Historia de la Brujería

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Por otra parte, ¿no malefician los primitivos australianos con una especie de palo puntiagudo similar al de la escoba, que envía la muerte con solo apuntar en dirección a la víctima? Es como una especie de aguijón mágico que, de forma inexorable se clava en el alma del enemigo.
El misterioso ungüento
El famoso ungüento brujeril que según las leyendas las hacía volar montadas en sus escobas y también tenía la supuesta propiedad de transformarlas en animales no era confeccionado con grasa de niños como fueron acusadas, sino con acónito, belladona y mandrágora, plantas alucinógenas.
El acónito produce en la piel una sensación de frío que provoca la ilusión de hallarse volando entre vientos desatados, en tanto que la segunda excita en gran manera la fantasía, provocando delirios oníricos y espeluznantes visiones. Las brujas no solo se untaban ciertas partes del cuerpo, sino que tomaban ciertas pociones para adormecerse y volar en alas de su fantasía.
El misterio de la mandrágora
Pero quizás sea la planta alucinógena mandrágora, proveniente tanto de la región mediterránea como también del Himalaya y Grecia, la que más se asocie al mundo mágico, la más pasional, ya que tanto sus virtudes como su simple apariencia entran dentro del mundo mágico erótico. Sus raíces poseen la forma curiosa del macho y la hembra humanos, pegados uno a otro, y hay quien afirma que la mandrágora hembra separada de su macho posee la misma forma que el cuerpo femenino. Por lo que respecta a su aspecto externo, por si fuera poco, se asemeja a los testículos de los humanos. No era de extrañar que según las acusaciones, las brujas se restregaran la planta por sus genitales. Sus flores poseen un olor que recuerda al esperma masculino, aunque más pestilente.
Desde los tiempos medievales funcionaba tanto como sedante, como estimulante erótico por sus extraordinarios poderes afrodisiacos. Posee un alcaloide que se asemeja a la atropina. Sus propiedades alucinógenas, que estimulaban la imaginación, se encuentran tanto en las raíces, como en las hojas que usadas en poción servían para los imaginarios transportes a los aquelarres.

Representación medieval de la mandrágora
Aunque al parecer fue un hecho cierto,
pasó a ser un cuento
Érase una vez una bruja de la población de Waldshut en la diócesis de Constanza sobre el Rin que no habiendo sido invitada a la celebración de una boda por ser muy mala y detestada por las gentes de la región decidió vengarse. A tal efecto llamó al diablo, y una vez le hubo manifestado la causa de su enojo le pidió que desencadenase una tempestad para arruinar a fiesta a los novios y acompañantes. Satanás consintió en ello y la llevó a través de los aires a una colina próxima al pueblo. Allí al no disponer de agua que verter en un agujero, para lograr el maleficio, la bruja hizo un hoyo y depositó sus propios orines y después removió el líquido, lanzándolo a continuación al aire que se llenó de un nauseabundo olor provocando una tormenta de lluvia y pedrisco, que provocó la desbanda del festejo.
Al retornar a sus casas algunos comentaron haber visto llegar a la bruja con una risa sarcástica en su boca. Como había sido la única no invitada a la boda, la hizo especialmente sospechosa, se buscaron testimonios y no tardaron en aparecer unos pastores que confesaron haber presenciado la ceremonia de la colina. Se detuvo a la bruja y se le dio tormento y por este y otros maleficios fue condenada a la hoguera. ¿Conocieron esta historia Perrault o los hermanos Grimm?
Acusación, instrucción
de la causa y sentencia
En la tercera parte del Malleus parece que sus autores disfrutaron con fruición y morbosidad. Para iniciar una causa bastaba la acusación de un particular o la denuncia, sin pruebas, realizada por una persona envidiosa. Era corriente también abrirla por parte del juez, ante el rumor público. A veces basta el testimonio de un niño, así como el de algunos enemigos de la mujer acusada. Se recomendaba que el juicio fuera rápido, sencillo y definitivo. El juez se atribuía de plenos poderes hasta el punto de que era el único que decidía si un acusado tenía derecho a defenderse o no. Él es, asimismo, el que escogía el abogado defensor, poniendo tales condiciones que lo convertían en más acusador que otra cosa.
