La Masonería

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Sabemos que por aquel tiempo, asistían a las reuniones de las logias aficionados a la arquitectura como accepted masons (masones aceptados) o miembros honorarios. Eran patrocinadores de los gremios y les prestaban ayuda económica financiando catedrales y monasterios, pero en el siglo XVI su construcción había llegado a su fin y entonces se dedicaron a hacerlo, en su mayoría, a edificios laicos.
La creación de las academias de Arquitectura, singularmente en Italia, dio el golpe de gracia al sistema gremial de aprendizaje de la construcción y el sistema ritual de secretismo de su oficio. Al terminar la construcción de las grandes catedrales, las hermandades y logias masónicas pasaron lentamente a manos de los miembros adoptivos y así los especulativos llegaron a imponerse a los operativos. Así fue como la masonería especulativa tomó las riendas sobre todo, a partir de 1717 y singularmente en las denominadas Constituciones de Anderson en 1723. Durante ese periodo se produjo un cambio político con el paso de la dictadura de Oliver Cromwell (fallecido en 1658 y obligado su hijo Ricardo a dimitir en 1660) a la restauración efímera de los estatutos que acabarían con la revolución de 1688 y la llegada de Guillermo III de Orange, que otorgaría grandes privilegios al Parlamento e inaugura un nuevo sistema de gobierno destinado a tener un gran porvenir.

Constituciones De Anderson
Por cierto que a Oliver Cromwell, que había ordenado la ejecución de Carlos I (1649), algunos le colocaron el “sambenito” de haber impulsado la masonería especulativa, cosa improbable para un dictador.
Diversos trastornos civiles asolaron Inglaterra y singularmente Londres por aquellos años. En 1665 una epidemia de peste declarada en la ciudad provoca noventa mil muertos. Al año siguiente el “Gran Incendio” convierte en cenizas alrededor de cuatro quintas partes de la urbe. El arquitecto Sir Christopher Wren intentó inútilmente transformarla de acuerdo con los planos de codificación por él diseñados, conforme a nuevos criterios. Realizaría la catedral de San Pablo, así como la erección de treinta iglesias. Fue el canto del cisne de los masones operativos europeos reunidos para reconstruir la ciudad.
¿Cuáles fueron los motivos que impulsaron a quienes poco tenían que ver con la constitución a ingresar en asociaciones que iban difuminando esa profesión, aunque conservando la estructura de los antiguos canteros?
Todo son conjeturas. Uno de sus principales “ganchos” de seducción fuera quizás el secretismo y sus misterios con un espíritu semejante al que había engendrado el rosacrucianismo convencidos de que mediante ellos pudieran acceder a la oculta sabiduría. El doctor William Stukeley, primer secretario de la Sociedad de Anticuarios de Londres, confesó que “la curiosidad le indujo a iniciarse en los misterios de la masonería, pues sospechaba que pudiera tratarse de vestigios de los misterios de la antigüedad”.
Otro factor fue probablemente el creciente interés de los aficionados a la arquitectura y la antigüedad (que terminaría con el Barroco y alumbraría el Neoclasicismo),9 aspecto que contribuiría a la citada creación de academias de Arquitectura. Esta afición se espoleó entre los jóvenes ricos interesados en realizar el gran viaje por Europa en especial por Italia, Francia y otros países10 y que luego regresaban repletos de una pasión por la arquitectura de Andrea Palladio (1530-1580) que se conoció como palladianismo y cuyas obras se inspiraban en la Roma clásica.
El ya citado Elías Ashmole, que ingresó en la masonería en 1646, fue fundador del Ashmolean Museum de Oxford. También sintió gran interés por la arquitectura medieval y reunió datos para escribir un libro sobre el castillo de Windsor. Por su afición a la cábala y al rosacrucismo se considera que introdujo en la masonería el símbolo rosacruciano y el grado de Caballero Rosacruz. Sin embargo, sabemos que asistió pocas veces a las reuniones de su logia.
