Heredera por sorpresa

- -
- 100%
- +
—¡Qué mal rollo! —dice Camille.
Estoy de acuerdo.
—Glory, tu exnovia era blanca, ¿verdad?
Glory asiente:
—Sí.
Pongo los ojos en blanco.
—No entiendo la obsesión que tienen los blancos por el pelo de las asiáticas. —Miro a Camille con preocupación—. Sin ánimo de ofender.
—No me ofendo —responde tranquila—. En nombre de mi gente, me disculpo.
Admitimos que, sin lugar a duda, Glory gana por la peor ruptura.
—He perdido demasiadas compañeras de piso por liarme con ellas —admite Glory con tono sombrío—. Por eso ninguna de nosotras se enrolla con las demás.
Camille tiene una mirada un poco melancólica. La entiendo. En la escala de orientación sexual, soy en gran parte heterosexual, aunque también tengo inclinaciones no heterosexuales, y creo que a Camille le ocurre lo mismo. Para mí, eso significa que me gustan los chicos, pero las chicas como Glory también me ponen. Al fin y al cabo, no soy de piedra. No si se trata de Glory.
No he tenido muchas citas, y nada a la altura de las historias de mis compañeras, pero aporto lo que puedo. Les hablo del hijo del primo del médico de un amigo de mis padres, a quien acepté enseñarle los alrededores cuando vino de visita desde Taiwán. No teníamos ningún contacto directo en común y, aunque todo el mundo fingió que no había sido planeado, yo sabía que sí.
—No estoy intentando reproducir ningún estereotipo de chico asiático empollón —advierto a mis compañeras de piso—, pero este chico lo era. —No quiero que Camille piense que todos los chicos asiáticos son unos empollones.
Glory se ríe porque sabe que es una advertencia que a veces se debe hacer en compañía mixta.
Camille asiente:
—Por supuesto. —La sinceridad de esta chica está haciendo que se gane mi corazón.
—La cita estuvo bien —digo—. No saltaron las chispas entre nosotros, pero era un tipo bastante agradable. Luego, al final, me dijo que me había traído algunos regalos. Abrió la mochila… —Hago una pausa para conseguir un efecto dramático y bebo un sorbo de agua—. Y empezó a sacar, uno por uno, el tipo de recuerdos horteras que tus padres podrían traerte de un viaje… cuando tenías ocho años. —A decir verdad, a mí eso no me pasaba. Mis padres apenas viajaban sin mí, y mucho menos a otros países como Taiwán.
Glory se ríe tanto que le brotan lágrimas de los ojos.
—¿Como qué? —Camille abre unos ojos como platos por la fascinación.
—Como un llavero con una frase hortera en inglés en un corazón de plástico. Creo que era algo parecido a: «Two hearts make one love». —Alzo una mano cuando Glory se atraganta con el agua por la risa—. Espera, que todavía no he llegado a la mejor parte.
Camille casi da saltitos en el sofá.
—Cuéntanos —exige.
—Una caja de música con figuras de Blancanieves y los siete enanitos en la parte de arriba.
—Ay, por favor, dime que la melodía que sonaba era «Mi príncipe vendrá» —suplica Glory.
—Por supuesto que sí —respondo—. La puso para mí y luego me miró con ojos de cachorrito durante toda la canción. Fue muy incómodo.
Glory ha acabado en el suelo y Camille jadea entre risas.
—Lo mejor fue la reacción de mi madre.
Mamá examinó el plástico barato de colores brillantes que había sobre mi cama y luego dijo:
—¿Esto es lo que te ha traído de Taiwán? ¿Por qué bai fei qian en esto?
Me río al recordarlo y añado:
—Ella no entendía por qué malgastaba su dinero en baratijas. Pensó que debería haberme traído pasteles de piña de Taiwán en su lugar.
A mamá le encantan los dulces. Siempre le pide a su mejor amiga, que también es china, que le traiga pasteles de piña de Taiwán. Una vez le pregunté por qué nunca había ido allí o a China. Me dio una respuesta imprecisa, pero yo sabía que ocultaba algo.
