Informe de las Visitaciones Episcopal y Apostólica 1949-1953

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Al igual que la Hna. Pallotta, también la Hna. Beatrix informó sobre un cuadro pintado últimamente por una Hermana que se halla en América, en el que se representa a la Sma. Trinidad. En ella, el rostro de Dios Padre tiene los rasgos del PK. Y eso con el expreso permiso del PK. Lo cual se correspondería con una frase favorita del PK : “Quisiera ser el buen Dios para usted” (Nota: Luego de la visitación, el PK me escribió pronto, desde ultramar, consignando que el cuadro había sido pintado por una miembro de la Liga, sin que él tuviera nada que ver con el asunto). La Hna. Beatrix, que da una impresión tranquila y objetiva, me permitió con gusto que yo haga uso de lo que ella había relatado. Puso a mi disposición una copia de la carta al PK mencionada más arriba y la respuesta correspondiente (véase Actas).
Frente a esto resulta interesante el juicio que el PK formula en una carta a la Hna. Anna con fecha 8.2.49, y que él mismo me transmitiera el 5.3.49: “Por lo demás, permítame solicitarle prestar particular atención a Beatrix. Se encuentra en vías de caer en anomalías. Tiene por naturaleza una predisposición muy enfermiza, y actualmente se sumerge en un estado de negación de todo lo humano, dando así pie a los peores temores en un tiempo previsible.” Sobre la Hna. Pallotta el PK me escribió el 7.3.49 lo siguiente: “A ello se agrega que en un caso dudo de la autenticidad y honestidad de esa rudimentaria interpretación. Más bien cuento con un fuerte espíritu de intriga, dado que se trata de una Hermana que tuvo que ser reprendida por mí a causa de una relación inmoral con una persona del mismo sexo, y corre continuo riesgo de ser depuesta de su cargo. La Hna. Annette conoce bien ese caso (tengo entendido que es el único en la Familia).”
Efectivamente, ya durante la visitación y sin que yo hubiera hablado con ella sobre la Hna. Pallotta, la Hna. Annette Nailis (maestra de novicias) me escribió lo siguiente: “… Su Excelencia dejó entrever que se le habría relatado también cosas negativas sobre la relación de las Hermanas con el Padre. Desde entonces pienso sobre el tema, y curiosamente me viene a la mente, una y otra vez, una de nuestras Hermanas del apostolado, que seguramente se entrevistó con Su Excelencia, como también todo ese grupo. Sobre esa Hermana sé algo muy agravante que, además de una joven Hermana que me informó de ello en el noviciado, sólo conoce el Padre. Sé también que el Padre amonestó seriamente y reprendió severamente a esa Hermana. ¿No sería posible que esa Hermana no sólo esté avergonzada sino que también, quizás inconscientemente, arrastre consigo un rechazo hacia el Padre, y por eso podría hablar negativamente sobre él, especialmente sobre su relación con nosotras, las Hermanas?... Si Su Excelencia considera bueno o necesario que yo exponga el caso con mayor detalle, estoy dispuesta a ello.”
