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Así que a la edad de veinticinco el sexo llega a su máximo, si se permite, como se toleraba en la época del Buda Gautama. Le fueron dadas todas las chicas hermosas de su reino, estaba rodeado de ellas, conocía la experiencia profunda del orgasmo.
De los veinticinco a los veintiocho años, es decir, los otros siete años, buscamos el orgasmo sexual porque es biológico. Pronto perderemos la energía y no podremos ser capaces de tener un orgasmo. En segundo lugar, es independiente de alguien más, un hombre, una mujer. Es destructivo de tu libertad; tiene un costo muy alto. Así es que si un hombre de manera natural —le es permitido crecer naturalmente— de los veintiuno a los veintiocho buscará y revisará maneras y modos para trascender psicológica y biológicamente, y permanecerá siendo capaz de moverse dentro de las experiencias orgásmicas.
De los veintiocho a los treinta y cinco años de edad, el Buda Gautama , Zaratustra , Lao Tzu, Chung Tzu y Jesús se movieron a nuevos planos del ser. Y no sólo que para no fueran molestados, u obstruidos por la gente, ellos se movieron a las montañas —dentro de la soledad—. Considero que eso no fue ir contra la vida, simplemente fueron en busca de un espacio de silencio donde no hubiera distracciones para encontrar la experiencia más grande del orgasmo. Lo que William James llama “el orgasmo oceánico”, en el que se desaparece por completo en el océano de la existencia, así como una gota de rocío se desliza de la hoja del loto al mar.
Así que la edad de treinta no es incidental. Los grandes buscadores se han marchado hacia búsqueda entre los veintiocho y los treinta y cinco. Ese es el periodo de búsqueda y de exploración; buscando algo que no es el cuerpo, sino el espíritu.
Ahí, tuvo el gozo de su espíritu y su soledad y no se cansó de eso en diez años.
Permaneció en la montaña durante diez años. Su soledad, silencio y paz se volvieron más profundas y se llenó de gozo. Aunque estuvo solo, no se cansó de eso.
Pero al final su corazón cambióy una mañana se levantó con el amanecer, se paró frente al sol, y le habló así...
Aquí es donde Zaratustra toma un nuevo sendero. Mahavira permaneció en la soledad. Buda se mantuvo en aislamiento, y las personas que lo vieron percibieron que algo había ocurrido, algo más allá de su entendimiento. Esta gente fue transformada. Ellos se habían vuelto luminosos, radiaban gozo. Tenían una cierta fragancia; habían conocido algo. Sus ojos tenían una profundidad que no estaba ahí antes, y sus caras una gracia que era un fenómeno totalmente nuevo.
Sucedió un malentendido muy sutil. La gente que estaba presenciando pensó que esas personas se fueron a la montaña porque habían renunciado a la vida. Por consiguiente, renunciar a la vida se volvió algo fundamental en todas las religiones. Sin embargo ellos no renunciaron a la vida.
Quisiera reescribir la historia indagando particularmente sobre estas personas porque las conozco a través de mi propia percepción. Yo sé la verdad. Esta gente no actuó en contra de la vida, se fueron simplemente por la soledad, para estar solos; se apartaron de las distracciones.
Pero la diferencia entre el Buda Gautama y Zaratustra es que el primero, una vez que se encontró a sí mismo, nunca declaró: “Ahora no tengo necesidad de estar en reclusión, ser un monje. Puedo regresar a ser un hombre ordinario en el mundo”.
Tal vez se necesita más valor para aislarse del mundo; regresar al mundo requiere más valor. Subir la montaña es difícil, pero gratificante. Se va llegando más y más alto. Y una vez alcanzado el pico más alto se necesita un valor tremendo para regresar abajo a través del oscuro valle que habías dejado, sólo para pasar el mensaje a la gente: “No necesitas permanecer siempre en la oscuridad. No necesitas permanecer siempre en el sufrimiento y en el infierno”.
