- -
- 100%
- +
¿Podemos pensar que a veces las adhesiones teóricas inclinan unilateralmente la perspectiva hacia el extremo de velar excesivamente lo traumático, con un aporte que abusa del sentido sin considerar el límite de lo historizable, o con un holding mal entendido propiciando un análisis interminable o hacia un exceso opuesto que, pretendiendo generar efectos de corte apure el encuentro con lo traumático, sin el tino y el tacto que requiere la singularidad de cada encuentro? ¿Podemos pensar que los nombres de “angustia primitiva”, de “aniquilación”, de “desintegración”, de “angustia señal” serían los nombres de esa vivencia testimonio de cómo se dio ese encuentro en cada sujeto? Estas ideas nos permiten pensar en la posibilidad de incidir en la constitución de la angustia, señal deficitaria o inexistente en el psiquismo de algunos pacientes, tema preñado de consecuencias en el terreno de la psicosomática, según lo he podido comprobar en la clínica con pacientes que padecen alergia y asma en la que investigo desde 1973.
El contexto epocal nos lleva, hoy más que nunca, a reconsiderar y a revalorizar el incluir en nuestro quehacer ese “alojar en transferencia”, aportando esa dimensión de espera ausente en el discurso social. Incluir esa paciente dimensión de espera que va construyendo un paciente de análisis. Poder estar sin recursos, sin echar mano a los recursos consabidos para obturar la angustia. En ese caso, estos “recursos” pueden obturar nuestra creatividad, e ir creando el modo de intervención oportuno a la singularidad de cada encuentro e, incluso, llevar a reiterar la situación traumática en transferencia. Este es un punto de urgencia de nuestra clínica actual.
Me interesa contribuir con estas reflexiones a la idea de que fortalecer el pensamiento psicoanalítico cursa por poder tomar el aporte de cada perspectiva en una tarea interteórica dentro del psicoanálisis e interdisciplinaria con otras corrientes del pensamiento contemporáneo. Creo que lo que hoy está en juego es la dimensión subjetiva de la condición humana y el motivo es suficientemente fuerte como para que nos escuchemos entre nosotros y escuchemos a otros, que es escucharnos también como otros; marca fundacional de la creación freudiana, comprometidos en un esfuerzo de recreación constante de nuestra teoría abonada por nuestra práctica clínica.
APUNTES ACERCA DEL SUJETO, EL EGO Y EL SELF. PUNTUACIONES PARA PENSAR LA CLÍNICA DESDE DISTINTAS PERSPECTIVAS
La idea de sujeto es solidaria del concepto de Inconsciente.
Es el sujeto de deseos reprimidos, no sabidos pero actuales y activos, el que entra en conflicto con las aspiraciones conscientes, aspiraciones del yo, marcados por el Ideal del Yo o Súper Yo. Lo anterior, subraya la escisión estructural humana, el inconsciente. De ese modo se pone en cuestión la idea de individuo, de coherencia, de autoconocimiento, de psiquismo igual conciencia. De ahí la herida narcisista que representó el descubrimiento del Inconsciente.
En Lacan el inconsciente denota la sujeción al Otro del lenguaje a los significantes que alienan a la vez que constituyen a ese sujeto. Desde la perspectiva estructural, sujeto es un lugar entre S1 y S2, lugar evanescente que se manifiesta en los equívocos del lenguaje y que convalida la utilización de la asociación libre como método en el ejercicio del psicoanálisis. Sujeto barrado como vacilación subjetiva ante la emergencia de esos equívocos; vacilación del desconocimiento yoico en tanto desde “ese yo se cree saber lo que se dice”.
Cuando hablamos de sujeto, hablamos de deseo. Damos por sentado una estructuración psíquica. Un aparato psíquico compuesto por instancias, ya sea que consideremos la primera o la segunda tópica freudiana.
Esta estructuración lleva implícita una legalidad que da cuenta de esa estructuración. Esta legalidad puede ser descripta desde Freud en términos de represión, atravesamiento del Edipo y constitución del Ideal del Yo o Súper Yo. En Lacan, en términos de función simbólica de Nombre del padre y Metáfora paterna. Redescripciones de una legalidad siempre fallida, pero vigente en tanto permite una estructuración psíquica y la existencia del deseo y la represión.
