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Como afirma el catedrático de Psicoterapia Alejandro Ávila Espada17, «Es clave para la Psicoterapia, le pongamos el apellido de escuela que le pongamos, que cuente con un corpus técnico suficientemente sistematizado. Es decir, forma parte de la entidad conceptual de la Psicoterapia, que la técnica tenga una sistemática y unos principios organizadores suficientemente claros, que puedan ser descritos, lo cual no quiere decir, que de ellos se deriven automáticamente manuales operacionales o procedimientos protocolizados, actualmente entendidos más como direcciones y opciones estratégicas que como fases y tareas. Disponer de esta sistematización permite que se abra el acceso a la verificación, ya que no se pueden contrastar entre sí técnicas cuya estructura y función no puede ser descrita». Para ello, describiremos con más detalle el procedimiento de trabajo desde el modelo SER (Sistémica-Relacional-Emocional), en el capítulo 1 del Bloque II18.
Para la implementación y planificación de nuestro programa de intervención hemos identificado y definido algunas características comunes en la práctica de la psicoterapia, reunidas en estos principios básicos:

Técnica: juego simbólico terapéutico
Niño que acude a consulta por un posible abuso sexual por parte de un familiar cercano. Se descubre a partir de haber pasado las navidades en el mismo domicilio que el supuesto abusador.
A través del juego simbólico, con títeres de «muñecos sexuados», representamos una historia de varios personajes que «simulan» estar jugando con una pelota. El niño traslada el juego de la pelota al juego de levantarse la falda y realizar tocamientos de uno de los guiñoles al resto, con los que todos parecen divertirse. Cuando hacemos un recorrido por los estados emocionales de cada uno de los personajes parece que uno de ellos se siente molesto a pesar de que se ría. A partir de esta técnica vamos trasladando cuánto de lo que siente el «guiñol molesto» le ha podido ocurrir a él en alguna ocasión. Para llevar a cabo esta práctica psicoterapéutica es fundamental tener un vínculo terapéutico afianzado previamente, así como una contención familiar tras cada sesión.

Figura 1. Sesión de hermanos donde se usan los títeres como herramienta terapéutica.
A través de la psicoterapia emocional sistémica queremos ofrecer, a diferentes profesionales de la salud y del ámbito sanitario, caminos posibles para acceder a la realidad y necesidades de cada familia. Para que sean capaces de comprender su síntoma y su manera de vincularse con el otro, desde una perspectiva humanista, simbólica, con la que el paciente se sienta cuidado y respetado. Desde el año 2010 venimos aplicando los fundamentos teóricos y procedimientos de este enfoque, pero conviene destacar que su aplicación también requiere de un entrenamiento, seguimiento y formación previa por parte de los terapeutas que lo llevan a cabo. Para ello es fundamental la coordinación con los diferentes profesionales implicados, la supervisión terapéutica de casos, a través del análisis y la revisión de los procesos terapéuticos, así como el trabajo personal previo.
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1 Código Deontológico del Psicólogo. Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. 1993.
2 Ver Bloque II, capítulo 1. Procedimiento de trabajo con niños, niñas y adolescentes: Modelo SER (Sistémico-Emocional-Relacional).
3 Congreso de Cartagena, organizado por la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas de España (2017).
Congreso Ibérico de Coímbra (Portugal), organizado por la Sociedad Portuguesa de Terapia Familiar Sistémica (2018).
4 Bermejo Boixareu, M. (2018). La danza de las emociones familiares. Psicoterapia Emocional Sistémica aplicada con niños, niñas y adolescentes. Bilbao: Desclée De Brouwer.
5 Bermejo Boixareu, M. y Torres Celdrán, E. (2017). «Crisis y terapia familiar (la crisis vincular)». Mosaico, 68, 68-77.
6 Bermejo Fernández, V. (1994). Desarrollo cognitivo. Madrid: Editorial Síntesis S.A.
7 Ver Bloque I, capítulo 3. Ciclo vital de la familia desde la psicoterapia emocional sistémica. Autora: Cristina Botella.
8 Datos del Instituto Nacional de Estadística 2017.
9 Bloque I. Capítulo I. Recorrido de la terapia familiar sistémica. Autor: Eduardo Torres.
10 Prólogo de La danza de las emociones familiares.
11 Rogers, Carl (1981). Psicoterapia centrada en el cliente. Paidós.
12 Gimeno-Bayón Cobos, A. (2013). Un modelo de integración de la dimensión corporal en psicoterapia. Editorial Milenio.
13 Es importante tener un buen vínculo con la familia para poder realizar este tipo de técnicas, así como tener un buen manejo de las técnicas psicodramatistas.
14 Barudy, J. y Dantagnan, M. (2007). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Gedisa.
15 Davidson, Richard J. (2012). El perfil emocional de tu cerebro: claves para modificar nuestras actitudes y reacciones. Editorial Destino.
16 Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Kairós.
17 Ávila Espada, A. «¿Hacia dónde va la psicoterapia? Reflexiones sobre las tendencias de evolución y los retos profesionales de la psicoterapia». Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 87, jul./sep. 2003.
18 Procedimiento de trabajo con niños, niñas y adolescentes: Modelo SER. Modelo de Intervención SER (Sistémica-Emocional-Relacional) desde la psicoterapia emocional sistémica infantojuvenil.
CAPÍTULO 3. Ciclo vital de la familia desde la psicoterapia emocional sistémica
Cristina Botella
ÍNDICE
1. Introducción
2. Tipos de crisis
3. Clasificación de las etapas del ciclo vital familiar e intervención desde la psicoterapia emocional sistémica
3.1 Individuación del joven adulto
3.2 Formación de la pareja
3.3 Nacimiento de los hijos y primera infancia
3.4 Divorcio o separación
3.5 Adolescencia de los hijos
3.6 Individuación y abandono del hogar de los hijos
3.7 Familia en la tercera edad
4. Nuevas realidades familiares desde la psicoterapia emocional sistémica
5. Bibliografía
1. Introducción
Según el enfoque sistémico, el ser humano desarrolla su personalidad en función de sus relaciones con las personas de su círculo más cercano, a lo largo de su ciclo vital, individual y familiar.
La idea básica que subyace a la noción del ciclo vital familiar es que todas las familias, entendidas estas en su sentido más amplio, experimentan cambios a lo largo del tiempo y que estos cambios observan unas determinadas regularidades, en otras palabras, que se ajustan a un patrón previsible que se puede describir en términos de etapas (Carter y McGoldrick, 1989)1, de transiciones (Barnhill y Longo, 1978)2 o de crisis (Pittman, 1990)3. (Beyebach y Rodríguez Morejón, 1995, p. 2)4.
Al igual que las personas experimentan cambios psicológicos durante su vida, la «institución familia», también.
Para que un sistema familiar pueda pasar de una etapa del ciclo vital a otra, ha de existir necesariamente una crisis, lo que inevitablemente implica un proceso de adaptación a la nueva realidad.
2. Tipos de crisis
«Una crisis es la situación en un periodo de cambio inminente»5 (Pittman, 1991). Hay dos tipos de crisis principales: las crisis de desarrollo y las crisis estructurales.