Las formadoras (vale decir, ambas maestras de novicias, las HH. Annette y Mirjam, y la maestra de terciado, la Hna. Bonifatia, a quienes recibí el 22.2 por la tarde, y ambas Hermanas consejeras, las HH. Toni Maria (superiora de las Hermanas de la Adoración) y la Hna. Rosa (superiora de la Casa del Terciado), a quienes recibí el 23.2. por la mañana, admitieron abiertamente que en los “actos” habían sucedido ciertas extralimitaciones y exageraciones. Se tenía la impresión de que desde arriba se había dado una “consigna” al respecto. La mayoría de ellas abordó también, con buena disposición, mis otras objeciones, pero consideraron infundados mis temores. No permitieron que recayera ninguna duda sobre el PK. Con excepción de la Hna. Bonifatia, que daba una impresión algo insegura, todas me parecieron absolutamente convencidas de la corrección de sus métodos. Las tres formadoras (de la cuarta, la Hna. Blandina, se habló ya más arriba en relación con las Hermanas docentes), me dieron la impresión de ser mujeres muy cultas y maduras, si bien se podía observar que ellas, por así decirlo, ya no piensan más sus propios pensamientos, sino sólo los pensamientos del PK. Así pues se podía escuchar, en respuesta a dudas que se formulaban, cosas más o menos como la siguiente: “A esto el Padre respondería que…”
En la tarde del 23.2 hablé con la Hna. Asistenta general, la Hna. Virginia, y con la Superiora general, la Hna. Anna. A la Hna. Virginia, quien es probablemente, de entre todas las Hermanas, la que más lejos va en cuanto a la absoluta vinculación al PK, y es también, en gran parte, responsable de las extralimitaciones y exageraciones del último tiempo, le preocupaba sobre todo restablecer mi confianza. Ella no habría recogido los cuadernos de grupo, ni habría revisado y en parte modificado las diversas actas, ni habría dado instrucciones sobre el 20 de enero en las diversas casas con el fin de engañarme, sino para quedar bien delante del visitador y del PK. Ella sería una persona ordenada. Se habría conducido como antaño, cuando era docente y se anunciaba una inspección. Admitió haber obrado equivocadamente. Pero no habría ocurrido para ocultar nada. Presentó las actas en su versión original y en su versión corregida.
La Hna. Anna habló muy francamente, pero solicitó enfáticamente que el PK no se enterase en absoluto de sus declaraciones. Los métodos del PK serían únicos y no imitables. Fuera de él nadie debería atreverse a hacer esas cosas. Exigiría a todo el hombre para Dios, y como camino hacia ello, la estrecha vinculación con él (al PK). Ella habría sufrido terriblemente por esa situación, precisamente en su condición de Superiora general. Una vez habría hablado con disgusto delante de las Hermanas sobre ese eterno “padrerío” y habría sido reprendida severamente por el PK. Sería terriblemente duro soportar que toda Hermana pueda escribirle al PK sobre todos los temas. Habría que lograr poner de alguna manera límites en ese sentido. Además sería mejor que el PK se dedicara totalmente a la dirección del Movimiento y entregase la dirección de las Hermanas de María a un Director general, tal como los demás institutos tienen su propio director. Pero, como se puede entender, ella, en su condición de Superiora general, no se atrevería a sugerírselo. Sus derechos de Madre no valdrían mucho. Además expresó con gran preocupación su temor de que el PK, desde su regreso de Dachau, condesciende demasiado a los actos filiales de las Hermanas, fomentando así exageraciones y extralimitaciones. A ella no le agrada ese estilo porque es una mujer muy sobria. Pero en lo que concierne a la inviolabilidad, el PK es una persona absolutamente intacta. Lo mismo acentuaron también las HH. Virginia y Toni Maria, con las cuales hablé igualmente sobre las declaraciones agravantes, y para mí tan inquietantes, de las HH. Pallotta y Beatrix (naturalmente sin mencionar sus nombres). Todas expresaron unánimemente que hay que tomar esas declaraciones con grandísima cautela. Que primero habría que escuchar al PK. La Hna. Anna me advirtió espontáneamente sobre la Hna. Pallotta. Ella tendría una predisposición perversa.
Sobre la misma cuestión escuché esa tarde a la Hna. Agnes. También ella destacó que los “métodos de confesionario” del PK son en sí mismos inobjetables. Ella no sabría nada de presiones, ni jamás habría encontrado nada [objetable] en esas cosas. Este claro testimonio aventó mis últimas dudas sobre la persona del PK, y ciertamente porque la Hna. Agnes es, de entre todas las Hermanas, la que más ha conservado una mirada lúcida sobre la realidad, y con su total sinceridad contribuyó fundamentalmente a que yo pudiera tomar conocimiento de la “clausura espiritual”. Si se agrega que también la Hna. Beatrix acentuó expresamente que ella rechaza esos métodos no por razones de pureza sino de dignidad de la mujer, y que incluso la Hna. Pallotta está convencida de que el PK no piensa en nada malo al hacer esas cosas, entonces no queda nada que sea directamente agravante. De todas maneras tales métodos son muy audaces y sin duda no pueden generalizarse.
