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Considero que puede ser interesante y oportuno en este momento retomar la noción de función anaclítica en Freud (madre nutricia, padre protector) y volver a pensar la pulsión y sus destinos desde esta perspectiva, de igual manera, retomar la noción freudiana de apuntalamiento. Esta línea permite, quizás, algunas convergencias posibles de nuestras teorizaciones y prácticas respecto de desafíos de la clínica actual. Retomar estas nociones nos puede permitir rescatar una perspectiva ligada con desarrollos posteriores. Winnicott fue un pensador que, a mi entender, profundizó esta vertiente freudiana ligada a la función anaclítica y solidaria con la indefensión de la cría humana con su concepto de sostenimiento. Este concepto parte del sostenimiento del infans en los brazos maternos, pero, según el autor, se extiende en círculos concéntricos hasta abarcar las leyes que rigen la sociedad.
Lacan, al trabajar el tema de la angustia, afirma que el humano es primariamente alojado como objeto en el deseo del Otro, condición que queda velada a partir de los revestimientos fálicos, velada su dimensión de desamparo, convirtiéndose el infans en his majesty the baby. Si no es alojado en el deseo, queda identificado al objeto como resto5, uno de los nombres del objeto a, aquello que presentifica el registro de lo real desde Lacan. Es dejado caer “sin morada en lo simbólico”. A la hora actual podemos decir como “homeless de lo simbólico”. En la idea de sostenimiento en Winnicott podemos ver una función simbólica legalizante, así como en el “ser alojado en el deseo, en lo simbólico”, como lo postula Lacan, podemos ver una función de sostenimiento. En ambos encontramos diferentes desarrollos ligados al apuntalamiento necesario de la cría humana para la constitución subjetiva.
Quiero retomar esta idea de sostenimiento como círculos concéntricos que parten de los brazos maternos, continúan con la inclusión del tercero, padre, y que siguen en la familia ampliada y que por último, se extienden en las legalidades que sostienen el funcionamiento social. Es interesante vincular esta idea de sostenimiento con los fallos en la legalidad en el mundo actual. Estos fallos en lo simbólico exponen a situaciones vinculadas al desamparo, a la exposición a la angustia traumática, por déficit de cuidado y protección mínima, por déficit de una legalidad que legitime el cuidado de la indefensión.
Me parece importante pensar acerca de cómo rescatar no sólo el deseo caído bajo la represión, sino la capacidad de desear bajo los efectos arrasadores de la angustia traumática, solidaria de una situación social de desamparo que remeda algo de la situación traumática del nacimiento que nos trae Freud en Inhibición, síntoma y angustia (pensemos en los ataques de pánico hoy, en las enfermedades en el cuerpo, la escisión psicosomática, según Winnicott, como expresiones de angustia traumática), y que coexiste con la angustia neurótica en cada paciente. Estas circunstancias conmocionan los cimientos del dispositivo que nos permite trabajar con el deseo, la asociación libre y la interpretación.
Creo fundamental revalorizar dentro de la función analítica actual el brindar un lugar, un espacio donde el desamparo del paciente pueda sentirse alojado como situación de urgencia. Por eso, sugiero repensar la función de apuntalamiento en Freud, el holding winnicottiano. Saber cuándo trabajar con el deseo inconsciente y cuándo atender a lo que este autor llama necesidades del ego. Atender la dimensión real de la transferencia según Lacan, en relación a la instalación de la transferencia y sus consecuencias en las vicisitudes pulsionales. En la constitución de las condiciones que permiten, a veces, que emerja el deseo inconsciente reprimido, y otras en que éste pueda relanzarse, situación que no ocurre ante la actualidad del trauma.