Las crisis de desarrollo son aquellas que «ocurren en respuesta a las etapas normales de desarrollo. Estos tipos de estrés son universales»6 (Pittman, 1991).
En cada fase del ciclo vital se presentan crisis evolutivas, a las que la familia debe dar respuesta y ajustarse, para poder pasar a la fase siguiente de una manera sana y adaptada.
Son una serie de crisis evolutivas esperables y hay una serie de tareas evolutivas que, de no conseguirlas, obstaculizan o dificultan el adecuado desarrollo de los miembros de la familia. Cuando una familia va atascándose en ciertas tareas, estas influyen y dificultan las etapas posteriores7 (Carter y McGoldrick, 1989).
Además, como explica Lyman C. Wynne, «a menudo las salidas y entradas en el ciclo vital no acontecen hallándose los participantes relacional o psicológicamente preparados»8 (Wynne, 1984). Es en estas circunstancias cuando los psicoterapeutas familiares podemos ayudar a las familias a resolver las crisis de una forma sana.

Un ejemplo sería el de una madre que recurre al alcohol para afrontar la salida de su hijo del domicilio familiar, puesto que no está psicológicamente preparada para afrontar esta nueva etapa.
«Las crisis estructurales son aquellas en que el estrés surge de la misma estructura familiar, no de estresores externos o etapas del desarrollo»9 (Pittman, 1991).
Desde el enfoque sistémico, se entienden como un intento inconsciente de la familia por evitar un cambio. De ahí la paradoja —«una contradicción que resulta de una deducción correcta a partir de premisas congruentes»10 (Watzlawick, Helmick y Jackson, 1983, p. 173)— en que, en muchas ocasiones, nos vemos inmersos los psicoterapeutas familiares: la de que la familia pida un cambio sin cambiar. Es importante entender que esta demanda paradójica por parte de la familia es inconsciente e involuntaria. El psicoterapeuta debe comprender esta resistencia al cambio (¿por qué nos cuesta tanto el cambio a pesar de saber que es lo mejor para nosotros?), sin cuestionarla directamente, pero manejándola para que no se convierta en un obstáculo para la psicoterapia.

Siguiendo con el ejemplo anterior, si esta madre recurre al alcohol para evitar la independencia de su hijo y tapar así su problema de pareja, estamos ante una crisis estructural (el problema de pareja). Es posible que esta madre se resistiera además a la salida del domicilio de su hijo boicoteando el tratamiento, ya que este trataría de ayudarla a asumir la independencia de su hijo. Insistimos en que estas resistencias actúan a un nivel inconsciente, sin intencionalidad alguna.
Por eso, como señala Jorge Maldonado, «si estas crisis se tratan como episodios separados, nunca se resolverá el problema estructural»11 (Maldonado, 2002). De ahí la importancia de saber detectar estas crisis y de no confundirlas con crisis evolutivas.

