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Los agentes de Ronaldo animaron a Sonia para que convenciese a Ronaldo de que debía arreglarse los dientes a fin de que no le sobresaliesen tanto. Reservaron 5.000 dólares para que le arreglaran la dentadura.
Esta fue una política empresarial deliberada de los agentes, que consideraban que la imagen de Ronaldo formaba parte esencial de la estrategia de marketing encaminada a que las grandes empresas se interesasen por él y se animasen a patrocinarle.
Después de que le colocaran un aparato en los dientes, le animaron a que se rapara la cabeza y adoptara una imagen más moderna. No fue más que el primer paso en los planes de los agentes para convertir a Ronaldo en un sex-symbol. Pero aún había mucho trabajo por hacer.
Poco a poco, y gracias a todos estos cambios, Ronaldo se fue convirtiendo en una persona más segura. Empezó a creer en sí mismo hasta el punto de llegar a confesarle a su madre que algún día se convertiría en el mejor jugador del mundo.
De poco le sirvió irse a vivir solo para intentar cortar el cordón umbilical que le unía a su madre, puesto que ella no hacía más que aparecer por el apartamento de Ronaldo con comida.
Además, cuando las chicas comenzaron a perseguirle, su madre intervenía para ofrecerle consejos de amiga: “Le dije que no diese esperanzas a muchas mujeres. Sé que es un chico sensato, pero le gusta revolotear de flor en flor”.
Cuando una rubia preciosa hizo su aparición poco después del Mundial de Fútbol, Sonia se interpuso pronto entre ellos. “Un día, conoció a una chica que insistía en establecer una relación con él a pesar de que Ronaldo le confesó que sólo vivía para el fútbol. Sentí pena por la chica, porque Ronaldo no estaba interesado en ella. Hay muchas chicas en la vida de Ronaldo. ¡Parece que voy a tener muchas nueras!”

Había cierta distancia entre sus ojos, pero había también placer, devoción. Una gota de sudor se balanceaba en el lóbulo de su oreja izquierda. Reía. Tenía saliva blanca pegada a las comisuras de la boca.
Ocurrió justo después del Mundial de Fútbol de 1994, antes de que Ronaldo hiciese el saque inicial para el Cruzeiro en un partido de liga. No fue un partido especialmente memorable, a no ser por un incidente del que aún se sigue hablando en Brasil.
Unos pocos minutos antes del comienzo del partido, Ronaldo se sentó en el centro del círculo central y comenzó a silbar de forma nerviosa, como cuando uno espera que algo que está haciendo pase desapercibido.
Se estaba orinando en el césped del campo ante 10.000 espectadores. Un equipo de televisión que estaba presente para retransmitir el partido captó el “acto” a todo color.
El presentador de televisión Pedro Bial recuerda que “fue algo increíble. Debió de pensar que nadie iba a ver lo que estaba haciendo, pero era muy evidente. En el fondo, era un crío. Lo demostró aquel día”.
Aparte de ser una conducta muy infantil, el incidente demostró también lo nervioso que se ponía Ronaldo antes de cualquier partido de fútbol. Llegó a confesarle al periodista brasileño Pedro Bial que normalmente vaciaba el contenido de su estómago y vejiga antes de cada partido.

Cuando, en 1960, los italianos hicieron una oferta increíble de un millón de dólares para traer a Pelé a Europa, el congreso brasileño convocó una sesión extraordinaria. Se invitó claramente a los italianos a que se volvieran a casa y Pelé fue declarado “tesoro nacional no sujeto a exportación”.
Desgraciadamente, esa actitud no se aplicó en 1994 para evitar la exportación del supuesto “nuevo Pelé” y el resultado salta a la vista: no hay más que ver lo pequeño que se ha vuelto el fútbol brasileño. Todas las grandes estrellas se han escapado al extranjero.
Resulta irónico comprobar que el seleccionador nacional brasileño animó a la mayoría de ellos a que cruzaran el Atlántico, convencido de que cuantos más futbolistas jugasen en clubes europeos, mejor sería para la selección nacional, puesto que de esta forma los jugadores estarían perfectamente aclimatados para Francia 98.
