Santiago. Fragmentos y naufragios.

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En 1930, durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, la situación era explosiva: a la crisis económica mundial, derivada de la famosa caída de la bolsa de EE.UU., se agregaban localmente la cesantía y la miseria que queda estampada en la memoria de quienes la vivieron en carne propia en Santiago, cuando desarrapados provistos de piojos mantenidos en cajas de fósforos amenazaban con lanzar estos parásitos exantemáticos a los transeúntes que no contribuyeran con limosnas. En esta inmensa masa de cesantes se incluían los inmigrantes campesinos y mineros llegados a la capital que sobrevivían aglomerados en los arrabales.
Las ciudades de Latinoamérica empezaron a masificarse, pero estaban constituidas por una yuxtaposición de guetos incomunicados, señala Romero. Esta explosión urbana modificó la fisonomía de las ciudades, encarnándose el concepto de multitud, que reflejan diversos textos literarios.
La vida intelectual en Santiago se enriquece y a ella contribuye la llegada de los exiliados españoles en el Winnipeg, en el viaje gestionado por Pablo Neruda en 1940. Fue la ciudad alegre y enjundiosa que conoció Luis Alberto Sánchez, recordada por De Ramón.
Pero este paréntesis de alegría, que en Chile había surgido después del triunfo de Pedro Aguirre Cerda en 1938 contra el candidato derechista, no iba a durar mucho. Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, terminada en 1945, se hacían sentir también en estas latitudes, en un período de austeridad, aunque de ascenso de las clases medias pujantes a las que favorecieron planes de vivienda durante los gobiernos radicales que se sucedieron. Ya queda asentado el término de sociedad de masas que se manifestara en Santiago, a partir de 1930, fecha coincidente con la establecida por Romero para dicho período en toda Latinoamérica y que se dio por causas similares, generando asimismo hechos parecidos: explosión de gente en cuanto a número y decisión, miles de desocupados, segmentación en guetos. Romero cita al respecto la novela Los de abajo, en México. En Chile, tendría su paralelo en las páginas de Nicomedes Guzmán.
Por otra parte, la masa no quería destruir la estructura social, quería insertarse, de alguna manera, en ella, aunque fuese en oficios de poca monta. Así, fue perdiendo agresividad a medida que conseguía un empleo, fruto de la creciente industrialización y de poder obtener el beneficio de una vivienda. También se multiplicaron las posibilidades de la mediana clase media, especialmente a través de la educación, estudios secundarios y luego universitarios. A su vez, perdían poder las élites, manteniendo sí su prestigio social. Los linajes dejan paso a los clanes económicos. En Santiago, la clase alta abandona el casco de la ciudad y empieza a encerrarse en sus nuevos guetos o barrios, cada vez más al oriente, hacia arriba. Ahora se habla de la cota mil (1.000 metros de altura. El centro está a 600 del nivel del mar.)
Se modificó el valor de la tierra urbana, alcanzando valores especulativos. La vivienda seguía siendo un problema para la integración social: en Chile estaban las “callampas”, en Buenos Aires las “villas miseria”, las “favelas” en Sao Paulo. Eran visibles en Buenos Aires, donde llegaron bolivianos y paraguayos; en Santiago se ocultaban a los ojos del turista (como lo testimonia el verso de Violeta Parra: “que no le han mostrado las callampitas”).
