Un nuevo municipio para una nueva monarquía.

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Podemos deducir de los datos anteriormente descritos, y de otros, que Xàtiva, siendo todavía una ciudad eminentemente agrícola con preeminencia del cultivo del arroz, dispone asimismo de una notable actividad industrial protagonizada por el sector sedero,[24] y que a mediados del siglo XVIII había superado las consecuencias del incendio de 1707 y estaba inmersa en la economía ascendente del XVIII valenciano.
¿Qué sucedió más adelante en la misma centuria? Un hecho importante para la ciudad será la aprobación de las Ordenanzas para el buen gobierno político y económico de la Ciudad de San Phelipe.[25] Esto será uno de los puntos culminantes de la política de la monarquía borbónica en su largo camino conducente a controlar, sobre todo, las haciendas locales. Así, en el año 1750, el gobernador D. Pedro Valdés de León firma el acuerdo de aprobación de dichas Ordenanzas, en las cuales se regulaba de manera precisa la administración y economía de la ciudad, en un claro situación de normalidad administrativa y de progresiva centralización monárquica. Volveremos sobre las Ordenanzas, haciendo referencia a uno de los aspectos que más nos interesa: aquéllos capítulos relacionados con las actividades políticas y administrativas tanto del corregidor, alcalde mayor y regidores, así como otros cargos de la ciudad.
De la situación de la ciudad en la segunda mitad del Dieciocho, concretamente en la década de los ochenta, disponemos de una fuente de información que nos da noticias de la actualidad de Xàtiva. La Descripción del Reino de Valencia por Corregimientos, de 1783,[26] nos dice que la gobernación de San Felipe se componía de ochenta y tres pueblos, sin contar Montesa, Moixent, Vallada y Gandia, con una población de 8.455 vecinos. Es decir, aplicando un coeficiente entre 4,5% y 5%, la Gobernación de San Felipe comprendía entre un mínimo de 38.000 y un máximo de 42.000 habitantes, que alcanzarían unos 55.000 si añadimos Montesa, Moixent, Vallada y Gandia, no incluidos en 1783. De las distintas zonas, las de más alta densidad de población eran las que actualmente conocemos como las comarcas de la Safor y la Vall d’Albaida. Destacaban en la primera las poblaciones pertenecientes al duque de Gandia, como Xeraco o Xeresa, y las del monasterio de la Valldigna, como Benifairó, Simat y Tavernes. En la segunda, cabe destacar las poblaciones bajo el dominio señorial del marqués de Albaida. En la zona que abarca actualmente la comarca de la Costera, sin contar Xàtiva, cabe señalar Canals y l’Alcúdia de Canals (l’Alcúdia de Crespins), bajo el dominio señorial de Xàtiva; y Castelló de San Felipe, población de realengo desde el siglo XVI, cuando se desmembró de Xàtiva. Hay que destacar, por otra parte, que las poblaciones de realengo de la Gobernación son las que más habitantes tenían, como la Llosa, con 1.000; Benigànim, con 3.000; l’Olleria, con 3.500; Aielo de Malferit, con 2.000; Ontinyent, con 10.000 y Bocairent, con 4.500.
En la zona de la Safor prevalecía el monasterio de la Valldigna, de monjes bernardos, por donación del rey Jaime II. En él había cerca de cien religiosos, que dominaban la economía del valle, con cultivos de trigo, maíz, cáñamo, vid, aceite y, además, arroz, sobre todo en la zona de Tavernes. El monasterio percibía casi la mitad de las rentas.
La zona de la Vall d’Albaida, según la Descripción, destacaba por las cosechas de trigo, algarrobos, miel y aceite. Igualmente, era abundante el ganado, la leche y, por ende, la lana, constituyéndose la industria textil en uno de los pilares de la economía de esta zona. Sobresale también la producción de jabón en Albaida, así como las fábricas de paños entrefinos y bayetas, tanto en dicha población como las de Ontinyent, Bocairent, y ya fuera de la gobernación de Xàtiva, Cocentaina y Alcoi. Así pués, siendo zonas agrícolas, esta actividad venía complementada largamente y en casi igual cuantía con las industrias y el comercio. Los tejidos y paños fabricados se exportaban a toda España, así como a América. Para los paños finos, los comerciantes de esta zona comerciaban con los de Extremadura, Castilla y Serranía de Cuenca, a los que compraban sus lanas, de distinta calidad que las propias. En la zona que comprendía pueblos de la Ribera, la agricultura era igual a la de la Costera, y debe destacarse como actividad importante la de la sal en Manuel.
