Sueño contigo, una pala y cloroformo

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El móvil comenzó a vibrar, lo cogí y vi varios mensajes de Júlia.
Júlia
Alexandra, estàs bé?
Júlia
Hola?
Júlia
Hi ets?
Júlia
Bueno cari, quan vulguis…
Lo volví a bloquear. No tenía ni puta idea de lo que le había dicho. No recordaba haberle hablado aquella tarde.
—Mirad, por ahí viene Uri.
—Ya era hora, tío.
—Hola, Sara, ¿cómo va?
—Esta es Alexandra. Uri trabaja enfrente de mi oficina.
—Soy workingclass, no como esta, que tiene horario de burguesa, de nueve a cinco.
—Trabajo de telefonista, tampoco te flipes.
—Bueno, a mi es que ser camarero me va bien, qué quieres que te diga. No me gusta madrugar.
—Por cierto, toma. Pegatas para que las vayas poniendo por ahí.
—Toma Alexandra, quédate tú también con un taco, a ver si hacemos ruido.
—Tourism kills the city. Joder, molan
—Lo sé, Sara, las he diseñado yo.
—Tío, ¿tienes eme?
Uri se lió un porro. Nos ofreció pero nadie quiso.
—Me debes pasta del finde pasado, que lo sepas.
—Ya, ya, pero ¿tienes o no?
—Déjate de mierdas, Sara, ya nos pusimos ciegas el sábado.
—Cállate, Ana, que luego siempre quieres.
—¿Te ha contado lo que le pasó, Alexandra? La muy gilipollas se puso hasta el culo de keta y se cagó encima.
Sara le pegó un empujón y se fue enfadada. Ana miró con cara de odio a Oriol mientras se largaba a buscarla.
—Uri, coño. Ets idiota.
Oriol parecía un tipo majo. La cosa es que todos iban super puestos y muy pasados. Normal que no supiese tener el pico cerrado. De hecho me parecía extraño que un tío sin ninguna tara ni trauma aparente fuese amigo de todas aquellas pseudo intelectuales, progres de salón y bolleras políticas. Supongo que tendría la polla bastante grande, comería muy bien el coño o como camello les pasaba una mierda espectacular.
Volví a mirar el móvil. Eran las once de la noche. El efecto de la última cerveza ya se me había pasado. Comencé a leer lo que había hablado con Júlia y los mensajes que no le había respondido. Me sentí mal por haber dejado la conversación colgada tanto tiempo, no me había dado cuenta.
Alexandra
Tía, perdona, estaba liada
No pensé que fuera a responder. Júlia solía controlar los tiempos y muchas veces me dejaba en visto durante horas. Siempre pensé que era un jueguecito infantil aunque luego descubrí que la muy cabrona planeaba perfectamente hasta cuándo responder.
Alexandra
Me gustas, Júlia
Júlia
Com?
Alexandra
Eso, que me gustas. Me gustas mucho tía
Júlia
I tu a mi cuca, això ja ho saps
Alexandra
No, no ho sabia
Júlia
Com que no ho sabies? Però si ets preciosa
Alexandra
¿Piensas que soy preciosa?
Júlia
Sí
Alexandra
Tú sí que ets preciosa Júlia
Júlia
Calla, va, no diguis bestieses
Alexandra
Vente, aun seguimos por aquí, está Sara, me ha dicho que os conocéis
Júlia
Sara? Sí, oi tant que la conec, de l’associació
Alexandra
¿Te vienes entonces?
Júlia
Estàs amb els teus amics, gaudeix
Alexandra
Es que yo quiero estar contigo ahora
Júlia
I jo no vull molestar-te
Alexandra
Júlia, ven por favor
Júlia
Va, un altre dia sí
Alexandra
Si tú no vienes…
Júlia
Què?
Alexandra
Voy a tu casa
Júlia
Ets una idiota, Alexandra
Alexandra
No, en serio, dime dónde vives, que voy
Júlia
Avui no cari, i no diguis ximpleries
Alexandra
No són ximpleries, vull anar a casa teva. Et vull
Júlia
Alexandra que em posaràs vermella
Alexandra
¿Qué estás haciendo?
