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La desigualdad de clase había estado paliada por la economía moral. A los cincuenta y cuatro años, Hannah Smith «encabezó una muchedumbre» en Mánchester que hizo bajar el precio de las patatas, la mantequilla y la leche, y se jactaba de poder reunir una multitud en un minuto[13]. Fue acusada de asaltar caminos para vender mantequilla barata a la multitud, y ahorcada por ello en 1812.
Actos como el de Hannah Smith se llamaban taxation populaire en Francia y «economía moral» en Irlanda. Se efectuaban en oposición a la economía liberalista, que obtuvo sus primeras victorias revocando la legislación que prohibía el forestalling, es decir, negarse a llevar comida al mercado para forzar un aumento de precio. La revocación constituyó la base para la victoria intelectual del liberalismo, con Adam Smith liderando la marcha triunfal. Nosotros los llamamos motines de subsistencias. En ese momento, los llamaban «levantamientos del pueblo» o «insurrecciones», y tuvieron lugar en Inglaterra en 1709, 1740, 1756-1757, 1766-1767, 1773, 1782, 1795 y 1800-1801. Los disturbios de 1795 fueron generalizados. Barbara y J. L. Hammond los llamaron «la revuelta de las amas de casa», por la participación conspicua de las mujeres[14].
En diciembre de 1800, la Brown Bread Act [Ley del pan moreno] (41 George III, c. 16) prohibió a los molineros moler cualquier cosa que no fuera harina integral de trigo, llamada mealie. Los pobres la llamaron la «Ley del veneno». James Bannantine tenía un chiste sobre la perfección del derecho inglés: «al pobre lo ahorcan por robar una hogaza de una panadería para satisfacer las ansias de la naturaleza; al panadero, que roba a toda una parroquia, lo multan con unos cuantos chelines; y el grande, que le ha robado miles a la nación, queda impune»[15].
El hombre no vive solo de pan, pero se rige por él. «Es la cantidad de comida la que regula el número de la especie humana», escribió el reverendo Joseph Townsend una docena de años antes de que el reverendo Malthus llegara a la misma conclusión. Y continuaba con un párrafo aterrador:
El hambre doblega a los animales más feroces, enseña decencia y civismo, obediencia y sometimiento, a los más perversos. En general, solo el hambre puede espolear e incitar [a los pobres] al trabajo; pero nuestras leyes han dicho que no tengan nunca hambre. Las leyes, debe confesarse, han dicho igualmente que serán obligados a trabajar. Pero entonces, la restricción legislativa se atiende con muchas dificultades, violencia y ruido; crea mala voluntad, y nunca puede ser productiva de bien y servicio aceptable: mientras que el hambre no solo es una presión pacífica, silenciosa e implacable, sino que, como el motivo más natural para la industria y el trabajo, exige los esfuerzos más poderosos; y, cuando se satisface mediante la libre recompensa de otro, asienta cimientos duraderos y seguros de buena voluntad y gratitud. Al esclavo hay que obligarlo a trabajar, pero al hombre libre debería dejársele a su propio albedrío y discreción; debería protegérsele en el pleno disfrute de lo suyo, sea mucho o poco; y debería ser castigado cuando invade la propiedad del vecino[16].
Los artesanos de Inglaterra sufrieron un desastre como resultado de la mecanización, la urbanización, la desposesión y la completa pérdida de las tradicionales protecciones de normativas y aprendizaje. Con las jóvenes y los niños fueron consignados a las fábricas, sin protección de los sindicatos y con una creciente conciencia de clase. Las actividades textiles (seda, algodón, lana, estambre) sufrieron debido a la invención de las máquinas, primero para hilar y luego para tejer, seguidas por el motor de vapor[17]. La acción directa contra la cardadora mecánica y el destrozo de máquinas de bastidor para tundir (que levantaban el pelo de los tejidos, preparando el trabajo de los tundidores) siguieron a la formación de un comité de trabajadores, la coordinación con trabajadores cualificados similares de otras partes de Inglaterra e Irlanda, los escritos de súplica al Parlamento, y la documentación de prohibiciones legislativas y consuetudinarias de las máquinas ofensivas[18]. Thomas Helliker se negó a presentar pruebas contra los otros tundidores de Trowbridge que habían quemado la fábrica de Littleton en el verano de 1802. En Salisbury, Wiltshire, Thomas Helliker fue ahorcado por destruir maquinaria solo tres días después de Despard. El verano anterior, había participado en la destrucción de una fábrica textil que contenía una cardadora mecánica y un bastidor de tundir. Se había ennegrecido la cara para ocultarse, lo cual estaba prohibido en la Black Act de 1723. Su cadáver fue trasladado en procesión por miles de dolientes, a pesar de la presencia de dragones, de la caballería, y del aparato de informadores establecido por el jefe de la policía londinense[19].
