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e. Describe el tipo de temor de Dios que es saludable y constructivo. ¿Cómo se le explicarías a alguien que no tiene un concepto bíblico del temor de Dios? ¿Cuáles son sus aspectos? ¿Cuáles ejemplos bíblicos ilustran este temor de Dios? ¿Qué efecto tenía en su vida y su familia?
f. ¿Puedes pensar en unos ejemplos históricos o contemporáneos de gentes que tienen este temor de Dios constructivo? ¿Qué efecto ha tenido en esas vidas y en las familias?
g. ¿Cuáles instrucciones fueron dadas para desarrollar este sano temor de Dios? Tienes algunas sugerencias para poder mantener vivo este vital temor de Dios (o relación con Él)?
h. ¿Estás de acuerdo con la tesis primaria de este capítulo, de que una relación sana con Dios es el aspecto más importante para que seas el tipo de esposo y padre que Dios quiere? ¿Por qué sí? O ¿por qué no?
i. Evalúa tu relación actual con Dios. (Excelente____, Buena____, Regular_____, Pobre____, No existe_____) Explica por qué diste esa respuesta. (Si tienes dificultad en contestar estas tres preguntas, el inciso 2, de abajo, debe ser algo de ayuda)
j. En la práctica, y no sólo en teoría, ¿estás poniendo lo primero en primer lugar? (Con regularidad_____, Con frecuencia____, A veces_______, Rara vez________, Nunca________) Da razones de tu respuesta.
k. ¿Hay alguna manera en que puedes mejorar tu relación con Dios? (Sí_____, No_____, Tal vez_____). Si es sí, ¿cómo?
2. Medita la lista de los 22 beneficios mostrados en este capítulo, que son prometidos a la persona que teme a Dios. Considera lo que cada uno quiere decir en términos prácticos y de comportamiento. Lee cada declaración y pregúntate: ¿Es esto verdad en mi vida? Con regularidad (=4), Con frecuencia (=3), Algunas veces (=2), Rara vez (=1), Nunca (=0). Según estas declaraciones, el temor de Dios afectará la vida de un hombre en ciertas maneras. Así que, en cierta medida, puedes usar estos beneficios como un medio para evaluar, realmente, la profundidad y la condición de tu relación con Dios. Después de calificarte en cada una de las 22 declaraciones, haz una lista de los lugares donde te calificaste con 0, 1 ó 2. Medita sobre cómo puedes mejorar tu relación con Dios. Tal vez vas a querer escribir una declaración de compromiso, poner tu nombre y firmar, de lo que vas a hacer. Pide diariamente la ayuda de Dios para hacer las mejorías deseadas. Refiérete a tu lista con frecuencia como el medio para evaluarte y motivarte.
3. ¿Qué revelan los siguientes versículos bíblicos acerca de la relación de Abraham con Dios, especialmente de su temor de Dios? ¿Hay indicaciones de cómo Abraham desarrolló y mantuvo su temor de Dios? ¿Qué impacto tuvo en su vida y su familia? Trata de captar las ideas específicas de los que estás haciendo o debes hacer para desarrollar tu relación con Dios y construir tu familia como Dios quiere. En cada pasaje, pregúntate: ¿Que dice Dios de mi relación con Él? ¿Cómo debo aplicar esto a mi vida y a mi familia? ¿Cómo estoy aplicando la enseñanza de este pasaje?
a. 2 Crón. 20:7
b. Isa. 41:8
c. Sant. 2:23
d. Gén. 12:1-8
e. Gén. 13:8, 9
f. Gén. 14:14
g. Gén. 14:22, 23
h. Gén. 14:24
i. Gén. 21:10, 11
j. Gén. 21:11, 12
k. Rom. 4:19-21
4. Estudia los siguientes versículos, y nota lo que cada uno implica: 1) la excelencia de Dios; 2) el temor de Dios; 3) lo que debe ser nuestra relación con Dios; 4) el lugar que debe tener Dios en nuestra vida; 5) cómo desarrollar el temor de Dios y 6) lo que pasa con una persona que teme a Dios.