El éxito instantáneo de Ronaldo en las altas esferas del fútbol brasileño (54 goles en 54 partidos) le catapultó a los grandes clubes europeos como el Benfica, el Juventus, el AC Milán, el Parma y el Ajax que, a finales de la temporada de 1994, ya se lo disputaban con admiración.
Sin embargo, el que más atraía a Ronaldo era el PSV Eindhoven, equipo holandés de provincias menos conocido. El club había actuado en calidad de cámara de compensación para algunos de los jugadores de mayor talento del fútbol moderno: Romario, Ronald Koeman y Ruud Gullit demostraron que unos años en la escuela de fútbol del PSV era la mejor preparación para jugar en los ambientes más duros de Italia o España.
El PSV fue el primero de los clubes en hacer una oferta debido a la buena situación económica que atravesaban sus patrocinadores, el gigante de la electrónica Philips. El equipo supo de la existencia de Ronaldo gracias a un cazatalentos de la empresa que trabajaba en una fábrica de Río.
Por tanto, no fue ninguna sorpresa que Ronaldo escogiese al PSV como su primer punto de destino en Europa, tras abandonar al Cruzeiro Belo Horizonte poco después del Mundial de Fútbol de 1994. Ronaldo accedió al traspaso del PSV por la friolera de 4 millones de dólares. Sus agentes se repartieron más de 200.000 dólares de comisiones. Su inversión inicial de 7.000 dólares les estaba reportando dividendos extraordinarios.
Si alguna vez hubo un jugador al que le corriera sangre azul por las venas, ese debió ser Ronaldo. En Brasil, se hablaba de él como de la llamada familia real del fútbol mundial: la selección vencedora del Mundial de Fútbol de Brasil de 1970. Efectivamente, fue Jairzinho, el legendario alero de aquel equipo, el que descubrió a Ronaldo a los 14 años.
Algunos de los amigos de infancia de Ronaldo estaban maravillados de que aquel chico al que casi no le habían salido pelos en la cara y con los dientes presos por los alambres de acero del aparato, estuviese a punto de convertirse en multimillonario.
Al principio, Pitta y Martins se mostraron de acuerdo en canjear sus fichas y empaquetar a Ronaldo para llevarlo a Italia con la esperanza de asegurarse 10 millones de dólares caídos del cielo. Sin embargo, aconsejados por el astuto Romario, decidieron que el PSV sería el trampolín perfecto. Quizás éste fuera el único momento en que los agentes de Ronaldo dieron prioridad al bienestar de su cliente en vez de a sus sueños de amasar una gran fortuna.
Incluso Ronaldo afirmó por aquella época que “Romario me dijo que el PSV Eindhoven era uno de los clubes europeos más profesionales y mejor organizado. Tienen de todo: una plantilla enorme de entrenadores, intérpretes, mánagers profesionales, un estadio soberbio y un equipo con la mezcla perfecta de juventud y experiencia”.
“Romario dijo que sería el mejor calentamiento para aclimatarse a Europa y aprender cosas acerca del fútbol del continente. Creo que tenía razón”.
No resulta sorprendente que el gerente del PSV, Frank Arnesen, considerase a Ronaldo un bien preciado y apenas pudiese disimular su alegría por haber logrado adelantarse a una competencia tan temible y llevarse al adolescente.
“Los agentes de todos los grandes clubes llamaban a la puerta de Ronaldo, ofreciéndole el oro y el moro”, se regodeaba. “Nuestra oferta no fue ni mucho menos la mejor, lo que demuestra que Ronaldo está encantado por jugar con el PSV y que está convencido de que Holanda es la mejor plataforma para comenzar a trepar hacia la cúspide del fútbol internacional.
“Yo mismo le dije a Ronaldo que no se arrepentiría de esta decisión en toda su carrera. Romario es el ejemplo perfecto de la forma en que preparamos a nuestros jugadores de talento”.
Su compatriota Ricardo Gomes, del París Saint-Germain, se hizo eco de esta opinión generalizada, asegurándole a Ronaldo que estaba “en las mejores manos”.
Explica que “es evidente que Ronaldo va a ser el delantero más completo durante muchos años. Este chico se acerca mucho a la definición del jugador ideal. Con el izquierdo o el derecho, es lo mismo; es capaz de hacer pases mágicos con ambos pies”.
