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EL ESPEJO DEL YOGA
El despertar de la inteligencia
del cuerpo y de la mente
RICHARD FREEMAN

Título original: The Mirror of Yoga
Según acuerdo con Shambahala Publications Inc.
4720 Walnut Street, Boulder, CO 80301, U.S.A.
© 2010, 2018 by Richard Freeman
© de los derechos para Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay: El hilo de Ariadna
© de los derechos en lengua española para el resto del mundo: Editorial Kairós.
© de la traducción: Julia McLean Napier y Zaira Valerin Mercanti
© de la foto de cubierta: Robert Muratore
© de la edición española:
2018 by Editorial Kairós
www.editorialkairos.com
Primera edición en papel: Noviembre 2018
Primera edición en digital: Abril 2020
ISBN papel: 978-84-9988-654-1
ISBN epub: 978-84-9988-791-3
ISBN kindle: 978-84-9988-792-0
Composición: Pablo Barrio
Diseño de colección: Daniela Coduto, María Soledad Costantini
Diseño de cubierta: Daniela Coduto
Corrección: Recursos Editoriales
Coordinadora editorial: Claudia Deleau
Todos los derechos reservados.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
Dedicado con amor al recuerdo
de Śrī K. Pattabhi Jois, Guruji
1915-2009
1 Introducción
2 1. Etapas de la práctica y las formas clásicas del yoga
3 2. El cuerpo y la mente como campos de experiencia
4 3. El proceso del haṭha yoga: la unión del sol y de la luna
5 4. Las raíces de la práctica
6 5. Buddhi y el contexto
7 6. La Bhagavad Gītā y la expansión del amor
8 7. Tantra y la tierra radiante
9 8. El Yoga Sūtra
10 9. Atravesando el fundamentalismo
11 Agradecimientos
12 Guía de pronunciación del sánscrito
13 El canto
14 Glosario
INTRODUCCIÓN
El yoga comienza desde la escucha. Cuando escuchamos, creamos más espacio para que el mundo sea como es. Permitimos que los demás sean quienes son, y damos permiso a nuestros cuerpos y nuestras mentes para que se puedan manifestar plenamente. El yoga comienza en el momento presente. Muchos textos clásicos, como el Yoga Sūtra de Patañjali, se inician con la palabra atha, la cual significa “ahora”, y se refiere a este mismo concepto. En el contexto del Yoga Sūtra, el uso de la palabra atha significa que hemos llegado a un cierto punto en nuestras vidas en el que nos encontramos preparados (al fin) para despertarnos de nuestra existencia condicionada. Este despertar también afecta nuestro comportamiento, nuestro pensamiento y nuestra forma de interactuar con el mundo. Sugiere que finalmente estamos listos para enfrentar la realidad y descubrir la esencia que habita en las profundidades de nuestro cuerpo y el centro de nuestro ser. Es así que una práctica del yoga se puede nutrir desde esta experiencia de la raíz misma de la vida, anclada en el momento presente. La forma en la que Patañjali emplea la palabra ahora implica que seguramente hemos intentado cosas diversas en nuestra búsqueda del despertar y de la felicidad. Es probable que hayamos experimentado distintas vías del placer y que quizás hayamos explorado una variedad de enseñanzas y disciplinas filosóficas, hasta prácticas religiosas, para darle sentido a la vida. Pero aun así, falta algo. Cuando todos nuestros intentos de crear y descubrir el sentido no llegan a la altura de la tarea, nos encontramos en nuestra situación actual. Es en este momento que la práctica realmente se inicia. Aquí y ahora.