Con la Paz de Amiens volvieron los soldados y los marineros, para descubrir que no encontraban ningún trabajo remunerado. A varios obreros, que habían sido despedidos de su empleo en una gran fábrica de Mánchester poco después de que empezase la guerra, les dijeron al mismo tiempo que la falta de comercio que ocasionó esta medida no se debía a la guerra: «Pues a mí –replicó uno de ellos con rotundidad– me parece directamente lo contrario; ¿no estamos en este momento empleados en disparar a nuestros clientes?». El chiste no pudo pasársele por alto a Tom Paine, que había escrito: «Nada puede parecer más ridículo y absurdo, fuera de toda reflexión moral, que estar a expensas de construir barcos, llenarlos de hombres y después lanzarlos al océano, para probar quién logra hundir más rápidamente a los demás»[20].
Richard Parker, «bien educado y el más valiente entre los valientes» fue elegido presidente de la flota amotinada de la Royal Navy, la «república flotante». El motín comenzó en abril de 1797 en Spithead y continuó en mayo en el Nore, el banco de arena formado en la desembocadura del río Támesis. Veinticuatro navíos izaron la bandera roja de los amotinados. Cada buque se gobernaba a sí mismo y elegía delegados para representar a la totalidad. El historiador del motín concluye que «establecieron el primer Gobierno basado en sufragio masculino universal que el mundo había visto»[21]. La Royal Navy tenía un total de 100.000 hombres y muchachos. Unos 11.500 debían de ser irlandeses. Un tercio de los amotinados tenía nombres irlandeses. Valentine Joyce, nacido en Belfast y miembro de la Sociedad de los Irlandeses Unidos, había redactado esta petición en marzo: «Ahora estamos obligados a pensar por nosotros mismos, porque muchos (no, la mayoría) de la Flota estamos prisioneros desde el comienzo de la guerra, sin recibir ni una mísera moneda». Los Irlandeses Unidos pidieron: «Primero, que se aumenten nuestras provisiones al peso de dieciséis onzas la libra…, segundo, que se pueda garantizar suficiente cantidad de hortalizas del tipo más abundante en los puertos a los que vayamos…, tercero, que se atienda mejor a los enfermos, cuarto…, que podamos de algún modo tener permiso y oportunidad de disfrutar de las mieles de la libertad en tierra»[22].
A Richard Parker iban a ahorcarlo el 30 de junio de 1797. Presidía el Comité General de Delegados en el Nore. En el compartimento que tenía en el sollado le escribió a un amigo de infancia: «Por las leyes de la guerra reconozco que estoy legalmente condenado, pero por las leyes de la humanidad, que deberían constituir la base de todas las leyes, muero ilegalmente». Se consolaba a sí mismo y a su amigo escribiendo, «voy a morir como mártir por la causa de la humanidad»[23]. Esta era también la causa de Despard, que murió por «los intereses de la raza humana».
Desde la verga del palo mayor, Parker saltó a la muerte, privando a sus enemigos de la satisfacción de matarlo, y absolviendo a sus compañeros del hecho. En total, cincuenta y nueve hombres fueron condenados a muerte, y al menos treinta y seis de ellos, ejecutados de hecho. El entierro de Parker estuvo a punto de causar una revuelta masiva en Londres. Docenas de amotinados fueron luego encarcelados en la prisión de Coldbath Fields, donde se cruzaron con Despard, que ocupaba una celda adyacente a la suya. En la cárcel los esperaban el suicidio, el hambre, la neumonía, o la «visita de Dios»[24].
