Mercedes Sanz-Bachiller

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Por otra parte, y referenciadas ya las principales fuentes con las que he trabajado, me gustaría hacer algunas reflexiones previas a la lectura de esta biografía. Como ha quedado dicho, la vida política de Mercedes Sanz-Bachiller posterior a Auxilio Social era, hasta ahora, una laguna en la historia del Franquismo, en general, y del falangismo, en particular. Pero, además, también lo era en relación con el conocimiento sobre las mujeres que tuvieron y ejercieron poder político en el régimen franquista, muy pocas en realidad, y que además estuvieron ensombrecidas por la figura siempre omnipresente de Pilar Primo de Rivera. A esta realidad se sumó otra, más de carácter historiográfico, relacionada con el hecho de que, con el final de la dictadura franquista y la recuperación de las libertades democráticas, estas mujeres no fueron objeto de estudio e investigación histórica. A día de hoy, sin embargo, ya contamos con estudios biográficos que, aunque escasos, y al principio focalizados en Pilar Primo de Rivera,9 también han abordado a algunas de estas mujeres falangistas, como Mercedes Formica,10 Marichu de la Mora11 o la propia Mercedes Sanz-Bachiller.12 Ahora bien, a pesar de estos avances, lo cierto es que recuperar para el conocimiento histórico a la totalidad de estas mujeres es todavía, en palabras de Ángela Cenarro,13 un «reto pendiente» para la historiografía que, una vez superado, permitiría «analizar la dictadura de Franco como un sistema no monolítico, atravesado por algunas fisuras, que admitió o toleró realidades que no entroncaban con su rígida doctrina nacionalcatólica». Pues bien, desde la plena sintonía con las palabras de Ángela Cenarro, deseo que esta biografía política de Mercedes Sanz-Bachiller contribuya a la consecución de este reto historiográfico. Así mismo, con la biografía política de Sanz-Bachiller pretendo reivindicar el género biográfico como un instrumento valiosísimo para el conocimiento histórico y sumarme, desde el enfoque estrictamente político, a otras biografías publicadas recientemente, como las de José Antonio Primo de Rivera y Onésimo Redondo.14
En esta biografía el contexto adquiere un valor destacado. No cabe duda de que Mercedes Sanz-Bachiller fue fruto de unas circunstancias históricas muy concretas y que, al mismo tiempo, contribuyó al desarrollo de estas. La Guerra Civil y el Franquismo, en sus distintas etapas evolutivas, condicionaron la actuación política de Mercedes Sanz-Bachiller, pero a su vez, ella misma contribuyó, con su acción y sus decisiones, a la transformación de este mismo contexto. Entiendo, pues, que la clave de esta biografía reside en la interacción entre el sujeto y el contexto, es decir, entre la biografiada y el medio, intentando mantener el equilibrio entre ambos factores. Por lo demás, no es esta una biografía en la que lo privado y personal esté ausente, pero, al tratarse de una biografía política, he valorado la relevancia y la pertinencia de lo personal en cada ocasión. Sobre todo, es una biografía política, por lo que el enfoque de la investigación es estrictamente político.
Por último, quiero aprovechar estas líneas para manifestar mi público agradecimiento a algunas personas que han contribuido a la investigación y a la publicación de esta biografía. Un agradecimiento especialísimo a Mercedes Redondo Sanz-Bachiller y Pilar Redondo Sanz-Bachiller (in memoriam), a quienes entrevisté, y que me mostraron el lado más personal de su madre, y con quienes tuve el gusto de conversar en muchas ocasiones. También a Miguel Temboury Redondo, por facilitarme la consulta del archivo particular de su abuela, siempre desde la cordialidad y la máxima disponibilidad. Esta biografía es deudora de la confianza y la generosidad que la familia Redondo Sanz-Bachiller depositó en mí desde el principio de la investigación, y que contribuyó de forma notabilísima a su éxito. Mi gratitud con ellos es enorme.
Quiero también dar las gracias a Luis Casado de Otaola (Archivo Central del Ministerio de Empleo), Margarita Barquilla Jiménez (Archivo del Congreso de los Diputados), Anselmo Barreales e Iván de Castro Pérez (Archivo del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria), Juana Bastida Veiga (Biblioteca del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria), Marian Zabala e Inés Irurita (Archivo General de la Universidad de Navarra) y Daniel Gozalbo Gimeno (Archivo General de la Administración). En todos ellos encontré la profesionalidad y la amabilidad que todo investigador necesita. A María del Ángel Sanz Muñoz y José Luis Gómez Becerra, que me acogieron y me guiaron por las calles de Montemayor de Pililla, y al Dr. Matteo Tomasoni, por enseñarme la ciudad de Valladolid y compartir conmigo cuanto sabe sobre Onésimo Redondo y Mercedes Sanz-Bachiller.
