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Fray Francisco Gonzaga, acerca de la llegada de los fran-ciscanos al Nuevo Reino, menciona:
Y para que esta desventurada aunque opulenta tierra, hace poco sujeta al poder del poderosísimo rey de España y emperador de los germanos, Carlos V, por extrema manera engañada del demonio, no pereciera miserablemente, con muy buen acuerdo dispuso, año de 1550, el Reverendísimo Padre que el padre fray Francisco de Victoria, de la provincia de Santiago, pasase allá con una porción selecta de franciscanos atravesando las irritadas olas del mar, en un buque cedido por los españoles, y erigiera allí una custodia con el título de San Juan Bautista, sujeta en un todo e inmediatamente al mismo General Ministro, y no a otro ministro provincial.31
El territorio que comprendía la nueva custodia de San Juan Bautista, como lo expone fray Esteban de Asensio, estaba conformado por
[…] todo el Nuevo Reino con los distritos de cinco gobernaciones comarcas es, a saber, la gobernación de Popayán, a la parte occidental, la gobernación de Cartagena y la de Santa Marta a la parte del norte, la gobernación de Venezuela y la de Margarita a la parte del mediodía. // La distancia de la Margarita hasta Popayán, los extremos de la Custodia, son trescientas leguas.32
El mismo padre Asencio, reconocido como uno de los cronistas coloniales de la historia franciscana, muestra que en los inicios de la Provincia:
En el subceso de su fundación hubo en ella seis custodios los cuales se elegían por votos de todos los frailes moradores de la Custodia que se podían juntar, guardándose en su elección lo demás que se tiene y guarda en la elección de los ministros de provinciales, eligiéndose asimismo difinidores en el mesmo capítulo, como ahora se hace en los capítulos provinciales.33
Fray Francisco de Victoria, según los cronistas franciscanos fray Esteban de Asencio y fray Pedro Simón, es el responsable del primer grupo de religiosos de la orden que llegó al Nuevo Reino, a pesar de que el religioso comisionado para esta empresa fue fray Francisco de Soto, quien no pudo tomar partida en esta. Según documentos de la Casa de Contratación mencionados por Mantilla, este primer grupo estuvo conformado por: fray Blas Moreno, fray Antonio de Paredes, fray Manuel Gama, fray Buenaventura de Orihuela, fray Gregorio de Cárdenas, fray Miguel de la Cruz, fray Gaspar de Mendaño, fray Buenaventura García, fray Pedro Jaca, fray Miguel de Castilforte, fray Pedro de la Iglesia y fray Francisco de Madrid; a esta lista habría que agregar el nombre de fray Jerónimo de San Miguel, quien sería el primer custodio elegido y primer organizador de la custodia, del cual se ignora si a su llegada al Nuevo Reino ya era custodio o había llegado a reemplazar al encargado de este cargo.
Fray Esteban de Asensio34, en su obra Historia memorial, brinda otra lista con los nombres de este primer grupo de misioneros franciscanos llegados al Nuevo Reino de Granada, entre los que se encontraban: Fray Joseph Maz, predicador de la provincia de los Ángeles; Fray Ricardo de Santamaría, francés; Fray Pedro de Avenillas, predicador; Fray Esteban de Asencio; Fray Gaspar Sarmiento; Fray Miguel de los Ángeles, confesor de la provincia de Cartagena; Fray Jerónimo de San Miguel y fray Antonio de Paredes.
Gregorio Arcila Robledo, por su parte, menciona que los religiosos que llegaron con fray Francisco de Vitoria para fundar custodia fueron: fray José Mas, fray Ricardo de Santamaría (francés), fray Pedro de Avenillas, fray Gaspar Sarmiento, fray Miguel de los Ángeles, fray Jerónimo de San Miguel y fray Antonio Paredes. Fray Pedro Simón afirma que también llegan fray Juan de Velmés y fray Esteban de Asencio35.
Por otra parte, José Manuel Groot afirma que la primera expedición franciscana al Nuevo Reino estuvo conformada por: el padre José Maz, fray Juan de Velmes, fray Ricardo de Santamaría, teólogo y jurista francés, fray Pedro de Avenillas, fray Esteban de Asencio, fray Gaspar Sarmiento, fray Miguel de los Ángeles, fray Jerónimo de San Miguel, Fray Antonio de Paredes y Fray Francisco Victoria, primer custodio36.