Entre los 60 y los 70, al margen de la aparición de los hippies que buscaban un estilo de vida libertario, surge el problema más álgido de las tomas de terreno por los sin casa, a la par del surgimiento de grupos ultra como el MIR. Los campamentos eran vistos como aliados de los temidos “cordones industriales”, las agrupaciones obreras de las industrias que rodeaban la ciudad y que se consideraban una amenaza por los que propiciaban un golpe de Estado. Este venía madurando en los sectores de la derecha desde los tiempos de la Reforma Agraria aplicada en el gobierno de Eduardo Frei Montalva y ampliada por el de Salvador Allende, que agregó a esto la nacionalización del cobre, producto que genera los principales ingresos del país, en manos hasta entonces de compañías extranjeras, especialmente estadounidenses. Se sumaron así las fuerzas oligárquicas amenazadas en sus fortunas de terratenientes o de empresarios con las de militares simpatizantes y obsecuentes ya sea por ideologías conservadoras o afán de poder y al espaldarazo disimulado a medias que se recibía desde el exterior, desde la gestión de Kissinger, vía desabastecimiento y paralización amparada de los empresarios transportistas, para desencadenar el golpe de 1973. Ocurrió en medio de la más grande división de la sociedad chilena entre los defensores del desarrollo social, sobre todo de los más desposeídos, “el pueblo”, del primer gobierno socialista conquistado por votación popular en el mundo (ratificado un tanto a regañadientes, pero respetando la tradición de respaldar a la mayoría en el Congreso), y los golpistas, entre cuyos líderes militares se dio a conocer a última hora el propio Comandante en Jefe del Ejército (nombrado por el Presidente Allende y depositario de su confianza) Augusto Pinochet Ugarte, quien adquiriría plenos poderes por sobre los otros integrantes de la Junta Militar.
La violencia siempre estuvo presente en la historia social y política de Chile, como lo demuestran entre otro hechos la guerra civil de 1891, las huelgas de los mineros, la matanza de Santa María de Iquique y los enfrentamientos por el alza de la locomoción del 2 de abril de 1957, pero el asalto a La Moneda del 11 de septiembre, con los Hawker Hunters, el palacio en llamas y todo lo que siguió, superó lo anterior. El ataque al palacio de gobierno, uno de los símbolos de Santiago, la muerte de Salvador Allende y sus últimas palabras, quedaron en la memoria de los que vivieron esos tiempos, y registrados visualmente, se han podido traspasar a las generaciones nuevas.
Como lo señala De Ramón, a nadie sorprendió el golpe, pero sí el tiempo que se entronizó, mediante una feroz eliminación de los considerados enemigos del régimen, a cargo luego de organismos de seguridad especializados en el espionaje y las ejecuciones, con el silencio generalizado del Poder Judicial, con la anuencia de los beneficiados económicamente a través de las privatizaciones, con la intervención de las universidades en que la mayoría de sus profesores fueron despedidos, con las torturas y todos los atropellos posibles, incluidos crímenes perpetrados en el extranjero. Digna del mayor encomio fue en esos tiempos la labor desempeñada en defensa de los derechos humanos por la Iglesia Católica, especialmente a través de la Vicaría de la Solidaridad, organización de acogida y defensa jurídica, creada por el entonces Arzobispo de Santiago, Raúl Silva Henríquez. Los defensores del régimen militar ostentaban como logro el crecimiento de la economía y las modernizaciones puestas en marcha con los programas de los colaboradores jóvenes, los “Chicago boys”, pero ignoraban a sabiendas o no el costo social que eso había impuesto a la población, con un desempleo altísimo que el propio gobierno quería paliar con los planes de empleo mínimo en los sectores populares, y casi siempre vinculándolos a la necesidad de tener público para sus desfiles conmemorativos.
El problema de los campamentos de los pobres en medio del lodo en invierno y del hacinamiento con los allegados en las poblaciones, porque esa gente marginada era una amenaza, provocó que se la erradicara, desplazándola a cinco comunas: La Pintana, Puente Alto, La Granja, San Bernardo y Peñalolén. Las consecuencias del desarraigo fueron igualmente graves, las comunas receptoras se quejaban del aumento de la delincuencia y la drogadicción. Pero, en tanto, los terrenos abandonados se valorizaban.
