- -
- 100%
- +
Madres solteras . Aunque este no es un dilema típico dentro de los evangélicos, sí representa un tema válido con el que la iglesia tendrá que tratar. Para comenzar, cualquier nivel de divorcios dentro de la iglesia ocasionará mayores rangos de mujeres que luchen por criar solas a sus hijos. Es común en Latinoamérica que los padres divorciados se ausenten tanto física como financieramente de sus hijos. Esto coloca una tremenda carga sobre la madre y, en consecuencia, sobre la iglesia local. Más aún, el notable incremento de hogares liderados por madres solteras en América Latina presenta un reto para la iglesia porque, en un número cada vez mayor, estas mujeres buscan refugio en el mensaje de esperanza en Cristo, y en la oferta de comunión y amistad cristiana. Muchas vendrán con grandes problemas y heridas con las que la iglesia deberá tratar. Otro asunto es el rol a modelar. Siendo coherentes, los hijos de madres solas tenderán a emular los factores que llevaron a la ausencia del padre dentro del matrimonio, desarrollando así relaciones disfuncionales para sí mismos. Si estos individuos se mantienen en la iglesia, sus conflictos familiares y matrimoniales pueden llevarse una parte significativa de los recursos ministeriales disponibles.
Machismo . Este concepto juega un rol significativo en cada uno de los problemas recién mencionados. Después de todo, una estimación errónea de la masculinidad puede fácilmente llevar a actitudes y acciones que causan tensión y sufrimiento en el hogar. El machismo es una percepción no bíblica de la realidad; pero es fácilmente acogida en la iglesia por sus profundas raíces en la psiquis de la cultura latinoamericana. No hay duda de que un indicativo de la presencia de este problema dentro de los evangélicos es que, frecuentemente, los hombres se rehúsan a buscar asistencia para resolver sus problemas. En realidad, es la experiencia del autor (y de varios colegas) que muchos hombres, si no todos, simplemente no están dispuestos a hacerlo. Como resultado, muchos hogares evangélicos terminan en divorcio por la negativa de los esposos para aceptar ayuda aun cuando es posible la reconciliación. La noción que yace bajo tal concepto es la de que un verdadero hombre no debe mostrar debilidad. Esta es otra de las concepciones típicas del machismo, y debe ser tomada seriamente por parte de la iglesia, porque tal cosa obstruye el crecimiento, la santificación y el desarrollo del matrimonio y de la vida de la familia.
Responder a los problemas sociológicos
¿Qué están haciendo los evangélicos? Esta visión presentada sugiere que la iglesia evangélica no está exenta de las enfermedades sociológicas que plagan la sociedad en general. Por un lado, esto no sorprende, considerando que los creyentes son pecadores que viven e interactúan con un sistema mundano, cuyos valores y estándares se inspiran en el príncipe de las potestades del aire (Ef 2:3). Pero por otro lado, estos asuntos revelan la urgencia de salvar los matrimonios y las familias. Desafortunadamente, hay muchos casos en los que los evangélicos latinoamericanos no parecen sentir tal urgencia. Rara es la congregación, o aun la denominación, que tiene un plan específico para atacar o lidiar con tales asuntos. Esto no significa que estos problemas no son mencionados, pero hay en general una ausencia de las medidas necesarias para exponerlos y erradicarlos.
Existen dos actitudes detrás de esta relativa inacción. La primera es la tendencia a negar la realidad de estos problemas o disminuir su importancia. Detrás de tal respuesta, podemos hallar la idea de que los buenos cristianos, simplemente, nunca luchan con tales dificultades y de que el aceptar su existencia es reconocer una deficiencia espiritual. El negar, sin embargo, solo tiende a agravar un problema existente. Una segunda actitud es creer que estas maldades sociológicas tenderán a desaparecer dada la suficiente predicación, toma de autoridad sobre los malos espíritus y otras formas de intervención espiritual. Sin señalar nada acerca de estos énfasis ministeriales, debe reconocerse que los problemas sociológicos están muy presentes en la iglesia y tenderán a aumentar. Este hecho parece apuntar a la necesidad de considerar nuevos enfoques en el ministerio para tratarlos.
La falta de estrategias claras y definidas para fortalecer relaciones centradas es particularmente seria a la luz de las enseñanzas de la Escritura, que nos dice que la familia es la piedra central de la sociedad. La intención de Dios es que el ambiente del hogar provea la seguridad y estabilidad necesarias para que los hijos se desarrollen como miembros útiles para la sociedad, lo que además refleja su diseño para el matrimonio y la familia. Un contexto de inestabilidad doméstica y conflictos, por otro lado, produce diferentes grados de disfunción relacional y desintegración que impiden que se cumplan los propósitos de Dios. Las consecuencias adversas de tal ruptura son sentidas no solo por el individuo y su familia, sino además por la sociedad. El hecho es que mientras más relaciones que funcionan mal haya en una cultura, mayor es el peligro para todo el sistema social que está siendo minado. Por esta razón, no exageramos al decir que el problema más crítico que enfrenta Latinoamérica es la caída de los matrimonios y valores familiares.
