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Una de sus niñas más pequeñas era Ruth, una niña de 4 años y medio que Klein atendió en 1924 (Frank, 2009). Ruth estaba tan ansiosa, perturbada y desconfiada de los otros, que no podía quedarse en la misma habitación con el analista extraño. De modo que su hermana adolescente tenía que permanecer en la habitación todo lo que durara las sesiones. La hermana había comentado a la analista que no tenía ninguna esperanza de que Ruth jugara con ella:
Un día, mientras Ruth nuevamente le daba toda la atención exclusivamente a su hermana, dibujó un vaso de vidrio con pequeñas bolas dentro y una especie de tapa encima. Le pregunté para qué era la tapa, pero no me respondió. Al repetirle su hermana la pregunta, ella dijo que era “para evitar que las bolas rodaran fuera”. Antes de esto ella había revisado el bolso de su hermana cerrándolo con fuerza “de manera que nada se cayera fuera”. Hizo lo mismo con el monedero dentro del bolso de manera de mantener las monedas seguras adentro. Más aún, el material que ahora me traía era muy claro, incluso en sus sesiones previas. Ahí me aventuré. Le dije a Ruth que las bolas en el vaso, las monedas en el monedero y los contenidos del bolso, significaban los bebés en el interior de su mami, y que ella quería mantenerlos seguros adentro para así no tener más hermanos y hermanas. (Klein, 1932)
Esta fue una interpretación profunda, alcanzando la profundidad de la ansiedad que claramente perturbaba mucho a Ruth. Aquí la interpretación es sobre el resentimiento hacia los nuevos pequeños hermanos y hermanas, y el percatamiento de la rabia de Ruth de la necesidad de embotellarlos para siempre. Klein estaba muy impresionada por el cambio que produjo la interpretación: “El efecto de mi interpretación fue increíble. Por primera vez Ruth puso su atención en mí y comenzó a jugar de una manera diferente, menos constreñida” (1932, p. 54).
Klein presentó este caso para demostrar no solo la ansiedad de esta pequeña niña, sino que también para mostrar que al hablar acerca de ello de manera realista tuvo, en cierto modo, un efecto dramático. No fue solo jugar con Ruth lo que permitió algún manejo de su ansiedad. También fue la forma cómo el analista expresó en palabras el drama que percibió a través del juego con sus juguetes. Ese drama le provocó tanta ansiedad que la transformó en una niña temerosa. Y poner este drama en palabras, marcó tal diferencia que dejó a Klein asombrada. Debe haber sentido que descubría un método de suma importancia para demostrar tanto la ansiedad como el trastorno que la causaba, y luego cómo interpretarlo. Ruth estaba perturbada por la constante ira que le producía la inminencia de nacimientos de hermanos y hermanas.
Este tipo de demostraciones tuvo un particular objetivo en sus escritos de esa época. El conflicto con Anna Freud desde 1927, desafió el modo de interpretar de Klein. Anna Freud enfatizaba que reconfortar era la primera prioridad en el análisis con niños, y que eso simplemente se lograba jugando con ellos. Debatían sobre las consecuencias de una interpretación que desplegaba el inconsciente y que para Klein demostraba que era lo que aliviaba la ansiedad de la niña, mientras que Anna Freud consideraba que causaba un sentimiento de persecución. Incluso recientemente en un debate con Angela Joyce, quien planteó el contraste entre simplemente jugar y hacer interpretaciones, Irma Brenman-Pick dijo:
¿Entramos en el dominio del antiguo conflicto del jugar versus la interpretación, entre Anna Freud y Melanie Klein? Concretamente, ¿está el analista obligado a encontrar una manera de llevar o de seducir al niño hacia el tratamiento, como defendía Anna Freud?, o ¿existe alguna manera de alcanzar el punto de urgencia/máxima de ansiedad e interpretarla a partir de ahí, como señalaba Klein? (2011, pp. 170-171)
De acuerdo a Klein, este énfasis en hablar de lo inefable es válido incluso en los niños y continúa siendo un punto crítico del psicoanálisis de niños que está en el tapete hasta el día de hoy. El propósito crucial es verbalizar la narrativa ansiosa, en contraste a la alternativa de Anna Freud. Esa alternativa era el manejar, de manera cuidadosa (cariñosa), la redistribución de la energía desde los intereses instintivos que preocupaban al niño/a, hacia actividades más egosintónicas como fuera, por ejemplo, el simple hecho de jugar con el analista de una manera libre de ansiedad.
