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Pero, ¿cómo se aplica la parábola? Básicamente, hay dos maneras de aplicar la escena que Jesús describió. Primero, los niños que sugieren los juegos de la boda y el funeral representan a Jesús y a Juan el Bautista respectivamente. Los niños que se niegan a participar en estos juegos son los judíos. Juan vino a ellos y les dio una nota triste, pero ellos no estaban con ánimo de escucharlo. Para deshacerse de Juan, ellos dijeron que él estaba poseído. Sin embargo, Jesús vino y trajo alegría y felicidad en numerosas maneras; los judíos se burlaron de Él porque entraba en las casas de gente social y moralmente apartada, donde comía y bebía con ellos.
La segunda interpretación es al revés de la primera. Es decir, los niños que sugieren los juegos alegres y tristes de la boda y el funeral son los judíos que querían que Juan se casara y que Jesús muriera. Cuando ninguno de los dos cumplió con sus expectativas, ellos se quejaron. Ellos le dicen a Juan: “Tocamos la flauta para usted, pero usted no bailó.” Y le dicen a Jesús: “Cantamos un lamento, pero usted no lloró.”
De las dos, la segunda explicación es más plausible. Primero, esta establece un vínculo definitivo entre “la gente de esta generación” (Lucas 7:31) y los niños que hacen los reproches. Los judíos están disgustados tanto con Jesús como con Juan el Bautista, así como los niños lo están con sus compañeros de juego. Segundo, pone las quejas de los niños aplicadas a Juan y Jesús en orden cronológico.4 Juan vino como un asceta que vivía de comer langostas y miel silvestre (comer pan y beber vino no era lo suyo) y los judíos lo acusaron de estar poseído por los demonios. En contraste, Jesús comía pan y bebía vino y ellos lo tacharon de glotón y borracho, amigo de cobradores de impuestos y “pecadores”. Dios había enviado a sus mensajeros en las personas de Juan y Jesús, pero sus contemporáneos no hicieron nada y más bien los reprocharon.
Paralelos
Los juegos que los niños querían jugar y sus subsecuentes reproches encuentran un eco en el Libro de Eclesiastés, el cual tiene una sección de poesía que observa que hay un tiempo para todo. Hay “un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para estar de luto y un tiempo para saltar de gusto” (Eclesiastés 3:4), dice el Predicador.
Sin embargo, la mofa que los judíos infligieron a Jesús no fue por medio de insultos inofensivos. Ellos lo acusaron de ser un glotón y un borracho. Esta era la descripción de un hijo revoltoso que según la Ley Mosaica, debía ser apedreado hasta la muerte (Deuteronomio 21:20-21). La relación de Jesús con los moral y socialmente apartados, que eran considerados apóstatas por los líderes religiosos, era vista como algo reprensible. Debido a su relación, los judíos sentían que Él mismo debía ser considerado como un apóstata.5
En la literatura rabínica, aparece un paralelo sorprendente. Aunque es difícil aseverar cuándo este paralelo fue escrito y dónde se originó en forma oral, la redacción es interesante:
Jeremías se dirigió al Santo, bendito sea Él: Tú hiciste que el Elías de pelo rizado se levantara para actuar en su nombre, y ellos se rieron de él diciendo: “Miren cómo riza sus cabellos!” y burlonamente lo llamaron “el tipo de pelo rizado”. Tú hiciste que Eliseo se levantara para actuar en su nombre, y ellos le dijeron burlonamente: “Sube calvo, sube calvo.”6
Conclusión
La culminación de esta parábola difiere en los dos relatos de los evangelios. Los relatos de Mateo y Lucas varían en la frase concluyente: “pero la sabiduría queda demostrada por sus hechos” (Mateo 11:19), y “pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen” (Lucas 7:35). Se ha hecho la sugerencia de que la diferencia en la redacción puede llevarnos a una antigua expresión aramea en cuya traducción hubo incomprensión de la misma.7 Cualquiera que sea la causa, el significado al que conducen las palabras no varía. La sabiduría representa la sabiduría de Dios; puede incluso ser una circunlocución para Dios mismo. Según Mateo, las obras divinas de Jesús (Mateo 11:5), son prueba de la sabiduría de Dios. En el Evangelio de Lucas, los hijos de Dios son un testimonio de la veracidad de su sabiduría. Por ejemplo, los cobradores de impuestos y las mujeres inmorales rechazadas como parias por la gente religiosa de su tiempo, vieron en Juan el Bautista y en Jesús la sabiduría de Dios revelada. Tanto Juan como Jesús les proclamaron a ellos el mensaje de redención: Juan con toda austeridad en el Jordán (Lucas 3:12-13) y Jesús en franca comunión en sus casas (Lucas 5:30).
