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Esta marca es tan importante que si la pasas por alto y consigues tener las otras ocho en su lugar, de cierta manera las habrías obtenido por accidente. Sería una casualidad. Posiblemente estarían distorsionadas, porque no habrían surgido de la Palabra y no estarían siendo continuamente reformadas y refrescadas por ella. Pero si estableces la prioridad de la Palabra, entonces tendrás el aspecto más importante de la vida de la iglesia en su lugar, y una salud creciente estará prácticamente garantizada, porque Dios ha decidido actuar por Su Espíritu a través de Su Palabra.
Entonces, ¿qué es esta cosa tan importante llamada predicación expositiva? Usualmente es contrastada con la predicación temática. Un sermón temático se parece a este capítulo —toma un tema y habla acerca de él, en lugar de tomar un pasaje particular de la Biblia como su tema. El sermón temático comienza con un asunto en particular del cual el predicador desea predicar. El tema podría ser la oración o la justicia o la paternidad o la santidad o incluso la predicación expositiva. Habiendo establecido el tema, el predicador recopila varios textos de varias partes de la Biblia y los combina con historias y anécdotas ilustrativas. El material es integrado y entrelazado en torno a ese tema. El sermón temático no es desarrollado en torno a un texto de la Escritura, sino en torno a una temática o idea en particular.
Un sermón temático puede ser expositivo. Yo podría decidir predicar acerca de un tema y escoger un pasaje de la Escritura que aborde exactamente ese asunto. O podría predicar usando varios textos que aborden ese mismo tema. Pero en ese caso sería un sermón temático, porque el predicador sabe lo que quiere decir y va a la Biblia con el propósito de ver qué puede encontrar para hablar acerca de ese tema. Por ejemplo, cuando prediqué el contenido de este capítulo, ya sabía en gran medida lo que quería decir al momento de comenzar a preparar el sermón. Cuando predico expositivamente, por lo general no es así. Al preparar un sermón expositivo normal, a menudo me sorprendo por las cosas que encuentro en el pasaje mientras lo estudio. Generalmente, no elijo series de sermones expositivos con base en temas particulares que pienso que la iglesia necesita escuchar. En cambio, asumo que toda la Biblia es relevante para nosotros todo el tiempo. Ahora bien, yo confío en que Dios puede dirigirme a algunos libros en particular, pero a menudo cuando estoy trabajando en un texto y leyéndolo durante mis tiempos devocionales la semana antes de predicar, y mientras me decido a estudiarlo con gran atención el viernes, encuentro cosas que no esperaba encontrar en absoluto. A veces me sorprendo por el punto central del pasaje y, en consecuencia, por lo que debe ser el punto central de mi mensaje.
La predicación expositiva no es simplemente producir un comentario verbal de un pasaje de la Escritura. En cambio, la predicación expositiva es la predicación que toma como punto del sermón el punto de un pasaje particular de la Escritura. Eso es todo. El predicador abre la Palabra y la despliega ante el pueblo de Dios. Eso no es lo que estoy haciendo en este capítulo, pero es lo que normalmente procuro hacer cuando me paro en el púlpito el domingo21.
La predicación expositiva es predicación en función de la Palabra. Esta presupone una creencia en la autoridad de la Escritura —que la Biblia es de hecho la Palabra de Dios; pero es mucho más que eso. Comprometerse a predicar expositivamente es comprometerse a oír la Palabra de Dios —no solamente a afirmar que es la Palabra de Dios sino a someterse realmente a ella. Los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento no recibieron una comisión personal para ir y hablar, sino un mensaje específico que entregar. De la misma manera, los predicadores cristianos hoy tienen autoridad para hablar de parte de Dios siempre y cuando hablen el mensaje de Dios y desplieguen Sus palabras. Aunque algunos predicadores sean muy locuaces, ellos no han recibido el mandato de simplemente ir y predicar. Ellos han recibido el mandato específico de ir y predicar la Palabra.