Júlia
Res, al sofà, veient una serie
Alexandra
Si fuese a tu casa ahora podríamos hacer otras cosas…
Júlia
Alexandra!
Alexandra
¿No quieres?
Júlia
Clar que vull, idiota, però no avui
Alexandra
¿Y cuándo, entonces?
Júlia
Si passa, cuca, serà màgic, entens?
Alexandra
Va a pasar, quiero que pase
Júlia
I jo, no saps quant…
Lo siguiente que recuerdo, además de llevar las bragas mojadas desde la última vez que había hablado con Júlia, era estar en un cajero automático a las dos de la madrugada. Sara estaba intentando sacar pasta para entrar en un antro de esos de bolleras a los que solía ir. A mí me gusta salir a los sitios de fiesta por la música que ponen, no por el tipo de ganado que exhiben. Pero para gustos los colores.
—Olvídate de Júlia
—¿Qué coño te pasa, Sara?
—Tiene marido.
Qué pesada con el puto David, joder.
—Ya lo sé.
—Y tú también tienes señor.
—También lo sé.
—Hazme caso, Júlia nunca va a dejar a David por ti.
—¿Y por qué no?
—No te líes con ella, no merece la pena.
Sí, merecía la pena. Júlia lo merecía todo aunque fuera una putazorra.
—¿Es tu Némesis o algo?
—Tía, solo te digo que te va a hacer daño, te estoy avisando. Solo se quiere a sí misma y su marido le da de todo. Además, ella quiere un tío al que llevar los findes a comer a casa de sus padres y no le mola rayarse por estas movidas.
—¿Pero qué dices?
—Por las movidas de lesbianas.
—Ah, ya. No ha pasado nada, Sara.
—Ya, pero te he visto toda la puta tarde con el móvil y estabas hablando con ella del puto poliamor.
—Tranqui…
—Yo estoy tranqui, tú verás. Va, date prisa que si llegamos antes de las tres la entrada vale seis pavos.
Otro flashback: Sara diciéndome lo mucho que le gusto. Sara llorando porque su Sara no la quiere. Sara intentando comerme la boca en aquel bar de bolleras. Yo, súper taja, dejándole que me la coma. Sara diciéndome que me quiere follar, que vaya al baño con ella.
Le pego un pequeño empujón y me largo. Me pongo a buscar el baño. Subo a la planta de arriba, hay una cola que flipas. Voy a ir al de tíos cuando me doy cuenta que es una jodida discoteca de lesbianas y hay tías en los dos baños. Espero. Me echo agua en la cara. Una de las amigas con las que habíamos entrado se me acerca y se me pone a hablar de algo. No sé qué coño le digo, estoy totalmente ida. Por fin entro al lavabo. Meo como puedo, todo está guarrísimo y lleno de pegatinas con festivales y conciertos.
Bajo otra vez y Sara está bebiendo y hablando con una amiga. Me acerco. Me hablan y no entiendo nada. Apestan a Jäger. Bailamos putamierda de reggaetón, la decadencia de Occidente. Me vienen imágenes de la conversación con Júlia. Miro el móvil. Son las cuatro y media de la mañana, a las ocho entro a currar. Me despido como puedo y me largo a pillar el autobús a la plaza Universitat. Por el camino leo los mensajes de mi madre, preocupada, diciéndome que avise si voy a casa a dormir; el mensaje de buenas noches de mi novio; mis amigos rayándome como de costumbre; el puto Twitter otra vez.
Paso de todo y me meto en el chat de Júlia. Releo todo lo que nos hemos escrito por WhatsApp. Estoy esperando al puto bus, que no llega. Antes de acabar de leerlo todo, se me va la pinza y le mando una nota de audio. Todavía sigo borrachísima y no tengo ni puta idea de lo que hago. Lo único que recuerdo es que le repetí varias veces: “aprovéchate de mí, Júlia, aprovéchate de mí”.
III
Adrià Salvador era un tío de 30 años al que la vida no trataba muy bien, o eso decía él. Eso es lo que dicen todos los hombres como si a nosotras nos fuera de maravilla. No solo corremos el riesgo de que nos violen; además, si nos ponemos chulas e intentamos defendernos, nos matan. Adrià era otro gilipollas más, cómo si en el mundo no hubiera suficientes.