Este viaje hacia abajo podrían condenarlo esas personas a las que vas a ayudar. Cuando vas hacia arriba, eres un gran santo, pero cuando vas hacia abajo, la gente pensaría que tal vez estás cayendo, que has caído de tu grandeza, de tu altura. Ciertamente se necesita el mayor valor del mundo para volver a ser de nuevo ordinario, después de tocar las alturas de lo último.
Zaratustra mostró ese valor, no se preocupó de lo que dijera la gente, de que fuera condenado, de que pensaran que hubiera caído de las alturas, de que ya no era un santo. Su preocupación residió más bien, en compartir su experiencia con aquellos que pudieran estar listos, receptivos y accesibles; podría tratarse de pocos.
...y una mañana se levantó con el amanecerse paró frente al sol y le habló:¡Gran estrella!Qué sería de tu felicidad si no tuvieras aquellos a quienes iluminar.
Son grandes las implicaciones de esta declaración. Zaratustra está diciendo que los pájaros son felices porque sale el sol. Las flores son felices porque sale el sol. Todo el planeta parece estar feliz, despierto, lleno de energía, de esperanza, por el día que llega; el sol está saliendo.
Esta declaración indica que el sol también debe estar feliz porque han florecido tantas flores, tantos pájaros están cantando. Si no existieran los pájaros o las flores, y no hubiera nadie esperándolo, el sol estaría triste.
Las implicaciones son claras: estamos interconectados, la existencia está interconectada. Hasta la más pequeña hoja de pasto está conectada con la gran estrella en el cielo. Esas conexiones no son visibles.
Es sabido que si un día no sale el sol, desaparecería la vida en el planeta. Sin el calor del sol y la energía que proporciona nada permanecería con vida. Pero los místicos siempre nos han indicado también sobre la otra posibilidad: si la vida desaparece del planeta, el sol no saldría, ¿para quién?
Zaratustra está diciendo: “Estoy lleno de gozo, lleno de paz. Ahora necesito alguien que lo reciba. Estoy rebosado. Tengo que compartirlo, de otra manera hasta el mayor gozo sería muy pesado. Hasta el mayor gozo puede volverse doloroso si no se comparte”.
Tú, gran astro, qué sería de tu felicidad si no tuvieras aquellos a quienes iluminar.Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna, sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Zaratustra usa dos símbolos: el águila y la serpiente. La serpiente representa la sabiduría, y el águila el valor para volar dentro de lo desconocido, sin miedo. Tenía a su lado el águila y la serpiente. Debemos ser tan conscientes, tan sabios e inteligentes como sea posible. Necesitamos también el valor para penetrar en lo desconocido y, finalmente, dentro de lo que no es posible conocer. Saltar dentro de lo que no se puede conocer es hacerlo dentro de los mandatos de Dios en la existencia.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberamos de tu superabundancia y te bendecimos por ello.
Todo lo que nos has dado era superfluo para ti. Tienes mucho de eso, estás sobrecargado con eso. Deseabas a alguien con quién compartir, y hemos tomado de tu energía superflua y abundante, energía rebosante, y te hemos bendecido por eso.
¡Mirad! Estoy cansado de mi sabiduría...
De la misma manera que estás cansado de tu luz y quieres alguien para compartirla, yo estoy cansado de mi sabiduría; es demasiado. Ya no puedo contenerla, debo encontrar a alguien para compartir. Tengo que descargarme.
Ésta es una gran reflexión, que hasta la sabiduría puede convertirse en una carga. Zaratustra está absolutamente en lo correcto.
...como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.Me gustaría regalar y repartir, hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse en su locura...
Lo anterior puede decirlo solamente alguien que sepa. Una persona ordinaria que simplemente ha aprendido, que tiene sabiduría prestada, no podría siquiera concebir la idea.
