Sueño contigo, una pala y cloroformo

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No tengo nada en contra de los veganos y su lucha me parece muy loable y digna, el problema es que siempre que voy a comer con amigos —no iría nunca por propia voluntad a que me sablearan— me quedo con hambre.
Cuando sé que voy a ir a comer a uno de estos sitios tan bonitos, modernos e insustanciales empiezan a rugirme las tripas. Estos sí que hacen pasar hambre y no los comunistas, joder.
No es el animalismo lo que me molesta sino que la quinoa, el tofu y las plantas no me llenan. Nada más. Esto no es político, es gastronómico. Ya lo aviso, que luego no quiero malos rollos. Suficiente tengo con la loca sociópata de Júlia, que además de querer chuparme la sangre también me odia profundamente, porque no me he sometido a su voluntad.
Poco más pasó aquel día. Llegué a casa reventada. Era casi de noche y la cabeza me daba mil vueltas. Solo podía pensar en Júlia. Me puse a ojear sus redes sociales. Descubrí que salía en otro medio catalán de mala muerte peleándose con más señoros que la trataban como una mierda solo por ser mujer y joven. Pillé el portátil y me tumbé en la cama. Júlia estaba guapísima con sus ojos azules, los labios rojos y su melenaza rubia. El rato que estuve leyéndola solo se dedicaba a criticar condescendientemente a esos periodistas rancios que olían a naftalina y les decía lo machistas que eran.
Su actitud prepotente, clasista y de guerrera vikinga me ponía muchísimo. Me podría haber masturbado —estaba muy mojada— pero aún era demasiado mojigata para pensar que el amor era sexo sucio y deseo carnal. Hice una foto de uno de los artículos de Júlia y se lo mandé. No tardó en contestar.
Júlia
Al final serà veritat que ets fan meva
Tardé varios segundos en saber qué responderle.
Alexandra
Eso y más
Sonreí pícara mirando la pantalla del móvil.
Júlia
Ha estat un molt bon dia, descansa molt…
Alexandra
Això faré, Júlia…
Júlia
Bona nit cuqui
Alexandra
Descansa
Al principio las únicas ganas que tenía de matarla era a polvos o a besos. Mejor las dos cosas juntas a la vez, para que nos vamos a engañar. No soy una Don Juan, ni tampoco el baboso de Ted Mosby. Como mucho me podéis llamar Safo, y ni eso. Soy Alexandra, una tía que quiere a rabiar a la mujer que más daño y rota me ha dejado nunca. También os digo que prefiero que me haya machacado el corazón a no haberla conocido jamás.
A partir de aquel día mi edredón no dejó de oler a coño por las noches.
II
Júlia era coja, estúpida y muy manipuladora, con un culazo y unas tetas que flipas y una cara de zorra que no podía disimular. No tenía nada de especial, no sé qué vi en ella pero me gustaba demasiado y, desgraciadamente —o no, porque de no ser por su puta crueldad yo no estaría borracha escribiendo esto— lo sigue haciendo.
Los días pasaban, ella me hablaba, yo le hablaba, todo era bonito y no había ningún problema. Sí, ya sé qué me vais a decir ¿qué pasó? Si todo iba bien ¿qué nos hizo naufragar? ¿Cómo fue que la muy perra me rompiera el corazón?
Bueno, es fácil. La tía es una sociópata, una narcisista incapaz de sentir empatía. Vamos, que te quiere como un crío de cinco años; los niños, cuando son tan pequeños, de tanto que les gustan las cosas y como no se saben controlar las acaban rompiendo; pues eso era Júlia. Una puta loca.
Ya sé que lo nuestro es imposible por mucho que yo la quiera y ella me busque. Lo más jodido de todo es que me sigue hablando. No sabéis lo duro que es despertarse y ver algún mensaje suyo pero, coño, no quiero que me siga destruyendo. No lo podría soportar. Sigo sintiendo el dolor de cuando me dejó la otra vez. Bueno, eso de que me dejó… pasó de mí una temporada y volvió a hablarme echándome cosas en cara, cuando yo casi le pido que se casara conmigo.
Soy una gilipollas y en realidad me merezco todo esto.
