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Remitiéndose a Freud, se podría señalar que su vida estaba estructurada para racionalizar sus defensas y resistirse a develar sus resistencias.
En una ocasión, él descubrió que su novia, B, mantenía una relación con otro hombre, pero cuando la confrontó, ella le aseguró que lo “arreglaría”, de tal manera que mi paciente pareció aceptarlo rápidamente, pero, para mí, resultó ser poco convincente. Posteriormente intentó telefonearle, pero la línea estuvo siempre ocupada. En una ocasión, fue hasta su departamento y al mirar por la ventana, la vio cenando con su amante. La llamó a su teléfono móvil preguntándole qué hacía y ella le respondió “que estaba cansada y se acostaría temprano”. Él agregó: “Eso no es lo que parece desde donde estoy parado mirándote”.
En la sesión siguiente me señaló la forma cómo lo habían resuelto (con B); ahora se entendían mutuamente y mantenían una relación muy particular. Vale decir, él se había disociado de toda consciencia del significado de lo ocurrido. Así, su conocimiento de la historia de su relación con B a través de la proyección, se situaba ahora en mí. Me descubrí observando a estos ‘románticos amantes’ que habían superado sus diferencias, queriendo decirles: “Esto no es lo que parece desde donde yo estoy mirando”.
No obstante, tengo claro que esta manera del Sr. C de administrar su vida le sirve como una defensa ante situaciones que no puede manejar y que le producen una desesperación considerable. Pensando sobre esto comencé a preguntarme si hubo veces en que sintió cierta excitación asociada a su demostración reiterada de lo inadecuado de sus objetos. Cada vez que un objeto le fallaba, una voz interna parecía decirle con algún grado de satisfacción, “esto es típico”. Ocasionalmente esto parecía servir como un modo de paralizar el análisis, y nunca tuve claro hasta qué punto esto actuó como una defensa necesaria contra un dolor intolerable y cuánto estuvo asociado a un placer.
Narraré un sueño de una sesión reciente que muestra más abiertamente su cualidad amenazante, la que probablemente siempre estuvo presente, pero que ahora se muestra de una manera más accesible.
El sueño surgió luego de un periodo en el cual hubo un considerable avance, transmitiéndome de una manera muy conmovedora un mayor contacto conmigo como de alguien que luchaba por conseguir cosas que valían la pena. Él estuvo discutiendo, con algo de carga emocional, el hecho de haber observado que el edificio de departamentos (donde está mi consulta) lo estaban remodelando. Notó que era un trabajo arduo y meticuloso. Le pareció que este hecho le mostraba una imagen mía como de alguien que hubo trabajado muy duro para lograr cosas (en vez de, por así decirlo, de ser alguien alimentado con cuchara de oro):
Él visita a Wilhem [su único amigo íntimo]. En el sueño, Wilhem es propietario de una enorme hacienda. El paciente camina por los jardines que se encuentran en distintos niveles [él no usó la palabra, pero sonó algo así como terrazas]. Miró los alrededores, parecía muy impresionado, pero entonces ve un gorila moviéndose alrededor de los matorrales. Él no pensó que esto era correcto; comparó la escena doméstica con el animal salvaje merodeando en los matorrales. En el sueño pensó: Ellos [los animales salvajes] debiesen estar separados, y no entremezclados de esta manera.
También se dio cuenta de que era el único que parecía estar preocupándose del peligro. Hay una tarima [un tipo de plataforma]. El gorila aparece y se para en ella y también se mueve por ella en cuatro patas. Asocia la tarima con el ir a una exhibición de motocicletas BMW sobre una plataforma [el paciente es un entusiasta motociclista].
Entonces hay gente sobre el césped estirando manteles, no parecían estar molestos con el gorila y le vuelve a parecer que no es correcto.
Se va al interior de la casa con Wilhem y aparece un gato muy peludo. El gato ataca a Wilhem —lo muerde en el tobillo—. Wilhem no puede hacer nada y él [mi paciente] se siente indefenso de poder alejar al animal de él.
Durante la sesión comprendimos los siguientes elementos:
- Él llamaba mi atención hacia algo peligroso que pasaba desapercibido entre los matorrales. Concretamente, creyéndome muy complacido con mi trabajo (quizás parado sobre la plataforma) y, por lo tanto, desconociendo que algo salvaje y amenazante se estimulaba en él, sin ver cuán peligrosa se había convertido la situación.