Muchos pastores aceptan alegremente la autoridad de la Palabra de Dios y profesan creer en la inerrancia de la Biblia; sin embargo, si ellos no predican expositivamente de manera regular, estoy convencido de que nunca predicarán más de lo que ya sabían cuando comenzaron su labor. Un predicador puede tomar una porción de la Escritura y exhortar a la congregación en cuanto a cierto tema importante, pero ese no es realmente el punto de ese pasaje en particular. Puedes tomar tu Biblia ahora mismo, cerrar tus ojos, abrirla en cualquier lugar, poner tu dedo sobre un versículo, abrir tus ojos y leer ese versículo, y puedes encontrar grandes bendiciones para tu alma —pero es posible que aún no sepas lo que Dios quería decir a través de ese pasaje. Lo más importante en el mercado inmobiliario es lo más importante para entender la Biblia: ubicación, ubicación, ubicación. Entiendes un texto de la Escritura según el lugar donde está. Lo entiendes en el contexto en el cual fue inspirado.
Un predicador debería procurar que su mente sea moldeada cada vez más por la Escritura. Él no debería usar la Escritura como una excusa para decir aquello que él quiere decir. Cuando alguien predica regularmente de manera no expositiva, los sermones tienden a ser solamente acerca de los temas que le interesan al predicador. El resultado es que el predicador y la congregación solo escuchan de la Escritura lo que ya sabían antes de venir al texto. No hay nada nuevo que se esté añadiendo a sus mentes. No están siendo continuamente desafiados por la Biblia.
Al estar comprometidos a predicar un pasaje de la Escritura en su contexto, expositivamente —es decir, tomando como punto del mensaje el punto del pasaje— deberíamos escuchar de Dios cosas que no teníamos la intención de escuchar cuando nos dispusimos a estudiar el pasaje. Dios nos sorprende a veces. En eso consiste precisamente la vida cristiana, desde tu arrepentimiento y conversión hasta lo más reciente que el Espíritu Santo te haya estado enseñando. ¿No te pasa que Dios te desafía y te hace ver tu pecado en áreas de tu vida que nunca hubieras considerado hace un año, a medida que comienza a revelarte la verdadera condición de tu corazón y la verdad de Su Palabra? Encargar la supervisión espiritual de una iglesia a alguien que no está comprometido a escuchar y enseñar la Palabra de Dios es obstaculizar el crecimiento de la iglesia, permitiendo básicamente que la iglesia crezca solo hasta el nivel del pastor. La iglesia será conformada lentamente a la mente del pastor en lugar de ser conformada a la mente de Dios. Y lo que nosotros deseamos, lo que ansiamos como cristianos, es la Palabra de Dios. Deseamos oír y conocer en nuestras almas lo que Él ha dicho.
EL PAPEL CENTRAL DE LA PALABRA DE DIOS
La predicación debería ser siempre (o casi siempre) expositiva porque la Palabra de Dios debería estar siempre en el centro, dirigiéndola. De hecho, las iglesias deberían tener la Palabra en el centro, dirigiéndolas. Dios ha decidido usar Su Palabra para dar vida. Ese es el patrón que vemos en la Escritura y en la historia.
En una reunión social a la cual asistí alguna vez, terminamos hablando acerca de un libro que había sido publicado recientemente. Yo lo había leído porque estaba a punto de dar un discurso acerca del tema del libro. Mi anfitrión, un católico romano, también lo había leído —porque estaba escribiendo una reseña de ese libro. Le pregunté qué pensaba.
«Ah, el libro es muy bueno», dijo, «lo único que lo estropea es que el autor reproduce el antiguo error protestante de afirmar que la Biblia creó la Iglesia cuando en realidad todos sabemos que la Iglesia creó la Biblia».
Bueno, yo estaba en un dilema. Él era el organizador del evento y yo era un invitado. ¿Qué debía decir? ¡Vi pasar toda la Reforma protestante como un relámpago enfrente de mis ojos!
Decidí que si él podía ser tan abiertamente despectivo de una manera cortés, entonces yo podía ser tan directo y honesto como quisiera. Así que fui directo y dije: «¡Eso es ridículo!». Tratando de contradecirlo de la forma más agradable posible, añadí: «El pueblo de Dios nunca ha creado la Palabra de Dios. ¡Desde el principio mismo la Palabra de Dios siempre ha creado al pueblo de Dios! En Génesis 1, Dios literalmente crea todo lo que existe, incluyendo a Su pueblo, por Su Palabra; en Génesis 12, Dios llama a Abraham de Ur por la palabra de Su promesa; en Ezequiel 37, Dios le da a Ezequiel una visión para que la comparta con los israelitas exiliados en Babilonia acerca de la gran resurrección que sucedería por la Palabra de Dios; el mensaje supremo de la Palabra de Dios es Cristo Jesús, el Verbo hecho carne; en Romanos 10, leemos que la vida espiritual viene por la Palabra —Dios siempre ha creado a Su pueblo por Su Palabra. Nunca ha sido al revés. El pueblo de Dios nunca ha creado la Palabra de Dios».
