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El mayor número de los hispanos vive en el suroeste de Estados Unidos. El estado con la mayor concentración es California, que cuenta con casi el 31,1 % del total de la población hispana de Estados Unidos. Sigue Texas, con el 18,9 %65. De acuerdo a la breve historia del suroeste y las tendencias migratorias mencionadas arriba, esta concentración no sorprende.
De 1990 hasta 2000 la población hispana aumentó en un 58 %, o sea, cinco millones de personas, mientras que el aumento de la población total fue solamente del 13 %. Alrededor de la mitad del crecimiento de los hispanos se debe a la inmigración y la otra mitad se debe al incremento natural. Por lo tanto, la población hispana en general es extremadamente joven y continuará aumentando significativamente, puesto que muchas mujeres se hallan en edad de tener hijos66.
La falta de educación y de preparación profesional es un problema serio que contribuye a un alto nivel de desempleo. En el 2000, solamente un 57 % de los hispanos mayores de 25 años había completado el nivel medio superior, comparado con el 88,4 % del resto de la población. El nivel de la educación universitaria para ese mismo año era también significativamente más bajo: 10,6 % para los hispanos comparado con 28,1 % de los no hispanos67. Edmundo Rodríguez, un jesuita méxico-americano que fue párroco de la parroquia jesuita en uno de los barrios más pobres de San Antonio, Texas, dice lo siguiente sobre la razón por la cual tantos jóvenes hispanos abandonan la escuela:
En general, las razones son económicas, culturales y estructurales. Económicas, porque muchas familias ni siquiera pueden costearles a sus hijos la ropa para asistir a la escuela. Culturales, porque los estudiantes hispanos están atrapados en un fuego cruzado cultural, viviendo con la cultura hispana en la casa y sintiéndose presionados en la escuela y en el trabajo para asimilar y abandonar su herencia cultural. Estructurales, porque los sistemas escolares generalmente no están equipados para tratar con hispanos68.
Las razones que da para la sobrerrepresentación de hispanos entre la población encarcelada también están vinculadas con las estructuras sociales:
Como los negros, los hispanos constituyen un porcentaje desproporcionadamente alto de los reclusos en los estados con alta población hispana. El alto índice de deserción escolar, el desánimo y la frustración al no poder conseguir trabajo y la falta de oportunidades para los que ya han estado en la cárcel, contribuyen al aumento en la población hispana. El caso del disturbio devastador en una cárcel en Nuevo México en 1979 muestra con qué violencia esa frustración puede estallar69.
Como es de esperar, una gran parte de hispanos (casi el 22,8 %) vivía debajo del índice de la pobreza en 1999. La tasa de pobreza entre hispanos era alrededor de tres veces más alta que la de los no hispanos (7,7 %). Además, el Buró del Censo reporta que los niños hispanos representan un 16,2 % de todos los niños en Estados Unidos, pero constituyen un 29 % de todos los niños que viven en la pobreza70. Un número tan alto de niños que viven en la pobreza en una tierra de abundancia parece caracterizar la tendencia nacional moderna. Un estudio reciente a cargo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, por ejemplo, descubrió que los niños de Estados Unidos tienen mayor probabilidad de vivir en la pobreza que los niños de cualquier otra nación industrializada. El mismo informe clasificó la tasa de asesinatos de jóvenes de Estados Unidos como la más alta de todo el mundo industrializado71.
A juzgar por las cifras citadas arriba, no es sorprendente que los hispanos en general tengan un ingreso más bajo que el resto de la población tomada en su conjunto. Entre los trabajadores a tiempo completo durante todo el año, en 1999, 23,3 % de los hispanos y 49,3 % de los blancos no hispanos ganaban 35 mil dólares o más72.
