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–¿Cómo podré agradecértelo, Miguel?
–A partir de ahora tú lo pagas todo –guiñó un ojo y sonrió–. Si te parece bien, nosotros nos veremos cada semana. Tenemos que ponernos al día de muchas cosas, y de paso hacemos seguimiento de la evolución de Álvaro en el programa. –Se despidieron con un afectuoso abrazo hasta el siguiente encuentro y Javier se dirigió a su coche, visiblemente emocionado.
Yolanda enviaba algunos emails en el momento en que Javier llegó a casa. Se levantó y fue a su encuentro mientras este colgaba la gabardina en la percha del recibidor.
–¿Qué tal con Miguel? –dijo al acercarse y le besó la mejilla. La vuelta a España había dulcificado la relación entre ellos aunque aún quedaba un largo camino por recorrer.
Tras resumirle su conversación, se propusieron convencer a Álvaro para que acudiese a la reunión del lunes. La tenue luz de la lámpara de pie del salón iluminaba la cara de Yolanda, que se mostraba radiante, entusiasmada con la simple idea de que su hijo no solo se relacionase con otras personas, sino que además pudiese demostrar sus excelentes capacidades creativas y su perfecto manejo de las últimas tecnologías de programación y diseño 3D. Lo hacía con la meticulosidad y la disciplina que caracterizaban a su padre. Sus progresos en la universidad eran espectaculares, a pesar de su incorporación tardía a la vuelta de Japón. «En el fondo se parece demasiado a aquello que odia» pensó Yolanda, con la esperanza de que un día despertase a todo lo bueno que eso significaba. Amaba a Javier y, por encima de todo, amaba a su hijo Álvaro.
Llamaron a la puerta de su cuarto. Al no recibir respuesta la empujaron con suavidad. Era tarde, Álvaro estaba sentado de espaldas frente al ordenador con los auriculares puestos y las luces apagadas. El resplandor de la pantalla recortaba la silueta de su cabeza y proyectaba una inquietante sombra en la pared. En eso consistía su retiro del mundo, algo muy común en los últimos tiempos, en los que compartía poco o nada acerca de sus estudios y actividades con sus padres.
Se quitó los cascos al percibir su presencia y se giró.
–¿Qué? –dijo con sequedad.
***
1 En el argot del marketing internacional es habitual utilizar tecnicismos en inglés, que acaban convirtiéndose en parte esencial del lenguaje y que en muchos casos no tienen una traducción fidedigna que exprese su verdadero significado.
2. LA ENTREVISTA
El verdadero conocimiento consiste
en conocer los límites de la propia ignorancia.
Confucio
El lunes siguiente Álvaro llegaba a las puertas de
TEKNOFAN® a las ocho y treinta minutos. Había heredado la escrupulosa puntualidad de su padre y no quiso arriesgarse a llegar tarde. Entre otras cosas porque los últimos días en casa habían resultado muy difíciles desde que su padre se atreviese a hacer planes para él sin su consentimiento. Lo que comenzó como una propuesta acabó siendo una imposición que tensó la cuerda hasta un extremo de difícil solución. Aún resonaba en su cabeza el portazo con el que Javier zanjó la conversación, rojo de ira. A Álvaro le atacaba un sentimiento de culpa porque sabía que era él quien conscientemente bloqueaba cualquier intento conciliador de su padre, avivando su enojo con lo único que sabía que él no podía manejar: la ignorancia. Además, la idea contra la que se rebeló en el fondo le resultó atractiva desde el primer instante. No quería empeorar las cosas.
Antes de entrar prefirió esperar un poco en una cafetería situada frente al portal. Sentado con un café junto al ventanal, se entretuvo en observar a la gente que llegaba al trabajo. El perfil era joven, informal y algo desaliñado, aunque sin exceso. Muchos de ellos llegaban en bicicleta y entraban empujándola hasta el vestíbulo. TEKNOFAN® estaba situada en el centro de Madrid, en un local cuya puerta daba directamente a la calle. A través de un gigantesco ventanal decorado con acetatos de motivos tecnológicos que recorría toda la acera se podían percibir la actividad y el bullicio en el interior. Le gustaban el colorido y el logotipo. A primera vista rezumaba tecnificación y diversión, un lugar en el que fluían las ideas, un buen ambiente. Pronto lo averiguaría.