Winnicott nos habla de necesidades del ego, idea aplicable a la extrema inmadurez, al hilflosigkeit freudiano, a la extrema dependencia de la cría humana y al riesgo inminente de trauma ante la ausencia de un Otro primordial que sostenga la inmadurez, la asista. Es una idea aplicable a la asistencia de los estados ligados al trauma, al dolor más que al deseo y al conflicto. Al trauma como factor desestructurante, desubjetivante. En su teorización, necesidades del ego quiere decir necesidades ligadas a la dependencia del Otro, efecto del estado de inmadurez y/o de amenaza de desvalimiento traumático. Aquello que el Otro debe registrar y aportar para la consecución del proceso de subjetivación. Ese aporte Winnicott lo llama sostenimiento. El desarrollo del ego apunta a considerar la dimensión temporal, el proceso que crea las condiciones de subjetivación.
¿Cómo entender su idea de maduración? Esta idea puede asociarse a una maduración preformada, instintual. Desde una perspectiva estructural se puede desestimar la maduración asociándola a esta primera acepción.
La teoría del desarrollo del ego nos lleva a pensar en un cuerpo inmaduro humano, requerido de significaciones en acto. ¿A qué podemos llamar significaciones en acto?, al cuidado corporal, al holding, al handling necesario, imprescindible para cumplir un desarrollo madurativo llamado proceso de integración. La maduración, entonces, se produce en el particular interjuego entre lo que el infans, la nueva subjetividad a construir trae, y lo que el Otro le significa en el modo de asistirlo.
El ego, Yo, alude al carácter de unidad al que conduce la tendencia a la integración. Es aquella parte de la personalidad que logra concebirse como unidad (Winnicott, 1965). El Otro, en los inicios, debe aportar para la consecución del proceso subjetivante la experiencia de ilusión, esa paradigmática experiencia de hallar-crear el objeto. Ese ser uno con la madre que permite velar, desconocer todo registro de diferencia en estado de extrema inmadurez (yo-no yo, interno- externo). Primero, ilusión estructurante, condición de ir subjetivando acompañado de una progresiva desilusión estructurante que permite el registro de diferencias acorde al ritmo madurativo del crecimiento.
El atender las necesidades del ego en la clínica permite considerar si hay un ego que logró diferenciarse, o que no llegó a este estado. No alcanzó el “yo soy”. Tener en cuenta esta diferencia, considero que es fundamental para que las intervenciones sean adecuadas. Permiten distinguir cuándo atender al sujeto y trabajar con el deseo, y cuándo atender las necesidades del ego y sostener ante la emergencia del dolor de lo traumático, ya sea que el trauma esté en relación con injurias tempranas, que llevaron a un déficit en la estructuración, o con fallos en el sostenimiento social que producen efectos traumáticos, amenazando las estructuraciones alcanzadas.
Ideas como integración, unidad, pueden despertar resquemores de retorno a la idea de individuo, dejando de lado la escisión estructural contenida en la idea de inconsciente. Aclaremos que, en este contexto, integración del yo como unidad, implica la posibilidad de delimitación del otro materno con quien se tuvo la ilusión de unidad. Otro materno que supo “jugar” a ser uno con el infans, para velar la indefensión de la inmadurez y llevarlo a ser uno diferente y diferenciado. Ese logro es efecto de un buen sostenimiento que integra la idea de legalidad y sensibilidad en el modo en que esta legalidad se va ejerciendo.
