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La aplicación de estos versículos a nuestra discusión debería ser obvia: Si queremos estar donde Dios está, necesitamos estar en Su iglesia, porque allí es donde Él mora. Y la manera en que nosotros nos relacionamos con Él depende en buena parte de la manera en que nos relacionamos con Su iglesia, pues es la casa que Él ha construido con Sus propias manos (1 Pedro 2:5).
La Iglesia Es la Familia de Dios
El significado más probable de la palabra “casa” en 1 Timoteo 3:15 es el de una familia, porque Pablo lo usó de esa manera en los versículos 4, 5, y 12 del mismo capítulo. La idea de ser una parte de la familia de Dios no es nueva para la mayoría de los cristianos; nosotros hablamos a menudo de ser “nacidos de nuevo” en ella, nos referimos a Dios como nuestro Padre celestial, y Le alabamos por adoptarnos como hijos, y por hacernos Sus herederos (Romanos 8:15-17). También cantamos: “estoy tan contento porque soy parte de la familia de Dios.” Rara vez (si es que lo hacemos alguna vez), pensamos en esa “familia de Dios” como la iglesia local, pero eso es exactamente lo que la frase significa en este versículo.
Sin duda Pablo usó esta frase con el propósito de convencer a Timoteo de la importancia de una conducta correcta en la iglesia. Si se les demanda a los ancianos y diáconos que tengan sus casas en orden (vv. 4,5, y 12), ¡cuánto más necesita estar en orden la propia casa de Dios! Pero su lenguaje nos deja con una lección adicional pertinente para esta discusión. No sólo necesitamos estar en Su iglesia si queremos estar donde Dios está, sino que también necesitamos estar en Su familia si queremos considerarle a Él nuestro Padre. Con las palabras de Pablo en mente, ¿cómo podría la gente llamar a Dios su Padre mientras rehúsan ser parte de Su familia? Sin embargo, esa clara contradicción describe esencialmente la posición de aquellos que dicen que tienen fe y salvación aparte de la iglesia.
La Iglesia del Dios Viviente
El énfasis en esta segunda descripción de la iglesia recae en las palabras “del Dios viviente.” La iglesia procede de Dios y pertenece a Dios. Este Creador y Dueño de la iglesia es el Dios; el único Dios verdadero. Y en contraste con los templos de los ídolos paganos muertos, Pablo dice que esta iglesia es del Dios viviente. Así que en todo momento, Él está involucrado personal y activamente en la operación y las actividades de la iglesia.
A lo largo de todo el Nuevo Testamento, Dios nos deja bien claro que la iglesia es Su creación y posesión más querida. De hecho, cada miembro de la Santísima Trinidad es descrito repetidamente como atesorándola por encima de todas las demás instituciones terrenales.
Dios el Padre ha revelado Su amor por la iglesia por medio de Su elección soberana de ella antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4-5; Apocalipsis 13:8) y por las promesas que Él dio a Abraham y a los otros patriarcas, muchas de las cuales han sido cumplidas al menos parcialmente en la iglesia del Nuevo Testamento (Hechos 2:39; Gálatas 3:6-9). El Padre pagó el precio final por la iglesia enviando a Su Hijo amado a morir (Juan 3:16; 1 Juan 4:14), de tal manera que se dice que ha sido comprada “por su propia sangre” (Hechos 20:28). Él participa continuamente en la comunión de la iglesia (1 Juan 1:3), y ella funciona principalmente con el propósito de darle gloria a Él (Efesios 3:21).
El Hijo de Dios también “amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25; cf. Tito 2:14). Él dio Su propia vida por Sus ovejas (Juan 10:11-16). Por lo tanto Dios Le ha hecho la “cabeza de la iglesia” (Efesios 5:23; cf. 1:22), y se le llama repetidamente “el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12; cf. 1 Corintios 12:12). Jesús ha prometido estar presente personalmente cuando la iglesia se reúne para aprobar Su proceso de disciplina amante (Mateo 18:20) y cuando va adelante para llevar a cabo Su mandamiento de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19-20). La iglesia es también donde se observa regularmente Su amada ordenanza de la comunión en conmemoración de Su muerte (Lucas 22:17-20; 1 Corintios 11:23-26).
