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Los pactos entre los hombres se habían realizado mucho antes de que Dios estableciera su pacto con Noé y con Abraham, y esto preparó a los hombres para que entendieran el significado de un pacto en un mundo dividido por el pecado, y los ayudó a entender la revelación divina, cuando la relación del hombre con Dios se presentó como una relación de pacto. Sin embargo, esto no significa que la idea del pacto se originó con el hombre y luego Dios la tomó prestada de ellos como una forma apropiada para la descripción de la relación mutua entre Él mismo y el hombre. Todo lo contrario es cierto; el arquetipo de toda la vida de pacto se encuentra en el ser Trinitario de Dios, y lo que vemos entre los hombres es tan solo una débil copia de esto2.
La vida de pacto se refleja en la sociedad humana porque fluye de la existencia Trinitaria de Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en una incesante devoción y compromiso mutuos. Como dice Michael Horton, Dios se extendió “más allá de la Deidad para crear una comunidad de criaturas que sirviera como una analogía de la relación de la Deidad”3. Como criaturas hechas a la imagen de Dios, deberíamos desear ansiosamente captar el significado de los pactos antiguos a fin de apreciar y entender de una manera más plena nuestra relación con nuestro Dios y Salvador. Estudiamos los paralelos antiguos no como un fin en sí mismo, sino como la vía necesaria para conocer y amar a nuestro Señor con mayor fervor. Dios en Su sabiduría soberana designó tales pactos como un medio para mostrarnos Su amor. Debemos usarlos con gratitud como contexto para la Palabra de Dios.
¿Cómo debemos definir un pacto entonces?
La discusión anterior demuestra que es necesaria una definición más general. El uso amplio del pacto con aplicaciones específicas para relaciones concretas exige flexibilidad. Por tanto, un pacto es un acuerdo solemne con juramentos y/o promesas, que implican ciertas sanciones o legalidad. Hay cierta formalidad asociada a los pactos que, por definición, hace que sean más que una promesa casual. Tiene que haber al menos dos partes. Estas partes pueden ser iguales (como en el matrimonio) o desiguales (de superior a inferior), y la naturaleza de la relación puede variar. Pueden ser íntimas o impersonales. Las sanciones pueden ser mínimas o drásticas. La definición clásica de un pacto como un “acuerdo mutuo entre dos partes” es adecuada, siempre y cuando no se aplique de una manera demasiado literal, ya que los pactos no están limitados a dos partes. Además, los pactos no tienen que ser mutuos. La mutualidad sugiere que ambas partes se ponen de acuerdo voluntariamente para entrar en la relación de pacto. No obstante, un superior puede imponer un pacto a un inferior dejando a la parte inferior sin ninguna alternativa.
Sin embargo, nuestro interés tiene que ver con los pactos bíblicos, por lo que una definición de los pactos bíblicos resulta muy útil. Hay tres puntos clave:
• Los pactos que encontramos en la Escritura son los pactos de Dios con Su pueblo o con la humanidad en general.
• Dios es el autor e iniciador de los pactos.
• Los pactos son compromisos divinos establecidos por juramento— promesas o juramentos hechos por Dios a los humanos con sellos y/o señales.
Precisar más allá de esto no nos ayudará mucho. Agregar adjetivos tales como “redentor”, “misericordioso” o “de gracia” a todos los pactos de la Escritura inevitablemente introducirá prejuicios en nuestro análisis de los diferentes pactos y su administración. Todas las relaciones de Dios con la humanidad implican condescendencia, pero no siempre son de gracia; es decir, no siempre brindan un favor inmerecido a alguien que merece juicio. De hecho, ya que los pactos son legales por definición, todos los pactos divinos son legales, aunque no todos son de gracia. Por ello, es necesario proporcionar definiciones precisas para los distintos pactos y sus respectivas administraciones. Sin embargo, dar demasiados detalles en la definición básica solamente limitará la exactitud en las específicas. Por ello, las definiciones para los diferentes pactos se proporcionarán en sus respectivos capítulos.