Por lo que respecta al espacio que más nos interesa, a saber, el de Xàtiva, sobre todo la zona conocida como la Costera, su agricultura y producción no difería de la de la propia ciudad: seda, cáñamo, trigo, maíz y hortalizas en regadío; y aceite y algarrobos en secano. En Barxeta sobresalía la industria del mármol, conocido como Buixcarró, y tanto el mármol como los sillares de piedra de muchos edificios de Xàtiva, procedían de Barxeta, como también muchos de la ciudad de Valencia.
En cuanto a Xàtiva, la Descripción, después de hacer un breve recorrido histórico y geográfico, nos habla de una ciudad con unos 12.500 habitantes, que conservaba su doble cinturón de murallas, junto con la poderosa fortaleza, capaz de albergar unos 3.000 hombres y resistir un fuerte asedio. Las casas se describen como bastante cómodas, casi todas con dotación de aguas, algunas hasta con tres y cuatro fuentes, sin contar con las públicas. Esta abundancia de aguas provenía sobre todo de dos manantiales, los de Bellús, que se introducía en la ciudad por la parte este, y Santa, por la parte oeste, y a una cota más alta que aquélla, lo que repercutió de manera determinante en la morfología urbana de la ciudad, como bien demuestra Mariano González Baldoví.[27]
Como vemos, la Descripción de 1783 (véase cuadro IV) nos habla de un número de habitantes que certifica la recuperación de la ciudad, y que viene a coincidir con el censo de Floridablanca de 1787,[28] que establece un número de 12.900 habitantes (véase cuadro V). Así, observamos el continuo aumento demográfico de una ciudad que prácticamente nace ex nihilo, que en 1712-1713, según el censo de Campoflorido tiene 367 contribuyentes, frente a los 1.264 que se registran en el equivalente de 1730. Entre ese año, 1747, donde el padrónencuesta nos habla de aproximadamente 7.000 habitantes, y 1768, fecha del censo de Aranda, nos da la cifra de 11.058 habitantes. Unas cifras que hablan de la notable recuperación de la ciudad.
En la época de la Descripción y del censo de Floridablanca, Xàtiva es una ciudad recuperada, moderna, dotada de servicios y con una administración en la que ha ido consolidándose la política municipal borbónica, lo que se tradujo en la aprobación de las Ordenanzas arriba citadas, que regularon su vida política y económica. Las transformaciones en ella operadas así lo exigían (véase cuadro VI).
La economía de la ciudad giraba predominantemente alrededor de la agricultura, con una huerta fértil que producía trigo, maíz, cáñamo y lino, así como hortalizas y frutas. Cabe destacar también las grandes extensiones de los arrozales, situados sobre todo cerca de los ríos Canyoles y Albaida, en las partidas del Puig y Meses. Asimismo, era considerable la extensión de las moreras plantadas, destinadas sobre todo a la industria de la seda. El comercio de la ciudad se realizaba con los pueblo colindantes, y comarcas próximas, como la Ribera, la Safor y la Marina Alta, y llegaba también a Alicante y Murcia. Gran parte de la producción de arroz se destinaba a La Mancha y Castilla, de donde se importaba trigo, lana y otras mercancías.
La mejor situación de la ciudad en la segunda mitad del Setecientos debe enmarcarse en una coyuntura general favorable en el Reino de Valencia. Se incrementaron las operaciones mercantiles, propiciadas por la Real Junta de Comercio y Moneda. Igualmente, se aprobaron ordenanzas de buen gobierno, y se autorizaron otras para gremios y oficios, que incrementaron su actividad a lo largo de estas décadas. El reinado del monarca Carlos III (1759-1788), representó una etapa en la que se habían superado las consecuencias de la Guerra de Sucesión, especialmente en la antigua Xàtiva, ahora San Felipe, muy recuperada de la turbulenta primera mitad del Setecientos. Esta situación se mantendría estable durante el reinado del siguiente monarca, Carlos IV.