Cuando todo estaba por hacer, el Dr. Paul Preston, la Dra. Ángela Cenarro, el Dr. Ricardo Martín de la Guardia y la Dra. Mónica Orduña me impulsaron, con su apoyo, a lo que hoy es ya un objetivo cumplido, la tesis doctoral y la publicación de este libro.
A las doctoras Montserrat Duch, de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona; Ángela Cenarro, de la Universidad de Zaragoza, e Inbal Ofer, de la Open University of Israel, por sus generosas y valiosísimas contribuciones al texto de mi tesis doctoral.
Al Dr. Joan Maria Thomàs, por todo. Por ser el saber, la guía, el apoyo y el estímulo constante. Gracias, Dr. Thomàs.
Finalmente, quiero agradecer a los doctores Ismael Saz y Julián Sanz, de la Universitat de València, por su apoyo y apuesta por la publicación de esta biografía en la colección que dirigen.
En lo personal, esta biografía es un reconocimiento a la memoria de mis padres y al cariño y apoyo incondicional de mi hermana.
1 Onésimo Redondo, Caudillo de Castilla, Valladolid, Ediciones Libertad, 1937; José Luis Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo (1905-1936). Precursor sindicalista, Madrid, San Martín, 1990; Matteo Tomasoni: Onésimo Redondo Ortega. Vida, obra y pensamiento de un sindicalista nacional (1905-1936), tesis doctoral, Universidad de Valladolid, 2014; íd.: El caudillo olvidado. Vida obra y pensamiento de Onésimo Redondo (1905-1936), Granada, Comares, 2017.
2 Javier Martínez de Bedoya: Memorias desde mi aldea, Valladolid, Ámbito, 1996.
3 Mónica Orduña Prada: El Auxilio Social (1936-1940). La etapa fundacional y los primeros años, Madrid, Escuela Libre, 1996.
4 Véanse, además, María Beatriz Delgado Bueno: La Sección Femenina en Salamanca y Valladolid durante la Guerra Civil, alianzas y rivalidades, tesis doctoral, Universidad de Salamanca, 2009; María Teresa Gallego Méndez: Mujer, Falange y Franquismo, Madrid, Taurus, 1983.
5 Paul Preston: Palomas de guerra. Cinco mujeres marcadas por el enfrentamiento bélico, Barcelona, Debolsillo, 2004.
6 Ángela Cenarro: La sonrisa de Falange. Auxilio Social en la guerra civil y en la postguerra, Barcelona, Crítica, 2006; íd.: Los niños del Auxilio Social, Madrid, Espasa, 2009.
7 Carolina Isasi Vicondoa: Recuerdos y emociones de una vida. Vida y pensamientos de Mercedes Sanz-Bachiller, Archivo particular de Mercedes Sanz-Bachiller (APMSB).
8 Mercedes Sanz-Bachiller: Breves reflexiones de Mercedes Sanz-Bachiller, APMSB.
9 María Antonia Fernández Jiménez: Pilar Primo de Rivera. El falangismo femenino, Madrid, Síntesis, 2008; Susanna Tavera García: «Las mujeres de la Sección de Falange: una afirmación entre el activismo político y la sumisión patriarcal, 1934-1939», en Ana Aguado y Teresa María Ortega (eds.): Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX, Valencia, Universitat de València, 2011, p. 209.
10 Rosario Ruiz Franco: Mercedes Formica (1916-), Madrid, Ediciones del Orto, 1997.
11 Inmaculada de la Fuente: La roja y la falangista. Dos Hermanas en la España del 36, Barcelona, Planeta, 2006.
12 P. Preston: Palomas...
13 Ángela Cenarro: «Las mujeres en la Guerra Civil española: sujeto, acción y representación», en Teresa María Ortega López, Ana Aguado Higón y Elena Hernández Sandoica (eds.): Mujeres, dones, mulleres, emakumeak. Estudios sobre la historia de las mujeres y del género, Madrid, Cátedra, 2019, p. 174; véase también íd.: «Trabajo, maternidad y feminidad en las mujeres del fascismo español», en Ana Aguado y Teresa María Ortega (eds.): Feminismos y antifeminismos. Culturas políticas e identidades de género en la España del siglo XX, Valencia, Universitat de València, 2011, pp. 229-252.
