Una última cuestión se plantea: la paternidad de varios escritos de
Nicolás Roland, atribuida por algunos a Juan Bautista. Los Avisos dados por el finado señor Roland, teologal de Reims, para la guía de personas regulares, aprobados por
Blanzy y Hardy, pueden datar de 1686 y los publicó el canónigo Leflon. El autor se complace en:
asegurar haberlos aprendido de él mismo, cuando tuve la dicha de practicarlos durante su vida, cuando su corazón y el mío se desahogaban sobre todo lo que Dios nos inspiraba en relación con su casa y la conducta que él deseaba hacerles guardar.
Sin embargo, es más seguro que se trate de
Guillermo Rogier, condiscípulo y amigo íntimo de Roland, perfectamente en su posición de exsuperior de la comunidad del Niño Jesús (el renunció a su cargo a más tardar en enero de 1684), quien redactara los avisos de su fundador, tanto más que él dio la última mano a las constituciones de la congregación en 1683. Aroz (1972a) demostró también que no se podían atribuir a Juan Bautista otros tres textos: Las memorias sobre la vida del señor Roland, Máximas dadas de viva voz por el finado señor Roland, teologal de Reims, a la comunidad del santo Niño Jesús para la guía de personas regulares, y Avisos que él dio de viva voz (CL 38, p. 105).
La misión de
Adrián Nyel en Reims
El
hermano Bernardo, quien afirma extraer su información de la Memoria de los orígenes, y Blain, quien lo sigue con fidelidad, dieron un relato muy vivo del primer encuentro entre Juan Bautista y Adrián Nyel. A finales de febrero o a comienzos de marzo de 1679 seguramente51, cuando llega a la Puerta del Niño Jesús, calle del Barbâtre, Juan Bautista cruza allí a un hombre dos veces más viejo que él acompañado de un joven adolescente. Francisca
Duval acoge al desconocido en el locutorio, mientras que Juan Bautista entra en la casa. Algunos instantes más tarde, lo llaman al locutorio. El desconocido se presenta: Adrián Nyel, enviado de Ruan por la
señora Maillefer con la misión de instituir en Reims algunas escuelas para los niños pobres. Juan Bautista, quien acaba de terminar las negociaciones delicadas para el reconocimiento de las Hijas del Niño Jesús, le advierte sobre las dificultades del proyecto y le propone hospedarlo durante ocho días. A él le gusta acoger en la gran casa familiar a los eclesiásticos de paso. Nyel y su compañero de viaje son laicos, pero su obra es piadosa.

Adrián Nyel nace en 1621, quizás en Laón, donde uno de sus tíos es canónigo de la catedral (Poutet, 1970, t. I, p. 49, n.º 47; Poutet y Vermeulen, 1988, CL 48, pp. 20-32). En septiembre de 1657 la Oficina de los Pobres Válidos de Ruan le atribuye una pensión anual de cien libras para instruir a los «niños de la oficina» en lectura, escritura y catecismo, por una parte, y asumir la responsabilidad de la «economía general» del establecimiento, por otra. El contrato hace de Adrián, de alguna manera, el director de las escuelas del Hospital General, establecidas en 1654 para la instrucción de los «pobres, niños y niñas, a partir de la edad de ocho años […] en la piedad y la religión católica, en la lectura y la escritura, e incluso empleados en las obras y oficios en los cuales ellos serían instruidos» (citado en Poutet, 1970, t. I, p. 494). Mientras en Reims los poderes públicos manifiestan reticencia, los de Ruan apoyan el desarrollo de las escuelas gratuitas. Con el respaldo de la Oficina de Finanzas de la Circunscripción de Ruan, la Oficina de los Pobres Válidos está en capacidad de abrir varias escuelas para los niños pobres entre los años 1650 y 1660. A su alrededor, Nyel reagrupa maestros que terminan por formar una pequeña comunidad: un acta de 1666 los califica de «hermanos», comenzando por Nyel, a quien hasta ese momento llamaban señor o maestro. Al final de la década cada uno de los cuatro barrios de Ruan posee una escuela gratuita para los niños.