Finalmente, el Espíritu Santo inició la iglesia del Nuevo Testamento en Pentecostés por medio de señales y milagros maravillosos (Hechos 2:1-4) y confirmó la inclusión de los gentiles con una actuación semejante (Hechos 10:44-48). Él introduce a cada miembro en el cuerpo de Cristo por medio de Su milagro de la regeneración (1 Corintios 12:13; Juan 3:6-8) y garantiza su glorificación final (Efesios 1:13-14). En cumplimiento de las promesas de Cristo en Juan 14, el Espíritu le otorga poder a los miembros de la iglesia, habita en ellos, e ilumina sus mentes a la verdad de las Escrituras, que Él mismo ha producido por medio de los profetas y apóstoles (vv.16-17, 26; cf. 2 Pedro 1:21; Hebreos 2:4). Él también obra para promover unidad y paz en el cuerpo (Efesios 4:3) y provee los distintos dones espirituales que la capacitan para funcionar adecuadamente (1 Corintios 12:7-11).
1 Pedro 1:1-2 menciona a los tres miembros de la Trinidad cuando dice que las iglesias por toda Asia Menor fueron elegidas “según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.” La entera Deidad está profunda e íntimamente involucrada en el origen y el funcionamiento de la iglesia. Por lo tanto, nosotros, que deseamos ser “llamados hijos del Dios viviente” (Romanos 9:26) debemos estar involucrados en Su iglesia. Y sin duda, las duras advertencias del libro de Hebreos se aplican hoy a aquellos que desdeñan el involucrarse en la iglesia: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:12) y: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31). Haríamos bien en recordar que este celoso Dios viviente es Aquél a quien pertenece la iglesia.
La Columna de la Verdad
El siguiente nombre descriptivo de Pablo para la iglesia, “columna” (del griego stulos), nos dice que la iglesia realmente sostiene la verdad. O para ponerlo en términos más gráficos (y tal vez asombrosos), la verdad de Dios no puede permanecer firme sin la iglesia. Si se elimina la columna de un edificio, como probó Sansón en su último acto en el templo filisteo (Jueces 16:29-30), el edificio se derrumbará y la gente que está dentro quedará herida o muerta. La implicación de las palabras de Pablo es que la verdad caería de manera desastrosa si no existiera la iglesia.
Por supuesto, ese temible evento nunca ocurrirá, porque Dios ha prometido que Su iglesia se sostendrá siempre (Mateo 16:18). Él ha ordenado que tanto la verdad como su “columna” permanezcan firmes para siempre (cf. 1 Pedro 1:25; Efesios 3:21). Pero como las palabras de Pablo tenían el propósito de ayudar a Timoteo a comprender la importancia vital de una conducta recta en la iglesia, también tienen el propósito de convencernos del papel indispensable que desempeña la iglesia en nuestras vidas individuales. Nuestra propia relación con Dios y Su verdad está en peligro mortal si la iglesia no ocupa su lugar adecuado en nuestras vidas. Así que cuando consideramos a aquellos que abandonan la iglesia como un medio de crecimiento espiritual, es muy improbable que ellos estén manteniendo la verdad o cultivando una relación significativa con Dios por sí mismos. A la luz de 1 Timoteo 3:15, es mucho más probable que su fe se haya desmoronado, porque han eliminado la columna que sostiene la verdad.
¿Cómo funciona la iglesia como una columna de la verdad? Las siguientes son algunas de las maneras en que la iglesia ha sido diseñada para sostener la verdad de Dios:
La revelación. Dios decidió revelar la verdad del Nuevo Testamento en la iglesia y por medio de la iglesia. Pablo escribió:
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor. (Efesios 3:8-11)
1 Corintios 12:28 dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas”, y esos son los hombres cuyas bocas y plumas nos trajeron Su Palabra inspirada (cf. Efesios 4:11). Deberíamos añadir, no obstante, que los apóstoles y profetas sirvieron sólo como el fundamento de la iglesia (Efesios 2:20), y por lo tanto ese ministerio de revelación no continúa en nuestros días. La fe “ha sido una vez dada a los santos” en el primer siglo (Judas 3; cf. Apocalipsis 22:18-19), y por lo tanto, cualquier iglesia que afirme añadir una revelación subsiguiente a las Escrituras es una iglesia falsa.14
La proclamación. Aunque la iglesia ha concluido su tarea de revelar la verdad de Dios, continúa siendo el instrumento que Él ha escogido para proclamar esa verdad al mundo. Como escribió R. B. Kuiper:
La iglesia de Roma está en grave error cuando afirma que la Iglesia dispensa la gracia salvadora. También están en error los que no se fijan en el hecho de que la iglesia debe dispensar los medios de la gracia salvadora.