A falta de diez minutos para las nueve pagó su café, se colgó la mochila al hombro, los cascos enganchados al cuello como una herradura y cruzó el portal. La recepción estaba situada tras una segunda puerta corredera que evitaba las corrientes de aire.
–Buenos días. Tengo una cita con Miguel Quiñones a las nueve –se dirigió a cualquiera de las dos personas de recepción que le miraron al unísono al entrar. Se adelantó ella:
–¿Me dices tu nombre, por favor?
–Álvaro, Álvaro Gutiérrez. –La recepcionista hizo una llamada telefónica desde su terminal IP y tras una breve pausa le pidió que la acompañase.
El despacho de Miguel no era grande, parecía funcional y minimalista. Se veían pocos papeles y destacaban las tres pantallas de ordenador con las que trabaja simultáneamente desde su Mac, escondiéndolo casi por completo. La luz de la mañana se colaba a chorros por dos grandes ventanas octogonales situadas justo a la espalda de su sillón. A esa hora impregnaban de un tono cálido, anaranjado, el ambiente del despacho. Se levantó y se acercó hacia Álvaro con la mano tendida.
–Cuánto me alegro de tenerte aquí, Álvaro. Tu padre me ha contado maravillas de ti –dijo.
Álvaro enarcó las cejas pero no dijo nada, un detalle que no pasó desapercibido para Miguel. Le estrechó la mano y le ofreció sentarse a una mesa auxiliar limpia de papeles y distracciones. Álvaro reparó en cómo Miguel desconectaba el altavoz de su teléfono y lo apartaba de su vista para evitar interrupciones.
–Nos tomamos muy en serio las reuniones; la eficiencia es una de las claves de la productividad. Por otro lado, es un simple concepto de educación. Aquí todo el mundo es importante, así que consideramos una grave falta de respeto el hecho de responder emails, WhatsApps o llamadas cuando estamos reunidos. Solo en justificadas excepciones nos permitimos saltarnos esta regla.
A Álvaro le pareció extraño y algo anacrónico. Él estaba acostumbrado a gestionar las conversaciones a la vez que manejaba su smartphone y no resultaba tan difícil. Sin embargo se mantuvo callado. Se limitó a asentir con la cabeza y luego dijo:
–Me han gustado la entrada y el aparcamiento de bicicletas en el vestíbulo, son una pasada.
–Una idea original de uno de los programadores –contestó Miguel–. Teníamos espacio excesivo en recepción y un compañero pidió aparcar su bicicleta dentro. Hubo más solicitudes; entonces decidimos habilitar un parking para diez plazas en un lugar cercano a la entrada. Fue un éxito; muchos empleados reservan diariamente su hueco para venir en sus bicicletas particulares y eso refuerza nuestra contribución para construir un mundo menos contaminado, más limpio.
En realidad todo en TEKNOFAN® sugería un ambiente de trabajo atractivo. La recepción era espaciosa, con dos recepcionistas encargados de atender la entrada de clientes y las necesidades administrativas internas. La decoración era austera pero muy original: se combinaban muebles modernos con palets pintados de colores y en el vestíbulo podías optar por sentarte en viejas sillas de madera restauradas o acomodarte en amplios y modernos sofás de piel. El lugar más demandado, según le mostraron al entrar, era una sala de descanso a medio iluminar en la que se escuchaba una tranquila música de fondo, dispuesta para tomar un café, comer una manzana o disfrutar de un partido de ping-pong.
