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Tal como le había solicitado la sargento Borrás, Daniel fue pasando fotograma a fotograma el instante en que el sospechoso se giró hacia Tania y Gerard y acto seguido volvió a girarse hacia Mireia.
La sargento pudo ver lo que no conseguía ver a velocidad normal.
—Ahí, para, ¿veis un destello que ciega la cámara? —preguntó la sargento.
—Sí, en este fotograma la cámara se queda ciega. Veamos el motivo, moveremos fotograma a fotograma hacia atrás. Un fotograma, la cámara ya no está ciega, pero hay una luz junto a la oreja del sospechoso. Adelantamos el fotograma y la cámara se ciega, retrocedemos y volvemos a ver ese punto verde en su cara —afirmó Daniel.
—Es el láser de la fiesta —dijo la sargento Borrás.
—¿Cómo? —preguntó Iñaki.
—Sí. Retrocede fotograma a fotograma. ¿Veis? En el fotograma anterior al destello se ve un pequeño punto verde junto a la oreja de nuestro sospechoso, dos fotogramas atrás no está y un fotograma después del destello tampoco está. Es el láser de la fiesta que se ha reflejado en la oreja. Debe llevar algo metálico, porque ha rebotado la luz y ha cegado la cámara. Nuestro sospechoso lleva un pendiente. Daniel, ¿puedes poner las imágenes donde se ve a Mireia bailando? Y acelera hasta que la perdamos de vista —solicitó Antonia.
Daniel puso las imágenes donde se veía a Mireia bailando en la fiesta. Pasados alrededor de cinco minutos Mireia abandonaba la pista de baile.
—Ahí, ahí se marcha de la fiesta, no vuelve a la habitación y no sale por el hall del hotel. Se va por la puerta que da a la playa, se marcha del hotel. Vale, sincroniza la hora exacta en que Mireia se va con la cámara por la que seguíamos al sospechoso —indicó la sargento.
—¡En pantalla! —comentó Daniel—. Mirad al muy cabrón, justo cuando Mireia se va hacia la salida de la playa él se levanta, se dirige hacia la pista de baile y la cruza. Aquí ya le perdemos, pero nos queda la cámara de la salida del hotel. Voy a poner los dos vídeos en paralelo y sincronizados desde que Mireia sale por la puerta de la playa.
Tal como había dicho el agente Daniel, puso las dos imágenes en paralelo en la pantalla. En una de ellas se podía ver a Mireia alejándose del hotel caminando sobre la arena de la playa mientras en la otra se podía observar al sospecho cruzando la pista de baile y posteriormente dirigirse él también a la salida de la playa.
—Lo que imaginaba, el muy cabrón sale detrás de ella. Aquí ya por la falta de luz no la vemos, pero a él aún sí se le ve siguiendo sus pasos. Iñaki, pide al hotel de al lado la grabación de este momento de la cámara de su terraza, a ver si hay suerte y capta parte de la playa y podemos seguir el camino de Mireia —comentó la sargento Borrás.
—Antonia, mi equipo ha localizado una foto en las redes sociales de Mireia y Tania vestidas para la fiesta a unos minutos de bajar a la terraza —comentó el sargento Jiménez, jefe de la sección a la que pertenecía Daniel.
—Muchas gracias, Toni, tu equipo ha sido de gran ayuda. Por favor, Iñaki, asegúrate de que se distribuya la foto ahora mismo por todos los canales. Como dijo el teniente Torres, hasta el último guardia de tráfico debe tener esta foto. Chicos, muchas gracias a todos, ha sido un magnífico trabajo.
La sargento Borrás e Iñaki volvieron a su despacho.
—Tenemos que poner todo esto en orden, Iñaki, pero antes deberíamos merendar algo, ¿no crees?
—En serio, nunca conseguiré entender que los mallorquines digáis merendar a las diez y media de la mañana.
—Hostia, Iñaki, es que tú eres vasco, joder, y los de la península no sabéis lo que es merendar por la mañana un buen panecillo con aceite, tomate y un poco de jamón serrano. Eso es lo mejor que hay, y no tanto café, te lo digo yo.
—¿Tú dices que paremos a merendar? ¿En serio vas a hacer una minipausa para merendar con todo lo que tenemos por poner en orden? Antonia, ¿estás bien?
—Sí, estoy bien. Vamos contra reloj, tenemos toda la presión de los jefes encima y la prensa, pero, ¿sabes?, me lo estoy tomando como algo personal y necesito una pausa. Salgamos a merendar algo y en quince minutos estamos aquí de nuevo.
Ambos salieron del cuartel a comer algo. En apenas un cuarto de hora ya volvían a entrar en su despacho y la sargento se dirigió de nuevo al tablero de investigación. Sacó su cuaderno y empezó a revisar sus apuntes con las anotaciones que había realizado en la pizarra blanca.
Mientras Antonia se encontraba sumida en sus pensamientos, Iñaki seguía revisando la documentación que tenía sobre su mesa. De nuevo se abrió la puerta del despacho y otra vez apareció el teniente Torres.