El tormento se debía usar libérrimamente y si todavía no se declaraba el reo culpable se acusaba al diablo de semejante situación. A finales del siglo XV no se admitía ya la ordalía y por desgracia, casi siempre el final es el mismo, la retractación y el arrepentimiento no libraban de la muerte al convicto. El brazo secular se apoderaba de él, cuando no es la misma justicia secular quien lo condenaba puesto que el crimen de brujería no era solamente religioso, sino también civil.

Imagen medieval de la ordalía del hierro candente
¿Qué era una ordalía?
Es una serie de pruebas judiciales de carácter mágico o religioso destinadas a demostrar la culpabilidad o inocencia de un acusado. Tuvieron gran difusión y predicamento hasta el siglo XIV, entre ellas se hallaba la denominada prueba del agua para descubrir a las brujas. La sospechosa debía quedar inmovilizada de tal modo que no pudiese hacer movimiento alguno. Generalmente se le ataban conjuntamente pies y manos y era lanzada en laguna corriente de agua. En el caso de que flotase, quedaba patente su condición brujesca. Y entonces podía aguardar lo peor de sus jueces, incluso confesando plenamente y abjurando de sus errores en cuyo caso podía haber un resquicio para la esperanza.
Puede decirse que el Malleus desde que entró en vigor hasta muy entrado el siglo XVIII fue desarrollando su contenido con las aportaciones de los juristas (en su mayor parte protestantes) comenzando a ser rebatidos por médicos, filósofos y teólogos renovadores, que terminaron por ganar la partida a los que sustentaban gran parte de las patrañas que llevaron a la hoguera a miles y miles de inocentes, con excepción del tema de las denominadas misas negras, a las que más adelante, nos referiremos extensamente.
Capitulo IV: La brujería en España
Al tratar sobre la brujería española nos encontramos con una especie de determinismo geográfico que distingue la brujería de la zona húmeda: meigas gallegas, sorguiñas vascas, brujas pirenaicas a las que añadiremos las bruixes catalanas y la brujería de la zona de secano que comprende a las hechiceras castellanas cuyo mayor representante sería la Celestina, aragonesas, andaluzas y extremeñas. Comenzaremos nuestro recorrido como las borrascas atlánticas: por Galicia.
Las meigas gallegas
Se ha escrito hasta la saciedad que Galicia es una tierra fértil para la brujería. A ello ha contribuido la estructura rural y marinera que se conservó hasta la segunda mitad del siglo XX, mientras la revolución industrial transformaba la faz de la Europa occidental. Estadísticas nos hablan de que en 1960 todavía el 76% de la población gallega se dedicaba a las labores del campo y del mar.
Aunque desgraciadamente cada vez quedan menos campesinos o pescadores gallegos que recuerden historias de las meigas o de diablos, de un pasado que casi fue ayer, no han desaparecido las feiticeiras o curanderas del mal de ojo (como las fetilleras catalanas) en las parroquias más recónditas del bellísimo terruño gallego, y hasta se sigue hablando de poseídos por el demonio que van a buscar su curación a algún santuario.
En la Edad Media tales historias se denominaban exempla (ejemplos) ingeniosos y divertidos para hacerlos más comprensibles al pueblo llano, tal como las recopiló en gallego el propio rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII.
Nuevamente hemos de repetir el dicho gallego de que “en la actualidad nadie cree que existan las meigas, pero haberlas haylas”.
Una meiga arrepentida
Recoge una leyenda que en los tiempos en que Jesús predicaba entre nosotros vivía una meiga muy famosa por sus artes brujeriles. Se llamaba Comba y como de sus artes sabía todo y más y, naturalmente, Jesús también, resultó que cierto día llegaron a conocerse (no importa dónde, si a orillas del Jordán o del Sil). Jesús le preguntó a dónde se dirigía y ella le contestó, sin ambages: “A dedicarme a mi mal oficio”. Entonces Jesús le replicó: “Enmeigar, enmeigarás, pero no meu reino non entrarás”.