El 25.2 recibí a las superioras de las dos comunidades más grandes, la de la Casa de Ejercicios y la de la Casa Wildburg, a la Hermana de María más anciana, la Hna. Magdalena, a la Hna. Uta, la escritora de “La fuente de Schoenstatt”, a la Hna. Gottliebe, enfermera, y a la Hna. Ancilla, Hermana de la Adoración. El resultado más notable de estas conversaciones es el siguiente: La Hna. Borromäa, superiora de la Casa de Ejercicios, hubo de admitir que la recolección de los cuadernos de grupo fue hecha también por la inminencia de la visitación, así como también la modificación de la crónica de la Casa de Ejercicios. Con la Hna. Magdalena hablé sobre la carta objetiva que ella me había enviado y que yo cité varias veces en la conferencia final. En dicha carta ella trató sobre todo el problema de la confesión, la apertura para con la Iglesia oficial y la cuestión del mandato vitalicio del Director general de las Hermanas de María. La carta se halla en las actas.
Además de con las Hermanas mencionadas, hablé con los PP. Fischer, Kastner y Menningen sobre los problemas relacionados con la Familia de las Hermanas.
Por encargo del PK, el P. Fischer, que estuvo cuatro años con el PK en Dachau, predica desde el año pasado ejercicios espirituales a las Hermanas. Fuera de él, hasta ahora sólo el PK ha predicado esas tandas de ejercicios. En la época de la persecución, las Hermanas quedaron libradas a sí mismas y entonces la Hna. Anna dio “cursos de formación”. El P. Fischer adhiere incondicionalmente al PK y en los ejercicios espirituales no osaría enseñar nada que no dijese o escribiese expresamente el PK. Objetivo de ese “monopolio” que muchas Hermanas sienten como muy duro, es mantener la homogeneidad de la formación religioso–ascética; ésta es, según el PK, indispensable para superar la tormenta que se cierne. Preguntado sobre el problema del “acompañamiento espiritual”, el P. Fischer respondió: Al PK no le gusta el acompañamiento espiritual individual, particularmente no en el caso de mujeres. Debería bastar el ideario transmitido mediante una formación de ocho años, hecha con consecuencia (desde el comienzo del noviciado hasta el final del segundo terciado son ocho años), la pastoral ordinaria y la confesión cada dos semanas. El P. Fischer tiene la impresión de que las Hermanas pueden desahogarse libremente en la confesión. Pero en realidad las Hermanas se sienten fuertemente inhibidas en este sentido y padecen mucho por ello. ¿Se les rinde cuentas de conciencia a las superioras? El P. Fischer respondió negativamente. Más bien se les inculca a las superioras que no tienen derecho de plantearles a las Hermanas preguntas de ese género. Tampoco el PK desea que se le escriba a él personalmente muchas y largas cartas sobre asuntos del alma.
Hablé con los PP. Kastner y Menningen sobre la designación de un Director general para las Hermanas de María. El P. Kastner se opone porque, mientras viva el PK, las diferencias inevitables entre la Familia de las Hermanas y el Director general pondrían en peligro la cohesión de la Familia. El P. Menningen se declaró radicalmente en contra, porque debería haber un instituto que se desarrolle plenamente en estrecha vinculación con el PK, a fin de ser modelo para todos los demás institutos. Ese pleno desarrollo orgánico sólo sería posible si el PK tuviese personalmente en manos la dirección de la Familia de las Hermanas.