Creo importante rescatar la dimensión de acting en la clínica actual, como la entiende Lacan, en relación al tema de la angustia, y las elaboraciones de Winnicott sobre conducta antisocial, y sus respectivos aportes acerca del acto analítico y de su manejo, abordajes que brindan elementos para rescatar del desamparo traumático, reinstalando las condiciones que posibilitan el trabajo analítico con la asociación, la palabra y el deseo reprimido. Estos desarrollos permiten pensar una clínica que oferte algo de ese espacio faltante en el entorno social, en su legalidad. Un espacio confiable (función anaclítica), una clínica que sepa de la oportunidad, del momento de sus intervenciones. Que vaya creando las condiciones facilitadoras que posibiliten que el desear se restituya y que el deseo reprimido se relance a partir de la asociación de la palabra, que invite a investir al analista y al psicoanálisis como dispositivo eficaz. Considero que uno de los modos que contribuyen a facilitar estas condiciones radica en la posibilidad de que el analista sepa cuándo intervenir discriminando entre la situación traumática actual epocal y la resignificación individual inconsciente de la misma. Saltear este paso puede incrementar la posición neurótica del paciente. Por el contrario, contribuir en esta discriminación puede constituir muchas veces, una marca inaugural, abrir un espacio confiable que discrimina el fallo del Otro a la vez que considera cómo se posiciona el sujeto ante ese fallo, dependiendo de sus determinaciones inconscientes. Esto lleva a repensar los momentos, los tiempos, los modos de intervención del analista.
Creo que reconsiderar esta perspectiva no nos desvía de la temática ligada al psicoanálisis y la sexualidad, por el contrario, creo que puede tornarnos más sensibles, oportunos y eficaces en su modo de abordaje.
LA ANGUSTIA EN FREUD, LACAN Y WINNICOTT. UN APORTE A LA CLÍNICA DEL DESAMPARO
En el siguiente apartado abordaremos, en una primera instancia, la problemática acerca de la puesta en tensión entre angustias primitivas y angustia de castración. En segunda instancia, nos detendremos en la angustia en la clínica, en un interjuego entre el concepto de acting en Lacan y el de conducta antisocial en Winnicott.
Angustias primitivas y angustia de castración
La interrogante relacionada a los conceptos de angustia primitiva y de castración surge como efecto de los diferentes desarrollos y líneas de pensamiento existentes dentro de nuestra disciplina. Efectos del tiempo transcurrido, entre la creación freudiana y el momento actual del psicoanálisis y del mundo. Plantearnos estas inquietudes es un desafío que nos propone el pluralismo psicoanalítico. ¿Si pensamos en términos de angustias primitivas (Winnicott), cómo pensar la temática de la angustia de castración? ¿Pensar en los fallos en la constitución del narcisismo nos aparta de la temática pulsional?
Recordemos que Freud, en el estudio de la zoofobia introduce el tema de la castración como peligro que, si bien dependía de la libido, remitía a una amenaza: la pérdida del pene vivida como externa. Amenaza ante el deseo incestuoso que pone en marcha el mecanismo de la represión. A partir de 1926, Freud comienza a desarrollar el concepto de trauma como el núcleo de la situación de peligro. Este núcleo “es la situación de insatisfacción en que las magnitudes de estímulo alcanzan un nivel displacentero, sin que se las domine por empleo psíquico y descarga […] análogo a la situación de nacimiento” (1926, p. 130). Una vez que definió este núcleo reconsidera a la angustia ante la pérdida de objeto y a la angustia de castración como determinadas por el peligro del trauma.
Vemos cómo varían las condiciones de angustia acorde a las condiciones del peligro en función de los progresos del desarrollo (Freud, 1926).
El peligro del desvalimiento psíquico se adecua al período de inmadurez del yo, así como el peligro a la pérdida de objeto a la falta de autonomía de los primeros años de la niñez, el peligro de castración a la fase fálica y la angustia frente al súper yo, al período de latencia (p. 134).