Es en este contexto general y particular es donde debe enmarcarse el estudio de las instituciones borbónicas, el corregimiento y, muy especialmente, el ayuntamiento. Junto con éstas, tratamos acerca de los personajes que ejercen el poder, corregidores, alcaldes mayores y regidores, que se constituyeron en la élite y oligarquía local que controlaría el poder municipal en el siglo XVIII. Una oligarquía que hizo derivar su dominio político, aunque no exclusiva pero si principalmente, del económico, pues basó éste en la propiedad de la tierra, ubicada en esas zonas fértiles arriba citadas, dominadas por los ricos hacendados que constituyen dicha élite gobernante.[29] Una oligarquía que también supo diversificar sus rentas, como veremos. La oligarquía urbana de San Felipe cumpliría el axioma de que la economía precede a lo social y político. Su poder económico, junto con factores diferenciadores, como la pertenencia a la nobleza, les abrió las puertas al poder político.[30]
Como decía un personaje de Juan Valera: «el poder es el complemento del dinero»,[31] salvedad hecha de algunos casos.
4. UNA NOVEDOSA DIVISIÓN ADMINISTRATIVA DE NUEVA PLANTA: EL CORREGIMIENTO DE SAN FELIPE Y LOS NUEVOS CONFLICTOS JURISDICCIONALES
¿Pero cómo evolucionó el corregimiento de San Felipe tras la Guerra de Sucesión? Cabe destacar su azarosa instauración, que vino caracterizada por la sensible reducción del territorio de la antigua Gobernación de Xàtiva, fragmentado en seis nuevas divisiones administrativas, que seguían el modelo vigente en Castilla: el del corregimiento. La nueva planta administrativa quedó fijada hacia 1709 con los siguientes corregimientos: el propio de San Felipe, como se llamaría en adelante Xàtiva; más Cofrentes y Montesa, sujetos ambos a San Felipe; Alcoi, Xixona y Dénia. En 1752, se añadió el de Ontinyent, aunque éste sin territorio y sólo con jurisdicción sobre el propio municipio. Al frente de los corregimientos estaría un corregidor que, para el caso valenciano, se caracterizaría por la preponderancia de militares al mando de los mismos.
Varios autores[32] han destacado que el criterio utilizado para establecer estas divisiones siguió un procedimiento basado en un sistema de premios y castigos. Como ya adelantamos, la victoria en el conflicto bélico y el carácter eminentemente patrimonialista que adoptará y caracterizará la actuación de la nueva monarquía, no cabe duda que están en la base de este modo de proceder sobre el territorio, sobre sus bienes y sobre sus personas. El rey dispondrá de su reino conforme a su voluntad.[33] El resultado fue cierta desestructuración de las demarcaciones, tales como: la existencia de enclaves en un territorio que a su vez dependían de otro, como fue el caso de los lugares de Agullent y Alfafara, a caballo entre Xàtiva y Montesa, pero dependientes de Montesa; la creación de corregimientos que rozaban el absurdo, como el de Xixona, premiada con uno de ellos por su fidelidad al monarca borbón, pero localidad más pequeña y pobre que otras de su alrededor; las iniciales dudas sobre Xàtiva, que llevaron a plantear como cabeza de corregimiento a otras localidades cercanas y de menor población. Todas estas circunstancias supusieron un cúmulo de despropósitos administrativos que solo con el paso del tiempo pudieron corregirse.
