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Cada mañana la joven se levantaba iluminada con los primeros rayos del sol, comenzaba su día estudiando magia, hechizos, hierbas, conjuros; sin embargo, no aprendía nada. No poseía la habilidad de hacer magia o encantamientos, su poder no radicaba en esto sino que fluía de su interior. Podía controlar el fuego, mover objetos de distintos tamaños y manipulaba el agua. Janny comprendió que no podía educar a la Princesa en el arte de la magia así que se esmeró en ayudarla a controlar sus poderes.
La joven maestra sabía que para que la joven llegara a dominar el poder oculto en su interior debía ser entrenada por los sabios de los tres Reinos. No le dijo nada a la Princesa Kristem, sino que se dirigiría directamente al Rey sobre esta situación, temía por las repercusiones que traería al Reino.
Después de terminado el entrenamiento con su maestra, Sara se dirigió donde el General Kazuya para ser instruida en combate cuerpo a cuerpo.
La joven se sentía muy nerviosa de comenzar esta parte de su entrenamiento, debía mostrar a todo el ejército que era una líder digna de seguir bajo cualquier circunstancia, por lo cual Sara estaba muy presionada.
Al acercarse al campo de entrenamiento, pudo divisar al General dando instrucciones a sus hombres, también observó detenidamente el lugar. Era un campo muy grande, como una cancha de fútbol, estaba rodeada de árboles y en su interior habían muchos obstáculos: para saltar, esquivar, atacar, lugares para esconderse como también para observar a presuntos enemigos. El General los había dividido en dos bandos: uno con cascos rojos y otros de cascos azules. Cada bando tenía un líder que debía guiar a su grupo para arrebatar, al General Tukusama, la Espada de la Luz, arma legendaria entregada al mejor entre los mejores, a quien se destacaba no sólo por su fortaleza física, sino también por su liderazgo y capacidad de estrategia; el poseedor de esta arma tenía la misión de dirigir el ejército de los tres Reinos.
Se dice que la Espada de la Luz fue entregada al Primer Rey de Sperantia por la Diosa de la Luna, Selene, con el fin de preservar la Paz en los Tres Reinos y de proteger y respetar a todos los seres vivos que habitaban las tierras.
Los Tukusama, antepasados del General Kazuya han sido los poseedores de la Espada de la Luz, durante tres generaciones.
Sara observaba cómo el valiente guerrero se enfrentaba a los dos bandos, protegiendo su arma con valentía. Corría con una agilidad, casi sobrenatural, derrotando a sus oponentes de un solo golpe. La joven no podía salir de su asombro y admiración, no creía que aquel hombre tan excepcional fuese el mismo que había sido su novio en tiempos anteriores y que ahora le profesaba amor eterno. Su corazón estaba atiborrado de orgullo y amor.
Cuando hubo acabado el enfrentamiento y los solados rendían sus respetos a su líder, el joven se percató que la Princesa lo estaba observando. Dio la orden de descanso a sus hombres y se dirigió donde Sara. La saludó con el respeto propio de estar frente a su majestad.
–Pensé que ya no vendría, Princesa —le dijo en un tono muy formal, guardando distancia entre ellos.
–General, estoy impresionada por el desempeño mostrado en el campo, me doy cuenta de lo importante que es su presencia en el Reino —respondió la joven.
Ambos caminaban a paso tranquilo por el campo que antes había servido de entrenamiento, guardaban cuidado en no exponer su relación a los demás para continuar con la jerarquía.
–Mis hombres están dispuestos a entregar su vida en combate para defender esta tierra, lo mínimo que puedo hacer es guiarlos con honor y valentía. Ellos confían en mí, como yo confío en ellos.
Quisiera tener la fuerza que usted posee y lograr que luchen por mí, como lo hacen por usted —recalcó la joven, bajando la vista y en un tono inseguro.
El General se detuvo, le tomó el mentón y sus miradas se unieron.
–Princesa, su destino es guiar a estos hombres, la fuerza y habilidad que necesita está en su interior, sólo debe encontrarlo. Con persistencia y constancia lo logrará, yo estoy a su disposición y Janny también. Recuerde, es la Princesa Kristem Primera del Reino Sperantia, ésa es su verdadera identidad y mientras no la acepte no va a encontrar su verdadero potencial.
Sara observó sus bellos ojos café y vio la nobleza en su corazón.