Amante de Júlia, oí hablar de él mucho antes de liarnos. La muy imbécil tenía una puta espina clavada porque una vez, después de follar, no la había abrazado. Esa era la tragedia. El día que me empezó a rayar con él yo estaba camino de mi pueblo, con mis padres, en el coche. Creo que era Semana Santa. Cuando Júlia me habló estaba anocheciendo y me quedaba poca batería en el móvil.
Júlia
Hola cari
Alexandra
Ey, ¿qué tal?
Júlia
Bueno, fent, com estàs?
Alexandra
Bien, nada, estoy de viaje
Júlia
On ets?
Alexandra
De visita al extranjero, en España
Júlia
Que idiota que ets!
Alexandra
Això sempre, Júlia
Júlia
No diguis això. Et molesto?
Alexandra
No, que va, si lo más entretenido que hay por aquí es mi padre escuchando la Cope
Júlia
Vale
Alexandra
Y tú, ¿cómo estás? Que no te he dicho nada
Júlia
No passa res, cuca
Alexandra
Dime, Júlia
Júlia
No res
Alexandra
¿Seguro?
Júlia
Los tíos son imbéciles, Alexandra
Alexandra
¿Me lo dices o me lo cuentas?
Júlia
Es que no ho entenc
Alexandra
Es todo un giro inesperado de guión
Júlia
…
Alexandra
¿Júlia? Perdona si te ha molestado la broma
Júlia
Ah no, tranquil·la, no et preocupis cari, no em molestes
Alexandra
Perdona
Júlia
No, en serio, no molestes mai, Alexandra
Alexandra
Bueno, que sepas que estoy aquí para lo que necesites, ¿vale?
Júlia
Ho sé
Alexandra
Bien
Júlia
M’he follat a un gilipolles
Alexandra
¿¡Cómo!?
Júlia
I no sé perquè t’estic dient això, però t’ho volia dir, ara pensaràs que sóc una boja que et ve amb els seus problemes i totes aquestes coses
Alexandra
Júlia, ¿estás bien?
Júlia
Sóc imbècil, tia
Alexandra
No, no lo eres, dime, ¿estás bien?
Júlia
Necessito sortir d’aquí
Alexandra
¿Dónde estás Júlia?
Júlia
És que sempre em passa això, em penjo de capullos. Necessito una abraçada…
Alexandra
Si estuviera allí te daría todos los abrazos del mundo
Júlia
Ho sé, ets molt bona amb mi. Alex, yo quería que me abrazase
Alexandra
¿Cómo? No entiendo
Júlia
El capullo ha marxat després de follar. Jo què sé
Alexandra
Júlia, yo te abrazaría y no te soltaría nunca, lo sabes ¿no?
Júlia
No et mereixo, cuca
Alexandra
Bueno, eres colega, a las colegas se las cuida. Si estuviera en Barcelona iría a tu casa a buscarte, te daría ese abrazo y luego, si quisieras, iríamos a partirle las piernas al capullo ese.
Júlia
Ets massa bona, Alex
Alexandra
Te digo lo que siento. Y luego nos iríamos a Marina a beber, porque no te dejaría sola en toda la noche
Júlia
Què cony he fet per trobar-te? No et mereixo
Alexandra
Calla, no seas idiota. Me sabe mal estar a 600km de allí y dejarte sola
Júlia
No estic sola, estic parlant amb tu, no saps com curen les teves paraules
Alexandra
Se me va a apagar el móvil y encima esta zona casi no tiene cobertura, llego en una hora
Júlia
Sense problema cari, no et preocupis
Alexandra
Te hablo en cuanto lo cargue un poco, ¿vale?
Júlia
Gràcies cuca
Alexandra
Gracias a ti, Júlia, por confiar en mí
Júlia
A tu, sempre a tu, vigila el trosset que et queda si us plau. Molts petons
Alexandra
Muchísimos más para ti, preciosa
Me he follado a un gilipollas. Esa fue la jodida frase con la que me enamoré de ella, con la que le cogí cariño y quise empezar a cuidarla. Mi perdición. Ahora lo veo como la guadaña de la muerte. Ahí estaba yo, con complejo de salvadora de cachorros, recogiendo a todos los perros apaleados que encontraba por la calle. Tengo un puto problema con eso.
