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ESTRUCTURAS DUALISTAS
Estas estructuras, en las que coexisten formas de vida moderna con formas de vida tradicional, surgen a raíz de los descubrimientos y conquistas de los europeos en los siglos XV y XVI. Julius Herman Boeke, economista holandés, con base en su experiencia como funcionario público en las Indias Holandesas Orientales, incorporó, en 1953, a la literatura de la teoría del desarrollo económico el concepto de dualismo social como “el choque de un sistema importado con un sistema social nativo”. En sitios como Indonesia y “una parte extensa e importante del mundo” este había traído procesos de “desintegración [...] de países precapitalistas” ante la irrupción del capitalismo impuesto por los colonizadores europeos.23 Poco tiempo después, en 1954, W. Arthur Lewis, en su merecidamente renombrado artículo “Desarrollo económico con oferta ilimitada de trabajo”, sentó las bases conceptuales para su análisis, con “un esquema teórico diferente para aquellos países en que no se ajustan los supuestos neoclásicos (ni los keynesianos)”. Y, en 1964, John. C. Fei y Gustav Ranis construyeron el andamiaje teórico más prolijo para el estudio de estas economías hasta la fecha y que, a lo largo de los años, ha sido de especial ayuda para aprender sobre los procesos de desarrollo socioeconómico en Ecuador.24
En el caso de los españoles, a su llegada al continente americano conquistaron a los pueblos aborígenes y diezmaron a la población; no obstante, en lugares como los que ahora son el sur de México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, no pudieron acabar con sus culturas. Se estima que, para mediados del siglo XVI, la población en el continente americano estaba conformada entre unos 40 y 60 millones de habitantes. Un siglo más tarde, el número se había reducido a 12 millones y para 1810, la cifra correspondiente era tan solo de 8 millones.25 Para fines del siglo XX, los datos disponibles indican que en Bolivia un 62 % de su población se identifica como indígena; un 42 %, en Guatemala; un 17 %, en el Perú; un 7 %, en México, y un 9 %, en Ecuador. Esto contrasta claramente con situaciones como las de Chile, con un 5 %, Colombia y Paraguay, con un 2 %, Argentina y Venezuela, con un 1 %, y Uruguay con el 0 %.26
En nuestro país, se puede homologar al sector tradicional con las nacionalidades indígenas que viven en territorio ecuatoriano. Se la puede caracterizar, de manera general, en los siguientes términos. Regionalmente está concentrado en la Sierra y en la Amazonía, y con muy poca presencia en la Costa. Específicamente se localiza en las áreas rurales, selvas, pequeñas ciudades y en la periferia de las grandes ciudades. Vive en un mundo prenewtoniano de leyendas, mitos y supersticiones, con carencia notoria de los “códigos de la modernidad” como, por ejemplo, el inglés y el manejo de la informática. Su cosmovisión concibe la relación entre los hombres, la naturaleza y lo sobrenatural como un todo integral. Su base organizacional es la comunidad estructurada ancestralmente en términos de solidaridad recíproca. Su base económica está en la agricultura de subsistencia, en la pequeña artesanía y en el comercio minúsculo. Las lenguas nativas están siendo reemplazadas por el español y aun por el inglés. El vestido y las fiestas son las manifestaciones que perduran como señales claras de identidad en las diversas nacionalidades.27
El sector moderno, por su lado, está conformado por las poblaciones blanca y mestiza. Está localizado en los centros urbanos y rutinariamente está en contacto con el mundo internacional. Vive en un universo posnewtoniano, con la ciencia presente en todas las actividades ordinarias de su vida, y maneja los “códigos de la modernidad” en forma expedita. Su cosmovisión es antropocéntrica, concibe a la naturaleza como la depositaria de recursos disponibles para la producción y trata, cada vez más, de intervenir en sus procesos. Su base organizacional está en la sociedad jurídicamente organizada. Su base económica se sustenta en el sistema de mercado. Con el tiempo este sector ha desplazado sistemáticamente al sector tradicional.