Nietzsche está diciendo en Zaratustra: “Voy a ir a compartir entre los hombres, a distribuir y descargarme hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse en su locura”
El verdadero hombre sabio no es serio, se regocija porque entiende que la existencia es juguetona. El verdadero hombre sabio puede parecer un poco loco a la gente, disparatado. porque la humanidad ordinaria concibe una idea fija de lo que es un hombre sabio: que es serio, que no pude ser juguetón, que no puede reír, que no puede bailar.
Esas cuestiones son para gente tonta. Zaratustra dice: “Seguiré compartiendo mi sabiduría hasta que el sabio entre los hombres se haya vuelto tan sabio que pueda aceptar aún las cosas que parezcan tontas para el hombre ordinario”.
...y los pobres, con su riqueza.
En lo concerniente a la riqueza interna, el ser humano pobre ha sido dotado por la naturaleza como a un hombre rico. El rico está muy comprometido con el mundo exterior, y tal vez no encuentre la forma o el tiempo para entrar a su interior. Por su parte, el pobre está en una condición afortunada, no tiene nada que lo comprometa con lo exterior, puede cerrar los ojos e ir al interior. Zaratustra está diciendo que al menos que el sabio sea tan sabio que hasta la tontería se vuelva sólo regocijo, y el pobre sea tan feliz como si hubiera encontrado el más grande tesoro...
Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso como dicen los hombres a los que quiero bajar. ¡Bendíceme pues, ojo tranquilo capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande. ¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias! ¡Mira! esta copa quiere vaciarse de nuevo y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.
Ésta es una rara cualidad de Zaratustra. Han existido miles de individuos que han querido convertirse en superhombres, quién no desea ser como Buda, Jainas, Cristo; sin embargo, Zaratustra, solo en toda la historia, quiere ser nuevamente hombre. Habiendo visto las alturas, habiendo visto las profundidades, conociendo la soledad última, estando lleno de sabiduría, quiere ir hacia abajo y ser sólo un hombre entre los hombres, no alguien superior.
Entonces, Zaratustra inició su camino descendente.
Este descenso de Zaratustra es tan único y significativo que, a menos que todos los hombres sabios tuvieran el mismo valor, no podrá cambiarse el destino de la humanidad.
Si Buda Gautama, Jesucristos, Moisés y Mahoma hubieran regresado a la humanidad sólo como hombres, le habrían dado dignidad un gran valor; se hubieran vuelto fuentes de enorme inspiración. Pero ellos están muy lejanos: la distancia es tan grande que crea un desencanto. No sólo ellos, sino también sus discípulos han estado tratando, de todas las maneras posibles, de crear más y más distancia.
Por ejemplo, Jesús nació de una joven virgen: es desalentador para la humanidad porque hemos nacido del pecado, sólo Jesús no nació del pecado. Si él es el único hijo de Dios, entonces ¿quiénes somos nosotros? ¡Ni siquiera somos primos!
¿Por qué Dios es tan miserable que sólo tuvo un hijo? ¿Cree en el control de la natalidad? Los cristianos están en contra. ¡Al menos era necesaria una hija! Pero, para deshonra del género femenino, Dios no puede tener una hija, ni tiene una esposa; pero tiene un hijo. Su hijo camina sobre el agua, tú no puedes hacer eso, trae gente de la muerte —resurrección—, tú no puedes hacer lo mismo.
Naturalmente la distancia es muy grande. Tú eres sólo un ser humano; él es Dios. Cuando mucho, puedes adorarlo. Es una humillación para ti. Significa un gran insulto para la humanidad. Y esos milagros son ficción. Nadie nunca ha hecho esos milagros, pero sus seguidores han ido muy lejos sólo para crear la distancia entre Jesus y tú, han ido a distancias extremas.
Mahoma murió, pero no como un hombre ordinario. De hecho, él no falleció de la forma en que muere la gente; simplemente se fue directo al cielo, vivo. Y no él solo, montando un caballo, así que el caballo también se fue directo al paraíso. No es un caballo ordinario, sino el caballo Mahoma Hazrat. No puedes pensar que perteneces a la misma categoría.