a. Gén. 5:22
b. Éxo. 15:11
c. Éxo. 34:6, 7
d. Deu. 6:13; 10:12
e. 2 Cró. 20:6-19
f. Sal. 19:7-11
g. Sal. 34:7, 11
h. Sal. 128:1
i. Sal. 130:4
j. Sal. 139:1-6
k. Sal. 139:7-10
l. Sal. 139:13-16
m. Sal. 139:23, 24
n. Sal. 147:11
o. Prov. 1:7
p. Prov. 8:13
q. Prov. 14: 26, 27
r. Prov. 19:23
s. Prov. 28:14
t. Isa. 40:10-31
u. Mat. 10:28
v. Rom. 8:26-39
w. Rom. 11;36
x. Apo. 4:8-11
y. Apo. 5:9-14
z. Apo. 15:3, 4
5. Reflexiona en lo que acabas de estudiar y responde a la siguiente pregunta: ¿Qué diferencia debería hacer todo esto en mi propia vida y en mis relaciones familiares?
Notas:
1. Para más estudio sobre los temas de oración efectiva, cómo aprovechar tu Biblia y desarrollar tu relación con Dios, recomiendo los siguientes recursos: Conociendo a Dios, por J. I Packer; Confiando en Dios, por Jerry Bridges; Entre Walden y el Torbellino, por Jean Fleming; Orar Con Tus Ojos Abiertos, por Richard Pratt; Cómo Orar con Efectividad, por Wayne Mack (cinta); El Uso Práctico y Provechoso de la Biblia, por Wayne Mack (cinta); Meditación Espiritual, por Wayne Mack (2 cintas). Puedes comprar los libros en una librería cristiana, o en Biblical Counseling and Living Supplies, 2299 Brodhead Road, Bethlehem, Pa. 18017.
2. Información adicional con consejo específico para esposos puede ser encontrada en tres libros de Wayne A. Mack; Fortaleciendo Tu Matrimonio, Un Manual de Tarea para Vida Bíblica, Vol 2 (Philipsburg, N:J.; Presbyterian and Reformed, 1977 y 1980) y Preparando Para el Matrimonio Como Dios Quiere (Tulsa, Okl.; Hensley, 1986). Cintas cassette por Wayne Mack sobre relaciones entre esposo y esposa, relaciones sexuales, y finanzas están disponibles. Estos materiales de estudio pueden ser conseguidos en Biblical Counseling and Living Supplies, 2299 Brodhead Road, Bethlehem, Pa. 18017.
2 ALGO HA PASADO CON LUPITALA ESPOSA Y MADRESATISFECHA Y CUMPLIDORA
Hasta donde recordaba, Lupita (un seudónimo) había anhelado ser esposa y madre. Su deseo más grande en la vida era casarse y tener hijos.
Cuando tenía cuatro años, sus padres se divorciaron. Lupita no volvió a ver a su padre biológico. Su relación con su madre y padrastro (porque su madre se había casado otra vez) era indiferente. Triste y sola, Lupita no se sentía cómoda con otra gente. Al ser considerada inferior, superflua, y no apreciada, deseaba casarse algún día y tener su propia familia. Entonces pertenecería a alguien; y amaría y sería amada.
Lupita se casó a la edad de 17 años. Al año tuvo su primer hijo. Después tuvo otros dos hijos. Ella y su esposo se habían convertido en cristianos y estaban involucrados en una buena iglesia. Su esposo era fiel, amoroso y cordial. Su negocio era retador, pero iba bien.
Ahora Lupita tenía el esposo y la familia que siempre había anhelado pero aún no estaba contenta. Aunque tenía lo que había pensado que la iba a satisfacer, todavía se consideraba fracasada. Se sentía presionada, culpable, temerosa, inadecuada, y agobiada. Estaba desorientada como persona, esposa y madre.
Para buscar una solución a su congoja, Lupita decidió realizar nuevas actividades. Como era muy trabajadora, con muchas habilidades, obtuvo una posición de responsabilidad en una empresa, y se convirtió en una mujer con carrera. También se hizo más activa en su iglesia y otra organización cristiana. La gente la veía como una mujer que podía cumplir estas cosas. Aún estaba descontenta; la depresión dominaba con más frecuencia su vida.
Lupita no quería continuar así. Necesitaba un cambio. Fue así que vino en busca de ayuda a fin de conseguir satisfacción y verse realizada.
