se hallan en este caso, los seres primeros, son sustancias, los otros no son más que formas, el sujeto determinado; el sujeto primero es la materia y la sustancia material. Con razón no se menciona cuando se habla de la materia, y lo mismo ocurre respecto de las modificaciones, que son de esto; porque la materia y las modificaciones son asimismo indeterminadas.
Hemos explicado cuándo debe decirse que una cosa tiene otra en potencia y cuándo que no la contiene.
Parte VIII
Hemos dejado claro de cuántas maneras se entiende la prioridad; y es evidente, conforme a lo que hemos manifestado, que el acto es anterior a la potencia. Y por potencia no entiendo solo la potencia determinada, aquella que se define diciendo que es el principio del cambio colocado en otro ser en tanto que otro, sino en general todo principio de movimiento o de reposo. La naturaleza se encuentra en este caso; existe entre ella y la potencia identidad de género; es un principio de movimiento, no colocado en otro ser, sino en el mismo ser en tanto que él mismo. En todas las potencias de este género el acto es anterior a la potencia bajo la relación de la noción y de la esencia; bajo la relación del tiempo, el acto es algunas veces anterior, otras no. Que el acto es anterior bajo la relación de la noción, es evidente. La potencia primera no es potente sino porque puede obrar. En este sentido es en el que yo llamo constructor al que puede construir, dotado de vista al que ve, visible aquello que puede ser visto. El mismo razonamiento se aplica a lo demás. Es de toda necesidad que la noción preceda; todo conocimiento debe apoyarse sobre un conocimiento.
He aquí, bajo la relación del tiempo, cómo es preciso entender la anterioridad. El ser que obra es anterior genéricamente, pero no en cuanto al número; la materia, la semilla, la facultad de ver son anteriores, bajo la relación del tiempo, a este hombre que existe actualmente en acto, al trigo, al caballo, a la visión; son en potencia el hombre, el trigo, la visión, pero no lo son en acto. Estas mismas potencias vienen de otros seres, los cuales, bajo la relación del tiempo, son en acto anteriores a ellas, porque es preciso siempre que el acto provenga de la potencia mediante la acción de un ser que existe en acto; así el hombre viene del hombre, el músico se forma bajo la dirección del músico; hay siempre un primer motor, y este existe ya en acto.
Hemos dicho, hablando de la sustancia, que todo lo que es producido viene de algo, es producido por alguna cosa; y que el ser producido es de la misma especie que el motor. Y así es imposible, al parecer, ser constructor sin haber construido jamás nada; tocador de flauta sin haber tocado, porque tocando la flauta es como se aprende a tocarla. Lo mismo sucede en todos los demás casos. Y de aquí este argumento sofístico: que el que no conoce una ciencia hará las cosas que son objeto de esta ciencia. Sí, sin duda el que estudia no posee aún la ciencia; pero así como en toda producción existe ya alguna cosa producida, y que en todo movimiento hay ya un movimiento realizado (y ya lo hemos demostrado en nuestro Tratado sobre el movimiento), así es de necesidad que el que estudie posea ya algunos elementos de la ciencia. Resulta de lo que precede que en este sentido el acto es anterior a la potencia bajo la relación de la producción y del tiempo.
