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Alexandre Martins y Reinaldo Pitta reaccionaron rápidamente a la sugerencia del veterano Jairzinho y fueron al São Cristovão a ver jugar al joven.
Los agentes quedaron absortos con el juego que desplegó Ronaldo: el joven marcó cinco goles a favor de su equipo en un partido que ganaron por 9-1. Cierto es que acababan de abandonar la Bolsa de Valores de Río, pero no necesitaban saber mucho de fútbol para reconocer el potencial de Ronaldo.
“En seguida supimos que podría ser diferente del resto de los jugadores”, admitió Pitta unos años después.
La imagen de Ronaldo jugando al fútbol auguraba millones de dólares. Iba a ser un negocio mucho más lucrativo que cualquier otro en los que habían participado con anterioridad.
Poco tiempo después, los dos hombres hicieron un primer acercamiento a Ronaldo por mediación de su padre, al que propusieron comprar al São Cristovão la licencia de Ronaldo por 7.000 dólares, y le ofrecieron una comisión. El club, escaso de recursos económicos, aceptó a regañadientes vender a su mejor baza por menos de lo que costaba comprar un coche nuevo. Nelio estaba encantado. A continuación, los agentes Pitta y Martins sugirieron que Ronaldo abandonara las clases para dedicarse de lleno al fútbol. Tan sólo contaba 14 años.
Martins y Pitta parecían dos banqueros de éxito intentando aparentar un aspecto informal. Vestían vaqueros bien planchados con chaquetas Armani y sólo se ponían sus trajes de 1.000 dólares cuando se proponían negocios serios. Inmediatamente, firmaron con Ronaldo un contrato de diez años, que era casi imposible de romper gracias a una cláusula de rescisión por valor de millones de dólares. En el contrato, se obligaba a Ronaldo a pagar a los agentes un 10% de cualquier contrato que firmase durante ese período de diez años incluso si ellos no participaban en las negociaciones. En el trato se especificaba también que los gastos de representación de los agentes correrían a cargo de Ronaldo.
En una cláusula del contrato se llegaba a especificar que los dos agentes se reservaban el derecho a “manipular de forma pertinente la imagen pública y privada de Ronaldo, su nombre y sobrenombre, y a percibir una parte de lo recaudado gracias a fotos de la estrella o a cualquier otra forma de promoción”. El contrato garantizaba también que Ronaldo no firmaría ningún acuerdo sin la autorización previa de ambos agentes. En caso contrario, tendría que pagar elevadas multas que ascenderían a cientos de miles de dólares.
“Básicamente, habían comprado los derechos de Ronaldo como persona”, explica un agente deportivo. “No le permitían prácticamente ni respirar sin el consentimiento de sus agentes”.
Pero el aspecto más inquietante del trato era que Ronaldo necesitaba recurrir a su padre para que firmase el contrato por ser menor de edad. Aparentemente, ni Ronaldo ni su padre habían acudido a terceras personas para pedir consejo.
Martins y Pitta fueron muy perspicaces al decidir no vender aún a Ronaldo al mejor postor, tal y como algunos habrían esperado. En su lugar, esperaron de brazos cruzados a que sus destrezas mejorasen y, a medida que fuese marcando más y más goles, fuese aumentando también su precio de traspaso.
El plan les salió que ni pintado cuando, en febrero de 1993, Ronaldo fue convocado para integrar el equipo sub 17 de Brasil en el Campeonato de Sudamérica en Colombia. Ronaldo fue una de las estrellas del torneo, así como el máximo goleador, con ocho goles. El rumor de que había nacido una estrella se difundió rápidamente. Los agentes Martins y Pitta permanecieron a la espera, mientras el contador de dólares iba subiendo. Sabían que tenían la gallina de los huevos de oro.
Mientras, el cazatalentos Jairzinho se quejaba por no haber recibido nada como descubridor del chico que se acabaría convirtiendo en el futbolista más conocido del mundo. De hecho, no había mucho que repartir de los 7.000 dólares, por lo que los agentes prometieron a Jairzinho pagarle lo que merecía si sus planes se hacían realidad.
Los buitres comenzaban a merodear hambrientos en torno al pastel para conseguir unas migajas.