Entonces, ¿cuál es la condición socioeconómica de la población latina en Estados Unidos? En general, se trata de una población joven y trabajadora que todavía es mucho más pobre y menos educada que el resto de la nación. También se caracteriza por familias más numerosas, un buen número de las cuales están compuestas no solamente por la familia nuclear tradicional, sino que tienen mucho mayor probabilidad de incluir a miembros de la familia extendida, como los abuelos. Otra cualidad importante es su diversidad con respecto a los varios subgrupos, que se agrupan todos bajo la sombrilla de “hispanos” o “latinos”, junto con la variedad en la asimilación a la cultura estadounidense que se muestra en todas las generaciones.
El hecho de que los latinos son generalmente más pobres y menos educados que la población general ¿significa, por lo tanto, que su cultura puede ser mejor comprendida a la luz de lo que algunos han descrito como “la cultura de la pobreza” o el “modelo de la clase marginada urbana”? Esta teoría, cuyos proponentes incluyen a escritores como Oscar Lewis, Nicholas Lehmann y Lawrence Mead, básicamente sostiene que una persona pobre, como miembro de la clase marginada, o es un inadaptado social o posee un deficiente sentido moral; por ejemplo, sufre de pereza, apatía y lo demás y tiende a experimentar mucha marginación social73. Hasta últimamente esta noción se ha aceptado virtualmente sin ninguna oposición.
Este alto nivel de pobreza, sin embargo, no significa necesariamente que la calidad de vida de los latinos sea inevitablemente más baja. En un fascinante estudio sobre los latinos en California, dirigido por el sociólogo de medicina David E. Hayes-Bautista, el equipo de investigadores presenta pruebas de peso como para cuestionar muchos de los mitos que se han perpetuado acerca de los latinos en California. Sus conclusiones muestran que, contrario a la percepción popular y aun a anteriores estudios sociológicos, los latinos no encuadran dentro de los “paradigmas de la clase marginada y del déficit cultural” que supuestamente caracterizan a otras poblaciones pobres en este país.
Por ejemplo, a pesar de su pobreza, los latinos tienen altos niveles de participación en la fuerza laboral. En términos de educación, se notan señales significativas de progreso si se perciben las diferencias generacionales. Los investigadores no encontraron un sentido de marginación o pérdida de identidad con respecto a la corriente dominante cultural, como algunos científicos sociales han sostenido en el pasado. Entre los rasgos más positivos que descubrieron, además de la ya mencionada alta participación en la fuerza laboral, se encuentran una formación familiar muy fuerte, buenos indicadores de salud y el uso bajo de la beneficencia pública. Los investigadores señalan el meollo de su argumento:
Hay una aparente contradicción en esta situación: un grupo con los índices más altos de pobreza y más bajos de educación demuestra algunos de los comportamientos más marcadamente positivos con respecto a la familia, el trabajo, la salud y la comunidad. Bajo la mayoría de las suposiciones actuales sobre cómo se supone que se comportan los grupos minoritarios, este no debería ser el caso74.
Otro estudio hecho sobre trabajadoras latinas en fábricas de ropa en El Paso, Texas de 1992 a 1994, llegó a la misma conclusión. La investigadora, Juanita García Fernández, describe los resultados de su estudio, cuyo propósito era examinar los asuntos de las latinas en el lugar de trabajo (pequeñas, medianas y grandes fábricas de ropa), en la comunidad, en la casa y en los asuntos personales, “para cuantificar las necesidades y el progreso que necesita la población de trabajadoras en fábricas de ropa”75.
La encuesta muestra que estas mujeres demuestran actitudes y comportamiento de la clase media hacia las instituciones básicas en nuestra sociedad, especialmente la familia, el trabajo y la educación. Las mujeres [demostraron]... una alta participación en el trabajo, baja dependencia de la beneficencia pública y asistencia gubernamental, fuertes indicadores de salud, conciencia de la necesidad de la educación, unidad familiar fuerte. Estas características... demuestran que los trabajadores latinos en fábricas de ropa no cumplen con el perfil esperado del modelo de la clase marginada urbana. Aunque la población en el estudio sí tenía bajos niveles de educación y un alto nivel de pobreza, sería un error concluir solo a partir de estos hechos, que cumplen con el modelo de la clase marginada urbana76.