El yoga nos libera. Nos libera del miedo de no saber quiénes somos, de presentarle al mundo una cara que no representa verdaderamente quienes creemos ser, y de sostener creencias que en el fondo no podemos corroborar. Esta es la liberación que descubrimos en el yoga cuando volvemos al momento presente: a nuestra mente innata y a un estado de completa felicidad. Es poco probable que una búsqueda consciente de esta libertad nos atraiga hacia el yoga, sino que el yoga nos resulta atractivo porque nos imaginamos que nos hará felices; existen muchas ideas acerca de la naturaleza de la felicidad que nos invitan a la práctica. Podemos emprender nuestra práctica con el fin de mejorar el cuerpo y para volvernos más saludables, fuertes, flexibles, atractivos o vibrantes. Podemos ubicar el yoga en un plano más superficial, como una solución sencilla para nuestro aburrimiento o como una forma útil de conocer a gente nueva. Luego, un día en una clase de yoga podemos experimentar, de repente, cómo la mente se encuentra espontáneamente en un estado de calma y serenidad. En la búsqueda de ese reconocimiento natural del equilibrio, esta sensación nos atrae de nuevo hacia la práctica. Los detalles del porqué descubrimos el yoga pueden corresponder a una multiplicidad de situaciones o formas, y todas son honorables puntos de partida para la práctica, porque cada puerta que se abre sobre un camino nuevo se muestra como un sendero hacia la matriz profunda de la esencia del yoga. Cada entrada revela que, al fin y al cabo, hemos venido en busca de la experiencia mística: una sensación atemporal de completa felicidad y libertad.
Sea cual sea la razón que nos aproxime al yoga, es fundamental que empecemos desde el lugar en el que nos encontramos realmente, y esto requiere, por lo menos, un momento de absoluta honestidad. Es necesario que dejemos caer todas nuestras fachadas; que dejemos de aparentar saber cosas que en realidad no sabemos; y que saquemos las capas de los velos de la negación y del engaño con los que hemos encubierto la condición verdadera de nuestras circunstancias, nuestra mente y nuestro corazón. No importa cuál sea tu motivación para empezar la práctica. Aunque el motivo parezca vergonzosamente neurótico o narcisista, si puedes ver la realidad de ese impulso, entonces has encontrado el lugar correcto para iniciar tu propia práctica. En el momento de fundirte en esta experiencia, el suelo que se encuentra debajo de tus pies representa la única herramienta para iniciar una práctica genuina del yoga. Cuando puedes ver y aceptar las cosas como son, no importa cuán distorsionadas sean tus ideas sobre lo que el yoga es o puede hacer para ti, todo comienza a volverse bastante interesante. Como has llegado al origen de todas las cosas –al manantial, al árbol del yoga que otorga deseos–, llevarás contigo más de lo que jamás te imaginaste.
En el transcurso de este libro, exploraremos las profundidades misteriosas del yoga que yacen debajo de la gran variedad de prácticas y creencias que generalmente conceptualizamos como una unidad. Investigaremos varias filosofías tradicionales que se utilizan en el yoga como herramientas, y miraremos de cerca los múltiples ejercicios mentales que integran la práctica del yoga. Con este libro esperamos invitar a la inteligencia, la imaginación y al corazón a abrirse hacia la experiencia directa; libres de la filosofía y la técnica, podemos simplemente ser, enteros y felices.
EL ESPEJO DEL YOGA
1 ETAPAS DE LA PRÁCTICA
Y LAS FORMAS CLÁSICAS DEL YOGA
Hay muchos estilos diferentes de práctica del yoga que se presentan en metodologías diversas y linajes distintos. Aunque no hay una filosofía o metodología única del yoga, existe una red subyacente de similitud que conecta sus múltiples abordajes. En este libro, exploraremos precisamente ese entretejido profundo de interconexión, la matriz dentro del patrón que llamamos el yoga. Al examinar e iluminar las diferentes expresiones de las prácticas, filosofías y metodologías, y al descubrir el patrón que las une desde sus raíces, se revela la esencia del yoga. Mediante este proceso podemos ser quienes somos auténticamente.