CAPÍTULO 5
Adiós a la favela
Ronaldo solía llegar tarde a los partidos del São Cristovão porque su madre no le despertaba. Al final, acabó quedándose a dormir en casa de su entrenador para asegurarse de que llegaba a los partidos antes del inicio.
Ary, el entrenador, insiste en que el padre de Ronaldo no solía acudir a ninguno de los partidos de su hijo, al contrario que la mayoría de los padres. Pero lo que Ronaldo no contó entonces a su entrenador fue que sus padres se estaban divorciando y las relaciones eran muy tensas. De hecho, Ronaldo se sentía aliviado de que su padre no apareciese por los partidos porque deseaba evitar pensar en su problemático hogar.
Tal como apuntó Ary, “su padre no se dejaba ver por el campo. Durante todo el tiempo que Ronaldo estuvo con nosotros, vi a Nelio en tan sólo dos o tres ocasiones. Sé que suena duro decirlo, pero la mayor bendición en la vida de Ronaldo fue que sus padres se divorciaran”.
De hecho, el contrato de Ronaldo suscitó muchos problemas entre padre e hijo porque el resto de la familia, especialmente su madre, pensaba que les estaban engañando de alguna forma. Ronaldo se contagió de ese recelo y la relación entre padre e hijo se volvió tirante de nuevo. La intervención de Pitta y Martins consiguió convencer a Ronaldo y a los suyos de que todo marchaba sobre ruedas.
El mejor amigo de Ronaldo en el São Cristovão era Calango, su amigo de la infancia en Bento Ribeiro. Los dos provenían de entornos similares (los padres de ambos se divorciaron de forma similar) y su relación se afianzó en la época en que formaron una pareja asombrosamente compenetrada en el humilde equipo de segunda división.
La primera vez que Ronaldo subió al Pan de Azúcar, fue en compañía de Calango: ambos cogieron el teleférico y subieron las escaleras que conducen a la gigantesca estatua de Cristo que corona Río. Durante esas excursiones, los dos adolescentes hablaban de todo: desde el fútbol, hasta la vida de sus desgraciadas familias.
“Compartimos muchos secretos y aprendimos a entendernos el uno al otro a la perfección. Quizás esta relación nos benefició tanto sobre el terreno de juego como en la vida real”, afirma Calango.
En el São Cristovão, Ronaldo tenía reputación de ser un jugador un poco vago. Leonardo, otro compañero de equipo, recuerda que “nunca corría para ganar la pelota. Sigue sin hacerlo”.
Los entrenadores del equipo no han olvidado tampoco que Ronaldo era siempre el primero de la fila para repetir comida. “Cuando desayunábamos en el club, todos los jugadores recibían una rebanada de pan y queso. Cuando preguntábamos si había alguien que quisiese repetir, Ronaldo era siempre el primero en levantar la mano. Incluso si se ofrecía una tercera ración, Ronaldo se iba derecho a coger más pan y queso. No sé dónde se lo metía”.

Ronaldo y su mejor amigo no consiguieron ver a los infames urubus cuando se adentraron en el azul océano Atlántico para probar las tablas de surf que les habían prestado unos amigos. Ronaldo y Calango habían hecho el largo trayecto hasta la playa de Copacabana para reunirse con uno de los entrenadores del São Cristovão, que se había ofrecido a prepararles un entrenamiento adicional un sábado por la mañana.
Tras una sesión extenuante de dos horas, decidieron darse un baño refrescante entre las olas de tres metros y medio que rompían contra la arena dorada.
En pocos minutos, los amigos se vieron en apuros. Calango retoma la historia: “Aunque el mar estaba un poco agitado, decidimos adentrarnos en él. Fuimos remando contra las olas hasta que, de pronto, vimos cómo se acercaba una inmensa hacia nosotros.
“Le grité a Ronaldo que tuviera cuidado y que se sumergiese, puesto que ésa es la mejor forma de hacer frente a las grandes olas. Sin embargo, la ola se nos echó encima antes de que pudiéramos reaccionar.
“La ola nos arrastró y logró hundirnos; por más que intentaba salir a la superficie, no lo lograba: era enorme.
