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Esto entró en vigencia en el año 2003 y, a partir de ese momento, el trabajo se diversificó en seis ámbitos diferentes: clínica psicológica, clínica médica, educación, jurídica, asesoramiento organizacional y laboral, y asesoramiento familiar y social. No tenía sentido hablar de un enfoque psicoterapéutico, porque en todos los rubros que no fueran clínica psicológica no se necesitaban las Constelaciones psicoterapéuticas. No hubiera tenido sentido ofrecerle a un asesor empresarial que haga “terapia” con las empresas o decir a un juez que acompañe “terapéuticamente” la judicialización de un asunto, ni que un médico haga “terapia” con una Constelación porque, para sus tareas ya tienen herramientas específicas de su campo y el título que los habilita en su desempeño.
En realidad, aquel que utiliza la Constelación en su trabajo la convierte en el “lenguaje” de su profesión. Las leyes sistémicas son el contenido en todos los ámbitos y la Constelación es el idioma con el cual se evidencian estas leyes. Existen muchos lenguajes: uno puede hablar en términos jurídicos, médicos, pedagógicos, psicológicos; con dibujos, con música; en español, en inglés, en chino; con movimientos y también con posicionamientos de personas o elementos. Esto es posible, siempre y cuando, la persona que busca una respuesta comparta el idioma.
Por ejemplo:
Cuando un psicólogo utiliza una Constelación puede explorar las relaciones familiares del paciente y entender las dinámicas que producen la angustia por la cual consulta e incluirlo en el proceso terapéutico.
Cuando un abogado utiliza una Constelación, puede revisar cuál es el obstáculo que está frenando una sucesión o cómo se puede resolver la distribución de acciones entre los socios que están en conflicto.
Cuando un médico utiliza una Constelación puede revisar qué lealtades impiden a su paciente integrar un trasplante o qué relación familiar o laboral interfiere en la sanación de una enfermedad.
Cuando un maestro utiliza una Constelación, puede ayudar a ver dónde se traba la motivación del estudiante y su posición entre los compañeros de clase.
Cuando un asesor de empresas utiliza una Constelación puede investigar la relación entre la producción y la venta en una empresa o descubrir por qué se dan siempre las mismas dinámicas en un sector.
Cuando un trabajador social utiliza una Constelación puede revelar la dinámica en la familia de un niño con comportamiento agresivo viendo cómo esto está relacionado con el divorcio de los padres.
Ni el médico, ni el abogado, ni el asesor de empresas, ni ninguno de todos los anteriormente citados -salvo, por supuesto, el psicólogo para ejercer su propia profesión- necesitan estudiar psicología para poder trabajar sobre las relaciones utilizando las Constelaciones.
Con respecto a temas más frecuentes como las relaciones familiares, el amor, el reconocimiento, la pertenencia y las necesidades humanas ¡todos somos expertos! Las leyes sistémicas son un conocimiento común; una filosofía de la vida.
Pero ¿cómo llamar entonces a este trabajo que parece un camaleón que se adapta a todos los contextos?
Hago aquí una propuesta, que puede no ser la definitiva, porque todavía no hemos logrado salir del agua en la que estamos sumergidos para describir claramente desde afuera qué es el agua.
Las Constelaciones Familiares son una herramienta sistémica, fenomenológica, vincular para descubrir el funcionamiento invisible de las relaciones humanas y dar la posibilidad de integrar a todos los miembros y hechos en el sistema y, en consecuencia, contribuir al encuentro de su lugar en el mundo.
La psicología y la psicoterapia son disciplinas diferentes. Tienen su propia epistemología, su meta y su finalidad.
Las Constelaciones Familiares no son psicoterapia ni psicología y no tienen lugar entre disciplinas reconocidas actualmente a nivel formal. Es una disciplina nueva que tiene un marco particular. El reconocimiento de esta diferenciación tomará su tiempo-espacio hasta que sea formalmente integrada.
