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Finanzas
El programa llevará al pastor-consejero a la discusión de las finanzas. Sin embargo, el tópico se aborda orientado hacia el establecimiento de una primera — y ojala fuera la última— base financiera. Pero el problema específico de un segundo matrimonio es la interrelación de la situación financiera independiente de cada uno. A menudo, cada uno podría entrar en el matrimonio con una importante cuenta bancaria, propiedades, terrenos e incluso seguros o pólizas como las de vida, que un esposo podría dejar a la viuda. Estos asuntos deben discutirse ampliamente en la pareja y hacerse acuerdos para la unión de estos recursos y la posesión común de ellos.34 Si la unificación no es posible por problemas legales o debe ser postergada por asuntos de impuestos, sería bueno para la pareja que se escriban acuerdos. También se les debería animar a redactar nuevos testamentos, en los que se expliquen cuidadosamente sus deseos en cuanto a los asuntos financieros. Todo esto debería redactarse antes del matrimonio y podría llevarse a cabo el día de la boda. Para atender los detalles de estos asuntos, el pastor puede aconsejar a la pareja para que busque asesoría legal.
Existe un asunto adicional que debe tratarse, está en el terreno de las finanzas y podría estar cargado emocionalmente: ¿vivirán en la casa de uno de los dos? La respuesta no es necesariamente negativa; pero un pastor sabio explorará esta decisión con ellos.
Muchas de estas personas son experimentadas; pero tienen manchas en el transcurso de su vida, en los casos de personas divorciadas o en los que no se ha pasado por esta experiencia. El interés del pastor-consejero no está en los detalles de los acuerdos a los que llegó la pareja, sino en sus actitudes con respecto al establecimiento de unidad en esta área.
Integración familiar
Ya sea que la pareja esté compuesta por un viudo y una viuda, o personas divorciadas, la integración familiar demanda planificación. Usualmente, la pareja está de acuerdo con que el hombre sea la cabeza del hogar. Él es, en última instancia, el responsable por la aplicación de estándares bíblicos, así como por la disciplina de los niños, incluso si son hijos de la mujer que vienen de su matrimonio anterior. Es este último hecho el que requiere especial atención cuando se trata de estándares y educación. El pastor debe adaptar el programa para atender estos requerimientos. Este es un excelente caso para lograr un acercamiento presentando un episodio o dos acerca del ejercicio de un rol que podría causar respuestas emocionales que la pareja necesita aprender a manejar de una forma espiritual y madura.
Lo importante de cultivar una relación con los hijos de la pareja debe ser señalado. Si los niños están involucrados, estas personas se están casando con la familia completa y no solo con el otro. Se requiere trabajo, amor y tiempo para facilitar una relación familiar plena. En los casos en los que se involucren a niños de siete años o más —más joven si el niño ya ha tenido cierta dificultad en relacionarse con la pareja de su padre—, es sabio permitir que ellos asistan, por lo menos, a una sesión. El consejero puede explorar cualquier cosa que estime necesario o puede, simplemente, observar la respuesta del niño hacia los padres durante la sesión y determinar las acciones futuras de acuerdo con sus observaciones.
Las normas de adopción cambian de estado a estado. Me parece que la adopción legal tiene un impacto favorable en el proceso de integración familiar y debe ser impulsada en la mayoría de las instancias.
Pueden existir problemas especiales —los niños a un lado y las niñas al otro— que requieran acercamientos creativos por parte del consejero. Él y los padres necesitan pensar juntos acerca de los conflictos potenciales y trabajar para prevenirlos a través de la integración planificada.
Expectativas
Todos los individuos que ya estuvieron casados llevan consigo ciertas expectativas, usualmente, más definidas que aquellas del primer matrimonio. Esta dificultad potencial puede ser intensificada por la viuda o el viudo que tuvieron un buen matrimonio previo. En lugar de esperar que la nueva pareja sea como papá y mamá, las expectativas se regirán de acuerdo al compañero o compañera anterior.
Tal vez dos sugerencia podrían compartirse con la pareja después de discutir esta tendencia:
1. Recuerda que tu nueva pareja es un individuo. Permítele ser la persona que es.
2. Debes estar de acuerdo con permitir a la otra persona que exprese libremente frustración cuando uno de ustedes se sienta presionado. La presión será, sin lugar a dudas y por momentos, no intencional; pero a veces, no. En cualquiera de los casos, el compromiso previo de discutir este asunto proveerá un marco para la solución del problema.