“Me fui a la deriva y después noté cómo la pierna de Ronaldo me golpeaba. La ola nos lanzaba en todas las direcciones del espacio. Pensé que íbamos a morir. Parecía que nunca iba a acabar.
Después la ola me lanzó hacia arriba contra el cuerpo de Ronaldo. Nos aferramos el uno al otro. De pronto, la ola nos arrojó a la playa y retrocedió hacia el mar. Fue una experiencia espeluznante. Permanecimos tendidos un tiempo sobre la arena, abrazados con una mezcla de alivio y de terror.
Ese día nos dimos cuenta de que Dios cuidaba de nosotros. Fue un auténtico milagro”.
Al ser inteligentes y espabilados, a pesar de ser chicos de la calle relativamente poco educados, Ronaldo y su mejor amigo no deberían haber encontrado ninguna dificultad a la hora de enganchar con una chica. Sin embargo, Ronaldo lo pasaba muy mal debido a su timidez natural y a su aspecto ordinario.
Calango afirma que “siempre acababa hablando de fútbol en las fiestas. No había forma de que encontrase una chica. No estaban interesadas en él”
Ronaldo estaba muy dolido por el rechazo aparente que causaba en muchas chicas del vecindario. Por mucho que hubiese besado a una chica a los diez años, desde entonces no había hecho ningún avance en ese sentido, lo que acabaría condicionando su percepción de las mujeres, al igual que lo haría el modo en que su padre trataba a su madre.
Calango recuerda que Ronaldo tenía tan poco éxito con las chicas que muchos de sus amigos le hacían rabiar diciéndole que era gay.
Según Calango, “al principio, Ronaldo estaba desesperado, pero después comenzó a hacerse pasar por un homosexual de forma muy convincente. Supongo que utilizaba esta faceta imitadora como una especie de mecanismo de defensa, pero muchos de los chicos que no le conocían tanto llegaron a pensar que era realmente gay. Tenía una voz tan dulce y sinuosa que la gente acababa más que convencida”.

Según la reina Victoria, cuando uno pierde la virginidad debe cerrar los ojos y pensar en Inglaterra. Los grandes románticos, desde Cervantes hasta Byron, añadieron un poco más de lirismo al acto: consideraban rosas a las vírgenes y su desfloración como un canto a las pasiones que lograrían domar a los leones.
La primera experiencia de Ronaldo (no fue necesariamente un acto de pasión manifiesta, pero sí un momento importante en su desarrollo sentimental) sucedió con una vecina de 15 años un tanto guerrera, llamada Kelly Christina Peres. Por lo que todos cuentan, él era el romántico de la relación.
Kelly abandonó a Ronaldo después de unas cuantas citas “porque era demasiado feo”. Añade que “éramos muy buenos amigos, pero la relación no funcionó debido a su aspecto”. Fue un duro golpe que Ronaldo no olvidaría en mucho tiempo.
Para llamar la atención de Kelly, Ronaldo robaba fruta de los árboles de las casas vecinas y se la llevaba en cestas a la bonita colegiala de cabello oscuro. Ella insiste en la actualidad que Ronaldo “quería complacerme como fuera. Era un detalle por su parte, pero cuando se volvió mucho más explícito acerca de lo que quería, ya no me hizo tanta gracia”.
Kelly afirma que Ronaldo llegó a prometerle que le compraría un Ford Escort “cuando triunfe como futbolista”. Todavía está esperando a que llegue el coche.
Según Kelly, Ronaldo se ha convertido en un hombre nuevo. “Ya no es tan feo; se ha vuelto mucho más atractivo. Es atlético y tiene estilo. Si hubiese sido así cuando le conocí...” Pero Ronaldo era una persona completamente distinta en 1991.
En São Cristováo, Ronaldo siguió alimentando su extraordinario récord de goles. Sin embargo, otros aspectos de su juego distaban mucho de la perfección.
El entrenador del São Cristovão, Alfredo Sampaio, explica que “Ronaldo era muy popular entre sus compañeros de equipo. Siempre estaba hablando y riéndose. Incluso a pesar de ser un muchacho, era un atleta nato, pero no le interesaban las tácticas, sólo conseguir el balón y marcar. Su único punto débil eran los remates de cabeza y su falta absoluta de interés en entrar a defender. Le obsesionaba marcar goles espectaculares. Solía explicar que “los disparos suaves son tan importantes como los trallazos”.