Encajar las Constelaciones Familiares en una de las disciplinas existentes, sería como meter un auto en un acuario. Para encajarlas en lo existente, ambas cosas, el auto y el acuario, dejarían de ser lo que son.
Como siempre, cuando algo nuevo y desconocido está por integrarse, hay que encontrar denominaciones que no lesionen los marcos de las disciplinas existentes ni limiten lo nuevo que puja por desplegarse.
Las Constelaciones Familiares son un nuevo “lenguaje” sistémico fenomenológico relacional, que permite traducir las dinámicas invisibles de los vínculos humanos. Este lenguaje se puede utilizar en cualquier contexto y respecto a cualquier pregunta.
El “lenguaje” de las Constelaciones ayuda a revelar la parte invisible de las relaciones, en todos los contextos. Aunque los Órdenes del Amor enuncian leyes generales que rigen los sistemas, no debemos pensarlos mecánicamente ni automatizarlos, no se muestran en todos los sistemas del mismo modo en el mismo momento.
Hay diferentes niveles en que se trabaja con las Constelaciones. El trabajo puede revelar simplemente unos principios básicos, por ejemplo, la ubicación de cada uno en la familia o mostrar quién falta, a quién le fue negado el derecho de pertenencia; puede modificar el entendimiento de la persona sobre sí misma y su actitud con respecto a los demás miembros del grupo; y puede llegar incluso a revelaciones esenciales para el consultante. En todo caso, la mirada siempre está puesta sobre la totalidad del sistema en cuestión. Es por este motivo, que el trabajo no satisface solamente a una persona, sino que la “solución” siempre se da a nivel sistémico. No existe algo que haga bien a uno si no hace bien a todos. Si logramos el bien de uno, pero éste hace mal a otro, no hemos encontrado la solución sistémica.
Para facilitar Constelaciones Familiares no se necesita un estudio académico. Se necesita una formación en Constelaciones Familiares que comprenda el estudio profundo de Los Órdenes del Amor. Además, se necesita experiencia de vida, una actitud libre de juicio, desarrollo personal y una práctica espiritual. El facilitador tiene que tener la capacidad de mantenerse en contacto y ponerse en resonancia con la persona y su sistema, para dar lugar a que se integre todo lo que le pertenece.
Las Constelaciones Familiares son un lenguaje que el facilitador utiliza para que la persona pueda desenredar la complejidad de su problemática. Cuando el consultante logra este entendimiento, la energía entre todos vuelve a fluir y cada uno puede ubicarse en su lugar, hacerse cargo de sus asuntos y comunicarse adecuadamente con su entorno.
En las últimas décadas se han desarrollado muchas disciplinas diferentes para sanar la vida en la tierra. En realidad, algunas de ellas son disciplinas milenarias del Oriente, como las prácticas espirituales y energéticas que ahora resultan disruptivas para Occidente. Las Constelaciones Familiares comprenden la mirada sistémica, la actitud espiritual, y contienen también conocimientos de la psicología, de la medicina y de otras ciencias afines, pero no son ni pretenden ser lo mismo.
Recapitulando ¿Cómo responder entonces a la pregunta ¿Qué son las Constelaciones Familiares?
Son parte de un nuevo paradigma. Una visión holística de la vida y de la salud. Es una herramienta que nos permite “externalizar” la realidad en la cual estamos inmersos y que no podemos ver mientras estamos “dentro”.
¡Esto es algo nuevo, realmente nuevo!
Meta-conocimientos sobre la actitud del facilitador: un modelo del alineamiento interno de Bert Hellinger
Manuel Guerrero García
El presente artículo propone un modelo de cómo Bert Helliger ajusta internamente su actitud para la relación de ayuda. Con dicho modelo se busca añadir comprensión sobre las explicaciones que el propio Hellinger ha ofrecido a lo largo de los años al respecto, así como enriquecer el abanico de recursos de los que puede hacer uso el facilitador en su práctica.
