- -
- 100%
- +

Mejor sin objetivos
El éxito se consigue cuando no se persigue
Enric Lladó

Categoría: Directivos y líderes | Colección: Liderazgo con valores
Título original: Mejor sin objetivos. El éxito se consigue cuando no se persigue
Primera edición: Marzo 2020
© 2020 Editorial Kolima, Madrid
www.editorialkolima.com
Autor: Enric Lladó Micheli
Dirección editorial: Marta Prieto Asirón
Maquetación de cubierta: Sergio Santos Palmero
Maquetación: Carolina Hernández Alarcón
ISBN: 978-84-18263-14-9
Impreso en España
No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de propiedad intelectual.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
Escribo estas líneas un martes 31 de diciembre de 2019.
Esta noche millones de personas de todo el mundo se marcarán nuevos propósitos y objetivos para el año que viene.
Algunos se propondrán perder peso. Otros hacer más ejercicio. Otros aprender inglés, ser más pacientes con tal o cual persona, dejar de fumar…
Empezarán con ganas. Harán un esfuerzo.
A medida que el esfuerzo continúe, lo que al principio les hacía ilusión se irá convirtiendo en una obligación, en una carga. La carga se hará cada vez más pesada.
Y entonces llegará un momento en el que se permitirán un pequeño respiro, una caladita, un poco de chocolate, saltarse la rutina…
Si he dado una caladita, qué más da otra. Si me he tomado un croissant, ya da igual que me tome otro, lo que puedo hacer es no cenar luego. Esta semana no voy al gym porque tengo mucho trabajo, ya lo recuperaré más adelante…
Las excepciones se convertirán en la norma…
Poco a poco se darán por vencidos.
Entonces no podrán evitar sentirse fracasados. Más infelices que antes de empezar.
Curiosamente es posible que dentro de un año exacto vuelva a repetirse este ciclo completo una vez más.
Y otra vez, y otra…
Pues bien, lo que está fallando aquí de manera sistemática no son estas personas.
Haremos mal si señalamos injustamente su supuesta falta de voluntad.
Porque lo que invariablemente está fallando aquí son ni más ni menos que los propios objetivos.
La escalera
Existe una escalera de tres escalones.
Cada escalón es una manera de vivir.
Una misma situación puede vivirse desde cualquiera de los tres.
Desde cada escalón es posible acceder al siguiente. Hacia arriba o hacia abajo.
Lo fácil es bajar. Lo difícil es subir.
Objetivos negativos
Estamos en el primer escalón cuando queremos evitar algo.
Evitar que nos despidan, evitar una bronca, evitar perder dinero, prestigio, perder una pareja…
Nos programamos para la acción visualizando en nuestra mente lo que queremos evitar, no lo que queremos conseguir.
Estamos funcionando con objetivos negativos.
La emoción que nos impulsa es el miedo.
Supervivencia
Los objetivos negativos son software básico de serie, imprescindible para sobrevivir.
Porque el miedo activa el torrente de hormonas necesarias para estar en condiciones de realizar un esfuerzo físico extremo, ahora mismo.
Concentra toda nuestra energía y recursos en el momento, sin escatimar. Se trata de sobrevivir, y por lo tanto es una apuesta a todo o nada.
Entonces es posible reaccionar a gran velocidad, desarrollar una fuerza inusitada o seguir peleando con una herida de gravedad.
En esas circunstancias, los objetivos negativos son el programa más adaptativo y el miedo es la emoción más indicada para sobrevivir.
Miedo innecesario
Los animales solo sienten miedo en situaciones de riesgo físico inminente.
Cuando el león ha cazado una gacela, el resto de gacelas simplemente siguen pastando a unos metros de distancia.
Porque cuando la situación no es de riesgo físico inminente, funcionar con objetivos negativos presenta serios inconvenientes.
Un empleado de una oficina que teme perder su puesto de trabajo no puede canalizar físicamente la energía de ese miedo. No puede huir a toda velocidad ni puede atacar con toda su agresividad.
Esa energía no canalizada genera estrés en el organismo. Si este estrés se mantiene en el tiempo, provocará ansiedad, insomnio, depresión, somatización en forma de enfermedades…
A largo plazo el miedo innecesario provoca lo que pretende evitar. En este caso, el daño físico al organismo, y llevado al extremo, la destrucción total del individuo.