Si esta declaración es correcta, entonces la iglesia está confrontada con el tremendo reto de redoblar sus esfuerzos para lograr el desarrollo de relaciones domésticas saludables. Dado el ambiente social en el que viven los creyentes, esto no pasará sin un esfuerzo intencional para lograrlo. La iglesia necesita dar pasos consistentes y definitivos hacia tal dirección. Solo esta determinación logrará resistir las tendencias sociales y así redefinir el rol que la sociedad, perdida en la confusión relacional, necesita desesperadamente.
El reto para los evangélicos. En un intento para lograr una acción concertada para tratar la crisis de los matrimonios y las familias, es instructivo mirar brevemente un movimiento dentro de la familia completa del protestantismo que ha intentado tratar algunos de los problemas sociales delineados antes. Esta solución puede examinarse para ayudar a los evangélicos a evitar trampas y a establecer un curso más claro hacia las relaciones bíblicas.
La Teología de la Liberación se inició como una propuesta de la Iglesia Católica Romana de acuerdo al concilio Vaticano II en 1965, aunque pronto llegaría a ser acogida también por una minoría dentro la Iglesia Protestante. «Uno de los énfasis en este enfoque es que el problema básico de la sociedad es la opresión y la explotación de las clases desposeídas por parte de las poderosas. La salvación entonces es la liberación de tal opresión. El método de liberación debe ser el apropiado a la naturaleza específica de la situación».17 Dentro de la amplia familia de la liberación, también están las feministas, quienes también, reflejando la agenda del movimiento en cuanto a rescatar a los oprimidos, plantean el cambio de las estructuras familiares y de los roles genéricos tradicionales. Esto se lograría liberandoa la mujer de la opresión cultural de los hombres. Las libertadoras feministas Cook y Meireles (ambas enseñan en seminarios latinoamericanos) escriben: «Nuestra intención es descubrirnos como mujeres que comparten su fe en un Dios justo, quien da la vida y los mandamientos a todos los seres humanos para desarrollarnos como hermanos».18 Este triunfo de igualdad es posible solo si las mujeres cooperan con Dios, el liberador, para declinar el yugo de servilismo impuesto por los hombres. Las feministas asumen, frecuentemente, que la Biblia apoya la finalización de toda jerarquía dentro del matrimonio. Notemos la siguiente cita tomada de una tesis escrita en la Universidad Bíblica Latinoamericana de San José Costa Rica, una institución eminentemente liberal:
Es evidente que [el libro de Génesis] fue escrito por hombres y es producto de la cultura patriarcal de esos días. El interpretarlo literalmente es afirmar tal conducta. La mujer allí es minimizada en todo aspecto: es el origen del pecado; por lo cual, los hombres siempre se justifican, y lo que es peor, el hombre aparece como la víctima que cae inocentemente por la incitación de su pareja; adicionalmente se intenta mostrar a Dios favoreciendo al hombre. El texto en 1 Corintios 14:34-36 es también mal interpretado respecto a los roles de la pareja. Estos son claros ejemplos de cómo los textos han sido usados para sostener y practicar la discriminación y devaluación de la mujer y, por este medio, justificar las acciones denigrantes del hombre hacia ella.19
Como se refleja en esta cita, una debilidad primaria de la teología de la liberación es un acercamiento a priori a la Biblia. Es decir que toman su interpretación particular de los factores sociales, económicos y políticos para usarlos como los lentes a través de los cuales se examina la Palabra de Dios. Por ejemplo, muchos liberacionistas asumen que el conflicto de clases es el punto focal de la historia bíblica. Esta perspectiva se aplica al texto, haciendo de la Biblia un registro de las luchas entre oprimidos y sus opresores. Al mantener esta metodología, las feministas ven la estructura a la luz de su propia agenda, que se refleja en las siguientes palabras escritas por uno de sus proponentes: «Leer la Biblia con los ojos de una mujer es tomar en cuenta lo que hemos reflejado de los mitos sexistas acerca de ella. Es asumir la perspectiva de género para comprender lo que Dios desea para la mujer en la actualidad».20
Tal procedimiento para el estudio de la Biblia es «inapropiado porque impone una serie de vendas interpretativas en el exegeta, condicionándolo a ver el texto como el soporte para una agenda en particular».21 Un trabajo teológico apropiado debe comenzar con un examen serio del texto bíblico y no viciado. La Escritura debe permitirnos llegar a nuestras propias conclusiones, incluidas aquellas que tratan con los roles de marido y mujer. Solo de esta forma, se podrá desarrollar una doctrina apropiada acerca del matrimonio y la familia, que provea respuestas reales al dilema intrafamiliar.
