Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021

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28 El desmembramiento del territorio nacional producido por iniciativa de Bolívar debía tener una serie de otras razones, como su interés por reducir la capacidad de presión geopolítica del territorio peruano frente a su proyecto de la Gran Colombia. Lo cierto es que casi todas las decisiones de Bolívar respecto a la cuestión territorial de la América hispánica estaban perfectamente articuladas con las ideas de la época, según las cuales, las nacientes repúblicas debían reconfigurar sus dominios a partir de la creación de nuevas ciudades-capital, no solo distintas en ubicación y función a la ciudad capital del poder colonial, sino mejor articuladas con la nueva dinámica del comercio mundial y el emergente capitalismo mercantil industrial. Los ejemplos que influyeron en Bolívar: la fundación de San Petersburgo, por Pedro el Grande, en 1703, como nueva capital del Imperio ruso; la fundación de Washington, en 1791, como la nueva capital de la nación norteamericana según el plan de Pierre Charles L’Enfant. En el caso específico de las medidas de Bolívar respecto al territorio peruano, estas dos acciones igualmente articuladas por él y desarrolladas a partir de las propuestas formuladas por Francisco de Miranda para que las nuevas repúblicas se organicen en torno a una gran nación continental, cuya única capital pudiera ubicarse en el istmo de Panamá. Lo que propone Bolívar, en 1815, en su célebre «Carta de Jamaica», con cierto aliento utópico, mesianismo y voluntarismo romántico, es crear una sola gran nación con una sola gran ciudad-capital: «Yo deseo mas que otro alguno ver formar en America la mas grande nacion del mundo, menos por su estencion y riquesas, que por su libertad y gloria. Aun que aspiro á la perfeccion del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el nuevo - mundo sea por el momento rejido por una gran republica; como es impocible no me atrevo á desearlo, y menos deseo aun una Monarquia universal de America, por que este proyecto, sin ser util, es tambien impocible. Los abusos que actualmente existen, no se reformarian, y nuestra rejeneracion seria infructuosa. Los Estados Americanos, han menester de los cuidados de gobiernos paternales, que curen las plagas y las heridas del despotismo y la guerra. La Metrópoli, por ejemplo seria Mejico, que es la unica que puede serlo por su poder intrinseco, sin el cual no hay Metrópoli. Supongamos, que fuese el Ystmo de Panamá, punto céntrico para todos los estremos de este vasto continente: ¿no continuarian estos en la languidez y aun en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida» (Bolívar, 2015, pp. 23-24 [f. 22]). Respecto a la composición y la ubicación de la gran capital, sostiene que: «Los Estados del Ystmo de Panamá hasta Goatemala formaran quisá una asociacion. Esta magnifica posision, entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del Universo. Sus canales acortaran las distancias del Mundo: estrecharan los lazos comerciales de Europa, America, y Asia, traeran á tan felis region los tributos de las cuatro partes del Globo; ¡Acaso solo allí podra fijarse algun dia la Capital de la tierra!; como pretendió constantino [sic] que fuese Bisancio la del antiguo hemisferio» (2015, p. 26 [f. 25]). Sobre cómo se organizarían los nuevos estados, Bolivar escribe: «La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan á convenirse en formar una Republica Central cuya Capital sea Maracaybo, ó una nueva Ciudad que, con el nombre de Las Casas (en honor de este heroe de la filantropia) se funde entre los confines de ambos paices, en el sobervio puerto de Bahiahonda» (p. 26 [f. 25]). Sus opiniones sobre el Perú no son precisamente entusiastas para los fines de su proyecto personal: «El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo regimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo, rara vez alcansa á apreciar la sana libertad: se enfurese en los tomultos, ó se humilla en las cadenas. Aunque estas reglas serian aplicablez á toda la America, creo que con mas justicia; las merece Lima, por los conceptos que he espuesto, y por la cooperacion que ha prestado á sus Señores contra sus propios hermanos los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Ayres. Es constante que el que aspira á obtener la libertad, á lo menos lo intenta -. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democrácia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia. Los primeros preferiran la tirania de uno solo, por no padeser las persecuciones tumultuarias, y por establecer un orden siquiera pacifico. Mucho hará si concigue recobrar su independencia» (pp. 27-28 [ff. 27-28]). Bolívar reitera numerosas veces su entusiasmo de formar con los países del nuevo mundo una sola gran nación: «Es una Ydea grandiosa pretender formar de todo el nuevo mundo, una sola nacion con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbrez y una Religion, deberia por consiguiente tener un solo Gobierno, que confederase los diferentes estadoz que hayan de formarse; mas no es pocible, por que climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres de semejantes dividen á la America: ¡Que bello seria que el Ystmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los Griegos! ¡ojala que algun dia tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los Reprecentantes de las Republicas, Reynos é Ymperios á tratar y discutir sobre los altos intereses de la Paz y de la Guerra, con las naciones de las otras tres partes del Mundo» [sic] (p. 28 [ff. 28-29]).