La misión de Adrián Nyel en Reims casi no se explicaría sin los contactos establecidos en Ruan por
Nicolás Roland con ocasión de su viaje a comienzos del año 1670, no solo con
Nicolás Barré o con el párroco de San Amand,
Antonio de La Haye, estrechamente asociado a las empresas del mínimo, sino también con los devotos y devotas comprometidos en el gran proyecto de evangelización del pueblo. La función de Nyel ante a la Oficina de los Pobres Válidos lo instala en el corazón de los proyectos populares que eclosionan en los medios devotos de la capital normanda entre los años 1640 y 1670. Es así como él entra en relación con la
señora Maillefer, nacida
Dubois, quien es una benefactora diligente de esas iniciativas: ella funda con él, en particular, la Escuela de Niñas de Darnétal en octubre de 1670. Su nombre sugiere un parentesco entre ella y Juan Bautista, tanto que el encuentro en las Hijas del Niño Jesús no habría sido tan fortuito como la tradición lo quiere. En efecto, a Juana
Dubois la bautizan el 27 de octubre de 1622 en la iglesia de San Pedro el Viejo en Reims. Su padre es
Gerardo Dubois, su madre es
Adriana Dorigny, su padrino es Juan
Augier —procurador en el Tribunal de Reims—, su madrina es
Ana Colbert: se vuelve a encontrar a la élite remense. En 1648 ella se casa con
Ponce Maillefer, comerciante de telas en Ruan, primer cónsul (1650) y prior (1657) en el tribunal de comercio, y también administrador del hospital en el periodo 1661-1663. Muere en marzo de 1681.
Juan Maillefer, suegro de
María de La Salle, anota en su diario el deceso de su primo Ponce. Su viuda muere una docena de años más tarde, en 1693. El parentesco no es muy lejano y es muy seguro que Juan Bautista ya había oído hablar de los Maillefer de Ruan. O viceversa: quizás la
señora Maillefer oyó hablar de Juan Bautista en el momento del matrimonio de María de La Salle o por
Nicolás Roland, cuando él fue a Ruan. Pero esta segunda hipótesis es poco probable: el fundador de las Hijas del Niño Jesús de Reims no sabía aún que él haría de su dirigido su ejecutor testamentario y no podía adivinar la conversión futura de Juan Bautista hacia la educación popular. No cabe pensar que
Adrián Nyel está encargado de llevar una carta para Juan Bautista cuando llega a Reims en 1679(52).
La cuestión está en comprender los motivos de la señora Maillefer. Su gesto no tiene nada de sorprendente. En primer lugar, porque ella ha mantenido el lazo con la familia de la Champaña: es en casa de su hermano
Cristóbal Dubois donde ella piensa primero hospedar a Nyel, y Cristóbal Dubois es el tío por alianza de
Carlota Roland, la tía de Nicolás; luego, porque es muy normal que una rica devota, dama de obras en su ciudad de adopción, quiera también hacer aprovechar de sus buenas obras a su ciudad de origen: esa opción responde a la vez a una preocupación caritativa y piadosa, y a una social, el deber de las élites con respecto a la ciudad. En diciembre de 1670
Nicolás Barré envió a Reims a Francisca
Duval y a Ana Le Coeur.
Adrián Nyel y la
señora Maillefer las conocen, es natural que se dirijan a ellas. Según Blain, que ha podido informarse sobre el lugar junto a los testigos sobrevivientes, incluso desde 1673 ella habría acordado con Roland establecer las escuelas para los niños en Reims. Las dificultades que este último encontró para hacer aceptar su propio proyecto por las autoridades remenses lo invitaron quizás a tomarse algo de tiempo. La concesión de las cartas patentes en 1679 abre, por el contrario, la esperanza de proseguir, pero Roland muere. El envío de Nyel junto a Francisca Duval muestra que Ruan está bien informada del desarrollo de la situación en Reims (se puede suponer que Francisca Duval tiene algo de parte en esto) y que la señora Maillefer no sabe aún sobre quien apoyarse en su ciudad natal.