Recuerdo la noche en la que me lo jugué todo a una sola carta. No podía ni mirar el móvil sabiendo que me había rechazado —sin tan siquiera leer su puto mensaje— pero lo presentía. Me había declarado a ella y en el fondo sabía que lo iba a dinamitar todo porque Júlia era la indefinición en persona.
Nunca me sentí tan vulnerable y rota como aquella noche. Lloré, lloré y lloré como una niña pequeña y sin saber qué hacer. Júlia se había ido y yo no podía concebir la vida sin ella; ya sé que el rollo del amor romántico es una mierda y sirve de coartada al patriarcado para someter a las mujeres y todo lo demás pero, joder, yo quería y sigo queriendo a Júlia como una parte de mí.
Yo respeto mucho a Albert Camus pero eso de que la existencia es absurda no me acaba de gustar; sí, todo es una mierda y el puto ser humano es como Sísifo, cargando con su vida subiendo una montaña para perderla tontamente al otro lado. Sé que eso no es libertad, es sometimiento, que así no se puede ser feliz y que todo es angustia y sufrimiento menos cuando llega arriba y suelta la piedra. Y luego la vuelve a coger de nuevo, repitiendo lo mismo eternamente. Una puta crueldad.
Camus, pillo de lo que va tu jodida metáfora con el mito griego pero me aburre, tío, yo quiero vivir para algo y vivir para alguien. Cuanto más sienta, más viva y más quiera, más feliz seré. La vida puede tener el sentido que le queramos dar, pero hay algo que permanece a pesar de todas las historias trágicas y absurdas que nos montamos.
Todos queremos querer y que nos quieran, dejar nuestra pequeña huella en el mundo. Camus, colega, te puede parecer absurdo pero es cierto, esa es la puta piedra que de verdad vamos a cargar siempre.
Aquellos días hablábamos de muchas cosas, desde lo mucho que le costaba poner lavadoras hasta de las ganas que tenía de volver a verme. Yo decía poco y escuchaba mucho, me encontraba en arenas movedizas y temía sentirme locamente atraída hacia ella, cegada por la pasión, por sus encantos, por aquellos ojos suyos que me incendiaban. Vivía en perpetuo malestar porque yo tenía una pareja que no se merecía aquello pero era incapaz de evitarlo, afrontar la situación y admitirla.
No entendía nada de lo que estaba pasando. Un día me llegó un mensaje suyo a las tantas de la noche.
Júlia
No estic gaire bé amb el David
David era el pardillo que tenía por novio. Pagaba las facturas y cambiaba las sábanas de la cama en la que los amantes se corrían sobre Júlia, esa misma cama en la que dormía con él. Yo pensaba que él consentía todo aquel circo, que era uno de esos tíos a los que les va ser un cornudo y que su mujer se pase por la piedra a media Barcelona. En realidad el pobre señor no sabía nada y era feliz amansando a las fieras de un colegio como profesor de educación física.
Siempre he pensado que, en general, los profesores de deporte son unos bastardos. Tuve uno que de pequeña me llamaba gorda y me obligaba a correr más que el resto y luego otra, autoritaria —era una sargento de hierro—, a la que le caía mal porque no se me daba bien saltar al plinto y la cabronaza me suspendía cada vez que podía. Siempre pasa en los putos colegios de monjas, entre curas pederastas, violadores y otros seres anormales no damos abasto pero el tal David parecía decente; mientras el tío curraba la otra se la estaba comiendo a cualquier tarao que le hubiera hecho caso.
Una tarde, antes de conocernos en persona y justo antes de coincidir por primera vez en la revista, Júlia empezó a hablar de poliamor; me mandó mil mensajes diciendo que no estaba lo suficientemente deconstruida pero que era un paso que había dado y no se arrepentía.
Júlia
Perquè, cuqui, ja saps que amb el David mai ha funcionat del tot bé, entens?
Tendría que haberla matado entonces y haberme bañado en su sangre de petarda sideral. Sus temas de conversación nunca venían a cuento y me decía cosas jodidamente aburridas pero entre que me ponía a mil, que soy imbécil y me fijo siempre en los más perturbados —y las más locas—, allí estaba yo haciéndole caso e inflándole el ego, dándole atención y cariño constantes.