El cambio de orientación de la hermandad fue un hecho aunque muchos arquitectos como el propio Wren ingresaran en ella, sin embargo, se conservó escrupulosamente el espíritu de la antigua cofradía con sus principales usos tradicionales, se abandonó el arte de la construcción a los trabajadores de oficio, si bien se mantuvieron los términos técnicos y los signos usuales que simbolizaban la arquitectura de los templos, aunque a las expresiones se les dio un sentido simbólico.
Cierto Manual de bolsillo para francmasones determinaba:
“Ningún hombre debe alcanzar un puesto elevado en la masonería si no posee por lo menos, un buen conocimiento de la geometría y la arquitectura, y si se cultivaron más las ciencias en las logias, aquello que las reemplaza no ocuparía un lugar tan destacado como por desgracia ocupa hoy”.11
Últimas palabras que parecen señalar que muchos de los recién ingresados se hicieron masones porque la logia era un buen lugar de reunión con unos excelentes compañeros12. Paralelamente se fue desarrollando el simbolismo plenamente masónico moderno con el significado exacto moral en torno a las herramientas y procedimientos del oficio de constructor de edificios.
La piedra labrada, o sillar acabado, simbolizaba “al hombre ya anciano que hubiera llevado una vida ordenada y bien empleada con actos de piedad y virtud que no pueden medirse y aprobarse sino por la escuadra de la palabra de Dios y el compás de la propia conciencia”.
El templo masónico reproduce al Templo de Salomón como representación del hombre perfeccionado. En 1663, los masones de Wakefield, al abrir su asamblea en el templo, invocaban primero al “Soberano Creador, el Shadaï, Arquitecto del Cielo y la Tierra, dador de todos los dones”, etc.

Representación del Templo De Salomón
Al doble esoterismo se asimila, por una parte, la tradición bíblica de dos columnas erigidas en el templo: Jaquín y Boaz. Una leyenda recoge la historia del maestro Amón, arquitecto del Templo de Jerusalén, asesinado por dos masones celosos, extrañamente convertida, en la Edad Media, en la historia del caballero Aymon que, al retornar de Tierra Santa se hace albañil para ayudar a construir la catedral de Colonia y es asesinado también por unos compañeros. En una y otra leyenda vemos la idea de compañerismo negativo de dualidad, oponiéndose al mito de maestría (y de unidad positiva).

Representación de las Columnas Jaquín y Boaz
El Templo de Salomón se torna como representación del hombre perfeccionado. Sin embargo, los nuevos tiempos estaban en contra del dogmatismo y favorecían la tolerancia de cualquier creencia particular que no excluyera la idea del Ser Supremo, esto era el Deísmo, creencia de un Dios al margen de las doctrinas teológicas, muy en boga entre las clases cultivadas de las que procederán los nuevos miembros de la masonería. A partir de entonces, la masonería se transformó en una institución, cuya característica era la constitución de una finalidad ética, capaz de propagarse por todos los pueblos civilizados.
En el aspecto jurídico, constituyó la victoria de derecho escrito sobre la costumbre provocando el nacimiento de una nueva idea: la de la obediencia o federación de logias en la que residirá la soberanía. Solo la Gran Logia de Inglaterra tendría autoridad para fundar otras nuevas, dando origen así a la masonería especulativa o regular que según sus miembros “conquistará el mundo”.
Las logias se nutrieron a partir de entonces de sabios, poetas, gentilhombres y nobles eclesiásticos. Los señores escoceses del séquito del rey Jacobo Estuardo, cuando se refugió en Francia, fueron los iniciadores en aquel país de la primera masonería de “rito escocés”. Durante la última década del siglo XVII al menos existían siete logias en Londres y una en York que se reunían regularmente. La masonería se había transformado en una sociedad de patrones bien definidos.