Si pensamos, desde el marco de la perspectiva estructural, la perspectiva del desarrollo nos permite considerar cómo se va subjetivando esa estructura, tanto en el proceso de constitución subjetiva como en la situación clínica. El self, dice Winnicott, “es el potencial heredado que experimenta una continuidad del ser y adquiere a su propio modo y a su propia velocidad una realidad psíquica y un esquema corporal personales” (1965, p. 59), y que
no es el Yo, es la persona que soy yo y solamente yo, que tiene una totalidad basada en el funcionamiento madurativo. Se halla ubicada en el cuerpo, pero puede disociarse del cuerpo. Se reconoce a sí mismo en los ojos y en la expresión del rostro de la madre como espejo. La vida del self es lo que otorga sentido a la acción y al vivir. (Winnicott, 1991, p. 322)
Entiendo que la idea de self marca una perspectiva que considera que cada subjetividad porta algo único, singular, que debe ser reconocido por el Otro asistente como modo de reconocimiento primario de su alteridad. Reconocimiento en acto, en el trato, en el modo de respetar el ritmo singular, el “gesto espontáneo”.
El rostro materno puede ser el espejo que registra al infans en su singularidad irreductible, o puede no serlo, dado que también puede imponer su propio gesto. Las incidencias clínicas de esta idea permiten ejercitar una escucha sensible, brindar un modo de trato adecuado. En estos niveles, la significación no pasa sólo por la palabra dicha, como con el infans en la etapa pre-subjetiva, sino que en la oportunidad, el tino, el tacto y el modo de sus intervenciones.
EL NACIMIENTO DEL SELF EN LA CLÍNICA. TESTIMONIO DE REIK DE SU ANÁLISIS CON FREUD10
el sentido del self basado en la experiencia de vivir
como una persona aceptada.
(Winnicott, 1991, p. 322)
El buen sostenimiento, la respuesta al gesto espontáneo, y al ritmo personal, brinda la posibilidad de vivir desde el Self, del verdadero self. De sentirse vivo, primer sentido que da sentido a todos los venideros. Da la posibilidad de creer, de confiar y de crear. Los fallos del sostenimiento, el ingreso a la vida desde una posición de sumisión y acatamiento conducen a un vivir desde un ser falso, un reaccionar primario en lugar de un ser y existir, espontáneo, personal. El sentimiento que acompaña este falso self que sucumbió a la defensa de escisión Winnicott lo llama sentimiento de futilidad, escepticismo vital, efecto de no poder creer, de no poder confiar que lleva a sentir que la vida no vale la pena de ser vivida. Sus derivas pueden llevar a las búsquedas vicariantes de sentirse vivo a través del consumo de drogas, de la hiperactividad y de otro tipo de adicciones. También puede llevar a buscar ser atacado y reaccionar, como modo de sentir, de sentirse vivo y real, situación que detectamos en las llamadas patologías actuales. Vemos también el incremento de depresiones, expresión de ese sentimiento de futilidad.
Entorno social y modos de subjetivación
El entorno social y sus cambios geopolíticos, científico-tecnológi-cos, económicos inciden en los modos de darse la subjetividad. Si pensamos con Foucault, en tiempos de la biopolítica, ya no interesamos como individuos a disciplinar como en el Paradigma de la Soberanía sino como integrantes de flujos poblacionales. En tiempos de la soberanía y su versión pater-familia, la amenaza era el castigo ante la trasgresión o indisciplina, en los tiempos actuales la amenaza es ser dejado caer por pertenecer o no pertenecer, a regiones, poblaciones y su relación con las fluctuaciones del mercado y sus necesidades económicas. Bajo esta lógica, la amenaza es el desempleo, la pérdida de competitividad, quedar fuera del sistema, caer en situación de desamparo (Freud), ante la indiferencia del otro del mercado. ¿Qué muestra la subjetividad actual? ¿Que muestra el cuerpo hoy (el cuerpo como sede del Self)?
Hoy escuchamos desesperanza, descreimiento del Otro ante esta situación traumática que en grandes sectores se va naturalizando, y va produciendo efectos de desensibilización, escisión, y refugio en nuevas fantasías epocales de invulnerabilidad. Vemos cierta docilidad patética del self frente a esta amenaza que se manifiesta como una entrega a los excesos de la demanda laboral, incrementados por los efectos de estar permanentemente conectados, efecto de las nuevas tecnologías. Surgen ataques de pánico, depresiones, afecciones en el cuerpo, injuria a las condiciones necesarias para ese sentimiento primario de sentirse vivo y real.