En cuanto Camille recupera el aliento, pregunta:
—¿Taiwán forma parte de China? ¿Tus padres son de allí? —Esta es la clase de preguntas que no me molestan. Camille no lo pregunta porque mi condición de asiática me convierta en extranjera a sus ojos, sino porque es una nueva amiga que quiere conocerme de verdad. Sin embargo, la respuesta a su pregunta sobre Taiwán es complicada. Desde que el bando perdedor de la revolución comunista china huyó a Taiwán a finales de los años cuarenta, la China continental considera que Taiwán forma parte del continente, pero estos no están de acuerdo. Mi padre diría que eso es demasiado simplificado, pero yo no soy capaz de explicar la geopolítica china como él.
—Taiwán es un país aparte —explico—. Mis padres no son de allí, sino de China.
Luego cambio de tema, porque sé cuál es la siguiente pregunta inevitable. Y no es ofensiva, pero tampoco fácil de responder: «¿Alguna vez has estado en China?».
La respuesta es no. Pero no me resulta fácil explicar por qué. Mis padres no solo no han vuelto nunca a China, sino que me han prohibido ir.
Y no sé por qué.
Capítulo 3
Me siento en una silla de plástico rígido en la sala de espera del casting y observo con disimulo a las otras candidatas, sentadas frente a mí. En la primera audición la sala estaba abarrotada y, cuando me llamaron por primera vez, estaba medio llena. No obstante, ahora que me han llamado por segunda vez, solo hay otras dos mujeres, ambas asiáticas. Una de ellas tiene la cara bonita y redonda y la otra tiene una belleza elegante. Si el director está buscando a una chica guapa, elegirá a la primera; pero, si lo que quiere es alguien con glamur, elegirá a la segunda. «¿En qué posición me deja eso a mí?». Con el pelo recogido en una coleta y el mínimo maquillaje, describiría mi estilo como el de la «vecina de al lado», excepto que las asiáticas nunca son la «vecina de al lado». O somos exóticamente guapas o exóticamente glamurosas.
Aliso la hoja de papel que me ha dado la recepcionista al registrarme; espero tener una oportunidad con este rol. «Sonia Li, exnovia». Eso es todo. Supongo que será una lectura en frío de nuevo. Las dos últimas veces también lo fue: una escena con Sonia en medio de una pelea con su exnovio Ryan.
Rápidamente, repaso todo lo que sé sobre Butterfly, la película para la que estoy haciendo la prueba. Es un cortometraje de presupuesto medio cuyo estreno está previsto en todo el país y la producirá un estudio pequeño, pero de buena reputación. También es una versión de M. Butterfly, y, por lo que sé de la obra de teatro y de la adaptación cinematográfica de los años noventa, supongo que Sonia Li es la versión moderna del personaje secundario Helga, la esposa que al final es abandonada.
Tanto en la obra de David Henry Hwang como en la versión cinematográfica original, Helga es blanca, pero supongo que en esta versión es asiática. El único otro personaje femenino que se me ocurre también es secundario: la camarada Chin, pero se supone que es una mujer mayor. Miro a las otras dos mujeres y ambas aparentan mi edad, por lo que lo más posible es que no vayan a presentarse para el papel de la camarada Chin.
Trago saliva y voy a por un vaso de agua del dispensador. Las otras dos chicas siguen mis movimientos con la mirada. La que tiene la cara redonda se sonroja cuando nuestros ojos se encuentran y vuelve a centrarse en su propio folio, aunque mirar fijamente la única línea que debe decir no va a ayudarla mucho en la prueba. Aun así, es justo lo que voy a hacer yo también.
La otra mujer me sonríe con fría confianza. Ella no lleva ninguna hoja.
—¿Te han llamado para el papel de Sonia Li? —Se echa el pelo largo por encima del hombro y la melena se extiende como tinta sobre su blusa blanca—. Soy Vivienne.
—Eh, sí. Para el papel de Sonia Li. Yo soy Gemma.
Me bebo el agua de un largo trago y, sin querer, derramo algunas gotas sobre mi camisa. Genial. Basta con que mi competencia se presente para que yo me convierta en un manojo de nervios. Con cuidado, vuelvo a sentarme en la silla.
La mujer que se ha ruborizado levanta la vista y se presenta como Julie.
