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Podría decirse que el santo patrón de las iglesias evangélicas tradicionales es Billy Graham (o posiblemente uno de los grandes evangelistas de la generación presente o pasada). De nuevo, la meta es ser exitoso en el evangelismo, viendo la iglesia local como una campaña evangelística estacionaria. De hecho, la iglesia evangélica «tradicional» en Estados Unidos se parece mucho al modelo de iglesias sensibles al buscador, solo que orientada a una cultura más antigua —la cultura de hace cincuenta o cien años. Así que, en lugar de las parodias de Willow Creek, el trío de mujeres de la Primera iglesia Bautista es considerado como aquello que atraerá a los no creyentes a la iglesia.
Si bien existen diferencias doctrinales importantes entre estos modelos de iglesia, los tres tienen elementos importantes en común. Todos asumen que la relevancia evidente y la respuesta recibida son los indicadores de éxito claves. Los ministerios sociales de la iglesia liberal, la música de la iglesia sensible al buscador y los programas de la iglesia evangélica tradicional deben funcionar bien y funcionar de inmediato para ser considerados relevantes y exitosos. Dependiendo del tipo de iglesia, el éxito puede ser medido por la cantidad de personas alimentadas, la cantidad de personas involucradas o la cantidad de personas salvas; pero los tres tipos de iglesia suponen que el fruto de una iglesia exitosa puede verse de inmediato.
Tanto a partir de la Biblia como a partir de la historia, esta suposición parece ser extremadamente peligrosa. Bíblicamente, descubrimos que la Palabra de Dios está repleta de imágenes de bendiciones postergadas. Dios, con Sus propios propósitos inescrutables, pone a prueba a personas como Job y José, Jeremías e incluso a Jesús mismo. Tanto las pruebas de Job, como el sufrimiento y la venta de José, como el encarcelamiento y la ridiculización de Jeremías, como el rechazo y la crucifixión de Jesús nos recuerdan que Dios obra en formas misteriosas. Él nos llama a una relación de confianza con Él más que a un entendimiento completo de Su persona y Su forma de actuar. Las parábolas de Jesús están llenas de historias del reino de Dios que comienza de maneras sorprendentemente pequeñas y luego crece hasta alcanzar una gloriosa prominencia final. Bíblicamente, debemos comprender que el tamaño de lo que ven nuestros ojos casi nunca es una buena manera de estimar la grandeza de algo ante los ojos de Dios.
Desde una perspectiva histórica, haríamos bien en recordar que las apariencias engañan. Cuando una cultura está saturada de cristianismo y conocimiento bíblico, cuando la gracia común de Dios e incluso Su gracia especial se han extendido ampliamente, un observador puede percibir bendiciones evidentes. Puede que la moralidad bíblica sea reafirmada por todos. Puede que la iglesia sea ampliamente estimada. Puede que la Biblia se enseñe incluso en escuelas seculares. En tiempos como esos, puede ser difícil distinguir entre lo aparente y lo real.
Pero en épocas cuando el cristianismo está siendo amplia y rápidamente repudiado, cuando la evangelización es considerada intolerante o incluso clasificada como un crimen de odio, hallamos que las cosas han cambiado. Por un lado, la cultura a la cual nos conformaríamos para ser relevantes llega a estar tan entrelazada con el antagonismo al evangelio que conformarnos a ella tiene que resultar en la pérdida del evangelio mismo. Por otro lado, es más difícil que el cristianismo nominal progrese. En tiempos como esos debemos escuchar de nuevo la Biblia y reconsiderar el concepto de ministerio exitoso no como uno que da frutos de inmediato necesariamente, sino como un ministerio manifiestamente fiel a la Palabra de Dios.
Los grandes misioneros que han ido a culturas no cristianas han aprendido esto. Al ir a lugares en los cuales no había «campos blancos listos para la siega» sino solo años e incluso décadas de rechazo, ellos tenían otra motivación para seguir adelante. William Carey fue fiel en India y Adoniram Judson en Burma no porque el éxito inmediato les mostrara que estaban siendo evidentemente relevantes. Ellos fueron fieles porque el Espíritu de Dios en ellos los animaba a obedecer y confiar. Nosotros en el Occidente secular debemos recuperar un sentido de satisfacción en esa fidelidad bíblica. Y debemos recuperarlo particularmente en nuestras vidas juntos como cristianos, en nuestras iglesias.