–En esta empresa ningún trabajador tiene un puesto fijo adjudicado. Hemos habilitado taquillas en la entrada para que cada uno guarde sus pertenencias o el trabajo que tenga en curso. De esta forma todas las mesas quedan limpias de papeles al final del día y cualquiera puede sentarse donde le apetezca al día siguiente. Nos pareció que esto mejoraría las relaciones interpersonales. Si se tratan temas confidenciales o personales, la sala de reuniones principal y las «peceras» son suficientes. Basta con reservarlas en recepción. A fin de cuentas, hoy en día solo se necesitan una conexión de alta velocidad y un ordenador. Tenemos todo registrado en la nube y procuramos utilizar la menor cantidad de papel posible. Nos enorgullece ser una empresa comprometida con el medioambiente. Lo reciclamos todo: papel, plásticos, vidrios, metales… Fomentamos el uso de medios de transporte no contaminantes, bicicletas, coches eléctricos o híbridos, e integramos «objetivos ecológicos» dentro de los planes de incentivos internos.
Una hora después, Álvaro conocía lo imprescindible acerca del funcionamiento de TEKNOFAN® y del programa de formación CHAMP del que formaría parte. Le sonaba bien, aunque no tenía claro qué pintaba él en todo eso. Parecía un lugar flexible para aprender mientras terminaba su curso universitario, con buen trato y perfil, pero sobre todo Miguel le transmitió una confianza que hacía tiempo que no sentía.
–Se trata de un programa de continuidad para las nuevas incorporaciones –dijo Miguel–; chicos como tú, que aportan conocimientos tecnológicos indudables pero que necesitan profundizar en los fundamentos de la empresa y las relaciones interpersonales para triunfar en sus carreras. Si aceptas compartir con nosotros las próximas cuatro semanas, tu contribución nos ayudará a mejorar nuestro proyecto. Se te permitirá realizar cualquier pregunta o planteamiento sobre cualquier duda que te surja.
»Prometí a tu padre no presionarte en caso de que no estés interesado. Pero esta debe ser tu primera decisión: ¿quieres incorporarte al programa?
Álvaro evaluaba su respuesta. Sabía que aceptar sin más supondría una concesión que satisfaría a su padre, y eso rompería el equilibrio de poder que hasta ese momento sentía que estaba de su lado. Miguel le estaba ofreciendo la oportunidad de decidir sin coacción, así que podría volver a casa y ofrecer una explicación que le excusase de participar. Por otro lado, tonto no era e intuía lo que una oportunidad tan interesante podía significar para él.
–¿Cuándo empiezo? –preguntó.
–Pasado mañana –concluyó Miguel apretando su mano con firmeza.
Álvaro llegaba a su casa con el único pensamiento de cómo contarles a sus padres el resultado de la entrevista evitando mostrar entusiasmo alguno. Pero era necesario buscar una reconciliación, un armisticio después de la batalla. Necesitaría una buena excusa para disculparse sin ceder demasiado terreno.
Lo que no imaginaba era que Javier ya había recibido un mensaje de WhatsApp con una sencilla sentencia: «On board».
***
3. champ. competences and human approach management program
Ganan los que saben cuándo luchar y cuándo no.
Sun Tzu
Miguel miraba a través de la ventana de su despacho. A su espalda, Marta Ramos, responsable de «Talento y Desarrollo de Equipos», permanecía sentada en una posición relajada con su cuaderno de notas abierto mientras ambos repasaban los últimos detalles del programa de formación que comenzaría al día siguiente.
Sin darse la vuelta, Miguel comentó en voz alta:
–CHAMP es el programa más ambicioso e importante de los emprendidos hasta ahora, y muy posiblemente de los que podamos emprender en un futuro –dejaba clara así su expectativa–. Según el Foro Económico Mundial de 2018, en 2022 el 42% de todas las horas trabajadas serán realizadas por máquinas. Este hecho desplazará millones de puestos de trabajo, pero a su vez creará otros tantos. Las máquinas no lo harán todo. –Hizo una pausa pero Marta no interrumpió su silencio; conocía demasiado bien a Miguel para adivinar que aún no había terminado–. Nuestra empresa entrega un producto altamente tecnológico a nuestros clientes. Muchas de las tareas que hoy realizamos en TEKNOFAN® son tareas repetitivas, basadas en trabajos manuales, labores de mantenimiento e instalación tecnológica, procesos para áreas específicas de la empresa: logística, finanzas, Recursos Humanos, marketing, etc. Todos estos trabajos y procesos tenderán a la completa automatización futura. –Marta seguía escuchando con extrema atención–. Las máquinas realizarán tareas repetitivas y las personas las tareas más complejas. Competencias como la creatividad, la innovación, la inteligencia emocional, la capacidad analítica o el pensamiento crítico adquirirán una importancia capital. –Se giró con lentitud, las manos cogidas detrás de la espalda, y miró a Marta a los ojos–. Se producirá un cambio a gran escala –concluyó.