El gráfico 1.6 permite visualizar mejor este tipo de estructuras. En él se ve cómo en el sector tradicional no hay una diferenciación clara entre los subsistemas del sistema social, mientras que en el sector moderno esta es evidente. El primer caso relieva lo que nos han enseñado los antropólogos, en cuanto al sentido de que en estos ámbitos tradicionales los hechos económicos son muy difíciles de deslindar de sus interfases con lo político, con lo religioso y con lo cultural, tal como sucede, por ejemplo, con la manera como se organizan y se llevan a cabo en el país festivales de profunda raigambre ancestral como el Inti Raymi. En el caso alterno, en cambio, a pesar de que las interfaces están siempre presentes, la diferenciación de lo que la comunidad entiende como económico, político, religioso, cultural, etc., está al alcance de todos sin mayores ambigüedades. Alzas en las tasas de interés y las vicisitudes de la aprobación o no aprobación de una ley en la Asamblea Nacional son generalmente reconocidas como pertenecientes a lo económico y a lo político, respectivamente.
GRÁFICO 1.6. Estructuras dualistas

1.4. ARQUITECTURAS CONTEMPORÁNEAS 28
El cuadro 1.1 ilustra cómo la relación cronológica de las modalidades a las cuales la humanidad ha recurrido para enfrentar el problema económico de siempre, y que se acaba de reseñar, converge en un caleidoscopio de combinaciones que nos lleva a concluir que por más globalizados que estemos es un grave error pensar que en el mundo existen economías de “talla única”. De igual manera, el cuadro presenta que la noción muy generalizada de que en la globalización de hoy las naciones ya no tienen importancia va en contravía de la evidencia empírica. Michael Porter, con base en los resultados de un estudio de cuatro años sobre los patrones de éxito competitivo en diez importantes potencias comerciales, subraya el siguiente hallazgo:
En un mundo de competencia cada vez más global, las naciones se han vuelto más —y no menos— importantes. A medida que la base de la competencia se ha desplazado cada vez más hacia la creación y asimilación de conocimiento, el papel de la nación ha crecido. La ventaja competitiva se crea y se sostiene mediante un proceso altamente localizado. Las diferencias en valores, culturas, estructuras económicas, instituciones e historias nacionales contribuyen al éxito competitivo29 (cursivas del autor).
Es precisamente con la intención de relievar esas diferencias, y también las similitudes, que se seleccionó la muestra de naciones que aparece en el cuadro 1.1. Empezando por las similitudes, está claro que en todas las naciones incluidas las modalidades ubicuas, son las “economías mixtas” y “el sistema de mercado”, y, sin temor a equivocarnos, igual afirmación se puede hacer en lo que al resto de economías del mundo se refiere. De ahí en adelante, las “historias nacionales” han marcado un sinnúmero de diferencias. Se precisan dos de ellas: el tamaño de sus economías, aquí clasificadas en términos de “tallas” y, por la importancia que le damos al concepto, la presencia o ausencia de “dualismo”. El año de referencia es 2007, justo antes de que la Gran Recesión sumiera a la economía mundial en un descomunal desorden.
CUADRO 1.1. Muestra de arquitecturas económicas nacionales contemporáneas, 2007

NACIONES DE TALLA MAYOR
En 2007, en términos del Ingreso Nacional Bruto (INB), la “tallas” de las economías de los Estados Unidos y el Japón ocuparon el primero y el segundo puesto en el ordenamiento mundial de estas.30 A los dos se los conoce como “países industrializados” o “desarrollados”, y se sabe que en ellos predomina el “sistema de mercado” y las “economías mixtas”. Sin embargo, por lo general no recibe igual atención el hecho de que solo en el Japón está presente el “dualismo”. ¿Será, entonces, que ante las difíciles transformaciones culturales, sociales, políticas y económicas que exigen los procesos exitosos de desarrollo, las cosas van mejor cuando no hay dualismo? El recorrido socioeconómico de los Estados Unidos es un argumento fuerte en favor de una respuesta positiva a la pregunta; lo que ha ocurrido en el Japón, en cambio, se podría considerar como una de las excepciones que confirman la regla. China e India podrían ser las otras.