Me dijo que con David habían abierto la relación porque estaban mal y que ahora estaban viendo cómo iban las cosas. A mí este rollo pequeño burgués de mi-existencia-es-aburrida-y-tengo-que-inventarme-problemas-porque-me-alimento-del-drama-y-si-no-tengo-drama-no-tengo-vida, no me va. Ella pensando en comerse más pollas, que le lamiesen mejor el coño, saliendo en la prensa y tenía al pardillo currando como un negro para llegar a fin de mes.
Alucino con la capacidad que tiene esta gente de crear teorías para justificar sus comportamientos inmorales. Yo sabía que ponerle los cuernos a mi novio no era algo muy decente, aunque eso tampoco me quitaba el sueño. Los tiempos son líquidos hasta para la moral pero, coño, de ahí a no tener ninguna hay una enorme diferencia.
Júlia
Doncs el David i jo tenim una relació oberta
Alexandra
Claro
Júlia
Jo ho necessitava, cuqui
Alexandra
Entiendo ¿y él?
Júlia
Jo ho necessitava molt perquè m’ofegava tal i com estàvem, saps?
Alexandra
Ya, si tiene que ser jodido
Júlia
I això, anem veient… ja et dic, és el millor que he fet, així puc sortir amb gent i tal, i estar amb ell, perquè me l’estimo molt
Alexandra
No, si ya
Júlia
És la meva família, no el podria deixar mai, Alexandra
Alexandra
Ahá, claro
Júlia
A més és molt bon tio, ara vivim junts
Alexandra
Si habéis llegado los dos a ese acuerdo, genial, aunque yo no lo veo
Júlia
I és clar, és una cosa diferent però la gent ho ha d’entendre
Alexandra
No, si es lo que os va bien…
Júlia
Es que tia, ningú em pot dir les polles que em puc o no menjar, saps? ¡Que soy una mujer empoderada!
Alexandra
No, si ya, si yo te entiendo pero ya sabes como es la gente…
Júlia
I si m’agrada una tia, doncs me la follo i ja, que després tinc el David que m’estima moltíssim!
Alexandra
¡Claro tía!
Júlia
Bueno, que parlo molt de mi, i tu què amb el Carlos?
Alexandra
Pues tengo una relación cerrada y soy monógama, no me planteo otra cosa
Júlia
Bueno cuca, com tu vegis, cada una s’ho ha de gestionar a la seva manera
Todas las conversaciones con Júlia eran delirantes pero yo no lo veía y aquello hizo que me replanteara si las relaciones abiertas tenían sentido porque, claro, como a ella le iba tan bien y todos estaban tan felices pues a lo mejor era el futuro. Quién coño sabía ya.
Luego resultó que el novio la echó a la puta calle cuando ella llegó a las 7 de la mañana de un sábado, con condones en el bolso, aunque ellos hacía meses que no follaban. Cuando lo del poliamor solo lo practica una de las partes no parece una opción de futuro.
Aquel desgraciado no sabía que su novia tenía el coño más transitado que la parada de metro de Plaza Catalunya. Júlia, en una de las suyas, había abierto la relación sin decirle nada a David.
Jugada maestra.
He conocido a peña rara, sádicos de mierda y gente que le mola que le caguen y meen encima pero lo de Júlia no tenía nombre. Además se follaba a los más subnormales y cabronazos de Barcelona y yo, como buena imbécil, me enamoré de ella. Me daba pena, en el fondo follaba con otros para llenar el vacío que tenía con su pareja, con su familia, con los estudios y la vida. Yo estaba convencida que era una víctima de la sociedad y le ayudaría a cambiar eso ¡Y una mierda! Era una auténtica hijadelagranputa y yo una anormal utópica de mierda. Hay gente que no cambia, no porque no pueda, sino porque no quiere. Les va bien como les va.
Pasaban los días y la cosa iba bien. Yo seguía con mi vida de mierda, mi curro de pena y mis viejos preocupados diciéndome que del cuento no se vivía —aunque yo siempre he tenido la esperanza que sí— que me tenía que buscar un curro en condiciones y terminar la carrera. Es lo típico que quieren los padres sin darse cuenta que el mundo no es como antes, que ellos son de una generación que pudo “colocarse” sin problemas en un trabajo que, si no era para toda la vida, lo podía ser. Tienen sueldos de miseria pero llegaron el primer día que abrió la empresa, la fábrica, el taller o qué se yo, y les dieron el puesto. A nosotros nos toca jodernos por sueldos todavía más de mierda que no permiten ninguna opción de vida.