CAPÍTULO 4
El Sembrador
“Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó junto al lago. Era tal la multitud que se reunió para verlo que él tuvo que subir a una barca donde se sentó mientras toda la gente estaba de pie en la orilla. Y les dijo en parábolas muchas cosas como éstas: Un sembrador salió a sembrar. Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. El que tenga oídos, que oiga.”
Mateo 13:1-9
“De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. La multitud que se reunió para verlo era tan grande que él subió y se sentó en una barca que estaba en el lago, mientras toda la gente se quedaba en la playa. Entonces se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas y, como parte de su instrucción, les dijo: «¡Pongan atención! Un sembrador salió a sembrar. Sucedió que al esparcir él la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron, de modo que no dio fruto. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno. Brotaron, crecieron y produjeron una cosecha que rindió el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno. El que tenga oídos para oír, que oiga», añadió Jesús.”
Marcos 4:1-9
“De cada pueblo salía gente para ver a Jesús, y cuando se reunió una gran multitud, él les contó esta parábola: Un sembrador salió a sembrar. Al esparcir la semilla, una parte cayó junto al camino; fue pisoteada, y los pájaros se la comieron. Otra parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas se secaron por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos que, al crecer junto con la semilla, la ahogaron. Pero otra parte cayó en buen terreno; así que brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Sus discípulos le preguntaron cuál era el significado de esta parábola.”
Lucas 8:4-8
El Escenario
En nuestra sociedad industrializada, la agricultura ha estado obsesionada con la producción de comida y ya no es sólo una forma de vida, sino que por el contrario, se ha convertido en una manera de hacer un estilo de vida. La tecnología moderna ha sido plenamente aplicada a los métodos agrícolas, así que el agricultor ahora es un técnico de procesos (un experto en aplicar fertilizantes, herbicidas e insecticidas) y un ejecutivo que conoce el costo de producción, el valor de su producto y el calendario del mercadeo.
Cuando Jesús enseñó la parábola del sembrador a su audiencia de galileos, ellos literalmente veían al agricultor sembrando su semilla en los campos aledaños en el mes de Octubre. Por supuesto, los evangelistas no nos dicen cuándo Jesús enseñó la parábola. Muy probablemente puede haber sido en el tiempo en que el sembrador salía a sembrar. Las multitudes (según Mateo, grandes multitudes) habían venido a la playa en la orilla noroccidental del Lago de Galilea. La gente podía ser contada por miles. Para dirigirse a tal multitud, Jesús usó un púlpito flotante, sentándose en un bote muy probablemente algo alejado de la orilla.1 De esta manera, la superficie del agua desviaba su voz, la cual, en un día calmado, podía alcanzar a la audiencia sentada o parada en la playa. Este entorno era mucho más eficaz que un moderno sistema de altavoces para dirigirse al público.
Jesús no tuvo que explicar las actividades de un agricultor. Tal vez ellos podían verlo trabajar a la distancia, sembrando semillas de avena o cebada. Ellos podían incluso haber pasado junto a sus campos camino a la playa. En la sociedad agrícola de ese tiempo, muchos en la audiencia eran agricultores o habían trabajado en una granja.