Con estos factores sociales, más otros económicos, de caída, de depresión, más bien, surgieron en 1983 las primeras protestas ciudadanas y se mantuvieron hasta 1986, cuando se empezó a vislumbrar una salida que advendría con el plebiscito de 1988, que el dictador se vio obligado a aceptar por las presiones internas e internacionales (y que suponía podría manejar). Las protestas, a juicio de De Ramón, se constituyeron en el hecho urbano más relevante de la historia de Santiago en los últimos tiempos. La toma de la Catedral, lugar simbólico que ha jugado un papel en los grandes momentos de la historia republicana, fue un hito importante, los bocinazos con el famoso eslogan musicalizado de “Y va a caer”, los resucitados cacerolazos en la noche, las velatones en las veredas en honor de los mártires, provocaban una tremenda represión, al punto que en la cuarta protesta, se contabilizaron 31 muertos, de los cuales la mitad eran jóvenes.
Difícil fue el retorno a la democracia, tras el triunfo del NO en el plebiscito, cuyo resultado se intentó desconocer hasta última hora. Difícil por las leyes que Pinochet se preocupó de dejar en vigencia, con participación importante de los militares y de civiles adscritos a su régimen. Episodios como los llamados “Ejercicios de enlace” y “El Boinazo”, para amedrentar a las nuevas autoridades en una investigación emprendida con el fin de determinar negocios ilícitos de familiares del general Pinochet (para entonces instituido en senador vitalicio), daban cuenta de la presión de la fuerza sobre una nueva institucionalidad muy frágil. Fue a Patricio Aylwin a quien correspondió hacer el primer mandato y, como abogado, se preocupó en especial de los derechos humanos, comprometiéndose a hacer justicia “en la medida de lo posible”. El encargo de reunir los casos de atropellos a tales derechos lo encomendó a una comisión, que entregaría después el voluminoso “Informe Rettig”.
Problemas económicos provenientes de la globalización, reflejados en la denominada “crisis asiática”, vinieron a empañar los logros tecnocráticos del gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle. Por otra parte, ahora, la justicia ha determinado que las anteriores sospechas de que en la muerte del padre de dicho presidente, Eduardo Frei Montalva, hubo intervención de terceros ordenada por la dictadura se convirtieron en certezas. Se había hecho perentorio eliminar a un líder peligroso que se alineaba con la oposición. Frei padre lo manifestó públicamente en un encendido discurso en el teatro Caupolicán, rebosante de público, en que el otro orador fue el profesor de la Universidad de Chile y también de la Universidad Austral, el filósofo Jorge Millas, sobre cuya muerte siempre aparecieron también sospechas, por la similitud de los casos.
El siguiente gobierno, de Ricardo Lagos Escobar, puso el acento en la integración de los empresarios al desarrollo del país, en fomentar la modernización y disminuir la pobreza, labor esta última entre otras de inclusión social, que centró los esfuerzos de la presidenta Michelle Bachelet, en pro de disminuir la brecha económica que escinde a los chilenos. Durante los gobiernos de la coalición de centro izquierda se mantuvo sí el sistema económico, pese a los problemas sociales suscitados al final principalmente por las deficiencias en el transporte público ciudadano y por demandas no satisfechas en la educación. Tales gobiernos concertacionistas mantuvieron el sistema económico heredado, tratando de balancear la estabilidad mediante programas sociales.
Una vuelta de tuerca en la política chilena vino a constituir el regreso al poder de la derecha económica en la persona de Sebastián Piñera Echeñique. Ya empezado su mandato, se sufren las consecuencias del reciente terremoto. Su gobierno se ha empeñado en sostener la macroeconomía.
En estos momentos se vive la mayor efervescencia social manifestada desde hace mucho tiempo, especialmente en las marchas y paros estudiantiles que piden no solo correcciones en el terreno educativo, sino un cambio de sistema. A los estudiantes, que copan las calles de Santiago y de otras ciudades, se agregan otras organizaciones sociales que los apoyan y reivindican, además, sus demandas propias. El problema de las desigualdades ha estallado en Santiago acarreando violencia de sectores marginados y de pronto, con el despliegue de las fuerzas especiales de la policía llamadas a actuar por las autoridades, la metrópoli se ha visto reiteradamente a través de la TV como una ciudad sitiada. Están apareciendo las voces de autores jóvenes que recogen estos ecos de la experiencia urbana de Santiago.