Dios emplea un sólo medio para impartir la fe al hombre. Ese medio es su Palabra, la Biblia. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Es el sagrado deber de la iglesia proclamar la palabra de Dios. Cuando le place al Espíritu Santo llamar eficazmente a los pecadores por la Palabra predicada por la iglesia, es entonces que los pecadores llegan a ser creyentes. Es por este importante papel de la iglesia en el nacimiento de los creyentes, que ella merece ser llamada la madre de los creyentes. Los creyentes son nacidos de Dios a través de la iglesia.15
Obviamente la mayor parte de la proclamación del evangelio tiene lugar fuera de la asamblea de la iglesia, pero en la Escritura siempre es la iglesia la que inicia y sanciona tal evangelismo. Hechos 13:1-3 nos dice que la iglesia de Antioquía ordenó oficialmente a Pablo y a Bernabé como misioneros, y Pablo dijo más tarde que Tito “también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación” (2 Corintios 8:19).
Dios también ha designado a la iglesia para ser la institución en la cual la Palabra de Dios es proclamada a los creyentes. Hechos 2:42 dice que la iglesia primigenia se reunía regularmente para estudiar la enseñanza de los apóstoles, y Efesios 4:11-12 nos dice que a la iglesia le fueron dados “pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
La administración . La iglesia también actúa como una columna de la verdad porque sólo en ella el pueblo de Dios puede disfrutar la estructura y el orden que Él ha concebido para su adoración y crecimiento. Dios nunca ha provisto instrucciones sobre cómo una organización paraeclesial debe funcionar, mucho menos para cómo las personas pueden adorar y crecer totalmente por sí solas. Pero Él ha revelado un plan exhaustivo con respecto a cómo debe funcionar la iglesia para Su gloria y para el bien de sus miembros (1 Timoteo 3:15). Ese plan incluye directrices para el bautismo y la Cena del Señor (que son ordenanzas de la iglesia), para las ofrendas, el liderazgo, la adoración, la predicación, las funciones de los hombres y las mujeres, y una multitud de otros asuntos esenciales (la mayoría de los cuales discutiremos en el resto de este libro). Lo primordial es que Dios ha designado que la iglesia sea el contexto en el cual nos trasladamos de la pecaminosidad a la santidad. ¡Intentar crecer en Cristo fuera de la iglesia es como intentar aprender a nadar sin meternos jamás en la piscina!
La protección. Finalmente, la iglesia sostiene la verdad protegiéndola del error. Ella juzga la enseñanza de los falsos profetas, declara que son divisivos, y renuncia a ellos si persisten en su herejía (Romanos 16:17; Tito 3:9-11; 2 Juan 9-11). Cuando una disputa surge entre dos hermanos, la iglesia es llamada a arbitrar su caso y determinar quién está en lo correcto y quien está equivocado (1 Corintios 6:1-6). Y la iglesia también protege la verdad de la influencia dañina de aquellos que viven modos de vida impíos.
Jesús dijo que si una persona rehúsa responder a una confrontación reiterada, nosotros debemos tenerle “por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:17-18; 1 Corintios 5; 2 Tesalonicenses 3:6-15). Sólo a la iglesia se le da la habilidad y la autoridad por parte de Dios para tomar ese tipo de acción contra el error y el pecado, y sin ella la verdad queda desprotegida en un alto grado. Cuando la columna desaparece, es mucho más probable que la verdad sea tergiversada, comprometida y pasada por alto.
El Baluarte de la Verdad
A primera vista esta descripción de la iglesia parece idéntica a la anterior, pero traduce una palabra griega completamente diferente (hedraioma) y comunica un matiz de significado considerablemente diferente. A la luz de su etimología y de su emparejamiento con “columna,” esta palabra griega probablemente significa “fundamento,” como indican la mayor parte de las herramientas léxicas. Algunos eruditos han estado renuentes a traducirla de esa manera porque la iglesia Católica Romana ha usado esa traducción para apoyar la idea de que la verdad procede de la iglesia. Pero, de hecho, la traducción “fundamento” no otorga validez a esa doctrina católica, porque la palabra no contiene en absoluto la idea de fuente. Más bien habla sólo de estabilidad y permanencia.
Un diccionario teológico dice esto acerca de otra forma de la palabra usada a menudo en el griego clásico:
El adjetivo hedraios (derivado de hedra, asiento, silla, morada, lugar)... originalmente era usado por los hombres en el sentido de “sentarse”, “sedentario”, y luego de manera más general para “firme”, “inquebrantable”, “estable”. De esta manera, hedraios es usado... en asuntos acerca de una certeza absoluta y de la base final de toda la existencia (especialmente usado por Plotino). La referencia es siempre a algo seguro y permanente en sí mismo.16
¿Por qué escogió Pablo esta palabra en su intento por ayudar a Timoteo a comprender la primacía y la importancia de la iglesia local? El quería que Timoteo conociera que la iglesia es la única institución que Dios ha prometido preservar a lo largo de todos los tiempos. Siempre permanecerá, y siempre tendrá éxito, sin tener en cuenta los muchos asaltos y catástrofes que la amenazan. Jesús afirmó este hecho en los términos más firmes cuando dijo: “[Yo] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Y Efesios 3:21 dice que Dios recibirá “gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos”.