En otro lugar, la investigadora concluye que una de las mayores razones de su pobreza es simplemente que las mujeres “trabajan en la industria de ropa que ofrece trabajos sin futuro con sueldos bajos que dan pocas posibilidades para la movilidad ocupacional y avance”77.
Aunque el trabajo de estos investigadores está todavía en la etapa pionera, ellos sin duda representan un cuestionamiento para el modelo de la clase marginada urbana. Entonces, desde un punto de vista sociológico, ¿cuál es el factor que explica la capacidad de resistencia de los latinos en Estados Unidos? Nuevamente, sus teólogos están comenzando a explorar un mundo inherente de significado —una espiritualidad, se podría decir— que proporciona una fuente inconfundible de fuerza. Trataremos más ese tema en el próximo capítulo. Por ahora, una mirada a los latinos y a la Iglesia institucional nos ayuda a completar esta visión retrospectiva.
El papel de la Iglesia
Según el estudio sociológico realizado por Roberto González y Michael La Velle en 1985, el 83 % de los católicos hispanos
entrevistados consideraba importante la religión, aunque el 88 % no esté activo en sus parroquias78. Su estudio, sin embargo, documentó también que los hispanos tienen altos niveles de adhesión a las creencias católicas ortodoxas y que participan en muchas prácticas religiosas folclóricas, algunas de inspiración mariana. El estudio también encontró que un porcentaje más alto de católicos hispanos parece asistir a misa los domingos y a las fiestas de guardar de lo que generalmente se reconoce por la sabiduría pastoral convencional79.
¿Hasta qué grado ha estado la Iglesia presente e involucrada activamente en el servicio de la comunidad hispana en Estados Unidos a lo largo de las décadas? Algunos escritores sobre este tema parecen afirmar que la trayectoria de la Iglesia en la solidaridad con esta población marginada, es diversa. Entre los críticos está Moisés Sandoval, el editor anteriormente mencionado de Maryknoll Magazine, la revista mensual del Catholic Foreign Mission Society of America, como también de su contrapartida bilingüe, la Revista Maryknoll. Ya hemos hecho uso amplio de su historia de la Iglesia hispana en Estados Unidos, titulada On the Move 80.
En un artículo publicado anterior a ese recuento, Sandoval traza la historia del campesino y de la Iglesia católica en el suroeste de Estados Unidos81. Su conclusión global es que la Iglesia, fuera de la influyente intervención en las negociaciones de los trabajadores agrícolas a fines de 1960 y a principios de 1970, ha tomado consistentemente una posición más conservadora respecto al cambio social. Una breve historia de la Iglesia en el suroeste, a partir de la llegada de los primeros evangelizadores en el siglo XVI, revela una Iglesia con recursos demasiado pequeños para atender a su grey hispana. Inclusive tan tarde como en el siglo XIX la jerarquía de la Iglesia consideró al hispano como el objeto de evangelización, nunca como el sujeto.
Sandoval concluye que la Iglesia, en lugar de hacer una opción radical por los pobres hoy (acompañamiento), ha optado por ofrecer alguna ayuda de socorro (caridad) y destinar la mayoría de sus recursos a la clase media, su más grande sostén financiero. Sandoval nos recuerda la necesidad de mirar hacia la historia para un análisis social. Es verdad que la Iglesia no tenía recursos, pero parte de esa escasez fue causada por su fracaso en una inculturación más plena (como se evidencia por su clero importado a lo largo de los últimos cuatro siglos)82.
Al hacer similares acusaciones de que la Iglesia ha fallado en inculturarse plenamente en la cultura de los hispanos de Estados Unidos, Yolanda Tarango, una religiosa méxico-americana, nos recuerda el hecho real de que, mientras que la Iglesia ha llegado a los “confines de la tierra” geográficamente, todavía está luchando para ser universal83. Al trazar histórica y culturalmente el surgimiento del méxico-americano en el suroeste, ella critica a la Iglesia católica americana, especialmente en Texas, por promover la “americanización” junto con la evangelización.
