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5. Se sostiene con oración
La oración es fundamental en la vida cristiana, y por lo tanto fundamental para el liderazgo cristiano. La oración expresa nuestra dependencia de Dios en respuesta a lo que está haciendo en nuestras vidas, y de la energía espiritual de nuestra relación con Él. Sin ella nos marchitamos y comenzamos a ejercer el liderazgo con nuestra propia fuerza, utilizando solamente nuestros recursos.
Una vida de oración sana reconoce los siguientes ingredientes: es más que un idioma, pero incluye uno; siempre se conduce en un contexto de la familia universal de Dios; se manifiesta a sí misma al crecer desde ser infantil a ser como un niño; e involucra un balance correcto entre la estructura y la espontaneidad. Los modelos de oración varían de persona a persona; pero, sin una dependencia en Dios en oración, nos arriesgamos a perder la intimidad basada en la relación, la humildad basada en la gratitud, la sabiduría basada en la percepción de Dios, y la valentía basada en su fuerza para poder seguir adelante aun cuando todo esté en contra de nosotros. Puede ser que otros líderes aprieten los dientes y sigan adelante por pura determinación y autoconfianza, felicitándose ellos mismos cuando tienen éxito; sin embargo, los líderes cristianos recurrirán a Dios y le darán la gloria por todo lo bueno.
6. Se vive personalmente como parte de la comunidad de la iglesia
Un aspecto de la encarnación que nos pone al tanto de la comprensión del liderazgo es la realidad física de Jesús entrando en tiempo y espacio. Nosotros también somos llamados a estar completamente encarnados en nuestro contexto. No podemos trabajar como asesores para personas que no conocemos. Seguramente, una de las fortalezas del sistema de la parroquia anglicana (aunque sé que tiene muchas debilidades) es que invita a los ministros de esa denominación a vivir este principio. Hablando con un amigo que trabaja en una región muy complicada, le pregunté qué era difícil para él en cuanto al ministerio allí. “Vivir aquí”, contestó. Pude ver por qué. En pleno día tuve que sacar el automóvil de la calle y estacionarlo detrás de un portón cerrado con llave, pues de otro modo habría desaparecido para cuando hubiera terminado de almorzar. Las calles eran inseguras durante el día, y extremadamente amenazantes en la noche. La escuela estaba luchando para soportar los enormes problemas sociales. El incendio de automóviles y la suciedad en la calle acompañaba el nivel de pobreza y mugre en algunas de las casas. Era muy difícil.
Seguí adelante preguntándole qué era lo bueno acerca del ministerio en ese contexto. Contestó: “Vivir aquí”. Él era el único “profesional” que lo hacía. Todos los otros viajaban para realizar su “trabajo” y volvían a casa en la noche; en cambio, él compartía algo de la vida local y estaba presente en su comunidad. El ministerio a la distancia, ya sea física o relacional, no es una opción para el liderazgo cristiano. Jesús se volvió uno de nosotros; estamos llamados al trabajo costoso de integrar nuestra vida con la de aquellos a quienes lideramos.
Es posible estar presente de manera física, pero ausente relacionalmente. Mis hijos saben esto muy bien. El del medio percibe cuándo en realidad no estoy presente. Si estoy cocinando, sin escuchar realmente lo que me está diciendo, se mete entre la alacena y mis piernas. Coloca sus manos sobre mis rodillas, su espalda en contra de la alacena y empuja con todas sus fuerzas hasta que tengo que retroceder. Sigue empujando hasta que ve que estoy mirando hacia abajo. Se detiene cuando consigue contacto visual; sonríe y continúa lo que estaba diciendo. Los líderes también pueden estar físicamente presentes pero relacionalmente ausentes. Los golpes constantes y la crítica quejosa, la confianza traicionada, las promesas rotas y los sueños frustrados, las situaciones pastorales agotadoras, el chismerío destructivo, todo se convierte en ladrillos en un muro defensivo que se construye a lo largo de los años. Eventualmente el líder cristiano se vuelve hermético para no sufrir más daño, pero también se aísla de los demás. Entendible como lo es esta situación, el liderazgo cristiano consiste en estar relacionalmente presente, no permitiendo que crezca la pared de protección al punto de que nos distanciemos de las mismas personas a las que hemos sido llamados a servir.