Es igualmente anterior bajo la relación de la sustancia: por lo pronto, porque lo que es posterior en cuanto a la producción es anterior en cuanto a la forma y a la sustancia: y así el hombre formado es anterior al niño, el hombre es anterior a la esperma, porque el uno tiene ya la forma, la otra no la tiene; además, porque todo lo que se produce tiende a un principio y a un fin, porque la causa final es un principio, y la producción tiene por fin este principio. El acto también es un fin, y la potencia existe en vista de este fin. En efecto, los animales no ven por tener vista, sino que tienen la vista para ver; de igual forma se posee el arte de construir para construir y la ciencia especulativa para elevarse a la especulación; pero no se eleva a la especulación para poseer la ciencia, sino cuando se aprende; e incluso en este último caso no existe realmente especulación, sino un ejercicio; la especulación pura no tiene por objeto la satisfacción de nuestras necesidades. Igualmente, la materia propiamente dicha es una potencia, pues es susceptible de recibir una forma; cuando existe un acto entonces posee forma, y lo propio ocurre en todos los demás casos, y lo propio respecto de las cosas cuyo objeto es un movimiento. Con la naturaleza sucede lo que con los maestros, que creen haber conseguido su fin cuando han mostrado trabajando a sus discípulos. Y en efecto, si no fuera así podrían compararse sus discípulos al Hermes de Pasón; no se reconocería si tienen o no la ciencia, como no podría reconocerse si el Hermes estaba dentro o fuera de la piedra. La obra es el fin, y la acción se aplica a la obra y por qué la acción es una dirección hacia el acto.
Añádase a esto que el fin de ciertas cosas es simplemente el ejercicio: el fin de la vista es la visión; y la vista no produce absolutamente ninguna otra cosa que la visión; en otros casos, al contrario, se produce otra cosa; así del arte de construir se deriva, no solo la construcción, sino la casa. Sin embargo, no existe realmente fin en el primer caso, y es sobre todo en el segundo donde la potencia posee un fin. Porque la construcción existe en lo que es construido; nace y existe al mismo tiempo que la casa. Conforme a esto, en todos los casos en que independientemente del ejercicio puro y simple existe alguna cosa producida, la acción se ofrece en el objeto mismo que es producido: la construcción, por ejemplo, en lo construido, la tejedura en lo que es tejido. Lo propio ocurre en el resto; y en general en estos casos el movimiento está en el objeto mismo que está en movimiento. Pero siempre que fuera del acto no existe algo producido, el acto existe en el sujeto mismo: la visión, está en el ser que ve; la teoría en el que hace la teoría, la vida en el alma, y por consiguiente la felicidad misma es un acto del alma, porque también es una especie de vida.
Es, por lo tanto, evidente que la esencia y la forma son actos; de donde se infiere con claridad que el acto bajo la relación de la sustancia es anterior a la potencia. Por la misma razón el acto es anterior bajo la relación del tiempo; y se asciende, como hemos explicado, de acto en acto hasta que se llega al acto del motor primero y eterno.
Por lo demás, puede hacerse más palpable todavía la verdad de nuestra proposición. Los seres eternos son anteriores, en cuanto a la sustancia, a los seres perecederos; y nada de lo que existe en potencia es eterno. Puede demostrarse así: toda potencia supone al mismo tiempo lo contrario; lo que no tiene la potencia de existir no existirá necesariamente jamás; pero todo lo que existe en potencia puede muy bien pasar al acto: lo que tiene la potencia de ser puede ser o no ser; y la misma cosa tiene entonces la potencia de ser y no ser. Pero puede ocurrir que lo que tiene la potencia de no ser no sea. Pero lo que puede no ser es perecedero absolutamente, o muy perecedero desde el punto de vista de que puede no ser en cuanto al lugar, a la cuantidad, a la cualidad; y perecedero absolutamente significa perecedero en cuanto a la esencia. Nada de lo que es perecedero absolutamente existe absolutamente en potencia; pero puede existir en potencia desde ciertos puntos de vista, como en cuanto a la cualidad y en cuanto al lugar. Todo lo que es imperecedero existe en acto, y lo propio ocurre con los principios necesarios. Porque son principios primeros, y si no lo fuesen no existiría nada. Se da igual respecto al movimiento, si hay algún movimiento eterno. Y si hay algún objeto que esté en movimiento eterno, no se mueve en potencia, a no entenderse por esto el poder pasar de un lugar a otro. Nada impide que este objeto, sometido a un movimiento eterno, no lo sea. Por esto el Sol, los astros, el firmamento, todo existe siempre en acto, y no hay que temer que se detengan nunca como temen los físicos; jamás se cansan en su marcha, pues su movimiento no es como el de los seres caducos, la acción de una potencia que admite los contrarios. Lo que hace que la continuidad del movimiento sea fatigosa para los últimos es que la sustancia de los seres caducos es la materia, y que la materia existe solo en potencia y no en acto. Sin embargo, ciertos seres sometidos a cambio son, bajo esta relación, una imagen de los seres imperecederos; en el caso están el fuego y la tierra. En efecto, ellos existen siempre en acto, porque poseen el movimiento por sí y en sí mismos.