Ahora bien, no recuerdo exactamente cómo fue el resto de la conversación, pero recuerdo esa parte muy claramente porque ayudó a cristalizar en mi mente la absoluta centralidad de la Palabra.
Sigamos este camino a través de las Escrituras y veamos lo que nos dice acerca de la centralidad de la Palabra de Dios en nuestras vidas, y luego consideremos cómo eso nos muestra la naturaleza e importancia de la predicación en nuestras iglesias. Quiero enfocarme en cuatro puntos: el papel de la Palabra al darnos vida, el papel de la Palabra de Dios en la predicación, el papel de la Palabra en nuestra santificación y, como consecuencia, el papel que un predicador de la Palabra de Dios debería tener en la iglesia.
EL PAPEL DE LA PALABRA DE DIOS AL PRODUCIR VIDA
Comencemos por el principio, donde la Biblia comienza. En Génesis 1, vemos que Dios creó el mundo y toda la vida por Su Palabra. Él habló y fue así. En Génesis 3, vemos la historia nefasta de lo que sucedió después: la caída. Ahí vemos que nuestros primeros padres pecaron, y que cuando pecaron fueron echados de la presencia de Dios. Ellos literalmente perdieron de vista a Dios. Pero por la maravillosa gracia de Dios ellos no perdieron toda la esperanza. Aunque Dios había desaparecido de su vista, Él les envió de forma misericordiosa Su voz para que escucharan la palabra de promesa. En Génesis 3:14–15, Dios maldijo a la serpiente. Le advirtió que la simiente de la mujer la destruiría. Esa es la primera palabra de esperanza que Adán y Eva recibieron después de su propio pecado.
En Génesis 12, vemos que fue por la Palabra de Dios que Abraham fue llamado a salir de Ur de los caldeos. La palabra de la promesa de Dios, registrada en los primeros versículos de Génesis 12, fue la fuerza de atracción, la promesa que sacó a Abraham, literalmente llamándolo fuera de Ur para seguir a Dios. El pueblo de Dios fue creado —adquirió visibilidad como grupo— al escuchar esa palabra de promesa y al responder a ella, al salir tras ella. El pueblo de Dios fue creado por la Palabra de Dios.
Abraham nunca organizó un comité para elaborar la Palabra de Dios. No, él fue hecho padre del pueblo de Dios porque la Palabra de Dios vino especialmente a él y él la creyó. Él confió en lo que Dios decía. Luego leemos acerca de cómo los hijos de Abraham aumentaron en la Tierra Prometida, y después fueron a Egipto, donde eventualmente cayeron en esclavitud y sufrieron durante siglos. Y cuando parecía que ese yugo era permanente, ¿qué hizo Dios? Él envió Su Palabra. En Éxodo 3:4, Dios comenzó con Moisés, hablándole a él. Ver una zarza ardiendo era algo extraordinario, pero solo una zarza en llamas no le comunicaba nada a Moisés. Aun los más estudiados eruditos no se ponen de acuerdo acerca del simbolismo de la zarza ardiendo. La clave es que Dios habló desde la zarza. Él dio Sus palabras a Moisés. Él lo llamó por medio de Su Palabra. La Palabra de Dios no solamente vino a Moisés y a sus descendientes, sino que también vino a toda la nación de Israel, llamándolos a ser Su pueblo.
En Éxodo 20, vemos que Dios dio Su ley a Su pueblo, y que al aceptar la ley de Dios ellos llegaron a ser Su pueblo. Fue por la Palabra de Dios que el pueblo de Israel fue constituido como el pueblo especial de Dios.