Mantilla asevera que no todos los frailes llegaron en el mismo barco:
En consecuencia, quienes llegaron al puerto de Santa Marta, debieron ser solamente dos y pasaron en la nao “La trinidad” del maestre Juan Canelas por cuyo flete y mantenimiento se pagaron en Sevilla 10.000 maravedís; los otros dos en cambio pasaron así: 6 en la nao “San Antón” del mestre Francisco Navarro y los otros cuatro en la nao “Santa María de Guadalupe” del maestre Francisco Ramírez.37
Llegados a Santafé y
[…] superando toda aquella serie de dificultades, para el mes de agosto de 1550 los frailes se encontraban ocupados en levantar sus lugares de residencia, que ciertamente eran bien pobres y desacomodados. De la fábrica material de las dos casas que tenía en febrero de 1533, se daba la siguiente descripción: “son de paja y muy peligrosas de fuego y se llueven todas […]” y la cerca de dichas casas es tal que las bestias se entran y nos dan gran desasosiego.38
El cabildo de Santafé, a la llegada de este primer grupo de franciscanos, resuelve y les concede licencia para fundar convento en dicha ciudad, el cual se instaura: “junto al camino que salía de ella para la de Tunja, cerca de donde ahora está fundada la iglesia y parroquia de Nuestra Señora de Las Nieves”39. Dicha concesión causa tensión entre los religiosos franciscanos y los dominicos, llegados también en ese año de 1550 a la capital del Nuevo Reino, con el deseo de instaurar un convento.
Acto seguido a la fundación del convento el padre Custodio fray Francisco de Victoria llama a congregación, eligiéndose como primer custodio al padre fray Jerónimo de San Miguel, quien es el que inicia la edificación del convento de Nuestra Señora de la Purificación:
Luego que se dio asiento a la fundación de este convento de Santafé y se asignaron los religiosos que habían de quedar en él, pasaron los demás a la ciudad de Tunja, donde comenzaron luego el mismo año de 1550 a fundar otro convento con título de Santa María Magdalena, en el sitio y lugar que hoy permanece, y con la buen ayuda que dieron los conquistadores y encomenderos con sus indios, se pudo disponer y acomodar la Iglesia de manera que a los primeros de febrero del año siguiente de 51 se pudo colocar el Santísimo Sacramento y poner lámpara con el aceite de la Merced que había hecho su Majestad para todos los conventos que se fueron fundando.40
La fundada Custodia de San Juan Bautista solo duraría 15 años, tiempo en el cual la conformarían los conventos de la Purificación en Santafé, Santa María Magdalena de Tunja, San Luís de Vélez y Nuestra Señora de Loreto de Cartagena. Los primeros años de la Custodia serían precarios, pues para 1553 en Santafé solo había un fraile, precisamente fray Jerónimo de San Miguel, quien desempeñaba el cargo de custodio y se encontraba en la cárcel por las desavenencias tenidas con los oidores, debido al maltrato que estos daban a los indígenas, lo cual motivó al dicho religioso a denunciar esta situación ante el Consejo de Indias, pues: “Los franciscanos se habían dado cuenta de la oposición que sufrían los indios, y desde el púlpito comenzaron a fustigar a los conquistadores por las injusticias que se cometían con los indios”41. Finalmente, el fraile San Miguel es conducido al destierro, como lo menciona el cronista fray Esteban de Asencio:
Este Custodio fue enviado a España violentamente, demandado de los primeros Oidores que hubo en la Audiencia real del Nuevo Reino que reside en la ciudad de Santafé, los cuales poco después, navegando para España, perecieron en la Costa de España, donde llaman “Arenas Gordes”.42
El trato recibido por el padre Jerónimo de San Miguel hizo que los frailes que habían llegado con él abandonaran también el Nuevo Reino en 1550. Tras esta situación, Fray Juan de San Filiberto, segundo custodio, expresa que “hasta el presente no habían tenido ningún clérigo ni fraile que les hubiera informado sus conciencias sino unos idiotas y frailes apóstatas porque en este Nuevo Reino no hay sacerdotes que entiendan una palabra de gramática”43.
