- -
- 100%
- +
Nuestros hospitales universitarios presentan un modelo orientado a servir a los pacientes con énfasis en la docencia e investigación clínica. En estos centros clínicos se forma la mayoría de los especialistas que demanda la salud del país, principalmente los que requiere la población más vulnerable. Todos estos aspectos deben potenciarse y crecer, con el aporte generoso de ambas instituciones. Así también, en el área de las humanidades, las ciencias sociales y las políticas públicas, ambas instituciones han desarrollado centros activos que juegan un importante rol en la reflexión de los principales temas de agenda país.
Ambas universidades tienen grandes potencialidades en ciencia y tecnología, áreas donde las principales autoridades del país han manifestado su voluntad de invertir y crear nuevo conocimiento, y en conjunto con otras universidades, con fuerte acento en la investigación, hemos realizado propuestas para fortalecer el sistema.
Ahora sentimos la urgencia de dar un paso más para trabajar por el fortalecimiento de la educación chilena en todos sus niveles. Es así como hemos mejorado el trabajo conjunto al interior del Consejo de Rectores y estamos comprometidos a participar en los principales temas que desafían a la educación superior. Para ello, fortaleceremos la investigación en educación, así como innovaremos y reforzaremos los programas de formación de los profesores. Lo anterior ya ha concitado importantes acuerdos entre ambas instituciones, los que se resumen en: a) incentivar la captación de mejores alumnos en educación; b) fortalecer el sistema de becas y créditos universitario, en especial para las carreras de mayor aporte a la sociedad; c) cooperación académica y profesional entre los principales centros de medición educacional (Demre, Microdatos UCH y Mide UC); d) cooperación académica en los programas de formación de gestores escolares, y e) análisis en conjunto de diversas problemáticas de políticas públicas en educación a través de los centros de ambas universidades.
Avanzaremos en el desarrollo de programas de doctorado que, por su calidad, atraigan al país a estudiantes extranjeros talentosos, y así contribuir a la inserción de Chile en la sociedad del conocimiento. Entendemos que nuestro trabajo conjunto debe proyectarse y fortalecerse a través del esfuerzo integrado con otras universidades que tengan como parte de su misión colocar la excelencia académica al servicio del país.
Nuestras instituciones son las más antiguas del país, y nuestra historia nos entrega responsabilidades especiales respecto del futuro. Tenemos diferente origen y propietario, pero ambas estamos orientadas al servicio de Chile. Es hora de trabajar en conjunto pensando en nuestros alumnos, nuestros profesores y en el bien del país. Es nuestro mejor aporte a la celebración del Bicentenario.
Publicado en el diario El Mercurio el 15 de agosto de 2010, en coautoría con Víctor Pérez Vera, rector de la Universidad de Chile.
Educación superior: Una propuesta para el Bicentenario
La educación superior en Chile ha tenido un crecimiento explosivo en las últimas dos décadas. Los alumnos de los planteles universitarios, institutos profesionales (IP) y centros de formación técnica (CFT) se han multiplicado, con lo cual un alto porcentaje de jóvenes, especialmente de los quintiles de menores ingresos, han podido acceder a ellos. Es innegable que la educación terciaria constituye una palanca de desarrollo muy importante, tanto para las familias como para el país.
El problema es que este crecimiento ha sido a expensas de la inversión privada, lo que ha provocado que gran parte del costo de la educación de esos jóvenes recaiga en sus propias familias, las que muchas veces deben hacer enormes esfuerzos para que sus hijos puedan estudiar. En este punto tenemos grandes diferencias con el mundo desarrollado: según los últimos indicadores de educación del informe de la OCDE 2010, en Chile el 86% del gasto en educación superior es privado, lo que se compara con solo un 4% en Finlandia, un 15% en Alemania y un 31% en el promedio de los países miembros de la OCDE.
La educación terciaria es clave en el nivel de crecimiento y cohesión social, pues posibilita la igualdad de oportunidades para todos los chilenos.
Nuestro sistema de educación superior es heterogéneo: lo integran 60 universidades, 44 IP y 72 CFT. Los dos últimos grupos comprenden muchas instituciones pequeñas y con pocas posibilidades de acceder a niveles de acreditación. Sin embargo, para postular a aportes estatales, todas las instituciones de educación superior deben cumplir con criterios de calidad, acreditación y orientación de bien público. Es aquí donde los concursos públicos, las becas, los convenios de desempeño, los sistemas de crédito y la evaluación de las actividades adquieren su plena vigencia y valor.