La agricultura en tiempos de Jesús era relativamente simple. Aunque la parábola no dice nada acerca de los métodos agrícolas, de las fuentes del Antiguo Testamento (Isaías 28:24-25; Jeremías 4:3; Oseas 10:11-12) y de los textos rabínicos, sabemos que al final de un prolongado y ardiente verano, el agricultor iría a su granja y sembraría trigo o cebada en la superficie del suelo duro. Él arará la tierra para cubrir la semilla y esperará las lluvias del invierno para que las semillas germinen.2
El agricultor en la parábola de Jesús, llevó al campo su provisión de grano en una bolsa que pendía de su cuello y hombros. La bolsa colgaba frente a él y con pasos rítmicos, él regaba la semilla en los surcos a través del campo. A él no le importaban las relativamente pocas semillas que caían en el camino que rodeaba el campo o las que quedaban en la superficie, donde la piedra caliza sobresalía de la tierra, ni las que caían entre los espinos que crecían durante la primavera y ahogaban el trigo que crecía. Para el agricultor, todo esto era parte de un día de trabajo.
En épocas remotas, el área donde Jesús enseñó la parábola había sido cubierta por el polvo de las frecuentes erupciones de una cordillera volcánica. Donde el polvo cayó en abundancia sobre la piedra caliza, la tierra fue particularmente fértil mientras que otros lugares quedaron áridos. En un campo particular, uno puede encontrar un suelo rico, de gravilla o rocoso.3
La descripción es común y precisa. El agricultor no podía evitar que algunas semillas cayeran en el camino duro. Tarde o temprano las aves vendrían y se llevarían las semillas que fueron sembradas en el campo. Todo eso era parte de la agricultura de ese tiempo. El agricultor tampoco podía hacer nada acerca de la piedra caliza que aparecía aquí y allá. Esa era la configuración del terreno. Más aún, él había tratado de eliminar las malezas espinosas desenterrando las raíces de estas obstinadas plantas. Pero ellas parecían tener una manera de regresar.
El agricultor imaginaba el tiempo de la cosecha cada vez que él entraba en el cultivo. Una cosecha promedio en aquellos días rendía diez veces.4 Si él obtenía un rendimiento de treinta veces o más aún, de sesenta veces, él tendría una excelente cosecha. Muy ocasionalmente él puede obtener una cosecha con un rendimiento de cien veces (Génesis 26:12). En resumen, el agricultor no se fijó en las semillas de trigo que perdió en el momento de sembrar, sino que puso su esperanza en el futuro y aguardó el momento de la cosecha.
Ninguno de los que escuchaban a Jesús tendría problema con él. El clímax de la historia pudo haber sorprendido a sus oyentes, pues en lugar de una cosecha normal con un rendimiento de diez veces, Jesús hablaba de un retorno de cien veces. El punto de la historia, por tanto, es una abundante cosecha.
El Diseño
La parábola del sembrador es una de los pocos relatos encontrados en todos los tres evangelios sinópticos. Cuando cada uno de los escritores incorporó el relato de Jesús de un agricultor sembrando y cosechando, ellos se dirigieron a sus propias audiencias. Mateo, Marcos y Lucas obviamente pusieron la parábola en el contexto de sus respectivos evangelios para mostrar el punto de la enseñanza de Jesús.
En el Evangelio de Mateo, el capítulo 13 es precedido por un relato del ministerio de sanidades de Jesús (capítulos 8 y 9). En la conclusión de esta sección, Mateo reporta que Jesús estaba enseñando en las sinagogas, predicando las buenas noticias del reino y sanando todo tipo de enfermedades y dolencias (9:35). Luego Él miró a las multitudes y como carecían de dirección espiritual, Él tuvo compasión de ellos, comparándolos a ovejas sin pastor. “La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo a sus discípulos—. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo” (9:37-38).