El caso de la ciudad de Xàtiva, convertida en Nueva Colonia de San Felipe, es paradigma de lo costoso que sería hallar otra vez un sitio en el concierto de la nueva administración y división territorial. Una de las características de la andadura del recién creado corregimiento fue la disposición beligerante de muchas de las poblaciones de la antigua Gobernación de Xàtiva, deseosas de desligarse de los lazos de dependencia de su antigua capital. Problema éste que sólo se resolvió tras un cúmulo de pleitos en los que las sentencias fueron favorables a la ciudad y al nuevo corregimiento. A pesar de ello, no cejaron en sus intentos de desvincularse, sobre todo de su dependencia económica, tratando de emular el camino que otros lugares siguieron en épocas anteriores, iniciando una tendencia que supondría el principio del declive de la otrora segunda ciudad del reino, y cuyo golpe de gracia fue la división en varios corregimientos, en 1709. Así, l’Olleria, Castelló de la Ribera y Benigànim, con sus sucesivas segregaciones, marcarían una pauta que alcanzó una de sus máximas cotas en el momento posterior a la destrucción de la ciudad, cuando un buen número de localidades redoblaron sus esfuerzos para intentar si no esa desvinculación, sí la reducción de algo tan gravoso para sus economías como era el pago de cargas impositivas. Esta circunstancia se convertiría en una de las cuestiones más escabrosas para el nuevo corregimiento de San Felipe. La sujeción económica a la nueva ciudad fue el motivo de muchos pleitos. Otras localidades, como Canals, cercana a Xàtiva, sí intentarían la segregación.
Para entender el alcance y amplitud de la problemática suscitada, creemos interesante reflejar algunas consideraciones respecto de la antigua Gobernación «dellà lo Xúquer», cuya capital era Xàtiva, y lo que significaba para el prestigio político, la importancia económica y, punto no menos esencial, para la memoria colectiva de sus habitantes, que vieron cómo tan vasto término era cercenado en los corregimientos descritos, y, por otra parte, cómo había poblaciones que se negaban a pagar las cargas a que venían obligadas con la ciudad, merced a los privilegios reales concedidos por los monarcas de la Corona de Aragón.
En época foral la Gobernación dependiente de Xàtiva, comprendía un amplio territorio que se extendía desde los límites con Castilla, en el oeste, hasta la Vila Joiosa. La frontera septentrional venía marcada por el río Xúquer, y la meridional, por la línea Biar-Xixona-Bussot, con una extensión de unos 4.750 km2. y una población de cerca de cien mil personas, comprendiendo su jurisdicción unas quinientas localidades de distinta entidad, según datos referidos a la segunda mitad del siglo XVI.
Todo este territorio se configuró desde las primitivas gobernaciones de Valencia y Orihuela. Al frente de dichas gobernaciones estaba el portantveus, máxima autoridad en el territorio valenciano en ausencia del rey o de su primogénito. Hasta 1304, el Reino de Valencia tuvo un solo portantveus, momento en el que, al incorporarse territorios de Murcia, se dividió en las gobernaciones de Valencia y Orihuela. No obstante, el de Valencia tuvo dos lugartenientes, que leauxiliaban en tan amplio territorio y a quien rendían cuentas en los asuntos de su competencia. Estos dos lugartenientes ejercían en dos territorios: el primero, el que comprendía una demarcación que iba desde los límites de Cataluña hasta el río Uixó, y que se conoció como la «Sotsgovernació dellà lo riu Uixó», cuya capital era Castelló de la Plana; y el segundo, el que comprendía los límites que antes hemos señalado, desde el río Xúquer hasta la Gobernación de Orihuela, la «Sotsgovernació dellà lo riu Xúquer», cuya capital era Xàtiva.
Una vez la ciudad de Xàtiva estuvo en manos de Jaime I, bien pronto solicitó ésta una serie de privilegios, que el rey concedió, de manera que pudiera empezar a regirse política y económicamente. Muchos de estos privilegios y normas estaban dictados, esencialmente, a imagen y semejanza de los de la ciudad de Valencia, de quien el resto de ciudades valencianas tomaron como modelo su estructura de gobierno, con el fin de disponer de los mismos o parecidos privilegios. Como se ha dicho, no en vano Xàtiva fue durante muchos tiempo la segunda ciudad en importancia del Reino de Valencia, y era la segunda en votar en Cortes, tras la capital.