En la actualidad, se complejizan las estrategias en la medida en que se complejizan las relaciones de poder. El poder judicial representante, según Foucault, del paradigma de la Soberanía, donde el soberano castiga la transgresión, hoy retorna y condena, encarcelando a los contrincantes. Nuevos modos de entrecruzamiento entre las estrategias del poder soberano y de la biopolítica. El dejar caer convive con criminalizar al contrincante.
En este contexto, la pregunta que surge es la siguiente: ¿Cómo ejercer hoy el psicoanálisis para atender y responder a este contexto epocal y a sus efectos en la subjetividad? Creo fundamental la plasticidad, la maleabilidad del analista, de su encuadre, como primer modo de respuesta que dice: te escucho tal cual eres y puedes “estar con” y así respondo a tu llamado. Si esperamos al paciente “neurótico clásico” reiteramos otra experiencia donde rige esta lógica del descarte. Creo que es necesario un darse, un brindarse abierto mucho más incierto, un poner el cuerpo como modo de brindar al paciente la experiencia de ser “alojado” en transferencia11, investido. Esta condición, si bien siempre es necesaria, creo que hoy es imprescindible. El paciente de hoy necesita ser escuchado y además necesita ser alojado, condición que lo rescata de la amenazada y los efectos del desamparo contemporáneo.
Debemos abocarnos a revisar la temática del amor en transferencia desde esta perspectiva. El amor como cuidado del otro en el trato singular con cada paciente y en cada momento, pero también, en un “dar lo que no se tiene”, poder estar sin recursos consabidos, pero eso sí, estar, no dejar caer, “sobrevivir”, testimonio de que hay lugar en el deseo. Un más allá de toda posición programática dura. Margaret Little muestra esta temática en su testimonio de su análisis con Winnicott al establecer un paralelo entre el análisis con la señora Sharp, muy adscripta a lo instituido por el psicoanálisis Kleiniano vigente en su época y en su entorno, y el análisis con Winnicott. Lo muestra también en el caso de su paciente Frida. Ella, como analista12.
Si bien el tema del self, solidario de la importancia de la adecuación del otro en Winnicott, surge por su interés por la patología de escisión, creo que es un aporte a tener en cuenta también en el campo de las neurosis. La amenaza de quedar en la situación de desvalimiento traumático forma parte de la vida y siguiendo lo que sostuvimos en relación a la sociedad actual, es una amenaza que también afecta a aquellos pacientes que tienen un funcionamiento a predominio neurótico. Por estas razones me interesa traer el testimonio de Theodore Reik que me parece un verdadero hallazgo.
Una experiencia de hallar- crear el deseo
El testimonio de Reik y su análisis con Freud es a mi modo de ver un ejemplo del ejercicio del análisis que tiene en cuenta la dimensión del self.
Este testimonio de un análisis de Freud por Reik, su paciente, nos permite acceder a un Freud trabajando en los inicios del psicoanálisis, relatado por un analista de la talla de Reik, que participó junto al maestro, en los orígenes del nacimiento del psicoanálisis. Muestra una experiencia psicoanalítica viva. Un Freud creando psicoanálisis. Un Freud real, habitado por su ambivalencia con su vecino vienes Schnitzler, escritor que también incursionaba desde la literatura en la oscuridad del alma humana. Por qué no pensar que es precisamente a partir de conocer su ambivalencia por su autoanálisis que consigue un cierto saber-hacer con ella, a partir del cual capta la ambivalencia de su paciente, sabe del doloroso trabajo de aceptarla y soportarla. Es ese saber que se traduce en la sesión en adecuación y sensibilidad en el modo de aproximar el deseo inconsciente a su paciente.
