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Tenemos que encontrar el eslabón perdido. Urge rehacer el camino de retorno, como hijos pródigos, a la casa materna común, a la Tierra. Abrazar a los demás hermanos y hermanas, a las plantas, a los animales y a todos los seres. Para regresar del exilio al que nos hemos sometido, como en la parábola bíblica del hijo pródigo, tenemos que alimentar añoranzas y cultivar sueños.
4. ¿QUÉ SUEÑOS NOS ORIENTAN?
Para rehacer la alianza con la tierra y sellar un pacto de buena voluntad con todos los seres, los sueños son de la mayor importancia. Mueren las ideologías y envejecen las filosofías, pero los sueños permanecen. Son ellos el humus que permite proyectar continuamente nuevas formas de convivencia social y de relación con la naturaleza. Con acierto escribía Seattle, cacique piel-roja, a Stevens, gobernador del Estado de Washington, en 1856, cuando éste obligó a los indígenas a vender las tierras a los colonizadores europeos. El cacique, con razón, no entendía por qué se pretendía comprar la tierra. ¿Se puede comprar y vender la brisa, el verdor de las plantas, la transparencia del agua y el esplendor del paisaje? El contexto revela que los pieles-rojas comprenderían el por qué y la civilización de los blancos, “si conociesen los sueños del hombre blanco, si supiesen cuáles son las esperanzas que él trasmite a sus hijos e hijas en las largas noches de invierno, y cuáles son las visiones que ofrece para el día de mañana”.
¿Cuál es nuestro sueño? ¿Qué esperanza trasmitimos a los jóvenes? ¿Qué visiones del futuro ocupan las mentes y el imaginario colectivo por medio de las escuelas, de los medios de comunicación y de nuestra capacidad de crear valores? ¿Qué cuidado tenemos de la naturaleza y qué benevolencia suscitamos respecto de todos los seres de la creación? ¿Qué nuevas tecnologías utilizamos que no nieguen la poesía y la gratuidad? ¿Qué hermandad fomentamos entre todos los pueblos y culturas? ¿Qué nombre damos al Misterio que nos circunda y con qué símbolos, fiestas y danzas lo celebramos?
Las respuestas a estas preguntas generan un nuevo modelo de civilización. Ante las transformaciones que afectan los fundamentos de nuestra civilización actual preguntamos: ¿quiénes son los actores sociales que proponen un nuevo sueño histórico y diseñan un nuevo horizonte de esperanza? ¿ Quiénes son los sujetos colectivos gestores de la nueva civilización?
Sin detallar la respuesta podemos decir: se encuentran en todas las culturas y en todos los rincones de la Tierra; proceden de todos los estratos sociales y de todas las tradiciones espirituales; están en todas partes. Pero son principalmente los insatisfechos con el actual modo de vivir, de trabajar, de sufrir, de alegrarse y de morir; en particular, los excluidos, los oprimidos y los marginados. Son aquellos que, aun dando pequeños pasos, intentan un comportamiento alternativo y proponen pensamientos creadores. Son incluso aquellos que osan organizarse alrededor de ciertas búsquedas, de ciertos niveles de conciencia, de ciertos valores, de ciertas prácticas y de ciertos sueños, de cierta veneración del Misterio, y juntos comienzan a crear visiones y convicciones que irradian una nueva vitalidad en todo lo que piensan, proyectan, hacen y celebran.
Por estas sendas despunta la nueva civilización, que será de ahora en adelante no ya regional sino colectiva y planetaria, y, esperamos, más solidaria, más ecológica, más integradora y más espiritual.
5. LA CIVILIZACIÓN DE LA RE-LIGACIÓN
¿Qué nombre daremos a la civilización que surja? Ensayamos una respuesta: será una civilización más sintonizada con la ley fundamental del universo que es la “panrelacionidad”, la sinergia y la complementariedad. Será la civilización de la re-ligación de todo con todo y de todos con todos.
