La Guerra Civil española 80 años después

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La Gran Vía de Madrid, rebautizada en tiempos de guerra como la Avenida de los Obuses, fue una de las calles más peligrosas de la ciudad por la cercanía al frente y por la ubicación en la misma de la Telefónica, en el número 2 de la calle Pi y Margall, tal y cómo se denominaba el tramo en el que se encuentra tal edificio en la época que estamos abordando en este estudio.
El papel de este edificio singular en la Gran Vía fue fundamental en la guerra por varios motivos. Entre otros, destacamos los siguientes:
• Vista panorámica que ofrecía debida a la gran altura del edificio, con lo que la visión desde la azotea del este facilitaba el conocimiento sobre el posicionamiento que tenían las tropas enemigas en el frente de batalla.
• Centro emisor de comunicados de guerra que emitían diversas agencias y periódicos al resto del territorio peninsular y de otras partes del mundo. Destacamos en este contexto la valiosa obra de Barea.3
El control de las telecomunicaciones era un objetivo de primera magnitud para los dos bandos. Para las tropas franquistas, además de las prioridades militares indicadas, suponía el soporte perfecto para comunicar su nuevo Estado al mundo. Para los republicanos, entre otros objetivos, el control del edificio y de sus posibilidades comunicativas era vital para alentar la moral de la población civil y militar.
Telefónica, a través de la labor de los corresponsales de guerra, radiaba al mundo la marcha de la contienda. Las tropas franquistas sabían que, desde ese centro emisor, se daba fuerza y ánimo al bando republicano, aunque, en muchas ocasiones, falseando u omitiendo hechos; pero, en definitiva, era una potente arma de guerra. La información daba fuerza, valor y ánimo a unas tropas muchas veces desalentadas, impotentes, y cortar ese flujo de información positivo era para las tropas franquistas un objetivo prioritario. Por eso, uno de los edificios más impactados por obuses en la Gran Vía fue, justamente, el edificio de la Telefónica.
Uno de los mitos de la ciudad asediada fue el edificio de la Telefónica, según nos consta por personajes que vivieron el asedio, como el ya mencionado Arturo Barea, así como los estudiosos de la situación de Madrid durante el periodo bélico —entre otros, Cervera, 2002; 2006; Chaves, 2011; Lopezarias, 1986; Montoliú, 2000; Reig, 2006; Abellá, 2006—. La mención que tiene el edificio en los estudios es constante. Prueba de ello es la cantidad de fotografías que hemos encontrado en las fuentes, que tienen como tema principal este edificio o nos muestran los efectos en la fachada de los innumerables obuses que impactaron en ella.
El edificio de la Telefónica, sin duda, fue durante la guerra un objetivo militar prioritario para las tropas franquistas. La resistencia a la República —o utilizando terminología de la época, los «desafectos» al régimen republicano que se hallaban ocultos en la capital, denominados la Quinta Columna— intentaron inmiscuirse en el seno del edificio para ayudar a las tropas franquistas a lograr, como hemos visto, uno de sus objetivos militares prioritarios: el control del edificio.4 La relación entre el edificio y la Quinta Columna nos indica la importancia del mismo como objetivo militar. Parece ser que la organización clandestina llegó a agrupar a unos ciento cincuenta empleados en diversos centros de la Compañía en Madrid, según la fuente citada, hecho avalado por el hallazgo de un documento que nos informa sobre la conexión de dicha organización con el edificio de la Telefónica 5 Se trata de unos documentos elaborados por un tal Carlos Ramón Alfaro en los que no se especifica el cargo o la identidad de este individuo, pero aquí nos interesa conocer las «notas manuscritas y croquis relativos a proyectos para atacar Madrid», sobre todo en lo que se refiere a un interesante documento donde se especifican planes para proceder a la ocupación del edificio de la Telefónica, elaborado en el mes de abril de 1937.
Como podemos advertir, la relevancia que adquiere el edificio durante la guerra es vital para ambos bandos. De ahí que la zona próxima a este la califiquemos como «zona de alta peligrosidad». Entendemos que la literatura popular bautizara a la zona como la Avenida de los Obuses, pues en dicha avenida —es decir, en la Gran Vía— los obuses impactaron dejando una secuela dramática de heridos, muertos y destrozos en los inmuebles que jalonan la calle, pero fueron especialmente duros en el objetivo prioritario de las tropas franquistas: La Telefónica.

Figura 2: Impacto de obús en la fachada de la Compañía Telefónica Nacional de España que da a Valverde. Ejemplo de la cantidad de obuses que le afectaron durante la contienda. Fuente: AGA 33 F 04051-54263-001.