Continuando a través del Antiguo Testamento, vemos que la Palabra de Dios juega un papel tanto formativo como discriminatorio, pues algunas personas escuchan esa palabra y otras rehúsan escucharla. Considera, por ejemplo, la historia de Elías en 1 Reyes 18: «Y sucedió que después de muchos días, la palabra del SEÑOR vino a Elías […] diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y enviaré lluvia sobre la faz de la tierra» (v. 1 LBLA). La frase «la palabra del Señor vino» o sus equivalentes aparecen más de 3 800 veces en el Antiguo Testamento. La Palabra del Señor venía para crear y dirigir a Su pueblo. El pueblo de Dios eran aquellas personas que escuchaban las palabras de promesa de Dios y respondían en fe. En el Antiguo Testamento, la palabra de Dios siempre venía como un medio de fe. Esta era, en un sentido, un objeto secundario de fe. Dios, por supuesto, siempre es el objeto primario de nuestra fe —nosotros creemos en Dios— pero eso no significa mucho si ese objeto no es definido. Y ¿cómo definimos Quién es Dios y qué nos llama a hacer? Podríamos inventar nuestras propias ideas, o nuestro Dios puede comunicarnos la verdad. Nosotros creemos lo que Dios nos ha dicho. Nosotros creemos que de verdad Dios mismo ha hablado. Debemos confiar en Su Palabra y descansar en ella con toda la fe que pondríamos en Dios mismo.
Así que, vemos en el Antiguo Testamento que Dios dirigió a Su pueblo por Su Palabra.
¿Puedes ver por qué la Palabra de Dios es esencial como instrumento creador de fe? Nos presenta a Dios y Sus promesas —incluyendo todas las promesas individuales del Antiguo Testamento y del Nuevo, hasta llegar a la gran promesa, la gran esperanza, el gran objeto de nuestra fe, Cristo mismo. La Palabra nos muestra lo que debemos creer.
Para el cristiano, la velocidad del sonido (la Palabra que escuchamos) es en cierto sentido mayor que la velocidad de la luz (las cosas que podemos ver). Por así decirlo, en este mundo caído percibimos el futuro por nuestros oídos antes que por nuestros ojos.
En la gran visión de Ezequiel 37, vemos de manera extraordinaria que la vida viene al escuchar la Palabra de Dios:
La mano del SEÑOR vino sobre mí, y me sacó en el Espíritu del SEÑOR, y me puso en medio del valle que estaba lleno de huesos. Y él me hizo pasar en derredor de ellos, y he aquí, eran muchísimos sobre la superficie del valle; y he aquí, estaban muy secos. Y él me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y yo respondí: Señor DIOS, tú lo sabes. Entonces me dijo: Profetiza sobre estos huesos, y diles: «Huesos secos, oíd la palabra del SEÑOR. Así dice el Señor DIOS a estos huesos: “He aquí, haré entrar en vosotros espíritu, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré espíritu en vosotros, y viviréis; y sabréis que yo soy el SEÑOR”» (v. 1–6 LBLA).
¡Esta es una visión alentadora! Si alguna vez has sido llamado a pastorear una iglesia que parece estar en sus últimos días, o si puedes recordar el sentimiento de desesperanza espiritual antes de que encontraras la salvación, entonces puedes ver por qué este es un gran pasaje de esperanza.
En los versículos 7–10 vemos lo que sucede cuando Ezequiel responde en obediencia a la visión:
Profeticé, pues, como me fue mandado; y mientras yo profetizaba hubo un ruido, y luego un estremecimiento, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí, había tendones sobre ellos, creció la carne y la piel los cubrió, pero no había espíritu en ellos. Entonces él me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: «Así dice el Señor Dios: “Ven de los cuatro vientos, oh espíritu, y sopla sobre estos muertos, y vivirán”». Y profeticé como él me había ordenado, y el espíritu entró en ellos, y vivieron y se pusieron en pie, un enorme e inmenso ejército.
Luego Dios le da a Ezequiel la interpretación de esta visión. Él dice que estos huesos representan a toda la casa de Israel, quienes dicen: «nuestra esperanza ha perecido» (v. 11). La respuesta de Dios a Israel, igual que con los huesos secos, es esta: «Pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis» (v. 14). Y ¿cómo lo hace? Él lo hace por medio de Su Palabra. Para dejar el punto totalmente claro, Dios ordena a Ezequiel que empiece a predicar a este montón de huesos secos, y a través de esa predicación de la Palabra Dios trae vida a los huesos. Dios hace que Ezequiel les hable Su Palabra mientras están muertos, y cuando el profeta lo hace, ¡ellos son vivificados!