Como es sabido, Hellinger no sólo ha distinguido órdenes y dinámicas fundamentales para el desarrollo de las Constelaciones Sistémicas, sino que además constituye un referente imprescindible del ejercicio de dicha disciplina. De hecho, las observaciones realizadas en el trabajo con individuos y grupos han nutrido desde el principio sus comprensiones teóricas y, aunque los Órdenes constituyen el fruto más explícito de dicha labor, no son el único. Con los años y la práctica, Hellinger ha ido desarrollando una manera de “afinarse” interiormente para la ayuda que tiene gran precisión y poder, y que en parte (el mapa nunca podrá ser el territorio) puede ser comprendida, hecha explícita y aprendida por otros facilitadores.
Las líneas que siguen tratan sobre esa “auto-afinación” de Hellinger, a la que en adelante llamaremos “alineamiento interno”. Son un resumen de un trabajo de investigación más extenso (Guerrero, 2018) realizado para el cambio de membrecía a didacta de la AECFS. Dicho trabajo toma como base la herramienta de Programación Neurolingüística conocida como “modelado” para explorar, en el trabajo y las explicaciones de Hellinger, distinciones clave que puedan ser útiles para otros facilitadores.
Las referencias de Hellinger a cómo se alinea interiormente para el trabajo son numerosas en sus seminarios y escritos, pero más dispersas y menos sistematizadas que las relativas a los Órdenes. Por otra parte, están vertidas en términos de gran abstracción, varios de los cuales tienen carácter marcadamente metafórico, lo que en un primer momento podría llevarnos a pensar que estamos ante figuras poéticas de las que extrae inspiración de un modo más bien personal, y que sólo en parte podrían servirles también a otros facilitadores. No obstante, Hellinger se refiere a esas abstracciones y símbolos de modo constante (pues las menciona repetidamente a lo largo de los años) y consistente (con significado semejante cada vez), de lo que se deduce que las considera importantes y útiles, así como comunicables. En las líneas que siguen se mostrará que, lejos de ser algo inasible o caprichoso, estamos ante un conjunto de elementos en relación con los cuales Hellinger se ordena internamente para la ayuda, que dicha ordenación tiene una forma (determinada por el diferente tamaño o nivel de abstracción de los elementos), y que puede ser asimilada e integrada mediante prácticas. Se verá también que algunos de los estados y actitudes que Hellinger menciona como importantes para el trabajo de constelaciones (la seriedad y la humildad, por ejemplo) son propiedades que emergen de la propia interacción del facilitador con esa estructura. Como ese alineamiento envuelve, mientras trabaja, al facilitador con sus conocimientos sobre órdenes y dinámicas, podemos decir que constituye un conocimiento meta (en griego, más allá): un meta-conocimiento que puede enriquecer los recursos del facilitador
Más allá de la comprensión teórica:
interactuando con el modelo
El lector puede ir más allá de la mera comprensión teórica (dice un refrán de Nueva Guinea que “el conocimiento es sólo un rumor hasta que está en el músculo”) ayudándose de pequeñas piedras o figuras que representen los distintos elementos del modelo, con las cuales puede ir haciendo lo que va leyendo. Para ello, es especialmente importante que ponga en cada una de dichas piedras o figuras la intención de lo que representan, igual que lo hace un facilitador cuando saca un representante. De ese modo se podrá, al menos en parte, experimentar interiormente la propia interacción con los elementos del modelo, así como de estos entre sí, a la manera de una auto-constelación. Para una asimilación más profunda y detallada, puede recurrirse al abanico de prácticas incluido en el trabajo de investigación arriba mencionado (Guerrero, 2018) o solicitar el taller diseñado por el autor para tal fin. Se encuentra actualmente en redacción, así mismo, un libro eminentemente práctico sobre el tema.