¿Qué experiencia fontal hará que encontremos el eslabón re-ligador? Sin mayores especulaciones, lanzamos la hipótesis de que será una nueva experiencia de lo sagrado. Lo sagrado no es una cosa. Es la cualidad luminosa de las cosas. Se trata de una irradiación que emana de todo lo existente, de cada persona y del universo entero. Todo puede causar admiración y encantamiento. Todo puede contener un mensaje que debe ser descifrado. Todo puede ser portador de un misterio. El Misterio no es un enigma que, descifrado, desaparece. Misterio es la profundidad de cada realidad que, conocida, nos desafía a conocerla más y permanece siempre como misterio en el conocimiento. Misterio no es el límite del conocimiento, sino lo ilimitado del conocimiento. Ese conocimiento-misterio no es frío y formal. Está cargado de emoción, de significado y de valor. Por eso es un conocimiento cordial. Produce una experiencia interior llena de conmoción. La percepción de lo sagrado de las cosas es un dato original e irreductible.
La estructura de lo sagrado o de lo numinoso, como fue detectada por los estudiosos antiguos y modernos, se organiza alrededor de dos experiencias seminales: la de lo fascinosum (fascinante) y la de lo tremendum (temible). La realidad nos fascina como el Sol, nos atrae poderosamente y nos llena de entusiasmo. Pero, al mismo tiempo, suscita en nosotros el temor, huimos de él, pues, como el Sol, puede cegarnos y quemarnos. Cuando nos enfrentemos a la Suprema Realidad, esa experiencia irrumpe avasalladora, como lo atestiguan personas religiosas y místicas de todos los tiempos y lugares. Esta experiencia suscita un sentimiento profundo: de veneración, de encantamiento, de respeto y de reverencia.
Semejante sentimiento surge cuando contemplamos la Tierra desde el espacio exterior. Parece una bola de Navidad, azul-blanca, llena de vitalidad, colgada en el universo. Es nuestro planeta, el único que tenemos. Sentimos reverencia y temor por su encanto y por los riesgos que corre.
Estas actitudes son fundamentales, si queremos salvaguardar la vida y rescatar la dignidad de nuestra gran Madre, Pacha Mama2 y Gaia3, la Tierra. Sin cultivar la experiencia de lo sagrado, no lograremos poner límites a la voracidad depredadora del tipo de desarrollo dominante, ni salvar ecosistemas y especies vivas amenazadas de extinción.
Sin embargo, sólo nos abriremos a lo sagrado de la Tierra, del ser humano, del universo y de todo lo que en él se contiene, si antes creamos las precondiciones para su surgimiento. Y éste se encuentra en la dimensión del anima, de lo femenino, en el hombre y en la mujer, tan refrenada desde el neolítico y en la cultura técnico-científica de la modernidad.
Lo femenino, como veremos más detalladamente a lo largo de este libro, es la capacidad de captar totalidades articuladas, de tener entereza, de cultivar el mundo interior, de desarrollar niveles profundos de espiritualidad, de pensar por intermedio del cuerpo, de aprender en nuestra intimidad las resonancias del mundo exterior en símbolos y de arquetipos, de dar espacio a la ternura y al cuidado, de abrirnos al sentimiento, a la gratuidad y a la sensibilidad con el misterio de las personas, de la vida y del universo entero.
Es el esprit de finesse, propuesto por Blaise Pascal (16231662), que se distingue del esprit de géometrie. El espíritu de finura representa, en los hombres y en las mujeres, la dimensión de lo femenino, con las características indicadas arriba. Se completa con la dimensión de lo masculino, en las mujeres y en los hombres, que es el espíritu de geometría, la capacidad de ordenar, de racionalizar, de abrir caminos, de superar dificultades y de construir un proyecto de vida o de civilización. Ese espíritu de geometría creció en los últimos siglos mediante la aventura técnico-científica de la humanidad, reprimiendo lo femenino, en detrimento de una experiencia más global e integradora del ser humano.
Es importante, en esta ocasión de la historia, que recuperemos la dimensión de lo femenino, que nos abre a lo sagrado y a la veneración tan necesarios para que inauguremos una civilización de la re-ligación, del reencantamiento de la naturaleza y de la veneración del universo. Será seguramente la experiencia de lo sagrado y de lo numinoso lo que funcionará como eslabón articulador y como experiencia original de la nueva civilización naciente.
Cabe enfatizar: esta experiencia es antropológica. Está unida a la estructura básica del ser humano. Re-liga al ser humano constantemente con la Fuente original. No es monopolio de las religiones. De la re-ligación proviene la re-ligión.
Función primordial de la religión es re-ligar la persona a su Centro, donde mora la divinidad con su brillo. A partir de la recuperación de lo sagrado, entrevisto en todas las cosas, los seres humanos darán un nuevo aliento a las religiones históricas y a las diversas tradiciones espirituales o reinventarán otras religiones o caminos espirituales.