El compromiso del Estado con el segmento técnico-profesional de la educación terciaria debe traducirse en un aporte significativo a su financiamiento. Hoy el apoyo a este sector es inferior al 0,06% del reducido gasto directo del Estado en educación superior, lo que no guarda relación con la importancia de ella. El aporte estatal debiera incrementarse para ir en apoyo de los planteles y de las familias, cuya mayoría pertenece a los tres primeros quintiles de ingreso.
Junto con esta medida, es preciso resolver un tema pendiente de gran potencialidad: la articulación e integración del sistema de educación superior. Nuestras instituciones pueden aportar considerablemente en este aspecto, dado su origen común, la correspondencia de principios, valores, forma de trabajo y calidad, esta última expresada en la acreditación máxima que otorga la CNA, tanto a la UC como a Duoc UC. La Universidad puede aprender de la educación para el trabajo a través de competencias y habilidades, propias de ese tipo de enseñanza, además de abrir amplias oportunidades para que los alumnos destacados de esas instituciones accedan a la formación universitaria y alcancen grados de licenciatura y magíster, permitiéndoles una formación y capacitación laboral progresiva. Como se ve, hay mucho camino que recorrer entre ambas instituciones.
Para lograr una real articulación entre la formación universitaria y la técnico-profesional, debemos mejorar la retención y la tasa de titulación de los alumnos. Por otro lado, la formación continua, el perfeccionamiento de los procesos de calidad y acreditación de las instituciones y programas y, por último, la creación, en ambos tipos de instituciones, de nuevas carreras que sean complementarias y estén orientadas a aportar al desarrollo del país, son todos compromisos que estamos dispuestos a abordar en conjunto.
La educación terciaria es clave en el nivel de crecimiento y cohesión social, pues posibilita la igualdad de oportunidades para todos los chilenos.
Igualmente, nuestro aporte será fundamental para lograr el desarrollo y para que el optimismo de los chilenos en este Bicentenario se base en una educación superior de calidad, que entregue a la sociedad universitarios, profesionales y técnicos con conocimientos, competencias, valores, virtudes y, particularmente, con la capacidad de seguir aprendiendo en un mundo en constante cambio. Es aquí donde podemos hacer la diferencia.
Publicado en el diario El Mercurio el 11 de octubre de 2010, en coautoría con Jaime Alcalde C., rector Duoc UC.
¿Libertad para enseñar o para aprender?
La educación es la aventura más fascinante e importante de la vida. Para el que la imparte y para el que la recibe. Educar (del latín educere) significa conducir al individuo fuera de sí mismo para llevarlo a otra realidad, hacia un crecimiento que se orienta a la plenitud de la persona. Por eso es que la educación se considera un derecho, y también por eso son las personas, y su desarrollo, las que deben estar en su centro y hacia las cuales hay que orientar sus objetivos. La educación necesita, pues, de la generación de un ambiente de crecimiento personal, cultural y espiritual donde se crea un encuentro singular entre dos libertades: la del profesor y la del estudiante.
La mirada desde la libertad de desarrollarse como individuos diversos y únicos es la base de la libertad de enseñanza que requiere de un reconocimiento social, con un rol subsidiario del Estado, de modo de proteger esa garantía fundamental de sus ciudadanos. La libertad de educación no solo forma parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos y la incorpora nuestra Constitución Política, sino que es parte indisoluble de la libertad de conciencia y se vincula también a la libertad de culto y al derecho de la familia de educar a sus hijos.
La educación necesita de la generación de un ambiente de crecimiento personal, cultural y espiritual donde se crea un encuentro singular entre dos libertades: la del profesor y la del estudiante.
Bajo esta concepción, la educación es mucho más que entregar conocimientos o información. Supone un respeto esencial a las diversidades propias del desarrollo de todo ser humano y un compromiso con su fortalecimiento como persona. Considerando que el interés por saber más y por acercarse a la verdad es parte inherente del hombre, la educación promueve y facilita el desarrollo pleno de la persona, al permitirle un acercamiento a la verdad y a un conocimiento nuevo y sustentable. Mirado de esta perspectiva, contribuye también a que la persona valore el diálogo, el intercambio de ideas, la tolerancia y adquiera así elementos fundamentales de vida democrática. Son estos los objetivos últimos que deben regir nuestro debate de lo que queremos entregar y compartir con nuestros estudiantes, en educación básica, media y muy especialmente en la educación superior.