En el capítulo 10, Mateo reporta el envío de los doce discípulos, comisionados a ir a las ovejas perdidas de Israel. Pero Jesús advirtió a sus discípulos acerca del rechazo, la persecución y la muerte. Ellos enfrentarían la oposición, el odio e incluso la muerte. Mateo describe el mismo tema en los siguientes dos capítulos. Las multitudes habían seguido a Juan el Bautista, pero la gente decía que él tenía un demonio, que era un glotón y bebedor, amigo de cobradores de impuestos y de “pecadores” (11:19). La gente en Corazín, Betsaida y Cafarnaúm no quisieron arrepentirse y creer en sus palabras. Parecía como si Jesús hubiera estado arando en tierra poco profunda y la semilla que Él había sembrado se hubiera perdido. Sin embargo, a pesar del malentendido de Juan el Bautista (11:3), la incredulidad de los galileos (11:21, 23) y la enemistad de los líderes religiosos (12:2, 24, 38), el reino de Dios había llegado y continuaba su avance. Quienes hacen la voluntad de Dios son parte integrante del reino. Ellos eran los hermanos, las hermanas y la madre de Jesús (12:50).
En este punto, Mateo presenta la parábola del sembrador. La redacción estructural del relato del evangelio revela la hábil mano de un arquitecto literario.5 El evangelista ha puesto el escenario para el relato. El tema es alertar a sus lectores para la inesperada cosecha reunida en el reino de Dios.
Por otro lado, Marcos parece enfatizar el ministerio de enseñanza de Jesús en las orillas del Lago de Galilea. Él comienza el pasaje diciendo: “De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago” (4:1). Mientras que Mateo omite la referencia de Jesús sentado en un bote “en el lago”, Marcos se refiere al lago al menos tres veces en ese versículo introductorio. Él informa a sus lectores que una vez más Jesús encontró una gran multitud en la orilla del lago (ver 2:13 y 3:7). En su evangelio, Marcos inserta tres de las cuatro parábolas (el sembrador, la semilla que crece y la semilla de mostaza) en la narrativa para indicar el lugar de enseñanza, la audiencia a la que Jesús se dirigía y el propósito de las parábolas.
El escritor del tercer evangelio expone una versión abreviada de la parábola del sembrador, pero la pone dentro del contexto de la aceptación y el rechazo. Las palabras y los actos de Jesús tuvieron rápida aceptación entre la gente común, los cobradores de impuestos, las mujeres inmorales, etc. (7:29, 37; 8:1-3), pero enfrentaron la rígida oposición de los fariseos y los expertos en la Ley (7:30, 39). La versión de la parábola en el Evangelio de Lucas difiere un poco de la de Mateo y Marcos, aun cuando es mucho más corta y muestra un cambio de vocabulario entre ellas. “Estos cambios muestran que Lucas o la tradición oral se sintieron completamente libres de modificar detalles en la redacción de la historia, algo que los predicadores modernos hacen regularmente cuando están narrando de nuevo las parábolas.”6
La Interpretación
“Escuchen lo que significa la parábola del sembrador: Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Ésta es la semilla sembrada junto al camino. El que recibió la semilla que cayó en terreno pedregoso es el que oye la palabra e inmediatamente la recibe con alegría; pero como no tiene raíz, dura poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se aparta de ella. El que recibió la semilla que cayó entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas la ahogan, de modo que ésta no llega a dar fruto. Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Éste sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y hasta al ciento por uno.”
Mateo 13:18-23
“¿No entienden esta parábola? —continuó Jesús—. ¿Cómo podrán, entonces, entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Algunos son como lo sembrado junto al camino, donde se siembra la palabra. Tan pronto como la oyen, viene Satanás y les quita la palabra sembrada en ellos. Otros son como lo sembrado en terreno pedregoso: cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con alegría, pero como no tienen raíz, duran poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se apartan de ella. Otros son como lo sembrado entre espinos: oyen la palabra, pero las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y muchos otros malos deseos entran hasta ahogar la palabra, de modo que ésta no llega a dar fruto. Pero otros son como lo sembrado en buen terreno: oyen la palabra, la aceptan y producen una cosecha que rinde el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno.”