Esta espiritualidad, fundada en la re-ligación, en la experiencia del anima y de lo sagrado, deja atrás las religiones de cuño patriarcal. El mismo cristianismo asumió las características patriarcales, ausentes en la experiencia de Jesús, que es más bien femenina. Él presenta al Abba (papacito) celestial con características de madre, llena de misericordia y reconciliación. Pero fue traducida (y en parte traicionada) en el marco de dominación de los hombres, que se creen los únicos representantes de Dios y de Cristo (jerarquía, clericalismo, celibatarismo). Esta forma patriarcal de religión introdujo profundos dualismos: entre Dios y mundo, espíritu y materia, vida terrena y vida eterna, religión natural y religión revelada, religión verdadera y religiones falsas. La nueva religión que integra lo masculino y lo femenino (animus y anima) enfatiza la unión entre fe y vida. Identifica la profunda unidad de la experiencia espiritual, expresada en los muchos caminos y religiones. Subraya el panenteísmo, que se afirma: Dios está en todas las cosas y todas las cosas están en Dios. Existe comunión y no separación entre Dios y criatura. Dios no habita sólo en los cielos, sino en todas partes, especialmente en la profundidad del ser humano.
A causa de todos estos valores, la civilización de la re-ligación dará importancia a la religión y a la espiritualidad, como instancia que se propone re-ligar todas las cosas entre sí, con el ser humano y con el Supremo, porque las ve todas re-ligadas umbilicalmente con su Creador. Esta civilización que emerge será religiosa o no lo será. Poco importa el tipo de religión –occidental, oriental, antigua, moderna– con tal que que vincule y alimente continuamente la experiencia radical de re-ligación, expresada en mil caminos religiosos y espirituales, experiencia que consiga re-ligar, efectivamente, todas las cosas y gestar un sentido de totalidad y de integración. Entonces podrá surgir la civilización de la etapa planetaria, de la sociedad terrenal, la primera civilización de la humanidad como humanidad.
Nos sentiremos todos implicados en una misma conciencia colectiva, en una misma responsabilidad común, dentro de una misma y única arca de Noé que es la nave espacial azul-blanca, la Tierra. En ella y con ella nos salvamos o nos perdemos todos.
6. LA APARICIÓN DE UNA CIVILIZACIÓN PLANETARIA
Esta nueva civilización no es sólo un deseo y un sueño alegre. Está surgiendo. Viene, ante todo, bajo el nombre de mundialización y de globalización. Se trata de un proceso irreversible. Representa indiscutiblemente una etapa nueva en la historia de la Tierra y del ser humano. Estamos superando los límites de los estados-naciones y dirigiéndonos hacia la constitución de una única sociedad mundial que demanda más y más una dirección central para las cuestiones concernientes a todos los humanos, como la alimentación, el agua, la atmósfera, la salud, la vivienda, la educación, la comunicación y la protección de la tierra.
Es verdad que estamos todavía en la fase de la globalización competitiva, opuesta a la globalización cooperativa, que supone una economía diferente, estructurada alrededor de la producción de lo necesario para todos, seres humanos y demás seres vivos de la creación. Pero ella cumple una condición fundamental: crear las bases materiales para otras formas de mundialización, más importantes y necesarias.
Efectivamente, lo queramos o no, ya se está anunciando también una mundialización bajo el signo de la ética, del sentido de la compasión universal, del descubrimiento de la familia humana y de las personas de los más diferentes pueblos, como sujetos de derechos que no dependen del poder económico y político de los pueblos o del dinero de su bolso, ni del color de su piel, ni de la religión que profesan. Estamos todos bajo el mismo arco-iris de la solidaridad, del respeto y de la valorización de las diferencias y movidos por el amor que nos hace a todos hermanos y hermanas.
La mundialización se hará también en la esfera de la política que deberá reconstruir las relaciones del poder, ya no en la forma de dominación/explotación de las personas y de la naturaleza, sino en la forma de la mutualidad biofílica (= reciprocidad entre los seres vivos) y de la colaboración entre todos los pueblos, base de la convivencia colectiva en la justicia, en la paz y en la alianza fraternal/sororal con la naturaleza. Ésta deberá organizarse alrededor de una meta común: garantizar el futuro del sistema Tierra y las condiciones para que el ser humano pueda continuar viviendo y desarrollándose, como lo ha venido haciendo desde hace cerca de 10 millones de años.