Ella cree que el sentimiento persistente de los méxico-americanos para con la Iglesia oficial es que esta es una institución “angloamericana”. Esta alienación consecuentemente ha causado que la gente transfiera las prácticas religiosas al hogar. El sistema de evangelización al que la mayoría de los hispanos ha estado sujeta, por lo tanto, es un sistema circular en el cual la religión se enseña por medio de sentimientos y ejemplos. Por otro lado, el método de la Iglesia oficial es lineal e individualista. Los hispanos se consideran todavía como objetos de misión y el énfasis permanece en la asimilación.
Un nuevo éxodo
El descontento con la Iglesia ha llevado a algunos hispanos a gravitar hacia los grupos y sectas protestantes84. Ciertamente el protestantismo, como nota Justo González, había existido por algún tiempo en América Latina, pero el hecho es que la Iglesia católica ha perdido y sigue perdiendo a muchos de su grey. González describe algunos de los atractivos históricos del protestantismo para los hispanos estadounidenses:
Pero no todos los hispanos protestantes de Estados Unidos entraron al país como protestantes. Muchos se convirtieron en Estados Unidos, mediante procesos
parecidos a los que tuvieron lugar en América Latina. En el siglo XIX, el protestantismo parecía estar en la vanguardia del progreso, mientras que el catolicismo romano, especialmente bajo Pío IX, pasaba por su periodo más autoritario y reaccionario. Después de la guerra méxico-americana, la jerarquía católica romana en los territorios conquistados estaba en manos de los invasores, y generalmente a su servicio. De hecho, el primer obispo méxico-americano no fue nombrado hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Estas circunstancias determinaron la aparición de sentimientos anticlericales, parecidos a los que aparecieron en América Latina en la época de la Independencia. Y esto a su vez le abrió la vía al protestantismo85.
Así, durante el siglo XIX, muchos percibieron a la Iglesia católica como retrógrada y anti hispana, mientras que los protestantes fueron considerados progresistas.
Hoy la tendencia a abandonar la Iglesia romana solamente ha escalado. Como dice el dicho, “la gente vota con los pies”. Hay algunos que sienten que estos grupos no católicos han hecho un trabajo mucho mejor que el de la Iglesia católica en ofrecer servicios para los hispanos y los inmigrantes en general. Allan Deck, uno de los más distinguidos expertos en este campo, enfatiza que como no hay una sola causa de este éxodo masivo, tampoco existe un solo remedio. En un artículo que apareció en 1985 él ofrece numerosas razones y sugiere varias posibles soluciones86.
Su artículo analiza los resultados de varios encuentros que intentaron tratar la fuga de los católicos hispanos. El aspecto más sobresaliente que surgió del diálogo de los obispos en Alta y Baja California fue la necesidad de más personalismo en todo trato con personas hispanas. La Iglesia frecuentemente ha fracasado en la inculturación, siendo a menudo demasiado territorial y dando la impresión de que carece de enfoque87.
Por otro lado, los fundamentalistas ofrecen a los hispanos “un paquete atractivo y coherente”. Doctrinas fijas y moralidad sencilla, combinadas con un culto cargado de emotividad, hacen que el fundamentalismo sea muy atractivo para un hispano que ha sido mayormente ignorado por su propia Iglesia original. Deck reta a la Iglesia católica para que abra los ojos sobre el por qué los fundamentalistas están logrando tales incursiones entre los hispanos; es decir, han hecho mayor esfuerzo para inculturarse en un ambiente menos cerebral.