Ronaldo marcó 36 goles en 54 partidos durante su época en el São Cristovão. El entrenador Sampaio añade que “cuando las cosas no marchaban bien para el equipo, le gritaba a los chicos que le pasasen el balón a Ronaldo. El se encargaba del resto”.
El club consideraba a Ronaldo un buen chico proveniente de una familia atormentada y era consciente de que la adquisición del jugador por 7.000 dólares reflejaba con fidelidad el grado de riesgo al que se sometía el São Cristovão contando con Ronaldo en el equipo. Su madre seguía trabajando en un bar para llegar a fin de mes y su padre se había marchado del hogar familiar hacía tiempo.
El club acabó recompensando a Ronaldo y trasladó a su madre, a Nelio hijo y a lona a una casita cercana al campo del club. Aunque no era nada del otro mundo, sí era mucho mejor que las favelas. Para Sonia, estaba a la altura de un palacio, y comenzó a darse cuenta de que si su hijo conseguía sacar el máximo partido de su potencial, sus vidas cambiarían para siempre.
Mientras, Nelio padre reclamaba que le habían echado del trabajo en la compañía telefónica por escaparse en demasiadas ocasiones en horario laboral para ir a ver a su hijo jugar al fútbol. Sonia replicaba que ella se levantaba a las cinco o a las seis de la mañana para asegurarse de que su hijo llegaba a tiempo a los encuentros del importante equipo.
Al mes siguiente, el Cruzeiro, equipo de primera división, fichó a Ronaldo por 30.000 dólares y ofreció a sus “propietarios”, Martins y Pitta, un rendimiento instantáneo del capital invertido, puesto que éstos habían comprado al jugador al São Cristovão por 7.000 dólares. Ronaldo se mostró tan satisfecho por encontrarse camino al estrellato, que pidió a su madre que dejara de trabajar inmediatamente. A partir de ese momento, él iba a ser el que trajese el pan a casa.
Ronaldo debutó con el Cruzeiro el 25 de mayo de 1993, a los 16 años de edad. Pinheiro, entrenador del equipo, quedó impresionado.
“Driblaba con una facilidad absoluta, sus pases eran extremadamente precisos y marcaba goles que sólo están al alcance de los genios”.
Algunos de los componentes del club acusaron a Pinheiro de alinear a Ronaldo demasiado pronto, corriendo así el riesgo de quemarle prematuramente al ser demasiado joven. El entrenador desoyó sus comentarios, alegando en su defensa que necesitaba de forma urgente a alguien que marcara goles.
Cuando el Cruzeiro fichó a Ronaldo, éste se convirtió en el ídolo de decenas de Maria Thuatiras extremadamente jóvenes. Pronto se enamoró perdidamente por primera vez de una morena de 16 años llamada Luciana. La pareja salió durante al menos seis meses y ella hizo lo imposible por llevarse bien con la madre del futbolista.
Ronaldo abandonó a Luciana cuando su madre le dijo que podía aspirar a mucho más. Y es que, cuando Sonia hablaba, su hijo le escuchaba. Ronaldo se había vuelto mucho más seguro de sí mismo y comenzó a obsesionarle salir con chicas. Siempre estaba ojo avizor y empezó a interesarse especialmente por las chicas rubias.
“En realidad, eran, y aún son, el máximo símbolo de prestigio para los jóvenes jugadores o cualquier joven que consigue escapar de la vida en las favelas”, explica Calango, el viejo amigo de Ronaldo. “La mujer de los sueños de un carioca es rubia, tiene las tetas pequeñas y el culo grande. Es la personificación de la mezcla entre la mujer blanca y la negra. Las chicas lo saben y los chicos lo quieren”.
Ronaldo resultó ser un gran éxito para el Cruzeiro en la liga brasileña: el jugador marcó 49 goles en sus primeros 50 partidos profesionales, 5 de ellos en el transcurso del mismo partido. Los entrenadores del equipo estaban encantados con su forma física, aunque temían que el fornido joven engordase porque no paraba de atiborrarse de hamburguesas, caramelos y helados.