El estudio que hemos realizado para contabilizar, cartografiar y descubrir el semblante humano de las víctimas de obuses, bombas y, en menor medida, balas perdidas en esta calle ha sido uno de los objetivos prioritarios de la investigación realizada en el marco de la tesis doctoral de la autora de esta comunicación. El estudio histórico realizado nos ha permitido abordar el tema de las víctimas que hubo en la Avenida de los Obuses, la Gran Vía durante la etapa bélica.6
En la documentación encontrada en los expedientes del Centro Documental de la Memoria Histórica, en su apartado de «Tribunales Populares y Jurados de Urgencia y de Guardia de Madrid» —en los que se da cuenta de datos relativos a personas que habían resultado heridas o muertas por los efectos de los bombardeos—, hemos encontrado el 22 de julio de 1936 como fecha inicial de registro de estos casos.
Madrid se convierte en ciudad asediada a través de los continuos bombardeos por parte de las tropas franquistas desde los inicios de la guerra. La fecha concreta de inicio no podemos fijarla con certeza, ya que las fuentes difieren: finales de julio según el Centro Documental de la Memoria Histórica y, según otras, el 28 de agosto o el 30 de octubre de 1936. Pero lo que nos interesa no es tanto precisar el día exacto del primer bombardeo, que seguramente sería el 22 de julio de 1936 —así se haya registrado en un Expediente del Centro Documental de la Memoria Histórica—, sino comprobar la intensidad de los bombardeos, verificando si las fechas que nos aportan los documentos de los tribunales populares creados en Madrid durante la guerra coinciden con la marcha general del asedio al que fue sometido la ciudad.
Según la información recabada en el Centro Documental de la Memoria Histórica, hemos podido registrar las fechas que proporcionan los expedientes generados por los tribunales que informaban sobre las víctimas de los bombardeos y, entre otros datos, en algunos casos proporcionan la fecha en la que se produjo el bombardeo.7 No obstante, consideramos que no podemos elaborar un análisis preciso sobre la cronología de los bombardeos en el área objeto de nuestro estudio por varios motivos: en primer lugar, porque en varias ocasiones no precisan la fecha y, en segundo lugar, porque advertimos que muchos casos no fueron registrados, ya que nos consta, por las fuentes consultadas, que el mes de noviembre de 1936, sobre todo los días 7 y 8, fue especialmente intenso en bombardeos, cuando la caída de Madrid parecía inminente, y no hemos podido localizar ninguna víctima de bombardeo en ese mes, al menos en el área objeto de nuestro estudio, una de las más propicias para sufrir los efectos de estos.

Figura 3: En este gráfico podemos advertir con mayor claridad que los picos corresponden a los meses de mayo y, sobre todo, junio de 1937. A partir del año 1938, las cifras son insignificantes. Estos datos se tienen que relacionar con la marcha de la guerra en general para extraer conclusiones sobre los momentos más duros vividos por la población madrileña en el constante asedio al que se vio sometida su población durante la Guerra Civil española. Fuente: elaboración propia a través de los datos recogidos en el apartado de «Tribunales Populares» en el Centro Documental de la Memoria Histórica.
Mostramos a continuación un gráfico que hemos elaborado a través de la información recabada en las fuentes citadas que muestra la cronología de las víctimas en la Gran Vía madrileña y su entorno próximo.
Nos interesó analizar la «cartografía» de los bombardeos en la zona de estudio. Por ello recabamos información de las calles donde las víctimas fueron impactadas por obuses.8 Partíamos de la hipótesis de que, posiblemente, en la zona del entorno del edificio de la Telefónica obtendríamos densidades de muertos o heridos más altas. Efectivamente, así fue, como podemos advertir en el plano que mostramos a continuación.

Figura 4: Plano de la zona objeto de estudio en el que se indican los lugares en los que impactaron obuses, así como la magnitud de las personas impactadas. Fuente: elaboración propia.

Figura 5, 6 y 7: Gráficos que aportan datos sobre el semblante humano de las víctimas. Fuente: elaboración propia.
Los datos recabados sobre las víctimas de los bombardeos los encontramos en diferentes documentos de los expedientes de los tribunales populares creados en Madrid durante la guerra. Los documentos que aportan información sobre los bombardeos en Madrid proceden de diversas instituciones y organismos: de los tribunales populares y de centros sanitarios como los hospitales y las casas de socorro que atendían a las víctimas.