–Las universidades y las escuelas de negocios deberían revisar sus procesos. –Marta buscó un punto de vista distinto. Cientos de entrevistas en procesos de selección le otorgaban una perspectiva precisa de las carencias de los jóvenes recién licenciados que contrataban–. No tiene sentido que el sistema educativo continúe anclado en un pasado en el que los profesores son simples proveedores de un conocimiento que los estudiantes reciben de forma pasiva. Los candidatos no tienen ni idea de cuál es el funcionamiento real de una empresa –hizo hincapié en la palabra «real»–, y no me refiero al concepto teórico de empresa, sino a los procesos internos, las interrelaciones, las políticas que rigen el comportamiento organizacional. Es decir, desconocen las reglas básicas que les ayudan a adaptarse a la cultura empresarial.
–Tan importante es lo que aprenden como la forma en que lo hacen –continuó Miguel–. Tan importante es el qué como el cómo. Y ese cómo está ligado a la experiencia. Sin duda alguna, los jóvenes que incorporamos a TEKNOFAN® cuentan con unas competencias técnicas del máximo nivel, adquiridas durante sus estudios universitarios. Pero la verdadera oportunidad para ellos reside en cubrir el descomunal abismo que separa las habilidades esenciales que demandamos las empresas y lo que ellos aportan. No se dan cuenta de que estas habilidades son precisamente las que marcarán la diferencia entre las personas y la inteligencia artificial –IA–, entre los hombres y las máquinas. Solo aquellos que puedan desarrollar las skills necesarias triunfarán en este entorno cambiante.
»Debemos preguntarnos qué tipo de trabajadores queremos para garantizar nuestra supervivencia empresarial en un mundo en el que la velocidad del cambio tecnológico afecta tan rápidamente al mercado de trabajo.
–Hoy en día –dijo Marta, para completar la reflexión–, o contratas al personal con las skills adecuadas o formas a tu gente para que las adquieran, como hemos decidido hacer en TEKNOFAN®. CHAMP no es más que el comienzo de nuestra adaptación al cambio; un programa que pretende crear una cultura de aprendizaje continuo, con la que seamos capaces de revisar de forma permanente la evolución de nuestros empleados y darles un feedback instantáneo acerca de su progreso en situaciones de trabajo real, facilitando escenarios que mejoren su capacidad de adaptación.
Miguel asentía satisfecho. Ambos trabajaban en la misma frecuencia. Uno de sus sueños, contribuir al desarrollo profesional de los jóvenes empleados de TEKNOFAN®, estaba a punto de comenzar. Y lo hacía con la garantía de partir de unos objetivos transparentes y alineados.
–Yo creo –dijo Marta– que la mayor parte de los jóvenes piensa que no optarán a trabajos estables en un futuro, que sus opciones pasan necesariamente por emprender o surfear entre distintas empresas. Este mito tan establecido es muy dañino porque afecta a la relación de compromiso necesaria entre la empresa y el trabajador. Sin esta vinculación, las empresas dejarán de invertir en la formación de sus equipos con la perspectiva de que estos pronto la abandonarán, y los empleados no responderán porque la empresa no los cuida. Es un círculo vicioso muy peligroso.