UN MODELO DIFERENTE
Necesitamos un nuevo modelo para la iglesia. En realidad, el modelo que necesitamos es uno antiguo. Aunque estoy escribiendo un libro acerca de esto, no estoy seguro de cómo llamar ese modelo. ¿«Sencillo»? ¿«Histórico»? ¿«Bíblico»?
En términos simples, necesitamos iglesias que conscientemente sean distintas a la cultura. Necesitamos iglesias en las cuales el indicador clave del éxito no sean los resultados evidentes, sino una perseverancia en ser fieles a la Palabra de Dios. Necesitamos iglesias que nos ayuden a recuperar esos aspectos del cristianismo que son distintos del mundo, y que nos unen.
Lo que sigue no pretende ser un retrato de este nuevo (antiguo) modelo de iglesia sino una receta oportuna. Se enfoca en dos necesidades básicas de nuestras iglesias: predicar el mensaje y liderar discípulos.
PREDICAR EL MENSAJE
Las primeras cinco marcas de una iglesia sana que consideraremos reflejan la preocupación por predicar correctamente la Palabra de Dios. La primera marca toca directamente el tema de la predicación. Es una defensa de la primacía de la predicación expositiva, la cual refleja la centralidad de la Palabra de Dios.
¿Por qué es central la Palabra? ¿Por qué es el instrumento que produce fe? La Palabra es tan central e instrumental porque la Palabra del Señor nos presenta el objeto de nuestra fe. Nos presenta la promesa de Dios para nosotros —desde las promesas individuales (a lo largo de toda la Biblia) hasta la gran promesa, la gran esperanza, el gran objeto de nuestra fe, Cristo mismo. La Palabra presenta aquello que debemos creer.
Después, en la segunda marca, consideramos el marco de este mensaje: la teología bíblica. Debemos entender la verdad de Dios como un todo coherente, que nos llega principalmente como una revelación de Él mismo. Las preguntas acerca de Quién es Dios y cómo es Él nunca pueden considerarse irrelevantes para los asuntos prácticos de la vida de la iglesia. Diferentes ideas de Dios nos llevarán a adorarle de maneras diferentes, y si esas ideas son erróneas, algunas de las maneras en que nos acerquemos a Él pueden también ser erróneas. Este es un tema importante en la Biblia, a pesar de haber sido descuidado casi por completo en nuestros días.
En la tercera marca consideramos el corazón del mensaje cristiano al buscar una comprensión bíblica del evangelio. ¿Cuántos mensajes diferentes están pregonando las iglesias como si fueran las buenas nuevas de salvación en Jesucristo? Más aún, ¿con cuánto discernimiento examinamos nuestro propio entendimiento del evangelio, la forma en que lo enseñamos y nuestra manera de entrenar a otros para conocerlo? Nuestro mensaje, aunque barnizado con retoques cristianos, ¿es básicamente un mensaje de autosalvación, o es más que eso? ¿Consiste nuestro evangelio solamente en verdades éticas universales para la vida diaria o está arraigado en las acciones definitivas, históricas, especiales y salvíficas de Dios en Cristo?
Esto nos lleva a la recepción del mensaje, la cuarta marca: una comprensión bíblica de la conversión. Una de las tareas más dolorosas que los pastores enfrentan es tratar de reparar el daño de los falsos convertidos, aquellos a quienes algún evangelista ha convencido demasiado rápido e irreflexivamente de que son realmente cristianos. Esa actividad aparentemente benévola puede llevar a estallidos de emoción, participación e interés momentáneos; pero si una conversión aparente no resulta en una vida transformada, entonces uno comienza a cuestionar esa crueldad involuntaria de convencer a tales personas de que conocen toda la esperanza de una vida con Dios porque un día hicieron una oración. Estamos haciendo que piensen: «Si eso falló, entonces el cristianismo no tiene nada mejor que ofrecerme. No hay esperanza. No hay vida. Lo intenté, y no funcionó». Necesitamos iglesias que entiendan y enseñen lo que la Biblia enseña acerca de la conversión.