El self en los comienzos es reunir las condiciones de sentirse vivo. Ese es el primer sentido el que le da sentido a todos los sentidos en la vida. Un sentirse vivo coproducido entre el infans y la madre suficientemente buena, heredero de la adecuación y sensibilidad de la madre. Cada vez que logramos adecuación y sensibilidad estamos dando nacimiento, fuerza, vigor al self del paciente. Cada vez que logramos ejercer el manejo de la transferencia, captando desde una escucha sensible que necesita el paciente, le damos cabida a aquello que no tuvo lugar en los tiempos primordiales del nacimiento del self. Hacemos diferencia en la repetición y generamos una mayor fuerza, intensidad en la capacidad de investir. Dicho en los términos de nuestra convocatoria, facilitamos que el verdadero self se atreva a investir. Vamos construyendo un creer y un confiar que hace que la vida valga la pena de ser vivida.
Reik relata que súbitamente cae enfermo. Le sobrevienen mareos, opresión en el pecho. La más vívida sensación de muerte, se pensó en algo cardíaco. Luego de meses de padecer se lo comenta a Freud, que le dice que no cree que sea una afección cardíaca, era demasiado joven para padecerla. Reik le pide tratamiento a Freud. Hoy pensaríamos en un paciente con un ataque de pánico. A medida que avanza su tratamiento, Reik le cuenta una de sus angustias en relación a su mujer y le confiesa haber conocido a una muchacha que le despierta atracción, y de la ocurrencia de divorciarse para casarse con la joven, afirmando que no se puede divorciar de alguien que está muy enfermo. Le relata que permanece todo el tiempo libre al lado del lecho de su mujer, Freud le dice: “quizás sería mejor quedarse solo un momento, algo así como un cuarto de hora, y luego ir a otra parte, y volver al cabo de un tiempo para permanecer junto a ella solo durante unos instantes”. (Reik, 1956, p. 209)
Podemos pensar que, con esta intervención, Freud le aporta una nueva perspectiva que difiere de la mirada acusatoria del Superyó. Funciona como “aliado”, que le avala poder “faltarle al otro”, ante la emergencia de su deseo y su imposibilidad de alejarse. Es una intervención que ejerce una función de corte y de protección ante la incidencia imperativa del Otro que va afectando y amenazando a Reik con sensaciones vívidas en su cuerpo. Lo protege frente a la posición de acatamiento a un Superyó que afecta el poder sentirse vivo y seguir vivo. Poder poner distancia vital, para continuar su despliegue vital.
Promediando una sesión en que continuó contando sus malestares, dudas, remordimientos y contradicciones, Freud se mantuvo escuchando en silencio, hasta que le plantea la siguiente pregunta: “¿Recuerda usted la novela el asesino de Schnitzler?”, casi al final de la sesión en voz baja pero firme (Reik, 1956, p. 211).
El modo de aproximar el deseo a partir de una pregunta sobre una novela de Schnitzler, es un modo de responder al self de Reik. ¿Por qué? Una pregunta. Apenas una alusión, hecha con tino, con el tacto que surge de la identificación empática de Freud en el modo de aproximar el encuentro con el deseo que, enfrentado de otro modo, hubiera sido negado al producir un efecto traumático por lo inaceptable desde la lógica excluyente del superyó de Reik, reforzada por las características del discurso de su época. El que fuera una novela y el asesino el personaje de una novela, redoblaba el carácter ficcional del asesinato, además de permitirle a Reik la identificación de su deseo con el del asesino de la novela. Lo ficcional, como el jugar, va trazando un puente entre los efectos deseados y temidos de la omnipotencia del deseo y su ejecución real.
Dice Reik: “la interpretación indirecta efectuada mediante la mención de la novela de Schnitzler me acercó a la solución, pero al hacerlo me produjo la impresión de que yo mismo había encontrado la fuente secreta de mi conducta. Reconocí mi propia imagen en el espejo de la novela de Schnitzler” (1956, p. 224) ¿No es esta una sorprendente descripción de la experiencia de “hallar-crear” el objeto, “hallar-crear” su deseo, permitiendo que la experiencia sea personal, desde el self y no reactiva?