Esclavos procedentes de la costa occidental de África, que habían soportado el infame «Pasaje del Medio», proporcionaban la mano de obra para las plantaciones del Caribe y de la América continental. Azúcar, tabaco, café e índigo eran las principales mercancías producidas con su trabajo colectivo. El 21 de agosto de 1791, en Saint-Domingue, lideraron la lucha por la libertad atlántica contra la esclavitud, y se convirtieron, tras su victoria a finales de 1803, en la República de Haití. Este es el periodo en el que la plantación esclavista experimentó la transición económica y geográfica del azúcar al algodón.
Gabriel Posser era un hombre formidable –casi 1,90 metros de estatura, y líder de una revuelta de esclavos africanos en Virginia– cuyo objetivo era atacar Richmond, ascendiendo por el río James desde la bahía de Chesapeake, capturar armas, quemar almacenes, y tomar al gobernador como rehén. «Los negros estamos a punto de levantarnos y luchar contra los blancos por nuestra libertad»[25]. Los cálculos sobre el número de sublevados varían entre mil y cincuenta mil. Planeaban atacar la ciudad bajo el lema «Muerte o libertad», el grito de batalla de Saint-Domingue. La conspiración fue sofocada el 30 de agosto de 1800. Murieron ejecutados treinta y cinco de los conspiradores. Gabriel fue interrogado por el gobernador James Monroe, uno de los «padres fundadores» de los Estados Unidos de América, pero se negó a confesar. Llegó a la horca sin flaquear. Cuando un rebelde le preguntó qué tenía que decir en su defensa, él respondió: «No tengo nada más que ofrecer que lo que habría podido ofrecer el general Washington, si hubiera sido capturado por los oficiales británicos y sometido a juicio por ellos. He arriesgado mi vida en el esfuerzo de obtener la libertad para mis paisanos, y estoy dispuesto a sacrificarme por su causa; ruego, por favor, ser llevado de inmediato a la ejecución. Sé que estáis decididos a verter mi sangre, ¿a qué viene entonces esta farsa de juicio?»[26].
El gobernador Picton empezó a supervisar Trinidad cuando los británicos la tomaron, en 1797. En 1801, en el culmen de las importaciones de esclavos de África, había sido nombrado gobernador. Tenía un gran interés personal en la economía de plantación. Gobernó por medio de la tortura, la horca y las violaciones de esclavas. En 1801, torturó a su joven criada y concubina Louisa Calderon con la piqueta, una tortura usada primero con los soldados británicos antes de ser aplicada a los esclavos. El caso de Louisa Calderon fue denunciado ante el King’s Bench en 1804, y se convirtió en una causa célebre para el movimiento abolicionista inglés[27].
Picton fue juzgado por ejecutar brutalmente esclavos, a los que acusaba de practicar magia negra, quemándolos vivos o decapitándolos. Los ejecutaba sin juicio y los encerraba en una cárcel sin luz ni ventilación. El testigo más preciso de estos procedimientos fue Pierre Franc McCallum, originario de Ayrshire, en Escocia, un radical atlántico, o «británico nacido libre»[28]. Fue acusado de dirigir un periódico londinense que había apoyado los motines de 1797. Era amigo de Toussaint L’Ouverture y se unió a él cuando Leclerc invadió Haití, en 1802. Su decimotercera carta describe a veintiséis víctimas de la comisión inquisitorial organizada por Picton en 1801 contra la brujería, la adivinación, el envenenamiento mediante hechizos y la conversación con el diablo.
En diciembre de 1801, a Pierre François, a pesar de declararse inocente, lo obligaron a arrodillarse y lo sentenciaron a ser quemado vivo. Thisbe era una criada cuyo esposo fue acusado de brujería por «este tribunal diabólico». Confesó, bajo «la agonía de una tortura insoportable», diciendo de camino al patíbulo «que no es más que un vaso de agua en comparación con lo que ya he sufrido». A su marido le ordenaron acompañarla al patíbulo y estar presente mientras la quemaban. Falleció en febrero de 1802[29].
Los primeros actos de crueldad practicados por Picton no fueron, significativamente, contra esclavos negros africanos sino contra irlandeses del cuerpo militar isleño. En 1797, Hugh Gallagher fue ahorcado sin juicio, y a otros tres irlandeses los condenaron a 1.500 latigazos cada uno, una sentencia que equivalía a la pena de muerte.