Fundamenté mi propuesta alegando que la estrecha y exclusiva vinculación al PK ha redundado en una exagerada reserva, que durante la visitación se puso de manifiesto, entre otras cosas, en que fueron necesarios los más grandes esfuerzos y las más fuertes conmociones para motivar a las Hermanas a una plena sinceridad. El P. Menningen señaló que ese “parto difícil” se debía en gran medida a que, en mi conferencia introductoria, yo habría puesto la autoridad eclesiástica muy fuertemente en el primer plano, lo cual probablemente habría generado una cierta inhibición entre las Hermanas, acostumbradas a obedecer por generosidad, y que el anuncio de una “visitación canónica” habría llegado de manera completamente inesperada y muy repentina. En las conversaciones preliminares se habría contado con una inspección de forma menos rigurosa; y él estaría convencido de que con una cuota significativamente menor de agitación se habría alcanzado lo mismo. ¡Pero en este punto el P. Menningen se equivoca! Otras razones para la designación de un Director general serían: La absoluta e ilimitada autoridad que ejerce el PK genera, como lo dice la experiencia, falta de independencia en el pensamiento y la voluntad; vale decir, el peligro del hombre masificado, si bien en un plano superior. Se juzga así y no de otra manera, porque el PK así lo quiere, así lo desea y así le gusta verlo (su mínimo deseo es severísima orden). Agréguese que toda Hermana puede escribirle al PK en cualquier momento. No hay nada que objetar contra ello. Pero dado que seguramente no todas las Hermanas son personas tan maduras como para que todo lo que le escriban al PK sea irrefutable, existe el peligro de que sus declaraciones sobre otras acarreen, en ciertos casos, grandes sufrimientos a éstas, en la medida en que el PK, considerando las grandes distancias físicas y los cientos de Hermanas, depende de tales informes para poder tener, de alguna manera, los hilos en sus manos.
Concluyendo ya este capítulo, quiero señalar que luego de la finalización de la visitación, numerosas Hermanas agradecieron en forma oral y escrita por lo dicho en la segunda parte de la conferencia conclusiva (véase anexo 3). Se sienten liberadas y aliviadas por mis declaraciones sobre la práctica de la confesión, el acompañamiento espiritual, los actos del padre, el espíritu de obediencia, etc. Algunas acentuaron que muchas otras Hermanas piensan exactamente así.
IV
Resumen de los conocimientos adquiridos en la visitación
Se admitió expresamente una disciplina de arcano. Existe en todo el Movimiento entre las diferentes agrupaciones; en las agrupaciones, por ejemplo, en la Familia de las Hermanas; y también entre las provincias, las comunidades de casa, grupos, cursos, etc. Sólo una persona sabe y debe saber todo, y esa persona es “el Padre”, quien, de ese modo, tiene todos los hilos en sus manos, está en directo contacto con todos, todos están en contacto directo con él, ante él cada individuo, hombre o mujer, se siente obligado a una apertura completa.
Además la disciplina de arcano se extiende hacia el exterior. Se le reconoce a la Iglesia, al menos teóricamente, el derecho de tomar conocimiento de todo. Pero el transcurso de la visitación mostró cuán difícil es en la práctica esa toma de conocimiento. Ciertamente el P. Menningen opinó que la meta propuesta habría podido alcanzarse mucho más fácilmente si se la hubiera perseguido por vía de un examen y estudio menos oficial y severo en lugar de una “visitación canónica” conforme a las reglas. Él piensa que, a la luz de las conversaciones preliminares conmigo, no se habría creído que se planease una “visitación canónica”. De ahí que el inesperado anuncio de una tal visitación y mi exigencia de apertura incondicional como condición necesaria para el éxito de ella, generase una inhibición en las Hermanas que ellas tuvieron que vencer.
No comparto esta opinión, más bien, luego de la visitación, estoy firmemente convencido de que ningún otro camino, sino el recorrido habría conducido al objetivo. Y me confirma en mi opinión una carta que el PK le escribió al P. Menningen, y cuya copia recibí tanto de parte del PK como de parte del P. Menningen. Se volverá a hablar de esta carta al final.
Si se pregunta por las razones de la “disciplina de arcano”, me parece que son sobre todo las siguientes: 1) El PK quiere dejar que las corrientes que surgen se desarrollen y desplieguen en la vida práctica en lo posible sin ser perturbadas. Y según su concepción, sólo de ese modo (similarmente a lo que ocurre afuera en la naturaleza) puede gestarse algo vital y duradero. 2) Uno de los fundamentos esenciales de la eficacia de todo el Movimiento es esa “disciplina de arcano”. La condición para aprobar la “disciplina de arcano” y poder calificarla de inobjetable es, naturalmente, que el hombre que tiene todos los hilos en sus manos sea capaz de intervenir en el momento oportuno para detener, corregir, reglamentar, y sea consciente de su grandísima responsabilidad. El P. Menningen está firmemente persuadido de que ese hombre es el PK. E igualmente persuadidos están, en lo esencial, ciertamente también sus demás colaboradores, si bien en algunos, como los PP. Möhler y Köster, han surgido dudas. En el caso del P. Menningen y probablemente también (aunque en menor grado) en los PP. Mühlbeyer y Kastner, la confianza inconmovible para con el PK descansa no tanto en razonamientos cuanto en una muy estrecha vinculación vivida desde la juventud. El PK y sus colaboradores deberán aceptar que la Iglesia prosiga tomando conocimiento de los “más íntimos procesos de vida” del Movimiento también más allá de esta visitación.