La poesía chilena en el período de la dictadura
Un enfoque general
Han sido diversas las perspectivas de los estudiosos y críticos sobre este tema, entre ellas, las que instalan la mirada desde ángulos ya sea internos o externos al país; también, y a veces en relación con lo anterior, desde puntos de vista ideológicos más o menos explícitos. Se han dado también otras perspectivas de menor significación.
Sobre lo que no existe disparidad de apreciación, es en que nunca antes se había editado tal número de libros de poesía a partir de 1973, como lo señala explícitamente Javier Campos13. Según una revista mencionada por él, El espíritu del valle (1985), la cantidad sería, solo en ese año, de ciento veinte obras. Ahora bien, Campos, de acuerdo a lo que señala el título del ensayo, sustenta la tesis de que el Golpe apresuró la transformación “agónica y crítica”, sobre todo a través de las imágenes (indelebles para todos aquellos que las vivimos y que, espero, hayamos sido capaces de transmitir por diversos medios a nuestro alcance) y que en el arte, tanto literario como plástico, performativo y cinematográfico, han quedado como testimonios. Así, explica el impacto causado por las imágenes del 73 en La ciudad de Millán, la transformación en la visión de la muerte de Óscar Hann, las Huerfanías, de Jaime Quezada, por citar ejemplos.
Ya sea leyendo La ciudad o viendo documentales del bombardeo de La Moneda, la impresión que dicen experimentar los jóvenes es la misma.
Al hablar del considerable número de obras de poesía publicadas, hay que recordar que en el período de la Dictadura, dichas obras ven la luz tanto en el país como en el extranjero. La diáspora fue provocada por el exilio impuesto, y muchas veces marcado con una L en el pasaporte (prohibición de entrar) o bien por otro, buscado, por no poder soportar las nuevas condiciones de vida a que los chilenos se veían sometidos.
Las condiciones, en cambio, en los otros países, frente al exiliado, eran, en general, de acogida. Y cuando se trataba de artistas, países de larga tradición en el culto del arte, o bien en la investigación, se hacían, por supuesto, mayormente favorables, facilitando la producción artística y la publicación literaria. Claros ejemplos encontramos en cuanto a la poesía del propio Javier Campos en Estados Unidos y de Gonzalo Millán, en Canadá.
Con respecto a quienes permanecieron en Chile, en cambio, todo estaba en contra, al considerar no solo la inseguridad en cuanto a la persona misma de quien pensaba como opositor al gobierno de facto, sino también, en el caso de los productores de arte, a las restricciones a la libertad de expresión, sujetos a una autorización firmada y timbrada por organismos que se sucedían, por ejemplo, el Ministerio del Interior. Tal censura abierta, producía a la vez otra, la autocensura, disfrazando el texto con máscaras, metáforas, etc. En mi análisis surgen, patentes, tales elusiones.
Se vivía, consecuentemente con ello, la carencia de editoriales y medios a través de los cuales publicar.
Así también, la fragmentación del contexto país deja penetrar por intersticios la posible denuncia o testimonio textual, hecho que fue muy bien recogido por las mujeres en su primer congreso de literatura, casi clandestino, realizado en la Casa de Ejercicios San Francisco Javier, en la calle Crescente Errázuriz de la comuna de Ñuñoa, en 1987 (a poca distancia de una recordada casa de tortura). Las ponencias de dicho congreso están compiladas por seis de las organizadoras y editadas por Cuarto Propio en el libro Escribir en los bordes14.
Esas mismas circunstancias provocaron el nacimiento de publicaciones clandestinas de poemas en hojas sueltas, trípticos hechos en mimeógrafos y, en el mejor de los casos, de revistas igualmente clandestinas, por tanto, de circulación restringida.