El objetivo de otros masones libres consistía en liberar a cada hombre, tomado individualmente, de sus cadenas, más que de crear una república de igualdad, consiguiendo una cierta promoción social. Para ello se utilizaba la labor personal, pero también las celebraciones y el “consejo fraternal”. Hay quien dice que para ello se apelaba a la entonces vigente disciplina jesuítica y a la de los cuáqueros en cuanto al honor.
Muchos eclesiásticos admitidos en las logias aceptadas no estaban de acuerdo con un esoterismo incomprensible para ellos, y manifestaron: “No es la obra la que puede instalar el Paraíso en la Tierra, sino la bondad, la caridad, la virtud modelo, pues todos los hombres son semejantes y una ley es suficiente para todos”.
Las Constituciones de Anderson
Los accepted masons (masones aceptados) habían contribuido a la restauración en el trono inglés del rey Carlos II de la casa Estuardo de procedencia escocesa (1660-1681) y masón. Sin embargo, aunque otorgó su protección a las hermandades, no está claro que recibiera de ellas los auxilios necesarios para recuperar la Corona. Al parecer, sus partidarios terminarían por alejar de las asambleas a los masones más pacíficos13 circunstancia que contribuyó a la drástica disminución de las logias que quedaron casi sin afiliados a comienzos del siglo XVIII. De nada sirvió el celo desplegado por el gran maestro y arquitecto Christopher, que tuvo que dimitir en 1712.
Fue entonces cuando la logia de San Pablo de Londres decretó que los privilegios de los masones serían para todas las profesiones, con el fin de aumentar el número de miembros de las logias decadentes. Así nació la masonería moderna.
Sin embargo, los tiempos revueltos acontecidos durante los últimos años del reinado de la reina Ana (1702-1714) y la subida al trono del rey Jorge I de Hannover, que provocó las revueltas del nombre del pretendiente Estuardo, no permitieron que las reformas de la logia londinense dieran sus frutos, sumidas las demás en una inanición que se agravó con la dimisión de Wren.
En febrero de 1717, la logia londinense puso toda su carne en el asador para reavivar la agónica hermandad. El 24 de junio de aquel mismo año reunió cuatro logias constituyendo la Gran Logia de Londres14. Fue el tiempo definitivo de la masonería especulativa. Ocho años después las cuatro logias se convertirían en sesenta y cuatro con mayoría londinense. Paralelamente se duplicarían las denominadas Constituciones de Anderson y se transformarían en el texto de la masonería especulativa.
La reducción de las constituciones para la Orden del Gran Arquitecto del Universo, corrió a cargo de dos pastores protestantes, Jean-Théophile Désaguliers y James Anderson. El nombre de este último es el que figura en el frontispicio de las constituciones, por lo que desde entonces serán conocidas como Constituciones de Anderson. La primera edición apareció en 1723.
James Anderson nació alrededor de 1684 en Aberdeen (Escocia) se hizo pastor presbiteriano y se trasladó a Londres en 1709. Atraído por la masonería en 1721 recibió instrucciones de la gran logia para realizar una reforma de la antigua constitución. El resultado fueron las famosas constituciones ayudado por otro pastor protestante Jean-Théophile Désaguliers, hijo de un pastor y maestro de filosofía experimental en Oxford, gran amigo de Newton y Huygens, aunque en el campo masónico no era más que Cowan, masón no iniciado. Por suerte, su influencia en la evolución de la gran logia inglesa quedó velada, en beneficio de Anderson. Todo lo que se puede decir de ella es que como otras veces, el místico de la fraternidad y el defensor de la observación se aliaban para asegurar el triunfo del hermano.

Jean-Théophile Désaguliers
El texto de las Constituciones es fundamental para el estudio de la filosofía de sociedad secreta, así como la conducta a seguir por sus miembros y las líneas maestras de su organización.
