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Un poco más lejos, él menciona con mayor precisión «la nueva vida de María Alacoque escrita por monseñor, el arzobispo de Sens» (Blain, 1733, t. II, p. 2).
16 El deseo de no ver en la Iglesia sino dos géneros de personas consagradas a Dios, clérigos destinados a la instrucción y a la guía de los fieles, y monjes separados del mundo, es un deseo del que se ha hecho al Abad de Saint-Cyran el primer autor. (Blain, 1733, t. I, p. 88)
17 La mayoría de los hechos que él reporta en esta obra están sofocados, por así decir, en un montón confuso de reflexiones mal distribuidas. El estilo es descuidado […]. Su libro ha sido despreciado por las personas con gusto […]. En fin, se puede decir, en general, que su libro es un montaje confuso de espiritualidad mal aplicada que hace la lectura sosa y aburridora. (Bernardo, 1965, p. 17)
18 No seguimos al autor que ve en Blain un partidario de la discreción de principio de la hagiografía con respecto a los milagros (p. 200). Nos parece que el pasaje que él invoca para apoyar su tesis denota solo la prudencia de Blain, a fin de no dañar un eventual proceso de canonización.
19 J. B. Larronde, en la comunidad llamado hermano Lucard (1821-1895), entre otros, director de la Escuela Normal de Ruan.
20 Abogado y periodista, A. Ravelet (1835-1875) toma partido a favor del conde de Chambord y del restablecimiento de la monarquía en un opúsculo publicado en 1871: Le futur gouvernement de la France. Su biografía de Juan Bautista es su último libro. En 1869 había publicado en París un Traité des congrégations religieuses. Commentaire des lois et de la jurisprudence…
21 Esta bibliografía intenta ser exhaustiva, pero tiene errores, sobre todo en las direcciones editoriales. Según Scaglione, diecinueve biografías nuevas, de amplitud variable, tres en alemán y dos en inglés, se publicaron desde el comienzo del siglo hasta 1887, sin contar las reediciones ni las traducciones, en especial en italiano y en flamenco. Además de los libros de Ravelet y Lucard, hay que mencionar durante este periodo, por su densidad, los de Salvan, aparecido en 1852, y el de Ayma en su edición de 1858.
22 Véase Guibert (1900, 1901). Guibert era superior general del seminario del Instituto Católico de París desde 1897.
23 La mayoría de sus artículos están reunidos en los CL 43, 44 y 48 (Poutet, 1988, 1999a, 1999b).
I
El sello de una vocación
Si el itinerario de Juan Bautista de La Salle está marcado incluso por la conversión/ruptura de finales de los años 1670, él lleva aún en esta etapa decisiva el sello del medio en el cual nació y creció. Ese ambiente es el de la élite burguesa, en la frontera con la nobleza, que dirige la ciudad de Reims en el tercer cuarto del siglo XVII, entre los movimientos insurreccionales (la Fronda) y la llegada del absolutismo de

Reims, tal como allí creció Juan Bautista de La Salle
Los poderes en la ciudad
La ciudad de lo sagrado se rige por tres poderes que interactúan tanto que se hacen competencia: la municipalidad, el tribunal y la arquidiócesis. Un fallo del Consejo del Rey del 18 de enero de 1636 reúne en un solo cuerpo a los doce magistrados municipales, establecidos en 1182 por medio de la carta del arzobispo Guillaume aux Blanches-Mains, y al consejo de la ciudad, instituido en 1358. Este último, varias veces reglamentado con la intervención del poder real, en particular por Francisco I en 1525, tenía veinticinco magistrados bajo la autoridad del lugarteniente de los habitantes. Hasta ese momento era designado por los 118 diputados de las catorce parroquias de la ciudad, pero dos de ellas, San Hilario y San Pedro el Viejo, disponían del 40 % de los diputados: allí se ubicaban las familias más pudientes, en concreto, la de Juan Bautista. El nuevo reglamento de 1636 restringe aún más el cuerpo electoral. En adelante, el martes anterior al Miércoles de Ceniza, los notables, repartidos en doce compañías, designan en cada una a veinte electores y luego a diez, sacados a la suerte entre los veinte. Al día siguiente, Miércoles de Ceniza, esos 120 electores, reunidos en la alcaldía, designan a los dieciocho miembros del consejo, de los cuales seis guardan el título de magistrados municipales. Hay, pues, que pertenecer a la crema de la notoriedad urbana para acceder a los asuntos de la municipalidad. En ese medio muy restringido nace Juan Bautista. Entre 1577 y 1721, siete familias aseguraron la dirección en veinticuatro veces sucesivas: dos veces le correspondió a la familia La Salle y siete a sus parientes y aliados Lespagnol y Cocquebert. En 1645 casi la mitad de los miembros del consejo tenían parentesco con los La Salle.
La composición del consejo de la ciudad le corresponde en parte al Tribunal Civil. En 1655 esta jurisdicción reúne a 153 oficiales. El padre de Juan Bautista tiene sede allí como consejero y dos de sus parientes asumen cargos de primer orden:


La arquidiócesis de Reims ejerce en la ciudad un poder importante y una influencia más grande aún, de la cual


Casi al final del siglo XVII, el rey crea un oficio de lugarteniente general de policía en cada ciudad, que tenía una jurisdicción real. En Reims, sede de un tribunal, este edicto amenaza la jurisprudencia de todos los responsables de la justicia penal comenzando por los de la arquidiócesis. Le Tellier ofrece comprar el oficio por medio de 30.000 libras. La transacción se consigna por escrito en un acta, mediante un fallo del 1.º de diciembre de 1699. Entonces, el cargo de lugarteniente general de policía se rescata en provecho del alguacil de la arquidiócesis, el señor

Como lo subraya Y. Poutet (1970), es la autoridad del obispo como señor la que se consolida: «la ciudad lo entendió: cada vez que lo quiera, Carlos Mauricio Le Tellier, hermano de Louvois, será el amo» (t. I, p. 137). Nada se puede hacer en la ciudad de Reims sin el consentimiento del arzobispo.
Una economía afectada por la coyuntura
Los notables de la ciudad también son los comerciantes burgueses que viven a la vez de la viña y de la manufactura. La mayoría de los consejeros de la ciudad poseen viñas y la vendimia moviliza una parte de los jornaleros que habitan dentro de las murallas. En cuanto a la manufactura, controlada por el cuerpo de mercaderes y de vendedores de paños, esta le dio reputación a la ciudad más que cualquier otra actividad. La lana que provenía del reino, en particular de Berry o importada de España, de Inglaterra, del Levante o de Flandes, se transforma principalmente en estameña y en sarga. Hacia 1685 ese trabajo ocupa, según R. Benoît, de 7000 a 8000 obreros que dependen mucho de 2000 patrones fabricantes. Así, un buen tercio de la población de la ciudad vive de la manufactura y depende de las vicisitudes de su coyuntura. Vinos y tejidos en gran parte se comercializan con ocasión de las ferias anuales, la más importante en Pascua, en la calle de la Couture, cerca de la casa de los La Salle, y las otras dos en mitad de julio (la llamada Feria de la Magdalena) y a comienzos de octubre (la Feria de San Remí).
En Ruan, por donde llega una buena parte de la lana que se trabaja en Reims, las relaciones comerciales tienen que ver también con muchas otras mercancías: pescados, plomo, azufre, madera de construcción, tabaco, pimienta, aceites y jabones. No es completamente un azar que Juan Bautista, el remense, termine sus días en Ruan, después de haber instalado allí la casa madre de su instituto; el impulso que lo condujo a fundarlo llegó también, en gran parte, de la capital normanda por el envío de