Una mejor forma. La respuesta a los problemas sociológicos que enfrenta la iglesia evangélica no es la inacción ortodoxa, muy común entre los evangélicos, tampoco el activismo no ortodoxo, característico en la teología de la liberación. Los evangélicos tradicionales estarán de acuerdo con que los teólogos de la liberación «deben permitir que la Escritura tenga su impacto correctivo sobre ellos y así llevarlos a una mayor armonía con la verdadera enseñanza y práctica de un pasaje»22; sin embargo, ellos tampoco son consistentes con la intención de la Biblia como suponen. El hacer una interpretación adecuada debe, necesariamente, llevarnos a una correcta aplicación, una que esté en consonancia con la intención del pasaje. Es en este punto que los evangélicos generalmente se quedan cortos. Dada su aceptación de la autoridad de la Escritura, normalmente interpretan la Biblia de acuerdo con los principios históricos de la hermenéutica. Sin embargo, tal preocupación por el texto no se refleja en acción a favor de aquellos que sufren bajo la carga de la desintegración familiar o matrimonial, en un sentido son tan no ortodoxos como su contraparte liberacionista. Después de todo, Dios demuestra consistentemente una preocupación compasiva por las víctimas legítimas (ver Sal 68:5; Dt 24:14, 17-18), y esto es algo por lo que la iglesia evangélica debería preocuparse y emular. Las Santas Escrituras deben tener su «impacto correctivo sobre los evangélicos tambiény así llevarlos a una mayor armonía con la verdadera enseñanza y práctica de un pasaje».23
Renovar matrimonios y familias
Mientras la iglesia evangélica confronta los problemas sociológicos que afligen el hogar, y busca hallar soluciones verdaderas y bíblicas, hay varias consideraciones que pueden proveer una dirección inicial.
La transformación bíblica debe llevarnos a una transformación en el hogar. El evangelio de la nueva vida en Cristo ha atraído a multitudes en Latinoamérica. Los testimonios son de miles de individuos transformados y colocados en un nuevo rumbo de honra a Dios, con este simple pero poderoso mensaje. Y esto, ciertamente, es causa de júbilo. Sin embargo, en un mundo marcado por la profundización de la crisis familiar, es esencial que este cambio personal se traslade también a la esfera de lo doméstico. El crecimiento espiritual debe medirse por el progreso en la manifestación de amor, paciencia, bondad, etc., hacia aquellos con quienes vivimos. Más aún, debe recordarse que, debido al carácter fundamental de la familia, la última medida del impacto de la iglesia evangélica en la sociedad será su habilidad para resistir el giro social hacia la tendencia a la ruptura, y la promoción de una cultura de armonía familiar y matrimonial bíblicamente orientada. Solo si esto se alcanza, podemos decir que el legado evangélico para la sociedad será profundo y duradero.
Es esencial una advertencia acerca de la naturaleza insidiosa de las tendencias relacionales en la sociedad. La palabra insidiosa significa «operar o proceder de formas conspicuas o inofensivas al parecer, pero con efectos graves en realidad». Observando el pantano moral de nuestra sociedad, algunos evangélicos son tentados a concluir que, por contraste, los problemas dentro de la iglesia son insignificantes. Sin embargo, la presencia de estas enfermedades en cualquier medida debería ser causa de preocupación. En realidad, indican que ciertos puntos de vista del mundo han hallado cabida dentro de la iglesia. Dada la propensión de la naturaleza humana a sucumbir frente a la fascinación del mundo, tal cabida puede incrementar su esfera de influencia, aunque imperceptiblemente, en detrimento de la vitalidad espiritual de los evangélicos. Una de las razones para que esto suceda con tanta facilidad es que los creyentes son bombardeados por actitudes modernas acerca del matrimonio y la familia. Esto se da primordialmente por los medios de comunicación invasivos que promueven sin restricciones valores y estándares que van contra la enseñanza bíblica. Por ejemplo, un vistazo ligero a las telenovelas latinoamericanas producidas en varios países es suficiente para confirmar su visión moral nada cercana a la Biblia. La promiscuidad, infidelidad e, incluso, los estilos de vida alternativos (como el homosexualismo) son continuamente presentados. Idealmente, la iglesia actúa como sal y luz en el mundo para oponerse a tal decadencia. Sin embargo, con frecuencia, actitudes y valores del mundo calan en la vida de los creyentes y, a través de ellos, en la iglesia. Por este motivo, la filtración de las perspectivas no bíblicas del matrimonio y la familia deben ser reconocidas y combatidas.