Para julio de 1553 llega a Santafé el primer arzobispo de Santafé, el franciscano fray Juan de los Barrios, quien venía acompañado de cuatro religiosos de la orden: fray Francisco de Pedroche, futuro custodio, fray Bartolomé de Herrera, fray Esteban de Solís y fray Bartolomé de la Cruz. Ese mismo año el Capítulo General de la Orden reunido en el mes de mayo en Salamanca muestra su preocupación por los pocos frailes que tiene la custodia. No se sabe con precisión de una expedición liderada para este año, a pesar de la llegada de los siguientes frailes: fray Juan Bautista, fray Agustín de Santamaría, fray Bartolomé de Belalcázar y fray Hernando de Chávez. Es para febrero de 1561 cuando llegan nuevas expediciones francis-canas al Nuevo Reino, necesarias para el trabajo que estaba realizando la orden en las doctrinas, pues en un informe hecho por el arzobispo Barrios para ese año de 1561 declaraba que en la custodia solo había diez religiosos de la orden.
Respecto a la expedición mencionada anteriormente, el 19 de febrero de 1561 se anuncia desde España, a la Audiencia de Santafé, el viaje del religioso franciscano fray Luís Zapata de Cárdenas, arzobispo de Santafé años después, como Comisario de un grupo de 50 religiosos de la orden, destinados al Perú y al Nuevo Reino. Dicha expedición zarpa el 26 de marzo de 1561 del puerto de San Lúcar de Barrameda; a su llegada a Santa Marta, desembarcan seis religiosos para el Nuevo Reino, que iban a incorporarse a la custodia de San Juan Bautista. Los religiosos eran: fray Pedro Aguado, fray Esteban de Asencio, fray Jose Maz, fray Pedro Lucas y tal vez fray Antonio de Maqueda y fray Antonio Muñoz.
Un nuevo grupo de diez religiosos llegarían a la custodia en 1563, por pedido de la orden franciscana al Consejo de Indias en España; los nuevos frailes llegarían a las costas del Nuevo Reino en julio de 1564, emprendiendo el camino de Santafé el 28 de agosto de ese año. Para esta década no se registran más llegadas de religiosos al Nuevo Reino; incluso para 1567, cuando es erigida la custodia como provincia, no había en ella más de veinte frailes.
La labor de los primeros franciscanos en el territorio neogranadino se vio dificultada por la hostilidad que ejercían contra los religiosos algunas de las autoridades civiles del Nuevo Reino, debido al trato que se daba a los indígenas, y por percances económicos, pues el sostenimiento de conventos, frailes y doctrinas requería de una suma de dinero considerable; muchos autores dan a entender que no es muy claro el límite jurisdiccional de ambos actores, el religioso y el temporal, teniendo en cuenta que tanto el cabildo civil como el cabildo eclesiástico en Santafé no respetaban sus límites de arbitramiento en el Nuevo Reino.