Otro aspecto del liderazgo cristiano que he vivido personalmente es una aceptación sana de quiénes somos y cómo nos hizo Dios. Cada uno de nosotros es único, tiene un diseño distinto y específico, trabaja en diferentes contextos. Tanto nuestra forma única como nuestro contexto único influenciarán en la manera en que lideremos en cualquier lugar. Dos de las enfermedades más devastadoras en el liderazgo son la comparación y la competencia. Ambas pueden llevar al orgullo (“Estoy haciéndolo mejor que ellos”) o desánimo (“No estoy haciéndolo tan bien como ellos”). La pregunta que le hace Pedro a Jesús en Juan 21.21: Señor, ¿y este, qué?, es un buen ejemplo de alguien que mira sobre su hombro. Jesús responde: ... ¿a ti qué? Tú sígueme no más. El liderazgo cristiano incluye aceptar nuestra singularidad y festejar la singularidad de los otros. Aquí es útil la investigación de los estilos de liderazgo, identificando las fortalezas y debilidades de los variados estilos, permitiéndonos reconocer el efecto que tiene nuestro estilo de liderazgo en otros y la importancia de construir equipos de liderazgo que reflejen una variedad de estilos.28
Aunque los líderes cristianos tienen que vivir su liderazgo de una manera personal, no deben ser agentes solitarios, sino parte de una comunidad. No todos los dones son dados a un individuo; por lo tanto, nos necesitamos el uno al otro para ejercer el liderazgo dentro de la comunidad cristiana. Responsabilidad y vulnerabilidad son una parte de este proceso. Muchos de nosotros querríamos evitar este tipo de contexto de liderazgo. El orgullo dice: “Puedo hacerlo solo”; el proteccionismo: “No quiero lastimarme”, y el poder: “Quiero control total”. Pero el Nuevo Testamento no nos permitirá esta posición; trabajamos juntos para los propósitos del reino, viviendo todos esos versículos “unos con otros”.29 Viv Thomas, director de Desarrollo de Liderazgo en om, capta bien esto cuando dice: “Los grandes líderes forman parte normalmente de grandes comunidades”.30
Las seis características descritas arriba son algunas de las marcas distintivas del liderazgo cristiano. Es una lista abrumadora que nos alienta a una vida más profunda en oración y santidad. Afortunadamente, el hilo conductor de oro que corre por estas características es la gracia. Sin ella abandonaríamos sumidos en desesperación, pero por la gracia de Dios nos animamos a creer que Él continúa llamando y equipando personas comunes como nosotros para emprender el liderazgo dentro de la comunidad cristiana. ¿Cómo crecemos en este tipo de liderazgo en una situación de cambio constante? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentamos? ¿Cuáles son las herramientas prácticas que nos pueden ayudar? Ése es el tema de nuestro siguiente capítulo.
Para reflexionar
• ¿Qué significa para mí ser amado por Dios?
• ¿Cómo me veo a mí mismo como líder? ¿Cómo me ven otros?
• ¿De qué manera refleja mi liderazgo las seis características del liderazgo cristiano? ¿Qué podría hacer por cada una de las características durante los próximos meses, algo que hiciera una diferencia?
10 Walter Wright, Relational Leadership, Paternoster, 2000, p. 7.
11 Por supuesto, uno de los roles más comunes de liderazgo no es uno “dado”, sino más bien elegido cuando nos convertimos en padres.
12 Ver también Tom Rath, Strengths Finder 2.0, Gallup Press 2007, www.gallupstreangthcenter.com, www.streanghtfinder.com, y la obra de Beverley Alimo-Metcalfe y su Transformational Leadership Questionnaire (www.realworld-group.com/tlq).
