- -
- 100%
- +


Rivera Jasso, Victor Hugo
El elegido / Victor Hugo Rivera Jasso. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-0776-1
1. Novelas. 2. Narrativa Argentina. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: info@autoresdeargentina.com
Corrección y coordinación general: Julián Chappa
(www.julianchappaeditor.com.ar)
Ilustraciones de páginas 36, 51 y 58: Nancy Brajer
(www.nancybrajer.com.ar)
Ilustraciones de páginas 18, 32, 40, 87 y 100: Ian George Kime
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Para mi madre, la única persona que siempre me amará
a pesar de mis errores y de la distancia.
Para Betsaira, por ser la que me da fuerzas.
Porque gracias a la luz de tu mirada
puedo guiar mis pasos en la oscuridad.
Para MB, por tu amor descubrí la fuerza
de mi sentir en la escritura.
Para mi padre, Santiago Rivera.

El planeta en el que vivimos está plagado de paisajes, ríos, mares, montañas y una inconmensurable belleza natural que se nos ofrece. Debemos preservarlo para que las próximas generaciones tengan la dicha de disfrutarlo como nosotros hemos podido hacerlo hasta ahora.
El Elegido
—¿Por qué me ha tocado vivir así? —se preguntó Tristán acostado en su cama, mientras intentaba conciliar el sueño a pesar que las imágenes del planeta en el que vivía merodeaban su mente como fantasmas.
Despertó cuando ya era de día, y tan pronto como abrió los ojos salió a caminar. Se puso un pantalón azul, su color favorito, y una camiseta verde. A cada paso que daba observaba a su alrededor y la tristeza lo invadía al ver el lugar en el que le había tocado vivir.
Sus pasos lo guiaron al lugar en el que solía pasar la mayor parte de su tiempo. Se subió a lo que había sido un árbol, del cual solo quedaban el tronco y un par de ramas. Por cariño, Tristán lo llamaba “el árbol”.
Observó su entorno y comprobó desconsolado que todo estaba destruido y contaminado. Se sintió hundido en la tristeza al ver que las plantas a su alrededor estaban muertas. La tierra se hallaba completamente seca y agrietada, el cielo era gris.

—¿Cómo fue capaz la humanidad de destruir el mundo de esta manera? —se preguntó agachando su pequeña cabeza y sintiendo ganas de llorar.
Tristán vivía una realidad en la que era casi imposible respirar debido a la intensa contaminación. Ya no quedaba nada de lo que su padre le contaba que había existido años atrás. Pensó: “Es injusto que tengamos que vivir en un lugar tan desolado. ¿Por qué nuestros antepasados no nos demostraron su amor conservando el mundo tal como ellos pudieron disfrutarlo en su momento?”.
Apretó sus pequeños puños por la impotencia y reclamó en voz alta:
—¡No hay agua potable! ¡Los ríos y los mares están contaminados y todo ser que habitaba en ellos está muerto!
Caminando de regreso a su casa pensó que le hubiese encantado reflejarse en el agua de un río. Le hubiera maravillado ver su cabello rojo y sus ojos color café. Sobre el camino, a su izquierda vio un anuncio publicitario en el que mostraban un lugar hermoso, paradisíaco. Le pareció extraño porque no recordaba haberlo visto antes, pero no le dio mucha importancia. Lo que él no sabía era que el anuncio cobraría relevancia días más tarde.
Entró a su casa y encontró a su papá sentado leyendo un libro. Lo observó durante algunos segundos y pensó que algún día le gustaría verse como él. Le encantaría ser un hombre alto y fuerte, tener algo más en común con él que solo el nombre. Tristán sentía un gran amor por su padre porque era él quien le había enseñado todo lo que sabía acerca de la vida y del mundo. No tenía hermanos, y su madre había muerto cuando él apenas era un bebé.
Tristán le preguntó al padre, interrumpiendo su lectura:
—¿Por qué me cuentas que cuando tu abuelo era niño todo en este mundo era diferente? —se emocionó mientras continuaba—. ¡Que todo era verde! ¡Que había árboles! ¡Que el agua de los ríos era tan cristalina y pura que se podía beber! ¡Que existía la fauna!