Comba recapacitó y arrepintiéndose de sus gordísimos pecados consiguió la gracia del Señor, que a pesar de todo, la perdonó. Cuentan que en su memoria se erigió una iglesia en Ourense, Santa Comba de Bande que todavía se conserva en estilo visigótico y prueba la mezcla de carácter sacro y profano de las leyendas antiguas.
Características del demonio gallego
En Galicia, junto al Satanás malvado y siniestro, príncipe de las brujas, perseguido por la Inquisición, es creencia popular que existen otros demonios socarrones y divertidos, no del todo malos y hasta débiles, pues un pobre labriego con un poco de astucia sale airoso de ellos. El demonio posee en región histórica una gran variedad de nombres: demoño, democho, demoro, demóncaro, demoncre, demontre, demonche, demachino, dencho, déngaro, denllo, deño, diancre, diaño, diancho, diabro y diabo. Conserva los nombres propios de Lucifer, Luzbel y Belcebú. Perello, Perete o Perechose utilizan tanto para el diablo como para el trasgo (duende). Para evitar pronunciar su nombre, pues alguien puede creer que se toma como una invocación, se le conoce como Enemigo, Pecado, Maldito, Cornudo, Rabudo y Abelurio (persona molesta), Cachán (con el carácter de mujeriego) y Xuncras (como eufemismo de Judas).
El Padrenuestro de las meigas
Pai sodes noso escolhido
Para vos a gloria do.
Pai sodes noso soleante
Para a gloria vos a dar.
Pai sodes noso no xardín
Para a gloria nos a dar.
Amai vós este meu corpo
Para vosa alma consolar.
Amén.
Padre sois nuestro escogido
Para la gloria daros
Padre sois nuestro soleante
Para la gloria daros.
Padre sois nuestro en el jardín
Para la gloria darnos,
Amad vos este mi cuerpo
Para vuestra alma consolar.
Amén.
Como se llega a meiga
Como en tantos otros países, según los gallegos, las brujas nacen y se hacen. Adquiere esa condición la mujer que por voluntad propia, acude a una reunión de brujas en compañía de una madrina o protectora y recita el padre nuestro citado.
También llega a bruja la mujer que con ese fin da la mano a otra veterana en trance de muerte. En general las brujas son hijas de brujas. Es decir, la brujería se trasmite por herencia. Voluntarias o por nacimiento, las brujas reciben el poder del diablo. Se les reconoce por la señal que les marca en el ojo, un sapo o las patas les tiñe de amarillo azafrán las cejas, las marca con una uña en cierta parte del cuerpo y con la sangre vertida les hace reconocer en una cédula su dependencia en cuerpo y alma.
Al igual que las demás, las brujas gallegas han de besar el trasero de su amo, con esta acción simbolizan su acatamiento.
Historia del zapatero fisgón
Había una vez un zapatero que sospechaba de una de sus vecinas como practicante de la brujería, pues aunque la mujer intentaba taparse la cara, hiciera frío o calor, con el mantón que llevaba, en cierta ocasión dejó al descubierto el ojo izquierdo con una innegable marca de una pata de sapo.
El zapatero que era muy osado, deseoso de averiguar toda la verdad, la víspera de San Juan a medianoche se ocultó en la cocina de la meiga para fiscalizar todos sus movimientos. Así observó como aquella cogía de dentro de un armario un cuenco de barro y tras desnudarse se untó con un ungüento que se hallaba en el recipiente y acto seguido salió volando por la chimenea a caballo de una escoba.
Entonces el zapatero hizo lo propio y así mismo voló hasta donde lo había hecho su vecina. Allí asistió a una reunión de brujas que en círculo y por turno iban dando un beso en el trasero al cabrón.
