- -
- 100%
- +
Por qué será que uno puede borrar todo en un abrir y cerrar de ojos, mientras que el otro se queda esperando y sufriendo una catarsis de emociones sin fin. ¿Por qué será? Qué sentirá el otro al olvidar tan fácilmente, qué sentirá al tocar unas nuevas manos, qué sentirá al estar en una nueva piel. Es que tan fácil somos reemplazados. Nos convertimos en pasado, mientras vivimos el presente, aparecemos y desaparecemos, dejamos marcas, dejamos una parte de nuestra alma.
Nos repartimos de par en par, un poco por allá, un poco por acá. Pero ¿con qué nos quedamos nosotros si el otro se lleva gran parte de nuestros caminos? ¿Con qué viviremos nosotros si el otro nos llenó de olvido? Me lleno de preguntas después de decir que somos fácilmente reemplazados. Pero no se me puede escapar el tener que decir que nosotros también reemplazamos en esta vida, reemplazamos una mascota por la ausencia de otra, reemplazamos un viejo amor con la llegada de otro amor para no llenarnos de vacío sin fin, reemplazamos una cosa, una planta, un amigo, un lugar.
Entre tantas cosas de la vida, el reemplazo se transforma en algo inevitable, en una forma de vivir, en una forma de olvido, en una forma de sentir. Y en fin, mi querido amigo, en mi monólogo de hoy, te cuento que todos formamos parte del reemplazo, queramos o no, nuestra vida fácilmente se transforma en un reemplazo, es así como todo sigue, como todo pasa, se llena de reemplazo cada parte de nuestro interior.
***
La mochila de nuestros recuerdos
Éramos dos y en abril nos separamos, cada uno por su lado. Tan triste pero cierto, tanto duele que casi ni puedo contarlo.
Ahora estás lejos, distante, tan seco como el frío invierno, y yo estaba acá fingiendo que no estaba entendiendo tu destiempo.
Ya no me querías, ya había pasado nuestro momento y solo quedará merodear en aquellos tiempos.
Culminó cada parte de lo que sentías por dentro y yo me quedé sintiendo cada marca de tus besos. Murió todo lo que llevabas dentro, se nos terminaron los cuentos, ahora estoy al final de un triste enamoramiento. Seguiste un camino sin mirar a ningún costado, caminaste con tu mochila que llevaba nuestros abriles cargados. (Estabas tan lleno de nuestro pasado).
Yo vivía en busca de recuerdos, unos recuerdos que me lleven a vos, vivía cada día en el ayer preguntándome por qué nuestra historia acabó así, con un triste final.
***
Lazos
Hay lazos que no son eternos, hay lazos que se rompen de un chispazo, como si nunca se hubiesen conectado.
Hay recuerdos que se olvidan sin darnos cuenta (los teníamos ahí, pero nunca los tocamos y se van sin dejar huella alguna).
Hay amores que se rompen, hay amistades que se van y uno se queda acá sintiendo hasta no poder más.
Nos quedamos tratando de unir las piezas para descubrir cuál fue el momento exacto donde algo dentro del otro se rompió, el momento exacto donde el otro dejó de sentir.
Nos quedamos algo confundidos y aturdidos, nos miramos en aquel espejo y pensamos en que ya pasará (como todo lo demás pasa), nos autoconvencemos de que vamos a estar bien, de que de este laberinto vamos a huir.
Y despertamos cada mañana con la ilusión de que el otro volverá, como si todo este presente fuese solo un mal sueño, una pesadilla en lo que todo era hermosamente irreal. Pero no, no es un sueño, no es una pesadilla, es la realidad queriendo demostrar que lo que estamos sintiendo es un recuerdo más del cual un día nos vamos a olvidar.
Es este momento en donde vos te fuiste sin razón alguna y yo me quedé contemplando tu regreso, es acá donde nuestro lazo se rompió y ya no nos pertenecemos, tu lazo se desconectó de mí y se unió al de alguien más.
Pero el mío no se desconectó de vos y te sigue esperando en cada abril, en cada noche donde estoy volviendo a vos, a lo que fuimos en nuestro jardín.
***
Taza de café
Se me llenaron los ojos de tormenta cuando escuché esas palabras incompletas.
Era martes, sentados en aquel bar, a mi café le faltaba azúcar y el tuyo tenía de sobra, por los nervios pusiste más de lo normal y yo por miedo ni el mío quise tocar.
Me dijiste las palabras que siempre temí, las que te pedí en una tarde de abril que nunca las fueras a decir, que si un día optabas por salir de aquí, nunca dijeras en palabras tan cortas que lo nuestro había llegado a su fin.
Pero se ve que nunca me escuchaste o será que nunca lo recordaste, porque no me citaste a tomar un café dulce con sabor a tus besos, me citaste para cantarme las palabras que siempre odié y para tomarme un café con gusto a olvido.
Tu voz estaba nerviosa, pero mis manos lo estaban aún más, quería retener este momento, quería que se congele el tiempo para no verte marchar de acá y mi alma abandonar. Pero yo no tenía magia, ni esto era una típica película de amor donde todo se paraba con una canción de dolor.