Además de una definición, vale la pena mencionar la función que desempeñan los pactos divinos en la Escritura. El propósito de Dios en la historia es gobernar Su reino de la Creación y desplegar Su reino santo. Por tanto, Sus pactos son la forma en que Dios administra Su reino. A medida que Dios despliega Su reino redentor desde Génesis 3:15, Él gobierna Su reino a través del pacto de gracia y sus diferentes administraciones. El pacto mosaico es la constitución de la teocracia israelita. El nuevo pacto es la constitución de la iglesia, el reino del cielo en la tierra. Al pueblo del reino de Dios se le llama la comunidad del pacto y ciudadanos del cielo. Los pactos de Dios plasman esa relación: lo que Dios ha hecho por nosotros, así como también nuestras obligaciones hacia Él. Por ende, un pacto no es un medio para un fin, sino que es el fin en sí mismo—la comunión entre Dios y Su pueblo.
Finalmente, es muy útil considerar algunos de los sinónimos de pacto que se usan en la Escritura, o las diferentes maneras en que nos podemos referir a un pacto. Puesto que un pacto es una relación establecida por un juramento, es de esperarse que esta relación pueda identificarse de muchas maneras. Tomando como ejemplo el matrimonio, rara vez usamos la palabra pacto para describir la relación; en vez de ello, hay varias palabras e imágenes metafóricas para el matrimonio, todas o la mayoría de las cuales connotan la idea de pacto. Aquí hay una lista de los principales sinónimos de pacto en la Escritura, la mayoría de los cuales son partes de la relación o ceremonia del pacto que apuntan al todo.
Juramento: es de esperarse que el sinónimo más común para pacto sea la palabra juramento. Debido a que la relación queda plasmada en el juramento o promesa que ambas partes realizan, con frecuencia se hace referencia a la relación de pacto como un juramento. La relación de Dios con Abraham es llamada un pacto una y otra vez de manera explícita. Por ejemplo, Éxodo 2:24 dice: “Dios… se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob”. Se habla de esta misma relación en términos de un juramento hecho por Dios, entonces leemos en Éxodo 6:8: “Yos meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVÁ”. De la misma manera, Dios dijo a Isaac: “Y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre” (Génesis 26:3). Así pues, este lenguaje se encuentra a través de todo el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, especialmente en el libro de Hebreos.
Promesa: debido a que los juramentos tienen un carácter promisorio, promesa también se usa como un sinónimo para pacto. Por tanto, en Gálatas 3, Pablo se refiere al pacto abrahámico simplemente como la promesa.
Obligación: las relaciones de pacto contienen obligaciones —a menudo por escrito— de una parte a la otra y viceversa. La mención de las obligaciones puede denotar todo el pacto. En consecuencia, dependiendo del contexto, muchas palabras para las obligaciones o estipulaciones se usan para referirse al pacto: ley(es), mandamiento(s), testimonio(s), juicio(s), estatuto(s) y palabra(s). Piensa en cómo Pablo se refiere con regularidad al pacto de Sinaí simplemente como “la ley”, debido a sus obligaciones.
Señales: las señales o símbolos de las relaciones de pacto también se usan para referirse al todo. Como el anillo de boda simboliza el matrimonio, así también las señales como la circuncisión y la Cena del Señor representan el todo. El Señor Jesús dijo de la copa en la Cena del Señor: “esta copa es el nuevo pacto”.
Fórmula del pacto: otra manera de referirse a un pacto es por medio de cierta fórmula o declaraciones resumidas, tales como la frase en la Escritura llamada fórmula del pacto. La fórmula del pacto es “yo seré su Dios y ustedes serán Mi pueblo” y variaciones de esta. Esta fórmula encapsula la relación de pacto. La forma fundamental es “Yo seré ______ para ti y tú serás ______ para mí”. Los espacios en blanco pueden llenarse con esposo/esposa, padre/hijo, y Señor/ siervo. A menudo también se expresa citando solamente la mitad: “Yo seré…” o “tú serás…”. Esta fórmula se extiende por todo el Antiguo Testamento, y encuentra una posición culminante al final de la Escritura, cuando Dios dice de Su pueblo en la Nueva Jerusalén: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3).