Nos interesaba también conocer el semblante humano de las víctimas. Por ello recabamos datos acerca de su identidad: género, lugar de residencia, profesiones, edades, etc. Lo primero que advertimos es que el recuento de las víctimas arroja una cifra para la zona, aproximadamente un centenar, que nos pareció menor al esperado según la información recabada en otras fuentes. Además, la mayoría de las victimas sobrevivieron; solo un 16,3 % falleció. En cuanto al género, la mayoría eran hombres y militares, dada la cercanía de la calle al frente, siendo muchas víctimas población joven, como advertiremos en los gráficos mostrados a continuación. Del mismo modo, un porcentaje elevado de las víctimas eran amas de casa y sirvientas, abundantes en la zona de estudio.
La presencia de checas en la zona, dada la proliferación de estas, fue otro asunto que captó nuestra atención. Son varios los autores que han prestado atención al surgimiento de estos organismos en el contexto bélico, entre otros, Foxá, 1938; Souto y Vidal, 2003; Reig, 2006; y, fundamentalmente, la tesis doctoral de Cervera, 2002; 2006. La población «desafecta» era abundante en la zona, según hemos podido comprobar —el Distrito Centro y la calle y entorno objeto de estudio votaron mayoritariamente a la derecha en la elecciones de febrero de 1936—. Ya mencionamos la conexión de la Quinta Columna en la zona, indicador del asunto que nos ocupa.

Figura 8: Plano de la zona con la ubicación de las checas. Fuente: elaboración propia.
En el plano de la figura 8 se evidencia la proliferación de checas en la zona. El estudio lo hemos realizado a través de los datos obtenidos en Causa General-checas.9
Las identidades de los detenidos con relación al estudio de Cervera para establecer comparativas relacionadas con los encontrados en la Gran Vía y su entorno nos ha parecido un tema de interés. Por ello realizamos un estudio sobre la identidad de los detenidos que sintetizamos en esta comunicación a través de la muestra de gráficos que nos permitan realizar la analítica.

Figura 9, 10 y 11: Gráficos que nos muestran las identidades de los detenidos en la zona. Fuente: elaboración propia a través de los datos obtenidos en el Centro Documental de la Memoria Histórica. Causa General. Cajas 1530-1535.
Con relación al estudio realizado por Cervera, para el conjunto de la ciudad de Madrid podemos extraer las siguientes conclusiones: respecto a las profesiones de los detenidos, en gran medida coinciden. No obstante, destacamos el grupo de estudiantes, muy numeroso por la cantidad de pensiones existentes en la zona de estudio. Sin embargo, encontramos pocos sacerdotes, grupo elevado como detenidos en las checas de Madrid.
Concluimos expresando que consideramos que la Gran Vía y su entorno nos permite considerar la zona como un «microcosmos» de los acontecimientos que se dieron en la etapa que nos ocupa: la Guerra Civil española.
BIBLIOGRAFÍA
Abellá, R. (2005). La vida cotidiana durante la Guerra Civil. Barcelona: Planeta.
ARÓSTEGUI, J. y MARTÍNEZ, J. (1984). La Junta de Defensa de Madrid, noviembre de 1936 – abril de 1937. Madrid: Comunidad de Madrid.
Barea, A. (2011). La forja de un rebelde. Barcelona: Random House Mondadori.
Cervera, J. (2006). Madrid en guerra: la ciudad clandestina: 1936-1939: Madrid, Alianza.
Chaves, M. (2011). La Defensa de Madrid. Sevilla: Espuela de Plata.
Foxá, A. de (1938). Madrid de Corte a checa. San Sebastián: Librería Internacional.
Lopezarias, G. (1986). El Madrid del ¡No pasarán! Madrid: Avapiés.
Montoliú, P. (2000). Madrid en la Guerra Civil. Madrid: Sílex.
Reig, A. (2006). La cruzada de 1936: mito y memoria. Madrid: Alianza Editorial.
Souto, S. (2000). «Poder, acción colectiva y violencia en la provincia de Madrid», tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
1 En el estudio realizado, hemos consultado diversas fuentes de los siguientes archivos, entre otros, el Archivo de la Villa, en varias secciones, fundamentalmente en la de Estadística: padrón de habitantes de 1935 in situ y a través del portal: http://www.memoriademadrid.es/. El Centro Documental de la Memoria Histórica, a través del portal: http://pares.mcu.es/, y la consulta de fondos in situ: expedientes de la Causa General para la Provincia de Madrid —exp. 4 y 5—, así como la emanada de los «Tribunales Populares y Jurados de Urgencia» de Madrid. Del mismo modo, ha sido valiosísima la consulta de los fondos del Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares: fondos de Junta delegada de Defensa de Madrid ES.28005.AGA/1.2.1.1.3; archivo fotográfico de la Delegación de Propaganda y Prensa ES.28005.AGA/1.2.1.1.3.2 y el valiosísimo fondo fotográfico de Alfonso ES.28005.AGA/2.2.538.