Esta aproximación, como he sugerido, apunta decididamente hacia la relevancia de la fantasía y no del instinto, hacia las narrativas de los dramas de las relaciones de objeto, más que al flujo de la energía psíquica. Incluso la pequeña Rita, de tan solo 2 años y 9 meses, ya sufría de severos síntomas obsesivos y demostraba muy explícitamente en sus narrativas las batallas que le causaban ansiedad y ataques de pánico. Klein escribió: “Luego de un ceremonial que fue claramente obsesivo, arropó a su muñeca para irse a dormir y un elefante fue ubicado al lado de la cama de la muñeca. La idea era que el elefante evitara que la “niña” se levantara y se escabullera a la habitación de los padres, y les hiciera algún daño o les arrebatara algo”.
La niña estaba exponiendo la idea que algo en ella le podía hacer daño a sus padres. Incluso a su edad esto causaba un impulso para detenerse a sí misma:
El elefante (la imago del padre) estaba ahí para actuar como la parte de sí misma que (previene) impide que algo malo pase. En la mente de Rita, su padre, a través del proceso de introyección, ya cumplía con ese rol. Desde que tenía un 1 año y tres meses hasta los 2 años deseaba haber usurpado el lugar que tenía su madre junto a él, robar el bebé del cual su madre estaba embarazada y dañar y castrar a ambos padres. Las reacciones de furia y ansiedad que ocurrieron cuando el bebé era castigado en los juegos, mostraban que, en su mente, Rita representaba ambos roles: el de las autoridades que infligían castigo y el de la niña que lo recibía. (Klein, 1929, p. 136)
La niña se debate entre el deseo lleno de odio de cometer algún acto violento o un robo y, al mismo tiempo, queriendo impedir provocarle algún daño a quienes ama. La historia en el juego es muy explícita, aunque concreta en relación a la ansiedad de la niña por el daño que su odio podría ocasionar. Ella amaba y protegía a sus padres, pero también quería dañarlos. He aquí una narrativa ansiosa de amor y de odio expuesta de una manera muy explícita y detallada.
La ansiedad está directamente relacionada con equilibrar el amor y protección contra el daño encolerizado. En las presentaciones de su trabajo con niños, Klein mostró una y otra vez este patrón y el efecto de alivio cuando el analista podía mostrar su comprensión al poner en palabras este conflicto. De manera muy interesante podemos seguir con interés su avance desde el trabajo con niños hasta el trabajo con adultos. Esto ocurrió alrededor de 1930 cuando ella se convirtió en analista didacta de la Sociedad Británica. Existen algunas notas en los archivos de sus observaciones clínicas en 1934 con pacientes adultos que pueden ser datadas por referencias históricas de lo que ocurría en Alemania en ese tiempo. Su aproximación pareciera ser una reminiscencia de su técnica de juego basada en la observación de la narrativa ansiosa que ocupaba la mente de su paciente adulto. Replicaba su comprensión de las fantasías de los objetos en relación a uno y otro, narrando historias simples acerca de la amenazante intrusión del odio. De esta manera, Klein transfirió su método de observación de las narrativas del juego de los niños a aquellas que tiene el adulto en su proceso de pensar. Una ilustración breve de sus notas muestra a un paciente adulto que describe la narrativa en su mente, notablemente similar a las descripciones del despliegue de la narrativa ansiosa de los niños en sus juegos:
St […] se siente continuamente obstaculizado en su trabajo por su ansiedad, de que si tiene una buena idea, tan buena que valga la pena, esta podría ser robada por los enemigos que hay dentro de él. De manera que la ansiedad aumenta si la idea es realmente buena. Asociaciones de subir una montaña, pastoreando ovejas mientras él tiene que controlar a los enemigos que lo siguen y que requiere controlarlos continuamente para que no molesten a las ovejas. Entonces si es encontrado por los enemigos, será tumbado cerro abajo, pero podría ser ayudado si se encuentra con un amigo. (Notas publicadas en Hinshelwood, 2006, p. 31)
Uno observa aquí el ‘juego’ con los pensamientos como si estos fuesen juguetes. Ella está tratando de mostrar cómo interactúan los “buenos” pensamientos y los enemigos malos, como si fueran manipulados por un niño/a en el espacio del juego analítico. Este paciente era un adulto, y la pieza de juego, una sala interna donde las fantasías inconscientes estaban constantemente puestas en escena. Hay enemigos diabólicos a quienes él odia; se involucra como si estuviera en una batalla por quién poseerá los buenos pensamientos que él tiene y espera poder encontrar a un amigo quien lo apoye en su lado en la batalla.