13 Ver Buckingham y Clifton, 2001, p. 48.
14 Paul Simpson, en un artículo de Personnel Today, junio 2001, So Are Leaders Born or Made?
15 John Adair, How To Find Your Vocation, Canterbury Press, 2000, p. 133. He adaptado levemente la terminología.
16 Graham Cray, Tools for the Job, cpas, 1990, p. 39.
17 “Si los dones espirituales son manifestaciones de la gracia de Dios, no deben ser identificados precisamente con habilidades naturales o dadas en la creación. Son más que la lista de talentos de una iglesia local. Algunos son efectivamente habilidades naturales empoderadas por el Espíritu a partir del llamado de Cristo, pero no todos los dones espirituales son ‘talentos ungidos’, y ciertamente no todos los talentos naturales se convierten en dones espirituales”, Graham Cray, Tools for the Job, cpas, p. 40.
18 Estoy agradecido a los participantes del Programa de Liderazgo Arrow por sus perspectivas sobre este punto.
19 Steven Croft, Ministry in Three Dimensions, dlt, 1999, y para un punto de vista diferente, Justin Lewis-Anthony, You Are the Messiah and I Should Know, Bloomsbury 2013.
20 Este tiempo de cambio se refleja en el pensamiento secular sobre el liderazgo, y en la abundancia de libros publicados sobre el tema. “En 1975 se publicaron doscientos libros sobre el tema de gerencia y liderazgo. Para el año 1997 ese número se había más que triplicado. En los últimos veinte años se han propuesto 9000 diferentes sistemas, principios y paradigmas para ayudar a explicar los misterios de la gerencia y el liderazgo”. Marcus Buckingham y Curt Coffman, First Breake All the Rules, p. 53.
21 “Los que buscan el reino son líderes que se caracterizan por la lealtad, porque siguen la causa de otro; por la fidelidad, porque dicen la verdad de otro; por la humildad, porque aceptan los resultados de otros; por la constancia, porque esperan otro tiempo; y por la expectativa, porque sueñan con la gloria de otro”. Leighton Ford, Transforming Leadership, ivp, 1991, pp. 97–98.
22 Para una excelente descripción de los orígenes de la humildad en la cultura occidental como enraizada en la persona de Jesús, ver John Dickson, Humilitas, Zondervan, 2011.
23 “Si nos esforzamos para hacernos grandes nos volvemos determinados pero no humildes; mientras defendemos nuestra posición, perdemos de vista la fe; nos convertimos en personajes centrales, no en siervos”. David Ferguson, Relational Leadership, ilm, 1999, p. 9.
24 Steven Croft, Ministry in Three Dimensions, dlt, 1999, pp. 45–46.
25 Graham Cray, Tools for the Job, cpas, 1990, p. 49.
26 Stacey Rhinehart, Upside Down, The Paradox of Servant Leadership, Navpress, 1998, p. 28.
27 Ver 2 Corintios 1.1–11. Este aspecto fundamental del liderazgo cristiano está bella y brillantemente explorado en uno de los libros más útiles sobre liderazgo que he leído: Michael Jinkins, Transformational Ministry, Church Leadership and the Way of the Cross, Saint Andrew Press, 2002.
28 Bill Hybels, Courageous Leadership, Zondervan, 2002, capítulo 7. También hay varios estudios sobre los estilos de liderazgo en línea. Ver www.mindtools.com/pages/article/newLDR_84.htm para una buena introducción.
29 Los “unos a otros” están enumerados en el Recurso 2. Como ejercicio, o en oración, analice un pasaje de la lista cada día, reflexionando sobre cómo podría cumplir con ese “unos a otros” en la vida y el ministerio, o tome la lista y compártala con los compañeros de trabajo preguntándose cómo pueden reflejarlo como equipo.
30 Viv Thomas, Future Leader, Paternoster, 1999, p. 32.
Preludio 2

Sonja (22), asistente/año sabático
Estacionando fuera de su departamento, Sonja se relajó. Qué gran fin de semana. Sonrió al recordar su ansiedad acerca de asistir. Roberto la había persuadido de que valía la pena intentarlo, y tenía razón. Unas “vacaciones de un fin de semana” sonaban como algo grande. Imaginó que iba a ser la única de su edad y color. Tenía razón, pero no pareció importar. Los dos líderes la hicieron sentir como en casa. La enseñanza sobre liderazgo y vocación era justo lo que necesitaba. Coincidía con sus propias preguntas, especialmente lo del llamado y del carácter. Fue bueno, además, escuchar a personas encarando algunos de los temas con los que ella estaba luchando en la iglesia. La conversación con Simón el sábado por la tarde fue exactamente lo que necesitaba, y fue útil tener instrucción personal en cuanto “a dónde vamos desde aquí”.