A corto plazo también es contraproducente.
Un empleado que quiere evitar el despido está a la defensiva. Por momentos puede ser agresivo o pasivo-agresivo. Pero entonces ese comportamiento aumenta la probabilidad de que lo despidan.
Cuando se da cuenta de lo que está ocurriendo, su temor aumenta aún más. Y cuanto más miedo, peor lo hace. Una espiral diabólica. Al final le acabarán despidiendo.
Por eso la avispa pica al que hace aspavientos, el agua hirviendo salpica al que tiene miedo de lanzar los raviolis, la esposa le oculta cosas al marido suspicaz y los ataques preventivos suelen acabar en guerra.
Es la Ley Natural del Miedo Innecesario: provocamos lo que pretendemos evitar.
Por eso funcionar con objetivos negativos solo está indicado en situaciones de riesgo físico inminente.
No
Nuestra manera de hablar, con los demás y con nosotros mismos, refleja nuestro código de programación.
Cuando funcionamos mediante objetivos negativos nuestras palabras expresan lo que no queremos o lo que queremos evitar, porque es lo que vemos en nuestra mente.
No explicamos lo que queremos porque en realidad no lo sabemos.
Nos quejamos y buscamos culpables. Estamos a la defensiva para que no nos culpabilicen a nosotros. No hablamos de soluciones porque no las concebimos.
Utilizamos las palabras «tenemos que», «hay que» y «deberíamos», que expresan la obligación de hacer algo por miedo a las consecuencias de no hacerlo.
También usamos el verbo «intentar», que en realidad indica que en nuestra mente estamos visualizando el fracaso, lo que queremos evitar.
Somos muy amigos del «no». Para hacerlo más suave, solemos usar el «sí, pero».
Nuestro interlocutor percibe nuestro miedo y por eso resultamos poco convincentes, porque no transmitimos seguridad.
Cuanto más miedo tenemos de no convencer, menos convencemos.
A menudo incluso interrumpimos al otro. Es porque tenemos miedo de perder el control de la conversación, es decir, de nuevo miedo de no convencer. O, peor aún, miedo de que nos convenzan.
Entonces nuestro interlocutor se siente agredido, se pone a la defensiva y nos ataca.
Así es como perdemos definitivamente el control de la conversación. Somos nosotros mismos los que lo provocamos.
Objetivos positivos
Estamos en el segundo escalón cuando queremos conseguir algo.
Conseguir un empleo, un aumento de sueldo, una casa mejor, la amistad de alguien, su admiración, su afecto, cariño, un abrazo, estatus, prestigio profesional, respeto…
Nos programamos para la acción visualizando en nuestra mente lo que queremos conseguir.
Estamos funcionando con objetivos positivos.
La emoción que nos impulsa es la ambición.
Comodidad y confort
Los objetivos positivos son software más avanzado, una evolución de los objetivos negativos.
Visualizar lo que queremos conseguir activa la ambición, una forma de energía con efectos positivos en el corto plazo (ilusión) y mucho más sostenible en el medio plazo.
Permite conseguir pequeños logros que progresivamente mejorarán nuestro confort y nuestra calidad de vida.
Además, cuanto más segura es nuestra casa, cuanto más prestigio tenemos, cuanto más saludables estamos y cuanto más saneada está nuestra cuenta corriente, más posibilidades tenemos de sobrevivir.
Entonces la probabilidad de volver a funcionar desde el miedo disminuye.
Por eso decimos que en el segundo escalón acumulamos más potencial que en el primero.
La primera trampa
Un equipo que gana la liga, al año siguiente teme no conseguirla de nuevo. Un artista reconocido acaba temiendo perder el interés de su público. Un vendedor que consigue su bonus teme no lograrlo el mes siguiente. Un amor que es correspondido, teme dejar de serlo.
Quien saborea la miel del logro, teme no volver a probarla. Cuanto más dulce, más miedo le da.
Por eso es muy fácil pasar de la ambición al miedo, caer un escalón sin darnos cuenta. Es la primera trampa de la escalera.