Emociones primarias y secundarias
Este es un tipo interno de lucha que ha sido descrito frecuentemente por las mitologías religiosas y los sistemas éticos. Pareciera ser una parte de la condición humana y el teatro cósmico en el cual estos dramas ocurren; es el mundo interior de cada individuo. Para desarrollar la secuencia del pensamiento de Klein sobre estos poderosos estados emocionales, es necesario discutir la naturaleza de estos sentimientos que trataba de entender y evaluar.
En el transcurso de su carrera, Klein se refería constantemente a cómo su propio pensamiento se apoyaba en el de Karl Abraham. Abraham fue el segundo analista de Klein quien enfermó en el transcurso del primer año de análisis, falleciendo luego (en 1925). Sin embargo, ella continuó haciendo referencia a él y comenzó a usar sus ideas al menos hasta fines de los años cincuenta e incluso hasta su propia muerte en 1960. Abraham hacía una distinción entre lo que él llamó objetos ‘parciales’ y objetos totales. Más bien usó el término ‘amor de objeto total’, pero fue Klein quién desarrolló esa idea luego de las especulaciones iniciales de Abraham, al formular el concepto de posición depresiva y su relación con el principio de realidad. La idea de objetos parciales era que estos representan lo que el sujeto ve, pero deteriorado en parte por su mundo interno de necesidades y frustraciones. Por ejemplo, un objeto parcial es el pecho que alimenta y satisface. Más aún, es visto como pretendido a dar satisfacción y es apreciado por ese intento. Entonces, mutatis mutandis, un pecho que no alimenta es visto desde el punto de vista del sujeto frustrado, como diabólicamente intencionado tratando de provocar frustración y alguna catástrofe.
En consecuencia, los objetos no son solo objetos de satisfacción o frustración. Son sujetos en sí mismos quienes se convierten en foco de aprecio o de frustración. Esta reacción secundaria a la satisfacción parece ser lo que Abraham llamó ‘amor de objeto total’, es decir, el aprecio al objeto como un objeto generoso con intención en sí mismo. Klein fue responsable en reconocer esto como una tarea progresiva y del desarrollo. La realidad del objeto como dador, ya sea de satisfacción o de frustración, se convierte en el foco del principio de realidad en la teoría de las relaciones de objeto. En particular, la realidad de la capacidad del objeto total de satisfacer y también de frustrar en momentos distintos, implica la difícil mezcla de dos objetos en uno. Entonces, el objeto es un sujeto que puede tanto ser apreciado como también molesto. Esta ambivalencia Klein la llamó posición depresiva. Y por esto la realidad debe ser alojada, es decir, que el objeto que es necesitado y que amorosamente satisface es, al mismo tiempo, odiado por la frustración que a veces provoca.