La verdad de que la iglesia siempre será edificada y bendecida por Dios mismo provee una tremenda fuente de esperanza y confianza para nosotros como cristianos. También presenta un argumento convincente para la idea de que deberíamos dirigir nuestras energías y esfuerzos principalmente hacia la edificación y el crecimiento de la iglesia local y no a organizaciones e instituciones fuera de ella. Dios ha prometido preservar y bendecir la iglesia, pero los esfuerzos de los cristianos en esas otras arenas no producirán necesariamente un fruto duradero.
Por ejemplo, muchos cristianos (y líderes cristianos) en nuestros días están gastando cantidades tremendas de energía para poner freno a la ola creciente de secularismo y relativismo moral en América. Nuestra cultura de hecho se ha convertido tristemente en poscristiana, y sin duda, en el futuro se irá convirtiendo cada vez más en anti-cristiana. Pero la Biblia nunca nos manda a dedicar nuestros mayores esfuerzos para asegurarnos de que la sociedad en la que vivimos permanece tolerante hacia el cristianismo. Y si invertimos nuestros esfuerzos y esperanzas en esa lucha, simplemente nos expondremos a una tremenda decepción, porque no tenemos garantía de que nuestro gobierno será jamás tolerante hacia los cristianos. Dios puede muy bien permitir que se haga como la Alemania nazi o la Rusia comunista. Si lo hace, eso no sería “el fin del mundo” para nosotros los creyentes, ni tampoco sería un golpe horrible para los propósitos de Dios. El glorioso plan de Dios para edificar Su reino espiritual continuará, sin tener en cuenta si América mantiene su libertad religiosa.
No obstante, si estamos luchando principalmente por y para la salvación de las almas y la edificación del pueblo de Dios (particularmente en el contexto de la iglesia local), nuestra esperanza nunca será sacudida, porque esas benditas obras continuarán incluso si la cultura alrededor de nosotros cae en picado. Puesto que la iglesia actúa como un fundamento permanente para la verdad de Dios, siempre permanecerá como un lugar emocionante y satisfactorio en el cual servirle.
• La morada y familia de Dios.
• El cuerpo amado profundamente por cada miembro de la Trinidad.
• La columna indispensable que sostiene la verdad de las Escrituras.
• El fundamento estable y eterno de nuestro servicio a Cristo.
¿Qué más se podría decir acerca de la importancia de la iglesia que comunicó Pablo en estas cuatro descripciones tan vívidas? Sólo queda preguntarnos si la iglesia es tan importante para nosotros como lo es para el Señor, y cómo podemos asegurarnos de que tiene el lugar que le corresponde en nuestras vidas y ministerios. El resto de este libro nos ayudará a entender lo que Dios espera de nosotros en relación con su iglesia, pero por ahora estas palabras de Robert Saucy servirán como un resumen adecuado y una conclusión a lo que hemos discutido hasta aquí:
A lo largo del curso de la historia Dios ha obrado en una variedad de maneras por medio de individuos, naciones, y personas. El epicentro de su obra presente es la iglesia. Aquello que fue comenzado en las Escrituras, cuando hombres y mujeres fueron llamados a reconocer el señorío de Cristo, continúa hoy en cumplimiento de la promesa de Cristo de edificar su iglesia. Cristo no sólo está edificando Su iglesia, sino que ésta es el instrumento principal por medio del cual Él ministra en el mundo. Como Cristo fue enviado por el Padre, así la iglesia cumple el papel de embajadora de su Señor como enviados con un mensaje de reconciliación al mundo (Juan 20:21).