Actualmente esto vale sobre todo para el “principio paterno”, que se halla en pleno debate, y cuyo significado real y aplicación práctica se quiere “elaborar”. El debate se abrió en virtud de la respuesta del PK a la consagración de la “Ronda” que se iba a realizar el 20 de enero (esta consagración se halla en las actas) en la primera parte de su carta con motivo del 20.1.49 (véase más arriba). Cuando se preguntó si el PK tiene ya clara la solución de toda esta cuestión, el P. Menningen respondió: Sí, pero su método sería “elaborar” tales soluciones junto con sus colaboradores más estrechos. Pero en este punto parece que el P. Menningen se equivoca. Hay que tener en cuenta que el PK es enemigo consciente no sólo de un intelectualismo exagerado, sino que, en relación con el desarrollo y maduración de ciertas ideas, parece adjudicarle un papel exagerado, cercano a lo irracional, respecto a la vida que fluye, al sentimiento y a la afectividad; y que indudablemente el P. Menningen es capaz, como nadie, de entender la manera de pensar, los sentimientos y la afectividad del PK. De ahí que sea muy probable que el PK, cuando aborda las cuestiones que le expone el P. Menningen, no tenga aún, en absoluto, claridad sobre la solución de dichas cuestiones. Éste parece ser el caso de la carta con motivo del 20.1.49, en cuya primera parte, la única aparecida hasta ahora, no ofrece aún una solución a la cuestión planteada, y cuya segunda parte, según opinión del P. Kastner, no aparecerá jamás.
En esta área se incluye el hecho de que los colaboradores del PK pongan unilateralmente la persona de éste en el primer plano, cosa que el mismo PK hace también desde Dachau. En la carta con motivo del 20.1.49, el PK procura fundamentar esa actitud (véase más arriba). Muy ligado a este fenómeno se halla también el cambio de su comportamiento para con las Hermanas: Antes una actitud de gran reserva, y después, desde Dachau, más paternal de lo que puede serlo en absoluto un padre carnal. Ciertamente ya antaño había aplicado en casos particulares métodos desacostumbrados para transmitirles a las Hermanas la “vivencia filial”. Muchas Hermanas quedan estancadas en un primer momento, y algunas quizás de manera permanente, en una filialidad “primitiva” que parece más bien un enamoramiento fantasioso que un amor filial. El PK se hace cargo de ello, con tal de ofrecerle al hombre de hoy, que sufre de desarraigo, un sentimiento de amparo. Esta filialidad primitiva se expresa en los diferentes “actos filiales” y en ciertas oraciones.
A menudo se tiene la impresión de que la palabra “padre” es mantenida a propósito en la ambigüedad. Algunos ejemplos: “Padre, yo quiero hacer lo que te agrade, aun cuando tu deseo signifique la sentencia de muerte.” “Protege, Madre, a tu ´primavera´, utilízala en todo momento… Y, por favor, Madre, regálale al Padre, como una garantía, la ´primavera sagrada´; que ese regalo sea para él una gran alegría en este día de fiesta.” “Deberíamos… santificar el lugar al cual nos ha destinado el amor del Padre”. Véase asimismo la imagen de Dios Padre con rasgos del PK y la frase que él cita a menudo: “Quisiera ser para usted el buen Dios”. A ello se agrega el simbolismo no sano de muchos actos y su acumulación, que muchas Hermanas, sobre todo las mayores, sienten como intolerable, pero contra los cuales no se puede hablar abiertamente, porque se sabe, a despecho de la “libertad” teórica que se subraya una y otra vez, que se disgustaría a las superioras.