Mahavira nunca sudó. En los veranos calurosos de India, particularmente en Bihar, en caminos polvosos, él se movió desnudo cuarenta años, ¡y nunca sudó! Esto sólo es posible si su cuerpo no estuviera cubierto de piel, sino de plástico. Debido a que el cuerpo está protegido por piel y ésta respira, la sudoración es un proceso necesario para sobrevivir, de otra manera moriríamos.
El sudor es protección. Cuando está muy caluroso, los poros empiezan a arrojar agua fuera del cuerpo para que el calor se dedique a evaporar el sudor y que no se eleve la temperatura; la temperatura permanece igual. Si el cuerpo no suda, la temperatura se elevaría más y más alto. Y no tenemos mucho rango, entre treinta y seis y treinta y siete grados. Sólo doce grados más y Mahavira hubiera reventado; no podría permanecer vivo. Sólo para marcar una diferencia, él nunca se bañó; no había necesidad. Cuando no se suda, no se requiere tomar un baño.
Lo mordió una serpiente y le salió leche en lugar de sangre. En una conferencia Jaina, justo antes que yo, habló un monje Jaina. Alabó todos estos milagros de Mahavira, y cuando hablé yo, dije: “Éstos no fueron milagros. Con pensar un poco quedará claro que sólo puede salir leche de un pie, si en lugar de sangre haya circulado leche en el cuerpo de Mahavira. Sin embargo, durante cuarenta años la leche circulando se hubiera convertido en jocoque, se hubiera vuelto mantequilla, incluso se hubiera hecho manteca. ¡Permaneció siendo leche! ¡Salió leche fresca!
“La otra posibilidad es que la leche hubiera salido tal como en los senos de una mujer, pero los senos tienen un mecanismo sutil para transformar la sangre en leche. Esto también era posible, si insisten en que el cuerpo de Mahavira tuviera sistemas creadores de leche”.
Esto es absurdo. Sin embargo todos... El Buda Gautama nació estando su madre parada, lo cual puede aceptarse porque no es mucho problema. Tal vez la madre estaba un poco loca; de otra manera, debía estar acostada cuando nacía el niño, no parada. Podría aceptar que tal vez la madre estaba loca, pero el Buda Gautama nació parado; cayó en la tierra parado. Esto también ocurre algunas veces. Normalmente sale primero la cabeza, pero de vez en cuando nace un niño con los pies por delante.
Es posible si la historia parara ahí, y no provocaría gran impresión, pero el Buda caminó siete pasos. Y cualquier niño recién nacido no se puede parar, pero él anduvo siete pasos. Y no sólo los caminó, después miró al cielo y declaró: “Yo soy el más grande de los budas, el hombre iluminado más grande; pasado, presente y futuro”.
Ahora bien, éstas son grandes decepciones: no puedes controlar estas cosas. En primer lugar, tú ya naciste, inténtalo la próxima vez. En esta vida puedes convertirte en una persona despierta, así que sólo practica para la siguiente. Recuerda exactamente lo que hay que hacer.
Dichas ficciones tienen un propósito particular, que es alejar a estas personas de los seres humanos para que sólo sea factible cuando mucho, adorarlos; no es posible ni soñar que pueda pasarte a ti esa misma experiencia.
Lo que hizo Zaratustra deberían haberlo llevado a cabo todos los seres iluminados, hubieran regresado al mundo, se lo deben. Están en deuda con la humanidad. Nacieron como niños humanos y no pueden perdonar que se creen mitos alrededor de ellos o permitir que otra gente establezca esos mitos en torno suyo para que se vuelvan algo inalcanzable.
Zaratustra es más humano, más adorable; se puede ver su visión al regresar a la humanidad. Ha reunido tanta sabiduría, tanta miel, que quiere compartirla, distribuirla. Él quería de nuevo estar vacío porque ahora que sabe que entre más dé más existencia se seguirá derramando sobre él. Puede ir vaciándose y aún tendrá abundancia para compartir.