SI BUSCAS AYUDA
Tal vez te identificas con Lupita; quizá no tan negativamente como ella, pero sientes que algo te hace falta. Quieres ayuda para ser la persona, esposa, y madre satisfecha y cumplidora que anhelas ser. En el fondo anhelas dirección y confirmación del plan que Dios tiene para ti, y para tener una perspectiva más clara de tu misión de formar tu familia como Dios quiere.
Eso quería Lupita, y lo consiguió. Han pasado varios años desde que buscó ayuda por primera vez. Desde entonces, ha estado en proceso de ser una persona diferente. Hoy en día, no se siente obligada a trabajar muy duro, o tan temerosa, ni tan inestable como antes. Aunque a veces se ve tentada en estas áreas, ha visto victoria significativa sobre sus problemas pasados.
Recientemente, Lupita me escribió una nota diciendo,“ Me da gusto decirle que mis viejas amigas (la congoja y la depresión que experimentaba) ya no me visitan como antes. Estoy mucho más contenta, segura y satisfecha.”
¿QUE PASÓ CON LUPITA?
¿Qué hizo la diferencia? Lupita está encontrando satisfacción y seguridad por medio de un entendimiento más profundo del propósito de Dios para ella como persona, esposa y madre. Ahora se analiza con más frecuencia desde la perspectiva de Dios, tratando de reestructurar su vida según la dirección de Dios. Reconoce que no tiene que ser una “súpermujer” tratando de alcanzar alguna meta ilusoria. Ahora tiene un cuadro más claro de lo que Dios quiere que sea y que haga, y cómo cumplirlo. Y en eso, está encontrando satisfacción.
Obviamente, no puedo compartir todo lo que Lupita ha aprendido en los cursos de consejería. Sin embargo, voy a compartir algunas verdades básicas que adquirió, las cuales le ayudaron a mejorar su vida.
En un capítulo previo vimos en el Salmo 128 lo que Dios dice del papel del esposo y padre en la familia. Ahora quiero enfocarme, usando el mismo salmo, en lo que Dios dice a la esposa y madre. Una satisfacción real personal (éxito) es la secuela de una vida centrada en Dios con la cual hace que la persona agrade a Dios.
LA PALABRA DE DIOS A LA ESPOSA Y MADRE
Dios podía haber usado cientos de símiles para describir a la madre de familia, pero escogió describirla como vid (Sal. 128:3). Para nosotros hoy en día, tal vez no es una descripción muy significativa pero para la gente de los tiempos bíblicos era muy diferente.
Una vid tenía significado grandioso, simbolizaba lujo, valor y prosperidad, algo muy deseado y que valía la pena tener una. Cuando Dios describió la buena tierra a donde llevaba a su pueblo, dijo que sería una tierra de vides (Deut. 8:7, 8). Cuando el rey de Asiria trató de persuadir al pueblo de Israel a someterse a su dominio, les prometió que cada uno tendría su propia viña (Is. 36:16). Dios dignificó el concepto de la vid al designar a su pueblo como su viña preferida, con la que tuvo una relación muy íntima y única (Jer. 2:21, Ose. 10:1). Jesús rindió el honor máximo a la vid al identificarse a sí mismo con ella y decir que Dios, Su Padre era el labrador (Juan 15:1, 5).
Del contexto de Juan 15, es evidente que Jesús usó la vid para describirse a sí mismo porque la vid simboliza vida, refrigerio y ministerio. Jesús es, por excelencia, todas estas cosas: “Separados de él, no podemos hacer nada” (Juan 15:5). Estamos absolutamente dependientes de Él como fuente de la vida. Él es nuestra vid.
¿Podría nuestro Señor haber rendido mejor honor a la esposa y madre? ¿Nos podía haber impresionado de mejor manera su importancia y responsabilidad en el hogar? Mujeres, Dios subraya su ministerio estratégico comparándolas con una vid.
LUPITA, LA VID
Lupita necesitaba entender y creer realmente esta verdad bíblica. Desde su niñez, había pensado de sí misma como despreciada, inmerecida e inaceptable ante Dios, su familia o la sociedad. Y en esta condición vino a consejería. Ella necesitaba aceptar el hecho de que Dios la había hecho una vid y le había dado un ministerio estratégico con su esposo y sus hijos. Sí, había pecado; había fallado; no era la esposa y madre perfecta; con todo, había lugar para una mejoría. Como pecadora redimida estaba unida a Cristo, compartiendo su vida y morada del Espíritu Santo, su vida tenía un significado y potencial. Dios la llama vid, y Lupita necesitaba comprender lo que esta palabra implicaba para su vida.