Marcos 4:13-20
“Éste es el significado de la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Los que están junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y les quita la palabra del corazón, no sea que crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la palabra con alegría cuando la oyen, pero no tienen raíz. Éstos creen por algún tiempo, pero se apartan cuando llega la prueba. La parte que cayó entre espinos son los que oyen, pero, con el correr del tiempo, los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida, y no maduran. Pero la parte que cayó en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha.”
Lucas 8:11-15
La parábola del sembrador es una de las pocas parábolas que Jesús explica a sus discípulos y a otros que estaban con ellos. No esperaríamos que la parábola necesitara explicación, pero de hecho necesita una aplicación para ser comprendida espiritualmente. La pregunta inicial de los discípulos, “¿Por qué le hablas a la gente en parábolas?”, recibe una respuesta que no se entiende tan pronto. Jesús responde: “A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Por eso les hablo a ellos en parábolas: ‘Aunque miran, no ven; aunque oyen, no escuchan ni entienden’” (Mateo 13:11-13).
Observemos que los discípulos le preguntaron a Jesús por qué le habla a la gente en parábolas, y que Jesús responde por qué Él le habla a ellos en parábolas. Marcos hace la distinción de “nosotros” y “ellos”, enfatizándola aún más al decir: “pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas” (4:11).
¿Qué quiso decir precisamente Jesús con la frase, “los secretos del reino”? Si Jesús es el Gran Maestro (Rabí), podemos esperar que Él enseñe verdades espirituales en un lenguaje sencillo. Sería difícil creer que Jesús, al adoptar una cierta manera de hablar, intentara ocultar su enseñanza de la multitud. Y sin embargo, Él habla de “los misterios del reino”.
Los documentos de Qumram se refieren al papel del Maestro de Justicia, comisionado a revelar los misterios divinos. Más aún, el Maestro instruiría a sus discípulos en la revelación que él recibió de Dios.7 Jesús trajo la revelación divina al enseñar a sus discípulos los secretos del reino de los cielos. Otros que no eran parte del círculo más amplio de los discípulos de Jesús, es decir, los que estaban fuera, no tenían la comprensión del reino que los seguidores inmediatos de Jesús tuvieron.8
Jesús se refirió indirectamente al nacimiento espiritual requerido para entrar al reino de Dios (Juan 3:3-5). En otras palabras, la capacidad así como el privilegio de discernir los secretos del reino les han sido dados a los discípulos. A quienes están fuera, este privilegio no les ha sido dado.9
Jesús se refiere a las multitudes a las que Él se dirigía como “ellos”. Esto en sí mismo no sorprende, dadas las aflicciones que Jesús ha pronunciado sobre las ciudades que no se arrepintieron: Corazín, Betsaida y Cafarnaúm (Mateo 11:20-24). Los ancianos, escribas, fariseos y la jerarquía sacerdotal constantemente se oponían a Jesús. Mateo parece haber empleado un simple término para la multitud de judíos que rodeaban a Jesús: “ellos”.10
No obstante, los secretos del reino no estarían escondidos para siempre. Marcos agrega las siguientes palabras a la explicación de Jesús a la parábola del sembrador: “No hay nada escondido que no esté destinado a descubrirse; tampoco hay nada oculto que no esté destinado a ser revelado” (4:22).11 La verdad que Jesús proclama por medio de parábolas le es dada a aquellos que ven y entienden.