Casi todas las personas que están funcionando con objetivos lo están haciendo con objetivos negativos sin ni siquiera saberlo. Piensan que quieren conseguir algo, pero en realidad solo quieren evitar algo.
En la mayor parte de los casos, un vacío interior.
Ambición excesiva
Los objetivos positivos dejan de ser útiles cuando ya no es realmente necesario acumular más y sin embargo lo seguimos haciendo.
Entonces lo que acumulamos deja de ser positivo y se convierte en algo negativo. Es una batería sobrecargada, un cajón demasiado lleno, un abdomen repleto de grasa, un cáncer que crece sin control o una civilización que quema sus recursos.
Pongamos el ejemplo de un empleado que se propone conseguir un ascenso. Mientras no lo consigue, se siente insatisfecho. Cuanto más lo desea, más insatisfecho está. Si no lo consigue nunca, vivirá permanentemente frustrado.
Su frustración es una señal de que está ambicionando en exceso. De que quizás le convendría concentrarse en logros más accesibles, más cercanos y que solo dependan de él y de nadie más.
Pero imaginemos que persiste, que por un casual los astros se alinean y que finalmente lo consigue. Entonces experimentará un momento de enorme satisfacción.
Pero todos sabemos que ese momento durará poco. Cuando regrese el vacío interior, será, por contraste, mayor que antes de empezar.
Para poder llenarlo se marcará un nuevo objetivo, esta vez más ambicioso. Y el ciclo se repetirá de nuevo.
Una vida en base a objetivos se convierte así en una continua insatisfacción, interrumpida por momentos puntuales de logro que nos «enganchan» para seguir perpetuando el ciclo vicioso de ansia creciente.
Pura drogadicción. Directos hacia el abismo. Pero el efecto pernicioso no termina aquí.
El empleado que vuelca su atención en la consecución de su ascenso no puede evitar retirarla de su trabajo diario. Porque la atención es un recurso limitado.
Entonces su trabajo es de peor calidad, y así la probabilidad de conseguir su ascenso disminuye. En realidad él mismo está evitando su ascenso.
Por eso el arquero que se obsesiona en dar en el blanco falla, quien quiere enamorar a alguien a toda costa es rechazado, quien está preocupado por perder peso acaba engordando aún más, quien desea convencer es resistido, y a quien solo le importa ganar dinero lo acaba perdiendo todo.
Es la Ley Natural de la Ambición Excesiva: cuando nos obsesionamos por conseguir algo y lo forzamos, nosotros mismos lo acabamos impidiendo.
Evitamos lo que queremos conseguir.
Sí
Cuando estamos programados con objetivos positivos, expresamos claramente lo que queremos, no lo que queremos evitar. Así es más probable que lo logremos.
Nuestras conversaciones pueden ser más productivas porque dejamos de hablar de las culpas (que nadie quiere tener) y nos enfocamos en lo que hemos aprendido.
Porque dejamos de hablar de la razón (que todos quieren tener) y hablamos de lo que podríamos hacer.
En lugar de decir «tengo que», «hay que», «debería» o «intentaré», cambiamos a construcciones como «voy a», «quiero» o «puedo».
En lugar de decir «sí, pero…», decimos «sí, y…».
Nos hacemos amigos del «sí», afirmamos. Tendemos a tomar la iniciativa en las conversaciones.
Si queremos forzar la consecución de nuestro objetivo, entonces corremos el riesgo de convertir al interlocutor en un simple medio para conseguir el fin.
Cuando lo percibe, se pone a la defensiva. Desconfía, su reacción automática inconsciente es resistirse.
Entonces perdemos toda capacidad de influirle.
Evitamos lo que queremos conseguir.
Sin objetivos
Estamos en el tercer escalón cuando nos limitamos a dar algo sin esperar nada a cambio.
Dar un abrazo, dinero, ayuda, dar una idea, palabras de apoyo, dar lo mejor en el trabajo, acompañar a alguien, escucharle plenamente…
Sin esperar nada a cambio, de lo contrario estaríamos en el segundo escalón.
Por ello en nuestra mente no visualizamos nada. Simplemente damos fruto de manera espontánea.
Estamos funcionando sin objetivos.