Por fin habrá, seguramente, una mundialización de la experiencia del Espíritu en el desarrollo de las energías espirituales que se extienden por todo el universo, trabajan la profundidad humana y las culturas y refuerzan la sinergia, la solidaridad, el amor a la vida a partir de los más amenazados y la veneración del Misterio que penetra en todo y en todo resplandece, misterio al que se da culto en la oración, en la contemplación y caminando bajo su luz.
Estamos ante un experimento sin precedentes en la historia de la humanidad. O creamos una nueva luz, o vamos al encuentro de las tinieblas. O seguimos el camino de Emaús del compartir y de la hospitalidad, o experimentaremos el camino del Calvario, el descenso solitario al infierno en cuyo portal Dante Alighieri escribió: «Dejad toda esperanza, vosotros los que entráis”
7. LA HORA Y EL TURNO DEL ÁGUILA
La construcción de la nueva civilización en el tercer milenio pasa por un gesto de valor extremo. El valor de hacer camino donde no hay camino. Ya y ahora. En los momentos cruciales de la prueba mayor, ¿dónde encontraremos inspiración? ¿De dónde vamos a sacar los materiales para la nueva construcción?
Debemos imbuirnos de la esperanza de que el caos actual pronostica un nuevo orden, más rico y prometedor de vida para todos. Bien lo expresaba en verso Camões (1524-1580):
“Después de tormentosa tempestad, lúgubre noche y silbante viento, trae la mañana serena claridad, esperanza de puerto y salvamento”.
Pero para que este salvamento ocurra, necesitamos tener muy clara la convicción de que este futuro necesario no se hará a partir de los principios que organizaron el pasado, que nos pusieron en el callejón sin salida actual. Quien todavía persista en creer en ellos, trabaja en un profundo equívoco. Y esta vez no hay tiempo para ensayos, equívocos y errores. Pues no habrá tiempo para correcciones.
En contextos así debemos recurrir a las grandes metáforas, cuyo sentido emerge cristalino. Volvamos a contar la historia de un educador y líder político de la pequeña república de Gana, en el Africa Occidental, James Aggrey (+1927), que fue citada en nuestro primer libro El águila y la gallina: cómo el ser humano se hace humano. Vamos a transcribirla nuevamente, dada su belleza y su densidad.
“Era una vez un campesino que fue a la selva cercana a coger un pájaro para mantenerlo encerrado en su casa. Consiguió coger un aguilucho. Lo colocó en el gallinero junto con las gallinas. Comía maíz, igual que las gallinas, aunque el águila fuese el rey/la reina de todos los pájaros.
Después de 5 años, este hombre recibió en su casa la visita de un naturalista. Cuando paseaba por el jardín, dijo el naturalista:
-Ese pájaro no es una gallina. Es un águila.
-En efecto –dijo el campesino– es un águila. Pero yo lo crié como gallina. Ya no es un águila. Se ha trasformado en gallina como las otras, a pesar de las alas de casi tres metros de envergadura.
-No –replicó el naturalista– Es y será siempre un águila, pues tiene un corazón de águila. Ese corazón hará que un día vuele a las alturas.
-No, no –insistió el campesino– Se convirtió en gallina y jamás volará como águila.
Entonces decidieron hacer una prueba. El naturalista tomó el águila, la levantó muy alto y, desafiándola, dijo:
-Puesto que realmente eres un águila y perteneces al cielo y no a la tierra, ¡abre tus alas y vuela!
El águila se quedó parada en el brazo extendido del naturalista. Miraba distraídamente a su alrededor. Vio las gallinas allá abajo, recogiendo los granos, y saltó junto a ellas.
El campesino comentó:
-¡Ya le dije, se ha convertido en una simple gallina!
-No –volvió a insistir el naturalista–. Es un águila, y un águila será siempre un águila. Vamos a probar nuevamente mañana.
Al día siguiente, el naturalista subió con el águila al tejado de la casa. Le susurró:
-¡Águila, puesto que eres un águila, abre tus alas y vuela!
Pero cuando el águila vio abajo a las gallinas, que picoteaban en el suelo, saltó y se fue junto a ellas.