- En sus asociaciones al sueño, el paciente me señaló un error cometido por mí en los honorarios. Lo dijo con una sonrisa “amistosa”, como una aparente amistad civilizada. Sin embargo, pensé que su sonrisa también representaba un triunfo de esa parte suya que me observaba como merodeando para aferrarse de algo y usarlo para decirse a sí mismo: “típico” y de esta manera revelarme ante él como alguien no muy diferente a los otros objetos.
- Cautamente él advierte mi fragilidad, mi “Talón de Aquiles” y luego se aferra a ella como un gato, mientras que otra parte de él observa impotente y con horror.
He sugerido que cierto estado de desmentalización era característico en mi paciente y esto se manifestaba de diversas maneras. A veces, parecía provenir desde un ataque oculto y violento sobre sus objetos. Desde esta perspectiva, el sueño es muy beneficioso ya que hace que esta actividad esté más disponible.
Sin embargo, en el Sr. C el ataque al pensar tenía una cualidad más continua, al empujarlo una y otra vez a representar el mismo escenario central. Aquí la desmentalización se logró a través de constantes ataques contra su propio yo, al recrear en el mundo externo las relaciones de objeto familiares generando sutilmente una parálisis en el trabajo analítico, parecido al Modelo 2. Aunque esto debe haberse originado como una defensa, me pareció que adquiría un carácter de excitación en sí mismo, de la manera como lo he descrito más arriba. Se hace evidente aquí el apoyo probatorio del concepto de Freud sobre la pulsión de muerte, por el mero hecho de la compulsión a la repetición.6
El sueño también puede interpretarse como la demostración de una actividad continua en la que el paciente se aferra a cualquier debilidad que ve en mí. De esta manera, él mantiene su limitada visión de sí mismo y de sus objetos. El placer cruel que obtiene en aferrarse a lo que él considera mi punto débil y, de esta forma, paralizar el trabajo, es sugerente al Modelo 3.
Me produjo interés la manera en cómo la buena sesión previa con dejos de cierta normalidad (la imagen de un trabajo duro y meticuloso), se había transformado en una versión mía logrando un vasto patrimonio sin ningún costo ni esfuerzo. Podría pensarse que esto generaba envidia, pero creo que esta visión de mí es más bien el resultado de la envidia. No hay necesidad de ser envidioso de un objeto que no tiene capacidades propias y que solo las adquiere como una herencia.
Una nota acerca del placer en la destrucción
Segal sugiere que el placer en la destrucción se deriva parcialmente de la ‘libidinización’ y ‘sexualización’ de la pulsión de muerte, pero también reconoce que existe un tipo de placer que surge como una satisfacción natural y concomitante a la pulsión de muerte. Algunos autores han tendido a equiparar el placer con el Eros, explicado por el placer derivado de la destructividad solo a través del concepto de fusión de instintos. No obstante, esto se vuelve tautológico (es decir, cualquier placer proviene de Eros, y así es por definición). Sin embargo, si descolgamos el placer de Eros, entonces podemos permitir un lugar al placer en la destructividad.
Laplanche (1976) señaló que no podemos escapar al problema del masoquismo ubicando el placer en otras partes, por ejemplo, sugiriendo que el masoquista obtiene el placer mediante la identificación con el sádico que ataca al objeto; en otras palabras, el dolor se sufre como una manera de obtener un placer en otra parte. Laplanche sostiene que si eso fuera así, no habría un “problema económico del masoquismo”. El placer que él señala debe estar donde el dolor se encuentra.
Pienso que un argumento similar puede darse con respecto al placer en la destrucción, es decir, el placer no está en cualquier parte, sino donde está la destrucción. Aquí, nuevamente podemos distinguir dos tipos de placer: el que deriva de la destrucción en sí misma y el que proviene del continuo empuje hacia un estado de desmentalización pasajero.