Un hombre que auténticamente está enamorado de la humanidad, un hombre que afirma la vida, no condena, no es negativo; no hace que nadie se sienta culpable. Por el contrario, ayuda a todos: “Todo lo que tengo está oculto también dentro de ustedes”. Su regreso hacia abajo no es nada más que alentar a aquellos que estuvieran listos, los que tienen necesidad de alguna guía, los que quieren conocer el camino, aquellos que quieran experimentar su mayor tesoro interior.
Zaratustra debe ser mejor y mejor entendido para el beneficio de la humanidad que viene. Ésta es una bendición mayor que cualquier otra.
Así habló Zaratustra.
Capítulo 2 · La sabiduría trae auténtica libertad
Prólogo, parte 2
* * *
Zaratustra bajó solo de la montaña, y nadie se lo encontró. Pero cuando entró al bosque, un viejo que había dejado su santa choza para buscar raíces en el bosque de pronto se paró ante él. Y entonces le habló a Zaratustra:
“Esta maravilla no me es extraña. Hace muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra. Pero ha cambiado”.
“Entonces cargabas a la montaña tus cenizas contigo: ¿ahora llevas tu fuego a los valles?, ¿no temes un castigo incendiario?”.
“Sí, reconozco a Zaratustra. Sus ojos son claros, y ningún disgusto acecha su boca. ¿Acaso va solo como un bailarín?
“¡Cuánto ha cambiado Zaratustra! Zaratustra se ha vuelto un niño, un hombre despierto: ¿qué quieres ahora con los que duermen?”.
“Has vivido en soledad como en el mar, y el mar te aburrió. Ay, ¿quieres ir a la playa? Ay, quieres nuevamente arrastrar tu cuerpo?”.
Zaratustra contestó: “Yo amo a la humanidad”.
“Por qué”, dijo el santo, “¿fui dentro del bosque y el desierto? ¿No era porque amaba demasiado a la humanidad?”. “Ahora amo a Dios: A la humanidad no la amo. El hombre es una cosa tan imperfecta. El amor a la humanidad me destruiría”.
Zaratustra contestó: “¿Yo que digo amor? Le traigo un regalo a la humanidad”.
“No les des nada” dijo el santo. “Mejor quítales algo y que carguen con eso, les gustará más; ¡si tan sólo te complaciera a ti!
“Y si quieres darles algo, ¡no les des más que ayuda, y déjalos que mendiguen por ella!”.
“No”, contestó Zaratustra. “No doy ayuda. No soy suficientemente pobre para eso”.
El santo le sonrió a Zaratustra y continuó:
“¡Fíjate si ellos aceptan tus tesoros! Desconfían de los eremitas y no creen que vengamos a dar”.
Nuestros pasos suenan muy solitarios entre sus calles. Y por las noches, si escuchan en sus camas a un hombre que va mucho después de que salió el sol, seguramente se preguntarán: ¿adónde va ese ladrón?
“No vayas a los hombres, ¡permanece en el bosque! ¡Mejor ve a los animales! ¿Por qué no eres como yo?, un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros?”.
“¿Y qué hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra. Y el santo contestó: “Hago canciones y las canto, y cuando lo hago, me rio, lloro y murmullo: luego alabo a Dios.
“Alabo a Dios con el canto, con el llanto, y con mis sollozos alabo a Dios, que es mi Dios. Pero ¿cuál es el regalo que nos traes?”.
Cuando Zaratustra escuchó estas palabras, saludó al santo y dijo: “¿Qué es lo que podría tener para darte?”.
“Pero déjame ir rápido, que podría tomar algo de ti”. Y entonces se separaron uno del otro, el viejo y Zaratustra se reían como se ríen dos muchachos.