La palabra de Dios dice que ella es para su familia lo que Cristo para su gente; ciertamente no en el sentido máximo ni absoluto, pero su ministerio debiera ser una reflexión del ministerio de Cristo. Eso la hace importante, y así es con cada esposa y madre.
LA VID FRUCTIFERA
Toma nota que en el Salmo 128 Dios no sólo llama vid a la esposa y madre, sino una vid fructífera (Sal. 128:3). Algunas vides no benefician a nadie ni a nada; pueden verse muy bien pero nunca llevan fruto, sólo ocupan espacio y requieren mucha atención, y también absorben nutrientes de otras plantas y pueden pasarles enfermedades.
Mujeres, Dios las ha puesto en el mundo y en su familia para ser productivas, para hacer una contribución importante, para ser una vid fructífera. En el tiempo de la creación, Dios dijo al hombre y a la mujer: “Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gen. 1:28). Observa que Dios dio este mandamiento al hombre y la mujer. La mujer iba a hacer pareja con el hombre para ser fructíferos y reinar sobre la tierra. En otro pasaje Dios dijo que la mujer era ayuda idónea para el hombre (Gen. 2:18). Sabemos que la palabra “ayuda” no sugiere la idea de inferioridad porque va junto a la palabra “idónea” que puede ser traducida “correspondiente a”, “adecuado” o “apropiado”. La mujer debe ser una ayudante que corresponde al hombre, que encaja con él, que es capaz. No se separa del hombre, y lo ayuda a cumplir lo que él nunca podría hacer por sí solo. Ella añade dimensiones que son igualmente importantes. Juntos hacen un equipo para lograr, con la fuerza de Dios, el propósito diseñado para ellos.
Es interesante notar que esta palabra aplicada a la mujer muchas veces las Escrituras la aplican a Dios ( Deut. 33:29; Sal. 25:9; 121:1, 2). Por ser Dios quienes, Él es el único “ayudador” que necesitamos, pues no podemos existir sin Él. Y por ser la mujer quienes por creación divina, ella es la verdadera ayudador a que el hombre necesita para cumplir sus responsabilidades que Dios le ha asignado en el mundo y en el hogar.
LA NATURALEZA DEL FRUTO
Si todo eso es verdad, ¿qué clase de fruto quiere Dios que des? Dios da muchos las detalles en numerosos pasajes bíblicos.
Ciertamente el fruto del Espíritu descrito en Gal. 5:22, 23 es parte de este “fructificad”. Dios quiere que tu vida sea llena de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Cuando Jesús dijo, “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto” (Juan 15:8), estaba hablando principalmente del fruto del Espíritu. Cada vez que produces fruto espiritual, los que te rodean ven el poder y la gloria de Dios manifestados en tu vida.
En la clase de familia que Dios quiere, la esposa y madre debe preocuparse más en ser que en hacer; más en lo que es que en la forma que hace algo. La conducta cristiana tiene sus bases en el carácter cristiano. Por eso el impacto que tienes para Dios y la ayuda que prestas a otros depende de la obra del Espíritu en tu propia vida.
Pedro enfatiza este mismo pensamiento cuando dice a las esposas, “estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos (1 Ped. 3:1-5).
Pedro está enfatizando que la manera más efectiva de que seas fructífera en tu familia es por medio de tu vida. Todos los esfuerzos que hagas para ayudar a tu esposo serán en vano a menos que tu vida manifieste el carácter cristiano: la realidad de Cristo en ti.
LA MUJER COMO “VID FRUCTIFERA”
Creo que no hay otro pasaje que nos dé más luz de lo que significa ser esposa y madre a la manera “de vid fructífera” que Prov. 31:10-31.
Su esposo y sus hijos la respetan mucho y se levantan en público para alabarla (v. 28). Su vida impacta la de ellos, de tal manera que la aprecian. Y su influencia va mucho mas allá de su hogar y la sociedad. Es reconocida, respetada y apreciada en todos los aspectos. El mundo es un lugar mejor gracias a ella (vv. 16, 20, 24, 31).