Freud vuelve a reformular la pregunta clave: ¿cuál es el núcleo de la situación de peligro? Y responde,
La apreciación de nuestras fuerzas en comparación con su magnitud, la admisión de nuestro desvalimiento frente a él, desvalimiento material en caso de peligro realista y psíquico en el del peligro pulsional. Llamamos traumática a una situación de desvalimiento vivenciada. Tenemos buenas razones para diferenciar situación traumática de situación de peligro. La situación de peligro es la situación de desvalimiento, discernida, recordada y esperada. (p. 155)
La angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro en la situación de peligro. (p. 156)
En 1933 agrega: “Lo temido, el asunto de la angustia es en cada caso, la emergencia de un factor traumático que no pueda ser tramitado según las normas del principio del placer” (p. 87).
En el trabajo Acerca de la angustia en Freud, Lacan y Winnicott (Canteros, 1998), propuse que la angustia como vivencia de desvalimiento en la situación traumática permitía repensar las angustias primitivas en Winnicott, como nuevas versiones de esa situación aportando una mirada enriquecedora, un espesor metafórico al concepto freudiano de gran riqueza para el trabajo clínico. Este sería un primer enlace entre el concepto de angustias primitivas y angustia traumática. Primer enlace con el pensamiento freudiano.
En ese trabajo incluí en el interjuego lo que considero la versión de desvalimiento traumático en Lacan. En mi lectura, Lacan continúa el giro en el pensamiento freudiano que lleva a la formulación de que la verdadera angustia de castración se da ante la castración de la madre. A partir de este giro desarrolla sus ideas acerca de la Castración del Otro simbólico, concepto que en este autor marca el fallo estructural del orden simbólico, y la asechanza también estructural del Más allá del principio del placer. Para decirlo en términos freudianos, el sempiterno acecho del Padre Gozador ante los fallos estructurales del Padre de la Ley de Tótem Tabú.
Volviendo a Freud, en la primera formulación la castración recae sobre el sujeto, pérdida del pene; en la segunda, la castración recae sobre el Otro materno. La castración de la madre remite al encuentro con la madre pulsional. Ahí aparece la angustia. Dentro de la primera acepción distinguimos la angustia de castración, como propia del terreno del complejo de Edipo correspondiente a la etapa fálica, en el que se instituye el superyó. En cambio, en las angustias primitivas de desintegración, de intrusión, de separación corresponderían a los fallos en la constitución del narcisismo, efecto de traumas primarios por falla de sostenimiento previo al estadio edípico, y a la temática de la castración. Si incluimos la segunda acepción de castración, donde la castración se corre del lado del sujeto al lado del Otro, las angustias primitivas ligadas sin duda a la constitución del narcisismo, a sus fallos, no dejan de articularse a la cuestión de la castración y la irrupción de la pulsión como traumática, incluyendo la temática de la intrusión pulsional de la madre por ausencia de mediación simbólica en el psiquismo materno.
Este déficit de castración simbólica en la madre la llevaría a exponer al infans en un encuentro a destiempo con la Castración del
Otro6. Este encuentro incide en la estructuración psíquica, en la constitución del velo simbólico imaginario (Lacan), en la estructuración del narcisismo, generando efectos de escisión, afectando la instauración de la represión primaria (Rousillon) fundante del Inconsciente. Dejo planteado este tema que puede dar lugar a interesantes reflexiones.
Si nos remitimos al entorno social, el discurso social actual coincide con esta figura de la castración del Otro simbólico, de la legalidad y su función de sostenimiento social. Estamos a merced de quedar en posición de objeto ante el goce del Mercado, ante la sobrecarga de estímulos inasimilables, efecto de las nuevas tecnologías, de los medios y de una compleja serie de fenómenos políticos y económicos, frente a los que podemos quedar expuestos a situaciones de desvalimiento traumático7.
Otro aspecto a considerar es la incidencia de los medios en una particular modalidad del tratamiento del dolor humano. Éste es alternativamente exhibido, ocultado y silenciado. Las imágenes del terrorismo y la guerra con Irak son un ejemplo de la “globalización” de este tratamiento del dolor humano, de su manipulación. Nos hallamos ante un vacío de la función de validación empática del dolor8, a la vez que padecemos sus efectos. Esta situación contribuye al incremento de la amenaza de desvalimiento traumático.