—Porque es verdad —respondió su padre con dulzura, colocando el libro a un lado.
—¿Yo no merezco tener lo que él tenía? —preguntó Tristán con tristeza.
—Como te he dicho antes, lo que sucedió fue que la gente que vivió en ese tiempo no tuvo conciencia para cuidar nuestro planeta —Tristán agachó la cabeza mientras su padre le explicaba—. Recuerda que todo lo que se producía necesitaba una materia prima, y los árboles abastecían gran parte de esas materias primas. Por eso acabaron con los bosques…
—¡Destruyeron el planeta! —reclamó Tristán frustrado.
—Sí, hijo, pero ellos no pensaron así. Hubo un tiempo en que el dinero significaba todo. El dinero significaba poder y comodidad. Por sus ansias de poseerlo no tuvieron escrúpulos para acabar con nuestro planeta.
Tristán continuaba escuchando a su padre y sus palabras le ocasionaban un inmenso dolor:
—Contaminaron nuestros ríos y mares con los desechos de lo que fabricaban, acabando con ellos y con todo ser vivo que los habitaba. Al acabar con nuestros bosques no solamente se robaron nuestro oxígeno, sino que acabaron con nuestra flora y nuestra fauna. Privaron de un hogar a todos los animales, para los cuales los bosques eran imprescindibles.
Tristán sintió las lágrimas rodar por sus mejillas y su padre se acercó a él. Acarició su cabeza tratando de consolarlo, pero sin añadir una palabra más porque sabía que nada de lo que le dijera mitigaría su dolor.
Minutos después Tristán salió a la calle. Tomó su bicicleta y comenzó a pedalear con la intención de olvidar por un instante el lugar en el que vivía. Pedaleó sin parar, pensando que de esa manera encontraría un lugar como el que describía su padre o como el que había visto en el anuncio publicitario esa mañana, un sitio como el que solamente veía a través de las fotografías que le mostraba su padre.
Minutos después se dio por vencido ya que no logró encontrar nada. Dominado por el cansancio decidió detenerse en lo que años atrás había sido un bosque, y se recostó a los pies de un tronco.

Pensó “¿Por qué no tuve la oportunidad de vivir en el tiempo en el que pude haber hecho algo para salvar el planeta? Me hubiera preocupado por mis hijos, por los demás seres humanos”. Agarró un puñado de tierra pensando con anhelo “Si al menos pudiera ver por una vez un lugar como el que me describe mi padre. Si pudiera caminar entre árboles y plantas... admirar todas las especies de aves que él me describe, sentir el pasto debajo de mis pies...”
Regresó a casa después de unas horas y en la barda frente a su hogar encontró a su padre sentado, quien le preguntó:
—¿Sigues enojado y triste?
—No estoy enojado —respondió Tristán, sentándose junto a él.
Su padre le habló con la paciencia que le caracterizaba:
—A medida que entiendas lo que sucedió en el pasado será más fácil para ti acoplarte a la realidad —Tristán tenía la mirada perdida en la distancia—. Las personas que acabaron con nuestro planeta fueron vencidas por la codicia. Aunque también debes saber que las grandes empresas no son las únicas culpables.
—¿A qué te refieres?
—A que cada persona que habitó en ese tiempo pudo haber ayudado a prolongar la vida de nuestro planeta.
—¿Cómo? —preguntó Tristán extrañado.
—Hubieran podido ayudar depositando en el lugar correspondiente los desechos que consumían. En cambio, al descuidar sus deberes, contribuyeron a contaminar el planeta.
Tristán abrió los ojos sin poder creer lo que escuchaba. Su padre continuó.
—Mucha gente no cumplió con el deber que tenían en sus hogares y en lugares públicos como parques, playas o cualquier otro sitio que visitaran. Creyeron que no importaba, creyeron que al no cumplir con sus obligaciones no contribuían a la contaminación y destrucción del planeta, o tal vez no pensaron en los demás solo por egoísmo.