Esto era la realidad, eras vos queriendo salir de acá, era yo queriendo que esto fuese un sueño más. No bebiste tu café porque era muy dulce para tanta despedida sin tu regreso, yo sí bebí el mío, porque quería beber algo amargo que me hiciera apagar todo este ardor que sentía por dentro.
Y así te fuiste, y así me quedé. Tan triste por dentro que no solo había tormenta en mis ojos, sino que ahora se anunciaba una fuerte tormenta en mi corazón, qué triste y solo se marchó sin tu amor.
***
Puntos intermedios
Cuando la gente empieza a conocerte, cuando se empiezan a interesar en vos, se adaptan a esa imagen que hoy sos, se encariñan, se aferran a eso, te tienen ahí, te pausan, no se adaptan a un cambio. Y te dicen esas palabras que ellos sienten como halago:
“No cambies nunca, seguí así”, eso es porque se aferran a esa imagen, a ese “vos” que vieron una tarde de octubre y no comprenden que vos estás lleno de cambios, que podés no ser lo que fuiste ayer, lo que fuiste aquel octubre, o lo que serás mañana. Que podes cambiar, que no tenés que mirarte en sus ojos, en los de nadie, que si también querés no tenés que mirarte a vos mismo en ese espejo lleno de inseguridades.
“Inseguridades”. ¿Quién no las tuvo? ¿Quién no las tiene? Hoy, quizá, te despertaste un poco aturdido, nostálgico, y te paraste en aquel espejo que se encuentra en la esquina de tu cuarto, lo que viste ahí no te gustó, te sentiste mal, un poco extraño, un poco inseguro, lo comentaste con tu almohada, pero de nada sirvió.
Llegaron esas voces, esas voces que no paran ni un segundo, esas voces que decían que así de insegura nadie te iba a querer, que a los inseguros la vida se les escapa, que la suerte no los acompaña.
Pero quién no tuvo su noche, su tarde de domingo con lluvia en donde la melancolía venía acompañada de infinitas inseguridades.
Pero podés cambiar y eso no lo entienden.
Después de aquella pelea frente al espejo, después de resaltar miles de defectos y de estar triste, siempre hay otro día. Quizá te despiertes un lunes, te mires y no te encuentres ningún defecto, cantes y hables frente a ese espejo que recibió tantos gritos, tantos enojos y conoció tantas facetas tuyas, pero que nunca juzgó. En cambio el que te vio inseguro y después te vio queriéndote, no lo comprende, no entiende el paso tan corto de la tristeza a la felicidad o viceversa y no entienden que existen los puntos intermedios.
***
El bar
He observado el reloj, tu presencia lleva diez minutos de demora.
Mi café se enfría, tu café se enfría, ni yo puedo beberlo.
Volví a marcar tu número, pero nadie habló, ni el contestador me dio respuesta alguna detrás de aquella llamada.
El eco del silencio era lo único presente, y como era de esperarse tu ausencia se transformó en mi compañía.
Pagué por tu café.
Pagué por mi café.
El señor de aquel bar creó el rumor de que yo estaba loca, y que siempre lo hacía servir cafés para alguien invisible.
Esta vez juraste que llegarías, pero nadie demora dos días, tantas horas y diez minutos.
Siempre fui tu “después” y vos siempre fuiste mi presente.
Las pilas del reloj se acaban. Y en el bar de la esquina el café se termina.
Quisiera que tu presencia sea más existente que tu ausencia. Y quisiera que este viento se lleve con él las olas de inviernos infinitos que dejó tu adiós.
***
Carta de amor
Hoy no es ninguna fecha en especial, pero siento la necesidad de escribirte, tengo ganas de escribirte. Siempre quiero hacerlo, siempre me invade la necesidad de poner en papel todo lo que siento por vos. Pero las palabras nunca llegan, porque nunca sé exactamente qué decir, qué decirte, pero hoy creo que sí. Hoy siento que tengo las palabras justas, las conexiones correctas.
Y para empezar esta carta de amor quiero decirte que te amo, te amo, sí, te amo. Y en verdad no sé qué tan grande es esa palabra, pero al parecer tiene mucho poder. Yo no sé si con decirte solamente “te amo” estoy satisfecha, si con decir solo “te amo” completo la lista interminable de sentimientos que tengo por vos, si con decir “te amo” ya te estoy diciendo todo.
Sí, yo sé que te amo, pero siento mucho más que un solo “te amo”, tengo una ola de sentimientos por vos, tengo una mezcla de palabras, tengo conexiones incorrectas o correctas, no sé, francamente ya no sé.
En parte quizá eso sea el amor, no saber. No saber lo que sentimos, lo que estamos llevando dentro de nosotros, no distinguir algunos sentimientos, no comprender exactamente lo que es, lo que uno siente. Y nunca se encuentra algo justo, algo con exactitud que tenga el mismo valor, el mismo significado de lo que uno lleva dentro.
Porque yo te miro, y Dios, el mundo se me paraliza, se me rompen todos los esquemas, hacés un revuelo en todo lo que llevo dentro, te miro y comprendo que estando con vos no hay nada ni nadie que necesite más. Porque me das amor, calma, vida, la felicidad misma en unas manos, un universo entero con tan solo rozar tus labios.