La angustia en la clínica
Ante este marco epocal, ¿cómo repensar la cuestión de la angustia en la clínica? ¿Qué hace un analista en su clínica ante la angustia? A veces, nos encontramos con pacientes que sienten intensas angustias. Otras, con la ausencia de angustia como afecto vivenciado por el paciente y el registro de la angustia del lado del analista, soportado a través de la contratransferencia, como sucede en las patologías de escisión, en la obra de Winnicott, y como aparece en el terreno de la psicosomática.
¿Qué hace un analista ante estas situaciones? ¿Interpreta sentidos? ¿Introduce construcciones a través de la palabra? ¿Verbaliza el registro afectivo nominando el afecto? ¿Interviene de otros modos ante este registro, además de verbalizar o, a veces, en lugar de verbalizarlo?
Desde diferentes líneas teóricas dentro del psicoanálisis, entre las que se inscriben Winnicott y Lacan, ante ciertos desafíos clínicos donde aparece la angustia del lado del analista, nos encontramos con un quehacer del analista que puede incluir o no la palabra pero, en tal caso, no en tanto su valor como vehículo de un sentido reprimido o construido. Dentro de esta línea de intervenciones, encontramos las ideas acerca del acting y el acto analítico en Lacan y las de sostén, manejo y confiabilidad del marco en Winnicott, ideas entre las que he trazado un puente en capítulos anteriores.
Recordemos que Winnicott en la conducta antisocial invita a detectar la esperanza contenida en la agresividad o molestia del antisocial, que busca recuperar los cuidados hogareños del sostén arrebatado. Un sostén vivenciado y que fue abruptamente perdido en un momento madurativo en que se esboza la capacidad de registrar la deprivación ambiental. Ante estas situaciones postula el valor del manejo, que consiste en ofertar un sostén firme que sobreviva a los embates de agresividad. Lo esencial es recuperar la confiabilidad del marco a través del manejo adecuado. Esta capacidad de manejo dependerá del modo de tramitación de la angustia del analista ante estos desafíos.
Dentro de su teoría acerca de los tres registros: Simbólico, Imaginario y Real, Lacan entiende el “acting” como un llamado al “Gran Otro de la Ley”, del “Orden Simbólico”, como una interpelación al Otro al sentirse a merced de quedar identificado con el “resto”, el “desecho”, una de las versiones del objeto a, sin morada en lo simbólico. Interpelación que toca el enigma humano acerca del lugar en el Deseo del Otro.
Podemos ver en ambas descripciones, más allá de las diferencias intrateóricas, una amenaza de “exclusión”, de “caída”, de “desalojo”, y un llamado angustioso de sostén. Ante este tipo de cruces interteóricos, podemos plantearnos si no hay un riesgo de caer en un reduccionismo, donde se pierde la riqueza que cada concepto guarda dentro de la coherencia intrateórica. En mi opinión, estas críticas, si bien pueden responder a un deseo de preservar la claridad conceptual, pueden surgir ante un temor al borramiento de las diferencias entre los conceptos, efecto de la utilización de una lógica binaria basada en el principio de no contradicción, profundamente arraigada en nuestra condición de sujetos modernos provenientes de una tradición de pensamiento occidental regida por una lógica identitaria. Por ello, propongo la utilización de una lógica que trascienda el binarismo. Una lógica que “tolere la paradoja al modo winnicottiano” para abordar la intertextualidad dentro de las diferentes teorías vigentes hoy en el psicoanálisis.
En La angustia en Freud, Lacan y Winnicott (1999) sostuve que esta lógica que tolera la paradoja permite que se produzca un interjuego —en este caso Winnicott-Lacan— productor de un plus de significación; un “espesor metafórico” que enriquece nuestro trabajo clínico. Además de marcar diferencias desde la lógica identitaria, con la lógica que rige la transicionalidad, podemos rescatar los matices que aporta cada perspectiva, cada punto de vista. Hablar de matices nos lleva a ir más allá del logos, a establecer puentes entre lo inteligible y lo sensible. Accedemos de este modo a otro pensar, un “sensible pensar” tan necesario en el mundo actual y en la clínica actual.