Por otra parte, a pesar de las proximidades culturales existentes, no es difícil identificar características distintivas propias de las biografías tanto de la Unión Europea como de los Estados Unidos. Por ejemplo, en una encuesta realizada en el 2011 por el PEW Research Center, dentro de su Global Attitudes Project, se encontró que ante la pregunta de si “el Estado debe desempeñar un papel activo para que no haya nadie con necesidad”, en los Estados Unidos tan solo el 35 % de las respuestas estuvieron a favor del enunciado, mientras que en Gran Bretaña, Francia, Alemania y España los porcentajes correspondientes fueron del 55, 64, 62 y 67 %, esto es claramente mayoritarios.31 No extraña, por tanto, que los europeos, para quienes el Estado de bienestar tiene una larga y aceptada trayectoria, caractericen a su régimen económico como “economía social de mercado”, mientras que los estadounidenses, para quienes no existe una experiencia parecida, hablen del suyo como “economía de mercado” a secas.
NACIONES DE TALLA BRIC
Desde un punto de vista económico, esta es una categoría reciente, cuyo denominador común es su vigorosa y creciente presencia en la economía mundial contemporánea. En 2007, en el ordenamiento internacional de las magnitudes del Ingreso Nacional Bruto, Brasil ocupó el décimo puesto, Rusia el duodécimo, India el undécimo y China el cuarto.32 Curiosamente, y a pesar de las cercanías cuantitativas, no deja de llamar la atención que, en términos históricos, mientras la Rusia de hoy es de origen muy reciente y Brasil apenas está saliendo de su adolescencia, China e India registran, a la fecha, ancestros milenarios. En este respecto, vale la pena detenernos brevemente en el caso chino.
Chenggang Xu, en un artículo publicado en el Journal of Economic Literature,33 sostiene que la institución fundamental que rige la economía de ese país es lo que él llama el Régimen Autoritario de Descentralización Regional. Dice que este se caracteriza por una combinación de centralización política y descentralización económica de las regiones. El Gobierno central controla el recurso humano: nombra a los funcionarios de los gobiernos subnacionales; vigila muy estrechamente su desempeño y administra los avances, retrocesos o estancamientos de las carreras de cada uno de ellos. Se asegura de que se cumplan las políticas por él establecidas. Simultáneamente, el Gobierno central delega en los gobiernos subnacionales (provincias, municipalidades, distritos y cantones) la administración de la economía de cada una de sus jurisdicciones incluyendo la potestad de expedir leyes, hacer que estas se cumplan e iniciar y coordinar reformas. Cerca del 70 % del gasto público del país está a cargo de los gobiernos subnacionales. De esta proporción, más del 55 % tiene lugar a un nivel subprovincial.
Según Xu, el aporte fundamental de este régimen al meteórico avance de la economía china es haber sido la vía para introducir reformas que, desde 1978, se gestaron, se probaron y, si resultaron exitosas, se difundieron a todo el país desde los gobiernos subnacionales. Para este efecto, el mecanismo que el Gobierno central sigue utilizando es poner en competencia a las burocracias de estos gobiernos, premiando o sancionando a quienes cumplan mejor con los objetivos y metas de los proyectos y programas de turno. Lo interesante de su análisis es que atribuye el buen funcionamiento de este régimen a la existencia de dos antecedentes críticos en la historia de la China. El primero radica en la experiencia de administración descentralizada con la cual vivió la China imperial por más de dos mil años. El segundo tiene que ver con la Revolución Cultural que generó en la población desilusión con la ideología comunista y preparó el ambiente para el avance de las reformas que se dieron después de Mao. Al respecto, Xu consigna los siguientes datos: para 1978, el PIB per cápita era aproximadamente igual al de Zambia que, para aquel entonces, estaba en un 33 % del promedio de los países africanos. Hacia 2005 ese indicador se había multiplicado por ocho, transformando a China de uno de los países más pobres del planeta en una potencia económica mundial.