Una última forma posible de identificar o referirse a un pacto es por medio de la terminología del pacto o acción ritual. Palabras hebreas como paz, amor, misericordia y maldición son lenguaje común del pacto. (Estas palabras hebreas se pueden traducir de diferentes maneras en diferentes versiones, así que hay que tener cautela al considerar el español). Esto no quiere decir que estas palabras sean términos técnicos en sí, sino que tienen un uso común en los pactos por lo que reflejan frecuentemente una relación o contexto de pacto. Un ejemplo de esto se encuentra en Deuteronomio 20:10, donde antes de la batalla Israel ofreció “términos de paz” a ciertas ciudades (literalmente—“llamarla para paz”). Aquí “paz” se usa como un sinónimo de “tratado” o “pacto”. Asimismo, ciertas acciones rituales pueden demostrar un pacto en este contexto: compartir una comida, dar una bendición o cortar animales.
A partir de esta introducción, debería hacerse evidente por qué el pacto es vital para la vida cristiana. Nuestra relación con Dios y la Suya con nosotros es un pacto. La maldición que merecemos por el pecado, cómo Cristo nos salvó, cómo agradamos a Dios, nuestra vida de oración, nuestra esperanza bienaventurada—todas estas cosas se llevan a cabo en el escenario de un pacto. El mensaje del evangelio se debilita sin su fundamento del pacto. Nuestra certeza de salvación queda neutralizada sin un pacto. Por eso el teólogo reformado Francis Turretin (1623-1687) afirmó esto acerca de la importancia del pacto:
Ya que (el pacto) es de suma importancia en la teología (siendo, por decirlo así, el centro y vínculo de toda la religión, consistiendo en la comunión de Dios con el hombre y abarcando en su ámbito todos los beneficios de Dios hacia el hombre y los deberes de este hacia Dios), nuestro interés principal consiste en conocerlo y observarlo correctamente. Por tanto su discusión exige una exactitud peculiar (akribeian), para que la verdad sea confirmada en contra de los errores por medio de los cuales Satanás se ha esforzado en casi toda época por oscurecer y corromper esta doctrina salvífica4.
Estudiar los pactos de la Escritura es aprender acerca del grandioso y majestuoso Dios al que servimos y contemplar Su gracia y misericordia espléndidas para nosotros en Jesucristo.
Esta introducción también nos debe ayudar a entender que la teología del pacto no es un sistema abstracto impuesto a la Biblia, sino la estructura y el marco que surge naturalmente de la Escritura misma conforme el drama de la historia de la redención se va desarrollando desde Génesis hasta Apocalipsis. La teología del pacto es el método prescrito por la Biblia para ayudarnos a entender las Escrituras correctamente. La teología del pacto nos ayuda a profundizar nuestro entendimiento de la salvación y comunión de Dios con Su pueblo a través de la persona y la obra de Cristo. Es la forma en que Dios nos da el gran cuadro de Su plan de redención y nos muestra que Su Palabra, de principio a fin, es consistente y no contradictoria.
Cómo usar este libro
Los siguientes capítulos explican ocho pactos importantes de la Escritura: el pacto de redención, el pacto de obras, el pacto de gracia, el pacto con Noé, el pacto con Abraham, el pacto con Moisés, el pacto con David y el nuevo pacto. Cada capítulo tiene tres o cuatro partes. La primera parte presenta una breve descripción teológica del pacto particular que se examina y proporciona un resumen sencillo y conciso del mismo.