Los jóvenes que leéis esto sabéis de lo que hablo. Antes a la gente le daba para drogarse y ahora hay que contar las pelas hasta para eso. No estoy hablando de hacerse adulto y poder tener una vida, un piso y todas las cosas que las revistas de moda ya se encargan de decirte que ya no se llevan para que te conformes y no notes el peso de tus cadenas y tu miseria.
Después de una semana de mierda quedé con una colega que me invitó a ir a ver a una amiga suya que daba una charla feminista. En Barcelona, si eres progre y de izquierdas, tienes charlas, talleres y conferencias para elegir cada semana. Salen como setas. No tengo nada en contra del feminismo, yo soy un personajillo de este mundo tan poco estético y de poca monta. Un día deberíamos hablar del por qué la peña de izquierda viste tan mal, me pone de mala hostia pensarlo. En fin, que el feminismo está de moda o, peor, la gente se lo toma como una moda.
—Total, que lo he dejado con Sara.
—Joder, qué putada, tía.
—Dice que necesita conocer a otra gente…
Ese es el tema de nuestros días: conocer gente. No como quien sale a comprar el pan y habla con la del súper y el tío del estanco. La peña vive en una peli porno emocional y están convencidos que cada dos pasos van a encontrar a otro amor de su vida, otro más que añadir a la lista. Las relaciones, Internet, el puto mundo líquido, la gente se aburre mucho y en vez de plantearse qué narices le pasa se buscan un amante o se cuestionan su sexualidad y se lían con la vecina del cuarto.
Aunque haya miles de millones de personas en el planeta todos somos unos gilipollas de la hostia. No entiendo a santo de qué les entran a todos las prisas por follarse a más gente —eso es lo único que quería decir conocer gente para este tipo de personas—, sin detenerse a entender al otro o a preocuparse por sus problemas.
Yo soy la loca desfasada por ser comunista y todos ellos postsubnormales y demás de su gremio son gente que está en el mundo. Gente de mierda.
Ya sé lo que estaréis pensando los tíos de cuarenta tacos (había escrito cincuenta pero un amigo mío me dijo que bajase la edad a cuarenta, que así os jodería más). Veníais buscando escenas pornolésbicas. Pues os vais a joder, porque las hay pero os pienso dar la matraca hasta entonces. Os va a costar caro pajearos a nuestra costa.
A lo que iba: conocer gente en Tinder, tirar fichas en Twitter, enviar fotos por privado, la historia de conectar echando un polvo sin saberte el nombre de la persona, claro. Que si queréis follar, pues coño, se dice, y ya ¿Por qué narices tenemos que sufrir todos por vuestra puta hipocresía y cobardía? Nadie se va a escandalizar por eso, joder. Es lo que odio de hoy en día. Nadie llama a las cosas por su nombre ¿Poliamor? Vale ¿Libertinaje? Mejor.
—Bueno, ahora que lo has dejado con Sara puedes conocer a otra gente tú también.
—Yo es que supe, desde que la vi, que era el amor de mi vida, Alex.
—No, si te entiendo.
—Y cuando fuimos a Londres porque quería ver el museo de Harry Potter me di cuenta que quería estar con ella de verdad.
Otra de las cosas que me encantan de mis amigas feministas es cómo cargan contra el amor romántico. Se enfadan con todas las parejas heteros que conocen como si fueran el demonio pero ellas romantizan las suyas hasta límites demenciales. Lo que yo odio de las parejas heteros es que vayan a cenar a pizzerías italianas, no que se quieran y se lo pasen bien juntos. Qué lecciones voy a dar yo, si soy una jodida romántica. No quiero ocultar que soy una desgraciada, una desarraigada que nunca va a ser lo bastante feminista, lo bastante comunista y que está poniendo en ridículo a Karl Marx por ser una revisionista de mierda.
Nunca voy a poder odiar a los hombres con tranquilidad porque me gustan demasiado.
—Bueno, tú, ahora a salir y a olvidarte un poco de Sara.
Sí, también se llamaba Sara. Eran las novias siamesas.
—No, si seguimos siendo amigas… ¡Mira! ¡Ahí viene Ana! ¿Te la he presentado alguna vez?