Al abrir la puerta del automóvil jovialmente, Sonja dio un paso sobre la calle y se dio cuenta de que eso era lo que quería hacer por el resto de su vida. Como Rob, sintió el llamado de Dios al interior de la ciudad. Durante el fin de semana había aclarado algo crucial: ella era una líder. Al abrir la puerta de su departamento, vio una tarjeta sobre el tapete. La recogió del suelo y leyó:
“Hola, Sonja, bienvenida de nuevo. Espero que haya tenido un grandioso fin de semana. Sólo quería decirle qué fue un privilegio tenerla trabajando en la iglesia este año que pasó. Oro para que este fin de semana le confirme en su propia mente que es una líder, y que aclare el sentido del llamado de Dios en su vida. Luego de casi 25 años como líder de la iglesia, puedo decirle que no conozco otro rol más desafiante y lleno de entusiasmo. Que Dios le dé coraje para seguir a donde la guíe. Cariños, Rob”.
“¡Sííí!”, respiró Sonja, dejando caer sus llaves, y dio un puñetazo en el aire antes de agacharse para recogerlas.


Capítulo 2
El desafío del liderazgo
Una de las ansias universales de nuestro tiempo es un hambre por un liderazgo convincente y creativo.
— James McGregor Burns
Hay una enorme explosión de interés en el liderazgo. Las estanterías crujen con el peso de nuevos libros en ese campo. Los negocios están inundados con los últimos seminarios, conferencias y manuales de entrenamiento, mientras el Departamento de Recursos Humanos identifica, promueve, provee fondos y monitorea el desarrollo del liderazgo. Gurúes autonombrados del liderazgo viajan por todo el mundo explicando sus últimos conocimientos. Incluso dentro de la iglesia hay un aumento en la gama de material en oferta para ayudar a los ministros a explorar el liderazgo hoy en día. ¿Por qué el surgimiento de este interés? Muchos de aquellos que escriben sobre el tema sugieren que se debe a los enormes cambios en la sociedad y la iglesia durante los últimos cien años. Análisis culturales hablan de una “era de cambios sin precedentes”, de “cambios sísmicos en las placas tectónicas de la cultura”, de “vivir a través de un periodo donde la forma de ver la vida está siendo reenmarcada”. Pero, mientras reconocemos la tendencia de cada generación de verse de alguna manera única, poco se cuestiona que los cambios experimentados en la sociedad occidental a lo largo del último siglo hayan causado una gran diferencia.
Mi abuela falleció recientemente, a la edad de 93 años. A lo largo de los años ella no sólo vio cambios masivos en la industria y la tecnología, sino también los vio en la matriz social y religiosa de Inglaterra.31 El ministro de la iglesia local que la bautizó en un pueblo del norte en 1909, difícilmente reconocería el mundo o la iglesia de hoy. Mucho se escribe sobre las causas y consecuencias de este cambio, señalando desde la tan nombrada modernidad hasta la postmodernidad; pero mi preocupación aquí es simplemente registrar que, como resultado de ello, las personas están buscando líderes que provean dirección para ayudar a encontrarles sentido a los cambios que las rodean. Esto presenta desafíos particulares para aquellos que lideran en las iglesias.