Según uno de los entrenadores del club, “podría decirse que Ronaldo se ha comido el mundo para llegar a la cima”.
En otoño de 1993, Ronaldo tomó la decisión más importante de su corta vida y se mudó a un apartamento de su propiedad en Belo Horizonte. Sentía que había llegado la hora de arreglárselas sin su madre, siempre atenta a los movimientos de su hijo. Sonia se mostró consternada por la decisión de su hijo de 17 años, al considerar que Ronaldo necesitaba la seguridad del hogar familiar para mantener los pies en la tierra.
Como sólo tenía una maleta, no le llevó mucho tiempo mudarse. El primer día, Ronaldo se presentó en un restaurante de la zona y se quejó con uno de los camareros de que no había platos ni cubiertos en el apartamento. El encargado del restaurante se apiadó del adolescente y le regaló una vajilla completa.
El número total de goles que marcó Ronaldo en el Cruzeiro ascendió a 58 en 60 partidos. Ronaldo se granjeó el cariño de la prensa de Río y, desde ese momento, aparecía casi todos los días en las páginas de deporte. Por tanto, no fue ninguna sorpresa que la selección nacional brasileña le convocara cuando tan sólo contaba 17 años.
Ronaldo debutó ante Argentina el 23 de marzo de 1994, a los 17 años, seis meses y un día. Saltó al terreno de juego diez minutos antes de que se pitase el final del partido para sustituir a Bebeto. Su actuación fue modesta; nadie esperaba realmente que brillara con luz propia en su debut, aunque, con un par de sus típicas carreras inesperadas, consiguió crear gran confusión entre los argentinos como adelanto de lo que se avecinaba.
El 6 de abril de 1994, Ronaldo suscitó de nuevo el interés de la prensa al marcar un gol de ensueño con el Cruzeiro contra el antiguo equipo de Maradona, el Boca Juniors: condujo el balón desde la línea de medio campo, regateó a toda la defensa y marcó el gol.
Menos de un mes después, Ronaldo hizo su segunda aparición internacional con una actuación soberbia, con gol incluido a Islandia, lo que le sirvió para reservarse un sitio en la selección brasileña para el campeonato del mundo de 1994 en Estados Unidos.
El veterano entrenador Mario Zagallo, que formaba parte del equipo técnico de la selección, quedó satisfecho con lo que presenció. Le llegó incluso a decir a un reportero maravillado: “presten atención a este chico; va a ser el próximo Pelé”.
En el terreno personal, apareció otra chica que se esfumó poco tiempo después de que Sonia decidiese que no le convenía. Precisamente, era rubia y contaba con todos aquellos valores que todo carioca que se precie busca en una mujer. La preciosa rubia se llamaba Katia; desafortunadamente, su amor por Ronaldo la llevó a aparecer en un programa de la televisión brasileña durante el Mundial de Fútbol de 1994, en el que afirmó ser la última conquista de Ronaldo.
Sonia se enfureció hasta tal punto que acabó con el romance en seguida. Más tarde, explicó orgullosa que Katia “no dejaba de llamar a Ronaldo a todas horas, pero yo no le dejaba que se pusiera. En realidad, Ronaldo no sabía lo que me traía entre manos, porque ni siquiera le decía que la chica había llamado. No me arrepiento lo más mínimo”.
Sonia tenía muy claras las cualidades que debía reunir la futura Sra. de Ronaldo. Explica que “lo que ocurre es que tendrá que pasar el resto de sus días con él. Tendrá que acompañarle en todos sus viajes y no quejarse por sentirse sola”.
Ronaldo solía mantenerse al margen y escuchar los consejos de su madre, que a su vez le observaba como si le estuviese diciendo: “por favor, toma nota”.
CAPÍTULO 6
Dos zapatillas Nike y un destino
El Mundial de Estados Unidos de 1994 fue decepcionante para Ronaldo. En Brasil le consideraban una fuerza potente y brillante del fútbol mundial, pero el entrenador Carlos Alberto Parreira y su asistente Mario Zagallo decidieron tenerle sentado en el banquillo de los suplentes durante toda la competición por considerarle aún demasiado joven a sus 17 años para soportar la presión.