El valiente remendón no deseaba ser descubierto y cuando llegó su turno, en lugar de besarle le clavó la lezna. El demonio pegó un horrible aullido mascullando: “¡Carallo, qué buenos dientes tienes!”.
Atributos de las meigas
Coinciden con los de su jefe: poseen cuernos, se las asocia con la tierra, con el aire enrarecido y con el humo en Galicia, son generalmente viejas, (lo cual no impide que puedan presentarse, según convenga, jóvenes y lozanas) nocturnas, negras, pestilentes, engañadoras y envidiosas. Por regla general, al igual que en otras partes, el carácter femenino de la brujería hace que predominen las brujas sobre los brujos.
En algunas aldeas se creía que eran los curas los únicos que podían verles los cuernos cuando al decir las misas en latín se volvían al pueblo para decir: “Dominus vobiscum”. Entonces también veían el humo que les salía de la cabeza.
Oración que contra las brujas
se recita la noche de San Juan
Todas as meigas levou
Peladas eran, peladas serán,
todas as meigas que andan polo chan,
peladas son, peladas eran,
todas as meigas que andan pola terra
Todas las meigas llevó
Peladas eran, peladas serán,
todas las meigas que andan por el suelo,
peladas son, peladas eran,
todas las meigas que andan por la tierra.
Queda clara la relación de las brujas con la tierra, y para defenderse de su ataque se clavaba una navaja en el suelo para que por el agujero se metieran en la tierra y una vez tapado no volvieran a salir.
En cuanto a lo de peladas, lo son por el hecho de que emplean sus propios pelos (sobre todo los del pubis) para la confección de hechizos. Así las enfermedades y los embrujamientos son expulsados con frecuencia en forma de pelos.
Escenarios y fiestas de las meigas
Las brujas gallegas prefieren los montes como el Faro o el de Fontevecha junto a Valga. Las de Mondoñedo disfrutan en el Padornelo, en la parroquia de Lindín, a las doce de la noche a caballo de sus escobas vuelan hasta el Xustral, donde se reúnen con las que llegan de O Valadouro, Viveiro, Vilalba, Meira y O Condado.
Los aquelarres tenían lugar de noche pues los demonios y brujas preferían la oscuridad, después de ponerse el sol hasta el amanecer tal como conserva la voz popular: “lá vai o demo revolto depois do sol posto”. El canto del gallo anuncia el final de sus correrías.
El día de la semana preferido o mejor, la noche, es la de viernes a sábado quizás como rechazo del día de la pasión de Cristo. Pero el máximo odio lo concentran en domingo.
Historia del jorobado
Se cuenta que en el pueblo de Culleredo (provincia de A Coruña) vivía un jorobado pobre que malvivía solicitando una caridad a cambio de un trabajito. Una tarde cortando leña para calentarse del crudo invierno se le echó la noche encima y el desgraciado se perdió. Tras muchas vueltas sin rumbo, divisó a lo lejos una luz. Hasta llegar a ella se llenó de cardenales y arañazos del espinoso matorral que tuvo que atravesar. La luz se desprendía de dentro de una palloza de doble piso. Entreabrió la puerta y creyó escuchar cánticos en la dependencia superior.
Cuál no sería su sorpresa cuando al entreabrir la puerta de la dependencia se encontró a una serie de mujeres que cogidas de la mano giraban en círculo cantando:
Lunes y martes y miércoles tres;
Lunes y martes y miércoles tres.
Le gustó el canto y como era muy bromista, sin ninguna clase de temor les contestó: “Jueves y viernes y sábado seis”.
Tanto les gustó a las brujas la contestación que bailaron con él hasta el amanecer y contentas quitaron al compañero la joroba transformándolo en un guapo mozo, además de regarle un saquito de monedas de oro.
Cuando regresó al pueblo, trabajos tuvo para ser reconocido. Llevando desde entonces una vida mucho más desahogada.