—Antonia, Iñaki, acompañadme al despacho del grupo 3, creo que han encontrado algo que tiene que ver con vuestro caso.
Los tres entraron en el despacho del grupo 3 donde les esperaba el sargento Segura y su equipo.
—Sargento Segura, informe a la sargento Borrás de lo que su equipo ha encontrado.
—Estamos investigando un caso de apuñalamiento con una botella rota en Punta Ballena sucedido hace dos noches, aproximadamente a la hora en que se supone que desapareció la chica que buscáis. Mirad la pantalla, aquí tenemos la grabación de una cámara de seguridad del local. Vemos el momento en que se produce una pelea entre unos hooligans británicos que acabará en el apuñalamiento, pero esto no es lo relevante para vuestro caso. Si he avisado al teniente es porque hace un rato recibimos la foto que habéis pasado como alerta y viendo una y otra vez las imágenes que tenemos de la reyerta creemos que aparece la joven que estáis buscando.
—¿En serio? ¿Podemos ver esas imágenes? —preguntó Antonia.
—Por supuesto. Mira, retrocedemos unos minutos antes de la reyerta. Ahí en ese lado de la pantalla, aunque está de espaldas, lleva la misma ropa que en la foto que habéis pasado. Podemos verla morreándose y magreándose con dos hooligans. Hemos buscado una cámara con otro ángulo y la vemos de nuevo con los británicos, aquí en este punto. Aunque en esta cámara no se ve cómo comienza la pelea, los dos hooligans que están con la chica se meten en la pelea, ya sabemos que a un hooligan le gusta más una pelea que una mujer. La chica se queda ahí viendo la pelea. Fijaos bien que le cuesta aguantarse de pie, lleva una cogorza de no te menees. Ahora es cuando viene lo que más nos ha llamado la atención. Vemos a la chica ahí intentando mantenerse en pie, en ese momento llega un hombre con gorra negra, la agarra fuertemente del brazo y le dice algo a la chica.
—Ese es el tipo del hotel —exclamó la sargento Borrás.
—Yo juraría que sí, lleva la misma gorra y tiene la misma complexión —afirmó Iñaki.
El sargento Segura continuó con su explicación de las imágenes.
—Ahora veremos a la chica soltar su brazo. Quiere huir, pero no puede correr hacia la derecha por la cantidad de gente que hay. No puede ir hacia el frente porque está la pelea. Como está en la bocacalle, solo le queda la opción de girarse y correr hacia atrás, y eso es lo que hace. Lo malo es que esa calle termina, es muy corta. Enseguida hay una zona de pinos y tierra antes de llegar a la arena de la playa, con lo cual le va a ser difícil correr con los tacones. Ahí la vemos salir corriendo, y nuestro sospechoso va tras ella y se nos va de la imagen. Hemos buscado entre las cámaras de los demás locales, pero ninguna enfoca hacia esa calle, así que aquí perdemos el rastro. Según el reloj de la cámara, son las 00:45 ya del lunes.
—En el momento que ella consigue zafarse y golpearlo parece que levanta un poco la cabeza. ¿Podemos volver a ver ese momento? Quiero ver si conseguimos distinguir algo —comentó la sargento Borrás.
El sargento Segura retrocedió la grabación hasta el punto que la sargento había solicitado.
—Aquí, justo ahora, avanzamos lentamente y vemos que en el movimiento el sospechoso levantará por un momento la cabeza dejando ver su rostro, ponemos en pausa et voilà —comentó Daniel
—Cojonudo, te vamos a pasar por el reconocimiento facial a ver quién demonios eres tú.
—No será necesario, ya sabemos quién es. Es un viejo conocido del grupo 5. El cabo Juan Salvá nos pondrá al corriente —comentó el sargento Segura.
El cabo Salvá sacó una fotografía de una de sus carpetas, la mostró a todos los que estaban en ese momento en el despacho del grupo 3 y comenzó a informarles.
—Francisco Escobar, alias el Indio, natural del sur de Colombia, un sicario a sueldo que no trabaja para nadie fijo, sino que ofrece sus servicios al mejor postor.
—¿El Indio? —preguntó la sargento Borrás.
—Le llaman el Indio porque es un cuarterón, su abuelo materno era un nativo del sur de Colombia. De hecho, durante los primeros años vivió en una aldea de una zona muy cercana al comienzo de la selva del Amazonas.
—¿Has dicho la selva del Amazonas?
—Sí, su aldea, el nombre lo debo tener en algún sitio, está prácticamente al borde de la selva —respondió el cabo Salvá.
—Nuestras víctimas han sido narcotizadas, por decirlo de alguna forma, con una toxina mezcla de savias de plantas del Amazonas. Una era…, espera, que aquí lo tengo anotado…, Strychnos, así se llama la planta. Del resto no tenemos ni idea. ¿Podría el Indio haber adquirido conocimientos sobre plantas selváticas de su abuelo? —continuaba preguntando Antonia al cabo.