En los términos de Freud, este es el principio de realidad (Freud, 1911). Mientras Freud enumeraba seis funciones importantes del principio de realidad que el Yo debía desarrollar, Abraham señalaba a un aspecto diferente. El objeto que satisface y a veces frustra es evaluado. Hay un segundo orden de reconocimiento de los objetos los cuales son evaluados como buenos y malos ya que están relacionados emocionalmente sobre esa base. El amoroso y amado pecho es vivido no solo como satisfactorio porque alimenta, sino que es sentido como ‘bueno’ en sí mismo porque satisface. De este modo, los sentimientos acerca de la sensación de satisfacción se sacan a luz; estos sentimientos son aprecio y gratitud por el objeto. Estos sentimientos de aprecio y gratitud existen en correspondencia a los sentimientos de generosidad y amor que la madre siente hacia el bebé.
La satisfacción de los impulsos no existe por sí sola; hay complementos como el aprecio hacia otra persona que entrega satisfacción. Es un segundo orden de sentimientos, el sentimiento-acerca-de-sentimientos que complementan una relación completa; esto fue lo que Abraham llamó ‘amor de objeto total’. Abraham no definió el sentimiento-acerca-de-sentimientos como de segundo orden, pero si los describió de tal manera. En una semejanza simétrica, el objeto frustrante que retiene satisfacción también atrae sentimientos de segundo orden acerca de su frustración. Es odiado por el sujeto por su aparente odio hacia el sujeto. Nosotros deberíamos —o Abraham debió— llamarlo ‘odio de objeto total’.
La perdida interna y la posición depresiva
Esto describe dos niveles de experiencia emocional en una relación de objeto: la experiencia de satisfacción, y sumado a ello, el aprecio por la experiencia emocional de satisfacción. El interés de Klein en estas evaluaciones puede ser datado a principios de 1934 en las notas y citas anteriores. Su descripción del paciente St (descrito anteriormente) cuyos pensamientos en su mente estaban en peligro, parecieran estar en el comienzo de su investigación que sale a la luz en su trabajo sobre los mecanismos esquizoides de 1946. Describió los dramas paranoides, tales como el temor al ataque, a ser robado de los buenos pensamientos (ovejas/ pensamientos), y las defensas específicas usadas en contra de aquellas ansiedades basadas en la escisión de la personalidad. Estas son defensas contra ansiedades que ocurren dentro de la mente. Y los pensamientos tienen una existencia casi tan concreta como los juguetes.
Klein desarrolló esta línea de pensamiento y luego se volcó a su otra gran contribución, la posición depresiva. El desastre era algo que les ocurría a los objetos internos. Esta interioridad puede verse en las notas del caso St. El sentido de un desastre interno probablemente la presionaba en 1934 cuando ella misma sufrió una desgracia.
En abril de 1934, su primogénito, Hans, murió en un accidente de montañismo. Ella pareció alejarse de su interés por los mecanismos de defensa tempranos (que más tarde llamó ‘defensas esquizoides’ [Klein, 1946]). No fue sorprendente que se interesara en el estudio del duelo. Probablemente basada en los trabajos de Freud y de Abraham sobre duelo y depresión (Freud, 1917; Abraham, 1924) trabajó en la situación interna. El espacio mental presenta un espacio que alguna vez ocupó el hijo amado, de la misma manera que un niño puede tener ataques violentos contra los juguetes y destruirlos.
Esta es la narrativa interna que describió en su propio y personal trabajo de duelo por su pérdida. Prontamente, en julio de 1934 (publicado en 1935), escribió su trabajo sobre “Una contribución a la génesis de los estados maníaco-depresivos” donde bosqueja las narrativas de ese trabajo de duelo. Eventualmente, entregó en 1937 (publicado en 1940) otro trabajo, “El duelo y su relación con los estados maníaco depresivos”. El desastre que describió en el segundo artículo, el de una madre que pierde a su hijo, era claramente su propio sentir sobre la pérdida y del amor faltante dentro de ella.