–Tiene razón, General. No dejaré de trabajar. Mañana deseo comenzar con mis clases de combate.
Kazuya, rompiendo con el protocolo, la abrazó diciéndole lo orgulloso que eso lo hacía sentir.
Mientras tanto, Janny se dirigía presurosa a hablar con el Rey Felipe, sin embargo, él se encontraba en una reunión con su jefe de la Guardia del Reino, pero la hechicera fue tan insistente en su necesidad de hablar con el Gobernante, que éste accedió a interrumpir la sesión y aceptar la presencia de Janny. Cuando se encontraron solos, el Rey le preguntó que qué era lo tan importante que no podía esperar a terminar su reunión.
–Su Majestad, pido perdón por presentarme de esta forma pero me temo que se nos avecina una gran tormenta. Hoy he comenzado con el entrenamiento de la Princesa para educarla en sus poderes.
Estaba en conocimiento de esto, espero que hayas tenido progresos con mi hija…
–Ese no es el caso —interrumpió la joven en forma exaltada.
–Entonces explícate porque ya estoy empezando a perder la paciencia —dijo el Rey impaciente.
–Cuando intenté enseñar hechizos y fórmulas, la Princesa, no logró realizar ningún conjuro
–¿Y qué significa eso? —interrumpió el Rey.
–Significa que la Princesa no puede crear magia, sino que posee poderes inherentes en su ser. Ella es una fuente natural de poder, por lo cual yo no puedo entrenarla, ya que no poseo los conocimientos suficientes para hacerlo. Recuerde que su maestro era Lerni, ya que él tenía las mismas habilidades.
–Entonces qué debo hacer, ella es la protectora de nuestro Reino, si Lerni aparece nuevamente, cómo lo enfrentaremos —preguntaba el Rey preocupado y ofuscado al mismo tiempo.
–Sólo queda una opción.
–¿Cuál? Dilo de una vez, mujer.
–Se deben reunir los sacerdotes de los Tres Reinos, hay que volver a formar el Triángulo Negro.
Cuando la joven terminó de decir esta última frase, el Rey Felipe se puso pálido, no sabía qué hacer, imágenes por doquier inundaron su mente y un temor indescriptible invadió todo su ser —¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer?– se repetía una y otra vez.
8
TRIÁNGULO NEGRO
En la oscuridad de la noche, el Rey Felipe pensaba en las palabras que la hechicera había pronunciado: «Triángulo Negro»
Cuando era niño, su padre, el Rey Gustavo el Justo, combatió a un brujo muy poderoso llamado Klow, éste trajo sequía y muerte a los Tres Reinos, por lo cual los sacerdotes de Sperantia, Marinis y Petrosa se unieron a la lucha y delinearon un triángulo de poder alrededor de los Tres Reinos para traer protección a su gente. Pero Klow era muy poderoso y destruyó este triángulo, provocando casi la ruina de todo el lugar, entonces los sacerdotes se volvieron a reunir, pero esta vez acudieron a las fuerzas oscuras, habían concluido que la maldad debía atacarse con una maldad aún mayor. El Rey Gustavo sabía que no era la solución y les prohibió la realización de este acto, pero los sacerdotes se ocultaron y formaron el Triángulo Negro. Cada uno de ellos entregó su sangre y la depositaron en una espada que poseería un poder absoluto, ya que se había forjado con el sacrificio de los tres hechiceros, no obstante, la espada sólo dio más poder a Klow ya que el sacrificio había sido impulsado con magia oscura, entonces para dar término a este conflicto, la Princesa del Reino Marinis, que había nacido con el don de la magia, sacrificó su vida para dar equilibrio a la espada y así Klow pudo ser destruido con su propia arma.
Los Tres Reinos volvieron a estar en paz, pero se prohibió mencionar siquiera el nombre del Triángulo Negro. Las relaciones entre los Reyes quedó debilitada y cada uno de ellos tomó distancia. De la espada no se supo nada más.
Con el tiempo y en su lecho de muerte el Rey Gustavo el Justo confesó a su hijo Felipe que la Espada Negra estaba donde el sabio llora dejando a sus pies una lágrima que da vida. Felipe no comprendió el mensaje y nunca la olvidó, creía que si no lo había entendido era porque Dios no quería que fuera encontrada.
