De amores, pasiones y traiciones

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Cada tanto, viajaban juntos por trabajo y ella fingía que eran un matrimonio feliz, pero esos viajes no duraban más de tres días. Entonces había que volver a la realidad.
Y pasaron cuatro años, y fue por uno de aquellos viajes por lo que Camila abrió los ojos finalmente. Él estaba acostumbrado a que siempre las dos le creyeran todo, por lo que las subestimó demasiado. Planificó un nuevo viaje de trabajo, pero con menos cuidado que los anteriores. Su esposa sospechó y lo presionó, le pidió ir con él para que le demostrase que no iba nadie más. Él, cobarde, aceptó.
A Camila la llamó unos días antes para decirle que no era necesario que ella fuera, que el banco lo mandaba solo a él, pero Camila esta vez no le creyó y también lo presionó. Finalmente, Gastón tuvo que reconocer que su esposa lo acompañaría, aunque se excusó como siempre, diciendo que él no sabía nada porque el pasaje aéreo lo había comprado ella como para sorprenderlo… y más de las mismas mentiras.
Camila tenía su corazón destrozado, pero sobre todo su orgullo. Era increíble cómo él lograba siempre hacerla sentir tan insignificante. El mismo hombre que en algún momento la había hecho volar ahora la bajaba de un hondazo.
Gastón fue y volvió de ese viaje, pero se quedó poco tiempo. Resulta que el banco le había ofrecido un ascenso y un traslado por unos meses a la misma ciudad a la que iban tan seguido él y Camila.
Llamó a Camila varias veces, pero ella no quiso responderle los llamados ni preguntarle si se mudaría solo o con su esposa, porque ya no le interesaba. No quería saber nada de nada.
Poco después del traslado de Gastón, ella fue al ban-co, como siempre hacía, a cobrar unos trabajos que había terminado. La ponía nerviosa entrar y que todos la vieran. Los empleados del banco, entre los que se encontraba el hermano de Gastón, sabían muy bien la relación que ellos habían tenido. Tenía miedo de sentirse observada o juzgada como la ingenua amante, sobre todo porque no se lo merecía. En definitiva, su único pecado había sido entregar ciegamente su corazón.
Tomó coraje y entró. Se sorprendió al darse cuenta de que nadie la miraba mal, sino que, por el contrario, la saludaban amablemente. Una o dos personas le preguntaron si sabía lo del traslado de Gastón y que él por unos meses no estaría en esas oficinas. Los demás no tenían necesidad de preguntar nada. Es más, hubiesen estado en condiciones de responder a preguntas que, de todas formas, Camila no tenía intención de hacer. Era raro estar ahí sin él. Se sintió triste y angustiada. Ese era un contexto en donde ella había sido feliz y libre de vivir su relación.
Recorrió los pasillos hasta el despacho de la persona que solía hacer los pagos. Recordó las veces que lo había hecho junto a Gastón y la forma en la que ambos siempre sonreían. Llegó frente a la puerta de la secretaría, se despidió de sus pensamientos y saludó a la empleada. Sin salir de su asombro, descubrió que Gastón era tan poderoso en sus manipulaciones que ni siquiera estando lejos dejaba de perjudicarla.
Resultó que no le podían pagar si él antes no autorizaba dichos pagos. La empleada que tenía que entregarle el cheque (en aquella época se cobraba generalmente con cheques que recibías en mano, nada de cuentas online y transferencias) le dijo:
—Espero que me disculpe, pero no puedo pagarle. El señor Gastón dejó expresas instrucciones de que para recibir sus honorarios antes debe llamarlo a él y rendirle cuenta de lo actuado, y después será él mismo el que me dará la autorización para que le paguemos.
Ella comprendió todo inmediatamente. Era el último desesperado intento de manipulación de parte de él, que, sabiendo de su necesidad económica, pretendía sobornarla obligándola a llamarlo para poder cobrar sus honorarios.
Estaba segura de que incluso él había planificado todo desde el primer momento en el que le propuso ser socios con los trabajos del banco, solo con el fin de preparar el terreno y seguir teniendo el control de la relación si alguna vez ella lo dejaba.
Pero una vez más la había subestimado. Ella lo llamó, sí, para decirle que sería la última vez y que mejor le pagara hasta el último centavo si no quería que todos se enterasen de la verdad.