Tristán se entristeció aún más. Su padre continuó a pesar de ver el dolor que sus palabras causaban a su hijo:
—Desafortunadamente, la gente pensó que no era importante hacer algo cada uno de ellos en forma individual. Siempre se quejaron de lo que le estaba sucediendo al planeta, se quejaron del daño que las grandes empresas le ocasionaban al contaminarlo pero —dentro de su egoísmo, ignorancia y falta de conciencia— nunca pensaron seriamente en el daño que ellos mismos le ocasionaban. Siempre fue más fácil para ellos culpar a las grandes empresas, pero lo cierto es que cada persona hubiese podido contribuir a no contaminar, o a hacerlo lo mínimo posible cambiando hábitos, siendo menos consumistas, ayudando y participando en oenegés, exigiendo a los políticos que fomenten las energías renovables, la economía circular, los alimentos libres de agrotóxicos, la agricultura urbana, el comercio justo y sobre todo educando a sus hijos para que se transformen en ciudadanos empoderados y conscientes de que el cambio climático era el peor problema que enfrentaba la humanidad y no supieron detener a tiempo por la extrema desidia, egoísmo y falta de amor sobre todo de las personas poderosas del mundo que tomaron decisiones devastadoras para la humanidad y para todos los demás seres vivos y el planeta Tierra en su conjunto a cambio del vil dinero que luego de nada les serviría.
Tristán quedó absolutamente desolado. Cerró sus pequeños ojos y preguntó:
—Papi, ¿acaso todo ha sido destruido? ¿No existe ningún lugar parecido al que disfrutaban ustedes en el pasado?
Su padre descendió de la barda y se paró frente a Tristán. Se lo escuchó dubitativo al decirle:
—Se cree que existe un lugar, aunque…
—¿Cuál es ese lugar? ¿Dónde está? ¿Cómo lo encuentro? —interrumpió Tristán ansioso y emocionado al mismo tiempo.
—Encontrar ese lugar por tu cuenta es imposible, como también es imposible asegurar que existe.
—No entiendo. ¿Hablan de ese lugar sin saber si de verdad existe? —respondió Tristán confundido.
—Durante generaciones, niños de todo el mundo han desaparecido sin dejar rastro. Siempre tienen la misma edad, esa es la razón por la cual existe el rumor que es a ese lugar al que se van. Se dice también que para lograr entrar tienes que recibir una señal —explicó su padre.
—¿Una señal? ¿Qué clase de señal?
—Ese es uno de los problemas más grandes… ¡nadie lo sabe! Se dice que solo la persona que recibe la señal lo sabrá —posó su mano sobre el hombro de Tristán—. Se dice que solo son elegidos un niño o una niña de cada ciudad del mundo, y eso sucede en cada generación. Como es de suponer, las personas de mi generación ya fueron designadas.
—¿Quieres decir que tal vez alguien de mi generación recibirá la señal? —preguntó Tristán visiblemente emocionado.
—Sí.
—¡Papi, tal vez existe un lugar como el que tu abuelo describía! —exclamó Tristán.
El padre puso énfasis en sus palabras al decirle:
—Al ser los elegidos quienes reciben la señal, se dice que deben seguir sus instintos, su corazón. Deben seguirlos por más difícil que parezca si es que quieren tener acceso al lugar —Tristán escuchaba con los ojos muy abiertos—. También se dice que si logras entrar debes ser muy precavido porque te pondrán a prueba. Tienes que ser muy inteligente y no dejarte llevar por el egoísmo o los sentimientos. Se dice que la prueba es muy dura.
Tristán se quedó en silencio por un momento antes de preguntarle:
—¿Por qué no me dijiste antes acerca de este lugar?
—Porque tal vez esa leyenda es solamente algo en lo que queremos creer para tener una ilusión por la cual vivir —contestó su padre tomándolo de la mano. Tristán quiso interrumpirlo, pero su padre no se lo permitió—. Tenía que esperar a que tu curiosidad para saber los motivos por los cuales la humanidad destruyó el planeta fuera más fuerte, a que fueras más grande, porque si te lo hubiese dicho cuando eras pequeñito habría sido injusto para ti.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó Tristán.
—No lo sé, pero así lo creí. Supuse que no hubieras disfrutado de lo poco que has disfrutado hasta el día de hoy dentro de las limitaciones que este planeta te impone. Supuse que hubieras crecido pensando en ese lugar.