—Que va, no la conozco.
—Toma, Ana, siéntate. Esta es Alexandra.
—Hola, Ana, ¡me suenas de algo...!
—Claro, tía, es la que da la charla, la de Twitter, queergrunge.
—¡Ah, coño! Me flipas, tía.
—Esta es mi novia, Berta.
—Qué pasa, tía.
—Encantada, Alexandra. ¿Qué tal Sara?
—Pues nada hija, aquí. Le estaba diciendo a Alexandra que me ha dejado Sara.
—¡Hostia! Ana no me había dicho nada!
—¡Es que es una dramas! a ver, que hay más mujeres en el mundo, ¡coño! ¿Qué te tengo dicho de las dependencias emocionales…?
—Oye, ¿no llegaremos tarde?
—Tranquila, Alexandra, sin Ana no pueden empezar.
Nos bebimos el culo de birra que quedaba y nos largamos hacia el local donde la amiga de Sara daba la charla. Era el centro cívico de Fort Pienc, cerca de Arc de Triomf. Lo organizaba una de esas agrupaciones feministas en las que todas se habían liado con todas, hacían talleres sobre como coserte tu propia ropa, en vez de patatas te vendían tabulé para comer y sus otros comistrajes veganos. Total, que llegamos al sitio. Me fui directa a buscar cerveza porque sabía que iba a necesitar más de una.
—Podeu seure a primera fila.
Una chica de la asociación, la Rabia Feminista, nos dijo que nos pusiéramos delante. Éramos las estrellas del lugar.
—Bueno, creo que ya puedo ir empezando. Berta, pásame el portátil, cariño.
—Hostia, Sara, el otro día conocí a una tía de tu asociación feminista.
—¿De dónde?
—De aquí, de Barcelona, sale en la prensa y eso. Colabora en mi revista.
—No sabes lo mal que me caen esos señoros, tía. Además, es que sueltan unas cuñadeces, no entiendo cómo les aguantas.
—Ya, son unos gilipollas. Lo que te decía, esta tía a lo mejor te suena, se llama Júlia.
—Una que tiene los ojos azules y el pelo rubio, ¿no? Sé quién dices.
—Pues eso.
—Está en el grupo LGTBI conmigo.
—Ah, coño, ¿os conocéis mucho?
—Perdoneu, aquesta cadira és vostra?
Un chaval se acercó pidiéndonos la silla. Miré hacia atrás. El local estaba hasta los topes. Había un huevo de gente de pie y no se veía el final de la cola de los que estaban esperando en la calle. Desde que la Despentes se había vuelto una superventas las charlas de feminismo eran el nuevo rock y el poliamor ya era el mainstream del amor. Miré el móvil a ver quién me había hablado y cuántas menciones nuevas tenía en Twitter. Júlia no daba señales de vida aquella tarde. Mi madre me decía, como siempre, que no llegase tarde y mi novio hacía acto de presencia con su típico mensaje de que me quería mucho. Al resto ni me molesté en leerlos.
Me levanté a pillar una birra antes de que la otra petarda comenzase con su historia de por qué todas teníamos que dejar a nuestros novios y ser bolleras o, en su defecto, follar compulsivamente con todo aquel o aquella que se nos abriese de piernas. No soy de esas tías que quiere volver a meter a las mujeres en casa y está convencidísima que los tíos son unos pobrecitos, que están torturados por el matriarcado y por las locas feminazis de las denuncias falsas. No es eso, joder. Solo os digo que me la pela bastante con quien folles. A mí me encanta hacerlo, pero igual que me pongo el puto disco de In Utero y me lo rayo durante días sin parar también hay veces que me mola desconectar incluso de Nirvana y descansar. Está genial que nos digan a las tías que follemos y que les jodan a nuestras parejas pero, yo qué sé, luego la angustia vital sigue ahí. Sintiéndonos vacías por un sistema inhumano que trata a la gente como si fueran cosas y lo único que tiene valor son los putos objetos. Todo va como una mierda y parece que todos estamos más preocupados echándonos la culpa y pensando en cómo pillar el mayor número de ETS posibles que en cambiar el mundo.
—Alexandra, mira, esta es Nat.
—Hola, Nat.
—Com va, Alexandra?
—Alexandra tiene una revista donde habla de feminismo y hace cosas en Internet.
