- -
- 100%
- +
A
Con sus manos mueve las ruedas. La señora Gonçalves avanza desde su dormitorio hasta el living.
Ahí está el trípode. Y sobre el trípode está el iPhone plateado. Y de este desciende un cable con un interruptor que la señora Gonçalves usa para grabar, detener, reproducir, avanzar y pausar.
Está por tomar el cable cuando golpean la puerta.
Escucha que alguien entra.
Es Jimin.
De su mano cuelga la habitual bolsa con el almuerzo.
Las miradas de ambos se encuentran. Saben que aquella será la última vez. Desde mañana en adelante Alexia le traerá el almuerzo. La sacará a pasear. Y de seguro le hará muchas preguntas.
Minutos más tarde avanzan por el centro de Santiago, camino a una notaría. Jimin la lleva a toda velocidad y parecen felices, eufóricos, incluso extasiados. La señora Gonçalves se ríe de ella misma y su interés por la vida de los demás. ¿En qué estaba pensando? Su esposo estaba muerto. Jimin también sonríe. Aunque no sabe por qué. Puede que sea porque la gente que camina por el paseo Ahumada los mira extrañados: un chico de pelo largo y rape al costado, y una señora anciana en silla de ruedas. Se mueven rápido y sin pedir permiso.
B
Piso 10, departamento C.
La mujer del matrimonio está por dejar el departamento cuando justo entra el conserje. Se saludan con deferencia y cordialidad. Antes de desaparecer le pasa unas llaves y le pide que firme un documento.
Después de hacerlo el conserje, quien parece más musculoso, entra al departamento.
Esta vez no viste cotona azul, sino mocasines negros, jeans y una camisa amarillo zapallo con los botones del pecho abierto. El conserje pasa directo a la cocina donde permanece por una hora y tanto preparando el almuerzo.
Entonces llega su hijo y el pololo de su hijo.
El primero es muy flaco, con ojos como de sapo, el pelo largo y un par de rastas entremedio; el segundo es menos flaco y de brazos musculosos, con la cabeza calva y sudorosa.
El conserje los hace pasar.
Luego de mucho tiempo salen de su departamento, del departamento H. Los invita al comedor. Ya tiene la mesa puesta: tallarines con pesto, la misma ensalada de lechugas con rábanos que parece de plástico, pisco sour, pan con pebre, una Coca Cola. El hijo y su pololo se miran entre ellos, con algo de extrañeza. Ríen. El conserje indica una tabla con quesos y crackers y aceitunas moradas. No alcanzan a hablar demasiado cuando tocan el timbre. El hijo y su pololo se miran extrañados. El conserje sale del comedor y regresa: trae del brazo a una mujer de su edad, digamos de unos sesenta años, la cual lleva un vestido negro escotado, tacones también negros, abultado pelo ruliento y rojo.
El conserje presenta la mujer a su hijo y al pololo de su hijo. Es un almuerzo de mesa larga. Dura hasta las cinco de la tarde, hora en que deben devolver el departamento para el próximo cliente.
A
Una vez de regreso en el departamento, ya con el documento jurado, Jimin va a la cocina. De uno de los potes plásticos saca la sopa de res. La echa en un plato de porcelana y la calienta en el microondas. Sus manos tiemblan. ¿Fue así como lo hizo su madre? Se recuerda a sí mismo que la idea es de la señora Gonçalves. Que él no está haciendo nada malo. Al contrario. La señora Gonçalves le dijo que lo viera como un favor. Le estaría eternamente agradecida.
De su bolsillo saca una bolsa Ziploc con solo un gramo de semillas pequeñas y negruzcas. Las muele como si fuera pimienta. Las echa sobre la sopa. Se lava las manos. De nuevo: esto es lo que la señora Gonçalves le ha pedido. Una vez que regresa al living la encuentra con el iPhone frente a ella. La señora Gonçalves quiere grabarse a sí misma.
B
Trotadora del piso 5, departamento E.
Las siluetas entran y caminan por entre la banca con pesas, por entre la bicicleta elíptica y la bicicleta estática. Hay incluso más polvo que la última vez. Dan vueltas por el departamento hasta que lo encuentran: el gato del piso 5, departamento D. El gato duerme sobre la trotadora, sobre el panel de control. Está acurrucado como si fuera un camarón. Es de esos gatos dóciles y por lo tanto se deja cargar sin problemas y acto seguido las siluetas se alejan de la trotadora del piso 5, departamento E, y nos dan la espalda con su chaqueta que dice PDI, policía de investigaciones.
A
El martes siguiente Alexia pide permiso en el trabajo para almorzar un poco antes, y por eso ahora vamos a caminar por la vereda norte de la Alameda hasta llegar al Cine Arte. A un costado está Los Secretos del Inca, donde pide la colación del día. En cosa de minutos le pasan un envase de plumavit con papas a la huancaína, una ensalada en un contenedor de plástico transparente y pan trozado, y en otro contenedor, esta vez chico, una salsa blanca y picante.
Mientras camina por la Alameda piensa sobre lo sucedido el sábado pasado.