Al contemplar criados, esclavos, un artesano y un marino, hemos encontrado individuos de los principales sectores del proletariado del momento, es decir, aquellos cuyo servicio ayudaba a producir los personajes de «calidad», aquellos cuyo trabajo colectivo producía el dulzor de la vida (azúcar), aquellos cuyo trabajo en las máquinas de las fábricas producía la cálida suavidad de la vida (algodón) y, por último, los marineros que transportaban el azúcar y el algodón a la Calidad. Juntos, formaban la clase de personas que prescindían y laboraban, o que carecían y trabajaban. El humor patibulario mantenía el terror a raya, endurecía a la chusma, preparaba a los oprimidos para devolver la jugada. La conciencia de clase de estos miembros del proletariado, sin embargo, no era tal que incluyera el deber histórico de poner fin a las desigualdades sociales. Esto Despard no lo sabía, y su conspiración, o apuesta insurgente, fracasó.
Una de las razones de este fracaso, sin duda, era el carácter en sí de la composición de clase. Tanto el racismo como el nacionalismo se convierten en grandes divisores de la clase obrera atlántica. Esta es una forma económica de entender la fuerza de trabajo atlántica. Hay también una forma política, en la medida en la que las nuevas naciones del momento se definían en parte por aquellos a quienes ahorcaban. Los ahorcamientos enseñaban lecciones, y una de ellas era racial.
El ahorcamiento en junio de 1790 de Thomas Bird, un marinero inglés de cuarenta años, fue la primera ejecución del recientemente constituido Gobierno federal de Estados Unidos. Marinero de un barco de esclavos, Bird colgó por primera vez la hamaca antes de la Guerra de Independencia estadounidense. Fue reclutado, estuvo preso y huyó. En resumen, era un típico proletario pícaro. Lo ahorcaron por asesinar al capitán de un barco de esclavos en 1787, cerca del golfo de Benín («de donde pocos salen, a pesar de que muchos entran»). Las circunstancias fueron que Bird y la tripulación negra habían huido de un capitán borracho, pero por desgracia unos «nativos locales» los devolvieron. El capitán reanudó sus abusos, reduciendo sus raciones y robándoles la ropa. En enero de 1787, Bird lo mató y tiró el cadáver a una fosa sin fondo (200 brazas de profundidad) frente al cabo Lahou (Costa de Marfil). George Washington no logró encontrar «atenuantes» para indultarlo[30]. En consecuencia, la primera víctima de la pena capital en la nueva república esclavista fue un traidor a su raza. La doctrina racista de la supremacía blanca recibió su impronta de la nueva soberanía, la república blanca.
[1] Shelley escribió magníficamente sobre él en un nuevo tipo de prosa, que había dejado de ser irónica para mostrarse estrictamente consciente de la base clasista de la pena capital. El título del ensayo, We Pity the Plumage but Forget the Dying Bird [Nos apiadamos del plumaje, pero olvidamos el pájaro moribundo], es una cita de la abrumadora acusación de Tom Paine contra Edmund Burke.
[2] J. Binns, Recollections of the Life of John Binns, Londres, 1854, p. 280.
[3] V. A. C. Gatrell, The Hanging Tree: Execution and the English People, 1770-1868, Oxford, 1994, p. 51. La trampilla nueva fue instalada por dos sheriffs evangélicos. Se describió con precision clínica en Gentleman’s Magazine 2, 1783, p. 991.
[4] El 14 de julio de 1800, James Ridgway publicó el libro de Bannantine, New Joe Miller; or, the Tickler, Containing Five Hundred Good Things, que era un libro de humor lleno de anécdotas, sátiras, chistes y afirmaciones incongruentes. Un estudioso de Ciudad del Cabo me informa de que «el libro de chistes de Bannantine» todavía circula en Mauricio.
[5] T. Paine, Rights of Man, Londres, 1969, 2a pt., pp. 225, 240.
[6] V. A. C. Gatrell, cit.
[7] Esta práctica se mantuvo a pesar de que el Deuteronomio (21: 23) prohibía dejar a los condenados colgados toda la noche.
[8] C. Steedman, Labours Lost: Domestic Service and the Making of Modern England, Cambridge, 2009, p. 44.
[9] Su nombre no aparece entre las peticiones de clemencia presentadas ante la Secretaría de Interior, de modo que parece que además de ser sentenciada a la horca fue de hecho ahorcada. NA, HO 47.