Vivienne se inclina hacia delante y dice de forma confidencial:
—Me encantaría conseguir este papel. Trabajar con Eilene Deng sería un sueño hecho realidad.
Me quedo boquiabierta. Eilene Deng es mi ídolo. He visto toda su filmografía, incluso la única y horrible temporada de su fallida comedia.
—Bromeas. —Resoplo sorprendida.
—¿Qué papel interpreta? —pregunta Julie con los ojos muy abiertos.
Vivienne se ríe.
—Oh, no actúa en esta película. La dirige.
Frunzo el ceño, con la emoción empañada por la sospecha de que Vivienne nos está tomando el pelo.
—En la primera audición, el director de casting reveló que el director es Jake Tyler.
Jake lleva años en la industria del cine y tiene fama de tener poca paciencia y de ser muy exigente.
—Sí, es cierto —confirma Vivienne—. Pero cuentan con Eilene como codirectora.
Ah. En realidad, tiene sentido que el estudio contrate a una codirectora asiática, pues el director principal es un hombre blanco.
—¿De dónde has sacado esa información? —pregunto.
—Oh, ya sabes cómo funciona este mundo. —Vivienne hace un gesto con la mano—. Uno de los negocios de mi madre es un restaurante de fusión vietnamita que a Eilene le encanta, y se le escapó algo sobre la codirección de esta película durante un evento que el restaurante organizó.
No, no sé cómo funciona este mundo. Mi madre es directora de arte en un museo y mi padre es profesor de ciencias políticas, así que somos una familia de clase media, pero eso no significa que yo me codee con la misma gente que Vivienne. Es decir, venga, que se tutea con Eilene Deng y uno de los negocios de su madre es un restaurante de fusión de lujo. Aun así, los cotilleos de Vivienne no parecen mezquinos, por lo que le pregunto:
—¿Sabes algo más sobre la película?
Entrecierra los ojos.
—No, la verdad es que no.
No la culpo por ser esquiva. Al fin y al cabo, estamos aquí para competir por un papel, no para hacernos amigas.
—Julie Chu —anuncia la recepcionista en voz alta—. Le toca.
Julie se pone de pie nerviosa y Vivienne y yo le deseamos suerte.
Permanecemos en silencio mientras Julie entra en la sala de casting y Vivienne se pone los auriculares para escuchar algo en su teléfono. Es una decisión inteligente; esforzarse por fisgonear lo que sucede en la sala de casting a través de las finas paredes nunca es una buena idea, así que la imito.
Treinta minutos después, Julie sale. Nos sonríe con valentía, pero noto que no le ha ido tan bien como esperaba. Me siento mal por ella, pero al mismo tiempo aumenta mi confianza en mis propias posibilidades. Me quito los auriculares con la esperanza de que me llamen a mí a continuación.
Poco después, la recepcionista pronuncia el nombre de Vivienne y se traba cuando llega a su apellido, al decir algo como «Na-goo-yen» en lugar de pronunciar «Nguyen» como una palabra de una sola sílaba sin «g» ni «y» sonoras.
Vivienne me susurra:
—«Nguyen» es el apellido vietnamita más común, pero parece que los blancos no lo entienden.
Sonrío. Es mi competencia, pero me cae bien, aunque intente evitarlo.
Vivienne tarda más tiempo que Julie y, cuando vuelve a la sala de espera, está radiante. Me quito los auriculares a tiempo para escuchar cómo me desea «¡Buena suerte!» con alegría, alto y claro antes de salir de la estancia entre pequeños saltitos. Está claro que no es una buena señal para mí.
Me quedo sola en la sala de espera y, en el momento en que me dispongo a volver a ponerme los auriculares, oigo un murmullo de voces al otro lado de las paredes. Oh, oh. Debería colocármelos ya. Mis dedos revolotean indecisos cerca de mis oídos. «Nunca ha salido nada bueno de escuchar a escondidas en la sala de espera de un casting». Aun así, dejo caer los auriculares sobre mi regazo, de manera que los cables blancos forman una maraña desordenada.
—¿Qué importa eso? —dice una voz masculina en respuesta a una frase que no he entendido.
—¿Acaso no estoy aquí para eso?, ¿para decirte lo que importa? —responde una voz femenina.