Pero a partir de 1635 y de la guerra con España, la industria textil y en general la actividad económica en su conjunto, que habían conocido una mejora desde el fin del reino de Henri IV, se sumergen de nuevo en la crisis. La producción de estameña, realizada principalmente en talleres rurales, sufre con el paso de las tropas y con la huida de la población hacia la ciudad. A finales del siglo XVII no volvió a encontrar su nivel anterior a la Fronda. En la segunda mitad del siglo las estameñas se suplantaron con otros productos, sobre todo las sargas, fabricadas en la ciudad; así, la manufactura aprovechó el crecimiento urbano.
Una población fragilizada
Juan Bautista nace en 1651 en una ciudad en pleno crecimiento demográfico: aunque regularmente infectada por las epidemias recurrentes desde finales del siglo XVI y, sobre todo, como en el reino en general, a partir de la década de 1620, y a pesar de la peste de 1635 y del periodo 1668-1669, Reims pasa de unos 18.000 habitantes en 1615 a 32.000 a finales de los años 1670.
Pero en 1651 la ciudad está en el corazón de uno de los escenarios principales de enfrentamiento de la Fronda. La guerra civil causa estragos y la Champaña es una de las principales regiones donde se enfrentan los ejércitos reales y los de Condé. Amenazada por las tropas del archiduque Leopoldo, a comienzos de agosto de 1650 Reims les abre sus puertas a los regimientos reales dirigidos por el mariscal Plessis-Praslin. Estos permanecen ahí durante seis semanas hasta mitad de septiembre:
es un milagro ver como este ejército vive, se puede decir, como ángeles en la ciudad y como diablos en el campo, al cual esculcan, pillan, ciegan los granos, los desgranan y vienen a venderlo en la ciudad, lo que les permite subsistir, ya que el ejército no es pagado y proveen a la ciudad de granos. (Benoît, 1999, p. 154)
En diciembre los combates en el Valle de la Suippe y en la región de Rethel hacen retroceder sobre Reims a los sobrevivientes y a los heridos del Ejército Real. En mayo de 1651 veintidós compañías se acuartelan en la ciudad y otras diecinueve hacen lo mismo en diciembre. El mes siguiente

Una buena parte de ellos se queda después de la salida de las tropas; son muy numerosos como para que la mayoría encuentre un hospedaje diferente a las calles de la ciudad. ¿Cuántos son? Ninguna fuente permite decirlo, tanto más que faltan los archivos parroquiales de este periodo en los cuales se registraron los decesos. Lo importante reside más bien en el hecho de que esos centenares —incluso miles— de estómagos hambrientos se agregan a una población que ya vive en la hambruna. Sobrepoblada, mal e insuficientemente alimentada, la ciudad es la presa favorita de la epidemia.
El consejo de la ciudad multiplica las órdenes para quitar las inmundicias que se amontonan en las calles, pero los equipos contratados son insuficientes frente a la amplitud de la tarea. Asimismo, el consejo debe aprovisionar a la ciudad; no obstante, se esconde el grano. Mientras los precios suben, la revuelta amenaza cada día —a comienzos de marzo de 1649 la rebelión popular contra el gobernador La Vieuville fue reprimida por las doce compañías de la milicia burguesa— y hace comprar grano en Normandía y en Bretaña. La fiebre tifoidea, según parece, se declara a finales del año 1650 y la muerte arrasa con facilidad en los rangos de una población debilitada sin que se pueda evaluar con precisión la mortalidad. Tampoco se sabe si las parroquias de San Hilario y de San Pedro el Viejo, donde vive una buena parte de los notables, se salvaron, como les había pasado en la peste de 1635, en especial la calle donde se establece la familia de Juan Bautista24.
Después del año 1652, el más difícil de todos, comienza una lenta recuperación que dura una década. Los atropellos de las tropas no cesan antes de la victoria conseguida el 4 de septiembre de 1657 en Sillery por Francisco de Joyeuse sobre los españoles del marqués de Montal, que saqueaban al país. Frente a la persistencia de la miseria, el consejo de la ciudad toma el ejemplo de París y ese mismo año decide encerrar a los pobres mendigos: «prohibido mendigar a quienes no quieren encerrarse, bajo pena de ser expulsados y de castigo corporal, si es necesario» (Desportes, 1983, p. 181). La población remense se caracteriza por esta fuerte proporción de obreros estrechamente ligados al campo, refugiados en la ciudad durante los años difíciles y residentes allí porque la manufactura les dio trabajo. Pero esta actividad depende de un aprovisionamiento que la coyuntura política puede perturbar provocando el desempleo y la miseria. Así, la pobreza es un problema permanente y lancinante en Reims durante la juventud de Juan Bautista.
Una ciudad emblemática de la evolución religiosa de la época
La Reforma protestante se ahoga con rapidez a partir de la década de 1650 bajo la acción de los Guisa que dominan en la Champaña y, con mayor exactitud, de los arzobispos de Reims que pertenecen a la familia.