LA DOCTRINA Y LA MISIÓN
La labor que venían a desarrollar los frailes, más allá de implantar la religión de su majestad, consistía en el adoctrinamiento de los indígenas; como bien lo dice Sabaté: “abrazando el cristianismo el nativo puede librarse de la condena eterna en el infierno”; empresa ardua y difícil en estos años:
Descorazonados y disgustados los religiosos, e impotentes para enderezar la situación de mal ejemplo, y sobre todo, la hostilidad que les oponían los Oidores y los colonos en general, sin conseguir sus propósitos pero sin abandonar su empeño, optaron por la vía de aglutinar en torno a sus conventos, a los niños hijos de caciques y principales.44
Los conventos franciscanos entonces empiezan a configurar toda una serie de internados que estructurarían una labor doctrinal de base con los indígenas más pequeños, quienes serían propagadores de la catequesis entre sus comunidades. Entre los naturales adultos, no obstante, se presentaron varios inconvenientes por la raigambre “idolátrica” de estos y por la complejidad de su lengua. Fray Jerónimo de San Miguel, en carta al rey, expresaba el constante retorno de los indios a sus ritos a pesar de ser bautizados:
[…] si alguna ocasión les dan, por liviana que sea, dejan la conversión de los cristianos y se van a sus pueblos, volviendo a los nefastos ritos de sus idolatrías y hacen escarnio de lo que entre nosotros han visto, contrahaciendo lo que en las iglesias se hace y aplicándolo a la veneración de sus santuarios e ídolos.45
Fray Pedro Simón expone que entre los diferentes métodos de adoctrinamiento no solo se utilizaba el internamiento de los hijos de los caciques, sino que a la vez
[…] todos los muchachos y muchachas, desde que comienzan a hablar hasta que se casan, se juntan en la plaza y puerta de la iglesia, o en el pasto de la casa del padre, una vez por la mañana, a hora de misa mayor, y otra por la tarde todos los días, y allí en alta voz se les reza y enseña toda la doctrina de memoria, haciendo que la digan y enseñen, cuando ya la saben, algunos de los muchachos mayores en presencia de los padres, que los están enmendando y guiando, si en alguna cosa faltan, enseñándoles también el catecismo por preguntas y todo lo perteneciente a todos los días de fiesta, en especial los que tienen obligación de guardar los indios, que son los de Nuestro Señor y Nuestra Señora.46
El trabajo doctrinario se convirtió en la piedra angular de la presencia no solo de la orden franciscana, sino también de las dominica y agustiniana en el Nuevo Reino, como plantea fray Jerónimo de San Miguel:
Por cumplir lo que vuestra real alteza nos tiene mandado acerca de la instrucción de los naturales, me pareció visitar toda esta tierra, lo cual he hecho, poniendo la doctrina evangélica por los pueblos anunciándoles el misterio de la cruz, destruyendo los lugares al enemigo de la naturaleza humana dedicados, edificando iglesias y en todas poniendo el trofeo de nuestra redención.47
No obstante, los actos de sincretismo religioso empezaron a dificultar los nuevos procesos liderados por las órdenes, pues en la mayoría de los casos, por los menos en el altiplano cundiboyacense, muchas de las imágenes cristianas para los indios no eran más que una nueva representación de sus deidades autóctonas. Como muestra Fray Pedro Simón, a pesar de dichos inconvenientes, en esos primeros años de doctrina se “han convertido y baptizado, en todo el distrito de esta provincia que es el que tiene esta Real Audiencia de Santafé, más de ochenta mil almas”48.
A pesar de los pocos religiosos que había en el Nuevo Reino, es en 1551 cuando se reparten los territorios para que tanto franciscanos como dominicos empiecen a administrarlas para la conversión de naturales. En el caso de la orden franciscana: “Entre las principales que a la nuestra le cupo, fue todo el valle de Evaque o Ubaque, de la banda del sur de esta ciudad, tierra doblasa y tan llena de naturales, que solo los indios mayores, gondules, eran más de diez o doce mil y la chusma innumerables”49.
En el caso de las doctrinas en Tunja, las repartidas al convento franciscano de la Magdalena fueron “las del gran valle de Sogamoso, que hasta hoy permanecían así de principal y más principales pueblos de todo él, en donde comenzando luego la conversión de los indios les fue dificultosísimo y de incomparables trabajos la reducción a la fe”50.