La quinta marca presenta una comprensión bíblica de la evangelización. Si en nuestra evangelización sugerimos que llegar a ser cristianos es algo que nosotros hacemos, estamos transmitiendo nuestra mala comprensión del evangelio y la conversión, con efectos desastrosos. John Broadus, reconocido erudito del Nuevo Testamento y predicador del siglo XIX, escribió un catecismo de enseñanza bíblica en el cual planteó la pregunta: «¿La fe viene antes del nuevo nacimiento?». Y él respondió: «No, es el nuevo corazón el que verdaderamente se arrepiente y cree»17. Broadus entendió que en nuestra evangelización debemos ser socios del Espíritu Santo, presentando el evangelio pero confiando en que el Espíritu Santo de Dios haga la verdadera obra de confrontar, convencer y convertir. ¿Están tus prácticas evangelísticas o las de tu iglesia en línea con esta gran verdad?
LIDERAR DISCÍPULOS
Otra serie de problemas en las iglesias de hoy tiene que ver con la administración correcta de los límites y los marcadores de la identidad cristiana. En términos más generales, estamos hablando de problemas al guiar a los discípulos.
Primero, en la sexta marca, abordamos el tema que establece todo el contexto para el discipulado: una comprensión bíblica de la membresía eclesial. En este último siglo, los cristianos han ignorado la enseñanza bíblica de lo que significa seguir a Cristo en comunidad. Nuestras iglesias están inundadas de un narcicismo egocéntrico y un hiperindividualismo levemente disimulados bajo etiquetas como «inventarios de dones espirituales» o «iglesias dirigidas a un público específico», iglesias que «no son para todos». Cuando leemos 1 Juan o el Evangelio de Juan, vemos que Jesús nunca tuvo la intención de que fuéramos cristianos solitarios, y que nuestro amor por otras personas que son diferentes a nosotros muestra si verdaderamente amamos a Dios.
Muchas iglesias actuales tienen problemas con la definición básica de lo que significa ser un discípulo. Por eso en la séptima marca exploramos una comprensión bíblica de la disciplina eclesial. ¿Existe algún comportamiento que las iglesias no deberían tolerar? ¿Existen enseñanzas en nuestras iglesias que se «salen de los límites»? ¿Hay en nuestras iglesias una preocupación por algo aparte de su simple supervivencia y expansión institucional? ¿Es evidente que entendemos que llevamos el nombre de Dios y vivimos ya sea para Su honor o para Su deshonra? Necesitamos iglesias que recuperen la práctica amorosa, regular y sabia de la disciplina eclesial.
En la octava marca examinamos el discipulado y el crecimiento cristianos. La evangelización que no resulta en discipulado no solo es incompleta, también es errónea. La solución no es hacer más evangelización sino hacerla de manera diferente. No necesitamos simplemente acordarnos de decir a las personas que vengan a la iglesia después de haber hecho la oración con ellos; ¡necesitamos decirles que consideren el costo de seguir a Cristo antes de hacer la oración!
Finalmente, la novena marca se enfoca en la necesidad de recuperar una comprensión bíblica del liderazgo eclesial. El liderazgo de la iglesia no debe ser otorgado en respuesta a las capacidades o posición seculares, a las relaciones familiares, o en reconocimiento por el tiempo de servicio a la iglesia. El liderazgo de la iglesia debe ser encargado a aquellos que evidencian en sus propias vidas, y que son capaces de promover en la vida de la congregación, la obra edificante y santificadora del Espíritu Santo.
El fin y propósito de todo esto es glorificar a Dios mientras hacemos que Él sea conocido. A través de la historia, Dios ha deseado darse a conocer. Por eso Él liberó a Israel de Egipto en el éxodo, y por eso volvió a liberarlos del exilio babilónico. Muchos pasajes en la Escritura hablan del deseo de Dios de darse a conocer (por ejemplo, Éxodo 7:5; Deuteronomio 4:34–35; Job 37:6–7; Salmos 22:21–22; 106:8; Isaías 49:22–23; 64:4; Ezequiel 20:34–38; 28:25–26; 36:11; 37:6; Juan 17:26). Él creó el mundo y ha hecho todo lo que ha hecho para Su propia gloria. Y es bueno y correcto que así lo haga.