Entre los primeros privilegios con los que el rey dotó a Xàtiva, hay que citar: el de la concesión de términos; el de celebración de mercados y ferias, que todavía hoy se celebran y el de apelación de las villas del término al justicia de Xàtiva. Estos primeros privilegios otorgados por el rey conquistador fueron sucesivamente confirmados y ampliados por sus sucesores, sobre todo por el rey Pedro IV de Aragón, en el siglo XIV. Así, se sumaban a los anteriores los de: no ser enajenada a ningún señor feudal y que siempre mantuviera su condición de ciudad real; el de poder celebrar consejo con dos jurados (en total eran cuatro); el de concesión de título de ciudad en 1347; aprobación del monarca de la compra hecha por la ciudad de Xàtiva de la baronía de Canals; el de concesión del oficio de lugarteniente de gobernador, cuyo nombramiento pretendió realizar la ciudad de Valencia, aunque finalmente los jurados de Xàtiva consiguieron que fuera un oficio de nombramiento regio; el de regulación de las atribuciones del justicia de Xàtiva. De todos estos privilegios, los más destacados fueron: el de concesión de términos general y particular y de celebrar Feria, por las importantes consecuencias económicas que suponía para la ciudad, y que fue confirmado por Jaime II en 1301 y en 1317; por Pedro IV, en 1379; por Fernando II de Aragón, en 1479 y por Carlos I en 1533.[34]
Efectivamente, y como resalta Mariano González Baldoví,[35] la ciudad del siglo XIII era un núcleo urbano acabado de conquistar, fronterizo, falto de recursos para iniciar la construcción de edificaciones públicas adecuadas. Sin embargo, en el siglo XIV se dieron una serie de circunstancias que propiciaron un desarrollo considerable de las actividades constructoras, que repercutieron en la vida administrativa, política y económica de la ciudad: la consolidación de un emergente y poderoso grupo de comerciantes y labradores, la configuración de un complejo régimen municipal gracias a las prerrogativas y privilegios arriba citados, que la resguardaba de vaivenes políticos y económicos. Todo ello favoreció un incremento de población gracias a las exenciones fiscales, con el consiguiente aumento de la actividad mercantil, donde los comerciantes y la pequeña nobleza se apoderaron del gobierno municipal, del monopolio del agua de riego y de las tierras más productivas.
La ciudad del siglo XV estaba plenamente consolidada, y ejerciendo el control de un amplio territorio como centro neurálgico con funciones administrativas; otras eran de tipo militar, puesto que su castillo era el más fuerte del reino y, además, prisión de estado; y también económicas, con gran riqueza agrícola, artesanal y comercial, con un mercado desarrollado en torno a artículos como el arroz, la fruta y la seda para Castilla.[36] No es de extrañar, pues, que surgieran conflictos con la capital, con un período temporal de máximo enfrentamiento que puede situarse, justamente, durante los siglos XIV y XV, período de mayor esplendor de Xàtiva.
Un hecho se situó como máximo exponente de estas disputas: la reiterada y machacona insistencia de Xàtiva por poseer una diócesis independiente de Valencia[37] a lo que ésta siempre se opuso, consiguiendo finalmente que jamás tuviera esa sede episcopal. Otros aspectos de estos enfrentamientos han sido estudiados por Agustín Rubio Vela.[38] Entre ellos cabe destacar los políticos y económicos, aunque el citado sobre la creación de la diócesis eclesiástica es el que mejor se conoce. Efectivamente, desde la perspectiva de la ciudad de Valencia, Xàtiva era capital de un extenso territorio, y desde el punto de vista administrativo, era sede permanente de autoridades civiles y religiosas que, aunque subordinadas a las de Valencia, hacía que siempre se viera con cierto recelo todo lo que pudiera hacer sombra a la capital del reino y no eran bien vistas las pretensiones de Xàtiva de incrementar su poder e influencia. Así, Valencia jamás cesó de recordar a aquella y, por extensión a cualquier otra localidad, que su capitalidad no solo era de orden moral, sino efectiva sobre el conjunto del reino.
Esta supremacía política repercutió en el orden económico, puesto que Valencia, la mayor urbe del reino, era un gran centro consumidor que dependía del exterior para su avituallamiento. Para poder controlar las rutas de abastecimiento, la ciudad consiguió diversos privilegios, valiosos instrumentos legales que le permitieron intervenir de manera hegemónica en materia económica en el conjunto del reino. Así, los municipios tenían rigurosamente prohibido establecer cualquier tipo de obstáculos o trabas al tránsito de víveres por sus territorios cuando el destino era la ciudad de Valencia.