La segunda parte de cada capítulo considera la evidencia bíblica del pacto en cuestión, respondiendo a la pregunta: “¿Qué enseña la Biblia?”. Una cosa es dar una definición teológica de una doctrina, pero otra cosa es mostrar por qué esa definición es bíblica. Cada capítulo tendrá como meta hacer esto, pasando del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento.
Algunos capítulos incluyen una tercera parte que considera brevemente de qué manera ese pacto particular es presentado en las confesiones reformadas y de qué manera lo han expresado diversos teólogos reformados a lo largo de la historia. Creemos que esto es útil para familiarizar al lector con la manera en que la teología del pacto se ha expresado históricamente en la tradición reformada. Si bien los reformadores de los siglos XVI y XVII no inventaron la teología del pacto sino que construyeron sobre los cimientos ya puestos en los periodos de los padres de la iglesia primitiva y medieval a fin de defender la doctrina protestante, no obstante, es verdad que la teología del pacto es la teología reformada.
La última parte de cada capítulo tiene como propósito mostrar por qué la doctrina específica es valiosa para la vida cristiana. Como esperamos aclarar, la teología del pacto no es una teoría intangible de razonamiento abstracto. En cambio, es la estructura propia de la Biblia que nos proporciona un cuerpo de creencia inmensamente práctico y concreto. Esta parte concluye con diferentes preguntas para estimular la reflexión del lector.
Como pastores, oramos para que este libro les sea útil para entender la persona y obra de Cristo y el mensaje del evangelio tal y como se desarrolla en la historia de la redención. Escribimos este libro porque con frecuencia quedamos sin respuesta cuando los miembros de la iglesia nos preguntan por un buen recurso introductorio sobre la teología del pacto. Aunque hay muchos libros excelentes sobre el tema, en nuestra opinión, la mayoría de ellos no fueron diseñados para los laicos principiantes. Dada la importancia de la teología del pacto para la vida cristiana, creemos que en la iglesia actual se necesita un libro que provea una explicación sencilla y clara de cada uno de los principales pactos de la Escritura. Este libro fue diseñado como un medio para ese fin, aunque de ninguna manera es la última palabra sobre la vasta materia de la teología del pacto. Más bien, es un volumen introductorio diseñado para dar a los lectores un entendimiento básico de este tema tan esencial y animarlos a realizar un estudio más completo. ¡Que el Señor los bendiga al dedicarse a adquirir un conocimiento más profundo de Su plan de salvación como se administra en Sus pactos!
1. LA GRACIA ANTES DEL TIEMPO:El pacto de redención
Comenzamos nuestra exploración de la teología del pacto examinando aquel pacto del cual todos los demás pactos bíblicos fluyen, es decir, el pacto de redención. El pacto de redención es esencialmente el plan de Dios para nuestra salvación. Así como una casa, un barco o cualquier otra estructura comienza con un plan de ingeniería meticulosa y diseño técnico, también nuestra redención se originó en la mesa de diseño de Dios. Antes de la Creación del mundo, ya existía un plan de enviar al Hijo como el segundo Adán para remediar los desastrosos resultados del fracaso del primer Adán en cumplir el pacto de obras en el huerto de Edén y llevar a la humanidad a la gloria. El pacto de redención no fue un “plan B” para arreglar el desastre que Adán hizo, sino el plan original de la obra de Cristo y el plan de redención.
Dicho de otra manera, el pacto de redención es como la composición original de una obra maestra de música clásica. Antes de que alguien disfrutara los impresionantes conciertos de Las cuatro estaciones, Antonio Vivaldi compuso en 1723 los sonidos que posteriormente llegarían a ser la pieza de arte clásica disfrutada durante siglos. De una manera semejante, Dios compuso Su obra maestra de redención mucho antes de que cualquier ser humano disfrutara sus beneficios. Como veremos en este capítulo, sin embargo, el plan de Dios para nuestra salvación no era solamente un concepto sino también un verdadero pacto entre las personas de la Trinidad.
¿Qué es el pacto de redención?