Y sucedió que un vecino suyo, también jorobado, muerto de envidia quiso saber qué le había pasado a su compadre y tras insistir e insistir, aquel se lo contó. Dicho y hecho, el segundo jorobado corrió a casa de las brujas a las que encontró cantando:
Lunes y martes y miércoles tres;
Jueves y viernes y sábado seis.
Y muy equivocadamente, creyendo que todavía obtendría mayor beneficio, les dijo:
Esta canción se termina así: “Y domingo siete”.
¿Qué había dicho? Las brujas todas a una le saltaron encima y le molieron a palos con sus escobas dejándolo por muerto. Cuando se recuperó a la mañana siguiente, se palpó y con la mayor sorpresa y desanimo, comprobó que en lugar de una joroba, ¡tenía dos!
Otras fiestas brujeriles
En Galicia las brujas celebraban sus reuniones multitudinarias, la noche de San Silvestre, la víspera de San Pedro y sobre todo, la noche de San Juan en la que se trasladaban al Arenal de Sevilla y regresaban al alba. He aquí una oración para ahuyentarlas la noche del solsticio de verano:
San Xoán esclarecido.
que en Lisboa foi nacido,
con hábito de Jan,
con cordón de espartán
gárdame o gando do pan,
sin pastor e sen can.
¿Que atropaches, señor san Xoán?
Topei lobos e leonicos,
bruxicas e diablicos.
San Juan esclarecido,
que en Lisboa fue nacido,
con hábito de lana,
con cordón de esparto,
guárdame el ganado de los campos de trigo,
sin pastor y sin perro.
¿Qué encontraste, señor San Juan?
Encontré lobos y leonicos
brujicas y diablicos.
Las brujas de Cangas de Morrazo
Como consecuencia de un asalto de piratas berberiscos a Cangas de Morrazo (Pontevedra) en 1617, muchas mujeres adoptaron una extraña conducta. Interrogadas por la Inquisición, Catalina de la Iglesia de Coiro confesó haber estado en las juntas de la playa de Arenas Gordas, adonde iba untada con hierbas a adorar y tratar carnalmente con el demonio tras una serie de bailes obscenos, y que por el camino del mar llegaban otras compañeras en un barco guiado por el diablo en figura de cabrón.
El proceso dio como resultado diversas sentencias a la pena capital en la hoguera.
Una comisión de sesudos expertos de la corte de Felipe III, nombrada para el caso, acudió a redactar un informe que fue guardado en El Escorial, en el que se afirmaba haber visto volar a las mujeres montadas en sus escobas.

María de Soliño, también conocida como María Soliña
Se llegó a la conclusión de que los soliños, tenidos por descendientes de los judíos, se hallaban en relación con el gobernador musulmán de Argel y que proporcionaban a los piratas berberiscos, acertadas indicaciones para sus ataques a las costas gallegas. Esta apreciación refuerza la tesis de que frecuentemente la brujería se transformó en un asunto político religioso.
Como resultado de los interrogatorios, María de Soliño, quizás sospechosa por su apellido, a pesar de haberse quedado viuda por la muerte de su esposo en una lucha contra los piratas, fue quemada viva mientras que María de Bon y Catalina de la Iglesia y otras compañeras sufrieron diversas penas.
El auto de fe de Santiago de Compostela
Se celebró en 1655 y dio como resultado la condena perpetua en prisión de la viuda María Cardoso, quien tuvo que soportar el sambenito, así como la pérdida de bienes. Francisca Fernández, soltera, fue castigada a idéntica pena en medio de la mayor solemnidad y regocijo.