Ronaldo tenía que pellizcarse de vez en cuando para asegurarse de que su traslado a Europa no era un sueño. “No hace mucho tiempo, solía soñar con futbolistas como Romario y Bebeto. Coleccionaba fotos suyas y las pegaba en un álbum. Y de pronto, en el Mundial de Fútbol de Estados Unidos, me encontré a mí mismo entrenando con ellos cada día. Ahora sigo sus pasos hasta Europa y yo mismo me he convertido en una estrella”.
Incluso en aquellos tiempos, a Ronaldo le daba verdadera vergüenza que le compararan con el mayor héroe del fútbol brasileño: Pelé.
“La gente habla de mí constantemente como si fuera el nuevo Pelé. No dejan de decir que soy la nueva estrella del fútbol brasileño, pero sólo existe un Pelé. Lo único que puedo hacer es rezar para conseguir ser tan bueno como él algún día, o por lo menos para acercarme a su calidad. Así, algún día, la gente dirá que sólo existe un Ronaldo”.
Para celebrar sus dientes arreglados, su nuevo peinado y su marcha a Holanda con el PSV Eindhoven, Ronaldo ofreció una fiesta a treinta de sus amigos más cercanos en el Royal Grill, en el barrio “bien” de Barra da Tijuca. Esa noche, los invitados quedaron impresionados con la transformación que había experimentado Ronaldo con seis semanas de arreglos dentales y un aparato fijo.
En la fiesta, Ronaldo se mostró cansado, pero contento. Estaba preocupado por tener que dejar atrás a sus amigos y familiares y por el clima frío que le esperaba en Europa. Sin embargo, Martins y Pitta le dijeron que debía dar este siguiente paso si quería ver cumplido su deseo de convertirse en el mejor futbolista del mundo (y el más rico).
Los agentes le dieron a Ronaldo un amuleto de buena suerte: una medalla de oro macizo de San Cristóbal. Aun así, le dejaron muy claro que la suerte no desempeñaría ningún papel en su futuro.
Naturalmente, Sonia estaba preocupada ante la idea de perder a su pequeño. “No hemos tenido tiempo para hablar del tema. Aún no me creo que valga tantos millones de dólares”. Sonia le prometió a su hijo que iría a cuidarle tan pronto como le fuera posible.
Sin embargo, no podía disimular lo impresionada que estaba con la vida que su hijo estaba a punto de emprender. “Va a tener una casa independiente y dos coches”, se pavoneó ante una de sus amigas.
Otro de los invitados a la fiesta fue Jairzinho, el hombre que descubrió a Ronaldo. A pesar de sus reivindicaciones pasadas por no haber percibido ni un solo centavo por su descubrimiento, Jairzinho recibía de hecho una cuota de seis cifras en dólares por concepto del traspaso de Ronaldo al PSV Eindhoven. Fue la forma en que Martins y Pitta le “compraron” para evitar problemas futuros.
La noche de la fiesta de despedida, la entonces novia de Ronaldo, Luciana, le comunicó a todo el mundo su intención de ir a visitar a Ronaldo a Holanda en Nochevieja. “Le voy a llamar todos los días por teléfono”. Luciana no debió de oír el comentario de la madre de Ronaldo: cualquier chica que saliese con su hijo tendría que acompañarle a todas partes si quería que la relación funcionase.
Como era de esperar, pocos días después de su llegada a Holanda, Ronaldo comenzó a sentirse muy solo. El club le había puesto una casa en un barrio tranquilo, pero apenas salía porque no le gustaba conducir en países desconocidos.
A menudo se pasaba los días y las noches viendo la televisión, videos de sus películas preferidas, partidos de fútbol y, de cuando en cuando, videos pornográficos, muy fáciles de conseguir en Holanda.
En Río, Sonia estaba muy preocupada por el bienestar de su hijo. Hablaba con él por teléfono todos los días y se daba perfecta cuenta de que se sentía aislado. Seis semanas después de llegar a Holanda, Sonia le preguntó abiertamente a su hijo por qué se sentía tan triste y solo. Como tantas otras veces, Ronaldo rompió a llorar. Sonia embarcó en el siguiente vuelo con destino a Europa.
Más tarde recordó: “Tenía muchos problemas en Holanda, así que volé hasta allí y le busqué una casa más agradable. Le preparé sus comidas preferidas y acabé quedándome ocho meses con él”.