[10] E. Thompson, Whigs and Hunters: The Origin of the Black Act, Londres, 1975, p. 256; 168 Eng. Rep. 665 (1743-1865).
[11] The Times, 23 de febrero de 1803.
[12] V. A. C. Gatrell, cit., pp. 339-343.
[13] E. Thompson, «Moral Economy Reviewed», Customs in Common, Londres, 1991, p. 330.
[14] J. L. Hammond y B. Hammond, The Village Labourer: 1760-1832: A Study in the Government of England before the Reform Bill, Londres, 1927.
[15] J. Bannantine, cit.
[16] J. Townsend, Dissertation on the Poor Laws, Londres, 1786.
[17] Véanse P. Mantoux, The Industrial Revolution of the Eighteenth Century: An Outline of the Beginnings of the Modern Factory System in England, Londres, 1961; o J. L. Hammond y B. Hammond, The Skilled Labourer, 1760-1832, Londres, 1919.
[18] El libro de E. P. Thompson titulado The Making of the English Workings Class, Nueva York, 1963, se basó especialmente en las pruebas aportadas por dichos trabajadores.
[19] A. Randall, Before the Luddites: Custom, Community and Machinery in the English Woolen Industry, 1776-1809, Cambridge, 1991, pp. 171 y ss.; K. G. Ponting, The Woollen Industry of South-West England: An Industrial, Economic and Technical Survey, Nueva York, 1971, p. 103.
[20] J. Bannantine, cit.; T. Paine, cit., pt. 2, cap. 5, p. 289.
[21] J. Dugan, The Great Mutiny, Londres, 1966, p. 36.
[22] Ibid., p. 64. Véase R. Wells, Insurrection: The British Experience, 1795-1803, Gloucester, 1986, pp. 90-91, 96-97, 102-103, 145-151.
[23] J. Dugan, cit., p. 356.
[24] N. Frykman, «The Wooden World Turned Upside Down: Naval Mutinies in the Age of Atlantic Revolution», tesis doctoral, Universidad de Pittsburgh, 2010, pp. 250 y ss.
[25] V. Harding, There Is a River: The Black Struggle for Freedom in America, Nueva York, 1983, pp. 55-58.
[26] H. Aptheker, American Negro Slave Revolts, Nueva York, 1993, pp. 223-224.
[27] J. Epstein, «Politics of Colonial Sensation: The Trial of Thomas Picton and the Cause of Louisa Calderon», American Historical Review, junio de 2007.
[28] F. F. M’Callum, Travels in Trinidad during the Months of February, March and April 1803, Liverpool 1805. Véase también J. Epstein, «The Radical Underworld Goes Colonial: P. F. McCallum’s Travels in Trinidad», en M. Davis y P. Pickering (eds.), Unrespectable Radicals? Popular Politics in the Age of Reform, Aldershot, 2008.
[29] W. Fullarton, A Statement, Letters, and Documents Respecting the Affairs of Trinidad, Londres, 1804.
[30] J. Genesio, Portland Neck: The Hanging of Thomas Bird, Portland, ME, 2010.
5. Manzanas del árbol verde de la libertad
Durante la época revolucionaria de la larga década de 1790, Despard tuvo buenos ejemplos de cómo morir honorablemente en la horca: Wolfe Tone, Thomas Russell, William Orr y Robert Emmet murieron en otoño, la época de recolección de las manzanas. Se dice que por sus frutos los conoceréis. Estos son solo algunos de los revolucionarios irlandeses que dieron su vida por la liberación de Irlanda en la Rebelión de 1798. Además de ellos añado una manzana podrida, Joseph Wall, del condado natal de Despard, Laois.