—Hermosa y serena, es perfecta. —No me cabe duda de que se refiere a Vivienne. El estómago me da un vuelco.
La mujer habla demasiado bajo para que pueda oír su respuesta.
La del hombre, sin embargo, no es difícil de escuchar; suena casi enfadado:
—¿De verdad quieres discutir sobre esto?
—Ya veremos —responde la mujer—. Tenemos una opción más.
—¿Para qué vamos a molestarnos? ¡Si ya sé a quién quiero!
En ese momento, la recepcionista me llama desde su escritorio:
—Gemma Huang, la están esperando.
Cuando me levanto, me tiemblan las rodillas. «¿Para qué vamos a molestarnos?». ¿Para qué voy a entrar si el director ya ha decidido elegir a Vivienne? Respiro hondo y me digo a mí misma que no he venido hasta aquí para rendirme antes de entrar siquiera en la sala de casting. Con el corazón desbocado, abro la puerta y entro en la sala.
Al igual que las dos primeras veces, hay un cámara listo para grabar la escena del casting. Detrás de una larga mesa hay dos personas atractivas de mediana edad: un hombre blanco y una mujer asiática. El hombre debe ser Jake Tyler, el director, pero yo solo tengo ojos para ella.
Eilene Deng. Es imposible no reconocer ese rostro de huesos finos y el arco sarcástico de sus cejas negras.
Se me humedecen las manos y se me seca la garganta. «Es ella de verdad». Supongo que, en realidad, no me había creído del todo que Eilene Deng codirigía la película. La impresión de encontrarme cara a cara con mi ídolo hace que me maree. Una voz en mi cabeza balbucea con entusiasmo: «¡Soy una gran fan tuya! Eras lo mejor de Danger Hospital, ¡es una pena que la serie se cancelara después de una sola temporada! Dios mío, ¡no me creo que vaya a conocer a Eilene Deng!». Parpadeo por el asombro y me doy una colleja mental. «Cálmate, Gemma». Eilene Deng no quiere que una fan desquiciada se ponga como una loca delante de ella.
Eilene sostiene mis frases para la lectura en frío con una sonrisa amable, pero Jake ni siquiera me mira. Cojo las hojas que me ofrece con la esperanza de que no se percate del sudor de mis manos y echo un vistazo rápido a la escena: Sonia se aleja a toda prisa de Ryan después de una pelea y él corre tras ella bajo la lluvia. Parece que esto tiene lugar justo después de la escena que he leído las dos últimas veces.
—Vamos a hacer la primera toma sin las cámaras, ¿de acuerdo? —anuncia Eilene.
—Vale —digo, ansiosa.
Jake pronuncia las primeras frases de Ryan:
—Sonia, espera. Debes de estar calada hasta los huesos.
El guion indica que Ryan se quita el impermeable y envuelve a Sonia con él, que tiembla y se acurruca en su abrazo.
—Mi pequeña mariposa, aunque ya no seas mía y no tenga que preocuparme por ti, te voy a cuidar siempre.
«¿En serio? ¿Quién dice este tipo de cosas? ¿Y por qué Sonia no le tira el chubasquero a la cara?».
La frustración me recorre el cuerpo mientras intento meterme en el personaje.
—¿Y quién cuidará de ti, Ryan? —Se supone que tengo que decirlo con nostalgia, pero me sale sin sentimiento—. Cuando era tuya, habría ido hasta los confines de la tierra por ti.
Madre mía. Este diálogo cada vez va a peor.
Jake lee las siguientes frases como si estuviera adormilado.
Las gotas de sudor se me acumulan sobre el labio superior. Según el guion, Sonia empieza a coquetear y a mirar de forma seductora a Ryan a los ojos, pero me parece una tontería que haga eso, así que me salto la indicación. «Seguro que Vivienne ha hecho una interpretación perfecta con un solo movimiento de pestañas».
—Cuidado, Ryan. Puede que te lleves una sorpresa. —Mi voz suena tan forzada que parece que esté leyendo un manual de instrucciones de IKEA en lugar de tontear con mi exnovio.
Eilene me interrumpe:
—¿Qué piensas de tu personaje, Gemma?
—¿Perdón? —La miro confusa y parpadeo. Que Eilene me interrumpa tras haber leído apenas unas pocas líneas debe ser una mala señal. Las rodillas me flaquean por el pánico.