Creo que de este modo nos inscribimos dentro de corrientes actuales del pensamiento contemporáneo, que nos traen una dimensión lúdica del pensar y una toma de distancia con el pensamiento sistemático regido exclusivamente por la razón y por lógica de la identidad. En el artículo La resistencia del pensar (2006) Cragnolini trae la idea de “razón imaginativa”. Sostiene que la razón busca lo universal, en tanto “La imaginación multiplica perspectivas, recoge sentidos diversos, teniendo en cuenta precisamente las singularidades; lo característico de una idea de razón imaginativa sería la posibilidad de abarcar sin síntesis, sino en estado de tensión constante ambos aspectos, lo universal y lo singular […]”
Y agrega:
Lo propio del perspectivismo […] la generación de perspectivas implica la posibilidad del cambio de las mismas, de acuerdo a las circunstancias y a su valor “al servicio de la vida”. Esa necesidad de los nihilistas decadentes (Nietzsche) de detenerse en los “extremos” es una voluntad de aseguramiento de lo real […] enmascarada en la idea de voluntad de verdad. El carácter provisional de las perspectivas […] no busca seguridades últimas, fundamentos […] opera a partir de un continuo movimiento que genera sentidos como modo de enfrentamiento con lo caótico, pero que recrea esos sentidos en una tarea continua de disgregación de los mismos. (p. 20)
Pensar desde la Shoa significó un llamado a cuestionar ese pensar instituido.
Volviendo a la relación entre acting y conducta antisocial, vemos también en ambos autores una propuesta de un quehacer por parte del analista que va más allá de la labor interpretativa. Así como Winnicott nos habla del manejo y de la confiabilidad del marco, Lacan comienza a desarrollar sus ideas en torno a la angustia del analista y del acto analítico, como modos de ofertar ese sostén en el deseo que muchas veces define un proceso analítico.
Es significativo que Margaret Little, prestigiosa analista paciente de Winnicott, sea tomada por Lacan en el Seminario de la Angustia, como ejemplo de lo que un analista hace cuando puede contactar con la angustia en su clínica, tramitarla y transformarla en acto creativo. Recordemos a Frida, una paciente de Little. Era una mujer que no tuvo lugar en el deseo de sus padres. Estando en análisis, se entera de la muerte de su amiga Ilse y ahí se produce un cambio transferencial, no habla, sólo llorar desconsoladamente.
Little (2017) relata sus infructuosos intentos, su utilización de diferentes líneas interpretativas intentando utilizar todos sus conocimientos sobre el duelo brindados por su formación:
Nada de esto la alcanzaba, estaba totalmente fuera de contacto […] Después de cinco semanas, su vida estaba en peligro, ya sea por riesgo de suicidio o agotamiento, de alguna forma tenía que llegar a ella. Por fin le dije lo muy doloroso que era su angustia, no solo para ella y su familia, sino que para mí. Le dije que nadie podía estar cerca de ella en ese estado, sin verse profundamente afectado. Yo sentía pena con ella y por ella en su pérdida. El efecto fue instantáneo y muy grande. En menos de una hora se tranquilizó, se tendió en el diván y lloró tristemente. (pp. 114-115)
Lacan nos muestra cómo en este caso es la analista la que toca la angustia. Ella también se encuentra en situación de desvalimiento, dado que no le son suficientes sus recursos simbólicos, aquellos que le brindó su formación como psicoanalista. Little entra en contacto con ese desvalimiento inicial, que sería la verdad última en el ser humano. No importa tanto lo que dice, su formulación desde la palabra, lo que importa es desde dónde lo dice. Es a partir de este acto que se produce un viraje en la situación transferencial que es interpretado por Lacan a partir de esa angustia del analista, angustia que “no miente”. La paciente registra que hay deseo, deseo en tanto lugar en el Gran Otro, donde ella puede alojar su objeto “a” para dejar de serlo. Se anida en el deseo y recupera su condición de sujeto. Así, tiene un lugar donde alojar su desvalimiento.