14 Joan Maria Thomàs: José Antonio. Realidad y mito, Barcelona, Debate, 2017; la biografía de Onésimo Redondo, a partir de la tesis doctoral del mismo autor: M. Tomasoni: El caudillo olvidado...
ABREVIATURAS
ACD Archivo del Congreso de los Diputados ADV Archivo Diocesano de Valladolid AGA Archivo General de la Administración AGUN Archivo General de la Universidad de Navarra AINGESA Archivo del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria APMSB Archivo particular de Mercedes Sanz-Bachiller BIDNS Boletín de Información de la Delegación Nacional de Sindicatos BIINP Boletín de Información del Instituto Nacional de Previsión BMFETJ Boletín del Movimiento de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista BOCE Boletín Oficial de las Cortes Españolas BOE Boletín Oficial del Estado BOJDN Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional CDMH Centro Documental de la Memoria Histórica CEDA Confederación Española de Derechas Autónomas CNT Confederación Nacional del Trabajo CONS Central Obrera Nacional Sindicalista DNS Delegación Nacional de Sindicatos ERC Esquerra Republicana de Catalunya FE Falange Española FE-JONS Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista FET-JONS Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista GM Gazeta de Madrid IEP Instituto de Estudios Políticos INP Instituto Nacional de Previsión JAP Juventudes de Acción Popular JCAH Juntas Castellanas de Actuación Hispánica JONS Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista OIT Organización Internacional del Trabajo ORGA Organización Republicana Gallega Autónoma OSPS Obra Sindical de Previsión Social PCE Partido Comunista de España PSOE Partido Socialista Obrero Español PURA Partido Unión Republicana Autonomista RCMP Registro Civil de Montemayor de Pililla SOVI Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez UGT Unión General de Trabajadores UIP Unión InterparlamentariaPARTE I
I. INFANCIA Y JUVENTUD (1911-1930)
Mercedes Sanz-Bachiller nació el 17 de julio de 1911 en Madrid. Sus padres, Moisés Sanz Izquierdo y Mercedes Bachiller Fernández, eran de Montemayor de Pililla, un pequeño municipio vallisoletano de apenas 1.428 habitantes1 que compartía vecindad con los de Traspinedo, Santibáñez de Valcorba, Cogeces del Monte, Torrescárcela, San Miguel del Arroyo, Camporredondo, Portillo y La Parrilla.2 Hasta Cuéllar se desplazaban sus vecinos para hacer todo tipo de gestiones, pero sobre todo para comprar los aperos de labranza. Montemayor pertenecía, además, al partido judicial de Peñafiel.
Mercedes tuvo un hermano y una hermana3 mayores que ella, que fallecieron en la niñez. Ramiro Vicente4 nació el 19 de julio de 1905 en Montemayor, aunque murió tempranamente, cuando le faltaban pocos días para cumplir los 2 años de edad.5 El 20 de septiembre de 1908, y también en Montemayor, nació una niña a la que pusieron por nombre María de las Mercedes Petra,6 los nombres de la madre y de la abuela materna, respectivamente. Sin embargo, a finales de 1909, y cuando contaba con 14 meses de edad, también falleció.7 A esta niña le siguió Mercedes Sanz-Bachiller.
La madre de Mercedes descendía de una familia de labradores acomodados con mucho arraigo en Montemayor. De hecho, tenía tierras de labranza, pinares en las laderas que dan al arroyo del Valcorba y ovejas y caballos, algo poco común en las familias del municipio.8 Además, para las labores del campo, disponía de jornaleros todo el año. Aunque la posición económica de su padre era más modesta, destacaba por ser un hombre vivaz y emprendedor, que ya en aquella época viajó en tres ocasiones a Buenos Aires y que introdujo el cultivo de la achicoria como sustituto del café en la comarca.9 Así pues, parece ser que este espíritu emprendedor de su padre fue el principal motivo por el que sus padres decidieron trasladarse a vivir a Madrid, al barrio de Chamberí, donde nació Mercedes Sanz-Bachiller. En este mismo barrio fue bautizada en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, sita en la calle Ancha de San Bernardo, n.º 103.10 A su bautizo asistió el político liberal Montero Ríos, «tal vez como padrino, dado el liberalismo militante de sus padres»11 y de toda su familia, seguidores todos de Santiago Alba.