En la segunda semana de su duelo, la Sra. A encontró algo de consuelo mirando lindas casas en el campo y deseando tener alguna de ellas. Pero este consuelo fue rápidamente interrumpido por embates de desesperación y tristeza. Ahora lloraba desconsoladamente encontrando alivio en sus lágrimas. El solaz alivio que encontró observando casas provenía de su fantasía por reconstruir su mundo interno, y de su interés y satisfacción de saber que la casa de otras personas y los buenos objetos existían. (Klein, 1940, p. 141)
No era el temor por los enemigos, era la sensación de pérdida en su propia mente lo que necesitaba ser reconstruido. Tomó consciencia sobre la particularidad de esta brecha, o de ese vacío interno, que representaba el triunfo de la muerte. Esto comprendía los sentimientos y el estado de la depresión. Así como en las fantasías de sus pequeños niños pacientes y el temor de St a los enemigos internos, Klein luchó con el estado interno que generó su pérdida.
El reconocimiento de Klein situó la brecha como algo interno; vale decir, el lugar en su corazón donde su hijo debía estar, tal como la pérdida del Hans real en el mundo concreto. La violencia de su muerte tocó sin dudas la sensación de la existencia de una fuerza destructiva, postulando en Klein la fantasía de que si la brecha estaba dentro de ella (como también en el exterior), entonces la muerte violenta había ocurrido adentro (como también en el mundo exterior) y se sintió como el resultado de alguna fuerza destructiva interna.
El impacto de la pérdida sentida como interna, lleva a distintas reacciones emocionales:
- Una sensación de responsabilidad como si uno hubiera transgredido con el propio odio y agresión lo que genera culpa que merece castigo y arrepentimiento.
- La negación que la pérdida (debida a la destructividad) tiene alguna importancia. El objeto no tiene ningún valor real y su pérdida no importa (conocida como ‘defensa maníaca’).
- Nuevamente un sentido de responsabilidad por la destrucción que genera culpa que requiere remordimiento y reparación (más que castigo).
La respuesta más madura es esta última, el impulso a reparar. Es la fuerza creativa por medio de la cual la vida expresa creatividad y va en busca de sublimaciones. La reparación es el despliegue exitoso del amor como un antídoto contra el odio, junto con su capacidad para cancelar los efectos del odio ya sea directamente o de alguna manera simbólica. Y, significativamente, los esfuerzos de reparación en el mundo externo ayudan, aunque la pérdida perturbadora tenga esa dimensión interna de duelo.
Instintos o reacciones
Este conjunto de fantasías inconscientes ha generado un debate constante y sin resolver acerca de si el odio es un instinto como lo es el amor. Podríamos preguntarnos si hay una necesidad innata de odiar. Tal como hay una necesidad de obtener satisfacción, ¿hay una necesidad instintiva de odiar? Con frecuencia se asume que Klein es una teórica de lo instintivo, así como Freud pareció serlo en su tardía teoría donde sostenía que había una destructividad que innatamente derivaba del instinto de muerte. Creía que había una necesidad de morir, de la misma manera que había una necesidad de vivir.
Como he señalado, Klein no tenía formación en la comprensión sobre instintos biológicos. Sin embargo, intentó utilizar la terminología debido a su preocupación por la posible exclusión de analistas si mostraban un desacuerdo explícito con Freud. Aunque Abraham nunca aceptó explícitamente la idea de instinto de muerte —falleció antes—, probablemente habría entrado en un serio desacuerdo con Freud.
Klein estaba dispuesta a no cometer el error de Jung, Adler y de otros de sus contemporáneos que abiertamente manifestaron sus divergencias. Siguiendo a Abraham, evitó cualquier disputa compleja acerca del instinto de muerte, y no fue sino hasta 1932 que utilizó explícitamente el término ‘instinto de muerte’. En su libro sobre el análisis infantil (Klein 1932), señaló que, a modo general, la destructividad se proyectaba afuera para transformarse ya fuera en agresión contra alguna persona o al temor a ser agredido por alguien. Sin embargo, también planteó que una parte del instinto de muerte se mantiene internamente atacando al Yo. Esa parte era el núcleo inicial del superyó y explicaba cómo el superyó temprano era tan irrealmente duro. Esto fue notado casualmente por Freud en un pie de página que refrenda la comprensión de Klein con respecto a su propia visión: “La experiencia muestra, sin embargo, que la gravedad del superyó que un niño desarrolla, no se corresponde en absoluto con la severidad del tratamiento que él mismo ha recibido” (Freud, 1930, p. 130).