Aunque la burguesía remense se muestre muy resistente, Henri el Balafré25, duque de Guisa, gana para su causa el consejo de la ciudad y una minoría de notables, lo que transforma a Reims en la capital de la Liga Católica. Lo apoya el arzobispo



La liga, que no creó la unanimidad en Reims, se encuentra aislada después del asesinato de


Hasta finales de los años 1660 Reims vive, por así decirlo, sin obispo. Desde el comienzo del siglo los titulares de la sede casi nunca residieron allí y su episcopado marcó poco la ciudad.


es un hombre agudo y de espíritu, pero de mal ejemplo por su lujo […]. Engañó a todos con quienes tuvo negocios; si no lo hizo fue porque no pudo […]. Ruego a Dios de todo corazón que le perdone sus faltas. (Poutet, 1970, t. I, p. 92, n.º 40)
Murió en París en 1651, después de haber dejado su diócesis para ir a vivir en Poitou. Su sucesor, Henri de Savoie-Nemours recibió solo la tonsura. Convertido en el último de su prestigioso linaje, dejó el estado eclesiástico en 1657 para casarse con María de Longueville, la famosa amazona de la Fronda. El matrimonio casi no perduró porque murió pronto: en 1659. El cardenal Antonio




Así, durante toda la juventud de Juan Bautista, puesto que de hecho la diócesis estaba vacante a pesar del nombramiento de su titular, la administración religiosa fue un asunto principalmente de los grandes vicarios y del capítulo del cual salieron, y bajo la autoridad del que comienza la reforma pastoral. Entre 1651 y 1666 desaparecen casi todos los festejos de los días de carnaval. En 1652 Coquault anota con una pizca de desprecio: «no más bailes, violines, festines, bodas y danzas, todo se termina» (Desportes, 1983, p. 239). La reforma de la propia diócesis realizada en mayo de 1667 suprime unas cuarenta fiestas de guardar acusadas de ser el «pretexto para festividades licenciosas, consumo excesivo de alcohol, bailes y escándalos. La opinión general de los buenos cristianos de Reims deseaba la supresión de un gran número de estas ocasiones de holgazanería». El 23 de junio de 1668 a Antonio Barberini le mandan un obispo auxiliar en la persona de Carlos Mauricio Le Tellier, hijo del secretario de Estado de la Guerra, el famoso marqués de Louvois y director de la Capilla Real. Barberini muere en 1671 y Le Tellier lo sucede naturalmente. Su cargo en la corte no le impide ocuparse con atención de su diócesis, en la cual, prosiguiendo y profundizando la obra reformadora, reafirma la autoridad episcopal que estaba un poco mermada.
En abril de 1672 él invita a cada vicario a visitar las parroquias de su vicaría provisto de una rejilla precisa para la redacción de las actas. Tras centralizar y conocer esos documentos, el año siguiente comienza la visita metódica de las 186 parroquias de su jurisdicción en varias giras que se terminan en 1679. Él organiza las conferencias eclesiásticas en cada vicaría y les solicita informes a los párrocos vicarios. Adhiriéndose a la política real de reducción de la Reforma, se muestra partidario de la persuasión por medio de la predicación o de la polémica en lugar de los métodos fuertes. Publica un nuevo Ritual de la provincia de Reims en 1674, un Procesional de la diócesis de Reims en 1678, un Breviario y un Pequeño catecismo en 1684, un Misal en 1688 y, en fin, un Gran catecismo en 1692, obras con una fuerte sensibilidad galicana, lo que explica algunas medidas que reducen lo maravilloso de algunas fiestas.
Le Tellier prohíbe las estopas encendidas lanzadas desde lo alto de la nave de Nuestra Señora en la Fiesta de Pentecostés para simular las lenguas de fuego, la paloma que deposita una corona de flores sobre el Santo Sacramento en San Esteban, la procesión de los peregrinos en la Fiesta de la Confraternidad de Santiago de Compostela y los cantos en lengua vulgar introducidos en la misa en el siglo anterior por