En este contexto hay que señalar un resultado fundamentalmente positivo de la visitación: la clara percepción de que el pensamiento teológico del PK y de su entorno es absolutamente ortodoxo, que por lo tanto el PK no aplica ese método desacostumbrado para ocultarle a la Iglesia algo que se desvíe de la doctrina de la Iglesia. Sin embargo no hay que pasar por alto aspectos peligrosos ligados necesariamente a este método y que, como lo ha mostrado la visitación, efectivamente han ocasionado algunas anomalías y extralimitaciones. Se los puede esbozar más o menos de la siguiente manera: La ilimitada autoridad que tiene el PK en sus manos, y la total reserva de toda la Obra hacia el exterior, reserva que está en estrecha relación con dicha autoridad, así como la reserva de cada agrupación, grupo, etc. del Movimiento, reserva para consigo mismos y para con las otras agrupaciones, acarrea los siguientes peligros:
1) El peligro de la falta de independencia en el pensamiento y la voluntad; especialmente la incapacidad de resolver muy personal y autónomamente casos y conflictos de conciencia muy personales.
2) El peligro de un cierto bloqueo. Por cierto, se acentúa teóricamente que en cuestiones de conciencia se puede hablar abiertamente en el confesionario. Pero en la práctica las Hermanas padecen fuertes inhibiciones a la hora de hacer eso, porque, en virtud de la excesiva acentuación de la reserva y de la fidelidad (cf., por ejemplo, § 233 de los Estatutos) no se pueden liberar de la sensación de que, de alguna manera, están faltando a esa reserva y fidelidad. Véase la carta de la Hna. Magdalena citada varias veces en la conferencia final.
3) Por un lado, la reserva de las personas en el plano individual y en su trato con los demás y, por otro lado, la apertura total de cada individuo al PK, constituye un terreno fértil para generar y fomentar un cierto miedo a la vigilancia y la denuncia.
4) Ciertamente, desde el punto de vista teórico se enfatiza continuamente la autoridad de la Iglesia, el estar en ella, el respeto por los superiores eclesiásticos, el amor a la Iglesia, etc. Pero en la práctica la reserva de la Familia de las Hermanas, cultivada tan fuertemente, acarrea el peligro de que, más allá de la Familia (la cual representa una “Iglesia en pequeño”), no se valore suficientemente en el comportamiento práctico la importancia de la Iglesia; de que cuando ella se presenta como autoridad no se la reconozca como tal, porque el PK (no en la teoría pero sí en la práctica) es la máxima autoridad. Señalo la carta de la Hna. M. Ida, sobre la cual se trató en detalle en la segunda parte de la conferencia final; además el ocultamiento de material en vísperas de la visitación, y la cerrazón inicial para con el visitador. Recién cuando se advirtió que él sabía más de lo que se suponía, hubo una mayor apertura, y este cambio se operó no sin duras conmociones de ambas partes.
Como se aprecia, estos aspectos peligrosos conciernen sobre todo y casi exclusivamente a la Familia de las Hermanas. En relación con ellas hay que extraer las siguientes conclusiones:
1) En lo atinente a confesión, acompañamiento espiritual, instrucción religiosa y formación ascética mediante homilías, conferencias, ejercicios espirituales, etc. hay que exigir que se les reconozca, además de al PK, también a otros sacerdotes la influencia exigida por el derecho natural, divino y eclesiástico. En la práctica ocurre que, salvo el PK, sólo el P. Fischer puede predicar ejercicios; que en el retiro mensual no se da espacio en absoluto a la palabra de un sacerdote; que, por ejemplo, en la numerosa comunidad de Casa Wildburg, los domingos jamás hay homilía. El problema de la confesión y de la dirección espiritual fue descrito con mayor detalle más arriba. ¡El PK es prácticamente el único “acompañante espiritual” de las 1.600 Hermanas! En este campo hay que citar también la costumbre insostenible de utilizar como lectura de mesa exclusivamente cartas, conferencias, informes, etc., del PK. Muchas Hermanas están cansadas de ello y desearían, por ejemplo, una biografía interesante. Tampoco se les da mucha importancia a las cartas pastorales de los Obispos.