Los desafíos de hoy
Primero, se disputa el lugar de cambio en la iglesia. Algunas personas en la iglesia pretenden que las cosas se queden igual, como una manera de apuntalarse ellos mismos en contra de los cambios que los afectan en todas las áreas de su vida. La iglesia es el lugar que sienten como familiar, y cualquier sugerencia de cambio los reciben con una resistencia comprensible. Otros sienten una creciente conciencia de la necesidad de cambio. A pesar de algunas señales alentadoras, la iglesia en Inglaterra sigue deteriorándose. Las últimas estadísticas de un autor de numerosos proyectos en ella, Peter Brierley, hablan de una disminución severa de niños, una disminución constante entre la gente joven, y una ausencia aterradora de adultos jóvenes. Brierley nota que las cifras de la asistencia a la iglesia son alarmantes, no simplemente porque están en decadencia, sino debido a que el índice de ésta se encuentra en aumento.32 Numerosas diócesis anglicanas se hallan en dificultades financieras.33 La influencia del pensamiento y los valores cristianos parecen estar disminuyendo. No menciono todo esto para promover el desaliento, sino simplemente para llamar la atención hacia lo que algunas personas en la iglesia ya se dan cuenta: las cosas tienen que cambiar. Para dar lugar al cambio, alguien tiene que discernir la dirección de ese cambio, y eso involucra al liderazgo. De acuerdo con un futurólogo, el doctor Patrick Dixon, “o controlamos el futuro o el futuro nos controlará a nosotros”.34
Segundo, las expectativas generacionales del liderazgo difieren. El cuadro que presento a continuación refleja algunos de estos cambios a lo largo de franjas de edades específicas.35 Las personas responden a los líderes de diferentes maneras, y es esto en parte lo que hace más difícil el liderazgo de hoy. No vivimos en una cultura monocromática, sino en un enorme caleidoscopio de culturas entretejidas. En cualquier congregación u organismo, podemos tener una variada gama de culturas en las cuales la gente tiene muy diferentes expectativas acerca de cómo deben liderar los líderes.
Gen Y1984-2000Gen X1964-83Baby boomers1946-63Tradicionalistas1925-45Pregunta clave¿Cuál es mi elección?¿Cómo se siente?¿Funciona?¿Es verdad?Esperan que los líderesColaboren y me involucren desde el comienzoConsulten /Me comprendanSean competentes y profesionalesDen enseñanza y direcciónMétodos preferidos de comunicaciónTweets, textos, FacebookSitios de Internet y correos electrónicosUn poco de esto—><— y de aquelloRevistas y anuncios en la comunidad religiosaMi primer compromiso es conMis amigosPersonas en tanto personasMi campo de trabajoLa organizaciónFuncionamiento conjuntoBusco divertirme en mi equipoNecesito un equipo para hacer cualquier cosaVeo la necesidad de trabajar en un equipoPreferiría trabajar soloDesacuerdoVadearloSacarlo a la luz y discutirloDecidir de acuerdo con lo que es más eficienteEvitar la confrontaciónDescripciónConectadoInvolucradoAtareadoFielTercero, un resultado de la explosión en el interés por el liderazgo es que han crecido las expectativas de la gente con respecto a los líderes. Lo que la gente experimenta en su vida laboral crea expectativas cuando se reúnen como iglesia. En un tiempo en que la gente está mirando para ver el liderazgo ejercido de una manera cada vez más competente y profesional, los líderes en la comunidad cristiana están pobremente entrenados, y el liderazgo es lamentablemente escaso y carece de calidad. Parte de la razón de esto se debe al cambio de la sociedad desde la Segunda Guerra Mundial. Con la desintegración del Servicio Nacional en la década de 1950, el surgimiento de la era del gerenciamiento en los años 60 y la búsqueda de identidad en los 70, disminuyeron los modelos para el liderazgo. Además, en parte se debe a la imagen percibida de los líderes cristianos de la década de 1990 (y el desgaste de la confianza en el liderazgo en general a lo largo de la sociedad), que luchan para mantenerse en pie ante la presión de la decadencia, o son ridiculizados por la prensa por delitos menores. Para revertir esta tendencia necesitamos hacer crecer el liderazgo proactivamente, pero no necesariamente de la misma manera que en el pasado.
Estos tres factores presentan un desafío a cualquiera en el liderazgo cristiano de hoy. Paralelamente a estos desafíos generales, hay algunos específicos que afectan a los líderes dentro de ciertos perfiles de edad.