—Si tiene conocimientos o no lo desconozco, pero sí que cualquier nativo de la selva sabe cómo crear venenos o narcóticos con la mezcla de savias de las plantas salvajes. De hecho, en algún caso en el que el Indio ha sido sospechoso las autopsias daban como resultado muerte natural por infarto sin que se encontrara ninguna sustancia que hubiese podido producirla.
La sargento Borrás afirmó con la cabeza mirando a Iñaki y volvió a consultar al cabo Salvá.
—Veamos de nuevo esa foto de archivo. Iñaki, mira, lleva una especie de aro ancho en mitad de la oreja. Eso reforzaría aún más que es el mismo tipo que estuvo en el hotel, ese aro metálico debió ser en el que se reflejó el láser de la fiesta que cegó la cámara.
—Creo que ya podemos estar cien por cien seguros de que es el mismo tipo que estaba en la fiesta —respondió Iñaki.
—Vamos a inspeccionar la zona donde se pierde la imagen de la cámara, a ver qué podemos encontrar. Muchas gracias a todos. Por favor, sargento, agradezca de mi parte a sus equipos.
Fue entonces cuando el teniente Torres intervino de nuevo.
—Yo también quiero dar las gracias a todos, ya sabéis la importancia del caso. Sargento Segura, debido a la gravedad de la situación, voy a poner al cabo Salvá a las órdenes de la sargento Borrás y permanecerá en su equipo hasta que todo quede resuelto.
—Totalmente de acuerdo, teniente. Cabo, póngase a las órdenes de la sargento Borrás y aplique todo su conocimiento para resolver este caso —respondió el sargento Segura.
—No esperemos más. Iñaki y yo vamos a Punta Ballena. Juan, tú quédate y sigue indagando.
Lunes, 24 de junio, 00:35 h Punta Ballena
Tal como se había visto en la cámara de seguridad, Mireia se encontraba de pie en la esquina de la calle que terminaba en la playa. Estaba abrazada a dos hooligans ingleses con los que se estaba dando el lote. Justo detrás de ella se colocó el Indio esperando una oportunidad para poder llevarse a la chica. En unos minutos se organizó una pelea entre hooligans y los dos borrachos ingleses que estaban con Mireia se enzarzaron en la pelea, al igual que una veintena más de sus ebrios compatriotas que había alrededor. Mireia se quedó de pie sola, manteniendo el equilibrio como pudo. El Indio se acercó y agarró a Mireia por un brazo.
—Vamos, princesita, vente conmigo si no quieres que les pase nada a tus amiguitos.
—¿Quién coño eres tú? ¿Y cómo te atreves a ponerme una mano encima, panchito de mierda?
—Te he dicho que te vienes conmigo, niñata, y no me vuelvas a llamar panchito de mierda si no quieres que este delicado bracito se parta en dos.
Mireia consiguió zafarse y salió corriendo por la calle que tenía justo a su espalda, pero le era bastante difícil correr con los tacones y la cantidad de alcohol que llevaba en el cuerpo. El Indio salió corriendo tras ella mientras le gritaba.
—¡Niñata de mierda, párate o será peor para todos!
Mireia corrió hasta que se terminó la parte embaldosada de la calle peatonal y tuvo que descalzarse para correr atravesando un pequeño pinar. Antes de llegar a la arena de la playa, se giró para ver a qué distancia estaba el Indio. Las luces de las farolas no alcanzaban a iluminar esa parte del pinar y no se percató de una raíz de pino que sobresalía en la tierra. Mireia tropezó y al caer al suelo se golpeó la cabeza contra un banco quedando inconsciente.
Capítulo 3
Atando cabos
Martes, 25 de junio, 12:00 h Punta Ballena
La sargento Borrás, el cabo Salvá y el agente Suengas llegaron a Punta Ballena y se situaron en el lugar desde el cual salió huyendo Mireia.
—Bien, este es el punto de partida. Situamos a Mireia en esta esquina, comienza la pelea y el Indio agarra a Mireia por el brazo. Ella consigue zafarse y sale corriendo a nuestras espaldas —comentó la sargento Borrás.
Comenzaron a andar por la zona peatonal de la calle, recorrieron unos metros y llegaron al punto donde se perdía la imagen de Mireia en la grabación de seguridad.
—Aquí más o menos es donde dejamos de verla. Seguimos andando, a ver si vemos cualquier indicio —indicó la sargento.
Caminaron en paralelo hasta que se toparon con el pequeño pinar al final de las baldosas.
—Aquí comienza la tierra del pinar, veamos si hay cualquier huella o rastro —comentó de nuevo la sargento.
—Antonia, han pasado dos días desde que Mireia pasase por aquí. Esto es Magaluf, a esta playa van cada día miles de personas y muchas cruzan por este pinar, cualquier huella o pista estará más que borrada —indicó el cabo Juan Salvá.
—Tienes razón, nosotros tres a simple vista no vamos a encontrar nada. Juan, contacta con la científica para que se desplacen hasta aquí y busquen cualquier cosa que nos pueda servir. Después vuelve a la central y busca cualquier cosa que se nos pueda haber pasado por alto de los padres. Iñaki y yo nos quedaremos aquí para seguir buscando algún indicio y esperar a la científica.
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