Los primeros biógrafos son unánimes: Juan Bautista habría insistido para que Adrián Nyel, en lugar de ir a pedir hospitalidad donde el hermano de la señora Maillefer con la carta de recomendación con la cual ella lo había provisto, se alojara en su casa, en la calle Santa Margarita. Eso para guardar el secreto necesario al proyecto.
Alojándose en esta casa, era imposible que no se supiera en poco tiempo en la ciudad el tema de su venida; y que, como los señores de la ciudad habían puesto muchos obstáculos al establecimiento de las hijas, y que ellas no se hubieran podido establecer sin la autoridad de monseñor el arzobispo, a partir del momento en que ellos vieran una vez más comenzar las escuelas de niños por gente desconocida, ellos se informarían de todas sus intenciones y bien podrían devolverlos, por temor a que no se hagan, a pesar de ellos, nuevos establecimientos. (Bernardo, 1965, CL 4, pp. 24-25)
Es, pues, un hombre del establishment remense —Juan Bautista se puede calificar de esta manera— quien recomienda actuar al abrigo de las miradas, de tal manera que las autoridades se pongan ante el hecho cumplido. Rodear de secreto una buena obra naciente es la manera de actuar de la Compañía del Santo Sacramento, que reclutaba entre los notables y las personas de poder. Aunque su historia se desconoce, la sucursal —seguramente fundada en Reims a comienzos de los años 1640— sin duda no existe a finales de los años 1670 y la cuestión de la pertenencia de Juan Bautista ya no se plantea; sin embargo, solo se puede ser sensible a la similitud de las estrategias. Pero ¿por qué la discreción obligaría a Nyel a renunciar a la hospitalidad de
Cristóbal

Dubois? Según los primeros biógrafos, Juan Bautista habría alegado su apariencia, la del tipo devoto: «él usaba un rabat, cabellos cortos y un hábito negro». Él no pasaría desapercibido en una ciudad de talla pequeña, a fortiori en un barrio donde residen los notables y se cruzan a diario. Él no se confundirá entre los burgueses: su presencia donde Cristóbal Dubois le parecerá insólita al vecindario. Curiosamente, Juan Bautista habría afirmado que estaría más cómodo confundido con uno de los «eclesiásticos o curas del campo» que iban a menudo donde él. Eso deja pensar que el uso de la sotana está aún lejos de ser generalizado en los campos remenses en esa época. Es también una información interesante sobre la sociabilidad de Juan Bautista en el momento: la casa familiar ve pasar suficientes eclesiásticos extraños a la ciudad para que Nyel no atraiga la atención con sus idas y venidas. Bernardo reporta también que Nyel preveía ir a Nuestra Señora de Liesse. Él pasaría mucho más desapercibido, puesto que Juan Bautista alojaba a eclesiásticos en peregrinaje hacia uno de los principales santuarios marianos del reino.
El impulso que lo condujo a ofrecer hospitalidad a Nyel es el de un notable caritativo y protector de buenas obras. Es también algo más. Juan Bautista ofrece su apoyo a la misión de Nyel, se compromete a ayudarlo y se implica. De modo espontáneo, él se sitúa en un lugar comparable al que

Nicolás Roland le confió antes con respecto a su instituto naciente. Como canónigo piadoso y miembro de la élite remense, y también como dirigido por Roland, él comprende que la obra de las escuelas, la cual moviliza a los devotos en varias ciudades del reino, constituye un nuevo terreno de combate para «construir el cielo sobre la tierra» (Gutton, 2004). Como él mismo lo escribió, es solo «una atención de pura caridad» (Blain, 1733, t. I, p. 169): no se ve aún como actor directo de la educación y la evangelización popular. No es ineluctable que él devenga eso algún día. Salvo en una lectura providencialista, no se puede afirmar que, acogiendo a Nyel, Juan Bautista puso el dedo en el engranaje que lo conduce a la fundación de un nuevo instituto enseñante. Él hubiera podido perfectamente contentarse con hacerlo aprovechar de su posición social y de su generosidad pecuniaria.