Distinciones previas a la exposición del modelo:
función de los elementos
El modelo, como ya se adelantó, se compone de un conjunto de elementos de diferente tamaño o nivel de abstracción en relación con los cuales el facilitador se ordena (se alinea, diremos desde ahora) interiormente. No obstante, ese orden sólo tiene sentido cuando se comprende la función que dichos elementos cumplen. Tal función es doble y simultánea:
1 Los elementos del modelo son focos. Un foco, en el presente modelo, es aquello que se incluye en la “mirada” interior del facilitador, proporcionando una dirección a la atención y la intención de éste. Cuando algo se incluye como foco, se convierte en un filtro que ayuda a percibir (en un sentido amplio, que incluye desde el “comprender” hasta el “sentir” y el “intuir”) en qué medida es relevante cada cosa para el trabajo. Por ejemplo, cuando el cliente expresa una demanda clara y el facilitador la incluye en su “mirada” interior, ésta proporciona una dirección precisa al trabajo, y concreta el marco en el que se desarrollará el encuentro entre ambas personas.Dicho sea de paso, y dado que a veces se dice que el facilitador debe actuar “libre de intención”, cuando hablemos de “la Gran Alma”, se verá que dicha intención del facilitador queda incluida y trascendida en algo mucho mayor, pero eso no significa que en el nivel que le corresponde no cumpla una función: ¿cómo podría, si no, llegar siquiera a acordar una fecha para un taller o una sesión?
2 Los elementos del modelo son campos. Dicho con más precisión, son campos espirituales con los que el facilitador sintoniza, del mismo modo que lo hace un representante en una constelación con la persona o la entidad representada. La expresión “campos espirituales” la hemos tomado del propio Hellinger (2008, p. 129):“Quisiera decir algo sobre los campos espirituales. Un campo, en su acepción primera, es un sector circunscrito con límites fijos en el que se siembra y cosecha algo especial. En un sentido figurado, un campo también es un sector circunscrito con límites propios en el que sucede algo especial. En este sentido hablamos, por ejemplo, de campos de trabajo o de campos de energía, como un campo electromagnético. Estos campos tienen en común que tienen un alcance determinado y que dentro de sus límites ocurre algo especial. ¿Existen los campos espirituales? Aquí espiritual adquiere el sentido de que lo especial que ocurre en ellos no es mensurable. Sin embargo, algo ocurre en ellos y también ellos son delimitados. Por lo tanto, espiritual, aquí, no debe ser comprendido en su sentido más amplio, por ejemplo, en el sentido de la fuerza creadora de origen, la que suponemos o a la que nos imaginamos ordenando y guiando en todo momento. Los campos espirituales a los que me refiero se pueden experimentar.”
Cualquier persona familiarizada con las Constelaciones Sistémicas ha podido experimentar alguna vez, como representante, que entidades como “la vida”, “el dinero”, una casa o una enfermedad tienen algún tipo de conciencia con la que podemos sintonizar. Una manera de pensar en lo que sucede en esas ocasiones es que “entramos en su campo”. Por otra parte, lo que acabamos de referir no es algo exclusivo del trabajo de constelaciones: en las distintas tradiciones chamánicas del mundo es una constante la afirmación (y la experiencia) de que todo tiene un “espíritu” o “alma” (Ingerman, 2008, p.8; Kampenhout, 2012) con el que podemos establecer comunicación y hasta “hacernos uno”. A su vez, la hipótesis de los campos mórficos de Rupert Sheldrake (Sheldrake, 1981) ofrece, desde la mirada de la ciencia, un intento de dar explicación al fenómeno.
Cuando en las líneas que siguen se detallen los elementos del modelo, se verá que la capacidad de alinearse adecuadamente en relación con los mismos, incluyéndolos como focos y simultáneamente sintonizando con ellos como campos, constituye un meta-conocimiento que enriquece los recursos de los que dispone el facilitador.