—¿Podemos continuar? —Un ceño petulante estropea la escultural belleza de Jake.
Eilene lo ignora y repite su pregunta con paciencia.
Me siento como si hubiera vuelto al instituto y me hubieran enviado a la oficina del director para dar explicaciones por alguna falta que desconozco. Nunca me llegaron a enviar al despacho del director, pero todavía sueño con ello a causa de la ansiedad.
—Sonia parece poco… —Me detengo porque no encuentro una manera correcta de terminar la frase—… ¿realista? —termino con voz ahogada.
Jake resopla.
—¿A qué te refieres con poco realista? —me anima Eilene.
—Eh… —Siento la lengua como si estuviera envuelta en lana que pica; sería una locura señalarle a un director que el personaje para el que están haciendo el casting es un estereotipo—. Bueno, primero parece muy débil e insegura… y de pronto… está… ¿seduciéndolo? —Parece que Eilene me está escuchando de verdad, así que continúo—: Quiero decir, si yo fuera Sonia, estaría enfadada porque mi exnovio está actuando de forma deshonesta y posesiva. No trataría de recuperarlo como una desesperada, sino que intentaría…, bueno, intentaría hacerme la dura.
Eilene se ríe, pero Jake no. Da la impresión de que querría estar en cualquier lugar menos aquí.
Levanto la barbilla.
—Pero también me aseguraría de que sepa lo que se pierde.
Jake vuelve a dirigirme una mirada dispersa.
La boca de Eilene se curva en una sonrisa.
—Bu cuo.
—¿Qué has dicho? —pregunta Jake a Eilene. Ahora suena un poco menos aburrido.
—Que no se equivoca —responde ella con calma.
Eso es lo que bu cuo significa literalmente en chino, pero en el uso común significa «no está mal», como una forma de elogio que se pierde en la traducción. Los padres chinos tienen la mala fama de ser escuetos con las alabanzas, pero, en realidad, un bu cuo chino mesurado vale más que cien «muy bien» estadounidenses casuales. Y eso es lo que hace que la esperanza se prenda en mi interior como una pequeña estrella ardiente.
Eilene se dirige a mí:
—Volvamos a hacerlo desde el principio. ¿Te parece bien, Gemma?
—Claro —exclamo, aterrada ante la idea de meter la pata de nuevo. ¿Cómo voy a interpretar a Sonia de forma convincente?
Jake se encoge de hombros y retoma sus frases. Cuando empieza de nuevo y llama a Sonia «pequeña mariposa», me viene a la cabeza una escena de M. Butterfly, quizá porque ya conozco la obra de memoria. Uno de los personajes asegura que solo un hombre podría interpretar a la perfecta mujer asiática de forma convincente porque ella no es real, sino un objeto de la fantasía masculina.
Bien. «Piensa en la fantasía, Gemma, no en la realidad». Interpreto mis líneas sobre ir a los confines de la tierra por Ryan y, esta vez, lo hago mejor. Al menos, no siento náuseas.
Jake lee las suyas:
—Este es mi hotel. Entra y nos quitaremos esta ropa mojada.
Me arde la cara cuando me come con los ojos por encima del papel. Incluso aburrido como una ostra, se las ingenia para mirar de forma lasciva; estoy segura de que es un acto reflejo.
He conocido a hombres como Jake y me sé sus fantasías: antiguos secretos eróticos y risitas tímidas, sexo y modestia, todo envuelto en un paquete imposible. Me había equivocado al evaluar a las otras mujeres en la sala de espera. Julie, Vivienne, yo… Ninguna de nosotras puede ser la mujer que esperan, porque no es real. Pero yo no tengo que serlo, solo tengo que interpretar ese papel, y ya es hora de que recuerde qué es ser una actriz. Mi voz suena aguda y entrecortada mientras miro de manera recatada a Jake por debajo de las pestañas.
—Cuidado, Ryan. Quizá te lleves una sorpresa. —Dejo que un leve tono de advertencia se filtre a través de mi voz.
Se endereza y sus ojos reflejan interés mientras pronuncia sus siguientes líneas.
Eilene me dedica una sonrisa de aprobación y se acomoda en la silla.