Reconocido por sus espectaculares posturas físicas, el haṭha yoga es, en realidad, un sistema creado para trabajar con el cuerpo y la respiración para así investigar de forma meditativa los sutiles sentimientos, respuestas y reflejos que existen en relación al condicionamiento de la mente. Se cree que la clave para profundizar en la esencia verdadera de la mente depende de nuestra capacidad para discernir acerca de la naturaleza sutil de las percepciones físicas y su vínculo con los patrones internos de la respiración. Haṭha significa “sol” (ha) y “luna” (tha), y este término se puede utilizar para describir cualquier práctica del yoga que una patrones opuestos dentro del sistema nervioso, con el fin de abrir el centro del cuerpo y exponerlo a nuestra observación. Un componente central del haṭha es āsana, o la práctica de posturas del yoga en las que trabajamos el cuerpo: lo giramos, lo estiramos y exploramos sus sutilezas. Prāṇāyāma es otro componente en el que estiramos, desplegamos, refinamos y observamos la respiración con nitidez. En estas prácticas físicas del haṭha yoga, trabajamos con el cuerpo de la misma forma en que amasamos la materia prima para hacer pan; de esta manera, una inconsciente masa amorfa de carne y hueso se transforma en algo repleto de vitalidad. A través de este trabajo, descubrimos que tanto la mente como el cuerpo comienzan a despertarse. Luego, se unen entre sí y se funden con nuestra experiencia cotidiana. Cuando nuestra práctica perdura en el tiempo, gradualmente descubrimos que podemos exprimir el cuerpo para sacarle todo el jugo del discernimiento y de la consciencia que mora en sus profundidades.
Otra variante se llama jñāna yoga, la cual se enfoca en la inteligencia y en nuestra capacidad de indagar profundamente acerca de la naturaleza de las cosas. Jñāna significa “conocer”, o “sabiduría”. Comprende una investigación sumamente refinada sobre cómo funciona el saber, en conjunto con el mecanismo de la percepción y los sentimientos. Este es el yoga que nos permite ver la esencia de nuestra mente y de la realidad. En jñāna yoga, cultivamos la capacidad de discernir muy precisamente entre aquello que es verdadero, eterno, dichoso y aquello que es totalmente transitorio, superficial y hasta ilusorio. Se puede abarcar el jñāna yoga de muchas maneras; algunas enseñan una iluminación inmediata, como un salto de comprensión que revela el sentido de la vida. En esta variante, experimentas un destello de discernimiento acerca del significado de la realidad, y a partir de ese momento, la mente inicia el proceso de despertarse de manera tal que la vida se vuelve un despliegue continuo de discernimiento. La experiencia de este tipo de jñāna yoga se parece al momento en el que uno entiende un buen chiste, y surge una sensación de comprensión, alivio y discernimiento. De repente, lo captamos, “¡Ajá!”. Otras escuelas del jñāna yoga enseñan un despertar más gradual. Este método implica un camino más riguroso, un estudio completo de todo, como un medio para reconocer patrones fundacionales de la mente y de la percepción para así facilitar la revelación del ser: como la naturaleza verdadera del universo. Otras escuelas del jñāna yoga enseñan un despertar tanto instantáneo como paulatino, basado en cómo la mente estructura las preguntas primarias acerca del tiempo, la existencia, el ser y la consciencia. Cualquier abordaje del jñāna yoga debe eventualmente revertir la corriente de su inteligencia más refinada hacia su propia fuente para desarmar el falso ego y el orgullo que un practicante puede manifestar de su comprensión parcial.