Convencido por su huésped, tanto por su notabilidad en la ciudad como por su piedad manifiesta y su seriedad, Nyel se apega a él y acepta su protección. Con él discute sobre la buena estrategia para introducir la red de las escuelas de los niños, conversaciones de las cuales no nos llegó ningún testimonio. Juan Bautista decide consultar a don Claudio
Bretagne, prior de la abadía de San Remí. La costumbre lo guía hasta allí de modo espontáneo: a este benedictino Roland conducía a sus dirigidos cuando estaba ausente. En esta fecha, el monje maurista seguramente ha acabado de redactar la Vida del señor Bachelier de Gentes, que se publicará el año siguiente, en 1680: ella narra la vida edificante de
Pedro Bachelier, miembro de una de las principales familias de la ciudad, a la cual los La Salle están aliados de forma indirecta por vía de los
Frémyn. Es muy seguro que Juan Bautista no solo haya escuchado hablar de él en su juventud, sino que también lo haya encontrado: Pedro Bachelier murió en 1672, el mismo año que
Luis de La Salle. Y uno de los profesores de Juan Bautista,

Daniel Egan, asistió al moribundo y le dio su aprobación al libro. Blain cuenta que Juan Bautista «no se contenta sin embargo con el aviso» de Claudio Bretagne, sino que él «quería tener los consejos de los eclesiásticos más piadosos de la ciudad y los más capaces de prever los inconvenientes que había que evitar […] él los reunió con el padre Bretagne y tuvo con ellos dos reuniones» (Blain, 1733, t. I, p. 163). Ninguna otra fuente confirma la realización de varias reuniones. Bernardo no es muy claro. Primero, afirma que Juan Bautista consultó a «varias personas piadosas» (se puede tratar de laicos), como a don Bretagne. Unas líneas más adelante, él evoca una sola «asamblea», que reunió a don Bretagne y a algunos «piadosos eclesiásticos», sin precisar si Nyel participó en esa reunión, en el curso de la cual las decisiones se habrían tomado (Bernardo, 1965, CL 4, pp. 26-27). Esta asamblea solo posee un estatuto privado y no tiene nada de comparable con aquella de agosto de 1678 que se había hecho en presencia del lugarteniente de los habitantes para el reconocimiento de las Hijas del Niño Jesús; pero se puede suponer que igualmente se consultaron los miembros de la red que protege a estos últimos, en particular los hermanos Rogier y Francisca

Duval. Leyendo a Maillefer entre líneas, es un eufemismo escribir que el benedictino aportó solo un concurso limitado al proyecto de Nyel:
él hizo notar todos los inconvenientes; ya se les había previsto, pero se le consultaba únicamente para encontrar los medios de solucionarlos. Él no quería decidir nada por sí mismo, solo opinó que no se precipitara nada y que se consultara a otras personas más avezadas que él en estos asuntos. (Maillefer, 1966, ms. 1740, CL 6, p. 35)
En cuanto a la estrategia decidida por esta asamblea, Juan Bautista sería el autor:
poner a los maestros que deben comenzar bajo la protección de un párroco dispuesto a encargarse de ellos, y decir que es él quien los emplea en la instrucción de sus parroquianos, y no hay persona que pueda poner obstáculo a eso. (Bernardo, 1965, CL 4, pp. 26-27)
El contexto remense casi no deja opción. La fundación de Roland no se habría terminado sin la intervención del arzobispo. Se comprende que este modelo no haya parecido el más oportuno para las escuelas de los niños, tanto más que Nyel había ido solo en misión temporal y que había que poner en marcha esas escuelas en un plazo relativamente corto. Ahora bien, ¿qué experiencia traía él consigo? En la Oficina de los Pobres de Ruan él estaba a cargo de las escuelas pertenecientes al Hospital General. El modelo parecía difícilmente transportable a Reims, donde había sido necesario vencer las reticencias de la ciudad para sustraer las escuelas de las niñas del control directo del hospital y ponerlas bajo la guía de la nueva congregación. De Ruan, sin embargo, Nyel aporta también otra experiencia, la de

Nicolás Barré. Llegado a la capital normanda en 1659, el religioso mínimo se había asociado a Antonio La Haye, párroco de San Amand, quien tenía una escuela gratuita para algunos niños (Flourez, 1998, p. 87). Igualmente, en el marco parroquial comenzaron a actuar las maestras. Tiene la ventaja de ofrecer una cierta autonomía, bajo la autoridad del párroco, al quien incumbe procurar la instrucción cristiana a los niños. El maestro de escuela, si lo recluta la comunidad de los habitantes, se pone bajo su control. El mismo
Guillermo Rogier confió la escuela de los niños de su parroquia a un sacerdote, el abad Bartolomé, párroco de Mouzon, discípulo de
Nicolás Roland. Es bastante lógico que Nyel y Juan Bautista hayan pensado en esta solución para establecer en Reims escuelas gratuitas para los niños sin recurrir a un procedimiento que corría el riesgo de chocarse con las fuertes reticencias del consejo de la ciudad.