Así lo observa Javier Bello en su Tesis de licenciatura15 : fue el estado de las cosas el que modificó la práctica de la poesía. Hubo escritores que intentaron romper el silencio, dando testimonio y algunos buscaron otra expresión, desbordando las barreras genéricas, volcándose a lo instantáneo, pero llamativo (llamativo en el buen sentido de atraer la atención, interesar), por ejemplo en las instalaciones del grupo Colectivo Acciones De Arte (CADA) en que participaban la artista visual Lotty Rosenfeld, la novelista Diamela Eltit y el poeta Raúl Zurita, entre los más conocidos. Tales intervenciones tenían también como objetivo cultivar la unión entre arte y vida. Por supuesto, acciones como estas requerían la mayor parte de las veces del espacio público que era necesario conquistar en Santiago de Chile.
Reflexionando sobre todas estas cosas, salta a la vista un mapa laberíntico que ofrece la ciudad de ese entonces, de vericuetos que es preciso sortear, en los ámbitos de las relaciones (familiares, económicas, sociales), que llegaron a alterarse a consecuencia del Golpe, ya que todos los modos del habitar fueron subvertidos.
En esta etapa ven la luz, al parecer por primera vez, textos escritos desde las prisiones, desde campos de confinamiento o de concentración –terrestres o marítimos– como las Cartas de prisionero (1984) de Floridor Pérez, recordadas por Soledad Bianchi en su estudio “Una suma necesaria” en Poesía chilena y cambio (1973-1990)16 , quien nos dice además que la democracia “permitirá enterarse de sectores ignorados de nuestro disperso pasado, habrá que realizar la suma necesaria del arte público, privado, semiprivado y clandestino, mostrado y reservado. Así se tendrá una imagen más o menos fiel de lo que fue el conjunto de la literatura 73-90.”
Estas expresiones cobran toda su fuerza al dar cuenta de la bipolaridad en que se daban los espacios, no menos que de la oscuridad en que se mantuvieron algunos, ignorados. A propósito de tales sectores ignorados, que se dieron en la poesía chilena de esos días, Manuel A. Jofré publicó una antología de poemas escritos en las poblaciones de Santiago17. Si bien no todos logran una categoría estética perdurable, vierten expresiones auténticas del habitar ciertos sectores marginales de este Santiago caracterizado siempre negativamente a través de su historia. Baste recordar cómo han contribuido a ello las políticas de vivienda y urbanismo, según lo señalado en la obra Santiago, dos ciudades18, que la convirtieron, primero, en una ciudad escindida y más adelante en una ciudad segmentada.
Muchos de los textos incluidos por Jofré eran leídos en veladas culturales en las comunas mismas. Se dio así como característica la cercanía entre el productor y su receptor (o consumidor). Acerca de los productores, se dice allí:
Estos poetas eran casi marginados de los procesos educativos institucionales, eran testigos y actores de un proceso de ebullición, crisis, y desastre social, político y económico (…) y atestiguaban al mismo tiempo de condiciones de aislamiento, amenaza, acosamiento, exclusión, marginación, pauperización, pasividad, etc.”19.
En esta selección de treinta y tres autores, de los cuales seis son mujeres, destaca una de las poetas cuyos textos se seleccionan aquí, Malú Urriola.
Ateniéndose a las diferencias que establece Soledad Bianchi20 sobre cómo los textos enfrentan la ciudad, podría decirse que, en el sentido de la intención comunicativa, en general los textos en un principio fueron testimoniales y denunciatorios. Así lo podemos constatar en los de Carmen Berenguer y en los de la llamada Generación NN, que incluye a Jorge Montealegre, José María Memet y Aristóteles España, entre otros. Algunos sufrieron directamente la detención y la tortura y sus textos dan cuenta de esos hechos. Respecto a cómo presentan la ciudad, hay mayor diversidad.
Para aludir a textos denunciatorios, mostramos una cita:
El río Mapocho que cruza la ciudad de Santiago lleva brazos, manos, rostros, bocas 21
Se dan diferencias en los textos de este período en relación a cómo se construye la urbe en el texto, a juicio de Soledad Bianchi. Se erige, en el caso de La ciudad de Gonzalo Millán, o bien se rememora con nostalgia o sin ella; en ocasiones, se parodia desde dentro el país o desde el retorno frustrado. En el caso paródico destaca El Paseo Ahumada de Enrique Lihn, que a mi juicio también construye una ciudad representada en su calle símbolo del centro, la más transitada, heterogénea y decidora del fracaso en el objetivo que se propuso el dictador de emular la avenida Manhattan de Nueva York, o la calle Florida de Buenos Aires, con retazos de naturaleza dispar: avisos, letreros, recortes de prensa, etc., a la manera de un pastiche, o mejor dicho en términos de costura, como un patchwork asimétrico (ya que pastiche, en arte, representa un término peyorativo).