La concepción de Freud de un instinto de muerte innato siempre ha sido discutible, y la idea de una necesidad de destruir como equivalente a una necesidad de satisfacer, frecuentemente ha sido rechazada. Algunos han sido fóbicos acerca de esta destructividad en un bebé inocente. Más tarde, Klein en su trabajo de 1955 sobre la envidia (publicado en 1957) señala una aversión al comúnmente conocido impulso a ‘morder la mano que te da de comer’. Sin embargo, con el reconocimiento de este impulso, lo que realmente decimos es que la necesidad instintiva de morder la mano generosa, es solo el instinto del bebé de succionar el pecho.
El odio en el trabajo profesional
Para concluir, debemos considerar las implicancias que esta teoría de la ansiedad y las emociones tienen para el trabajo clínico. Considerando que los sentimientos son aquello que los pacientes escogen para traernos a sesión, tal como lo planteó Brierly, ¿apuntaría esto a una técnica particular? La respuesta es sí. Muchos analistas sienten que un interés directo en la ansiedad y las emociones dolorosas los acerca a la experiencia del paciente. El término ‘contener’ es la evolución coherente del modelo clínico resultante de la descripción de Klein sobre los mecanismos esquizoides. En 1959, Bion escribió:
Cuando el paciente luchaba por eliminar de si sus temores a la muerte que eran sentidos como demasiado poderosos como para ser contenidos por su personalidad, los escinde y los pone en mí, la idea aparentemente es que si ellos pudieran reposar en mi por un tiempo suficiente, ellos serían transformados por mi psique y podrían ser re-introyectados de manera segura. (p. 312)
A pesar que en esta transacción interpersonal de estados internos hay muchas cosas que pueden salir mal, ahora es común aceptarlo como un proceso que el paciente busca y el analista provee. La reintroyección del paciente es un paso importante. Conllevará la introyección de una función del Yo que ahora podrá identificar la experiencia, tal como el analista lo ha hecho, y podrá darle un significado acorde a la realidad. Hay entonces una reintroyección de una experiencia modificada más una función del Yo (ver Segal, 1978, p. 317).
Más aún, esta función de contención que provee una útil y realista modificación es un modelo que se asume ocurre en la interacción madre-infante, incluso pre y no verbal. Esto implica un proceso psicoanalítico del desarrollo del Yo del paciente para sanar justamente dónde no se ha podido desarrollar en el pasado.
Mucho se ha escrito sobre la noción de contención psicológica de la ansiedad y de los sentimientos dolorosos, incluso reconociendo que esta puede fallar haciendo sentir al analista estresado y posiblemente provocando en el paciente formas agresivas de interrupción de la contención. Una mayor comprensión de esto se puede encontrar en otras fuentes, incluyendo al propio Bion (1962a; 1962b; Segal, 1978; Hinshelwood, 2016).
Conclusiones
En esta contribución he intentado mostrar la importancia que Melanie Klein le dio a la ansiedad por la sobrevivencia del amor y cómo podría ser invadida y amenazada por sentimientos destructivos. El amor y el objeto de amor es el centro de la ansiedad en todas las fases del desarrollo, de tal manera que la naturaleza de la ansiedad difiere de acuerdo a, primero, el temor a que el objeto no entregará suficiente protección, y luego, más tarde, el temor a que el amor en sí mismo puede ser dañado y perdido. De una manera u otra, el equilibrio entre la pérdida o sobrevivencia del yo amoroso y de los objetos de amor es un foco de ansiedad a lo largo de toda la vida, hasta que en las etapas finales las luchas deben pasar a la generación siguiente. Klein creía que este enfoque era importante e intentó demostrar con muchos ejemplos la manera en que su interpretación del destino del amor causaba alivio a pacientes de todas las edades.