Se debe promover activamente la renovación matrimonial y familiar . Por donde sea, los evangélicos defienden la prioridad bíblica del matrimonio y la familia. Es esencial tomar esta prioridad en serio, haciendo todo esfuerzo posible para detener la desintegración familiar dentro de sus propios círculos. Esto involucra el usar todo recurso necesario para llegar a los esposos en conflicto, padres e hijos separados y guiarlos hacia las soluciones que glorifican a Dios.
Inevitablemente, esto debe incluir una consejería bíblica efectiva que aplique la verdad de Dios a las vidas individuales. El contacto extensivo con latinoamericanos en una gran variedad de denominaciones ha convencido a este autor de que muchos creyentes sienten la necesidad de más de una exhortación ocasional desde el púlpito acerca de la armonía familiar. Hay hambre por una guía personalizada y sensible que los saque de la trampa de la disfunción relacional.
Lastimosamente, tal guía está disponible solo en raras ocasiones, y su ausencia no disminuye la necesidad; por el contrario, las rupturas familiares aumentan su importancia. Este es un hecho que debe impresionar a los líderes evangélicos. Ellos deben comprender que la consejería en el área familiar no puede ser algo optativo, sino parte integral del cuidado de los pastores.
Consejería prematrimonial
Una de las formas más importantes en las que la consejería bíblica impulsa la construcción de familias orientadas hacia Dios es la consejería prematrimonial. Por medio de un programa cuidadosamente diseñado, los futuros esposos pueden ser guiados a una relación verdaderamente bíblica. Esto involucra, en primer lugar, la comprensión de lo que la Escritura enseña acerca del matrimonio, incluidos los roles de cada uno, hijos, familiares políticos, finanzas, etc. En segundo lugar, involucra una aplicación práctica, adaptando cada una de estas áreas a las circunstancias particulares y necesidades de la pareja. Tal preparación es esencial porque, en la mayoría de los casos, las personas llegan al matrimonio habiendo sido expuestas a ejemplos de roles mayoritariamente negativos. Como resultado, los ideales de un matrimonio cristiano se convierten en solo teorías. Y dado que la gente tiende a imitar lo que ve, como si fuese la norma, los modelos de roles negativos pueden fácilmente eclipsar la mejor de las intenciones. La consejería prematrimonial ayuda a los individuos a estar atentos y a trabajar en algunos asuntos del pasado o presente que podrían impedir el desarrollo de una relación saludable. Como regla, esto los capacita para eliminar el conflicto matrimonial. Y aun cuando surge un problema, los principios y las prácticas aprendidas en la consejería prematrimonial ayudan a la pareja a solucionarlo adecuadamente.
El propósito de este libro
Detrás de este libro, descansa la convicción de que se requiere urgentemente un programa de consejería prematrimonial dentro del contexto evangélico de América Latina. Tal vez no sea necesario un solo esfuerzo para lograr corregir el giro negativo que se refleja en los problemas sociológicos expuestos antes. Un programa de consejería prematrimonial efectivo es estratégico para la futura vitalidad de la iglesia, ya que provee a los pastores y a los líderes laicos calificados las herramientas necesarias para dirigir a las parejas al camino de un matrimonio que glorifique a Dios.
Este libro se publica con dos objetivos principales en mente: (1) incentivar a los líderes de las iglesias para que tomen conciencia tanto de la urgencia de practicar consejería prematrimonial como de sus beneficios; (2) proveerlos con el conocimiento práctico para que lleven a cabo este aspecto clave del ministerio.
Este manual, sin duda, será una buena fuente para varias personas en el ministerio. Su enfoque práctico será de particular ayuda para los pastores que se mantienen solos. Un gran porcentaje de ellos son individuos dedicados que trabajan en muchas zonas de América Latina, y que carecen del tiempo y de los recursos necesarios para tomar cursos de consejería. El presente trabajo viene en su ayuda proveyéndolos de un acercamiento paso a paso a la preparación de una pareja antes de su boda. Este es un manual completo que no necesita entrenamiento adicional.