Es el sínodo convocado por el arzobispo de Santafé fray Juan de los Barrios en 1556 en el que no solo define la quema de los santuarios indígenas que se encontraran en el territorio, sino que a la vez precisa que para administrar los sacramentos se debía partir de la capacidad del buen cristiano de discernir lo que recibían, además de determinar la catequesis a implantar en las doctrinas y entre los grupos más jóvenes de indígenas:
[…] los niños irán a la misa después de la cual el sacerdote empezaba a recitar o a contarles, según escogiera, la cartilla del catecismo, y tras de haberles rezado algunas oraciones que aquellos debían memorizar, los despachaba a sus casas. Por la tarde “a la hora de vísperas” regresaban a las puertas del convento y el sacerdote les volvía a recitar la cartilla, después de lo cual se devolvían a sus ranchos. Los domingos y fiestas de guarda, en cambio, reunía a todos los indios, hombres y mujeres, viejos y mozos, con todos los niños, así infieles como cristianos y entraban luego al templo, donde daba comienzo a la misa. Llegada la hora del prefacio, sacaba del interior a todos aquellos que no estaban bautizados. Cuando se terminaba la misa, volvían a reunirse todos y el sacerdote, en voz alta, recitaba las oraciones que se llamaban “dominicales” y les enseñaba signarse con la cruz. Después de esto les predicaba, dándoles a entender la virtud de los sacramentos y las cosas que debían creer, persuadiéndolos a dejar sus ritos y dándoles a conocer a Dios.51
La orden franciscana, como lo expresa Luis Carlos Mantilla, consagró toda una serie de métodos apostólicos para el adoctrinamiento de los naturales; sin embargo, una de las dificultades que imposibilitaban dicho trabajo, como se mencionó anteriormente, era la lengua, lo que obligó en muchos casos a que los frailes aprendieran los idiomas y dialectos de los indígenas. A pesar de este esfuerzo por establecer canales de comunicación directos, el dicho sínodo de 1556 consagraría lo dispuesto por el emperador Carlos V en la real cédula del 7 de junio de 1550, mandando a enseñar el castellano entre los indígenas bajo pena de excomunión. Dicha cédula expresa:
Venerable y devoto padre provincial de la Orden de San Francisco del Nuevo Reino de Granada: como tenéis entendido de nuestra real voluntad, nos deseamos en todo lo que es posible procurar de traer a los indios naturales de esas partes al conocimiento de nuestro Dios y dar orden en su instrucción y conversión a nuestra santa fe católica. // Y habiendo muchas veces platicado en ello, uno de los medios principales que ha parecido que se debía tener para conseguir esta obra y hacer en ella el fruto que deseamos, es procurar que esas gentes sean enseñados en nuestra lengua castellana y que tomen nuestra policía y buenas costumbres.52
Las doctrinas, que eran puestos permanentes de catequesis que se iban convirtiendo en parroquias de indios, estaban adscritas a las parroquias y conventos más cercanos. En el caso de la orden franciscana, en los primeros años de su llegada, “casi todos los pueblos de doctrinas que hay y ha habido en los términos de la ciudad de Santafé tenían circunscripción franciscana”53, es decir, los poblados de Bosa, Suba, Funza, Chía, Cogua, Némesa, Fusagasugá, Zipacón, Nemocón, Pasca, Sopó, Usaquén y Zipaquirá. El convento de Tunja tenía asignadas diez casas de doctrinas, entre las que se destacaba la de Sogamoso. El convento de Cartagena poseía cinco doctrinas entre los indios malibúes.
Como lo expone Fray Pedro Simón, para 1551 el convento franciscano de Santafé tenía a su cuidado doce casas de doctrinas sujetas a los guardianes; respecto a las doctrinas de la ciudad de Tunja: “Lo está hoy en la iglesia del convento que allí tenemos edificado, a quien están sujetos los doctrineros de los demás pueblos del valle que tiene a su cuidado nuestra Orden, que con ellas y las demás doctrinas que están sujetas al convento de la ciudad de Tunja hacen el número de ocho, en que están ocupados ocho religiosos de ordinario”54. En el caso del convento de Vélez, este poseía a su cargo “tres doctrinas, de que se ocupan tres religiosos, doctrinando cada uno tres o cuatro pueblos”55.