Siguiendo con el mismo ejemplo, si entendemos el alcoholismo de la madre exclusivamente como una crisis evolutiva (nido vacío), y no como una crisis estructural (problema de pareja), el diagnóstico sería insuficiente y, por tanto, el enfoque de la intervención quedaría limitado.
3. Clasificación de las etapas del ciclo vital familiar e intervención desde la psicoterapia emocional sistémica
Basándonos en la clasificación de los modelos tradicionales de S. Minuchin12 y Carter y McGoldrick13, y teniendo en cuenta a su vez factores sociales de la actualidad, desde la psicoterapia emocional sistémica hemos adaptado y construido una clasificación propia que refleja los nuevos modelos y tipologías familiares, con el objetivo de aunar las etapas del ciclo vital familiar ya descritas en los anteriores modelos y recoger nuevas realidades familiares.
Es evidente que la realidad familiar ha cambiado, existen nuevos tipos de familia distintos al modelo tradicional. También han variado, por tanto, los ciclos vitales familiares.
3.1 Individuación del joven adulto
Es la etapa en la que el joven adulto debe ganar en autonomía y consolidar su identidad como adulto independiente a sus progenitores. Durante este periodo, el individuo puede abandonar el hogar de los padres, buscar trabajo, relacionarse con una pareja o ajustar la relación con sus padres a una relación de igual a igual.
Si esta tarea de diferenciación de su familia de origen se realiza adecuadamente, el joven podrá reconciliarse con los diferentes subsistemas familiares que lo rodean (parental, fraternal y de otras generaciones) y mantener un adecuado equilibrio entre la autonomía y la pertenencia a esta. Si esta tarea no se resuelve, podría romperse la relación con la familia de origen o, en el extremo contrario, mantenerse la dependencia de esta evitando la propia identidad y autonomía, o buscando un sustituto de la familia de origen como pareja. Cualquiera de estas alternativas es un intento de solución a un conflicto no resuelto.
A una familia entrampada en esta etapa, que comienza a hacer psicoterapia, el psicoterapeuta debe ayudarla a resolver este conflicto de diferenciación. Para ello, trabajará con el paciente la construcción de su propia identidad, para que pueda elegirla desde la libertad y el deseo, y no desde sus heridas o carencias familiares.

La diferenciación14 (Bowen, 1991) es el proceso en el cual se da la desvinculación del hijo de la figura paterna y materna, y se pasa de la fusión inicial a la autonomía emocional.

Por ejemplo, un joven que elige trabajar en un sector que no le gusta para obtener la aprobación de sus progenitores estaría construyendo parte de su identidad («a qué me quiero dedicar») desde una herida de valoración paterna o materna. Si este joven acudiese a consulta, podríamos ayudarlo a manejar el duelo de no haber tenido unos padres que lo valorasen por su persona, en lugar de hacerlo a través de circunstancias externas que respondieran a sus expectativas. El siguiente paso en el proceso terapéutico sería ayudarlo a asumir esa carencia y a responsabilizarse de ella buscando esa valoración desde sí mismo (sus propias elecciones profesionales y personales, habilidades, etc.).

Una técnica vivencial, procedente del psicodrama, para trabajar la elaboración del duelo podría ser pedir al joven que recrease una escena en la que le dijera a sus padres cómo le afectan las expectativas que depositan en él y qué es lo que hubiera necesitado para sentirse aceptado y valorado. En una fase más adelantada, una vez que el paciente hubiera expresado su dolor y su rabia, se podría trabajar otra escena reparadora, en la que el paciente pudiera reconciliarse con sus progenitores (si está en ese punto y así lo desea).

A través de las técnicas vivenciales, se trabaja directamente sobre la emoción, facilitando la expresión y la elaboración de esta. No suele ser posible trabajar la emoción a través del discurso verbal, ya que en él se activan mecanismos de defensa, como la racionalización, que evitan el contacto directo con la emoción.

Técnica de la «maleta»: Esta técnica está inspirada en la técnica de la «mochila», de Alfredo Canevaro15. Para trabajar la construcción de su identidad se puede simbolizar qué valores son para él importantes en la vida, metas que le gustaría alcanzar, tipo de vida que le gustaría llevar, etc. Esto se puede representar pidiéndole que meta en una maleta lo que le gustaría llevarse, incluidos los aprendizajes de su familia de origen, y que tire a una papelera lo que le gustaría eliminar. Posteriormente, psicoterapeuta y paciente hacen una reflexión acerca de lo que el o la paciente se lleva en la maleta y lo que elimina, explorando ejemplos de experiencias vividas, las razones por las que para él o para ella son importantes esas elecciones, la manera en que puede conseguirlas y la forma de desprenderse de las que desea eliminar.