Calvino solía referirse a este mundo como el teatro del esplendor de Dios. Otros se han referido a la historia como el gran desfile que culmina en la gloria de Dios. Mark Ross lo expresó de esta manera:
Somos una de las principales piezas de evidencia de Dios […] La mayor preocupación de Pablo [en Efesios 4:1–16] es que la iglesia manifieste y despliegue la gloria de Dios, vindicando así el carácter de Dios ante toda la calumnia del reino demoníaco, la calumnia de que no vale la pena vivir para Dios […] Dios ha confiado a Su Iglesia la gloria de Su propio nombre18.
Todos —los que son líderes eclesiales y los que no— hemos sido creados a imagen de Dios. Debemos ser retratos andantes de la naturaleza moral y el carácter justo de Dios, reflejándolo en el universo para que todos lo vean —especialmente en nuestra unión con Dios a través de Cristo. Esto es a lo que Dios nos llama y la razón por la cual nos llama. Nos llama a unirnos a Él, y a unirnos en nuestras congregaciones, no para nuestra gloria sino para Su gloria.
ESTE LIBRO
Este libro se basa en una serie de sermones. De acuerdo con George Barna, los sermones deberían ser más fáciles de entender, menos abstractos, más espontáneos, más cortos, incluir más historias de la experiencia personal del predicador e incluso deberían permitir la participación de la audiencia19. Barna no es el único que sugiere que hagamos algo para mitigar el carácter unilateral y la mera apelación a la razón que caracteriza gran parte de la predicación, particularmente la predicación expositiva. David Hilborn, en su libro Picking Up the Pieces [Recogiendo los pedazos], ha sugerido lo mismo20. Permíteme indicar que la unilateralidad de la predicación no solamente es excusable, sino que de hecho es importante. Si cuando predicamos nos paramos en lugar de Dios, dando Su Palabra en el poder de Su Espíritu a Su pueblo, entonces ciertamente es apropiado que esto sea algo unilateral —no unilateral en términos de nunca cuestionar a quien predica; sino que en el momento de la predicación, el carácter unívoco de la Palabra de Dios nos llega como un monólogo, no esperando suscitar interés y participación sino más bien exigiendo que respondamos. Algo de este carácter debe ser preservado. Esto no significa que el sermón deba ser deliberadamente aburrido, oscuro o abstracto. Yo espero que estos sermones disfrazados de capítulos puedan transmitir una consideración seria de las grandes verdades de la Biblia y del contexto actual.
OTROS RECURSOS
• Para estudio grupal: Edificados sobre la Roca: La Iglesia, un estudio bíblico inductivo de siete semanas de 9Marcas.
• Para aplicación pastoral: La iglesia deliberante, por Mark Dever y Paul Alexander.
• Para compartir con los miembros de la iglesia: ¿Qué es una iglesia sana?, por Mark Dever.
LO QUE VIENE
Primera marca: predicación expositiva
• Predicación expositiva
• El papel central de la Palabra de Dios
El papel de la Palabra de Dios al producir vida
El papel de la Palabra de Dios en la predicación
El papel de la Palabra de Dios en la santificación
El papel del predicador de la Palabra de Dios
PRIMERA MARCA
Predicación expositiva
Así comencé mi sermón un domingo por la mañana en enero, no hace mucho tiempo:
¿Cómo estás? ¿Dormiste bien anoche? ¿Fue difícil encontrar dónde estacionar tu vehículo esta mañana? ¿La información en las entradas de la iglesia era clara para saber a dónde dirigirte? ¿Te dieron la bienvenida cuando entraste? ¿Estaba el edificio ordenado y limpio? Me pregunto si el nombre de la iglesia te hizo más difícil la decisión de entrar. ¿O tal vez fue parte de la razón por la cual viniste?
Y cuando entraste, ¿fuiste recibido por personas amigables y cálidas? ¿Tuviste algún problema al dejar a tus hijos en sus salones de clase? ¿Qué opinas de los vitrales? Sé que se aprecian mejor desde donde yo estoy, pero son bonitos, ¿verdad? Bueno, tal vez sean muy tradicionales para ti.