Conclusión
Algunas veces se ha sugerido que el descubrimiento de Freud sobre la pulsión de muerte proviene de factores ajenos, tales como el hecho biográfico de su cáncer y de la deprimente coyuntura histórica de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, este tipo de argumentos parten desde la premisa que se quiere demostrar, es decir, que el concepto no tiene sentido para luego justificar lo que es visto como una desviación bizarra de Freud con un poco de ‘análisis salvaje’. Aun cuando fuera cierto que estos factores ajenos jugaron un rol en sensibilizar a Freud en la importancia de la actividad destructiva, esto no constituiría un argumento contrario al concepto. Uno podría argumentar fácilmente que la constelación familiar de Freud estaba relacionada de alguna manera con su descubrimiento del complejo de Edipo, pero sin duda esto no sería considerado un argumento contra la veracidad del concepto. La procedencia de una idea no tiene una relación transparente con su contenido de verdad, más aún muy buenas ideas pueden provenir de lugares muy extraños. Un concepto como el de pulsión de muerte debe demostrar que proporciona una mejor explicación para fenómenos clínicos que no han sido explicados adecuadamente por otras teorías existentes, debiendo llevarse a cabo el trabajo teórico necesario. Wollheim (1971), en su magistral pequeño libro sobre Freud, argumentó convincentemente que el concepto de pulsión de muerte trató un problema teórico existente desde el trabajo del narcisismo, que amenazaba el dualismo necesario para la teoría de Freud. Wollheim argumenta que la teoría de la pulsión de vida y la pulsión de muerte restituyeron una profunda dualidad de la vida mental. De modo muy interesante Norman O. Brown (1959) hace un planteamiento muy similar. Sugerí que el uso del concepto de pulsión de muerte en la teoría kleiniana contemporánea, cubre tres procesos diferentes cuya fenomenología es distintiva.
1. Actos violentos de destrucción/aniquilación, incluyendo el fenómeno interno como la aniquilación del pensar (Modelo 1).
2. La atrayente seducción en el mundo de no-pensamiento, al modo placentero del estado de ‘nirvana’ de Freud. (Modelo 2).
3. El control sádico de los objetos previniendo cualquier movimiento, esto asociado a un placer extraño (Modelo 3).
Estas actividades destructivas pueden ser consideradas como eventos (como en el Modelo 1) o procesos (como la atracción hacia un no-vacío, o una actividad sádica continua), Modelos 2 y 3. Más aún, el objetivo de destrucción puede ser un objeto o una función. Freud, lo ejemplifica en Fausto: “El Diablo mismo se define a sí como el adversario, no de lo que es sagrado y bueno, sino del poder de la Naturaleza para crear, la de multiplicar la vida: esto es Eros” (1930, p. 121, las cursivas son mías).7
Una mayor diferenciación se encuentra en aquellos procesos que son más ‘ruidosos’, manifiestamente destructivos, buscando aniquilar todos los límites y aquellos otros procesos que se desarrollan silenciosamente.
El concepto de la pulsión de muerte aún tiene mucha oposición, pero todavía cuando ahora podemos estar menos seguros de si es útil concebirlo en términos biológicos, la existencia de una fuerza psíquica que se opone a la vida y al desarrollo y en particular al pensar, me parece que posee una solidez sustancialmente empírica y ha entregado un convincente marco teórico para comprender la profunda dualidad que gobierna la vida psíquica. Las pulsiones de vida y de muerte pueden ser consideradas como las tendencias de poderosas fuerzas siempre presentes en la mente.
En el corazón de la visión trágica de la humanidad de Freud, se encuentra la ineludible lucha entre la vida y el odio a vivir, entre el pensar y el odio al pensamiento. Sugiero que el concepto de pulsión de muerte expresa esa visión trágica en su forma madura.
Referencias bibliográficas
Alexander, R. P. (2000). On Feldman’s ‘Some views on the manifestation of the death instinct in clinical work’. International Journal of Psychoanalysis, 81, 1007-1009.
Bion, W. R. (1962). Learning from experience. Londres: Heinemann.
Britton, R. (2003). Sex, death and the superego. Londres: Karnac Books.
Brown, N. O. (1959). Life against death: The psychoanalytical meaning of history. Middletown, CT: Wesleyan University Press.
Feldman, M. (1997). Proyective identification: The analyst’s involvement. International Journal of Psychoanalysis, 78, 227-241.
______ (2000). Some views on the manifestation of the death instinct in
clinical work. International Journal of Psychoanalysis, 81, 53-65.
Freud, S. (1911). Psycho-analytical notes on an autobiographical account of a case of paranoia (dementia paranoides). The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 12. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.
______ (1920). Beyond the pleasure principle. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 18. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.
______ (1924). Neurosis and psychosis. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 19. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.
______ (1925). Negation. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 19. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.
______ (1930). Civilization and its discontents. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 21. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.
______ (1937). Analysis terminable and interminable. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 23. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.
______ (1938). An outline of psycho-analysis. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 23. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.
Laplanche, J. (1976). Life and death in psychoanalysis. Baltimore, MD: Johns Hopkins UP.
Segal, H. (1997). The clinical usefulness of the concept of death instinct. En Psychoanalysis, literature and war. Londres: Routledge.
Wollheim, R. (1971). Freud. Londres: Fontana.
1 Publicado originalmente en The International Journal of Psychoanalysis 96(2): 411-423. Traducido del inglés por Rodrigo Rojas Jerez.