Júlia, te juro que lo único que quiero hacer contigo es ir a tu puta casa y arrastrarte de los pelos por media Barcelona para que todo el mundo se entere de lo zorra que eres. Te puedes follar a quien quieras pero luego no te quejes de que no te han abrazado. Para eso tenías a tu señor. Hasta que el tío se largó cuando se enteró de todo.
Ella era así, iba picando por todos lados y jodiéndole la vida al prójimo. Os recuerdo que me enamoré tras meses de persecución por su parte. Ella era el cazador y yo su la presa. Todo esto sin saberlo. Iba feliz como un conejo por el campo hasta que, ¡zas!, la muy puta me vino con aquello de que no la habían abrazado después de follar y que se había pasado por la piedra al gilipollas ese. Lo sé, la más gilipollas de toda esta historia no es el capullo de Adrià o la zorra de Júlia, sino yo, la ilusa que tiene un ego de aquí a la luna creyendo que la gente puede cambiar por amor.
Por amor a mí, claro, porque soy rubia, divina y llevo gafas de sol negras como Godard.
Ahora creo que lo del abrazo era mentira y me lo dijo para que estuviera pendiente de ella. Caí como la imbécil que soy. Adrià no era el único amante que había tenido Júlia; que tuviese amantes no me escandalizaba pero me jodía que lo justificara con sus chapas feministas y luego me soltara que la prostitución estaba de puta madre y el porno empoderaba a las mujeres. Claro, porque eso de que fuese un negocio de miles de millones de euros que sometía a la mujer a la voluntad del hombre, que nos cosificaba y nos trataba como simples objetos al placer de los salidos de turno, eso no. ¿Luchaba contra alguna injusticia? Pues vaya feminismo el suyo. Para eso molaban más los franceses. Para ellos divorciarse y tener amantes era como para nosotros la Guerra Civil; en todas las pelis francesas siempre hay alguien divorciado o divorciándose o que al final acaba rompiendo con su pareja; no importa que la película sea de acción, comedia o drama, qué más da, lo importante es ser infiel. Coño, de eso sí que saben. Pero Júlia no es francesa —ni estaba cerca de serlo—, por aquél entonces era una indepe aspirante a clase media que hablaba de Judith Butler dándome lecciones cuando jamás había leído un libro suyo. “Em fa bola” me decía. Y yo solo quería comerle el coño.
Lo que tenía que aguantar por un polvo y un poco de amor.
En la lista de tarados también estaba un intelectualoide de la burguesía catalana, un músico frustrado reconvertido en filósofo que predicaba por las teles, radios y diarios lo mucho que su polla molaba y como de idiotas eran todos los que no le comprendían. Gerard Germà se llamaba el anormal. Este tipo había sido amante de Júlia y, de regalo, le había pegado una bonita gonorrea.
Nunca entendí qué veía en los tíos que se follaba ni por qué iba detrás de esos misóginos de manual. Supongo que eran los únicos que le hacían caso o, peor, está tan enferma y rota por dentro que lo único que la hace sentir viva es que la traten como una mierda, pasen de ella y la usen como ella hace con toda la buena gente que cae a su alrededor.
No creo en la maldita deconstrucción esa —ya estamos lo suficientemente rotos como para seguir destruyéndonos más—, pero todos los celos que tenía acabé por eliminarlos; era un continuo no saber o, en el fondo, saber que además del cornudo de David, yo también estaba en la lista de pardillas.
La semana siguiente volvimos a coincidir en la redacción. Llevaba los labios pintados, una camiseta de las mujeres zapatistas mexicanas y estaba radiante. No dejó de clavar sus ojos en mí. Me sentía como en una película americana palomitera pero con protas raras que acababan enamorándose, manteniendo la misma relación de mierda que en las historias convencionales pero en versión cool indie. Cine para progres. Lo mío, vamos.
Justo antes de trabajar charlamos un rato.