Termino la escena, ignorando las indicaciones de despedirme de Ryan con anhelo. Yo no me sentiría así si un exnovio se me insinuara con unas frases vomitivas, diciendo cosas como «pequeña mariposa» y que siempre estará pendiente de mí. En su lugar, leo las frases con aire descarado, como si quisiera echar de mi vida a mi ex.
Cuando termino, parece que tanto a Eilene como a Jake les ha gustado cómo he interpretado la escena. Me hacen repetirla, y esta vez las cámaras lo graban. Luego, rodamos otra escena. Para cuando los dos directores me dicen que se pondrán en contacto conmigo, llevo aquí tanto tiempo como Vivienne, lo cual es buena señal, ¿no? Mientras salgo de nuevo hacia la sala de espera, me siento bien con cómo ha ido la prueba.
Me despido de la recepcionista con la mano y, cuando estoy a punto de irme, oigo la voz de Jake al otro lado de esas finas paredes:
—Ha ido mejor de lo que esperaba. —Me siento esperanzada por un breve y alegre momento hasta que agrega—: Pero Vivienne sigue siendo la opción clara.
Siento un nudo en el estómago y dejo caer los hombros. «Bueno, adiós a otra oportunidad de pagar el alquiler». Al menos he conocido a Eilene Deng, algo es algo. Pero habría estado bien conocer a mi heroína en otras circunstancias, por ejemplo, no fracasando en un casting.
Capítulo 4
Mi teléfono suena justo cuando salgo del edificio del casting. Es mi madre. Supongo que su sentido arácnido le ha indicado que era un buen momento para llamar. Suspiro y respondo.
—Hola, mamá.
—Gemma, soy mamá —dice mi madre. No es que no entienda cómo funciona el identificador de llamadas, sino que cree que es necesario anunciar quién es al principio de cada llamada.
—Lo sé, mamá.
Hablamos un rato y me lo cuenta todo sobre los hijos de sus amigas, que están en la universidad forjando un camino hacia el éxito y, al parecer, pasando el mejor momento de sus vidas. «Qué sutil».
—Mamá, se llama año sabático. Mucha gente se toma uno antes de ir a la universidad. ¡No es para tanto que quiera descansar un año antes de empezar la carrera!
—¿Recuerdas lo que ocurrió el verano pasado? Dijiste que ya no querías trabajar en el museo, que ibas a buscar otro trabajo, pero no lo hiciste.
—¡Trabajé durante dos veranos en tu museo y los fines de semana durante el curso! Necesitaba un descanso. —Paseo por la acera y tengo que obligarme a parar porque estoy llamando la atención de la gente que pasa—. Además, el verano pasado participé en una obra de teatro.
Resopla tan fuerte que puedo oírla.
—Los ensayos y las funciones eran por la noche. Así que podrías haber conseguido un trabajo, pero te pasabas todo el día en el sofá viendo esa serie.
Hay que reconocer que la miniserie La emperatriz de China, de noventa y seis episodios, requiere una gran cantidad de tiempo y dedicación.
—Esa serie era un drama chino, que a ti te encantan, y la protagonizaba Fan Bingbing, tu actriz favorita —le recuerdo con rigidez—. Pensé que querrías verla conmigo.
En realidad, había contado con ello porque mi chino es tan básico que tendría suerte de entender la mitad de lo que pasaba sin ella. Al final, mamá aceptó verla conmigo, pero solo para criticarla. Cuando era pequeña, mamá, papá y yo hacíamos maratones de dramas chinos, pero eso era antes de que decidiese que quería ser una actriz de verdad. Ahora, cualquier cosa que alimente ese sueño, de repente, supone una pérdida de tiempo.
—¡Esa serie no representa para nada la vida de la emperatriz Wu Zetian!
Mamá tiene más conocimientos de la historia de China que una persona común gracias a su licenciatura en Historia del Arte y a su interés por la cultura china, pero, como Wu Zetian vivió hace miles de años, ni mamá ni cualquier otra persona pueden saber de verdad cómo era la emperatriz de verdad. Además, la inexactitud histórica nunca le ha impedido disfrutar de los dramas chinos sobre monjes voladores y doncellas guerreras mágicas.