No es de extrañar que, en tiempo de crisis de subsistencias, los municipios hicieran caso omiso a las disposiciones emanadas de la capital y retuvieran el trigo o cereales con los que paliar la falta de alimentos de sus respectivas localidades. Esto fue lo que ocurrió en 1374-1375, cuando en algunas ocasiones Xàtiva retuvo la mercancía que varios mercaderes procedentes de Castilla conducían a Valencia, con las consiguientes protestas de las autoridades capitalinas. La actitud de los jurados de Xàtiva, no obstante, era ejemplo de la que adoptaban la mayor parte de los municipios del reino. De todos estos enfrentamientos, y más allá de la problemática de la cuestión frumentaria, hemos de hacer una lectura política: la actitud de rebeldía de la ciudad de Xàtiva se hacía patente por la privilegiada posición legal de Valencia.
No obstante, la propia ciudad de Xàtiva experimentó a su vez la actitud de municipios de su territorio y bajo su jurisdicción que deseaban deshacerse de su tutela política. La abundante documentación conservada en el Archivo Municipal de Xàtiva es prueba de los largos conflictos que mantuvo la ciudad con algunos de aquellos. Efectivamente, ya en el siglo XIV hay constancia de varios litigios por cuestiones aparentemente menores, como las jurisdiccionales, pero que escondían las verdaderas motivaciones arriba citadas: emanciparse de Xàtiva. Estos largos pleitos, que se iniciaron tan tempranamente como el siglo XIV no se interrumpieron hasta comienzos del siglo XIX, con la definitiva caída del Antiguo Régimen. Algunos municipios lograron su propósito, mientras que otros jamás lo consiguieron. Entre los primeros, pueden citarse los casos de las villas l’Ollería; de la actual Castelló de la Ribera, entonces Castelló de Xàtiva, y Benigànim, que lograron emanciparse de Xàtiva entre los siglos XV y XVI. L’Olleria logró su segregación en 1583; Castelló de Xàtiva en 1587 y Benigànim en 1607, erigidas en esos años en villas reales.
Estos procesos de segregación han sido estudiados por varios autores[39] quienes hacen un amplio repaso de la evolución del mapa municipal valenciano, desde el siglo XIII hasta nuestros días y donde se recogen los casos que nos interesan. Para los ejemplos concretos de las villas citadas, disponemos del estudio de Germán Ramírez Aledón, relativo a l’Olleria;[40] para el caso de Benigànim no disponemos de un estudio tan moderno y exhaustivo como el de Germán Ramírez, aunque contamos con las clásicas obras de los eruditos locales.[41]
Respecto de la localidad de Castelló de la Ribera disponemos, aparte de los trabajos de cronistas y eruditos locales, como en Benigànim, con las investigaciones de Vicent Ribes.[42] Aquella población nos servirá de modelo para analizar dos cuestiones: de un lado, como ejemplo del proceso de segregación de localidades de la Gobernación de Xàtiva; y, de otro, como muestra de las luchas por el poder en una población de reducidas dimensiones respecto de San Felipe y con sectores sociales diferenciados. En lo tocante a municipios que intentaron seguir el ejemplo de l’Olleria, Benigànim o Castelló de la Ribera, pero que no lograron su objetivo, pese a su porfía, tenacidad y persistencia, utilizaremos el modelo de la baronía de Canals, localidad cercana a Xàtiva, y bajo el señorío directo de la ciudad desde el 7 de febrero de 1352, año en que compró la jurisdicción a su anterior poseedor, el noble Ramón de Riusech. Pese a los sucesivos intentos de separarse de Xàtiva y luego de San Felipe, Canals siempre estuvo bajo su dominio, hasta la reorganización política y administrativa de comienzos del siglo XIX. Este caso ha sido estudiado por los cronistas locales, como Sanchis Sivera,[43] y recientemente por el historiador Alfonso Vila,[44] aunque desde esta investigación se hará un enfoque diferente de las relaciones Xàtiva-Canals, centrado en el punto de vista que nos interesa: la evolución y desarrollo del corregimiento de San Felipe en el siglo XVIII, bajo el régimen borbónico, sus litigios y pleitos con los municipios bajo dominio de San Felipe.