El PSV estaba encantado de que Sonia se hubiera trasladado con su hijo adolescente, porque de esta forma se evitarían el tipo de problemas emocionales que bien podrían haber afectado su juego.
Sonia estaba tan preocupada por el bienestar de su hijo en Europa que le comentó a Martins y a Pitta que, si su hijo no encontraba compañía femenina, seguramente acabaría abandonando el PSV y fracasarían los lucrativos planes de los agentes de transferir a Ronaldo a clubes europeos más ricos.
La solución vino de la mano de una niña bonita de 19 años, rubia y de Río, llamada Nadia Valdez Franca.
CAPÍTULO 7
Un brasileño encantador…
Philips suministró a Ronaldo lo último en electrónica para su nueva casa en Eindhoven: laser disc, teléfono, contestador automático, fax, televisor y vídeo. De hecho, aparte de un par de camas, no había mucho más en la casa.
Nadia y Sonia compartieron casa con Ronaldo durante gran parte de ese primer año. No era nada fácil para ninguna de las dos mujeres. Sonia tenía la costumbre de sacar punta a cualquier cosa que Nadia hiciese o dijese. Mientras tanto, Ronaldo se dedicaba a jugar a los videojuegos. Le avergonzaba sobremanera la manía de su madre de llevar zapatillas Nike tan grandes como barcas. Nadia llevaba zapatos de tacón de seis centímetros, labios rojos y minifaldas muy ceñidas.
Los pasatiempos preferidos de Ronaldo eran ver la televisión y acostarse con Nadia. En Eurosport, a menudo ponían partidos de fútbol de equipos brasileños y Ronaldo se sentaba a verlos delante del televisor durante horas y horas, boquiabierto, con mirada vidriosa, mientras Sonia y Nadia hacían ruido preparando la comida en la cocina mal equipada.
A veces, Ronaldo ponía la grabación de uno de sus últimos partidos con el PSV y observaba a cámara lenta cada uno de los minutos en los que tocaba la pelota.
Cuando Nadia se ausentaba, Ronaldo y su madre hacían muchas más cosas en común. Sonia recuerda que “hacía cualquier cosa para animarme: simular peleas, perseguirme o comprarme juguetes de pega, como una araña, por ejemplo, para intentar asustarme. A veces también sentaba a su oso de peluche en la taza del baño o tomaba la bici y aparecía pedaleando por toda la habitación, cantando y gritando, sólo para divertirme”.
Si acudía alguna visita importante a la casa, el club de Ronaldo llamaba a Koos Boets para que hiciese las veces de intérprete. Ronaldo se llevaba muy bien con Boets, ambos andaban siempre con las típicas bromas de jóvenes. Ronaldo solía saludar a Boets con su expresión preferida, “hola, pedazo de mierda”, y al holandés no parecía importarle en absoluto.
De hecho, Boets sentía una profunda admiración por el extraño brasileño. “Es muy dulce, un tipo valiente. Fuerte, aunque un poco tímido. Y terriblemente juguetón, no logra concentrarse. Por eso son tan lentos sus progresos en holandés”.
A menudo, Ronaldo caía rendido en el modesto sofá y se quedaba dormido entre los brazos de Nadia, que solía seguir su ejemplo pocos minutos después. No llevaba una existencia muy emocionante, a decir verdad. Ronaldo acababa tan cansado de los entrenamientos o de los partidos, que no lograba mantenerse despierto más tarde de las 10 de la noche.
El haber jugado en la selección brasileña tenía sus ventajas: Ronaldo podía ver videos de la mayoría de los partidos clásicos del fútbol brasileño de los últimos cuarenta años. En concreto, quedó realmente deslumbrado con el juego que desplegó Garrincha durante el Mundial de Fútbol de 1958.
“Garrincha estaba regateando cuando, de pronto, y con el oponente marcándole muy de cerca, se alejó del balón para que lo recogiera uno de sus compañeros de equipo. Fue una locura brillante”, afirma.
Sonia hacía lo que estuviera a su alcance para que Ronaldo se sintiera como en casa. Cuando llegaban visitas, preparaba dulce café brasileño y mostraba orgullosa fotografías de su niño prodigio. Con frases cortas y bien buscadas, explicaba a quien quisiese escucharla que “esta fotografía se la sacaron en el Valqueire, su primer equipo. Tenía ocho años. Estaba con sus amigos y decidió...”., y así interminablemente.