2 En la tesis doctoral de la autora de esta comunicación, dirigida por Montserrat Pastor Blázquez y defendida en octubre de 2019 en la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid, «La Gran Vía, un espacio cambiante y un “microcosmos” de la Guerra Civil española», se han considerado los ámbitos referidos en el primer párrafo. En este escrito, nos referimos al ámbito político-militar.
3 Barea, A. (2010). La forja de un rebelde, Barcelona: Random House Mondadori.
4 Este asunto es abordado en la obra de Cervera, J. (2006). Madrid en guerra: la ciudad clandestina: 1936-1939. Madrid, Alianza.
5 Centro Documental de la Memoria Histórica. Causa General: Caja 1564, exp. 23.
6 Para realizar el análisis de las víctimas —muertos o heridos— de las bombas en la Gran Vía, hemos acudido, fundamentalmente, a consultar los datos que suministra el Centro Documental de la Memoria Histórica, en su apartado de la Causa General, pero los datos más precisos en torno al tema de las víctimas de los bombardeos sobre la zona los hemos encontrado en el apartado que recoge la información emanada de los Tribunales populares que funcionaron en Madrid durante la guerra.
7 Hay bastantes casos en los que no se precisa la fecha en la que la víctima sufrió los efectos del bombardeo, con lo cual, aunque la muestra en la Gran Vía y sus alrededores asciende a cien personas, de muchos desconocemos la fecha en la que sufrieron las consecuencias de los bombardeos.
8 Para elaborar el documento, partimos de la información de tribunales populares antes citada.
9 La documentación sobre las checas en la provincia de Madrid se halla en el Centro Documental de la Memoria Histórica, Causa General, en las cajas 1530, 1532,1533 y 1534.
«LA REVOLUCIÓN NO SE HACE CON AGUA DE ROSAS»1 LOS COMITÉS MADRILEÑOS Y LA PUESTA EN MARCHA DE LA «JUSTICIA DEL PUEBLO» (VERANO-OTOÑO DE 1936)
Fernando Jiménez Herrera
Universidad Complutense de Madrid
Para los franquistas, Madrid se convirtió en la ciudad de las checas por excelencia. En ninguna otra ciudad de la retaguardia republicana se produjo un uso tan extendido de este concepto para definir a toda una serie de espacios dedicados a la violencia. El término checa se utilizó por primera vez para referirse a un espacio madrileño, el Radio Norte.2 A partir de ese momento, y sobre todo tras la toma de Madrid en marzo de 1939, el aparato propagandístico franquista incrementó el uso de este concepto y lo aplicó sobre multitud de espacios diversos y heterogéneos en la capital.3 De esta forma, los comités quedaron inexorablemente unidos entre sí, independientemente de sus múltiples diferencias. Todos estos centros quedaron atrapados bajo la pesada losa del término checa y del significado del que le habían dotado los vencedores. El franquismo, a través del uso deliberado de este concepto, ligó a los comités con la violencia «incontrolada» y «masiva».4 Además, el uso del término de procedencia soviética ligaba, según los franquistas, a los comités con la policía política rusa, con sus técnicas y con su ideología, justificando de esta forma su golpe de Estado. Como se podrá leer a lo largo de este capítulo, los comités tuvieron unas raíces heterogéneas, lo que les hizo únicos. Cada comité tuvo sus peculiaridades ligadas a la ideología, las experiencias previas de sus miembros y el espacio donde se formaron. Aunque no cabe duda de que recurrieron a procedimientos similares a la hora de llevar a cabo sus funciones o el objetivo de las mismas, la revolución, cada comité fue único. Cada uno de ellos jugó un papel diferente en los procesos revolucionarios abiertos tras el golpe de Estado.