En algunas ediciones no figuran los orígenes y desarrollo histórico de la hermandad y aunque son muy peregrinos y fabulosos, son interesantes por el esoterismo y grado de iniciación que encierran.
Según Anderson, Caín ya había sido masón, y habría sido constructor de la primera ciudad porque su padre Adán, el primer ser humano le había transmitido un conocimiento ya bastante elevado de geometría. La asociación había continuado con Noé y sus hijos hasta el punto de señalar el propio Anderson, más tarde, que el primer nombre de los masones habría sido el de noáquidas. Es rarísimo que un hombre de su formación bíblica pudiera escribir semejantes aciertos.
Anderson se refirió después a Euclides, a Moisés, gran maestro masón, sin olvidar a Salomón y a su famoso templo. Se detiene, especialmente, en la figura de Hiram Abiff que lo menciona como “lujo de la vida” y pone énfasis en su muerte y resurrección por no querer revelar los secretos de la hermandad, los ecos de la figura de Jesús son evidentes.
Sin embargo, el relato de este pasaje se tambalea en cuanto la existencia real del personaje, hasta el punto de rechazarlo muchas veces, relegándolo a un relato meramente simbólico.
De Hiram el conocimiento oculto masónico según Anderson, habría pasado a Grecia, Sicilia y Roma, que había producido el estilo augusteo muy estimado por él, y para mayor disparate, habría sido el franco Carlos Martel quien habría llevado la masonería a Inglaterra tras la invasión sajona. Desde entonces la sociedad secreta había sobrevivido en los gremios de albañiles medievales.
Anderson confesaba basarse para su obra en antiguos textos ingleses, escoceses, irlandeses e italianos, cosa totalmente improbable. Además adulteró fórmulas tan trascendentales como la invocación a la trinidad contenida en los textos de los gremios medievales, que según él había guardado el saber masónico. Anderson pues, prescindió de dicha invocación en el encabezamiento primero, recalcando que había llegado la hora de renunciar a sus religiones cristianas anteriores (cosa que habían profesado hasta entonces) y obligándoles solo a esa religión que todos los hombres están de acuerdo (Deísmo).
“La masonería se convierte así en el centro de unión y los medios de conciliar la verdadera amistad entre personas que habían permanecido distanciadas”.
Así Anderson priva de su carácter cristiano a los gremios de albañiles medievales, con lo que se afirmaba su vínculo histórico, y situaba la asociación por encima de los vínculos que cada uno tuviera con su propia fe.
Anderson y Désaguliers, al utilizar la logia sus fórmula y tradiciones, buscaron en la masonería un lugar de encuentro de hombres de cierto nivel cultural con inquietudes intelectuales que estuvieran interesados por el humanismo, base de una fraternidad universal por encima de divisiones y doctrinas sectarias.
“Un masón es un sujeto pacífico, sujeto a los poderes civiles, que nunca se va a implicar en conjuros o conspiraciones contra la paz y el bienestar de la nación”, era un intento ante tantos sufrimientos acarreados a Europa por la Reforma y la Contrarreforma.
El capítulo III trata de las logias y de las condiciones para su admisión en ellas: “deberán ser hombres buenos y veraces, nacidos libres y de edad discreta y madura, no siervos, ni mujeres, ni hombres inmorales ni escandalosos, sino de los que se hable bien”.
La masonería sería así como un cuerpo de élite en el que se definen claramente las diferencias por razón de su condición social, sexual y moral, aunque las dos exigencias primeras fueran más estrictas que la tercera. Ningún ataque o disputa serán permitidos en el interior de la logia y mucho menos las polémicas relativas a la religión o a la situación política. Se inculca la práctica de la virtud por el sentimiento del deber, no por la esperanza de premios por el temor de castigos. Los masones por encima de naciones, estirpes y lenguas buscan sobre todo “el bien de la logia”, ya que pertenecen a la religión universal.
Luego se exponen los grados de la hermandad y su relación entre ellos (capítulos IV y V).