2 Freud tomó prestado el término de Barbara Low, pero es un nombre erróneo. ‘Nirvana’ se refiere a la capacidad de vaciar la mente de manera de acceder a los aspectos más profundos de la conciencia, por lo que es muy diferente de un tipo de aniquilación del pensar como la señalada por Freud.
3 La negación más benigna es un tipo que está a medio camino del conocimiento del self, como en la siguiente ilustración: un paciente relata un sueño en el cual él ve una mujer muy atractiva que está vestida seductoramente y le hace señas. Él estaba muy excitado. Luego de un silencio de varios minutos dijo: “Bien, no era mi madre”. La idea de que fuese su madre había entrado en su mente consciente, se hubo cesado la represión, pero la continuidad de la represión es indicada por el signo de la negación.
4 El desarrollo de la capacidad de pensar requiere que los “objetos se hayan perdido una vez que se ha logrado una satisfacción real” (Freud) lo que se compara fácilmente con “el no-pecho llega a ser un pensamiento” de Bion.
5 Bion describe un fenómeno similar en “Ataque al vínculo” (1977).
6 Esta situación me recuerda a un grupo de pacientes que parecían entender y coincidían con las interpretaciones del analista, pero nos damos cuenta que silenciosamente las alteran y, en consecuencia, las perciben de una manera muy distinta. Ellas no introducen nuevas preguntas ni posibilidades y solo confirman la imagen de mundo del paciente, solo le muestran lo que ya “sabe”. “Muestra” por ejemplo, que el analista está irritado o es seductor. Si el analista está alguna vez un poco irritado, entonces esto es todo lo que el paciente reconoce y cualquier otro aspecto es eliminado, confirmando así un cuadro interno de la situación analítica en el que el paciente cree, y que, en su fuero interno, estima que el analista comparte sin reconocerlo.
7 Lo primero (lo que es santo y bueno), lo entiendo como un objeto, lo segundo (el poder de crear) una función.
AMOR VERSUS ODIO. LA INSPIRACIÓN PARA VIVIR8
Robert D. Hinshelwood
El psicoanálisis clásico ha tendido a priorizar la analogía del flujo de energía y sus vicisitudes. Esta analogía dependía del descubrimiento del arco reflejo en siglo XIX y las teorías psicofísicas como las de Fechner (Elements of Psychophysics, así como Elemente der Psychophysik, publicadas en 1860). Recientemente ha habido un cambio lento, pero definitivo, que nos aleja del modelo de los instintos y del modelo energético y que nos acerca al estudio de los afectos y de sus significados. Como lo observó Brierly: “Con pocas excepciones, [nuestros pacientes] todos y cada uno de ellos se quejan de algún desorden en el plano de los sentimientos” (Brierly, 1937, p. 267). Este cambio de énfasis que está dirigido hacia los sentimientos y las significaciones va más en la línea de una teoría de la información, que de una teoría de la energía. Al mismo tiempo, está más dirigido hacia la tecnología de las computadoras, que hacia la analogía del sistema eléctrico.
Freud fue ambiguo acerca de su énfasis sobre la energía. A veces, parecía seguir a sus pacientes en el énfasis que ponían a sus sentimientos en relación a otros, así como en relación a sus objetos. De esta manera, en trabajos como “Duelo y melancolía” (Freud, 1917) priorizó las relaciones con objetos y los sentimientos asociados —en el caso del texto de melancolía, los afectos fueron los de tristeza y duelo—. En cambio, en su trabajo sobre las vicisitudes de los instintos (Freud, 1915), una de sus ideas centrales fue opuesta a lo anterior: “El amor no solo admite un opuesto, sino tres. Además de la antítesis ‘amor- odio’, hay otra que es ‘amar- ser amado’; y además de esto, amar y odiar tomados juntos, son lo opuesto a la condición de despreocupación o indiferencia” (p. 133).
Como esta cita insinúa, Freud habló de sentimientos como una manera de caracterizar los instintos. Sin embargo, la condición resbaladiza entre biología por un lado y experiencia mental por el otro, fue resuelta por él en el curso de la historia del psicoanálisis a favor de los instintos.