Viajes a los aquelarres
Cuentan que en Santa María do Cebreiro (Lugo) habían dos mujeres, madre e hija, meigas las dos. En cierta ocasión solicitaron los servicios de un sastre para que les confeccionase unos justillos. Por la noche le dieron acomodo detrás del fuego del hogar. Cuando creyeron que estaba dormido, sacaron un cacharro de ungüento que tenían a buen recaudo, se desnudaron y se untaron de pies a cabeza. Luego se agarraron a la gramallera que colgaba del burro y mascullaron:
Por riba das silvas e os silverales
Ó porto de Manzanales,
Val dos Rubiales
Por encima de las zarzas y los zarzales,
Al puerto de Manzanales,
Valle de los Rubiales
Acto seguido salieron volando raudas y veloces por los aires. Pero como el sastre estaba despierto, hizo lo propio, pero en lugar de decir “por encima”, dijo “por debajo de las zarzas y las matas” y al volver al suelo se hallaba cubierto de rasguños.
Divisó un grupo de baile, todo de brujas, que bailaban alrededor del macho cabrío (demonio). En cada vuelta, por turno, las mujeres le daban un beso en el trasero. El sastre que había divisado a las dos mujeres, se puso a bailar con ellas, pero en lugar de besar al diablo, lo pinchó profundamente con una aguja de coser que se había llevado consigo.
Satanás profirió un agudo grito de dolor y dijo: “Ese que acaba de entrar en el corro que baile lo que quiera, pero que no me bese”.

Representación medieval de brujas bailando en círculo
El que lejos va a casar,
tacha lleva o va a buscar
Hemos de advertir que los campesinos gallegos han preferido siempre la endogamia parroquial, para que las tierras que aportara la esposa como dote se encontraran cerca y se las pudiera trabajar sin desplazamientos onerosos.
Cuentan que otro zapatero (y es que en Galicia por el clima, el oficio de zapatero ha sido siempre muy apreciado) cortejaba a una guapa moza, huérfana de padre y que vivía con su madre, ya anciana, en una casa solitaria alejada de la aldea, municipio de Culleredo o de Carral, que las dos versiones han sido conservadas.
El joven zapatero como no era de aquellos lares, no conocía la mala fama de las dos mujeres. Además estaba muy enamorado, porque la hija tenía un cuerpo voluptuoso digno de encomio, era risueña como un ruiseñor y bailaba de maravilla. Pero claro, con sus antecedentes, nunca había tenido novio.
Ahora le había salido un pretendiente que no tenía ni idea de las aventuras de su amada. Sin embargo, algo sospechó, cuando estaban a la puerta de su casa, la madre, poco antes de las doce decía a su hija: “Ya es muy tarde, despide al muchacho que ya no son horas”. Y si la muchacha se retrasaba algo, la vieja se ponía de mil demonios.
El zapatero pensó entonces: “¿serán meigas?”, y quiso saberlo cuanto antes.
Una noche, cuando la madre llamó a su hija, hizo ver que se despedía y fingió marcharse para volver a los pocos minutos y ocultarse en el cobertizo.
Cuidando no hacer ruido, espió por la ventana de la cocina y vio cómo la vieja sacaba de un armario disimulado en la pared una cajita de ungüentos y acto seguido se untó a la vez que lo hizo la hija. Ambas montaron a caballo en una escoba mientras la vieja recitaba:
Camiño do demo,
voa, voa,
por riba da folla.
Camino del diablo,
vuela, vuela,
por encima de la hoja.
Y raudas como centellas desaparecieron las dos por la chimenea.
Dicho y hecho, el joven hizo lo propio y como no recordaba la invocación, improvisó:
Por riba dos matos,
por riba das pedras,
quero ir onda ellas.
Por encima de las matas,
por encima de las piedras,
quiero ir junto a ellas.
Igualmente salió volando, pero por encima de las plantas con pinchos y de las piedras, quedando hecho un Ecce Homo. Cuando llegó a la cima de un monte se encontró atrapado en el círculo de baile de las brujas alrededor del demonio y cuando le tocó el turno de besarle en el trasero en lugar de hacerlo le clavó la lezna que siempre llevaba consigo encolerizado por haber descubierto a su amada en aquellos menesteres.
“¡Aaaaag!”, se retorció el cabrón de dolor, “¿quién es esa que tiene esas barbas tan duras?”.