Para 1587, como lo señala fray Pedro Simón, llega al Nuevo Reino de Granada una real cédula en la que se dispone el nuevo tratamiento religioso y pecuniario que debían de implantar los misioneros franciscanos en sus doctrinas:
El Rey, Presidente y Oidores de mi Real Audiencia que residen en la ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada, yo he sido informado que por hacer mucho fruto los frailes de la Orden de San Francisco en la conversión de los indios de esta provincia, y tener mucho cuidado de volver y mirar por ellos, y defender-los de los que procuraban agraviar y molestar, los desean los encomenderos en sus pueblos y que convenía se pusiesen en los que están en mi Real Corona, como lo han pedido alunas los oficiales de mi Real Hacienda, ordenando que los dichos religiosos, ni otros ningunos que estuviesen en doctrinas no puedan pedir a los dichos indios gallinas, huevos, maíz, ni una raíz de que se sustentan, sino que libre y desinteresadamente los enseñen y administren los santos sacramentos, sin querer de ellos dádiva alguna, porque además de ser esto lo que deban hacer, los dichos indios son tan pobres y miserables y tienen tan poca defensa que con lo que les piden sin resistencia y dándolo reciben mucho daño, y porque ambas parecen de consideración os mando que lo veáis y ordenéis lo que más convenga a la buena doctrina y conversión de los dichos indios y a que no sean vejados ni molestados. Fecha en Madrid, a 20 de enero de 1587 años. Yo el Rey. Por el mandato del Rey Nuestro señor Juan Fluorra.56
LOS CUSTODIOS
La imprecisión de las fuentes se evidencia al verificar que son tres, como propone Mantilla, las listas que se manejan respecto al nombre de los superiores que gobernaron la custodia en sus quince años de historia; sin embargo, es difícil establecer entre dichas listas indicaciones cronológicas sobre los gobiernos y coincidencias entre los nombres:
1. Lista de Fray Esteban de Asencio (la que más se acerca a los datos que aporta Mantilla):
Fray Jerónimo de San Miguel
Fray Juan de San Filiberto
Fray Francisco Pedroche
Fray Manuel de la Magdalena
Fray Miguel de los Ángeles
Fray Esteban de Asencio
2. Lista de Fray Pedro Simón:
Fray Francisco de Victoria
Fray Jerónimo de San Miguel
Fray Miguel de los Ángeles
Fray José Maz
Fray Juan Bélmez
Fray Gaspar Sarmiento
Fray Esteban de Asencio
Fray Pedro de Arenillas
Fray Francisco Pedroche
3. Lista de Juan Flórez de Ocariz (escribano mayor de la Cancillería de la Audiencia):
Fray Francisco de Victoria
Fray Jerónimo de San Miguel
Fray José Maz
Fray Juan Bélmez
Fray Gaspar Sarmiento
Fray Esteban de Asencio
Fray Francisco Pedroche
A estas listas se suma la propuesta por Gregorio Arcila57, quien, uniendo las listas de custodios de Fray Pedro Simón y fray Esteban de Asencio, expone que los custodios en el Nuevo Reino fueron:
Fray Francisco de Vitoria, fundador
Fray Jerónimo de San Miguel
Fray Juan de San Filiberto, francés
Fray Francisco de Pedroche
Fray Manuel de la Magdalena
Fray Miguel de los Ángeles
Fray José Maz
Fray Juan de Velmez
Fray Gaspar Sarmiento
Fray Esteban de Asencio
Fray Pedro de Avenillas
Fray Francisco de Pedroche
Puede que el primer custodio que haya tenido la provincia haya sido fray Francisco de Victoria58, por haber sido el encargado de traer el primer grupo de la orden y por convocar a capítulo para elegir custodio; sin embargo, la mayoría de autores concluyen que este primer gobierno estuvo a cargo de fray Jerónimo de San Miguel, quien, como se mencionó anteriormente, después de denunciar a los oidores fue encarcelado y desterrado del Nuevo Reino de Granada.
El sucesor del religioso San Miguel fue fray Juan de San Filiberto, quien ya había estado en el Nuevo Reino entre los años de 1540 y 1541, y parte hacia Perú por inconvenientes presentados con el adelantado Don Alonso de Lugo. Para 1547, el religioso se encuentra en Quito, y en 1551 está en Panamá; terminado su gobierno vuelve a España en fecha desconocida. Fray Francisco de Pedroche sucede a San Filiberto; Pedroche llega con el nuevo arzobispo de Los Barrios en 1553, se ocupa a su llegada de la doctrina de Sogamoso y participa en el Sínodo convocado por el arzobispo en 1556; es custodio hasta junio de 1562, pero vuelve a asumir ese cargo en 1564, por causa del viaje del custodio fray Esteban de Asencio a España. En 1569 es elegido definidor de la provincia; muere hacia el año de 1575 en Tunja.
El cuarto custodio elegido fue el padre Manuel de la Magdalena, de la provincia de la Concepción, quien probablemente llegó al Nuevo Reino entre 1554 y 1555. En 1558 vuelve a España como procurador de la Custodia ante el Consejo de Indias. En 1565 es guardián del convento de Nuestra Señora de Loreto de Cartagena y en 1566 vuelve a España.