El psicoanálisis británico siguió un curso diferente, y Melanie Klein encontró rápidamente una afinidad con ello cuando se instaló en Londres en 1926. Ellos tendían a mantenerse relativamente independientes de Viena. Cuando Anna Freud (1927) publicó su fuerte crítica a Klein, el psicoanálisis británico apoyó mayoritariamente a Melanie Klein (ver simposium en la International Journal of Psychoanalysis en 1927). Klein no se formó como médico o bióloga y, por lo tanto, no estaba constreñida por los modelos conceptuales clásicos que se derivan de la aproximación científica de la medicina y la psicología. Ella fue directo al sufrimiento de los pacientes:
Frecuentemente se me ha preguntado cómo fue que yo abordé a los niños de la manera que lo hice, la cual es una manera enteramente no ortodoxa y en muchos casos, opuesta a las reglas que existen para el análisis de adultos. Aún no puedo responder qué fue lo que me hizo sentir que la ansiedad era lo que debía tocar y porqué procedí de esa manera, pero la experiencia confirmó que yo estaba en lo correcto y hasta cierto punto, el comienzo de mi técnica de juego me remonta a mi primer caso. (Klein, 1959, p. 24)
Aparentemente su foco fue distinto desde un comienzo, y ella pensaba que ¡iba en contra las reglas! Klein se concentró en los afectos y realmente no entendía la naturaleza científica de los instintos, o quizás ella no estaba interesaba en tales abstracciones científicas. Nunca usó en sus escritos términos como ‘energía psíquica’ o ‘modelo económico’. Así es, como uno de los comentadores de la teoría psicoanalítica de los afectos concluyó: “Alguno de los conceptos centrales de la teoría de Klein puede provechosamente ser leído como un discurso sobre los afectos y sus leyes de funcionamiento” (Stein, 1999, p. 79).
Klein enfocó su atención en el sentimiento de ansiedad, y no solo en la teoría metafísica. La ansiedad fue también el foco de sus interpretaciones:
Klein enfocó su atención en el punto de máxima ansiedad en la transferencia […]. Inicialmente […] las interpretaciones pueden aumentar la ansiedad, la resistencia y la hostilidad, sin embargo, la ansiedad se reduce cuando el analista entrega la interpretación con el temple correcto y está dispuesto a adaptarse y corregir sus ideas de acuerdo a las respuestas del paciente. (Steiner, 2017, p. 16)
Más aún, las defensas y resistencias no son en contra de la energía instintiva, sino en contra de las ansiedades: “Klein principalmente atribuye la resistencia a los cambios en la producción de la ansiedad” (p. 26). De esta manera, las dinámicas psíquicas ocurren en relación a la ansiedad y los afectos, más que en relación a la energía o los instintos. Nunca fue parte de la práctica de Klein ni de la escuela de las relaciones objetables la evaluación cuidadosa por parte del analista de las investiduras versus las contrainvestiduras.
Entonces, ¿de dónde viene la ansiedad? Nuevamente hay supuestos distintos. Para Freud surge de la acumulación de la energía instintiva que es reprimida por las defensas del yo operando en relación a una realidad inclemente o sobre un superyó castigador. Para Klein, la ansiedad provocaba las defensas. Sin decirlo, ella reescribió los orígenes de la ansiedad en sus primeros trabajos. La ansiedad proviene del amor y odio, o, mejor dicho, del amor versus el odio.
La técnica de juego para niños y niñas
Como muchos psicoanalistas que siguen el trabajo de Freud (1909) con el Pequeño Hans, Klein observó a los niños que atendía incluyendo al propio. Sus observaciones eran detalladas y sensibles. Primero Ferenczi (su primer analista) y luego Abraham (su segundo analista) la animaron a desarrollar un método para analizar niños. Otros analistas de la época trabajaban adaptando el método psicoanalítico para infantes, pero principalmente con el objetivo de confirmar, como el caso del Pequeño Hans lo había hecho, las teorías elaboradas por los psicoanalistas de pacientes adultos.
Klein, hasta cierto punto, adoptó una aproximación más libre y observó las emociones que los niños expresaban. Le entregaba a cada uno un set de pequeños juguetes. Esto le permitía ser testigo de los dramas emocionales que preocupaban al niño, especialmente aquellos que lo perturbaban.
Las narrativas de los juegos de niños le entregaban un acceso directo a lo que Freud había llamado ‘fantasía inconsciente’ (Freud, 1910, p. 266). Al principio tendía a observar el núcleo de la principal fantasía que Freud describió, la historia de Edipo, con los juguetes representando las figuras clave, en todas sus formas. Sin embargo, observó más allá de eso y se dio cuenta de aspectos de la historia que perturbaban a los niños/as. Esta perturbación podía ser manifestada directamente como ansiedad, pánico o cólera. Pero, frecuentemente, era la inhibición del juego el punto en que la fantasía era sentida como peligrosa por el niño.