En este contexto, cabe hacer la diferencia entre libertad para enseñar, necesitada de protección por parte del Estado y la sociedad, y la libertad para aprender, que debe ser exigida por los ciudadanos de una nación. Para poder asegurar estas libertades de enseñanza y de aprendizaje, se requieren algunos supuestos básicos: compromiso del Estado de promoverla en todos sus niveles, pluralismo y variedad de proyectos educativos, autonomía de los planes educativos y, sobre todo, valoración y reconocimiento social.
Este escenario valora especialmente el significado de un sistema universitario amplio y diverso, con instituciones de vocaciones públicas y privadas que enriquecen la diversidad de formación de nuestros jóvenes. Ellas deben velar para que su variedad sea garantía de que las libertades de enseñanza y de aprendizaje puedan ser una realidad en nuestro país, y que se cuiden como un bien muy preciado. Desde nuestro proyecto educativo propio, consideramos, además, que la educación que incorpora el aporte de la trascendencia y la espiritualidad se hace más completa, inclusiva y comprensiva.
La riqueza de esta libertad compartida radica en que permite una sociedad más pluralista, enriquece los bienes culturales, vela por una mayor calidad del sistema y profundiza las bases democráticas de una sociedad. En un entorno de esta naturaleza, profesores y estudiantes deben comprometerse a respetar e incluso a estimular las ideas ajenas, ya que la diversidad nos enriquece y permite que podamos ver otros aspectos de la verdad. Así también esa libertad exige responsabilidad, compromiso y un manejo maduro del balance entre deberes y derechos de todos los integrantes de una comunidad universitaria.
El horizonte y rumbo del país requieren que la calidad del proyecto educativo de cada institución esté a la altura de este compromiso y responsabilidad. Es a Chile y sus habitantes a los que debemos servir, para facilitar su desarrollo integral, asegurando la libertad de enseñar y de aprender de todos sus ciudadanos. Este es el mayor desafío de todos los educadores. Y es el compromiso de seguir en esta aventura el que asumimos con alegría y esperanza.
Publicado en el diario El Mercurio el 5 de enero de 2012.
La misión de la universidad
Es importante que las universidades de proyección internacional sean comparadas entre sí para evaluar su calidad académica. Un número reducido de universidades chilenas han sido consideradas en el concierto internacional. En América Latina, dos universidades están ubicadas dentro de las primeras cinco de la región. Dentro de ellas, nuestra universidad ha tenido una posición de liderazgo en Chile y en el extranjero que nos compromete a seguir trabajando por el desarrollo del país.
Sin embargo, es importante preguntarse cómo se realizan los rankings. ¿Está todo el quehacer universitario incluido en estas mediciones? ¿Es adecuado orientar todos los esfuerzos de una institución hacia ascender en estos? Para responder estas interrogantes es fundamental considerar la misión de cada universidad, y ponderar así estos indicadores. Dentro de los elementos medidos en los rankings se cuentan la investigación científica, su productividad y la generación de nuevo conocimiento, el número y formación de los profesores, el desarrollo de sus egresados, el prestigio de la institución y el intercambio internacional, entre otros.
Junto con crear nuevo conocimiento, nuestro proyecto educativo busca formar personas integrales, ciudadanos con una mirada de bien común y vocación pública. Esto debe estar basado en una sólida y actualizada formación disciplinaria en todas las áreas del saber.
Cada universidad debe ser fiel a su misión e identidad. La Universidad Católica busca ser inclusiva, abierta a todos los que quieran vivir la propuesta educativa de nuestra comunidad universitaria. Junto con crear nuevo conocimiento, nuestro proyecto educativo busca formar personas integrales, ciudadanos con una mirada de bien común y vocación pública. Esto debe estar basado en una sólida y actualizada formación disciplinaria en todas las áreas del saber. Para lograrlo, se requiere valorar la docencia, favorecer una estrecha relación profesor-estudiante, compartir experiencias, y realizar una vida universitaria activa.