Las demás potencias que hemos expuesto admiten todos los contrarios: lo que tiene la potencia de producir un movimiento de tal naturaleza puede asimismo no producirlo (hablo aquí de las potencias racionales). En cuanto a las irracionales, también admiten los contrarios en tanto que pueden ser o no ser. Si existiesen naturaleza y sustancias del género de que hablan los partidarios de las doctrinas de las ideas, un ser cualquiera sería más sabio que la ciencia en sí; un objeto en movimiento estaría más en movimiento que el movimiento en sí, porque el uno sería el acto y el otro únicamente la potencia. Está claro que el acto es anterior a la potencia y a todo principio de cambio.
Parte IX
Es evidente, conforme con lo que se lleva dicho, que la actualidad del bien es preferible a la potencia del bien y es más digno de nuestro respeto. En todos los seres de quienes se dice que pueden, el mismo ser puede ser los contrarios. Aquel de quien se dice por ejemplo: puede estar sano, este mismo puede estar enfermo, y esto al mismo tiempo que puede estar sano. La misma potencia produce la salud y la enfermedad; la misma el reposo y el movimiento; es la misma potencia la que construye la casa y la que la destruye; y en virtud de la misma potencia la casa es construida y destruida. El poder de los contrarios reside, a la vez, en los seres; pero es imposible que los contrarios existan a la vez; imposible que exista simultaneidad en los actos diversos, que se den a la vez salud y enfermedad. Luego el bien en acto es necesariamente uno de los dos contrarios. Pero la potencia o es igualmente uno y otro contrario, o no es ninguno. Luego la actualidad del bien es mejor que la potencia del bien.
Por lo que respecta al mal, su fin y su actualidad son por fuerza peores que su potencia. Cuando no existe más que poder, el mismo ser es a la vez los dos contrarios. El mal no posee existencia independiente de las cosas, porque por su naturaleza es inferior a la potencia. No existe, en los principios, en los seres eternos, ni mal, ni pecado, ni destrucción, porque la destrucción se cuenta también en el número de los males.
Reduciendo al acto las figuras geométricas es como encontramos sus propiedades, porque por medio de una descomposición descubrimos las propiedades de estas figuras. Si se mostraron descompuestas por naturaleza, sus propiedades serían evidentes; pero existen en potencia las propiedades antes de la descomposición. ¿Por qué la suma de los tres ángulos de un triángulo equivalen a dos rectos? Porque la suma de los ángulos formados alrededor de un mismo punto, sobre una misma línea, es igual a dos ángulos rectos. Si se formase el ángulo exterior prolongando uno de los lados del triángulo, la demostración se haría patente. ¿Por qué el ángulo inscrito en el semicírculo es invariablemente un ángulo recto?, por la igualdad en estas tres líneas, a saber: las dos mitades de la base y la recta llevada del centro del círculo al vértice del ángulo opuesto a la base; esta igualdad, si nos fijamos en la demostración, nos hace reconocer la propiedad del ángulo inscrito. Es, pues, patente que por medio de la reducción al acto se descubre lo que existe en la potencia; y la causa es que la actualidad es la concepción misma. Así pues del acto se deduce la potencia; y por el acto también se la conoce. En cuanto a la actualidad numérica, esta es posterior a la potencia en el orden de gestación.