¿Son cómodas las bancas? ¿Tienes una buena vista de todas las actividades desde donde estás sentado? ¿Puedes ver claramente? ¿Puedes escuchar bien? ¿Está bien la temperatura ahora mismo? ¿Te sientes cómodo?
Y ¿qué opinas del boletín? Es bonito, claro, simple y directo, ¿no crees? Sin complicaciones. Tal vez es muy formal. ¿Observaste todos los anuncios? ¿Viste todos los programas mencionados en la tarjeta de la iglesia? Son muchos, ¿verdad? Probablemente más de los que esperabas. Por supuesto, es fácil de leer, pero creo que la letra es muy pequeña, ¿no es así? Y no tiene imágenes. Me refiero a que tiene demasiado texto. Eso probablemente te dice mucho acerca de la iglesia, ¿verdad? Piensas que es el tipo de iglesia donde prefieren usar mil palabras en lugar de una imagen, ¿cierto?
Y ¿qué de aquellos que están sentados cerca de ti? ¿Son el tipo de personas con quienes te gusta ir a la iglesia? Sí, sé que estás demasiado nervioso como para mirar a tu alrededor, pero sabes quienes son. ¿Qué piensas? ¿Tienen la edad correcta? ¿Son de la raza correcta? ¿Pertenecen a la clase social correcta? ¿Son como tú?
Y ¿qué tal el servicio hasta el momento? Quiero decir, ¿fue muy difícil pasar de un himnario al otro? Como sabes, la mayoría de las iglesias solo usan uno y aquí tenemos dos; tienes que usar el verde y a veces tienes que usar el beige. ¿Sabe el líder de lo que está hablando, pero sin mostrarse como un sabelotodo? ¿Es competente pero sin ser autoritario? No hubo demasiados anuncios en el servicio, ¿o sí? No creo que hayan sido muchos esta mañana. ¿Te has sentido integrado en las oraciones? ¿Han conectado con tu mente y tu corazón?
Es un poco inusual leer porciones tan largas de la Escritura en la iglesia, ¿no es cierto? No es una práctica común en nuestros días.
Y, por supuesto, no podemos obviar la música. Como puedes ver, todavía estamos tratando de decidir entre estilos —música contemporánea o tradicional, clásica o más moderna, litúrgica o más informal. Así como en las demás iglesias de los Estados Unidos, probablemente hay personas que han asistido a esta congregación en el pasado y ahora están buscando otras iglesias porque quieren una experiencia musical diferente. Y probablemente algunas de las personas que siguen aquí continúan asistiendo, en parte, porque les gusta esta experiencia musical.
Y ¿cómo te has sentido con la ofrenda? ¿Puedes creerlo? ¡Se recogió una ofrenda en público y con visitantes presentes! Es el tipo de cosas que, según enseñan en el seminario, no deberían hacerse. ¿Cómo te sentiste? ¿Sentiste que la iglesia está llena de un montón de avaros que solamente quieren aprovecharse de ti cuando vienes?
¿Qué haces aquí? Tal vez has asistido a esta iglesia durante cincuenta años o este es tu primer domingo —¿por qué vienes?
Y ahora, por supuesto, ya sabes lo que viene. O tal vez ya comenzó: ¡el sermón! Para algunos, esto es lo que tienen que soportar antes de llegar a lo bueno —cantar un poco más tal vez o encontrarse con otras personas para charlar al terminar el servicio.
El predicador tiene un trabajo difícil, ¿no es así? Él debe ser una persona con quien te puedas relacionar, a quien le puedas hablar, con quien te puedas sentir cómodo o a quien le puedas tener cierto nivel de confianza. Pero también debe parecer santo. Aunque no demasiado santo. Debe estar informado, pero no demasiado informado. Debe ser seguro de sí mismo, pero no demasiado seguro de sí mismo. Debe ser compasivo, pero no demasiado compasivo. Y su sermón debe ser suficientemente bueno, suficientemente relevante, suficientemente entretenido e interesante, y ciertamente corto.