Pero cuando Zaratustra se quedó solo, entonces habló con su corazón.
“¡Puede ser posible! Este pobre santo aun no ha escuchado en su bosque que Dios ha muerto!”.
Zaratustra fue a las montañas en busca de soledad. Puedes encontrar soledad en la muchedumbre, pero nunca solo. La soledad es una especie de hambre por el otro. Estás extrañando al otro. No estás suficientemente dentro de ti, estás vacío. De ahí que todos quieren estar con la multitud y que sean saludados en su derredor por muchas clases de relaciones sólo para que desengañen, para olvidarse de que están solos. Pero esta soledad irrumpe una y otra vez. Ninguna relación puede esconderla. Las relaciones son delgadas y frágiles. En lo profundo sabes perfectamente que aunque estás en la multitud, te encuentras entre extraños. También eres un extraño para ti mismo.
Zaratustra y todos los místicos han ido a la montaña en busca de aislamiento. El aislamiento es algo positivo, el sentimiento de tu propio ser y el sentimiento de que tú eres suficiente para ti mismo, que no necesitas a nadie. La soledad es una enfermedad del corazón, pero estar solo es curativo.
Aquellos que saben de estar solos han ido más allá de la soledad para siempre. Cuando se encuentran solos o con personas, están centrados dentro de ellos mismos. En las montañas están solos, y en la multitud están solos, porque ésa es su realización; esa soledad es nuestra naturaleza. Hemos venido al mundo solos, y vamos a dejar al mundo también solos.
Entre estas dos soledades, entre nacimiento y muerte, sigues solo. Pero no has entendido la belleza de la soledad, y entonces has caído en una clase de engaño, el engaño de la soledad.
Para descubrir la soledad individual no debemos irnos fuera de la multitud. Despacio, despacio mientras nos olvidamos del mundo, hasta que la conciencia se concentre en nosotros mismos, y sucede una explosión de luz. Por primera vez llegas a conocer la belleza y la bendición de estar solo, la tremenda libertad y sabiduría de estar solo.
Zaratustra acostumbraba acompañarse de una serpiente y de un águila mientras vivía en las montañas. En Occidente la serpiente representa la sabiduría. La sabiduría más grande es irse deslizando del pasado, no apegarse a él, tal como la serpiente se desliza de su propia piel y nunca ve para atrás. Siempre su movimiento es de lo viejo a lo nuevo.
La sabiduría no es una colección del pasado, sino la experiencia, la vida en constante renovación. La sabiduría no junta el polvo de la memoria, permanece como un espejo limpio, reflejando lo que es; siempre fresco, siempre nuevo, siempre en el presente.
El águila es un símbolo de libertad. Sola, va a través del sol, lejos en un cielo sin límites, sin miedo. Sabiduría y libertad son dos caras de la misma moneda.
Habiendo vivido en las montañas durante diez años, Zaratustra logró el éxtasis de estar solo, la purificación de estar solo, la independencia de estar solo. Aquí es donde él es único dentro de otras personas despiertas; cuando ellas descubrieron eso, permanecieron en las alturas. Zaratustra inició su camino abajo, de regreso a la multitud. Debía entregar el mensaje a la humanidad: “Están sufriendo innecesariamente, han sido dependientes innecesariamente, están creando toda clase de cárceles para ustedes, solo para sentirse a salvo y seguros. Pero la única seguridad y posibilidad de estar a salvo es conocerse a sí mismos, porque así, hasta la muerte es impotente. No puede destruirlos”.
Zaratustra se situó debajo de las montañas para decir a la gente que la sabiduría no es sinónimo de conocimiento. De hecho, el conocimiento es lo opuesto a la sabiduría. Básicamente, la sabiduría es inocencia, el conocimiento es ego, y la sabiduría es la desaparición del ego. El conocimiento te llena de información. La sabiduría te vacía por completo, pero ese vacío es una nueva clase de llenado. Es lo espacioso.