—L’altre dia…
—Se me fue mucho la pinza, tía, lo siento.
—Si és això el que sents vas fer bé de dir-ho, cari.
Entonces nos interrumpió Aleix, uno de los de mi sección, un tipo muy majo pero que por aquel entonces siempre andaba triste; nunca llegué a saber por qué.
—¿Venís?
—Todavía no, Aleix.
—Vale, estamos en la sala. Tenéis 15 minutos.
Júlia seguía allí, mirándome. Me apoyé en uno de los escritorios de la redacción. Colocó sus brazos sobre la mesa, rodeándome.
—I què fem amb tot això?
—No sé qué se hace en estos casos…
—Ets idiota.
—Claro, soy tu idiota.
Tomó mi cara con sus dos manos. Sus ojos azules me traspasaron el alma.
—Ara mateix em menjaria la boqueta aquesta tan preciosa que tens, Alexandra.
Se me acercó aún más, se puso a milímetros de mi boca. El corazón me iba a estallar y el coño me palpitaba, frenético.
—Júlia…
—Et vull. Et vull menjar sencera.
—I jo, m’agradaria dir-te tantes coses…
—No crec que pugui aguantar-me fer-te un petó ara, ho sento.
Sentía su respiración encima de mí y ya no sabía cómo ponerme para que no se notase mi excitación. Tenía los pezones tan duros que me dolían.
—Esta gente no se entera de nada. Cómo se nota que son tíos.
—Per què ho dius?
—Porque nos vamos a comer la boca y siguen haciendo sus movidas. Ni nos miran.
—Bueno, ya lo sabes, Alexandra, para ellos solo somos buenas amigas.
Josep, el jefe, se acercó a darnos un toque.
—Alex, vine ja, si us plau, que comencem. Júlia, et quedes?
Había perdido la noción del tiempo y a punto estaba de perder también la cabeza.
—Un minuto y voy.
—Vale, pero date prisa.
—Júlia, ¿te quedas hoy?
Necesitaba verla a solas.
—Avui no puc, cari, he d’anar a la uni ara mateix.
—¿Cosas del máster?
—Exacte.
—Vale, pero necesito verte fuera de aquí.
—Ens veiem demà. Vine al barri si vols.
—Contaré las horas, Júlia.
—Ets una ximpleta.
Antes de irse me volvió a dedicar una de esas miradas que hacían que me corriese. Me dio un pico en los labios.
—Fins demà, cari.
Y desapareció.
Siempre había más amantes, siempre estaban otros pululando por ahí. Nunca pude disfrutar tranquila de lo que era tener a Júlia en mis brazos. Sabía que en cuanto me diese la vuelta ya estaría mandando un mensaje al siguiente. Además de Adrià, el de los traumas no superados y Gerard Germà, al que cualquier día se le caería la polla a trozos, en la lista también había políticos con cierto recorrido, famosillos de izquierdas conocidos en el mundillo catalán y algún imbécil por el estilo.
Júlia me lo contaba todo. Como cuando la secretaria de Javier Bertrán, senador del partido en el que militaba Júlia, un chulo prepotente versión charnega, le arreglaba las citas con sus ligues para que su mujer no se enterara. Alguna vez Júlia también había hablado con su secretaria para ir a un hotel un domingo por la tarde para follar con aquel anormal, mientras su mujer creía que estaba concediendo entrevistas. El mamonazo utilizaba su cargo para tirarse a todas las chavalas de las juventudes del partido. La estrella indepe al que todas las nenas iban detrás ¿Esperabais que un tío rechazaría aquello? Aún no nos tienen el suficiente miedo.