Los elementos: el eje básico
El eje básico sobre el que se sustenta todo el modelo es la relación entre facilitador y cliente. Nótese que se trata de una relación entre sujetos que asumen determinados roles. Los términos que denotan dichos roles (“facilitador” y “cliente”), al ser más específicos que la palabra “persona”, llevan implícita cierta gama de conductas, actitudes y expectativas (por ejemplo, que la ayuda es una relación de igual a igual y entre adultos), y concretan el marco dentro del cual va a desarrollarse el encuentro entre ambos. Por tanto, una vez instalado en su propio rol, el primer foco que el facilitador (“F” en la figura) debe incluir en su “mirada” interior es el que llamaremos “el cliente”, que representaremos como “C” (hay quien, a esta segunda palabra, prefiere otras, como “consultante”, “ayudado” o “paciente”, lo que no altera el funcionamiento del modelo):

Fig. 1
Pero “el cliente” (recuérdese lo arriba explicado sobre la doble función foco-campo de los elementos del modelo) no es sólo un foco al que se dirigen la atención y la intención del facilitador, sino también un campo con el cual éste se pone en sintonía. Alrededor de esa doble conexión con el cliente girará, como veremos, el resto del alineamiento interno del facilitador.
Precisando más la relación con el cliente:
“la demanda”
Una vez establecidos los roles respectivos que enmarcan la relación de ayuda, se hace necesario precisar el objeto de ésta. No se constela el cliente entero, sino algo que él expone y que pasa a ser un segundo foco, más específico, que debe incluirse en la atención del facilitador matizándola. Ese algo es “la demanda” del cliente (representada por “D” en la figura), aquello que para él constituye un problema y acerca de lo cual desea encontrar solución:

Fig. 2
Tanto “C” como “D” son focos-campos que el facilitador debe incluir simultáneamente, pero uno (“D”) es más pequeño y el otro (“C”) más grande. El más pequeño filtra la atención que el facilitador va a poner en el cliente, y afina aún más la sintonía que establece con él. Ese es el motivo por el que algunos facilitadores piden (y Hellinger es realmente riguroso con esto) que la demanda sea breve, clara y precisa. Lo esencial, sin embargo, independientemente de los medios por los que se llegue a ella, es que haya una dirección clara. Sin ella, el foco que concreta la relación se vuelve vago y disperso, lo que puede llevar a que ambos se pierdan en juegos que van desde lo improductivo a la mutua manipulación.
Proporcionando movimiento y dirección a la demanda:
“la solución”
La demanda define con claridad el problema, pero lo que el cliente busca es una buena solución. No hay, desde luego, una solución única, pero en un nivel superior de abstracción sí podemos referirnos a “la solución” como una dirección hacia la que es bueno que se orienten la atención y la intención del facilitador (este principio de orientarse hacia la solución ha sido adoptado por Hellinger de disciplinas en las que se ha formado, como la Hipnosis Ericksoniana y la PNL). Cuando así lo hacemos, se pone en movimiento, transformándose en proceso, aquello que en el interior de la persona es un objeto compuesto de percepciones y opciones congeladas (etimológicamente, “problema” viene del griego, y significa literalmente “delante de-lanzar”). Por ello, al incluir el foco “la solución” (“SO” en la figura), los recursos y la percepción del facilitador se concentran en una dirección útil, contribuyendo poderosamente a que ese movimiento se genere:

Fig. 3
Como campo, sintonizar con “la solución” implica conectar con un campo abstracto que tiene su propia existencia espiritual (abierto a infinitas posibilidades, y nutrido por las experiencias de “solución” acumuladas por la Humanidad, la vida animal y vegetal, y tal vez la propia Mente universal durante milenios), en resonancia con el cual el facilitador puede obtener guía. Más adelante abundaremos en esta capacidad que tienen los elementos del modelo, en su faceta de campos, de convertirse en poderes que sostienen el trabajo del facilitador, ayudándole a trascender sus estados ordinarios de conciencia y los límites de su “yo” cotidiano.