Un aspecto muy valorado por los rankings es la investigación y generación de nuevo conocimiento. Poder competir con otras universidades de liderazgo internacional va a depender de los recursos que el país invierta para que los investigadores puedan desarrollar sus ideas y crear conocimiento. Esto dará origen a descubrimientos e inventos que generarán nuevo valor para Chile. Es así como existe directa relación entre el desarrollo económico de los países y el número de universidades en los lugares de privilegio de los rankings. En este sentido, el apoyo a las instituciones que realizan investigación y generan bienes públicos propuesto por el ministro de Educación merece reconocimiento.
Además, las universidades deben estar abiertas a recibir las influencias y cambios de la sociedad y a irradiar lo que se estudia, crea e investiga en su interior.
Se debe participar de los problemas y desafíos que presenta la sociedad, con una vinculación permanente con el devenir del país.
Creemos en una universidad que educa, investiga y que anhela estar conectada con la sociedad para comunicar “una buena nueva”. Reconocemos que hay aspectos poco valorados por los rankings y que están dentro de nuestra misión fundacional. Seguiremos trabajando por lo que creemos importante para la formación de la juventud, junto con desarrollar nuestra pasión por conocer e investigar. El cumplir con nuestra identidad y compromiso con Chile es lo que deberá reflejarse en nuestro ranking más valioso.
Publicado en el diario La Tercera el 26 de febrero de 2012.
124 años de la UC: Identidad, excelencia y equidad
En las últimas semanas, diferentes actores han formulado serias críticas al proceso de selección universitaria. Cada institución debe ser fiel a su misión e identidad, y estas deben iluminar su camino. La UC desarrolla un proyecto educativo con inspiración y sentido cristiano orientado a ser un aporte a la cultura. Con pasión por la excelencia para cumplir con su misión. Además, busca ser inclusiva, abierta a todos los que quieran acoger y vivir la propuesta educativa de nuestra comunidad universitaria. Junto con crear nuevo conocimiento, aspiramos a formar personas íntegras, ciudadanos comprometidos con la búsqueda de la verdad, el desarrollo del país, con mirada de bien común y vocación pública.
La riqueza y calidad de una universidad adquiere más fuerza si la presencia de estudiantes proviene desde diversas realidades culturales y sociales. Así, la UC se orienta, de acuerdo con su plan de desarrollo, a generar los espacios de encuentro que fortalezcan a la comunidad universitaria y a favorecer la inclusión y acogida de jóvenes talentosos de orígenes diversos. De esta forma, la UC cumple con su misión de ser una universidad católica abierta a la sociedad.
Es la persona y su dignidad lo que queremos promover, favoreciendo su desarrollo pleno, a partir de la propuesta educativa que brota de la identidad de una universidad católica.
La inclusión va más allá del crecimiento económico, la inversión social y el acceso a bienes públicos. La sustentabilidad de la inclusión social depende de las posibilidades de los ciudadanos de influir en las políticas públicas. La educación es el principal factor para producir los cambios y la equidad anhelada. En la universidad, entendemos la inclusión como una verdadera acogida de todos los estudiantes. Es la persona y su dignidad lo que queremos promover, favoreciendo su desarrollo pleno, a partir de la propuesta educativa que brota de la identidad de una universidad católica.
Debido a la segregación socioeconómica actual, apoyamos los nuevos instrumentos de selección universitaria que aumentan la equidad. El recientemente aprobado ranking de notas identifica a quienes tienen hábitos de estudio, sentido de la responsabilidad y motivación, independiente de sus respectivos entornos socioeconómicos. Así, en la UC hemos demostrado que el seguimiento de los estudiantes es predictivo de un muy buen rendimiento académico en la educación superior.
Algunos avances concretos en esta senda incluyen el intercambio estudiantil (más de 2.000 alumnos) con una variedad de universidades extranjeras. En el aspecto socioeconómico, la admisión 2012 amplió el beneficio de gratuidad de los alumnos a los dos primeros quintiles (arancel de referencia y contraparte de la universidad). Además, hemos iniciado novedosos programas de fortalecimiento de las competencias académicas para alumnos vulnerables. Por otra parte, se ha potenciado el programa de difusión del proyecto de la UC en establecimientos municipales y subvencionados.
Exitosos ejemplos de inclusión, existentes desde hace una década, contiene el programa de detección de talentos Penta UC (con más de 850 escolares), al que se ha sumado el programa Talento e Inclusión, orientado a estudiantes de colegios municipales y subvencionados que se extenderá a toda la universidad. La beca Cardenal Silva Henríquez es otra iniciativa de la comunidad UC, y la colaboración de privados en la Fundación Juan Pablo II ha permitido por 25 años entregar becas a estudiantes con necesidades económicas.