La doctrina de la soberanía popular, en contraste con la monarquía, expresaba su forma constitucional en forma de república. Res publica es el cognado latino. Significa cosas de lo público, en contraste con la res comuna, o cosas de la comunidad pertenecientes a los plebeyos. Por citar un manual renacentista sobre ciencias políticas, la res plebeia «significa solo la multitud en la que se contienen los habitantes mezquinos y vulgares»[1]. Es una distinción crucial. Políticamente, fue una época de repúblicas nacientes y monarquías deterioradas. Las repúblicas triunfaron en Haití (1804), Francia (1792) y Estados Unidos (1789), pero fracasaron en Irlanda (1798), Escocia (1794) e Inglaterra (1803), donde se impuso la monarquía. Económicamente, fue una época de cercamientos, ante los cuales desaparecieron por igual los bienes comunales de subsistencia y el común ideal, y los habitantes se vieron obligados a convertirse en esa multitud de los mezquinos y los vulgares. El significado de lo común cambió en consecuencia. El esfuerzo de Despard, su conspiración de 1802, quedó atrapado en este dilema, y sucumbió ante él. Irlanda era una colonia y un lugar de bienes comunales. Despard se unió a los Irlandeses Unidos, cuyo líder militar era el «ciudadano» Edward Fitzgerald.
Fitzgerald era un vástago de los estratos más privilegiados de la aristocracia. Como militar, sobrevivió a la guerra gracias a la ayuda de Tony Small, el antiguo esclavo afroamericano que le salvó la vida en la batalla de Eutaw Springs. Viajaron con raquetas de nieve y canoa desde la costa de Maine hasta Detroit, donde Fitzgerald fue adoptado por la Nación Seneca con el nombre de Egnidal, antes de dirigirse a Michalmackinac y embarcarse por el Mississippi hasta Nueva Orleans. Regresó a Irlanda para crear y comandar el ejército de los Irlandeses Unidos, y fue asesinado el 4 de junio de 1798.
Los ilotas eran la clase de trabajadores agrícolas de la antigua constitución espartana. Esclavos de la tierra, daban su producto al Estado y se les exigía servir como soldados. Ilota era el término usado por William Drennan para describir la masa de la población irlandesa[2]. Hombres y mujeres irlandeses cosechaban el grano durante las temporadas de trabajo agrícola intensivo en Inglaterra. Hombres y mujeres irlandeses sirvieron de peones para excavar los canales. Hombres irlandeses proporcionaban carne de cañón para el ejército y la armada. Drennan (1754-1820) fue un poeta (acuñó la expresión «la isla esmeralda», en referencia a Irlanda), un arquitecto de los Irlandeses Unidos (compuso su himno) y un obstetra que asistía a mujeres irlandesas en el parto.
El 19 de noviembre de 1798, el cirujano de la cárcel (emigrado francés) susurró sobre el cuerpo gravemente debilitado de Wolfe Tone que, si intentaba moverse o hablar, le llegaría la muerte al instante. Habiéndoles escrito ya a su esposa e hijos para despedirse, Tone simplemente preguntó: «¿Para qué iba a desear vivir?». Y de esa forma expiró debidamente el primer gran líder de la lucha por una república irlandesa independiente, negándoles a sus enemigos, como había hecho Richard Parker, la satisfacción de ahorcarlo.
Desde la derrota de la Rebelión irlandesa de 1798, durante la cual murieron o fueron encarceladas unas treinta mil personas, la vida se había vuelto insignificante. La muerte de Tone preparó el Acta de Unión formalizada en el verano de 1800, que extinguió el nombre de Irlanda como nación y formó el Reino Unido en 1801[3]. Su hijo describe el estado de ánimo subsiguiente: «El aparato militar y la autoridad despótica se desplegó por todas partes; ningún hombre se atrevía a confiar en su vecino, ni uno de los pálidos ciudadanos a dejar ver, por la mirada o la palabra, sus sentimientos o sus simpatías»[4]. Diez años antes, el ánimo había sido muy distinto.
En agosto de 1791, mientras los esclavos de Haití pronunciaban el juramento del Bois Caïman y se rebelaban, Wolfe Tone publicaba An Argument on Behalf of the Catholics of Ireland [Argumento a favor de los católicos de Irlanda], que se unió a otros manifiestos de la época –de Paine, Sièyes, Equiano, Volney, Wollstonecraft, Oswald, Spence y Thelwall– expresando una nueva prosa, nueva política, nueva clase y nueva manera de pensar con una lucidez derivada de su propósito, que era la destrucción del Gobierno odioso y de la civilización inicua. Derechos del hombre, el manifiesto de Tom Paine en defensa de la república revolucionaria de Francia, se publicó en Dublín en marzo de 1791, y en ocho meses vendió cuarenta mil ejemplares, el doble que en Inglaterra.