Edmundo Rodríguez, el párroco jesuita anteriormente mencionado, que luego llegó a ser provincial de la Provincia Jesuita de Nueva Orleans, plantea la cuestión desde otra perspectiva:
Las Iglesias protestantes y pentecostales están haciendo grandes incursiones dentro de la comunidad hispana. Se perciben como Iglesias de los pobres y para los pobres (sea esto la realidad o no); muchas de ellas acogen a gente químicamente dependiente y trastruecan sus vidas. Generalmente sus edificios son muchos más sencillos, y a menudo estos son Iglesias “de fachada”; son básicamente Iglesias laicas en las cuales cualquier persona dispuesta a pasar un tiempo en la capacitación puede volverse un apóstol. Hay también una percepción de que los que pertenecen a estas pequeñas Iglesias no tienen miedo de entrar a las casas de la gente y tratar los peores problemas que allí encuentren: adicciones, violencia, relaciones tensas entre los miembros de la familia. Por otro lado, se percibe que la Iglesia católica es incómoda ante la pobreza y no enfrenta los problemas reales que la gente pobre generalmente experimenta. Esa, en mi opinión, es la razón que explica por qué las Iglesias fundamentalistas son tan atractivas para los hispanos más pobres88.
Resumiendo, entonces, el ministerio de la Iglesia hacia los hispanos se ha visto recargado de muchas dificultades. Entre las más difíciles han sido cómo hacer, en las palabras de Puebla, “una opción preferencial por los pobres”, y cómo inculturar mejor el mensaje del Evangelio en un contexto hispano.
Una presencia profética
Los obispos de Estados Unidos escribieron una carta pastoral en 1983 y la siguieron con un “plan pastoral” en 1987. Aunque emitido por la jerarquía, este trabajo, el Plan Pastoral Nacional para el Ministerio Hispano, representa la culminación de tres encuentros nacionales celebrados en 1972, 1977 y 1985 para recoger el parecer y las respuestas de la Iglesia hispana de base89. El Tercer Encuentro, que fue celebrado en 1985, se caracterizó en particular por la consulta, el estudio y la reflexión en todos los niveles. Asistieron mil 150 delegados90. Como nota el Plan Pastoral, los hispanos, a pesar de su pobreza económica, tienen mucho que ofrecer a la Iglesia estadounidense:
Este mismo pueblo, debido a su gran sentido de religión, de familia y de comunidad, es una presencia profética frente al materialismo e individualismo de la sociedad. Por el hecho de que la mayoría de los hispanos son católicos, su presencia puede ser una fuente de renovación dentro de la Iglesia católica en Norteamérica. A causa de su juventud y crecimiento, esta comunidad continuará siendo una presencia significativa en el futuro91.
Otros escritores agregan su evaluación de la riqueza espiritual de la cultura hispana al documento de los obispos. Kenneth G. Davis, un franciscano conventual, ve la presencia de los hispanos en la Iglesia como una bendición. En ellos encuentra menos contaminación moderna y secularista. “Es precisamente porque los hispanos son católicos y no parte de nuestra sociedad dominante que están en una posición única para ayudarnos a distinguir entre lo que es auténticamente católico en nuestra sociedad y lo que son arreos de una religión puramente civil o de la convención cultural”92.
En tono similar, Allan Deck describe algunas de las diferencias entre los hispanos y la cultura dominante norteamericana. Su análisis da cuerpo a la esperanza de los obispos de que los hispanos son una presencia profética en la Iglesia:
La cultura norteamericana está ensimismada en el desarrollo personal, en el individualismo, en el secularismo, mientras que la cultura hispana enfatiza los aspectos colectivos de la vida personal: la familia extendida, lo interrelacionado de las vidas espirituales y temporales de la gente. El mundo angloamericano enfatiza la independencia del individuo, mientras que el mundo de los hispanos es jerárquico y subraya la dependencia y la interdependencia del individuo en relación con la familia, la Iglesia y la comunidad. La cultura hispana, con su fuerte énfasis en los aspectos religiosos de la vida, siente una atracción clara a una perspectiva hacia la religión que está basada en la familia y la comunidad. El hispano busca maneras más expresivas de vivir su fe93.