El Rey Felipe sabía que si volviera a unirse el Triángulo Negro, la vida de su hija correría peligro, ya que este Triángulo es impulsado por el odio. No quería que la Princesa desarrollara su poder a partir del mal, pero también sabía que no había nadie en todo el Reino capaz de enseñar a usar al máximo su poder.
Estaba el Rey sumido en sus reflexiones cuando el sol lo sorprendió. No había dormido nada, intentando llegar a una solución. No había querido informar a los otros reinos sobre el regreso de la Princesa, ya que ignoraba la reacción de los Reyes, además, se sumaba la relación que su hija tenía con su jefe de armas. A la vista de los otros Reyes, esta unión podía ser una amenaza, ya que hacía al Reino Sperantia autónoma, sin necesidad de recurrir a una alianza. El Rey temía lo peor.
Un golpe en la puerta de la habitación del Rey lo alertó de que se acercaba un acontecimiento que cambiaría las cosas para el Reino en forma definitiva…
–Adelante —dijo presuroso el Rey.
–Mi Señor, un mensajero de los Reinos vecinos acaba de llegar y solicita la presencia de su majestad.
–Iré en seguida —la tormenta comenzaba a asomarse en Sperantia.
Sólo unos instantes se demoró el Rey en llegar al salón real. El mensajero le hizo una reverencia y comenzó a relatar su misiva.
–Mi Señor, El Rey Marcus del Reino Marinis y el Rey Luciano del Reino Petrosa han recibido la información de que la Princesa Kristem ha vuelto al Reino Sperantia. Si es así, exigen una reunión con su persona para determinar los detalles de la nueva alianza con el fin de enfrentar y derrotar definitivamente al hechicero Lerni, también les han informado que el brujo se encuentra oculto en las montañas, donde se prepara para conquistar los Tres Reinos. Desean una respuesta definitiva para coordinar los pasos a seguir.
El Rey Felipe debía entregar una respuesta al enviado de los Reinos, sólo que no sabía qué decir. Si daba una respuesta positiva, la felicidad de su hija acabaría y, por el contrario, si daba una respuesta negativa, corría el riesgo de entrar en conflicto con los Reinos vecinos, así que respondió lo único que podía responder:
–Mensajero, la información entregada a los reyes es afirmativa, la Princesa ha regresado y ha comenzado a entrenar con la hechicera del Reino y con el General Kazuya, por lo cual, los Reyes no deben preocuparse, ya he tomado medidas para proteger los Tres Reinos —la voz del Rey se mostraba segura y con autoridad, sabía que esto era muy importante para transmitir al mensajero tranquilidad y autoridad en lo que se estaba haciendo, así podía evitar que los Reinos vecinos se involucraran en la lucha.
El mensajero hizo una reverencia final y se retiró presuroso hacia los otros Reinos. El Rey Felipe tenía dos días antes que el mensaje llegara a los Reyes, de inmediato mandó llamar a la Princesa, la hechicera Janny y al General Tukusama.
9
¿SARA O KRISTEM?
La Princesa Kristem entrenaba sin descanso el uso de armas, en su vida anterior, Sara jamás había tomado una, pero ahora su vida y la de muchos dependían de que la usara como si fuera una extensión de su cuerpo.
Kazuya observaba con asombro el desempeño de la joven, es como si no hubiera pasado el tiempo, Kristem se movía con rapidez y soltura como si la espada fuera parte de ella. Derrotaba a sus oponentes sin ninguna dificultad.
–Veo que sus habilidades no la han abandonado, Princesa —comenzó a desenvainar su espada y a acercarse en forma amenazante hacia ella—, es momento de enfrentarse a un verdadero reto.
Los soldados dejaron de entrenar para observar el combate, sabían que el General ganaría, pero deseaban ver cómo la Princesa se defendería.
El General se mantenía calmo, la rodeaba en forma amenazante e intimidante, Sara esperaba que diera el primer movimiento, esperaría para contraatacar. Sus opciones de vencer eran bajas, pero no estaba dispuesta a que le ganaran tan fácilmente. Finalmente fue el joven quien realizó el primer movimiento, Kristem lo detuvo con su espada, pero se dio cuenta de la fuerza que poseía Kazuya. Ella lo empujó hacia atrás y respondió con un golpe rápido que fue detenido, giró a su alrededor y envió otro golpe por el costado, el joven también lo detuvo, sorprendido por la rapidez de la joven debía atacar con mayor certeza.
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Notas
1
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.