En relación con los alumnos con necesidades especiales, en Chile solo el 6% logra ingresar a la educación superior. En nuestro programa Piane UC hay más de 45 estudiantes con discapacidad motora y sensorial en 22 carreras, situación que también se observa en el posgrado. Así, realizamos asesoría a los docentes en temas metodológicos y de enseñanza, con nuevos recursos tecnológicos para el aprendizaje. Además, hemos implementado un programa de tutoría de pares que ofrece oportunidades de desarrollo personal y académico.
Sin duda, aún nos queda mucho por mejorar; sin embargo, hemos asumido esta tarea con gran responsabilidad. Estos procesos son lentos y las soluciones aún parciales, pero el desafío busca nuevas posibilidades de acogida e inclusión para los estudiantes. De esta forma, su riqueza humana e intelectual se verá reflejada en una sociedad más integrada, en el desarrollo del país y en el proyecto global de la UC. Nuestro compromiso es trabajar por una educación universitaria con identidad, inspiración y sentido cristiano, de calidad y equidad para los jóvenes, que sea un real aporte a la cultura de nuestro país.
Publicado en el diario El Mercurio el 16 de junio de 2012.
Familia, educación y sociedad
En épocas de reflexión sobre la educación, como en la que vivimos, es siempre bueno volver a poner énfasis en la importancia que reviste la familia en los procesos de formación de los hijos. La familia es la célula social más pequeña e importante, una institución fundamental para la vida de toda sociedad y, como tal, tiene un rol clave en la educación.
Es en familia donde se aprende a compartir, a respetar y a construir los valores para una convivencia constructiva y pacífica. Es en ella donde se recibe y cultiva la fe, se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto, el perdón y la acogida del otro. La familia es la primera escuela donde se recibe la educación para la justicia y la paz. También es en ella donde se adquieren los primeros hábitos en relación al conocimiento que marcarán posteriormente toda la ruta de aprendizaje.
La familia está llamada a ser la primera en procurar que las leyes y las instituciones del Estado defiendan positivamente sus derechos. La familia debe crecer en la conciencia de ser protagonista de la construcción de la llamada “política familiar” y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad.
Así, los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos, y comparten su misión educativa con otras personas e instituciones. Debido a que los padres no son capaces de satisfacer por sí solos las exigencias de todo el proceso educativo, el principio de subsidiariedad completa con los procesos educativos formales al amor paterno y materno, ratificando su carácter fundamental. Todo colaborador en el proceso educativo actúa en nombre de los padres, con su consentimiento y, en cierto modo, por encargo suyo. De este modo, la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, se abre al aporte educativo de la sociedad.
Tanto en los rasgos cognitivos como en los no cognitivos las brechas de habilidad entre familias, individuos y su relación con el ingreso socioeconómico y demás recursos familiares aparecen en los primeros años y se mantienen durante gran parte de la vida. Juegan un rol crucial en el momento en que se desarrollan las capacidades de aprendizaje. Su falencia determina pobreza en edad temprana de la familia. Es la pobreza más crucial, aquella que tiene el efecto más duradero y que se va a traspasar a la siguiente generación. De aquí se desprende la importancia de la educación inicial en la familia y lo significativo que es poder fortalecer la educación preescolar o inicial.
La pobreza familiar en la infancia no solo tiene que ver con menores bienes materiales o con la ingesta de menos nutrientes, sino que afecta otras áreas, en especial al desarrollo de la cultura y al interés por aprender. En este sentido, es una buena noticia que los nuevos recursos de la reciente reforma tributaria vayan a considerar esta etapa de la formación de los niños.
La familia está llamada a ser la primera en procurar que las leyes y las instituciones del Estado defiendan positivamente sus derechos. La familia debe crecer en la conciencia de ser protagonista de la construcción de la llamada “política familiar” y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad. Junto con ella, la sociedad, que aporta a través de diferentes proyectos educativos (de la Iglesia, fundaciones y privados), y el Estado –a través de una educación pública de calidad al alcance de todos– conforman los tres pilares esenciales en la formación de los niños y jóvenes.
La familia y la sociedad, con la protección del Estado, tienen una función complementaria en la defensa y en la promoción del bien de todos los hombres y de cada hombre. Entenderlo así es una gran oportunidad para cada una de nuestras familias.