Algunos teólogos han puesto una mirada seria en la espiritualidad hispana, de la cual la religiosidad popular conforma una parte importante, y han comenzado su sistematización. Rosa María Icaza, por ejemplo, una hermana de la Caridad del Verbo Encarnado, describe la espiritualidad de los católicos mexicanos y méxico-americanos. Sus observaciones probablemente son verdaderas con respecto a la espiritualidad latinoamericana en general. Ella concluye que para los hispanos “la espiritualidad está traducida en el amor de Dios que mueve, fortalece y se manifiesta en el amor al prójimo y a uno mismo”94.
Numerosos ejemplos comprueban esa aserción. Basándose en gran parte de la religiosidad popular, ella describe una espiritualidad de la encarnación en donde los símbolos y las relaciones son de la máxima importancia, sea entre el individuo y Dios o entre el individuo y los demás. Logra demostrar que tanto las mujeres como los sacerdotes juegan un papel importante dentro de la cultura y concluye que una teología pastoral hispana está todavía en proceso de desarrollo95.
Como sugiere el artículo mencionado arriba por una teóloga hispana, existe hoy una naciente teología hispana de Estados Unidos que procura identificar y promover los valores cristianos dentro de la cultura hispana. A pesar de que, según las palabras de la carta pastoral de los obispos, “ninguna cultura europea lleva más tiempo en este país que la hispana”96, es solo recientemente, con la llegada de teólogos hispanos como Virgilio Elizondo, Allan Deck y María Pilar Aquino, que se están escuchando estas voces en el ámbito de la erudición teológica97.
La Academia de Teólogos Católicos Hispanos de Estados Unidos [Academy of Catholic Hispanic Theologians of the United States, ACHTUS] se formó en 1989 y ya está desempeñando un importante papel en el desarrollo de esta teología local naciente. Lo que es interesante notar acerca de este grupo de teólogos hispanos es que por lo menos una cuarta parte de los mismos son mujeres, un número importante es laico y casi todos participan activamente en un área de la pastoral.
Este último hecho ayuda a garantizar que su reflexión provenga de la experiencia pastoral. La necesidad de inserción y de diálogo, que se reconoce en Puebla (núm. 122, 650, 1307), se resume en la expresión “pastoral de conjunto”. La carta de los obispos describe esta estrategia como “un enfoque y método de acción pastoral surgido de la reflexión compartida entre los agentes de la evangelización”98.
Un reto abierto
El examen de los católicos hispanos en la Iglesia estadounidense nos ha llevado por una breve historia que reveló una presencia tanto antigua como nueva, y por un análisis social que nos ha dibujado la imagen de una población joven, generalmente pobre y no educada, muy necesitada de la asistencia de la Iglesia y, aun así, como lo ha subrayado la reflexión teológica, un pueblo que no carece de innumerables dones sociales y religiosos. De hecho, la evidencia para desacreditar el modelo de la clase marginada urbana como se ha aplicado a los latinos en Estados Unidos exige el desarrollo de nuevos paradigmas, que tomen en cuenta su espiritualidad o su mundo de significado en relación con lo sagrado. La religión muy probablemente puede representar un factor unificador para las comunidades latinas tremendamente diversas.
Por estas y otras razones, continuarán desempeñando un papel importante en la Iglesia estadounidense. A pesar del éxodo de los católicos hispanos hacia otras Iglesias, se preveía entonces que en la siguiente década la mayoría de los católicos en Estados Unidos serían hispanos o de origen hispano. No es la primera vez que la Iglesia estadounidense se conforma por una gran población inmigrante. Los grandes éxitos logrados con las olas de europeos pobres que llegaron a América en la segunda mitad del siglo XIX y a comienzos del XX, no se consiguieron sin fe, creatividad y adaptación. A través de estas luchas la Iglesia maduró y creció para abarcar una gran diversidad, seguramente la más heterogénea del mundo. Escuelas parroquiales, seminarios para el clero nativo, hospitales, orfanatos y parroquias nacionales fueron aspectos gratos para inmigrantes que habían dejado todo para llegar a América y formar parte, no solamente de un nuevo país, sino también de una nueva Iglesia99.