—Coi, nena, estàs ben posada, eh?
—Bueno, se hace lo que se puede.
—Nat y su novia Erra tienen un grupo de música, tocan después de la charla de Ana.
—¿Y qué música hacéis?
—Tienen una que se llama Ciudad hetero que te va a gustar.
—Bueno, Erra toca la guitarra i jo canto el que escrivim juntes, poc més. Però ens ho passem de conya.
—Eso es lo importante.
Entonces empezó la charla de Ana:
—¿En catalán o en castellano? Os da igual, ¿no? Bueno, primero, gracias a todas y todos por venir a pasar una tarde de viernes deconstruyéndonos un poquito más, que de eso se trata, de ir aprendiendo poco a poco. Como lo personal forja lo político yo os quiero contar mi camino hasta el poliamor. Tuve una relación de mierda, que duró diez años, en la que sufrí malos tratos y en varias ocasiones él abusó de mí. Tenía un curro asqueroso y dependía económicamente de él; al final entré en varios círculos de activismo feminista que me hicieron ver que las relaciones no tenían que ser de control y el amor era algo muy diferente de la obsesión. Luego estuve metida en temas de BDSM y porno, ahí conocí a Amarna Miller, os recomiendo que busquéis cosas de esta chica porque es una activista feminista muy potente pro sex y, bueno, ese año acabé abriendo el blog y compartiendo mis experiencias. El poliamor que yo os explico se basa en la anarquía relacional, en tratar igual a un amigo y darle el mismo cariño que a una de vuestras parejas, es justo lo que sale en esta imagen. Lo que os he dicho, no somos la mitad de nadie, ya estamos completas, los celos son malos y la monogamia no es lo normal aunque nos lo hagan creer. Yo ahora mismo estoy en una relación donde los cuidados son lo más importante, más allá de quienes nos follemos o si mantenemos otras relaciones sexoafectivas con compañeros. Lo que he aprendido con el paso de los años y los golpes que te da la vida es que como feminista es muy importante una red de curas para poder hacer frente al resto de cosas y poder compartir nuestras experiencias…
Aquel tostón no parecía acabarse nunca. Volví a coger el móvil. Busqué en el WhatsApp la conversación con Júlia y, envalentonada por las birras que llevaba, hice una foto de la charla y se la mandé.
Alexandra
Estic pensant en tu
Ese día fue el inicio del psicodrama de verdad. Supongo que no creeréis que nada de lo que viene sea cierto pero la cosa salió así. Ojalá tuviera tanta capacidad de imaginación y esa putazorra no me hubiese roto el corazón de la manera que lo hizo y ha hecho otra vez más. Iba a bloquear el móvil cuando vi que ella estaba escribiendo.
Júlia
I en què penses?
Dejé el móvil un segundo. No tenía ni idea de qué hacer. Ya me dirás tú qué se hace en esas situaciones. El corazón y el coño me palpitaban a la vez. Estaba excitadísima. Intenté ponerme lo más recta posible en aquella incomodísima silla de plástico. Había perdido la cuenta de las cervezas que llevaba.
Alexandra
Me gustaría que estuvieras aquí
Volví a bloquear el móvil. ¿Qué coño estaba haciendo? Cuando lo abrí de nuevo Júlia ya había respondido.
Júlia
A mi també m’agradaria ser allà. Molt, eh?
Alexandra
Podrías haber venido…
Júlia
No m’ho has dit, cuca
Alexandra
Si te lo hubiese dicho, ¿habrías venido conmigo?
Júlia
Ho dubtes, Alexandra?
Alexandra
No, claro que no, solo que me gusta que me lo digas
Júlia
Sí, hi hagués anat
Alexandra
Somos amigas ¿no?
Júlia
Molt, moltíssim
Alexandra
Es que Júlia, tú a mi me…
No recuerdo terminar la conversación. Media hora después estaban tocando aquellas tías del grupo de música y cantando sobre lo mucho que les gustaba la Judith Butler de las narices y de cómo querían comerle el coño a Monique Wittig. Salimos a la calle. Berta quería fumar y Sara estaba esperando a un amigo suyo, el único tío que les caía bien a todas. Pillamos unas latas y nos las fundimos en la puerta. Yo ya estaba algo mareada.