1

Todo lo que un cristiano hace debería tener una base teológica. Obviamente, cada práctica pastoral debería ser teológicamente defendible. Quizás muchos pastores han sido lentos en desarrollar un programa de consejería prematrimonial, tal vez porque no consideraban dicha práctica teológicamente sustentable o porque no han pensado en las implicaciones teológicas, aunque eso sea su responsabilidad. El diseño de este capítulo plantea un reto a estas dos posibilidades para la aparente falta de una consejería prematrimonial adecuada.
La institución divina del matrimonio
Vivimos en la era de lo desechable y hemos progresado desde tirar simples cosas a la basura, hasta considerar al matrimonio como prescindible. La píldora, la legalización del aborto y la era de las relaciones con significado han invalidado la necesidad del matrimonio, al menos eso es lo que dicen algunos sociólogos respetables. Pero el matrimonio no es desechable para ninguna época o sociedad. Es la responsabilidad del pastor que la gente comprenda la importancia del matrimonio y enfatizar su durabilidad determinada por Dios, tanto en sus prédicas, como a través de otros medios apropiados.
Nada presta mayores credenciales a la teología de la consejería prematrimonial que el hecho de que el matrimonio es una institución divina, divinamente diseñada. Es una institución divina porque Dios mismo la originó (Gn 2:22-23). Él ofició la primera ceremonia en el jardín del Edén. El establecimiento precede a la caída, y Dios lo afirma a través de su frecuente bendición después de ella. Además, dirigió su perpetuación. El hecho de que la relación de Adán y Eva llegara a ser el patrón para hombres y mujeres de la raza humana está claramente expresado como la voluntad de Dios a través de Moisés en Génesis 2:24. Allí leemos: «Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne». Nota que el hombre deja a su…y se une a su mujer… una sola carne.
No es solo que Dios estableció el patrón, además prescribió las reglas básicas. En Proverbios 2:17 y en Malaquías 2:14, Dios habla de la relación matrimonial como un pacto. En las Escrituras, un pacto es un acuerdo solemne entre un gobernante y un sujeto. Es impuesto por el primero sobre el segundo con bendiciones y maldiciones involucradas. Es evidente que Dios ve el matrimonio como una relación, los límites que Él mismo ha establecido e impuesto sobre la humanidad. Así que, cuando un hombre toma a una mujer y una mujer toma a un esposo, están comprometiéndose voluntariamente el uno al otro y ponen esta relación de pacto delante de Dios con todos sus derechos, privilegios y responsabilidades.
Dios ha mostrado sus razones para el matrimonio. El jardín del Edén estaba perfectamente diseñado para Adán (Gn 2:8-15). El tenía absoluto control y dominio sobre toda criatura viviente (vv. 19-20). Tenía una gran responsabilidad para desafiar su intelecto y una autoridad correspondiente a tal reto (vv. 15-16). Además Adán tenía comunión diaria con Dios, una relación no adulterada por el pecado. ¿Qué más podía Adán tener o desear? En Génesis 2:18, Dios da a los lectores de su divina Palabra la respuesta a esta pregunta y, en 2:19-20, nos muestra cómo hizo que Adán fuera consciente de esta necesidad.
Dos de las razones por las cuales Dios instituyó el matrimonio las podemos encontrar en estos versículos del capítulo 2 del Génesis. En primer lugar, al traer los animales delante de Adán, Dios le hizo conciente de que no existe nadie como el Creador. Dado que crecí en una hacienda aislada, puedo apreciar muy bien esta escena (mas que la mayoría de las personas). Todo el ruido de los animales debió haber causado en Adán un profundo sentimiento de soledad, al darse cuenta de que era único en su especie. Nadie más hablaba su idioma, no podía intercambiar una sonrisa con otra persona a la hora de ver jugar una ardilla o cuando la mamá canguro se presentaba con sus bebés dentro de su bolsa. En pocas palabras, Adán no tenía compañía.
En segundo lugar, en este mismo pasaje, se sugiere la intimidad sexual como un propósito de Dios dentro del matrimonio. Génesis 2:24 dice que el hombre dejará (cortará relaciones primarias con) sus padres y se unirá (totalmente adherido a) su esposa, y serán una sola carne. «Una sola carne» se refiere a la unión sexual. Podría referirse a más, pero básicamente la idea es de unión sexual. Un estudio detenido de la intimidad sexual en la Biblia establecerá claramente que Dios la delimitó para existir dentro del matrimonio, y para que fuera libre, frecuente y fascinante para los esposos (1 Co 7:15). La palabra conocer, la cual Dios ha usado para describir la relación sexual, detalla maravillosamente su carácter íntimo. No es posible dudar que esta intimidad es una relación moral cuando el escritor de Hebreos declara el matrimonio como honroso y su lecho sin mancilla (Heb 13:4).