El pastor-consejero y la iglesia
El pastor puede involucrar efectivamente a su congregación con la consejería prematrimonial. Puede tener una lista de parejas, de preferencia sin niños y que hayan sido aconsejadas y estén convencidas de haber logrado un buen ajuste matrimonial. Cuando una pareja llega a la consejería, puede ser asignada a uno de estos matrimonios. El equipo de parejas podría tener un estudio bíblico semanal con ellos, desarrollar una relación social e, informalmente, discutir cualquier aspecto del ajuste matrimonial que los aconsejados deseen. Esta relación puede continuar durante el primer año del matrimonio sobre la base de una reunión mensual. El pastor puede adaptar esta idea y desarrollarla hasta donde sea práctica para cada situación.35
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Mi experiencia como pastor joven, pastor y consejero ha logrado en mí una fuerte convicción de que el matrimonio con otro creyente no necesariamente significa estar en yugo igual. Hace poco, por ejemplo, Mike vino a mi oficina buscando ayuda para su matrimonio. Él y su esposa Nancy son creyentes. Mike quería involucrarse regularmente, mantener comunión en una iglesia local y reordenar su familia. Nancy, sin embargo, deseaba mantener un estilo de vida más mundano. Mike estaba frustrado.
Recientemente, un profesor del seminario me dijo que algunos de los varones en la escuela estaban allí porque sus esposas querían esto. Otros, como en un caso que conozco, han sido presionados por sus esposas a trabajar secularmente dejando de lado su vocación para el trabajo cristiano, tomando así decisiones cruciales que cambiarán el curso de sus vidas bajo la presión de sus parejas.
Otras personas encuentran que su matrimonio con otros creyentes terminan en divorcio después de pocos años; y si no es divorcio, una gran infelicidad cuando la personalidad de su esposo parece cambiar completamente al pasar el altar.
Algo está muy mal, estas personas se han casado basados en la realidad de que los dos profesan ser cristianos. Aun así, este yugo igual no parece ser suficiente para mantener a una pareja de acuerdo y caminando juntos.
Con estas trágicas verdades en mente, me gustaría sugerir que el pastor-consejero en su consejería prematrimonial discierna si existe realmente un yugo igual. Mi concepto de un yugo igual puede representarse en cuatro círculos concéntricos (ver figura 2).

En primer lugar, un yugo igual debe comenzar con las dos partes profesando la misma fe en Cristo. Sus estilos de vida deben respaldar su fe. Si la pareja viene de trasfondos doctrinales o denominacionales diferentes, sería sabio explorar cómo han manejado estas diferencias. En segundo lugar, el señorío de Cristo debería ser una realidad en sus vidas. Si alguno de los dos no está comprometido con el gobierno de Cristo, inevitablemente habrá enfrentamiento. Si ninguno lo está, también habrá problemas.
En tercer lugar, debe existir un verdadero compromiso con el orden bíblico de las prioridades en el matrimonio. Estas son Dios, esposo, hijos, iglesia, trabajo, sociedad. El orden no debería ser tan estricto. Existen períodos en mi ministerio, en los que he tenido que dejar a mi familia por algún tiempo. Sin embargo, busco la manera de dirigir mi hogar desde donde esté. Llamo y escribo a mi esposa regularmente y, cuando regreso, planifico un tiempo especial con ellos para compensarlos por mi ausencia.
En cuarto lugar, debe existir un compromiso para solucionar los problemas bíblicamente. Esto significa tener una disposición a someterse a la Palabra de Dios en cualquier asunto. Significa que hablaré con mi pareja. Compartiré mis luchas y sentimientos sin usarlos para manipular al otro. Significa también que escucharé —oiré y consideraré— a mi pareja. Significa que juntos tomaremos los principios bíblicos que atañen a nuestros problemas y nos someteremos voluntariamente a ellos.
El consejero prematrimonial haría bien en mantener estos círculos en mente y preguntarse si la pareja está bajo yugo igual. Recordemos que Amós pregunta: «¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo?» (Am 3:3).
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