Lo sorprendente de todo lo anterior —dice Xu— es que la base institucional china en lo que a administración pública, leyes y finanzas corresponde ha sido y es “notoriamente débil” y “poco apropiada para propiciar el desarrollo económico”: la protección constitucional a los derechos de propiedad no se estableció sino en 2004; la competencia entre los gobiernos subnacionales frecuentemente lleva a desviar esfuerzos y recursos en favor de intereses burocráticos; hay un desbalance evidente entre el desarrollo de los conglomerados urbanos y el de un inmenso sector rural; el Gobierno central participa directamente en cantidad de actividades comerciales y, por tanto, no hay una clara distinción entre negocios; el país está sistemáticamente por debajo del promedio de la mayoría de los indicadores que miden el cabal cumplimiento de las leyes; pertenece, además, al grupo de los más corruptos en el mundo. Si a todo esto se le agregan pasivos socioeconómicos como el conocido irrespeto a los derechos humanos, el terrible sufrimiento que a millones de personas ha traído la política del “hijo único” y la depredación del medio ambiente, es claro que hay que capitalizar, con cuidadoso beneficio de inventario, los aprendizajes sobre lo que ha hecho China para avanzar en su desarrollo.
En pocas palabras, en lo que a nuestras modalidades respecta, en China tenemos de todo: tradición, mandato de autoridad central, sistema de mercado, economía mixta y dualismo.
NACIONES DE TALLA MEDIA
Para 2007, Argentina, Chile y Colombia, según sus respectivos Ingresos Nacionales Brutos, ocuparon las siguientes posiciones relativas en el contexto mundial: 30, 46 y 37,, respectivamente.34 Y, si bien es cierto que hay suficiente proximidad entre ellas como para haber puesto a los tres países en la categoría de tallas medias, la principal razón para haberlos reunido en un solo grupo es que, en todos ellos, se tomó la acción histórica de “no permitir” el dualismo.
Alain Rouquié puntualiza los procedimientos utilizados para esta prevención:
Los “barones” de la lana de la Patagonia o Tierra del Fuego pagaron a “cazadores de indios” a principios de siglo para desembarazarse de los indígenas que no comprendían que los borregos eran propiedad privada […]. Por lo demás, en Argentina las campañas de pacificación llevadas a cabo por el ejército continuaron en el norte [...] hasta después de la Primera Guerra Mundial [...] (Y) en Colombia en 1972 [...] dieciséis indios fueron asesinados a sangre fría por mestizos [...] (porque para ellos) los indios eran “animales dañinos”, y que ignoraban que estuviera prohibido matarlos [...]. El tribunal los absolvió para gran escándalo de numerosos colombiano.35
El espíritu y la letra de este párrafo son reminiscentes de sentimientos similares en las latitudes del oeste de los Estados Unidos, donde se popularizó el dicho de que “el único indio bueno era un indio muerto”. Y, claro está, la intención de traer estos deplorables temas a colación no es entrar en comparaciones insidiosas. Lo hacemos, más bien, para regresar a la pregunta planteada al principio de esta sección, en el sentido de si, en lo que a lograr desarrollo económico respecta, las cosas van mejor cuando no existen dualismos. En el caso de los tres países en consideración, al igual que con los de “talla mayor”, la respuesta está por el lado afirmativo.