Parte X
El ser y el no ser se toman en diversos significados. Existe el ser según las diversas formas de las categorías; después el ser en potencia o el ser en acto de las categorías; existen los contrarios de estos seres. Pero el ser propiamente tal es sobre todo, lo verdadero; el no ser lo falso. La reunión o separación, he aquí lo que constituye la verdad o la falsedad de las cosas. Así pues, está en lo cierto el que cree que lo que realmente está separado está separado, que lo que está unido está unido. Pero está en lo falso el que piensa lo contrario de lo que en circunstancias dadas son o no son las cosas. Por tanto, todo lo que se afirma es verdadero o falso, porque es necesario que se reflexione lo que se dice. No porque creamos que tú eres blanco, eres blanco en efecto, sino porque eres en efecto blanco, y al decir nosotros que lo eres, manifestamos la verdad.
Existen cosas que están eternamente reunidas y su separación es imposible; otras están eternamente separadas y resulta imposible reunirlas; otras, en fin, admiten los estados contrarios. Entonces ser es estar reunido, es ser uno; no ser, es estar separado, ser muchos. Cuando se trata de las cosas que admiten estados contrarios, el mismo pensamiento, la misma proposición se hace sucesivamente falsa y verdadera, y se puede encontrar ya en lo verdadero, ya en lo falso. Pero cuando se trata de cosas que no pueden ser de otra manera, no hay entonces tan pronto verdad como falsedad; estas cosas son eternamente verdaderas o falsas.
¿Pero qué es el ser y qué el no ser, qué lo verdadero y qué lo falso, en las cosas que no son compuestas? En este caso, sin duda alguna, el ser no es la composición; no es que las cosas sean cuando son compuestas, y que no sean cuando no son compuestas, como la madera es blanca, como la relación de la diagonal al lado del cuadrado es inconmensurable. ¿Lo verdadero y lo falso son entonces en estas cosas lo que son en las demás, o bien la verdad, y el ser como la verdad, no son aquí diferentes de lo que son en otra parte? He aquí lo que es verdadero y lo que es falso en estos objetos. Lo verdadero es percibir y decir lo que se percibe, y decir no es lo mismo que afirmar. Ignorar es no percibir, porque solo se puede estar en lo falso accidentalmente cuando se trata de esencias. Lo mismo sucede respecto a las sustancias simples, porque es imposible estar en lo falso respecto a ellas. Todas ellas existen en acto, no en potencia; de otro modo nacerían y perecerían, porque no hay para el ser en sí producción ni destrucción: sin esto procedería de otro ser. Luego no puede haber error respecto a seres que tienen una existencia determinada, que existen en acto; solamente hay o no pensamiento de estos seres. Sin embargo, se examinan cuáles son sus caracteres, si son o no tales o cuales.
El ser considerado como lo verdadero, y el no ser como lo falso, significan bajo un punto de vista lo verdadero cuando hay reunión, lo falso cuando no la hay. Bajo otro punto de vista el ser es la existencia determinada, y la existencia indeterminada es el no ser. En este caso, la verdad es el pensamiento que se tiene de estos seres, y entonces no hay falsedad ni error; no hay más que ignorancia, la cual no se parece al estado del ciego, porque el estado del ciego equivaldría a no tener absolutamente la facultad de concebir.
Es evidente, además, si se admiten seres inmóviles, que estos no pueden en ningún tiempo estar sujetos a error. Si el triángulo no está sujeto a cambio, no puede creerse que tan pronto la suma de sus ángulos vale como no vale dos ángulos rectos, pues en otro caso estaría sujeto a cambio. Pero puede creerse que este ser es inmóvil, y aquel otro no. Y así puede pensarse que no hay ningún número par que sea primo, o que entre los números pares hay unos que son primos, los otros no. Pero si se trata de seres que son unos numéricamente, esto no es ni siquiera posible. No se puede tampoco creer que en ciertos casos hay unidad, mientras que no la habría en los otros: entonces se estará en lo verdadero o en lo falso, porque hay siempre unidad.