La realidad de que la iglesia como el instrumento de Dios y como Su principal preocupación es recibida con escepticismo e incredulidad, no sucede enteramente sin razón. En medio de la contracorriente bravucona de nuestros tiempos, que ha sacudido todas las instituciones de los hombres hasta dejarlas por los suelos, y en algunos casos, incluso los fundamentos están peligrando, si es que no han sido destruidos ya, la iglesia no ha permanecido indemne. Aquello que lleva el nombre de Dios ha sufrido confusión con el resto de las cosas. La tan extendida debilidad resultante y la incertidumbre han hecho que muchos se aparten, rechazando con censura a la iglesia como el lugar de la actividad de Dios. Aunque es cierto que algunas formas de vida eclesiástica, adiciones del tiempo más que modelos bíblicos, deben ser rechazadas, el seguidor de Jesucristo no puede profesar lealtad a Él y negar Su iglesia. Lo que se necesita mucho más que las denuncias son una crítica constructiva y un esfuerzo renovado por buscar los caminos de Dios en los cuales uno pueda ser parte del proceso de edificación. Porque su propósito aún permanece: su iglesia perdurará.17
Preguntas para la plática y la aplicación:
1. Cuando la iglesia es llamada “el cuerpo de Cristo” en la Escritura, ¿qué implica esto para la importancia de la iglesia? ¿Y qué sucede con la expresión “la familia de Dios”
2. Hechos 20:28 dice que Dios compró la iglesia “con su propia sangre”. ¿Cómo habla eso de la importancia de la iglesia? Analiza también Efesios 5:25-27.
3. ¿Por qué dice la confesión de fe de Westminster que fuera de la iglesia “no hay posibilidad ordinaria de salvación”? ¿Qué dos extremos crees que está tratando de evitar esta afirmación?
4. ¿Cómo valorarías la importancia de la iglesia en tu propia vida personal? ¿Cuán importante es comparada con otras instituciones humanas, como la familia, el gobierno, la escuela, las organizaciones paraeclesiales, los equipos de deporte o los clubes? ¿Y comparada con tus pasatiempos y otras actividades de ocio?
2
Comprometiéndonos
con la Membresía de la Iglesia
Hace varios años, el Dr. Jay Adams estaba respondiendo un panel de preguntas en una conferencia de orientación en San Diego. Un hombre levantó la mano y preguntó: “¿Debemos aplicar la disciplina eclesiástica a las personas que no son miembros de nuestra iglesia?”
“No, por supuesto que no,” respondió Jay en su inimitable estilo de firmeza afectuosa. “La disciplina de la iglesia es sólo para creyentes.” Un estruendo inquisitivo atravesó la sala, así que se explicó más detalladamente: “Las personas que no son miembros de una iglesia deberían ser tratadas como no creyentes, porque ellos se están tratando a sí mismos como no creyentes.”
Una ola de murmullos aún más fuerte corrió por toda la audiencia, y una multitud de manos salieron disparadas a lo alto.
“¿Y que ocurre si tu iglesia no tiene membresía?”, fue la siguiente pregunta.
La persona que preguntó continuó explicando que era de una determinada denominación (como lo era la mayoría del resto de asistentes a la conferencia) cuyos líderes no creían en la necesidad de tener un registro de ningún tipo porque sentían que eso era un requisito innecesario y legalista que se impone sobre las personas. Así que, de hecho, Jay Adams acababa de decirle a varios cientos de pastores, consejeros y laicos comprometidos, ¡que todos ellos deberían ser tratados como no creyentes!
El Dr. Adams tenía conocimiento de la política de esa denominación antes de hacer aquellos comentarios, y su intención no era insultar a aquellos hermanos y hermanas. En lugar de eso, él quería atraer la atención de ellos y hacerles pensar en el asunto de la membresía de la iglesia. Aparentemente funcionó, porque escucharon con mucha atención mientras él hablaba y continuó explicando y matizando sus provocativos comentarios. Varios pastores de aquella misma denominación se acercaron a él posteriormente y le dijeron que habían sido convencidos por sus razonamientos y estaban planeando poner en práctica la membresía en sus iglesias.
Aunque puede ser que no usemos las mismas palabras que utilizó Jay (¡al menos no sin un montón de matizaciones!) estamos de acuerdo con él en que la membresía de la iglesia es muy importante. De hecho, creemos que toda iglesia local debería tener un sistema de membresía, y que todo cristiano debería comprometerse con la membresía cuando la oportunidad esté al alcance. Este capítulo analizará tres razones básicas por las que la membresía de la iglesia es bíblica y esencial: (1) el mandato para el compromiso con una iglesia local, (2) la obligación de obedecer a los líderes de una iglesia local, y (3) los privilegios de la asociación con una iglesia local.
El Mandato para el Compromiso
La Biblia claramente ordena a todo creyente a estar profundamente involucrado en las vidas de otros creyentes. Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Dios dice que no debemos abandonar el “congregarnos”, pero Él no quiere decir sólo que debemos asistir a los cultos de la iglesia regularmente. El significado del pasaje es mucho más pleno que eso, tal como revelan los otros mandatos que contiene. Si nosotros no estamos considerando (o planeando) cómo estimular a los demás al amor y a las buenas obras, si no estamos implicados de todo corazón en ese proceso, y si no estamos animando a los otros más y más todo el tiempo, entonces estamos desobedeciendo al Señor.