Por lo menos hay dos razones por las que ciertos detalles de este cuadro no son aplicados directamente a las mujeres de hoy en día, en países desarrollados. Primero, algunos detalles no describen el mundo de hoy. En v. 16, por ejemplo, el comprar y plantar una parcela era una característica de una sociedad agraria. Igualmente, el huso y la rueca eran comunes en los hogares de aquel tiempo (v.19). Segundo, esta mujer evidentemente poseía algunos recursos que no estaban al alcance de todos en aquellos días, ni hoy. Tenía sirvientas (v. 15), dinero con el cual comprar una parcela y vestimenta lujosa (vv. 16, 21, 22).
Pero los principios generales encontrados en este recuento son aplicables universalmente. El carácter y la conducta de esta mujer quedan como ejemplo maravilloso de una esposa y madre de la clase de familia que Dios quiere. Ella es, en muchas maneras, un ejemplo de lo que cada cristiana debiera ser.
CACACTERISTICAS DE UNA ESPOSA Y MADRE, “VID FRUCTIFERA”
Vamos a ser más específicos en lo que quiere decir una esposa y madre a la manera de “Vid Fructífera”. Según el v. 30, la vid fructífera es una mujer que teme a Dios y tiene a Dios en el centro de su vida. Al igual que el esposo de Lupita. 128, tiene un concepto grande de Dios, una conciencia acertada, creciente y bien centrada en el Dios vivo y verdadero. Para ella, Dios es una poderosa realidad. Lo bueno que de ella mana es debido al concepto grande que tiene de Dios. Él es su todo, su fuerza motivadora, su poder, su esperanza, su consejero. El secreto de su fructífera vida no está en su personalidad dinámica, su fuerza de voluntad, su hermosura, su situación placentera, sus habilidades especiales, su buen entrenamiento, sus dones naturales, o su esposo o sus hijos excepcionales. Su vida admirable brota de su relación vital y profunda con Dios.
¿EL SUEÑO IMPOSIBLE?
Tal vez hayas leído el pasaje de Proverbios. 31 y lo has declarado irreal, imposible. Si es así, has dado por sentado que eres dependiente en ti misma para desarrollar este tipo de vida. Viendo tu pasado, tu presente, tus recursos y tu situación has dicho, “¡Eso no es posible!” Eso es porque no reconoces que tu suficiencia queda en manos de Dios, y llegar a ser este tipo de persona es producto de una relación íntima y personal con Dios. De otra manera todo lo que leas te va a abrumar.
Eso es lo que pasó con Lupita. Tenía una opinión alta de lo que eran sus responsabilidades, un excesivo sentido del deber. Se estaba impulsando hacia la perfección sin saber siquiera lo que eso era. Todo lo que sabía era que debía y sin embargo, nunca podría alcanzar su meta mítica. Su objetivo era hacer todo lo posible por “elevarse a la altura de”, para luego juzgarse fracasada, se derrumbaba en frustración y cansancio. Luego se reanimaba, se arremangaba la camisa, y a repetir el proceso una y otra vez. La repetición de estas escenas por varios años la había llevado al desaliento, la desilusión, la desesperanza y la depresión.
Lupita profesaba ser cristiana pero su relación con Dios no era muy dinámica. De hecho, consideraba las obras como parte de su actitud hacia Dios. Las dos palabras más grandes de su vocabulario eran “hacer” e “ir”. Se sentía deprimida al saber que estaba fallando a Dios y a su familia.
Por estar involucrada en una iglesia que predicaba la Biblia, sabía algo de enseñanza bíblica. Intelectualmente sabía que Dios justifica (nos declara justos y acredita a nuestra cuenta los méritos de Cristo) por gracia (favor inmerecido) por medio de la persona y la obra de Cristo solamente; pero en la práctica, no lo aplicaba ni en su vida ni en su forma de pensar. Lupita temía a Dios pero en el sentido negativo, pues lo veía como un capataz duro que exigía de ella cosas imposibles, y que estaba listo para caer sobre ella en cuanto errara. Sabía conceptualmente que para los cristianos Dios es el Padre celestial, glorioso y lleno de gracia y compasión. Pero en la parte más sustancial de su vida ella se enfocaba en su deber.