Su notable dosis de secretismo se mostraba mediante la cautela de sus miembros al hablar de forma que ningún interlocutor pudiera descubrir lo que no era adecuado. El maestro debería saber manejar las conversaciones. Nadie que no fueran sus miembros ni sus familiares, deberían descubrir nada que perteneciera a la logia. Guardadores de la fraternidad universal, no por ello serían expulsados de la hermandad si participaban en conjuros y revoluciones, y continuarían teniendo la protección de la misma.
La masonería se ofrecía así como una sociedad esotérica, una sociedad por encima de cualquier otro vínculo humano, incluidos los familiares y nacionales, tal como quedaba fijada en las Constituciones de Anderson, sus valores éticos estaban en condiciones de ser propagados a lo largo y ancho del planeta.
Destaquemos que fue en las logias de masones donde se establecieron normas para evitar todo posible roce que rompiera la armonía y fraternidad, y donde la tolerancia religiosa permita la convivencia entre católicos y protestantes, precisamente en una nación (la iglesia) donde los católicos eran duramente perseguidos.
Lledó, Joaquín. La Ilustración. Ed. Acento, Madrid, 1998.
Ferrer Benimeli, José, A. ¿Qué es la Masonería? Historia 16, Madrid, extra IV noviembre de 1977, págs. 5-19.
Otros citan a Samuel Hartlib que llegó huyendo de la Prusia Polaris como introductor del rosacrucismo en Inglaterra.
Knoop, d. y G.P. Jones. The Genesis of Free masonery, Manchester, 1947.
Tal como narraría Laurence Sterne (1713-1768) en su Viaje Sentimental: Así se interpretó la gran piedra sin labrar, propia de todas las logias masónicas se cree que simbolizaba “el hombre en su estado infantil y primitivo, basto y sin pulimento”.
Citado por Mackenzie, Norman: Sociedades secretas. Alianza Editorial, Madrid 1973.
Entiéndase logia como la sala de reunión y como el conjunto de miembros de una misma creencia lo mismo que la palabra iglesia.
Martín-Albó, Miguel. Masonería, Libro, Madrid 2015. Pág. 116 y sigs.
Reunión que se efectuó en una taberna londinense, situada junto a la Catedral de San Pablo todavía no acabada.
Capítulo III: El siglo XVIII.
Oposición y puesta de largo
Las Constituciones de Anderson provocaron una fuerte oposición en algunas de las logias existentes cuyos miembros plantearon objeciones a las normas y ceremonias revisadas según una nueva edición salida a la luz en 1751, sin grandes modificaciones esenciales a las tradiciones de la masonería antigua.
Ese mismo año, algunos miembros disidentes (Los Antiguos) crearon una gran logia de oposición y eligieron un gran maestro “según los antiguos estatutos”, la gran logia inglesa no la reconoció pero sí lo hicieron las de Escocia e Irlanda. Esta disidencia acaudillada por la logia de York se prolongará hasta el año 1813 gracias a un acuerdo entre los grandes maestros rivales, el duque de Sussex y el duque de Kent, hermanos del rey Jorge IV.
Superando estas controversias en el siglo XVIII, siglo de la Ilustración y del despotismo ilustrado, la nueva masonería se desarrolló extraordinariamente en países tan dispares como Austria, Italia, Portugal, Suiza, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Suecia, México, Inglaterra, Perú, etc., como gran asociación admiradora de la armonía de la naturaleza que llenaba los espíritus prerrománticos, y que permitía a cada individuo encontrar en las logias su bienestar, gracias a la tolerancia con el prójimo.
Según la autobiografía del duque de Montagu, escogido el gran maestro en 1721, la masonería “se convirtió en moda pública”. El duque de Montagu inauguró la costumbre de que el gran maestro recayera en un miembro de la nobleza o incluso de la familia real, costumbre que se extenderá a lo largo de los tres siglos siguientes.