La emoción que nos impulsa es el amor.
Amor a otra persona, al trabajo bien hecho, amor al arte, a una buena conversación...
Realización sin ego
Un niño que se deja fluir dibujando sin ninguna pretensión, como en un juego, saca lo que lleva dentro y en ese momento se realiza.
Expresa en acto lo que llevaba en potencia en su interior.
Si tuviera alguna expectativa, como conseguir la aprobación de sus padres, no se expresaría libremente y dejaría de ser auténtico. No entregaría lo que realmente lleva dentro.
No estaría expresando su yo, sino su ego.
El ego es el falso yo, una máscara que nos ponemos para evitar algo que nos da miedo o para conseguir algo que ambicionamos.
El ego impide la presencia del yo. Si el ego habla fuerte, al yo casi ni se le oye. Tienden a excluirse mutuamente.
Ese ego es útil porque con el miedo conseguimos sobrevivir y con la ambición logramos mayor comodidad.
Pero solo fluyendo sin ego, sin esperar nada a cambio, sin objetivos, desde el juego, desde el amor por lo que se está haciendo, es posible expresar nuestro verdadero yo y entonces realizarnos.
Por eso la vida desde el ego es solo supervivencia. Mi cuerpo sigue funcionando pero en realidad mi verdadero yo está siendo suprimido.
Con objetivos podemos sobrevivir, sí, pero solo sin objetivos podemos realizarnos y vivir de verdad.
Resultado inesperado
Un artista que crea su obra sin dejarse llevar por el qué dirán, se realiza, da fruto auténtico. Por eso acaba gustando a más gente. Aunque no es lo que andaba buscando.
Un orador que simplemente aporta a los demás lo mejor que lleva dentro, sin pretender gustar, ni convencer, ni conseguir nada a cambio, causa la mejor de las impresiones. Aunque no estaba preocupado por lograrlo.
Un empleado que fluye haciendo su trabajo simplemente porque le sale de dentro hacerlo bien, acaba siendo reconocido por su profesionalidad. Aunque no lo hacía por eso.
Una persona que conversa distendidamente con otra sin pretender conseguir nada suele conseguir lo máximo. Pero no era esa su intención.
Cuando funcionamos sin objetivos no esperamos ningún resultado, y sin embargo solemos conseguir lo máximo que puede conseguirse en cada situación.
Sin buscarlo, estamos en nuestro máximo potencial.
Antes, en los otros escalones, cuando queríamos evitar algo lo provocábamos y cuando ansiábamos conseguir algo lo evitábamos.
Ahora, cuando no pretendemos conseguir absolutamente nada, conseguimos lo máximo. Es la Ley Natural del Amor Verdadero.
Así es como funciona el Universo. Aunque nos resulte extraño, estas son sus leyes.
El éxito se consigue cuando no se persigue.
La segunda trampa
Imaginemos que un artista desconocido se deja fluir con su arte y publica un álbum musical muy auténtico.
Imaginemos ahora que el álbum acaba siendo un gran éxito comercial. Nuestro artista se hace famoso y gana mucho dinero.
No es lo que buscaba, pero ocurre. Así que bienvenido sea.
Existe ahora el riesgo de que la gloria pueda atraparle.
Puede pasar que cuando se ponga manos a la obra para componer su próximo álbum empiece a pensar en agradar, en el dinero. Y que entonces ya no sea tan auténtico, que no se deje fluir con lo que lleva dentro.
Habrá caído del tercer escalón al segundo.
El tercer escalón está tan arriba que resulta muy fácil caerse de él. Es la segunda trampa de la escalera.
Porque en el tercer escalón no buscamos nada pero conseguimos mucho. Entonces podemos quedarnos atrapados por la seducción del resultado.
Podemos desconectarnos de la autenticidad, dejar de dar lo que llevamos dentro y buscar desesperadamente otra dosis de la recompensa que ya hemos catado y que nos ha enganchado.
Hemos confundido el éxito con el logro.
Porque el logro es recibir, mientras que el verdadero éxito va a ser siempre dar.
Vacío interior
Un objetivo define algo exterior que queremos conseguir y por lo tanto lo único que hace es reflejar algo que falta, una carencia interior que necesitamos sanar de algún modo.