–Compromiso, bonita palabra. –Miguel permanecía pensativo; se había desplazado a otro tiempo y lugar–. Durante toda mi juventud mi mayor motivación consistió en no decepcionar a mis padres. Mis hermanos y yo les vimos trabajar tan duro solo para darnos una educación que no podíamos fallarles. Los jóvenes de hoy viven en un mundo rico en matices, una sociedad diversa, distinta por los cambios sociales de los últimos años que pone a su alcance demasiadas opciones. Es difícil engañarlos; buscan autenticidad, no respetan a las empresas y organizaciones no comprometidas con los valores que defienden. Valores, algunos, que nuestra generación no conoció o no impulsó: la conciliación en el trabajo, el respeto por el medioambiente, la conciencia social, la igualdad de la mujer, los derechos de colectivos minoritarios… Sin duda cimas solidarias por las que merece la pena luchar. Pero descuidan otras de vital importancia: el compromiso, el sentido de pertenencia, la ambición por el desarrollo profesional, las ganas de crecer, de cambiar el statu quo. La empresa, a mi parecer, es el lugar idóneo para cultivar y recuperar costumbres que jamás debieron cuestionarse.
Miguel parecía bucear en sus recuerdos. Pertenecía a una generación que despuntaba a finales de los ochenta que tenía hambre por aprender, en un entorno incierto, con la crisis del petróleo en ciernes y en los albores de la globalización. Querían cambiar el mundo. Había heredado la cultura del esfuerzo, de la lealtad, del trabajo duro y sentía –aunque no entendía muy bien por qué– que actualmente la sociedad no recompensaba la transcendencia que tenía forjar un carácter que aportase valores tan fundamentales.
–La crisis del 2008 enterró las esperanzas de toda una generación. Hizo un daño incalculable a los jóvenes de nuestro país –de nuevo se había acercado a la ventana y volvía la espalda a Marta–, pesimistas respecto de su futuro, reticentes a formar parte de un mercado laboral competitivo y cada vez más cambiante y global. Perdieron la esperanza, dejaron de confiar en el sistema político, económico y social que tanto progreso generó desde mediados del siglo XX. Desilusionados, en gran parte a causa de la falta de honestidad y propósito de los dirigentes del país, la corrupción y el ascenso de los populismos y los nacionalismos, comenzaron a salir del país en busca de mejores oportunidades. A su vez, el acelerado desarrollo tecnológico de la última década ha mermado su capacidad de análisis y de comunicación, más allá de una protesta y reivindicación constantes.
»Cultivar y entrenar las «habilidades blandas» de los jóvenes será sin duda lo que marcará la diferencia entre unos profesionales y otros en el futuro. –De repente despertó del trance, algo que le ocurría en no pocas ocasiones. Miguel presumía de ser un soñador; perseguía una utopía a la que quería contribuir con su humilde aportación.
–Mañana comenzamos. Buena suerte, Marta. –Se despidió de ella y salió del despacho.
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4. COMUNICACIÓN INTERPERSONAL
A las diez de la mañana del primer jueves del mes de marzo, Álvaro ya había terminado los trámites necesarios para su incorporación a TEKNOFAN®. Al cruzar la recepción le llamaron por su nombre, le entregaron una carta de bienvenida y lo acompañaron al departamento de personal para la firma de su contrato de formación. Según la agenda comenzarían a las diez y media en la sala principal de reuniones situada en el centro de la oficina. La llamaban «La Península» porque estaba rodeada de cristales por todas partes menos por una. El resto de salas, cinco en total, conocidas como las peceras, tenían los nombres de las islas Baleares: Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera. Álvaro buscó un lugar donde ubicar su mochila y su ordenador y se dirigió a la sala.
Todo estaba preparado. En la pantalla gigante se proyectaba la agenda del programa. Alrededor de la mesa ya habían ocupado sus asientos los asistentes al mismo. Después de una ronda de presentaciones, Álvaro supo que en el programa participaban no solo nuevas incorporaciones, como le había dicho Miguel, sino también mandos intermedios que llevaban tiempo trabajando en TEKNOFAN® y necesitaban una capa de reciclaje.
El programa, denominado «CHAMP. Competences and Human Approach Management Program», pretendía incorporar técnicas de gestión clásicas referidas a procesos de planificación, estructuras de trabajo y «habilidades blandas» a los trabajadores de TEKNOFAN®. Resultaba evidente, a la vista de la evolución de los resultados, que la combinación de un estilo de management clásico liderado por Miguel con la aplicación de las tecnologías más punteras suponía una ventaja competitiva diferencial: la empresa mejoraba la eficiencia en la gestión de los proyectos de sus clientes con tiempos de entrega más cortos y una mayor calidad del trabajo.