Precisando “la solución”: “lo esencial”
Más preciso aún que “la solución” es un foco-campo que Hellinger menciona a menudo cuando comenta su trabajo; se trata de “lo esencial”:
“Por ese motivo aquí trabajo según el principio de configurar únicamente lo más necesario. De esa forma hay mucha más energía y fuerza. Por lo tanto, es importante que el terapeuta desde el comienzo comprenda qué es lo esencial.” (Hellinger, 2008, p. 245).
O también:
(En la entrevista con el cliente) “HELLINGER: No, eso basta. No demasiada información, si no se diluye lo esencial. Casi siempre se trata sólo de un punto. Se siente cuál es ese punto, y allí se permanece.” (Hellinger, 2006, p. 145).
La idea de buscar el punto esencial en el que el cambio se produce no es exclusiva de las constelaciones sistémicas, y se relaciona directamente con el hecho de que éste es un ámbito en el que se trabaja con sistemas. Así, en el área de la Teoría de Sistemas (O´Connor y McDermott, 1998):
“Una manera de cambiar un sistema consiste en cambiar su parte más débil. El lugar por el que podría romperse el sistema al estar bajo presión puede servir de punto de palanca para conseguir que el sistema funcione con mayor eficiencia y capacidad de respuesta” (p. 260).
Así pues, “lo esencial” es un elemento que hace que el facilitador ponga la sintonía y la atención, dentro del abanico de posibilidades que podrían ser consideradas “solución”, en una que subyace a muchas otras, constituyendo una dinámica más profunda del problema, o con la cual es prioritario trabajar antes de ocuparse de otros asuntos.
En el modelo, “lo esencial” (“E”) se colocaría delante de “la solución” precisando aún más a ésta y al resto de los focos:

Fig. 4
Más allá del cliente: los sistemas mayores
El trabajo de constelaciones es un trabajo sistémico. De hecho, las constelaciones son una metodología desarrollada para hacer visibles vinculaciones sistémicas que actúan sobre la persona y acerca de las cuales, por ser inconscientes, ésta no tiene elección (otra cosa es que posteriormente el trabajo con representantes haya mostrado posibilidades que van más allá de eso). Por otra parte, cuando decimos “sistémico” nos referimos a algo muy amplio, que incluye desde, obviamente, el sistema familiar, a otros que lo trascienden para abarcar distintos ámbitos y dimensiones, llegando hasta lo cultural y lo colectivo. Basten como ejemplos de lo abierto del significado de “sistémico” el concepto de “alma colectiva” de Daan van Kampenhout (2007) o la consideración, por parte de algunos autores y tradiciones, del linaje kármico como uno más entre los que pueden estar actuando sobre el individuo (Schäffer, 2017; Wesselman y Kuykendall, 2004).
Más allá de “el cliente”, por tanto, el facilitador incluye en su mirada interior un foco mayor que incluye y trasciende a éste. Lo llamaremos “los sistemas mayores a los que pertenece el cliente” para dejarlo abierto a los múltiples ámbitos sistémicos posibles, y lo representaremos como “SI” en la figura:

Fig. 5
Cuando el facilitador hace eso, sintonizando además con “SI” como campo, eso tiene efectos en el resto de los elementos incluidos hasta ahora en el modelo. Por ejemplo, “la demanda” pasa a percibirse como algo que ya no tiene que ver exclusivamente con el cliente como individuo, sino con algo mayor.
Más allá del cliente y facilitador: focos-campos arquetípicos
Más allá del territorio de lo sistémico, hay dos imágenes muy abstractas a las que Hellinger hace referencia a menudo y que tienen una indiscutible dimensión arquetípica. En el alineamiento interno de Hellinger no son perdidas de vista como focos, pues determinan los grandes marcos que contextualizan el trabajo, pero también tienen el carácter de poderosos campos, ya que en sintonía con ellos el facilitador obtiene guía, apoyo y fuerza.