A los dos años del nacimiento de Merceditas, como era llamada cariñosamente, sus padres se separaron. Los motivos de la separación parece que estuvieron relacionados con la oposición de Mercedes Bachiller a vender algunas de sus propiedades para invertir en los proyectos de su marido.12 Después de la separación, Mercedes Bachiller regresó al hogar materno y se llevó consigo a su hija. En la casa familiar, situada en la calle Revilla, n.º 5, vivían con la abuela materna, Petra Fernández, y dos tías, Acacia y Encarnación. El abuelo materno, Roque Bachiller, había fallecido hacía ya algunos años.13 La tía Encarnación padecía una enfermedad mental y murió joven, y la tía Acacia se casó con un joven de Traspinedo, Miguel López, y marchó del hogar materno, así que la pequeña Merceditas se refugió en su madre y su abuela. A su padre solo volvió a verlo en 1915, cuando, a la edad de 42 años,14 falleció.15 Así pues, la infancia de Mercedes debió de ser difícil: «De mi infancia no mantengo nada, y poco o casi nada, grato».16 Este hecho la marcó profundamente, tal y como reconoció años después: «la niñez marca mucho el rumbo de la vida y de ella se derivan maneras de ser y de sentir que hacen que la proyección de nuestros actos varíe sustancialmente».17
Mercedes Sanz-Bachiller recordaba a su madre como una mujer de carácter rígido e inflexible, reticente a que se relacionara con otras niñas del pueblo y poco dada a mostrar afecto. Nunca le compró ningún juguete ni muñeca, algo que la propia Merceditas remedió en cuanto pudo manejar su propio dinero. Se compró un muñeco al que puso por nombre Carlos, motivo por el que, años después, Onésimo Redondo la llamaba cariñosamente «Carlines».18 La madre, además, estaba muy preocupada por que su hija tuviera una buena alimentación. Habiendo perdido ya a un niño y una niña, temía que Merceditas pudiese enfermar, por ello, además de procurar que se alimentara bien, insistía en que pasara alguna temporada en San Sebastián, Santander y Gijón, para que nadara y se fortaleciera físicamente.19 La otra preocupación de la madre era que tuviera una buena educación. Así, entre los seis y los nueve años, cursó la primera enseñanza en Montemayor, donde había cuatro escuelas, dos de niños y dos de niñas. Las escuelas de niñas estaban situadas en la plaza Mayor, donde estudiaba Merceditas con su maestra Asunción, a quien recordaría con verdadero cariño.20 Como el concejo de Montemayor disponía de importantes ingresos económicos derivados de la explotación del monte y de los pastos municipales, pudo sostener económicamente las cuatro escuelas, tal y como establecía la ley de instrucción pública.21
La pequeña Mercedes creció en el campo, y de estos años guardaba recuerdos entrañables: «He visto recoger la miel, era una de mis distracciones de la infancia. También he visto hacer la matanza [...] y disfrutaba mucho con todo ello».22 Según Mercedes Redondo, su madre «se educó con lo elemental y antiguo», entre «miel, piñones, pan y vino»,23 y así debió de ser, dado el carácter eminentemente agrario del municipio.
Montemayor de Pililla está enclavado en la Tierra de Pinares, una comarca natural que se extiende por las provincias de Valladolid, Segovia y Ávila. En su vertiente vallisoletana, los pinares cubren el paisaje, en el que convivían, y aún conviven, dos especies de pino: el pino negral o resinero y el pino albar o piñonero, este último de copa más redonda y frondosa que el primero. Los recursos de los pinos eran explotados por los habitantes de los municipios de esta comarca, que, como los de Montemayor, tenían en la madera, en la resina y en los piñones un medio de vida. Era una actividad impuesta por la misma naturaleza, dada la pobreza del suelo sobre el que crecen estos pinos, de composición arenosa y de escaso valor para la agricultura.24 De los pinos más viejos se hacía leña o vigas para la construcción de casas, aunque las actividades más frecuentes eran la recolección de piñas y la extracción de resina durante el invierno. Tanto la piña como el piñón se vendían, la primera para encender el fuego y el segundo para consumo humano. Si bien la familia de Mercedes tenía en Montemayor pinares de la variedad albar25 y tierras en la finca de «El Quiñón»,26 con el paso de los años Mercedes Sanz-Bachiller fue vendiendo todas estas propiedades y solo conservó las pimpolladas, es decir, los bosques de pinos jóvenes.27 En Montemayor también se cultivaban viñas, de lo que todavía dan testimonio las bodegas familiares que existen a las afueras de la localidad. Estas bodegas, excavadas en el subsuelo rocoso sobre el que se asienta Montemayor, solían tener una extensión de entre cuarenta y cincuenta metros cuadrados, y mantenían la temperatura constante a lo largo del