Sonia acudía a menudo a los partidos del PSV para animar a su hijo bien amado. Sin embargo, desde que Ronaldo nació, había tenido la tensión muy alta y le costaba soportar el estrés de los partidos.
“Tengo que tomar muchas pastillas para controlar la tensión, y no se puede decir que ver a Ronaldo jugar sea muy bueno para mi salud. A veces, me llevo una botella de cerveza y me la bebo durante el partido para relajarme. Tiemblo y grito cuando Ronaldo pierde y suelo insultar a los árbitros”.
Televisión, clases de conducir, entrenamientos, clases de holandés, llamadas de teléfono, partidos de tenis con un compañero del PSV... Ésa era la vida que Ronaldo llevaba en Holanda. Podría decirse que era el sueño de todo adolescente.
Ronaldo guardaba su último juguete en el garaje: un Chrysler Jeep. Tenía tanto miedo de que se le estropeara el coche que tardó meses desde su llegada a Holanda en sacarlo por las calles de la ciudad, eso sí, a paso de tortuga. Tomaba las curvas con una precisión enfermiza y ponía todos sus sentidos en cada maniobra.
“No dejaba de preguntar: “¿Qué tal lo hago? ¿Conduzco bien?”, recuerda un viejo amigo que fue a visitarle a Holanda. Por otra parte, estaba el tema de las cartas de las fans. Siempre había una bolsa enorme llena de cartas listas para ser enviadas a Brasil. En Holanda, los futbolistas sólo contestan a sus seguidores si éstos les adjuntan un sello. Ronaldo desconocía por completo esta norma. Durante sus primeros meses de estancia en el PSV, envió al menos 2.000 cartas con fotografías autografiadas, incluidas 700 a Brasil. Le costó al menos unos 500 dólares, pero eso era una miseria comparada con el recibo del teléfono.
Ronaldo tenía otro lado mucho más infantil. En el transcurso de una entrevista en casa del delantero, el periodista holandés Frans Oosterwijk no pudo salir de su asombro cuando Ronaldo se esfumó y se introdujo en una habitación con Nadia.
En el PSV, Ronaldo seguía marcando goles con la regularidad que le caracterizaba. Sus movimientos eran rápidos y precisos. Los holandeses reconocen que Ronaldo tenía lo que ellos llaman una “tercera aceleración”: el sprint dentro del sprint, con el que el delantero conseguía regatear súbitamente a dos o tres oponentes. Ronaldo se mostraba especialmente satisfecho con el entrenador del PSV, Dick Advocaat. “Está contento conmigo, y yo con él”. De hecho, Ronaldo accedió a dejar de tomar Coca-Cola y patatas fritas a petición de su nuevo mentor y figura paterna.
Uno de esos pocos días libres de los que disfrutaba el futbolista, Ronaldo y su novia Nadia aceptaron la invitación del agente italiano de fútbol Giovanni Branchini para ir a visitar Milán. Branchini apareció en escena tras las recomendaciones de los “propietarios” de Ronaldo, Martins y Pitta, conscientes de que el italiano podría desempeñar un papel fundamental llegada la hora de intentar introducir a su jugador en la tan lucrativa Primera División.
Para Ronaldo, el viaje no era más que una forma agradable de pasar unos cuantos días. Sabía que algunos lo interpretarían como el primer paso de un plan concreto, y no ayudó mucho a acallar los rumores el hecho de que se reuniera para cenar con el presidente del Inter de Milán.
Massimo Moratti le hizo prometer que, en principio, pensaría en el Inter cuando decidiese marcharse del PSV. Ronaldo no se dedicó a buscar casa durante la visita, pero le gustó todo lo que vio.
Branchini llevó a Ronaldo y a Nadia a la catedral, a La Scala y a la sede del Inter, en el estadio de San Siro. La pareja dedicó también mucho tiempo a ir de compras. Después del viaje, Nadia mostró orgullosa a todos sus amigos y familiares las fotografías del viaje: Armani, Moschino, un hotel plagado de lámparas de araña y una cena sentada junto al cordial Branchini y al presidente del Inter.