La visión de los huesos secos refleja la manera en que Dios llamó a Ezequiel a hablar a una nación que no le escucharía. También refleja la forma en que Dios mismo habló al vacío y creó Su mundo —por el poder de Su Palabra. Nos recuerda, además, lo que sucedió cuando el Verbo de Dios vino al mundo en la persona de Cristo: «En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció» (Juan 1:10). Sin embargo, a través de ese Verbo, a través del Señor Jesús, Dios ha comenzado a crear Su nueva sociedad en la tierra.
Dios le dijo a Ezequiel que hablara a los huesos secos. La vida vino a través del aliento; el Espíritu viajó a través del habla; y esa Palabra de Dios, Su aliento, dio vida. ¿Ves la conexión cercana entre la vida, el aliento, el espíritu, el habla y la palabra? Esto nos recuerda ciertos momentos del ministerio de Jesús. Por ejemplo, «le trajeron un sordo […] y levantando los ojos al cielo, gimió y le dijo: ¡Sé abierto! Al momento fueron abiertos sus oídos» (Marcos 7:32, 34–35). Jesús habló a un hombre sordo, y sus oídos fueron abiertos. ¡La vida regresó a sus oídos! Jesús llamó a Su pueblo a Sí mismo de la misma manera que Ezequiel profetizó: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne» (Ezequiel 36:26).
Esta es la gloriosa realidad que los cristianos hemos experimentado. Como le dije a un testigo de Jehová una vez, los cristianos sabemos que estamos espiritualmente muertos, y que necesitamos que Dios produzca Su vida en nosotros. Necesitamos que Él baje y arranque nuestros viejos corazones de piedra y ponga en nosotros nuevos corazones de carne que le amen —corazones que sean sensibles a y moldeables por Su Palabra. Y eso es exactamente lo que Jesucristo hace por nosotros. Él está creando un tipo diferente de personas, un pueblo que muestra la vida de Dios en ellos al escuchar Su Palabra y responder a ella por Su gracia.
Esto nos trae al retrato supremo de la Palabra de Dios produciendo vida:
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios […] Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (Juan 1:1, 3–4).
Es en Cristo que la Palabra de Dios ha venido a nosotros de manera completa y definitiva.
Jesús expresó esa gran verdad en Su propio ministerio. Al principio de Su ministerio, cuando Sus discípulos le dijeron que muchas personas lo estaban buscando porque querían que hiciera ciertos milagros y los sanara, Jesús respondió: «Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido» (Marcos 1:38). Si continuamos leyendo el Evangelio de Marcos, vemos que Jesús sabía que Él había venido fundamentalmente a dar Su vida por nuestros pecados (cf. 10:45); pero para que ese evento fuera entendido, Él tenía que enseñar primero.
Fue la Palabra de Dios lo que Pedro predicó en Pentecostés (Hechos 2). Dios produjo vida por medio de Su Palabra. Hombres y mujeres escucharon la verdad acerca de Dios, sus pecados y la provisión que Dios había enviado en Jesús. Y cuando escucharon el mensaje, se compungieron de corazón y dijeron: «varones hermanos, ¿qué haremos?» (Hechos 2:37). La Palabra de Dios creó a Su pueblo. La iglesia fue fundada por la Palabra.
No quiero dar la impresión de que el cristianismo es solamente un montón de palabras —pero las palabras son importantes. En la Biblia vemos que Dios actúa, pero eso no es todo. Después de actuar, Dios habla. Él interpreta lo que ha hecho para que nosotros podamos entenderlo. Dios no permite que Sus acciones hablen por sí mismas; Él habla para darnos la interpretación de Sus grandes obras de salvación.
Esta naturaleza «verbal» de Dios encaja con la manera en la cual Él nos ha creado. Considera nuestras relaciones humanas. ¿Cómo llegamos a conocernos unos a otros? Podemos llegar a conocernos a través de la simple observación. Los cónyuges pueden aprender el uno del otro a través de la intimidad física. Pero hay una parte profunda de conocernos unos a otros que puede existir solamente a través de algún tipo de comunicación cognitiva. Las palabras son importantes para nuestras relaciones.