Evidentemente, si tengo hambre necesito encontrar en el exterior la comida que me falta.
Lo que ocurre es que la verdadera realización tiene poco que ver con la satisfacción de nuestras necesidades básicas. De hecho, a veces la verdadera realización puede llevarnos a sitios muy incómodos e incluso peligrosos.
Además, también es verdad que no siempre que como es porque tengo hambre. Algunas veces como por aburrimiento, otras como cuando lo que tengo es sed y muchas veces como por algún tipo de ansiedad.
Estoy comiendo, pero en realidad estoy buscando compensar otra carencia distinta.
Estoy tratando de llenar mi vacío interior.
Comer me dará una satisfacción momentánea pero nunca podrá llenar el vacío interior. Porque no tiene nada que ver con ese vacío.
Es como ponerme crema hidratante en una mano mientras tengo la otra en el fuego. La crema hidratante es muy agradable pero lo que estoy haciendo no tiene sentido. Si sigo poniéndome crema, cada vez me dolerá más la mano que se está quemando. Aunque me ponga más crema en la otra…
Si sigo comiendo, comprando, acumulando poder o buscando el reconocimiento para llenar ese vacío, en realidad cada vez me sentiré más vacío. Como beber agua salada para calmar la sed.
La auténtica realización viene solo entregando fuera lo que llevo dentro. Es la materialización de un potencial interior.
No se trata de mi carencia, sino de aquello que puedo entregar. No se trata de lo que me falta sino de lo que me sobra. No es una gestión de mis miserias, sino de mi abundancia. No tiene que ver con mis defectos sino con mis capacidades.
El Universo suele ser difícil de comprender porque muy a menudo es contra-intuitivo.
Resulta que cuanto más damos, más llenos nos sentimos y, sin embargo, cuanto más recibimos, más vacíos estamos.
Entonces, si me siento vacío lo indicado no es tratar de llenarme, sino dar, vaciarme.
Es La Paradoja del Vacío Interior.
Es tan sorprendente que por eso no solo resulta difícil de entender sino también de creer, y sobre todo, de practicar.
Pseudoamor y buenismo
A veces no entendemos lo que significa dar sin esperar nada a cambio. No entendemos lo que es funcionar desde el amor.
Creemos que es un imperativo moral, algo que es necesario hacer para ser buena persona. Para ser aceptados por los demás o para ir al cielo. Seguimos las leyes humanas, en lugar de seguir las leyes de la naturaleza.
Nos forzamos a nosotros mismos a dar a los demás, pero en realidad lo hacemos para conseguir algo a cambio.
Queremos creer que estamos en el tercer escalón. Y queremos demostrárselo a los demás. Pero al hacerlo nos acabamos de colocar en el segundo. Y el miedo a reconocerlo nos suele colocar en el primero.
Sufrimos de pseudoamor.
Cuando sufrimos de pseudoamor vivimos muy engañados. Creemos que amamos a otras personas, a nuestra pareja, a nuestros hijos, pero en realidad nuestro supuesto amor está condicionado a lo que recibimos a cambio.
Si nuestra pareja no nos devuelve nuestro afecto, entonces nos distanciamos. Si nuestros hijos no hacen lo que creemos que es mejor (normalmente lo que nos dejaría tranquilos a nosotros, no a ellos), entonces nos enfadamos.
Todo esto no es amor, es pseudoamor, porque el amor es dar sin esperar nada a cambio.
Algunas personas me dicen «pero al final siempre esperas algo a cambio, aunque solo sea la satisfacción que te produce amar».
Entonces les contesto que sus palabras son un síntoma claro de pseudoamor, en el que todos solemos caer.
No es que no sepamos amar, simplemente hemos olvidado lo que es amar. Porque todos hemos amado alguna vez en la vida, todos hemos fluido sin objetivos en muchas ocasiones. Aunque no lo recordemos, sabemos hacerlo.
Otras veces confundimos el dar con darlo absolutamente todo. Hemos experimentado la vida en el tercer escalón y pretendemos llevarla al extremo, forzándola. Entonces damos todo lo que tenemos a cualquiera que se nos presenta.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.