En este punto, recordemos fragmentos del valioso testimonio de Little acerca de su análisis con Winnicott, dado que da cuenta de la posición ante la angustia del propio Winnicott como analista. Dice Little:
Me dejaba entrever lo que un análisis como el mío exigía de él. Exigencia que él estaba dispuesto a atender y no sólo bajo la condición de que el análisis resultara exitoso. Él debía soportar la angustia, la culpa, el dolor y la pena, la inseguridad y la impotencia. Él debía soportar lo insoportable. Debía, además, asumir toda la responsabilidad. (2017, p. 63)
¿No es esta una descripción acerca de soportar lo traumático? Y ¿cuál es el núcleo de la angustia en Freud? La situación de desvalimiento ante el trauma. El hallarse sin recursos en situación de desvalimiento ante los estímulos, especialmente los pulsionales. No poder tramitarlos por el principio del placer.
Estos fragmentos dan cuenta de cómo la angustia, lo insoportable a soportar va quedando del lado del analista. Éste genera efectos al poder albergarla en la transferencia y poder transformarla en sensibilidad, capacidad de inquietud, responsabilidad y en acto creativo. Esto llevó a Winnicott, según relata Little, a poder soportar el silencio y el llanto, a quitarle las llaves de su auto; a llamar a una amiga para que la sostenga. Y también lo llevó a internarla. Desde la posición subjetiva de poder estar sin recursos consabidos e ir creando su clínica y sus aportes.
Vemos cómo se abre un campo de indeterminación de nuestro quehacer, más allá del determinismo inconsciente, campo que la clínica de la angustia torna imprescindible. Podemos preguntarnos ¿cuál podría ser un denominador común de este quehacer? ¿Sería un quehacer que “aloja”, le otorga heim, hogar, morada a lo unheimlich, núcleo traumático, objeto a? ¿Dónde lo aloja? En la transferencia, brindando holding, soportando la transferencia, alojando en ella, incluso, la angustia no sentida por el paciente realizando su acto, su gesto creativo en el devenir transferencial.
Este quehacer del analista que brinda un lugar para alojar lo traumático establece una diferencia frente al efecto desubjetivante del entorno epocal, que amenaza con exclusión, desempleo y desalojo. Esta diferencia genera efectos de subjetivación, brindando confianza y credibilidad9.
Creo que este interjuego entre la perspectiva de Winnicott y la perspectiva de Lacan nos permite, en la dirección de la cura, tener en cuenta la importancia de que el encuentro con esa dimensión traumática de la condición humana ligada con la dimensión pulsional se produzca en el punto del proceso, que permita que la angustia dé lugar al nacimiento subjetivo y no a una reiteración traumática en transferencia. Detectar el cuándo y el cómo se da ese encuentro en la clínica define, muchas veces, el destino del proceso analítico. Creo que cuando Winnicott nos habla de holding apunta, precisamente, a poner en primer plano esta cuestión. Sus ideas de ilusión, omnipotencia, estructurantes, el ser femenino y el hacer masculino, el respeto al ritmo del paciente, el valor de la identificación sensible, el valor de tolerar la paradoja, como base de la transicionalidad. La utilización de los fallos del analista como modos de ir subjetivando en transferencia son aportes invalorables que enriquecen este aspecto fundamental del proceso analítico; los modos y efectos del encuentro con lo traumático. Le debemos al pensamiento de Lacan el acento en el carácter estructural del fallo del Orden simbólico, de la legalidad y el inevitable encuentro con “eso” traumático, esa dimensión de objeto que, a veces, pero no siempre, se ubica en el fantasma y que un análisis debe intentar llevar al punto de tornarlo causa de deseo. Creo que Winnicott enriquece esa clínica donde no se logró estructurar el fantasma y donde la amenaza de quedar identificado al objeto se consumó, dejando secuelas de escisión.