Casi todas las contrataciones que se realizaban incorporaban perfiles altamente cualificados en cuanto a conocimientos de programación, diseño, ciberseguridad, Big Data, Business Intelligence, animación 3D, desarrollo de páginas web, etc. pero que desconocían el enorme poder de las relaciones humanas y su impacto en los beneficios empresariales.
A Miguel le preocupaba que muchos de los técnicos apenas cruzasen unas palabras con sus compañeros. Trabajaban desconectados de lo que ocurría a su alrededor, centrados en su pantalla y sus programaciones. Consideraba que todo el equipo de TEKNOFAN® debía estar orientado al cliente, y no solo aquellos que tenían contacto directo con el mismo. Pretendía además estrechar el compromiso del trabajador con el proyecto futuro de TEKNOFAN® mostrándole su confianza a través de una mayor transparencia, delegación de responsabilidad y una formación continua. Para ello, entregó un briefing a Marta con el objetivo de poner en marcha un programa para que todos los empleados, nuevos o no, trabajasen las llamadas «habilidades blandas», o soft skills, como él prefería decir.
En caso de que CHAMP tuviera éxito, además contemplaba adentrarse en otros terrenos competenciales como el liderazgo, la gestión del cambio, las técnicas de negociación, y finalmente en los procesos de planificación: marketing, estrategia y finanzas. Pero preferían caminar paso a paso, y este era el primero de ellos.
El grupo piloto seleccionado para inaugurar la edición inicial del programa CHAMP constaba de seis personas:
Manuel Acosta, mando intermedio encargado del desarrollo y diseño web, y experiencia de usuario (UX), con tres personas a su cargo. Recordaba al Travolta de Grease, con un engominado tupé y una camisa slim fit que potenciaba sus tríceps bien trabajados en el gimnasio.
Gonzalo Ruiz, también con dos personas a su cargo, responsable del área de ciberseguridad, de la que decían que era un mago, tenía un perfil más técnico. Al contrario que Manu –como le gustaba que le llamasen–, Gonzalo no le dedicaba ni un minuto al espejo. Sus ojos cansados y su piel cetrina delataban el poco tiempo que pasaba al sol. Ambos mostraban un alto potencial de crecimiento según las últimas evaluaciones de rendimiento.
Paola Cattorini, una belleza italiana con un acento cantarín solo comparable al argentino, que encandilaba a sus compañeros con su musicalidad y su encanto.
Carlota Blanch, catalana, más callada e introvertida. Aparentaba no interesarse por lo que pasaba a su alrededor, pero en realidad se mostraba despierta y atenta a todo detalle. Ninguna de las dos llegaba al año de antigüedad en TEKNOFAN® y ambas se dedicaban a tareas de programación y diseño gráfico.
Julia Romero, becaria, ingeniera de Telecomunicaciones recién licenciada. Se había incorporado hacía tan solo dos semanas y todavía no le había tomado el pulso a la empresa. Se mostraba agradecida y muy interesada en causar una excelente impresión.
Y por último, Álvaro Gutiérrez, estudiante de tercer curso de Ingeniería Informática, propuesto por el propio Miguel para que actuara como observador crítico del programa.
Un grupo muy joven, reducido y variado que pretendía servir como punto de partida para valorar e identificar las áreas de mejora del programa antes de lanzarlo definitivamente.
–La formación tendrá una duración de cuatro semanas. –Marta había comenzado la reunión a las diez horas y treinta minutos, sin un segundo de retraso–. Nos reuniremos en esta misma sala todos los jueves para realizar una sesión de dos horas de duración. Salvo excepciones justificadas es imperativo acudir a todas las reuniones formativas.
»En este tiempo –continuó– profundizaremos en las habilidades, competencias y actitudes que nos permiten relacionarnos con los demás, trabajar con otros, dar resultados y alcanzar nuestros objetivos. Son habilidades transversales que pueden aplicarse a cualquier disciplina o departamento porque no requieren de conocimientos técnicos.