Tristán decidió irse a su cuarto y su padre supo que era mejor dejarlo ir. El niño tuvo problemas para dormir esa noche. No podía dejar de pensar en la posibilidad de que ese lugar realmente existiera. Ayudado por la luz de la luna observó su cuarto. En una de las paredes había algunas fotos. Una de un delfín y otra de un halcón, sus animales favoritos. También había un retrato de su bisabuelo. Tristán cerró los ojos para imaginarlo. Vio a un hombre de cabello negro y lacio que vestía una camisa completamente azul con botones. Sus ojos color café parecían brillar y transmitir serenidad. A través de la fotografía dejaba traslucir que había sido un hombre feliz, y Tristán lo imaginó parado frente a un hermoso lago.
A la mañana siguiente Tristán fue a su lugar favorito. Quería imaginar que estaba en el lugar que su padre le dijo que tal vez existía. Al sentarse en “el árbol” se dio cuenta que no había visto el anuncio que leyó el día anterior. Se puso de pie e intentó verlo, pero no pudo.
Un par de horas después decidió regresar a su casa. Montado en su bicicleta vio que el anuncio estaba en el mismo lugar en el que lo había visto antes. Giró en dirección al árbol intentando verlo, y se sorprendió al divisarlo con claridad. Se confundió, pero siguió su camino.
Ya al hallarse cerca de su casa vio gente que entraba y salía y aceleró el paso para saber qué sucedía. Entró corriendo a su hogar y descubrió a su padre tirado en el piso de su cuarto.
—¡Papi! —gritó con desesperación, corriendo hacia él.
—No te preocupes, no tengo nada. Solo es una pequeña herida —lo tranquilizó su padre.
Justo en ese momento llegó el médico y le pidió a un par de personas que postraran al padre de Tristán en la cama, y le solicitó a Tristán que esperase fuera del cuarto.
Tristán esperaba de pie en medio de la sala y no podía dejar de ver la silla en la que su papá solía sentarse a leer.
Minutos después Tristán entró a la habitación y abrazó a su padre, quien le dijo procurando reconfortarlo:
—No llores hijo, tienes que ser fuerte y seguir. Mis heridas no me duelen, lo que me duele es saber que te dejaré solo. Me duele saber que no podré ayudarte a crecer.
—¿Qué te pasó, papi? —pronunció Tristán mientras lloraba y lo abrazaba con fuerza.
—Estaba decorando tu habitación —dijo, sin demostrar dolor para no asustarlo más.
—¿Decorándola?
—Intentaba decorarla con los colores y las formas que mi abuelo decía que tenía el mundo en el que él vivió. Cuando intentaba pintar el cielo azul me caí de la escalera. Perdóname hijo, quise que al menos tus ojos vieran un lugar como el que plasmé en tu mente. Quise que, ayudado por tu imaginación, pensaras que estabas en ese mundo.
—Pero ya me he imaginado ahí pensando en el anuncio que está camino al árbol —dijo Tristán recordando dicho anuncio.
—¿Anuncio? No he visto ningún anuncio.
—Sí papi, el que muestra un lugar como el que tu abuelo te contó que existía.
Su padre tomó con fuerza la mano de Tristán, e irradiando alegría le preguntó:
—¿Por qué no me habías dicho nada acerca de ese anuncio?
—Porque supuse que tú también lo habías visto —replicó Tristán.
—Esa es la señal, hijo. ¡Tú eres uno de los elegidos!
—¿De qué estás hablando? ¿Cuál señal? —inquirió Tristán confundido.
—¿Recuerdas que te dije que sería un elegido de esta ciudad el afortunado de disfrutar de ese mundo? ¡Eres tú, Tristán! ¡Esa es la señal! Nadie más sabe de ese anuncio. Nunca lo he visto en mi vida —le dijo con seriedad—, recuerda que en caso que seas un elegido debes ser inteligente y sensible porque pondrán a prueba tu corazón.
—¿Cómo sabré que no estás equivocado? ¿Cómo sabré qué hacer después de haber recibido la señal? —preguntó Tristán asustado.
Su padre no respondió porque acababa de expirar. Tristán se recostó sobre su pecho y lloró desconsolado.
Dos
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.