La violencia fue una más de las diferentes labores que llevaron a cabo estos centros. Fue una parte del complejo proceso revolucionario puesto en marcha por los miembros de los comités en el verano-otoño de 1936. La violencia ejercida por los miembros de estos espacios estuvo ligada a su contexto, es decir, derrotar una sublevación y extender el proceso revolucionario abierto por el golpe de Estado. Nadie niega su uso por parte de los miembros de los comités y sus milicias y brigadas, pero no todo militante de una organización o un centro obrero se vio involucrado en actos violentos. El franquismo logró impregnar a todo espacio aledaño al comité la lúgubre sombra de la checa, según ellos la definieron. En la Causa General encontramos los mejores ejemplos. En ella se elude el uso del concepto comité y se denominan checas.5 Como se podrá leer a continuación, los comités compartieron sede con espacios obreros de diversa índole, o espacios aledaños, con los que establecieron una estrecha relación (sobre todo, ateneos, círculos socialistas, casas del pueblo, agrupaciones y radios). Sin embargo, no todos los miembros de un espacio obrero pertenecieron al comité ni a sus milicias. Algunos incluso carecieron de cualquier tipo de armamento. La mayoría siguieron manteniendo su militancia a través del carnet de alguno de estos centros obreros, involucrándose en su desarrollo y sus funciones, muy alejadas de la violencia, como la labor social o la cultural. El ejercicio de la violencia quedó en manos de los comités y sus milicias de forma, en general, exclusiva. Además, cabría preguntarse el por qué solo se llamó checas a los comités madrileños y de los municipios cercanos, cuando los comités fueron un fenómeno generalizado de toda la retaguardia republicana.
El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 produjo una ruptura en el orden constitucional republicano. La sublevación transformó sustancialmente la convivencia y sancionó el uso de la violencia como forma de solucionar cualquier tipo de conflicto social.6 La intención de los insurrectos fue la de paralizar la acción de sus enemigos a través del terror. En este nuevo panorama, el Gobierno se vio superado por la situación. Desconfiaron en gran medida de sus fuerzas coercitivas y esa actitud dubitativa ante el golpe fue aprovechada por diversos comités creados ad hoc para arrebatarle el monopolio de sus funciones. Un proceso similar se vivió en Barcelona. José Luis Martín Ramos lo define así: «Los obreros que acabaron controlando las armas de los cuarteles y con ellas las calles de la ciudad […] un nuevo escenario social y político, imprevisto, de retroceso de la capacidad de control de las instituciones de Gobierno y de fragmentación del ejercicio del poder, reclamado por centenares de comités territoriales y sectoriales constituidos durante y después de la lucha».7 La máxima de estos espacios fue la autodefensa y organización frente a unas autoridades indecisas y un enemigo que ganaba terreno. Tras la dimisión de Casares Quiroga por no saber anticiparse al golpe y la dimisión de Martínez Barrios ante su fracaso en el intento de una salida negociada que pusiese fin a la sublevación, tomó posesión como presidente de Gobierno José Giral. Giral ordenó el reparto de armas al pueblo para defender la República, una acción que ya se había materializado en algunos centros obreros madrileños.8
En esas primeras jornadas que fueron cruciales para la sublevación, nacieron los comités. Multitud de espacios aparecieron en las zonas donde el golpe no había tenido éxito. Los comités constituyeron la base de la organización social de grupos ligados a organizaciones políticas y sindicales de izquierda, principalmente obreras. Su función inicial fue la de impedir la extensión de la sublevación, es decir, generar una respuesta al golpe de forma rápida y contundente que frenase su avance. En estas primeras jornadas, donde la mayor parte de la población consideró que el conflicto estaría resuelto en cuestión de semanas o, a lo sumo, meses, los comités se erigieron como garantes de la defensa de los intereses de los trabajadores y como punta de lanza de la revolución. Por lo tanto, el objetivo de estos centros fue detener a los sublevados a la par que iban asentando su poder como representantes de la voluntad popular de cara a favorecer un posible proceso revolucionario. No obstante, el significado de la palabra revolución tuvo varias connotaciones, dependiendo de la formación que la impulsara. La militancia libertaria tuvo una imagen de la revolución, y de cómo llevarla a cabo, diferente a la de los militantes comunistas y estos diferente de la de los socialistas.9
Por lo tanto, la revolución fue un fenómeno complejo y heterogéneo de diversa intensidad, dependiendo de la zona, y más teórica que práctica, lo que produjo que la improvisación fuera importante. Aunque se hable de revolución(es), en el caso de la España leal a la República de 1936 no es un término del todo correcto. Sí podemos referirnos al fenómeno como procesos revolucionarios, porque el Estado nunca desapareció. No se produjo una revolución al modelo de la francesa o la rusa que eliminase o modificase todo el aparato político, judicial, económico o social. Aunque los revolucionarios tuvieron la intención de crear un nuevo sistema, no pudieron llevarlo a cabo, por lo tanto, aunque hablemos de revolución, en el Madrid de 1936 se dieron procesos revolucionarios que no culminaron en una gran revolución que cambiase el sistema. No hubo un plan establecido de antemano, ni una hoja de ruta de cómo materializar la revolución, de cómo llevarla a cabo. Fue una revolución que nació en un contexto de máxima indeterminación y con cambios muy rápidos en cortos periodos de tiempo como fue el inicio de una guerra, en este caso, civil.10