Fue en serio la última vez. Su dignidad valía más que cualquier trabajo. Después de aquel día, Camila rompió los vínculos laborales con el banco y siguió trabajando solo con sus clientes y también como profesora en la facultad, la misma en la que lo había conocido.
Le costó recuperarse. Después de varios años y un par de nuevos fracasos sentimentales cargados sobre los hombros, por fin encontró estabilidad con un hombre merecedor de su amor.
Se repetía continuamente que darse siempre otra oportunidad para amar vale la pena, la alegría y el esfuerzo. Vencer los miedos es posible.
No supo más de él hasta una vez que recibió un correo electrónico que decía: «Hoy se cumplen diecisiete años del día más feliz de mi vida». Reconoció enseguida que era de Gastón porque el correo tenía su nombre, pero se sorprendió muchísimo.
No sintió ningún sentimiento negativo y hasta le hizo un poco de gracia y sintió curiosidad, porque no recordaba qué podía haber pasado exactamente hacía diecisiete años.
Pensó y pensó hasta que advirtió qué día era: 14 de febrero. Habían pasado diecisiete años desde aquella clase en la que ella elogió su camisa. Hizo memoria y recordó incluso el nombre del profesor: Dr. Gandía. Y los recuerdos empezaron a agolparse en su mente. Recordó cuánto anduvieron hasta encontrar un barcito con una mesa libre, el beso en el coche…, todo.
Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero a lo mejor no es así. Cerró los ojos y trató de atesorar por un instante solo los bellos momentos, sin pensar en lo mentiroso y manipulador que él era, y luego le escribió con los ojos brillosos, con el corazón en la mano, pero nunca lo envió. Tal vez pensó que la indiferencia era la mejor respuesta o, al menos, la que él merecía.
Gastón:
Quiero pensar solo en los bellos momentos, me lo propongo y lo logro. Cierro los ojos y me acuerdo de aquel día en el que me dedicaste el tema «Wonderful Tonight».
Yo no sabía nada de inglés y apenas entendí el título. Eran los 90, no había buscadores rápidos en la red ni teníamos teléfonos con Internet. Llamé a una amiga que sí hablaba inglés y me tradujo la letra.Yo estaba feliz, no sé si tomaste conciencia de lo que habías provocado en mi corazón, que ya venía herido.
Es increíble cómo la música marca nuestras vidas y convierte en inmortales ciertos períodos. Esta canción tiene ese poder con nuestra relación. Cada vez que la escucho, no puedo evitar llorar de amor y de dolor, y no entiendo si esos sentimientos son reales o provocados por algún lejano recuerdo.
Siento tu perfume junto a cada acorde, revivo tu sonrisa seductora de aquel día en el que me entregaste el casete con el tema grabado. Todavía recuerdo la emoción que sentí cuando descubrí que JAF, el cantante argentino, cantaba la versión en español.
Hoy definiría a nuestra relación como romántica, pasional y musical. Siempre había un tema que la marcaba, como aquella vez que en el coche me dijiste que tenías algo importante para decirme y pusiste la versión de «No sé tú» de Luis Miguel.
Me pregunto si alguna vez me amaste de verdad. Si fue así, entonces quisiera saber en qué momento dejaste de hacerlo o si nunca lo hiciste. Tal vez simplemente no sabías cómo amar a una mujer que te estaba entregando el corazón, porque estabas demasiado acostumbrado a un amor mediocre y pobre.
Yo te amé, te creí, te sentí y te sufrí con cada fibra de mi ser. Te busqué durante años en cada ínfimo recuerdo que me permitía el poco tiempo que no ocupaba en sobrevivir. No sabes durante cuántos años esperé alguna señal tuya, no tienes idea de cómo me latía de fuerte el corazón cuando creía verte por la calle en algún rostro anónimo en el que, inconscientemente, siempre te buscaba.
Te extrañé hasta desangrarme de nostalgia.Y todavía no sé si en verdad te extrañaba o extrañaba solo lo que imaginaba que pudo haber sido y no fue.Y ahora te dejo, necesito volver entera de este viaje en el tiempo, y si sigo escribiendo es probable que destruya el pedacito de mí que tanto me costó salvar.
Camila
SIN ROSTROS NI FRONTERAS
«El vacío legal era importante, pero mucho más el vacío afectivo, ese vacío dejado por amigos y familia que te carcome y te roe los huesos».
Deseo con todo mi corazón que algún día el ser humano juzgue menos y ame más.
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