El pacto de redención es el primero de tres pactos dominantes en la historia de la redención, a saber, el pacto de redención, el pacto de obras y el pacto de gracia. Evidentemente, hay más pactos en la Escritura, tales como el pacto con Abraham, el pacto con Moisés, etcétera. Sin embargo, como aprenderemos en los siguientes capítulos de este libro, estos otros pactos son subgrupos de los tres pactos generales. El primer pacto general es el pacto de redención. Algunas veces denominado por su título en latín, pactum salutis, el pacto de redención es el origen y el fundamento firme del pacto de gracia. Sin dicho pacto, no habría elección, encarnación del Hijo, resurrección, ni ninguna promesa del cielo. En pocas palabras, no habría salvación de los pecadores.
El pacto de redención es único debido por lo menos a otras dos razones. Primero, fue hecho entre las personas de la Trinidad, y no, como en la mayoría de los pactos bíblicos, entre Dios y los humanos. El pacto de redención es un pacto entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo con el propósito de redimir a los elegidos de Dios. El Padre le dio al Hijo aquellos que Él eligió salvar y le mandó que efectuara la salvación de ellos a través de Su vida obediente y muerte expiatoria como el segundo Adán. También le prometió al Hijo una recompensa al completar Su obra. El Hijo aceptó el regalo del Padre, estuvo de acuerdo con las condiciones de este pacto y se sometió a la voluntad del Padre. El Espíritu Santo prometió aplicar los beneficios ganados por el Hijo a los elegidos yunirlos al Hijo para siempre. Por tanto, decimos que el pacto de redención es un pacto intratrinitario entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Segundo, el pacto de redención es único porque fue establecido antes del tiempo. Todos los demás pactos bíblicos fueron hechos en el tiempo y la historia. Sin embargo, el pacto de redención fue realizado en la eternidad, antes de la fundación del mundo y de todas las cosas temporales. Por ello, decimos que es un pacto pre-temporal.
En consecuencia, detrás de todos los pactos de Dios con Adán, Noé, Abraham, Israel, David y Sus elegidos, se encuentra el pacto de redención. Planeado desde la eternidad por los miembros de la Deidad, el pacto de redención es la base y el propósito orientador de toda la historia de la redención. Damos una definición resumida del pacto de redención como el pacto establecido en la eternidad entre el Padre, quien asigna al Hijo para ser el Redentor de los elegidos y Le manda que cumpla las condiciones para la redención de estos; y el Hijo, Quien voluntariamente acepta cumplir estas condiciones; y el Espíritu, Quien voluntariamente aplica la obra del Hijo a los elegidos.
¿Qué enseña la Biblia?
No debemos alarmarnos de que la Biblia nunca mencione la frase “pacto de redención”. La Biblia enseña muchas doctrinas clave sin usar la misma terminología que los teólogos han acuñado para dichas doctrinas. Por ejemplo, la Escritura enseña la doctrina de la Trinidad, pero nunca usa la palabra Trinidad. No obstante, podemos usar la palabra Trinidad para referirnos con más facilidad a la enseñanza de la Escritura de que Dios es uno en esencia, pero tres personas. La doctrina del pacto de redención no es diferente en ese sentido. Aunque la frase exacta no aparece en la Biblia, la doctrina sí. Esto se vuelve evidente a medida que se despliega el drama de la historia de la redención. La promesa de Dios de enviar un Salvador, declarada primero en Génesis 3:15, es revelada progresivamente en el Antiguo Testamento hasta que llega su cumplimiento en la persona y la obra de Cristo. A la luz del Nuevo Testamento, vemos con claridad que la relación entre el Padre y el Hijo es de naturaleza de pacto, involucra una recompensa prometida al Hijo por Su obediencia a ciertas condiciones prescritas. Veamos ahora algunos de los muchos pasajes de la Escritura que enseñan esta doctrina.