NACIONES DE TALLA MENOR
En el cuadro 1.1, las condiciones económicas y culturales que prevalecen en las naciones que aparecen en esta categoría permiten ver la otra cara de la moneda. En 2007, en el ordenamiento de los INB en consideración, Bolivia ocupó el puesto 106, Ecuador el 68 y Guatemala el 79.36 Se trata claramente de países pobres que, a la vez, son “dualistas”, con la particularidad adicional deque en los dos primeros, en los últimos años, se ha dado una creciente hegemonía del Poder Ejecutivo. En Ecuador, la definición ya está dada. El artículo 56 de la Constitución vigente dice: “Las comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas, el pueblo afroecuatoriano, el pueblo montubio y las comunas forman parte del Estado ecuatoriano, único e indivisible”.
Y el artículo 57 incluye como uno de los derechos colectivos del conglomerado humano arriba identificado: “Mantener, desarrollar y fortalecer libremente su identidad, sentido de pertenencia, tradiciones ancestrales y formas de organización social”.
Sin embargo, una vez promulgada la Constitución, se ha visto en la práctica cómo han aflorado las diferencias entre las cosmovisiones “modernas” y “tradicionales”. Las discusiones sobre la Ley de Aguas, por ejemplo, pusieron sobre la mesa la crucial disyuntiva de tratar tan vital recurso como parte inalienable de la “Pachamama” o como “mercancía transable”. Los enfrentamientos ocasionados por la aplicación de la Ley de Minería son una instancia adicional que ilustra la forma en que creencias ancestrales se enfrentan a entendimientos contemporáneos sobre cómo administrar los recursos naturales.
DEFINIENDO ECONOMÍA
Ante la diversidad de economías que se encuentran, tanto en el cuadro 1.1 como en el resto de los países del mundo, al responder la pregunta sobre cuál es la disciplina del conocimiento humano que tiene como tarea primordial entenderse con el estudio de todas ellas, se encuentra una respuesta tradicional que, desafortunadamente, deja por fuera los componentes fundamentales de esas “arquitecturas”.
La definición tradicional que se ha difundido desde hace mucho tiempo y que se encuentra en cualquier texto introductorio dice, en palabras más palabras menos, que la Economía estudia la asignación de recursos escasos para producir y distribuir los bienes y servicios requeridos para satisfacer las necesidades de las personas. Tiene la singular ventaja de tener especial consonancia con los sistemas de mercado que forman parte integral de las economías mixtas que predominan en prácticamente todas las naciones del mundo; pero que, al carecer de componentes culturales, históricos y ecológicos, ha hecho que, con frecuencia, no pocos estudiosos de esta disciplina desarrollen su trabajo bajo el criterio de que el objeto de su dedicación es de “talla única” y que, en casos extremos, hasta toman la forma de un arquetipo.
De todos modos, postulamos para nuestros propósitos que la definición tradicional de Economía es un buen punto de partida. Consideramos que es menester dotarla de componentes que llenen los vacíos anteriormente anotados. Por consiguiente, en este libro utilizaremos la siguiente definición de la disciplina:
La Economía estudia cómo los grupos humanos se organizan para producir y distribuir los bienes y servicios requeridos para atender las necesidades de su gente dentro de contextos conformados por sus realidades ecológicas, tecnológicas, sociales e históricas.
Ampliaremos los alcances de esta definición en el capítulo siguiente.
2
¿QUÉ ES LA ECONOMÍA?
Hace tiempo que la Economía está sumida en una crisis de identidad de la cual aún no ha encontrado la manera de salir. Es más, se puede decir que ha recrudecido en los últimos años.
El desastre financiero ocurrido en 2008 constituye en la historia la mayor calamidad económica que ha vivido el mundo desde la Gran Depresión de los años treinta. Se desató en los Estados Unidos con el colapso del mercado de créditos hipotecarios, que trajo como secuelas crisis sin precedentes en el sistema bancario y en las bolsas de valores. Estas crisis estuvieron acompañadas por desplomes drásticos en la economía y por alzas dramáticas en los niveles de desempleo, especialmente de los jóvenes, tanto en ese país como en Europa. Al episodio como un todo se lo conoce como la Gran Recesión, porque las cuantiosas intervenciones, aunque insuficientes, de los bancos centrales y de los gobiernos evitaron que se convirtiera en la “madre de las depresiones”.