En contraste, Mateo dice que al que tiene se le dará más, teniendo como consecuencia la abundancia, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará (13:12). Al escribir para los judíos, Mateo insinúa que aquellos a quienes no les ha sido dada la percepción espiritual y rechazan las palabras de Jesús, les ha sido quitado su entendimiento de las enseñanzas del Antiguo Testamento sobre el reino de Dios. Sin una comprensión espiritual de estas enseñanzas, los oráculos del Antiguo Testamento se convierten en algo sin importancia. De esta manera, aunque ellos (los judíos) ven, no ven, y aunque oyen, no oyen ni entienden (Mateo 13:13).
Todos los evangelistas citan las palabras de Isaías 6:9-10:
“En ellos se cumple la profecía de Isaías: “Por mucho que oigan, no entenderán; por mucho que vean, no percibirán. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les han embotado los oídos, y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos, oirían con los oídos, entenderían con el corazón y se convertirían, y yo los sanaría.
Mateo 13:14-15
Todos los tres evangelistas sinópticos parecen emplear la cita de Isaías para expresar la razón por la que la gente que tiene endurecido su corazón, perderá incluso su herencia espiritual.12 Otros comentaristas interpretan el uso de Isaías 6:9-10 como una explicación o advertencia respecto a las consecuencias de un corazón endurecido.13
De los tres evangelistas sinópticos, Marcos proporciona el más completo relato de la interpretación de la parábola de Jesús.14 Él incluye una palabra de reprensión de labios de Jesús: “¿No entienden esta parábola?” (4:13). Por implicación, Marcos indica que la parábola del sembrador es única. Tal vez su especial importancia viene de la explicación que Jesús hace de ella. Pero las palabras de reprensión también indican que los discípulos, cuyos corazones fueron iluminados, habrían comprendido el significado básico de la parábola.
El relato de Mateo es más preciso en su composición. Mateo es quien le pone título a la parábola: la parábola del sembrador. Y es el Evangelio de Mateo el que establece un tono pedagógico con una uniformidad de estilo y unas reverberantes frases simétricas.
Pero antes de pasar a la interpretación de la parábola en sí, deberíamos observar que la imagen que Jesús utilizó en la parábola del sembrador, también es descrita en 2 Esdras 9:30-33:
“Y dijiste: Israel, escúchame tú, simiente de Jacob, atiende a mi voz. Sembraré mi ley entre vosotros; traerá frutos en vosotros y por ella seréis ilustres en este mundo.
Pero habiendo recibido la ley, nuestros padres no la guardaron; no quedaron en tu partido. Entonces el fruto de la ley no fue perdido, pues no era posible que se perdiera, ya que viene de ti. Aquellos que lo habían recibido perecieron por no haber guardado lo que tú habías sembrado entre ellos.”15
En tiempos de Jesús, el verbo sembrar podía ser usado metafóricamente, significando “enseñar”. Podemos asumir que esta era la manera de hablar en las sinagogas locales. La formulación e interpretación de Jesús de la parábola del sembrador encaja muy bien en el patrón de oratoria de ese tiempo.
Lo que sorprende en la interpretación de la parábola es la ausencia de una cantidad de factores. Lo principal es la figura del sembrador. Aunque él es mencionado sólo a manera de introducción en la parábola, en la interpretación su presencia no se explica aunque sí se asume. En lugar de eso, el énfasis cae sobre la semilla que es sembrada. Lucas denomina a la semilla como “la Palabra de Dios”; Marcos simplemente la llama “la Palabra”; y Mateo, dada la cita de Isaías, por implicación dice: “Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Ésta es la semilla sembrada junto al camino” (13:19). Aunque esperaríamos alguna referencia a la lluvia, la cual obviamente aumentaría la cosecha, no se dice nada de ella (ver por ejemplo, Deuteronomio 11:14, 17).16 No se hace ninguna mención del duro trabajo de arar el campo, aunque claramente eso hace parte del proceso. La provisión de lluvia de Dios y el trabajo del hombre en el campo no tienen relación con la construcción e interpretación de la parábola.