Como resultado, su relación con Dios era impersonal y lúgubre. Sabía poco de este concepto grande y sano de Dios que enriquece y refuerza. Al tratar de producir el fruto de la vida cristiana sin cultivar la raíz, estaba empezando donde debía terminar.
Al acumular nuevos discernimientos en la vida cristiana y su relación con Dios, empezó a experimentar un nuevo tipo de libertad. Dedicarse a conocer a Dios fue su primera prioridad, descubrió un nuevo sentido de significado, aceptación, poder y seguridad; ahora se sentía mucho más satisfecha.
LAS PRIORIDADES DE PROVERBIOS 31
Un estudio cuidadoso de Proverbios 31 nos lleva a una sola conclusión: Una esposa y madre que teme a Dios es una persona orientada hacia la familia. El Salmo 128 dice que es una vid fructífera dentro de la casa. Proverbios 31 enfatiza que esta mujer cuida excelentemente a su familia. Aunque no está restringida a la casa (vv. 13, 14, 16, 20), está totalmente dedicada a su familia como su ministerio número uno. No descuida a su familia mientras hace otras cosas importantes.
“Su esposo confía plenamente en ella” (v.11 Dios Habla Hoy) o, como dice la versión Reina-Valera 60, “El corazón de su marido está en ella confiado.” Él sabe que ella está comprometida con él, y le tiene confianza sin reserva. Esto quiere decir que depende de ella para sustento y ayuda, sabiendo que no buscará en vano. El verbo hebreo encontrado en esta frase literalmente quiere decir “apoyarse sobre”. Implica que esta mujer es confiable. Cuando su esposo necesita una oreja que le escucha, cuando está cansado y desanimado, sabe que ella será un refugio para él. Cuando comparte sus miedos, sus sueños, sus gozos, sus problemas, confía en que no va a ridiculizarlo ni rechazarlo por eso. Puede contar con ella será amorosamente honesta con él. Su esposo sabe que puede depender de su apoyo en oración mientras enfrenta los desafíos y responsabilidades de la vida. Ella es su fuente de refrigerio y enriquece y motiva su vida. No se deleita en herirlo, más bien siempre está presta para atenderlo (v. 11, 12, 23, 28). Sin duda es una persona dedicada a su esposo.
La alabanza del esposo en público es prueba de cómo ella se relaciona con él. La valora más que a todas las mujeres del mundo (v. 28, 29). Ella no ha descuidado ni a él ni a su familia por ocuparse de sus propios intereses. Es sensible, disponible y merecedora de confianza, ha sido una vid fructífera.
El pasaje también dice mucho de la relación de esta mujer con sus hijos. Leemos que sus hijos se levantan y la bendicen, y, junto con su esposo, dicen: “Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas.”(v. 29). No dirían esto si ella fuera gruñona, quisquillosa, caprichosa, amargada o manipuladora. Están impresionados por su piedad, manifestada en carácter y conducta nobles, y aprecian la manera en que ella se ha dedicado a su familia.
LA CISTERNA DE LA SUPERMUJER
Lupita necesitaba aprender esta perspectiva de su familia. Amaba y cuidaba muy bien a su familia, pero estaba contaminada por un sistema de valores no bíblicos que le decía que para ser valiosa, tenía que ser una súpermujer. Esto implicaba tener una educación superior, una carrera y ser líder de—o por lo menos activa en—muchas organizaciones y actividades.
Inicialmente en su matrimonio, Lupita trataba de encontrar satisfacción y significado de ser una esposa y madre dedicada. Para su consternación, no le traía los resultados deseados. En su desaliento, empezó a añadir muchas actividades nuevas a su horario y finalmente se cargó con responsabilidades de líder. Tristemente, lo que se supone la iba a traer alivio sólo aumentaba su angustia. Se tornó bulímica, desanimada, ansiosa, y frustrada. Al fin Lupita se dio cuenta que estaba tratando de refrescarse en “cisternas rotas” que nunca pueden satisfacer. Había estado buscando significado en la gente y las cosas, menos en Dios. Había dejado dominar sus pensamientos sus propias opiniones y ideas de otras personas.