Para líderes jóvenes (18–35 años)36
Hoy en día, muchos líderes jóvenes comienzan desde un lugar muy diferente tanto social como emocional que los que lo hicieron hace cincuenta años. En un excelente artículo en el periódico Church of England Newspaper, Pete Ward resaltó un aspecto de este tema dentro de la Iglesia Anglicana:
Un número creciente de ministros ordenados están buscando primeros curatos en donde puedan entrenarse en nuevas maneras de ser iglesia. Esto no sorprende: muchos de los estudiantes más despiertos y capaces que están recibiendo educación teológica, vinieron de un entorno de culto alternativo, del ministerio juvenil y de la plantación de iglesias… Pero enfrentan un problema: su primer curato.37
Los puestos de entrenamiento tradicionales muy a menudo son inapropiados para los ministros asistentes cuya inclinación es hacia las nuevas maneras de ser iglesia. Desean conectarse con la cultura emergente, esos grupos de personas a los que se esfuerzan por llegar quienes heredaron una cierta manera de “ser una iglesia”.38
Nuestro trabajo junto a los líderes de entre 25 a 40 años en el Programa de Liderazgo Arrow confirma los hallazgos de Pete Ward. Los líderes jóvenes a menudo luchan no sólo con el modelo de iglesia ofrecido por las iglesias a donde van después de terminar el instituto teológico, sino también con el modelo de liderazgo ofrecido por los ministros que están liderando esas iglesias. El modelo de iglesia, el de liderazgo y evangelismo al que tantos ministros se aferran, simplemente son inapropiados para los jóvenes menores que tratan de comprometerse con las generaciones perdidas de la sociedad contemporánea.
Reconozco que no es simplemente un problema generacional. Es perfectamente posible ser un ministro asistente de 27 años de edad aliado con una forma de iglesia heredada, o uno de 56 años disfrutando de la forma de iglesia emergente. Sin embargo, se presenta más comúnmente como un problema generacional. Como concluye Pete Ward, “no es solo una cuestión de complacer a los clérigos subalternos. Más bien da sentido a la misión de la iglesia”. Necesitamos lanzar líderes jóvenes para que experimenten con nuevos modelos de iglesia, liderazgo y evangelismo, y asegurarnos de que les proporcionamos suficiente apoyo, orientación y responsabilidad.
En este tiempo de transición también necesitamos líderes jóvenes que estén preparados para aprender de líderes de más edad y ejercitar el dominio propio y la sumisión; comprender antes de juzgar, ser respetuosos antes de criticar; y ser leales antes de hablar fuera de lugar.
Rara vez se enseña la disciplina de la sumisión, y de hecho va en contra del espíritu de la época. En Celebración de la disciplina, Richard Foster escribe: “La obsesión de exigir que las cosas se hagan de la manera como las queremos es una de las mayores esclavitudes de la sociedad humana de hoy”.39 Su capítulo sobre sumisión es un recordatorio conmovedor de que “el llamado a los cristianos para que vivan la vida de cruz está arraigado en la vida de cruz del Señor mismo: Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo (Ef 5.21)”.40 Y continúa:
A las personas modernas les parece sumamente difícil leer a los grandes maestros de las devociones por cuanto usan abundantemente el lenguaje de renunciamiento […] [miremos] al renunciamiento como lo que realmente es: […] la negación de nosotros mismos es la piedra de toque para la disciplina de la sumisión.41
Mi primera reacción cuando lucho contra la manera en que alguien me lidera es la autojustificación, seguida, si no tengo cuidado, por la autocompasión. Nunca pienso en la sumisión como mi primera opción, pero ella no significa autodesprecio o pérdida de identidad, o renunciar a la búsqueda de lo mejor. Significa lealtad adecuada, respeto y honor para aquellos que están en autoridad sobre nosotros. Significa reflexionar discretamente en cuáles son los problemas reales, escuchando gentilmente y aprendiendo antes de hablar y decir. Significa preguntarnos “¿Qué puede enseñarme Dios en este momento que no podría aprender en ninguna otra circunstancia?”, porque si hemos de ser buenos líderes, debemos primero aprender a ser humildes seguidores.