Libro X
Parte I
Hemos expuesto anteriormente, en el libro de los diferentes significados, que la unidad se entiende de muchas maneras. Pero estos numerosos significados pueden reducirse en suma a cuatro principales que abarcan todo lo que es uno primitivamente y en sí y no accidentalmente. Existe en primer lugar la continuidad, continuidad pura y simple, o bien, y en especial, continuidad natural, que no es solo el resultado de un contacto o de un nexo de unión. Entre los seres continuos poseen más unidad, y una unidad anterior, aquellos cuyo movimiento es más indivisible y más simple. Existe también unidad, y más fuerte todavía en el conjunto, en lo que tiene una figura y una forma, en especial si el conjunto es un producto natural, y no, como en las cosas unidas por la cola, por un clavo, por una atadura, producto de la violencia. Semejante conjunto lleva en sí la causa de su continuidad; y esta causa es que su movimiento es uno, indivisible en el espacio y en el tiempo. Está, pues, claro que si existe alguna cosa que por su naturaleza tenga el primer principio del movimiento primero, y por movimiento primero entiendo el movimiento circular, esta cosa es la unidad primitiva de magnitud. La unidad a la que nos referimos es, por tanto, o la continuidad o el conjunto. Pero la unidad se adjudica también a aquello cuya noción es una, lo que tiene lugar cuando existe unidad de pensamiento, siendo el pensamiento indivisible. El pensamiento indivisible es el pensamiento de lo que es indivisible, ya bajo la relación de la forma, ya bajo la relación del número. El ser particular es indivisible numéricamente; lo indivisible bajo la relación de la forma es lo que es indivisible bajo la relación del conocimiento y de la ciencia, La unidad primitiva es, por tanto, la misma que es causa de unidad de las sustancias.
Cuatro son, pues, los modos de la unidad: continuidad natural, conjunto, individuo, universal. Lo que constituye la unidad en todos los casos es la indivisibilidad del movimiento en ciertos seres; y respecto de los demás la indivisibilidad del pensamiento y de la noción.
Veamos que no se debe confundir todo lo que tiene la denominación de unidad con la esencia misma y la noción de la unidad. La unidad posee todas las acepciones que acabamos de mencionar, y es uno todo ser que tiene en sí uno de estos caracteres de la unidad. Pero la unidad esencial puede existir ya en algunas de las cosas que acabamos de señalar, ya en otras cosas que se refieren todavía más a la unidad propiamente dicha; las primeras solo son unidades en potencia.
Cuando se trata del elemento y de la causa, es necesario establecer distinciones en los objetos y dar la definición del nombre. En efecto, el fuego, el infinito quizá, si el infinito existe en sí, y todas las cosas análogas son elementos desde un punto de vista, y desde otro no lo son. Fuego y elemento no son idénticos entre sí en la esencia; pero el fuego es un elemento porque es cierto objeto, cierta naturaleza. Por la palabra elemento se entiende que una cosa es la materia primitiva que constituye otra cosa. Esta distinción se refiere asimismo a la causa, a la unidad, a todos los principios análogos. Y así la esencia de la unidad es, de una parte, la indivisibilidad, es decir, la existencia determinada, inseparable, ya en el espacio, ya bajo la relación de la forma, ya por el pensamiento, ya en el conjunto y en la definición, mientras que, por otra parte, la unidad es sobre todo la medida primera de cada género de objetos, y por excelencia la medida primera de la cuantidad. De esta medida se originan todas las demás; porque la medida de la cuantidad es la que da a conocer la cantidad, y la cantidad, en tanto que cantidad, se conoce por la unidad o por el número. Ahora bien, todo número es conocido por medio de la unidad. Lo que da a conocer toda cantidad, en tanto que cantidad, es por tanto la unidad, y la medida primitiva por la cual se conoce es la unidad misma. De donde se infiere que la unidad es el principio del número en tanto que número.