Desafortunadamente, alrededor del mundo, la Economía y el desempeño de los economistas en esta prueba de fuego quedó en entredicho. Así lo demuestran los titulares de cinco publicaciones de circulación internacional que, a pesar de su reducido número, grafican esta imagen en desmedro.37
Consideremos el egregio episodio tras lo sucedido cuando se otorgó el premio Nobel de Economía a Eugene Fama y a Robert Schiller en 2014. Mientras Fama es mundialmente conocido, desde hace años, por ser uno de los expositores más distinguidos de la hipótesis que sostiene que el mercado en su conjunto nunca se equivoca, Schiller la ha calificado “como el error más sorprendente en toda la historia del pensamiento económico”. Es más, Schiller acertó en predecir la gestación y el estallido de la burbuja en los precios de las viviendas que precipitó la crisis de 2008. Fama confesó, en una entrevista pública, que ni siquiera sabía que era una burbuja, en momentos en que la economía mundial estaba inmersa en una de las más grandes de la historia.
No deja de ser un misterio cómo el Comité del Nobel llegó a tan curiosa decisión.38 Pero no para George Cooper, según el cual los conflictos internos en la Economía han estado latentes desde hace unos cien años. Lo que pasa es que, a esta fecha, estas diferencias se han vuelto casi irreconciliables. Se ha llegado al punto en que dos economistas frente a un determinado problema estén enteramente de acuerdo con el tipo de datos con los cuales hay que trabajar pero que, según las preconcepciones doctrinarias que profesen, estén totalmente en desacuerdo sobre lo que estos significan y sobre lo que hay que hacer al respecto. En términos generales —dice Cooper—, los síntomas que sugieren la existencia de este desbarajuste son:39
1.Hay por lo menos siete escuelas de pensamiento en diferentes grados de tensión entre ellas: la neoclásica, la austríaca, la monetarista, la keynesiana, la marxista, la de la economía del comportamiento y la institucionalista.
2.Entre varias de ellas hay diferencias fundamentales sobre el objeto y el método de la Economía, pero el grado de incompatibilidad es tal que aun en las instancias en las que hay coincidencias de criterios estas no son reconocidas como tales.
3.Los modelos matemáticos que utilizan los economistas están proliferando y su complejidad es cada vez mayor, a pesar de esto, no es obvio que su capacidad predictiva esté mejorando.
4.Hay varias escuelas importantes que, en vez de tratar de construir modelos de la economía real, buscan hacer que esa economía se acomode a los modelos de sus preferencias.
5.La hegemónica escuela neoclásica se construye sobre axiomas que ya han sido refutados por otras disciplinas, en tanto que casi todas las escuelas heterodoxas también se apoyan en argumentos defectuosos.
6.Las diferentes escuelas no son consistentes a lo largo del tiempo: se mueven según los dictados de las modas de turno.
7.Finalmente, hay preguntas cruciales a las que no se les presta atención y, en algunas áreas importantes ni siquiera se las formula; hay una tendencia nada científica de dejar a un lado las preguntas difíciles que no calzan con los paradigmas de turno.
Dicho lo anterior, conviene tener claro, primero, tal como lo ilustra la metáfora, que una vez que hemos dispuesto del agua con la cual acabamos de bañar al bebé, hay mucho de vitalidad y de promesa en lo que queda en la bañera; y, segundo, que al tenor del memorial de agravios que se acaban de enumerar, han entrado en evidente crisis, y en buena hora, las arrogancias ofensivas que desde hace rato han estado presentes en los pronunciamientos y acciones de profesionales que desafortunadamente gustan de hacer gala de estos comportamientos.