Durante el viaje, Ronaldo y Nadia regresaron al menos en cinco ocasiones al hotel a hacer el amor, y cada vez que volvían a salir se habían cambiado de ropa. “Eran como adolescentes locamente enamorados”, dijo un amigo. “Claro que realmente lo eran”. Fue un viaje memorable y, desde entonces, Ronaldo supo que algún día volvería a aquella tierra.
A medida que fue transcurriendo el tiempo en Holanda, Ronaldo fue ganando confianza. Le costaba menos reírse de sus propias bromas y las de otros.
Cuando iban a verle sus amigos a su casa de Eindhoven, siempre tenía el detalle de servirles bebidas e incluso ponía la mesa con mucha gracia. Sin embargo, aún se sentía avergonzado de su madre sobreprotectora y omnipresente.
Cuando Sonia le dijo en una ocasión a uno de los invitados que “Ronaldo ha venido a la tierra para marcar goles”, su hijo la reprendió fríamente.
En Brasil, muchos de sus amigos comenzaban a quejarse por no tener noticias del futbolista. Ronaldo, por su parte, pensaba que el pasado, pasado estaba. “Ahora, mi única amiga es Nadia”, le comentó a un compañero del PSV. No había olvidado a gente como Calango y Zé Carlos, pero no quería quedarse anclado en el pasado.
En Holanda, Ronaldo no pasaba de ser un extranjero sin un fondo cultural. En muchos sentidos, se había adaptado increíblemente bien. Se desenvolvía con garbo por la vida y el contenido de su armario iba creciendo día a día, al igual que el de Nadia. En casa escuchaba samba y música reggae y su tenis había mejorado. Sin embargo, al contrario que otros jugadores, nunca leía la prensa.
Como era de esperar, Nadia se fue cansando poco a poco de Ronaldo, y resultaba evidente que la pareja no pasaría el resto de sus vidas juntos.
A medida que fueron pasando los meses, las discusiones entre ambos comenzaron a hacerse más y más serias. En una ocasión, Nadia le gritó durante la comida: “¡Me pones enferma! ¡Enferma! Estás todo el día pegado a mí; eres como una lapa. Entonces, ¿por qué no te casas conmigo?”. Los invitados, incluida Sonia, apartaron la vista avergonzados, pero la madre tomó nota mentalmente de lo ocurrido para sacar el tema a su hijo más adelante.
Nadia recordó un tiempo después que Ronaldo era extremadamente celoso y desordenado cuando vivían juntos en Holanda. “Cuando llegaba del entrenamiento se quitaba los calcetines y los tiraba en la mesa del salón”. No era de extrañar que lo hiciera: Nadia sabía muy bien que Ronaldo estaba demasiado acostumbrado a que su madre fuese recogiendo todo lo que él desordenara.
Al final de su primera temporada en el PSV, Ronaldo dejó Eindhoven para viajar a Río antes que Nadia. Ella le condujo al aeropuerto. Ronaldo tenía muy buen aspecto. Se le habían ajustado los dientes y tenía una seguridad recién estrenada. Ese año en Holanda se había convertido en un hombre más tranquilo, más serio.
Ronaldo y Nadia tardaron pocas semanas en romper su relación. En Río, Ronaldo conoció a otra rubia brasileña llamada Vivianne, que se fue a vivir con él cuando regresó a Holanda. Por una de esas extrañas ironías de la vida, las dos mujeres se conocían desde antes de conocer al propio Ronaldo.
Vivianne tenía un parecido asombroso con Nadia, pero esta vez Ronaldo puso especial cuidado en que la relación fuera más despacio, aunque más tarde confesó a sus amigos que Vivianne también cometió el error de suponer que la pareja acabaría contrayendo matrimonio.
“Sin embargo, Sonia no consideraba ni mucho menos aptas a Nadia ni a Vivianne”, comenta uno de los amigos de Ronaldo en Río.
Una vez más, Sonia parecía ser un factor decisivo en los amoríos de su hijo, y no dejaba de recordarle que podía aspirar a más.
Menos de dos meses después de que Nadia y Ronaldo rompieran su relación, en agosto de 1995, ella le llamó, le dijo que estaba embarazada y que él era el padre. Nadia perdió el bebé y aún no ha logrado sobreponerse del asunto.