Duque de Montagu
Los desfiles armados por las calles londinenses luciendo sus complots mandiles, poco tenían que ver con el secretismo de la asociación. La mayoría de sus miembros pertenecía a la clase media acomodada, y su respetabilidad estuvo fuera de toda duda, tal como lo continúa siendo en la mayoría de países protestantes.
La expansión recibió un impulso extraordinario, sus causas fueron varias: la clase media y la naciente burguesía vieron un medio a través de ella para codearse con la aristocracia. No excluía ni a católicos, ni a judíos, incluso los miembros de procedencia más humilde, como los aristócratas, podían recibir (aunque fuera teórico) un conocimiento presuntamente oculto, reservado a los iniciados, y tenían como aliciente poder sentarse al lado del duque. Por último, el conocimiento establecido en el seno de la logia espoleaba la creación de relaciones de primer orden en campos tan sugestivos como los negocios, la política o la influencia social.
Los tres primeros grandes maestros de Inglaterra fueron de ciencia; pero el cuarto, fue un duque. Desde entonces los grandes maestros han sido con frecuencia miembros de la familia real y entre ellos los más encumbrados fueron el príncipe de Gales (luego Eduardo VII) y el duque de York (después Jorge VI).
Siguiendo los postulados masónicos, las logias inglesas fueron ajenas a las disputas religiosas, manteniéndose totalmente al margen, así como de las luchas políticas, y se pusieron del lado de la dinastía Hannover a la sazón en el trono, la constitución parlamentaria (no escrita) y la tolerancia religiosa bajo la tutela de la Iglesia anglicana.
En 1725 un grupo de terratenientes ingleses que se habían establecido en París fundaron una logia en 1725. Sin embargo, fueron los protestantes holandeses, enemigos de los británicos en el siglo XVI, por el dominio del mar, los primeros que alzaron la voz en contra de la presencia de logias especulativas en su suelo debido a la absorción en parte del contenido espiritual de sus enseñanzas protestantes incompatibles con el cristianismo y también por el peligro de conspiraciones a través de las logias.
En 1737, Luis XV de Francia promulgó un decreto que prohibía tener cualquier trato con la francmasonería por parte de sus súbditos porque su entramado doctrinal no era compatible con el catolicismo y también porque el potencial subversivo de que disponían, era evidente. Las logias celebraban sus (temidas) reuniones unas veces en plena libertad y otras llegaba la policía y sus miembros eran apresados.
Por último, el 28 de abril de 1738, el papa Clemente XII dio un documento papal que prohibía a los católicos pertenecer a la masonería so pena de excomunión y basaba tal interdicto en consideraciones doctrinales y, sobre todo, el rechazo pleno a la cosmovisión masónica por parte de la confesión católica. La Santa Sede se daba perfecta cuenta de las consecuencias políticas derivadas de la acción de las logias. El interdicto fue renovado por Benedicto XIV en 1751.
Todo ello impidió su desarrollo en algunos países católicos como España, Nápoles y otros. La masonería contestó a esta persecución, argumentando la existencia de la Inquisición, para construirse una imagen de tolerancia, libertad y martirio. El juicio en Portugal en 1744 de un tal John Coustos, conspicuo masón inglés acusado de la fundación de algunas logias, movió a la Inquisición al ser extranjero a castigarle solo con la expulsión. Sin embargo, el hecho trajo una corriente de simpatía de los europeos, en especial, británicos hacia los masones y de animadversión hacia la Iglesia católica en países como Prusia e incluso Austria por la tolerancia de sus monarcas.

John Coustos
Federico el Grande de Prusia (1740-1786) dos años antes de subir al trono fue iniciado en la logia de Brunswick. Llegó a ostentar el título de gran maestro, pero su política interior y exterior, como el auténtico padre del militarismo prusiano, no es que pueda considerarse como un modelo defensor de la libertad.