Nunca creí amar de esta manera, nunca creí encontrar unas manos que con tan solo un roce me hagan estremecer, jamás imaginé algo así, una vida repartida en dos, transformada en un nosotros.
Pero el primer día en que te vi sinceramente sentí que todo esto era nuevo, que algo más se aproximaba, algo más que una sonrisa, una mirada y unas palabras.
Y el tiempo me fue dando la razón, no quedaron solo las miradas y las sonrisas en ese momento, sino que se multiplicaron y se transformaron en un recuerdo, nuestro recuerdo, y recorrimos un camino, lo llenamos de nuestra vida. (Ya no sé lo que es vivir si vos no estás acá).
Hay un poco de nostalgia en escribirte todo esto, porque empiezo a recordar el largo trayecto que hicimos juntos y me doy cuenta de que en verdad no puedo pedir más.
Fui feliz, y soy feliz desde que estás junto a mí, desde ese agosto cuando te empezaste a interesar por mí. Fui feliz, soy feliz y seré feliz mientras mantengamos este amor intacto, estas flores sin marchitar.
Es que me diste color, pintaste todos mis días grises, me borraste tristezas y poco a poco te llevaste todo lo malo de mí, lo desechaste, lo volviste útil, bien indispensable.
Es tan hermoso el amor cuando es de esta manera, cuando es sin límites, sin ataduras, cuando es libre de sentir y de poder ser escuchado y expresado.
Quiero terminar esto diciendo que te amo, pero como te dije en un principio, no sé qué tan fuerte y qué tan poderosa sea esa palabra, pero parece tener mucho significado. Y si decir “te amo” es regalarte todas las estrellas, la luna, el sol, la vida, mis manos, mi amor, si es que es todo eso y más, entonces sí, te amo. Pero siempre recordá que te amo más de lo que alguna vez llegue a imaginar.
***
¿Y si te bajaba la luna?
Noches de tristezas, ahogadas en un llanto permanente.
Noche sin luz.
Noche sin vos.
Noches nostálgicas queriendo volver a ser lo que fuimos una vez.
Noches sin mí.
Noches sin nosotros, ahuyentando recuerdos, recuerdos dolorosos que no tienen olvido entre nosotros dos.
Noches y noches.
Noches enteras tratando de bajarte la luna, noches enteras tratando de entregarte las estrellas.
—¿Y si la luna te hubiese bajado?
—Nadie puede bajar la luna, Juan.
—No, no estás entendiendo. ¿Y si la luna te hubiese bajado?
—No estás entendiendo vos, Juan. Nadie puede bajar la luna.
—Pero si yo, si yo hubiese sido la persona correcta que una vez supo bajar la luna, ¿te hubieses ido? ¿O ahora te quedarías aquí conmigo?–Solo hubo más silencio que antes.
Nadie se queda por más que le bajemos la luna, las estrellas, el arcoíris, no sé. Nadie se queda, porque cuando el amor se acaba, todo se va con él. Se termina todo, el desamor arranca con todas nuestras partes y con todo lo que supimos dar alguna vez.
Cuando el amor se va ya nada queda por hacer, por más que uno llore mil ríos, se pase noches enteras esperando un mensaje de regreso, cuando el amor se va, solamente se va. Es lo más trágico ser preso de un amor que se fue, porque pasas noches en vela esperando, rezando, pensando que el otro va a volver, pero no será así, porque su amor se apagó y ya nuestra chispa no sirve para encenderlo, porque ahora le pertenece a otra chispa de amor.
Cuando el amor se acaba te quedás así, como Juan. Te quedás pensando todo lo que pudo pasar, si hubiésemos podido bajar la luna, entregar las estrellas, visitar el arcoíris, observar el sol sin que lastime. Te quedás así, maquinando, maquinando por un amor que ya encontró una estación, por un amor que ya tiene otra luz, por un amor que no va a recordar que una vez le quisimos bajar la luna con tal de que se quede en nuestros brazos, aunque sea cinco minutos más. El amor es así, no importa qué tanto tengas para dar, o qué tanto quieras dar. Cuando el amor se apaga ya nada puede más, solo te quedan noches tristes que transitar y olvidar que una vez la luna quisimos por alguien bajar.
***
Lía y Gabriel
—No sé cómo olvidar, no sé cómo no recordar más. ¿Cómo se hace, Nora, cómo se hace para olvidar un amor?
—Ay, pequeña, aún te queda mucho para aprender, los amores no se olvidan. Es prácticamente imposible olvidar un amor, por más que uno tenga una catarsis de emociones, le rece a Dios, cuente horas para que el infierno de no ser amado termine, por más que hagas todo eso y más, un amor jamás se olvida. Un amor es sencillamente reemplazado por otro y se guardan los sentimientos en un cajón, que es conocido como “el almacén de los recuerdos”. Ahí, vos vas a poder visitar cuando quieras a ese amor, o simplemente hacer de cuenta que no existen memorias que los conecten, que ahí solo se queda algo que no puede ser nunca más tocado.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.