Tú me dices que tienes una relación muy buena con tu perro (después de todo, ¡él es el mejor amigo del hombre!), y que amas a tu perro, aunque nunca podría hablarte o comunicarse cognitivamente contigo. Cuando llegas a casa, él mueve su cola. Él corre hacia ti. Él quiere lamerte. Miras sus ojos y ves que son tan comprensivos. Él entiende de qué se trata la vida y nunca te abandonará. Entiendes que eso es amor, así que ¿quién necesita las palabras?
Bueno, las palabras son importantes. Si llegaras a tu casa un domingo y tu perro te mirara y, como si nada, te dijera: «¿Cómo te fue en la iglesia?». ¡Te aseguro que eso cambiaría tu relación con tu perro! Te mostraría exactamente lo importantes que son las palabras en las relaciones.
Puesto que nos hemos separado de Dios por nuestro pecado, Dios debe hablar para que tengamos la posibilidad de conocerlo. Por eso el trabajo de uno de los antiguos miembros de nuestra iglesia, Carl F. H. Henry, ha sido tan importante. En su magnum opus de seis volúmenes, God, Revelation, and Authority [Dios, revelación y autoridad], él enfatiza exactamente este punto —que Dios no será conocido si no habla, y no podemos conocerlo si Él no ha hablado una palabra en la cual nosotros podamos confiar. Dios mismo debe revelarse. Ese es el punto de la Biblia. Debido a nuestros propios pecados, nunca podríamos conocer a Dios de otra manera. O Él habla o estamos perdidos para siempre en las tinieblas de nuestras propias especulaciones.
Vemos esto claramente a lo largo del Nuevo Testamento. Considera Romanos 10:17 (LBLA): «Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo». Esta «palabra de Cristo» es el gran mensaje del evangelio: que Dios nos creó para conocerlo, pero que nosotros hemos pecado y nos hemos apartado de Él; que por lo tanto Dios en Su gran amor ha venido en la persona de Jesucristo, Quien ha vivido una vida perfecta, llevando nuestra carne y nuestras debilidades; que Él murió en la cruz específicamente como sustituto de todos aquellos que se volverían a Él y confiarían en Él; que ha sido levantado por Dios de los muertos como testimonio de que Dios ha aceptado Su sacrificio; y que ahora nos llama a arrepentirnos y a confiar en Él, así como Abraham confió en la Palabra de Dios que llegó a él en Ur de los caldeos hace muchos siglos.
En Romanos 10:9, justo antes de esto, Pablo escribe «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo».
El camino a la salvación es confiar y descansar en la verdad de que Dios levantó a Cristo Jesús. Este es el camino para ser incluido en el pueblo de Dios. De manera que vemos, una vez más, que Dios siempre ha creado a Su pueblo al hablar Su Palabra. Y Su Palabra más excelente es Cristo. Como el autor de la carta a los hebreos inició su mensaje:
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Hebreos 1:1–2).
Como creyentes viviendo después de la caída pero antes de la Ciudad Celestial, estamos en un momento de la historia en que la fe es fundamental, y por ende la Palabra debe ser fundamental —¡porque el Espíritu Santo de Dios crea a Su pueblo por Su Palabra! Podemos crear un pueblo por otros medios, y esta es la gran tentación de las iglesias. Podemos crear un pueblo centrado en la identidad étnica. Podemos crear un pueblo centrado en un programa coral completo. Podemos encontrar personas que se entusiasmen por un proyecto de construcción o por una identidad denominacional. Podemos crear un pueblo a partir de grupos de apoyo, en los cuales todos se sientan amados y apoyados. Podemos crear un pueblo centrado en un proyecto de servicio comunitario. Podemos crear un pueblo centrado en oportunidades sociales para madres jóvenes o cruceros por el Caribe para solteros. Podemos crear un pueblo centrado en grupos de hombres. Podemos crear un pueblo centrado en la personalidad de un predicador. Y Dios puede, desde luego, usar todas estas cosas. Pero en última instancia, el pueblo de Dios, la iglesia de Dios, solamente puede ser creado por la Palabra de Dios.