Hay mucho por considerar cuando estás evaluando una iglesia, ¿no es así? ¿Te has detenido a pensar acerca de eso? Hay muchas cosas que considerar y, así como los estadounidenses nos mudamos con frecuencia, también tenemos que evaluar iglesias con frecuencia. Esto sucede todo el tiempo. Tenemos que preguntarnos qué hace que una iglesia sea realmente buena.
En mi biblioteca tengo montones y montones de libros que tratan de responder esta pregunta: ¿qué es lo que realmente hace a una iglesia buena? Y te sorprenderías ante la gran variedad de respuestas. Algunos piensan que la clave está en la hospitalidad, otros la ven en la planificación financiera, otros en baños impecables, otros en un entorno agradable, otros en música dinámica, otros en la sensibilidad hacia los visitantes, otros en tener suficiente estacionamiento, otros en programas emocionantes para los niños, otros en elaboradas opciones de escuela dominical, otros en el software correcto, otros en señalización clara, otros en tener congregaciones homogéneas. Tú puedes encontrar libros que abogan por alguna de esas cosas como la clave para tener una buena iglesia.
Entonces, ¿qué piensas? ¿Qué se necesita para tener una iglesia sana? Tienes que saber eso. Si estás visitándonos hoy y estás buscando una iglesia donde congregarte regularmente y con la cual te puedas comprometer, debes considerar esta pregunta. Incluso si ya eres miembro aquí, debes considerar esta pregunta —porque podrías mudarte a otra ciudad. E incluso si nunca te mudas, debes saber qué hace a una iglesia sana. Si vas a quedarte en la iglesia y participar en su crecimiento y edificación, ¿consideras importante saber qué estás intentando edificar? ¿Cómo quieres que luzca esa iglesia? ¿Cuál es tu meta? ¿Qué cosas deberían ser primordiales?
Sé muy cuidadoso en cómo respondes estas preguntas. Como dije, encontrarás expertos que te darán toda clase de respuestas. Algunos afirmarán que la clave es eliminar todo lenguaje religioso, otros dirán que la clave es hacer invisibles los requisitos para la membresía.
Entonces, ¿qué piensas? ¿Crees que tener guarderías seguras y baños impecables, música emocionante y miembros que se parezcan unos a otros es el camino hacia el crecimiento y la salud de la iglesia? ¿Es eso realmente lo que hace a una iglesia buena?
Y así comencé la serie de sermones que llegó a convertirse en este libro —Las nueve marcas de la iglesia sana. El propósito de este libro es responder la siguiente pregunta: ¿qué es lo que realmente caracteriza a una iglesia muy buena?
Yo sugiero nueve marcas distintivas de una iglesia sana. Puedes encontrarlas enumeradas en la página de contenidos. Estas nueve marcas ciertamente no son los únicos atributos de una iglesia sana. Ni siquiera son necesariamente las cosas más importantes que pueden decirse de una iglesia. Por ejemplo, aunque el bautismo y la Santa Cena son aspectos esenciales de una iglesia bíblica, ordenados por Cristo mismo, yo solo los menciono brevemente. Este libro no es una eclesiología completa. En cambio, se enfoca en ciertos aspectos cruciales de la vida de una iglesia sana que parecen no estar presentes en muchas de las iglesias actuales. Si bien el bautismo y la Santa Cena a menudo se entienden de forma errada, estos no han desaparecido de la mayoría de las iglesias; sin embargo, muchos de los atributos que consideraremos en estas páginas han desaparecido de muchas iglesias.
Por supuesto, no existe la iglesia perfecta, y ciertamente no estoy sugiriendo que una iglesia que me tenga a mí como pastor llegará a ser perfecta. Pero eso no significa que nuestras iglesias no puedan ser más sanas. Mi objetivo es servir de apoyo para que esa salud sea experimentada en las iglesias locales.
PREDICACIÓN EXPOSITIVA
La primera marca de una iglesia sana es la predicación expositiva. No solamente es la primera marca; es sin duda la más importante de todas porque, si está presente, todas las demás deberían derivarse de esta. Este capítulo te ayudará a entender a qué deben dedicarse los pastores, y qué deben exigir de ellos las congregaciones. Mi papel principal, y el papel principal de todo pastor, es predicar expositivamente.