Las primeras escuelas parroquiales
Queda por encontrar al párroco que acepte acoger bajo su jurisdicción la primera escuela que se establecerá. La misma asamblea53, que optó por la solución parroquial, delibera luego sobre la opción de la parroquia. El prior de San Remí insiste para que se escoja el párroco de San Timoteo, Nicolás
Boutton, quien es también el sobrino del oficial; pero Juan Bautista objeta que este parentesco lo hace muy dependiente del arzobispo e incapaz de resistir a un eventual rechazo viniendo de ese lado. Bernardo solo reporta los consejos emitidos por Juan Bautista, de modo que él parece haber tenido el rol principal en esta asamblea y haber conseguido la decisión. No obstante, hay allí, quizás, un puro efecto de fuente: las memorias solicitadas por Bernardo para la biografía solo tenían el objetivo de recolectar el máximo de información sobre el fundador de los hermanos y sacarlo a la luz. No existe ningún proceso verbal ni reporte de esta reunión. Otros tres párrocos se consideraron: el primero,
Henri Gonel, párroco de San Symphorien54, a quien se juzga por «no ser querido por los superiores»55, el segundo, «no tiene bastante celo» (Bernardo, 1965, CL 4, p. 27)56; la elección, entonces, recae sobre el tercero,
Nicolás Dorigny, párroco de San Mauricio, «quien, además, tenía bastante piedad, celo y firmeza para mantener lo que él hubiera emprendido» (Bernardo, 1965, CL 4, p. 27). Esas no son sus únicas cualidades: entre sus parientes se encuentran nombres tales como Maillefer, Cocquebert y Rogier.
Bernardo y sus sucesores subrayan la feliz coincidencia entre la decisión de la asamblea y los deseos de Nicolás Dorigny: solicitado, este último acepta con entusiasmo, porque la proposición le viene como anillo al dedo para realizar su proyecto de una escuela gratuita de niños dirigida a los pobres y de reclutar a un eclesiástico para hacer la clase. ¿Ese proyecto era tan secreto que ciertos participantes de la asamblea no estaban informados antes y que la elección de este no se orientó por ello? Por lo menos se puede plantear la pregunta. La propuesta aceptada por el párroco de San Mauricio no corresponde con exactitud a su intención primera. ¿La aprobó de buena gana? ¿No lo forzaron un poco? En efecto, su idea consistía en confiar su escuela de niños a un eclesiástico que quisiera «comprometerse a permanecer con él». Ahora bien, se le demanda confiar esta escuela a

Adrián Nyel y al garzón que lo acompaña desde Ruan, de catorce años; dicho de otro modo, a dos laicos. Se agrega a esto un argumento de peso: la renta de cien escudos, o sea, trescientas libras reales, prometida por la
señora Maillefer para subvenir a las necesidades de los dos maestros. Dorigny instala en su casa a los dos enviados. ¿Tiene el conocimiento de los pormenores de su misión?