Winnicott dice que el Self se sostiene en el rostro y la mirada de la madre. Reik dice:
Reconocí mi propia imagen en el espejo de la novela, pero comprendí sólo unos pocos segundos más tarde que se trataba de una imagen distorsionada, comparable a las que uno ve en los espejos cóncavos y convexos, en los que las manos y los pies aparecen grotescamente agrandados. Allí me topé cara a cara conmigo mismo, pero al mismo tiempo supe con certeza que no se trataba de mi rostro real, sino uno que imaginaba o temía tener. Ese no era yo, sino la forma en que me había concebido inconscientemente como un implacable asesino. Esta interpretación indirecta me permitió identificarme con Alfredo (el personaje de la novela). Lo vi como una potencialidad mía, pero también tome consciencia de la distancia que me separaba de él (…) Después de haber sentido cuán cerca estaba de Alfredo en mi imaginación, reconocí cuán lejos me encontraba de él en los hechos. (1956, p. 225)
Freud, sabe devolverle una nueva imagen. Lo que Reik ve en el decir de Freud es lo que Freud ve en él. Lo ve teniendo deseos asesinos pero no por eso siendo un asesino, le brinda la experiencia de ser amado tal cual es, sin condiciones, aceptando todos sus deseos y sus contradicciones, situación que en los inicios permite el despliegue del self, de su dimensión pulsional, incluida su agresividad primaria13, su fuerza vital. Este modo de aproximación al deseo le permitió a Reik su apropiación acorde a su ritmo, a sus posibilidades. Logró también evitar el efecto de comprensión intelectual ligado a la actividad mental escindida del psique-soma (Dadas las ideas obsesivas de Reik, es interesante tomar este testimonio para el abordaje de la clínica de la neurosis obsesiva). Este ejemplo clínico lo podemos entender como un modo adecuado a la singularidad de Reik, modo creativo de interpretar el deseo que permitió la experiencia de apropiación personal, que es la que da nacimiento al self.
Bien podemos afirmar que Freud con sus intervenciones lo rescato del pánico. Pánico ante ese Súperyó que lo condena a morir y que compromete su cuerpo, no le da tregua. Escuchemos el relato del alivio y de la sensación de un volver a vivir. Dice Reik
Después de despedirme de Freud, salí a la calle en esa tarde de verano y caminé sin rumbo fijo durante varias horas por las calles semirurales de los suburbios vieneses. Me sentía extrañamente tranquilizado y alentado. No sólo había establecido una distancia con respecto a mi propia experiencia, sino que también comenzaba a aceptarme a mí mismo. Era un sentimiento edificante, como sólo había experimentado después de algún logro. Pero esta sensación de fortaleza y de nuevo coraje no era el resultado de ningún logro, sino del alivio con respecto a la presión de los sentimientos de culpa inconscientes. Mientras caminaba por las calles familiares, y por las colinas de Doebling y Grinzing, comprendí que me había convertido en la víctima de esos terribles ataques, y tuve la certeza de que no volverían. Nunca se repitieron. (1956, p. 225)
Creo que este material es un interesante testimonio para seguir pensando la clínica del Superyó. Encontramos en Freud conceptos como la resistencia del ello, la resistencia del Superyó, viscosidad de la libido. Estos conceptos surgen frente a los obstáculos, los impases de la clínica creada a partir de la neurosis de transferencia. Creo que ideas como las que aquí presento a partir de la clínica en Freud, la idea de que el analista pueda brindar la posibilidad de hallar-crear el deseo, parafraseando a Winnicott, a partir de su modo de intervención, pueden contribuir a franquear esos topes.
EL DIAGNÓSTICO EN WINNICOTT, UN INTER-JUEGO CON LACAN: APUNTES
Intentaré abordar los siguientes interrogantes:
1) ¿Cuáles son los parámetros desde los cuales Winnicott establece sus criterios diagnósticos? ¿Cuál es su postura en relación al tema y su incidencia en la cura y en el quehacer psicoanalista?
2) ¿Cómo correlacionar las ideas de Winnicott con la concepción en Lacan de estructuras diagnósticas: psicosis, perversión, neurosis?
3) ¿Cuál es, a mi modo de ver, una posibilidad de enriquecimientos a partir del inter-juego entre ambos abordajes?