Salmo 40:6-8. Este salmo revela una relación de pacto de obediencia y recompensa entre el Padre y el Hijo, especialmente teniendo en cuenta la interpretación que da el libro de Hebreos. David empieza describiendo cómo Dios lo rescató de un pozo cenagoso del cual no podía escapar (40:1-2). Alaba a Dios por su salvación y declara que aquel que confía en el Señor es bienaventurado (40:3-5). Después, en los versículos 6-8, hace una declaración intrigante acerca de la relación correcta entre el Señor yla persona que confía en el Señor. “Sacrificio yofrenda no te agrada… holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”. No es en los sacrificios de animales que Dios se deleita, sino en la obediencia a Sus mandamientos.
Aunque David escribió este salmo, el escritor de Hebreos identifica explícitamente al que habla en los versículos 6-8 como Cristo. En Hebreos 10:5-10, después de explicar cómo los sacrificios del pacto mosaico eran insuficientes para proporcionar salvación, el escritor dice que Cristo vino al mundo para hacer la voluntad del Padre. El Salmo 40:6-8 es esencialmente las palabras fieles de Cristo al Padre mientras se sometía a Sí mismo a las condiciones del pacto de redención. El escritor luego enfatiza que “en esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (10:10). Debido a que Cristo cumplió la voluntad del Padre a través de Su obediencia activa, Él nos ha salvado y reconciliado con el Padre. Él satisfizo las condiciones del pacto de redención y, consecuentemente, obtuvo la recompensa prometida.
Salmo 110. En este salmo, que se cita frecuentemente en el Nuevo Testamento, el salmista anuncia de antemano la exaltación y el reinado de Cristo. Describe al Mesías recibiendo la recompensa por Su obediencia activa; Él se sienta a la diestra del Padre (110:1) y gobierna en medio de Sus enemigos (110:2). Pero el salmista también describe el juramento del Padre al Hijo: “Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (4). Como señalamos en la introducción, la toma de juramentos es un aspecto importante de la realización de pactos en toda la Escritura. Los pactos con Abraham y con Moisés, por ejemplo, fueron sellados con juramentos. Lo mismo es cierto del pacto de redención entre el Padre y el Hijo. El Salmo 110:4 resalta el carácter vinculante de este pacto debido al juramento. El Padre sella el pacto con Su juramento y designa al Hijo como el sacerdote mediador para los elegidos.
De nuevo, el libro de Hebreos enseña esto con más claridad. Este interpreta explícitamente el Salmo 110:4 en términos de un pacto. En Hebreos 7, el escritor compara a Cristo con Melquisedec a fin de persuadir a su audiencia hebreo-cristiana del derecho legítimo de Cristo al oficio de sumo sacerdote, aun cuando descendía de la tribu de Judá y no de la tribu sacerdotal de Leví. Sabiendo que sus lectores estaban tentados a abandonar la fe y regresar al judaísmo, él argumenta que si la perfección fuera posible dentro del sacerdocio levítico, no habría ninguna razón para que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec, como lo había anunciado el Salmo 110. Aplicando 110:4 a Cristo, el autor dice: “Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Hebreos 7:17). Después resalta el hecho de que este nombramiento al oficio de sacerdote se hizo con un juramento: “Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre” (7:20-21).
Pero, ¿cuándo ocurrió este evento? La Escritura no revela ningún momento particular en el ministerio terrenal de Cristo en que el Padre hiciera este juramento al Hijo. Ni tampoco hay alguna parte en el Antiguo Testamento donde se haya hecho tal juramento. Podemos observar que en Hebreos 7:28 el escritor menciona el hecho de que el Salmo 110:4 se escribió mucho después de que la ley mosaica fuera entregada en el Sinaí, y que esta “palabra del juramento, que vino después de la ley, designa al Hijo, hecho perfecto para siempre” (LBLA). No obstante, la palabra del juramento fue revelada en los días de David el escritor del salmo, no el juramento mismo. El Padre hizo este juramento al Hijo cuando le dio Su nombramiento sacerdotal en el pacto de redención.