Algunos conocen el Aṣṭāṅga yoga exclusivamente como una serie de posturas acompañadas por patrones específicos de la respiración y la mirada. Sin embargo, este término se refiere al sistema amplio del yoga que crea el contexto para las prácticas de postura y respiración. Aṣṭāṅga significa “ocho ramas”; esto implica que existen varios abordajes diferentes e interrelacionados, dentro de esta misma escuela, que se utilizan para desarrollar la capacidad de enfocar la mente con la agudeza de un rayo láser. Este foco se usa para explorar todo tipo de fenómenos físicos y mentales que surgen para revelar su vínculo íntimo con el trasfondo, a cambio de aparecer separados o eternos. Esta revelación o discernimiento conduce al practicante del aṣṭāṅga hacia estados cada vez más profundos de comprensión en relación a la naturaleza de su mente y del mundo. Este camino eventualmente lleva a la liberación de la existencia condicionada. El aṣṭāṅga yoga se contruye sobre la estructura ética que se crea en primer lugar y a partir de la cual las otras ramas pueden florecer. El sostén que ofrecen las primeras dos ramas, los yamas y los niyamas, provee una red de bondad dinámica y una capacidad de respuesta en relación a nosotros mismos y a nuestros vínculos con los demás. Como parte de esta estructura, las próximas dos ramas, las prácticas físicas de āsana (posturas) y prāṇāyāma (prácticas respiratorias), comienzan a abrir el cuerpo, la respiración y los campos sensoriales. Este proceso libera al practicante de la superposición de conceptos y recuerdos; también abre el camino para que las ramas meditativas puedan funcionar fácilmente y sin el peligro de perdernos en el pensamiento, alejados del cuerpo por las abstracciones. En la quinta rama, pratyāhāra, la mente se entrena para observar los campos sensoriales sin identificarse con ciertos objetos y sin separarlos de su trasfondo. De esta manera, la atención ya no se pierde en los campos sensoriales. En la sexta rama, dhāraṇā, la atención se enfoca en una única área. Dhyāna, la séptima rama, ocurre cuando la concentración fluye sin conflicto o tensión. En la octava rama, samādhi, se detiene el hábito mental de dividir lo percibido en objeto y sujeto. Esto habilita la visión libre y despejada de lo que sea que se observe, encauzando el discernimiento hacia su naturaleza intrínseca. La ventaja de los múltiples abordajes del aṣṭāṅga yoga que se realizan a través de sus ramas diversas asegura que los practicantes no dejen afuera ningún aspecto de sus vidas internas o externas. Esta red de contención cultiva en cada practicante la capacidad de estar enraizado, en lugar de dejarse llevar por las ideas o la fantasía.
Bhakti, el yoga del amor y de la devoción, es otra forma del yoga en la que se cultiva y se examina la emoción profunda y la importancia primordial de los vínculos en relación a los demás y a Dios. Mediante este enfoque, cualquier egoísmo que pueda surgir de una percepción errónea de uno mismo o del otro gradualmente se evapora con la práctica. A través de la práctica del bhakti, las emociones se experimentan como componentes esenciales de la devoción y nos conducen hacia sensaciones extáticas. Algunas escuelas del bhakti promueven un concepto del amado como una figura divina, mientras que otras prefieren una mirada más abierta sobre la naturaleza definitiva de Dios, de uno mismo y de los demás. La práctica muchas veces incluye el canto de mantras y la visualización, lo que nos ofrece una experiencia visceral de la conexión al otro, a Dios y a la esencia dichosa de todas las cosas. Un estado mental que se abre para experimentar lo que sea que se presente como una conexión al amado (o como el amado mismo) quita las capas superpuestas de emoción, pensamiento, preconcepto y otras funciones de la mente que normalmente distraen y distorsionan la realidad.
En el mundo entero, las escuelas del tantra han captado la atención e interés de muchos practicantes; esto sucede en gran medida porque se asocian (de forma errónea) únicamente con ciertos aspectos que abarcan la sexualidad. Pero el yoga tántrico comprende infinitamente más. En realidad, la palabra tantra significa un hilo o un entretejido y, en el contexto del yoga, esto se refiere a la idea de tejer una red de inteligencia que habita, atraviesa y excede el cuerpo y la mente. Algunos consideran que el yoga tántrico es una subcategoría del haṭha yoga, y otros dicen que el haṭha yoga representa una colección específica de técnicas dentro de la práctica del tantra. En efecto, el tantra y el haṭha yoga se organizan mutuamente alrededor del principio de que todo es sagrado. Muchas prácticas del yoga están diseñadas para destapar el canal central del cuerpo (habitualmente cerrado) que se llama la suṣumnā nāḍī, que se extiende del centro del suelo pélvico hacia arriba para atravesar la coronilla. Esta vía se considera el canal de consciencia más sagrado del cuerpo. En el tantra, un sistema que se enfoca particularmente en la naturaleza sagrada de todas las cosas, el eje central del cuerpo está concebido como el medio por el que se puede observar con atención todas las variantes de la experiencia para luego reorganizar y equilibrar cómo se procesa aquello que vivimos. Dentro de las prácticas, el uso tántrico del sonido y la forma posee el potencial para abrir el eje central como una corriente de atención precisa y un gran sentir. Cuando la concentración entra a la suṣumnā nāḍī, la mente automáticamente comienza a plegarse sobre sí misma, para así descansar en las profundidades extáticas del discernimiento que habilita la atención absoluta. Por fuera, el tantra es la práctica de descubrir que el mundo cotidiano (y todo lo que ocurre allí) son absolutamente sagrados. Dentro del tantra, existen varias prácticas que ritualizan nuestras percepciones sensoriales, así como nuestras actividades diarias en el mundo. Esta dinámica nos permite entrar en el reino interno de la suṣumnā nāḍī y nos ancla en la realidad tal cual es.