año, sirviendo tanto para la elaboración del vino como para su conservación. El cultivo de avena, trigo, centeno y cebada también tenía una presencia destacada en los aledaños del municipio, donde todavía son visibles las eras. Los vecinos de Montemayor molían el grano del trigo en tres molinos hidráulicos próximos al pueblo, situados en el arroyo del Valcorba, afluente del río Duero, en Torrescárcela y en Aldealbar. Con la llegada de la electricidad, se instaló un molino eléctrico en el pueblo. El pastoreo de los rebaños o hatajos de ovejas completaba las actividades económicas más destacadas en el pueblo que vio crecer a Merceditas. Otras actividades, como la recogida de la miel de los colmenares o la crianza y matanza del cerdo, escalonaban el ciclo agrario anual.28
Pero ¿cómo eran las tierras vallisoletanas y castellanas que vieron nacer a Mercedes Sanz-Bachiller? Montemayor y Valladolid compartían con el resto de Castilla la Vieja29 su predominante carácter agrario. El peso de los terratenientes era indiscutible, aunque también había «una masa inmensa de propietarios pobres, poseedores de parcelas que apenas producían para sostener a sus familias, viviendo al límite de la supervivencia y viéndose obligados a trabajar parte del año como jornaleros». Añadido a ello, estaban los arrendatarios que intentaban sacar el máximo provecho a las tierras con el mínimo coste posible, y «sometidos a contratos de cortísima duración y cláusulas draconianas: obligación de pagar los nuevos impuestos y recargos que se impusieran durante el arriendo, el compromiso de hacer efectiva la totalidad de la renta aun en el caso de que se hubiese perdido la cosecha», entre otras. Las técnicas de cultivo eran arcaicas; predominaban el cultivo extensivo y la rotación bienal o, en menor medida, la trienal. La nula mecanización de las tareas agrícolas y el empobrecimiento de las tierras repercutían muy negativamente en la productividad, de tal forma que el campesino acababa endeudándose con prestamistas. Ante tales circunstancias, tanto para los terratenientes como para los pequeños propietarios y los arrendatarios, la política proteccionista y el mantenimiento de unos altos aranceles para la entrada de trigo foráneo eran fundamentales.
La situación de la industria tampoco era nada halagüeña.30 Al tratarse de un territorio agrícola, las industrias con mejor implantación eran las que transformaban los productos del campo, como las de sémola, almidón o las conserveras. A la altura de 1914, las únicas industrias que vendían sus productos fuera de la provincia de Valladolid eran las harineras, las metalúrgicas, las cerámicas, las del yeso y las azucareras. Al extranjero solamente se exportaban piñones, pieles y lanas. Por otra parte, Valladolid era la única provincia castellana en la que se habían fundado sociedades con anterioridad a 1914: las azucareras Sociedad Industrial Castellana y Colonia Industrial del Duero, y el Banco Castellano, todas ellas en 1900. La Electra Popular Vallisoletana se fundó en 1906.
Cuando nació Mercedes Sanz-Bachiller los líderes políticos de la primera Restauración31 ya habían desaparecido. De hecho, en Valladolid, después del fallecimiento de Germán Gamazo en 1901,32 se inició el relevo generacional en la élite política que, además, venía con ideas regeneracionistas. Santiago Alba, zamorano de origen, pero vallisoletano por su trayectoria profesional y política, fue la figura más destacada de esta nueva generación, aunque no el único.33 Estos políticos solían iniciar su carrera en la ciudad de Valladolid,34 donde compaginaban las actividades en el Ayuntamiento y la Diputación con el ejercicio de la abogacía y los negocios asociados al crecimiento urbanístico y la modernización de la ciudad. Y es que Valladolid, que pasó de tener 68.789 habitantes en 1900 a 91.089 en 1930,35 generó demandas en viviendas y servicios públicos que hombres como Santiago Alba y César Silió36 supieron aprovechar. El primero de ellos fundando la Electra Popular Vallisoletana, con el objetivo de suministrar electricidad a la ciudad, y el padre de César Silió con la industria La Cerámica, dedicada a la fabricación de materiales de construcción. Alba y Silió, además, compraron y modernizaron el periódico El Norte de Castilla, aunque Silió lo abandonó posteriormente para unirse a Antonio Maura, convirtiéndose en su hombre de confianza y líder del partido conservador vallisoletano. Sin embargo, en Valladolid nada podían hacer los conservadores frente al predominio de los albistas. De hecho, en cada convocatoria electoral el dominio albista era indiscutible.37 Santiago Alba, además, llegó a fundar junto a Joaquín Costa la Unión Nacional, una fuerza política regeneracionista desaparecida a la altura de 1900.