Tiempo después vino otro imbécil, un pijo que iba de hippie, director de una productora de documentales que denunciaban la corrupción del país, lo único que hacía con algo de decencia y estilo. Salva Otero era un cincuentón con esposa e hijos que mantenía una relación abierta con su mujer para conocer a gente, como todos los aliados de la izquierda feminista. La expresión más prostituida en estos tiempos es conocer gente, ya sabéis, porque son unos moralistas que te dicen que está mal que tú tengas moral, pero luego no tienen el valor de decir claramente lo que hay en su subconsciente:
—Cariño, me quiero follar a otras porque te estás haciendo vieja, te cuelgan las tetas y tu coño ya no es lo que era; además, me la chupas porque esperas que luego te coma el coño y prefiero a las chavalas de veinticinco años que me hacen caso en Twitter porque creen que soy Dios con mi productora pijo-progre. Espero que tú también encuentres a chavales de veinticinco años dispuestos a comerte tu coño seco. Te quiero cielo, esta tarde vas tú a recoger a los críos al basket porque yo he quedado con una chavala para tirármela y decirle que no sea tan posesiva, que la monogamia y los celos son muy patriarcales, que es mejor que seamos amigos pero que no se moleste en llamarme porque estaré muy ocupado pasándome por la piedra a otras; somos amigos en la distancia, cuanta más mejor.
La red de curas es lo que tiene, que puedes ser un auténtico capullo y cumplir con tu código ético, que viene siendo el mismo que usa la Iglesia Católica para tapar los casos de pederastia.
Júlia jode al resto, me jode a mí y se tortura sin sacar nada, solo el momento de placer al infligir tanto dolor, pero eso no le da felicidad, solo un pico de adrenalina como quien se mete un chute.
Al día siguiente, tal como habíamos quedado, me planté en su barrio. Era casi mediodía y chispeaba; la lluvia fue una constante en nuestras citas, el perfecto telón de fondo dramático para toda nuestra película. Estaba esperándola en la salida del metro de Entença justo al lado de la cárcel Modelo. Había venido corriendo desde la universidad hasta allí para verla. Solo recuerdo ponerme a temblar sin poder controlar los nervios. Preocupada porque no venía, cogí el móvil para ver si me había dicho algo. Ni un mensaje suyo.
Alexandra
On ets?
Le escribí pensando que ya se había echado atrás y no quería verme.
Pasaron otros cinco minutos. Júlia seguía sin dar señales de vida. Sentí como alguien me abrazaba por detrás.
—Hola, preciosa.
El corazón se disparó y las bragas se empaparon. Era ella.
—¿Cómo estás?
Antes de que tuviera tiempo para pensar en si le daba dos besos o uno, o qué coño iba a hacer porque nunca había estado en una situación así, me dio un beso en la mejilla. Muy cerca de la boca.
—Perdona que hagi trigat, plovia i estava buscant el paraigua, nena.
—No te rayes, de verdad.
—Espera.
—¿Qué pasa?
—T’he deixat la marca de pintallavis a la cara.
Júlia sacó un pañuelo del bolso.
—No, no quiero que me lo quites, que así me gusta más.
—Mira, Alexandra, no pots ser més idiota.
—Ja ho saps…
—M’encanta que siguis la meva idiota, pero cari, déjame quitarte eso, por favor.
—Qué pesada que eres, me lo voy a quedar de recuerdo.
Se acercó hacia mí y me lo quitó como pudo, con los dedos. Seguíamos allí, en el parque, hablando. En su barrio, cerca de su casa. Era como estar en un sueño. Aún mejor, aquello era real.
—Vamos a meternos en algún sitio que va a llover.
—Aquí al costat hi ha una cafeteria, esmorzem si vols.
—Ya voy por el tercer café del día pero me parece guay.
Cruzamos la calle y entramos en la primera cafetería que nos encontramos. Nos acercamos a la barra.
––Hola. Alexandra tu què vols? Cafè amb llet? Vale, doncs ens poses dos cafès amb llet. En tens de soja? Si? Genial, el meu amb soja. Et queden aquells croissants de xocolata negra de l’altre dia? Bé, posa-me’n un, tu en vols? No? Doncs només un.
—Te quiero volver a pedir perdón por el mensaje a las tantas del otro día. No sé qué narices me pasó.
—No hi ha res a explicar.
—En serio Júlia, no era yo.
—No eres tu? Doncs a mi em va encantar aquella noia.
—¿La borracha a las cinco de la mañana diciéndote que te aproveches de ella?
—Ho vas repetir varies vegades. A més, gairebé no se t’entenia. Tia, anaves molt taja, eh?
—Muchísimo.