Otro abordaje del yoga, uno que nos libera de una inclinación excesivamente esotérica y exclusiva, es el karma yoga: el yoga del trabajo o de la acción. Como la naturaleza del cuerpo y de la mente reside en el movimiento (salvo en los estados más profundos del trance de samādhi), descubrimos que al santificar ese movimiento –nuestras acciones y trabajo– la mente se puede liberar del apego asociado al resultado o a los frutos de nuestra acción. Esto representa una forma potente de eliminar el ego del trabajo diario y necesario. El karma yoga posibilita la práctica para todo tipo de personas, incluso hasta para quienes quizás no gocen del tiempo o la oportunidad para estudiar los senderos de la contemplación espiritual. Este camino nos permite concentrarnos en nuestro trabajo para transformarlo en una expresión artística y una fuente de satisfacción en sí mismo. Cuando entregamos nuestro trabajo como una ofrenda a otros seres o a Dios, aumenta nuestra capacidad de percibir al otro. Esta actitud, a su vez, disminuye nuestras tendencias narcisistas y facilita nuestro acceso a todos los distintos abordajes del yoga. Este es posiblemente el aspecto más importante del karma yoga.
Alrededor del año 600 a. C., Gautama (Sakyamuni) Buddha dio a luz una visión brillante del yoga que hoy se conoce como el budismo. Gautama Buddha enseñó las prácticas y las filosofías del yoga tradicional, pero rechazó la autoridad de la religión védica que en ese momento predominaba en las escuelas existentes. A través de la enseñanza de que no existe un ser permanente, o ātman, el Buddha revolucionó el lenguaje filosófico y religioso que se usaba para hablar del yoga en ese momento. También afirmó que la creencia en un ser separado conduce al egoísmo, al apego y al sufrimiento. La meditación o la práctica profunda del yoga habilitan una experiencia directa de esta verdad. Dentro del yoga tradicional, uno de los términos principales para denominar la verdad y la consciencia es ātman. La declaración del aparente opuesto creó un gran revuelo filosófico y político. Esta disyuntiva desató siglos de debate entre practicantes y filósofos acerca de qué significan los términos ātman y anātman.1 Las escuelas del yoga y del budismo se han espejado de una forma beneficiosa, estimulando su crecimiento al señalar los puntos ciegos de cada una e impulsándose a practicar en lugar de limitarse a una doctrina estática. El abordaje del Buddha también ayudó a que el yoga fuera más accesible para muchas personas que fueron excluidas de la práctica, debido a la estructura estricta del sistema de castas en la sociedad india.