El campesino sonrió y volvió a la carga:
-¡Ya se lo dije, se ha convertido en gallina!
-No –respondió firmemente el naturalista–. Es un águila, poseerá siempre un corazón de águila. Vamos a probar todavía una última vez. Mañana la haré volar.
Al día siguiente, el naturalista y el campesino se levantaron muy temprano. Cogieron al águila, la llevaron fuera de la ciudad, lejos de las casas de los hombres, a lo alto de una montaña. El sol naciente doraba las cimas de los montes.
El naturalista levantó al águila muy en alto y le ordenó:
-¡Águila, puesto que eres un águila, puesto que perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela!
El águila miró a su alrededor. Temblaba como si experimentase una nueva vida. Pero no voló. Entonces el naturalista la agarró firmemente, muy en la dirección del Sol, para que sus ojos se pudiesen llenar de la claridad solar y de la inmensidad del horizonte.
En ese momento, abrió sus potentes alas, graznó con el típico Kau-Kau de las águilas, se irguió, soberana, sobre sí misma, y comenzó a volar, a volar hacia las alturas, a volar cada vez más alto. Voló... voló... hasta confundirse con el azul del firmamento...
Y terminó exclamando:
-¡Hermanos y hermanas, mis compatriotas! ¡Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios! Pero hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Y muchos todavía piensan que somos realmente gallinas. Pero somos águilas. Por eso, compañeros y compañeras, abramos las alas y volemos. Volemos como las águilas. Jamás nos contentemos con los granos que nos arrojan a los pies”.
Anticipando una reflexión que detallaremos a lo largo del libro, ya podemos decir: todos nosotros tenemos, de una u otra manera, una dimensión-gallina y una dimensión-aguila dentro de nosotros.
La dimensión-gallina, es el sistema social imperante, nuestro tipo existencial, nuestra vida cotidiana, los hábitos establecidos y el horizonte de nuestras preocupaciones. Son también las limitaciones, los encuadramientos y formaciones histórico-sociales que, cuando se absolutizan, se transforman en callejones sin salida, en descaminos, en falta de perspectiva y en desesperanza para las personas y para las colectividades.
La dimensión-águila son los sueños, los proyectos, los anhelos, los ideales y las utopías que, aunque frustrados, nunca mueren en nosotros, porque siempre resucitan de nuevo. Ellos representan el águila en nosotros, águila que nos eleva continuamente hacia lo alto, para descubrir nuevos caminos y direcciones diferentes, para recordarnos el llamado de lo nuevo posible.
¡Ay de aquél que deja morir el águila dentro de sí o permite que ella se transforme en una gallina, o indiferentemente acepta que unos pocos se organicen para reducir a todos a simples gallinas! ¡Somos águilas! ¡ Águilas hechas para las alturas!
El momento actual es la hora y el turno del águila. No pide una reflexión específica sobre la gallina. La dimensión-gallina domina en los tiempos actuales. Lo que importa es rescatar la dimensión-águila, articulada con la dimensión-gallina. Este optar por el águila es la condición de nuestra sobrevivencia y la inauguración promisora de la nueva civilización y del tercer milenio. O, si no, seremos condenados a seguir siendo gallinas o águilas domesticadas y desnaturalizadas para permanecer al lado de las gallinas.
-¡Jóvenes, mujeres, hombres, trabajadores, intelectuales, artistas, políticos, religiosos de todos los credos, no os resignéis a la situación de gallinas! ¡Despertad el águila que está dentro de vosotros! Emprended el vuelo a las alturas. Descubrid caminos nuevos. Sacad de la propia fuente, de las capacidades presentes en vosotros, de vuestra imaginación, de vuestros sueños y de vuestras utopías mil razones para luchar, para vivir y para crear. Mirad la historia del universo en génesis continua, en cosmogénesis. Él luchó contra el caos y contra lo diabólico y contra las grandes destrucciones para transformarse en cosmos y en sim-bólico y llegar hasta el presente. Mirad dentro de vosotros mismos. Descubrid ahí dentro la presencia del águila y lo sim-bólico, es decir, las energías originales que engendraron el orden del universo y os engendran en cada momento. De ahí podrá salir el nuevo horizonte que salva y libera el futuro para la vida y para la esperanza. Desentrañemos y alimentemos todos juntos, molecularmente, los valores de la nueva civilización y el sueño del tercer milenio.
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