A pesar de no jugar ni un solo minuto, Ronaldo acaparó gran parte de la atención en Estados Unidos. Los medios de comunicación brasileños se preguntaban sin cesar por qué no formó parte del once inicial. En un artículo se aseguraba que Ronaldo estaba tan nervioso por jugar con la selección brasileña que el entrenador Parreira consideró que el jugador no podría sobrellevar la tensión. Un periodista brasileño presente en el Mundial afirmó que “Ronaldo estaba aterrorizado. No pasaba de ser un crío de 17 años. A veces, las lágrimas de miedo le inundaban los ojos mientras observaba el partido desde el banquillo, Quizás a los entrenadores les habría gustado sacarle por motivos tácticos, pero habría sido un desastre”.
El pequeño Romario se convirtió en la estrella del equipo cuando logró asegurar a su selección la primera Copa del Mundo después de 24 años sin ganarla. Cuando Brasil, uno de los países con el fútbol más excitante y entretenido del mundo, recuperó el lugar que le correspondía en lo más alto del fútbol mundial tras ganar a Italia en la serie de penalties en el Pasadena Rose Bowl de California, las tradicionales celebraciones ricas y extravagantes no fueron especialmente abundantes. Muchos de sus compatriotas se quejaron amargamente de que habían sido los ganadores brasileños más sosos de todos los tiempos.
Aunque respetaba completamente la sabiduría de los entrenadores de la selección, que le aseguraron que le haría más ilusión ganar el Mundial de Francia 98, Ronaldo no dejó de reprocharles que no le hubiesen dado la oportunidad de jugar. El presentador de televisión Pedro Bial fue el encargado de retransmitir el Mundial y acompañó en varias ocasiones a cenar y de copas a los jugadores de la selección brasileña, entre los que se incluía Ronaldo.
Recuerda que “Ronaldo era muy infantil en aquellos días. Ante todo, le recuerdo comiendo hamburguesas y mirando a todas las chicas guapas con las que se cruzaba”.
Bial recuerda en especial que a Ronaldo “le gustaba conseguir que los periodistas le invitasen a comer y a beber. Nunca hacía amago de meterse la mano en el bolsillo. Siempre quería algo: una hamburguesa por aquí, una cerveza por allá...
“Ronaldo tenía poco que decir por aquel entonces. Sin embargo, cuidaba mucho todas sus palabras: era evidente que sus agentes cuidaban de su desarrollo personal apoyándose en un plan cuidadosamente diseñado”.
Ronaldo quedó prendado de Estados Unidos. “Le fascinaba el país y todo lo que rodeaba al hecho de ser famoso”, añade Bial.
A Ronaldo le gustaba que los norteamericanos no le acosasen en busca de autógrafos, puesto que en realidad no tenían la menor idea de quién era.
En el Mundial de Fútbol de ese año, los agentes de Ronaldo se pusieron en contacto con los directivos del gran gigante de ropa deportiva Nike, que estaba ansiosa por hacer incursiones en el lucrativo mercado del fútbol internacional. Pronto empezaron las negociaciones multimillonarias para que el gigante patrocinara al futbolista. Pitta y Martins colaboraron de forma indirecta a que Nike y el presidente de la selección brasileña, Ricardo Texeira, establecieran contacto.
Cuando regresó a Río, Ronaldo descubrió que cada vez había más Maria Thuatiras interesadas por él. Para un joven juguetón de 17 años, debió de ser como un sueño hecho realidad, sobre todo después de haberse sentido insignificante durante años.
Pitta y Martins constataron también el interés que su cliente suscitaba entre las féminas y decidieron que si podían convertir a Ronaldo en un sex-symbol, así como en una potencia dentro del mundo del fútbol, se harían con la gallina de los huevos de oro.
Sin embargo, Ronaldo tenía por pelo un auténtico penacho descuidado y solía llevar un aspecto un tanto desaliñado y tosco. Por lo menos, había dejado de llevar relojes baratos, a pesar de la experiencia vivida cuando le robaron de joven.