Existen muchas escuelas derivadas de estas corrientes primarias del yoga. Es importante recordar que todas las escuelas clásicas y sus parientes están interrelacionadas; utilizan las metodologías de las demás en proporciones diversas porque ninguna escuela puede describir correctamente el proceso inmediato y vasto que define el yoga. Siempre la paradoja y la dificultad impiden el intento de explicar toda la verdad, la base metafísica del ser, la naturaleza o Dios. Es como si el ojo intentara observarse a sí mismo. Cualquier punto de vista o sistema puede ver y explicar las cosas bien, pero de la misma manera cada uno tiene su punto ciego. Hace falta una mirada ajena, fuera del sistema, para iluminar estas instancias de ceguera. Como alumnos e instructores del yoga, tenemos la tendencia a cultivar tanto un apego a nuestra escuela y metodología como un prejuicio hacia otras. En la mayoría de las circunstancias, es natural que nos identifiquemos con el club al que pertenecemos porque esta actitud nos brinda una suerte de seguridad. La mente también posee una tendencia inherente a sentir que nuestro sistema es mejor que otros. Esto ocurre aun cuando practicamos y estudiamos yoga. Consecuentemente, no es inusual quedarse en los niveles superficiales de la escuela que consideramos la nuestra. Al hacer esto, nos engañamos y caemos en un estado de pseudosatisfacción, escondidos dentro de una comprensión simplista que nos ayuda a evitar la práctica verdadera que hace falta alcanzar para el conocimiento profundo. Quedarse en la superficie es seguro y cómodo, porque zambullirnos en las profundidades requiere que cuestionemos la estructura de nuestra propia escuela de pertenencia.
Las diferencias específicas entre las escuelas tradicionales del yoga son menos importantes que el hecho de que la mayoría están diseñadas para llevar al practicante eventualmente a una experiencia directa de la realidad. El éxito de estas escuelas depende de la inteligencia, la devoción y la capacidad de los alumnos y los maestros individuales para interpretar y adaptar las enseñanzas y prácticas correctamente. Las escuelas tradicionales más poderosas, aquellas que cuentan con linajes largos que han sufrido sacudidas y refinamientos a lo largo de muchas generaciones, representan el epítome de la indagación humana de la realidad. Estas escuelas están profundamente arraigadas en las culturas antiguas de la India. Con más de cinco mil años de evolución, algunas se han unido en el correr del tiempo, mientras que otras se han desarrollado mediante la separación de distintas tradiciones. La historia auténtica de cada escuela es compleja y única. En el caso de varias, nunca sabremos de verdad quiénes fueron los fundadores, los reformistas y los innovadores. Sin embargo, sí sabemos que toda escuela que busca mantenerse viva y relevante dentro del clima actual debe seguir evolucionando. Pero debemos estar alertas, porque un idiota se puede adornar con una tradición excelente, profunda y vital como si fuera una decoración para el ego. Mientras tanto, el estudiante sincero, curioso y tolerante de un linaje fracturado puede brindar un espíritu y un discernimiento frescos acerca de esta tradición que resultan beneficiosos para todos los demás.
Los Vedas son los himnos antiguos que se entrelazan con una variedad de religiones, costumbres y mitos de la India. Durante, por lo menos, cinco milenios, estos bellos y largos himnos se han memorizado para luego ser pasados como legado de una familia de sacerdotes brahmanes védicos a otra y, hasta hace poco, permanecieron dentro de una tradición estrictamente oral. Con el tiempo, los Vedas evolucionaron para crear una intersección de culturas antiguas, el misticismo, el chamanismo y la religión. Misteriosos, complejos, brillantes y, de alguna forma, poéticamente inescrutables, los Vedas son considerados una revelación atemporal de la verdad y sus seguidores los tratan, a veces, como una autoridad absoluta. Algunas escuelas del yoga afirman que sus interpretaciones son revelaciones directas de los Vedas y, por ende, las únicas enseñanzas válidas. Sin embargo, la naturaleza misteriosa de los himnos siempre deja su significado abierto a la interpretación, y esta misma cualidad ha sido de gran ayuda en la evolución de la práctica y filosofía del yoga. Varias de las primeras corrientes de la práctica del yoga contribuyeron a la formación de los Vedas y recibieron su influencia, aunque otras escuelas sostuvieron que el yoga evolucionó para ir más allá del ortodoxo mundo limitado y, al fin y al cabo, materialista de los Vedas.