Cerraron los ojos y agacharon la cabeza en señal de respeto y duelo. Así comenzó el breve canto a la vida y a la muerte que el viejo Laurentio había escrito para todos ellos.
<br/>
Si la muerte me alcanza,
que sea aún en pie,
sin miedo,
borracho de vida,
rebosante de esperanza
ante las promesas del Otro Lado.
<br/>
Allí,
nuestras almas,
libres y gozosas,
se reunirán
en espera de la Última Travesía.