Las cartas olvidadas del astronauta, de Javier Campos, por su parte, expresan el desencanto de volver a una ciudad que ya no existe. Poemas de Rodrigo Lira, a su vez, iluminan el ámbito ecológico y además, a su herencia huidobriana, anexan asimismo una tendencia paródica más extrema que las de Parra y Lihn. Es de observar que los tres últimos poetas mencionados permanecieron en Chile durante la dictadura, y tal hecho puede abrir el espectro para reflexionar que pese al terror que regía, el país se podía también parodiar, en tal etapa de estrechez y mediocridad.
La cuidad fantoche: Carmen Berenguer
Carmen Berenguer, nacida en 1946, publica en 1983 Boby Sands desfallece en el muro. En 1986, Huellas de siglo, en ediciones Manieristas, que es la que citamos. Luego aparece A media asta, en 1998, y posteriormente Naciste Pintada, en 1999, además de La gran hablada, donde se incluyen obras anteriores. En paralelo a su labor como escritora, fue una de las gestoras y organizadoras del Primer Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana en 1987 realizado en Santiago. En 2008 recibe el Premio Internacional de Poesía Pablo Neruda.
La primera parte del libro Huellas de siglo presenta “Santiago Punk”, en que la ciudad se ve siempre en contradicción irónica, como “Punk artesanal made in Chile”, la copia mal hecha de algo y no la copia feliz del Edén, como la califica nuestro himno.
La ironía, o más bien el sarcasmo, pone en solfa las promesas políticas del dictador, entre ellas la de que cada chileno tendría un auto, fruto del buscado progreso en el consumo:
Un autito por cabeza Y una cabeza por autito
Los versos oponen los costos de los atropellos a los derechos humanos en pro de la instalación del sistema de mercado mediante un tratamiento de shock. La promesa se empequeñece con el diminutivo en términos cruzados como en un juego macabro. Se aprovecha bien la estrategia de la inversión tanto en el ámbito del lenguaje como en el sarcasmo de la economía del trueque.
La calle principal de la ciudad de Santiago sigue la misma suerte que muchos de sus habitantes: sufre el exilio, tal vez castigada después de las célebres palabras del fallecido presidente: “Se abrirán las anchas alamedas…”
La Alameda Bernardo O’Higgins en el exilio
En “Santiago Tango”, Berenguer escribe, con letra de tango:
Carente de decencia, marginal, fantoche Patipelá, espingarda ciudad (p. 17)
En estos versos se mezclan el chilenismo y el lunfardo. De nuevo, la ciudad que aparenta lo que no es, “fantochea”, quiere mostrarse mejor de lo que es, lo que inveteradamente se nos ha reprochado a los chilenos y que ha sido bien aprovechado por los personajes de cómic: Juan Verdejo Larraín, con uno de los apellidos que tradicionalmente llevan en el país personajes de las finanzas y de la “alta sociedad”. De Verdejo se reían en las tiras cómicas otros personajes empingorotados, obesos y de puro humeante en la boca, diciéndole: “A pata pelá y con leva” (es decir, con chaqueta de cola, de etiqueta y sin zapatos). También aparecieron el reaccionario Perejil en “El Mercurio” y el más popular de todos, Condorito, que llevan la ropa parchada y ojotas. Así, Santiago, que alguna vez Darío calificó de “soberbia” por sus lujos, ahora es patipelá. Tal adjetivo lo usa Magda Sepúlveda en el título que da a su ponencia Santiago, patipelá y empielá: La feminización de la ciudad dictatorial22.