29 Otros personajes de este primer militarismo autoritario, caudillista y de traiciones con golpes de Estado mutuos y sucesivos: Luis José de Orbegoso (1795-1847), presidente entre 1833-1835; Pedro Pablo Bermúdez Ascarza (1793-1852), militar que se autoproclamó jefe supremo del Perú entre el 4 al 28 de enero de 1834; así como Juan Francisco Vidal Laos (1800-1863), militar y presidente por breves periodos entre 1835-1836 y entre 1842-1843. Felipe Santiago Salaverry (1806-1836), militar y presidente en 1836, murió fusilado por orden del mariscal Andrés de Santa Cruz. A esta lista habría que añadir algunos nombres más de menor influencia y presencia intermitente en el poder como Antonio Gutiérrez de la Fuente (1829, 1830-1831), Juan Francisco de Vidal (1835-1836, 1842) y Manuel Ignacio de Vivanco (1843-1844), todos de alguna forma «jefes supremos», «presidentes provisorios» por periodos de meses o un año. Las pugnas entre ellos y las traiciones mutuas llegaban hasta la ridiculez para configurar esa especie de «comedia republicana» o sainete patético ante los ojos de propios y extraños, como lo confirman las crónicas de los viajeros de entonces.
30 Tanto en la arquitectura popular urbana como en la rural, signadas por una densidad muraria de pocos vanos, así como por una intensidad expresiva y decorativa en vanos, puertas, fustes y capiteles, el trasvase entre experiencias locales y ajenas encontró un espacio de depuración estilística, tecnológica y ambiental menos sesgada. Para Ramón Gutiérrez se trata del ámbito en el que puede observarse con nitidez «el fenómeno de síntesis cultural americana» (1983, p. 351) entre los elementos castellanos, andaluces, extremeños y locales, como la reconversión de la «cancha» prehispánica en una especie de patio abierto. Sobre arquitectura rural y arquitectura popular urbana véase Burga Bartra, 2018; Negro, 2004; Arciga, 2018; Serna, Maldonado y Sanz, 2016; Ludeña, 2008; Viñuales y Gutiérrez, 2014.
31 La elección del sábado 28 para la proclama pública de la independencia no fue gratuita, como lo precisa Pablo Ortemberg. Seguía la costumbre colonial de los tres días de fin de la semana dispuestos para toda celebración monárquica que culminaban con el domingo del Te Deum, en la Catedral de Lima, para el respectivo aval religioso al poder constituido. Pero este hecho no es el único rasgo de réplica: el día de la proclama se reprodujo también, casi milimétricamente, el mismo recorrido e itinerario por aquellos cuatro lugares en los que debía repetirse la declaratoria de independencia, como solía efectuarse con las declaratorias reales o anuncios de la autoridad virreinal: la Plaza Mayor, la Plazuela de La Merced, la Plaza de Santa Ana y la Plaza de la Inquisición. La puesta en escena de todo este ritual estaba acompañada por una parafernalia entre decorativa y de propaganda textual constituida por túmulos, arcos del triunfo levantados en los principales ingresos a la ciudad y a la plaza mayor, pirámides, columnas adornadas con palmas y pancartas con «poemas» escritos para la ocasión (Ortemberg, 2014, p. 210).
32 Alejandro Salinas señala que, hacia 1831, el 90% gasto público del Estado estaba destinado al sector de Guerra y Hacienda y al pago de deudas, montepíos y sueldos, mientras que el 10% restante, a la policía. De este 10% una ínfima parte se destinaba a «obras públicas» (2011, p. 310).
33 Como nos recuerda Jorge Basadre en su Historia de la República del Perú, 1822-1933, el proyecto de San Martín de convertir al Perú en una monarquía constitucional no pasó de ser un proyecto sin destino posible. La aspiración de fundar una «República liberal» emanada de la Constitución de 1823 fue liquidada por la «Jefatura Suprema» de Bolívar, la cual a su vez se canceló en 1827. En palabras de Basadre: «[...] la lucha para abatir el monarquismo domina la asamblea de 1823, por lo menos en sus albores; la crítica contra el centralismo señala la máxima actitud de los debates de 1827-1828; y la acción adversa al militarismo inspira las más importantes alteraciones de la Convención del 33-34 hace en el texto del 28» (2005, I, p. 193).
34 Otro proyecto propuesto para Lima junto con iniciativas como el de la reforma de la Alameda de los Descalzos fue el de la remodelación y prolongación de la Alameda de la Portada del Callao hasta la Legua de 1852. La obra se concretó parcialmente en los términos de la idea inicial.
[ENCUADRE ]
II
Teodoro Elmore y Lecciones de
Arquitectura. Racionalidad,
arquitectura e invención de un
nuevo campo disciplinar en el Perú
Ante una historiografía de la arquitectura dominada de manera preminente por la noción de proyecto y de obra construida, se tuvo la impresión generalizada de que en el Perú no se contaba con alguna evidencia de producción teórica sobre lo construido y de la arquitectura como campo disciplinar. Una primera aproximación desde los dominios de una «historia de las ideas» en la arquitectura republicana peruana ha revelado no solo una historia dotada de testimonios, de pensamiento denso y original, sino que en ella el ingeniero Teodoro Elmore (1851-1920) y su tratado Lecciones de Arquitectura (1875) cumplen un indiscutible rol pionero. Es el primer tratado de arquitectura publicado en el Perú republicano. Este capítulo se ocupa de analizar el contenido y la significación, así como las motivaciones y el ambiente político, social y cultural que le sirvió de contexto a la publicación del libro. Se trata, sin duda, de un hito intelectual en un país que en la segunda mitad del siglo XIX parecía adherirse al discurso de progreso y modernidad promovido por ingenieros como Teodoro Elmore.
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