Aquel sábado pasado, Alexia le dijo al padre de Jimin que se sentía mal. Que no era su intención dejar a su hijo sin trabajo. Lo que pasa es que prefería, de ahora en adelante, ella misma ayudar a su tía. El padre de Jimin dijo comprenderla. Le pidió, eso sí, un par de días para que Jimin se despidiera. Hace tiempo que no veo así a mi hijo. Alexia accedió. Claro que sí, dijo. Gracias, respondió el padre de Jimin, quien por dentro se preguntó qué pasará, de ahora en adelante, con su hijo. ¿Volverá a ese silencio que parece tedio?
Aquel sábado pasado, Alexia siguió. De ahí pasó la feria de antigüedades y libros usados, el nuevo Liguria, cruzó la calle, pasó por el Emporio la Rosa, dobló a la izquierda.
Al subir las escaleras del edificio de su tía se detuvo. Notó que se podía ver a la gente de enfrente; sus livings, comedores, incluso algunos dormitorios. Alexia recordó que alguien de la oficina, tiempo atrás, le comentó algo inusual sobre ese edificio: en uno de los departamentos existía un servicio de arriendo de familias y domicilios. Uno que permite arrendar una pareja de niños por un día. O un esposo o una esposa. Incluso abuelos. Eran actores y actrices, en su mayoría, y la idea de las familias por arriendo, no sabe por qué, la llevó a recordar aquel sábado pasado, luego de despedirse del padre de Jimin. Algo le sucedió aquel día. Sintió rabia. Jimin había conseguido lo que ella no: conocer a su tía. Establecer un vínculo. De todas maneras, aquel sábado fue una visita breve. La pilló mirando el ventanal a través del cual se veían los vecinos del edificio de enfrente. Su tía tenía el iPhone que le regaló sobre un trípode. Así: el teléfono con un cable y un interruptor que la señora Gonçalves presionaba con una de sus manos artrítica. Como una directora de cine en silla de ruedas.
No le pareció extraño ver a su tía de esa forma: vestida con pantuflas, un buzo gris que a veces usaba de pijama, una polera de cuello largo con un chaleco café capuchino.
¿Tía?, le preguntó una vez que la señora Gonçalves la hizo entrar, luego de saludarla, aunque esta volvió, como si nada, a situarse frente al ventanal.
¿Qué pasa mijita?
Nada, la vine a ver, tía, le dijo.
Apenas alcanzó a notarle un rictus desabrido, las mejillas hundidas y un fruncimiento de labios.
¿Está bien?, ¿necesita algo?, preguntó la señora Gonçalves.
Le pareció que, por primera vez, su tía no le era indiferente. De hecho, eso fue lo que impulsó la idea de comenzar a llevarle la comida. Se lo dijo. Y a la señora Gonçalves se le cayó el cable con el interruptor al suelo.
Aunque todo eso fue el sábado pasado.
Porque ahora, mientras camina, sabe que las cosas cambiarán. Si bien su tía parecía un poco molesta porque Jimin no le llevaría los almuerzos; eventualmente entendería que era todo para mejor.
Por fin tendrían una relación. Aunque fuera a la fuerza.
De esa forma llega al piso de su tía. Camina hacia el departamento. De su mano cuelga la bolsa con la comida peruana. Abre la puerta con la llave que Jimin le pasó.
B
Trotadora del piso 5, departamento E.
El conserje entra y lo llama. No sucede nada. Se agacha, se frota los dedos y dice: cuchito, cuchito, cuchito. No aparece. El conserje se preocupa. Antes de levantarse alcanza a tomar uno de los ratones de plástico sonajeros. Se lo mete en el bolsillo. El conserje mira una última vez a su alrededor para cerciorarse de que no esté escondido. O muerto. Cuchito, cuchito, cuchito. Se pone de pie. Camina por un lado de la trotadora del piso 5. Preocupado, sale del departamento.
C
La señora del edificio de enfrente, que todos los días sale por la mañana, acompañada de un joven asiático, taciturno, siempre con audífonos; el mismo que la lleva en silla de ruedas por el Parque Forestal y vuelven un poco antes de la hora de almuerzo, entonces, el joven la deja comiendo sola. Generalmente a esa hora la señora se instala frente a la televisión conectada al iPhone que nos apunta. Por eso ahora solo vemos un iPhone sobre un trípode. Atrás del trípode hay una silla de ruedas vacía, el avejentado cuerpo de la anciana desparramado por el suelo, una cuchara, un plato frío con sopa de hueso de res, así como hojas, raíces y rizomas de cicuta sobre una mesa. La cámara del iPhone está enfocada en el edificio de enfrente, o sea donde estamos nosotros. Es el último video de la exposición. Podríamos pasar horas así: observando un iPhone que nos filma. Por ninguna parte hay señales de la señora Gonçalves. Las horas pasan. A ratos la imagen se vuelve algo difusa. Chispea, corre el viento, aparece una calma que antecede otras corrientes ventosas y cae más lluvia. En un momento el trípode se cae y el iPhone termina por el suelo. Justo cuando llega Alexia la batería se acaba. No presenciamos el momento en que aparecen los paramédicos para lavar el estómago de la señora Gonçalves, de quien nunca más sabremos nada, así como del padre de Jimin y el mismo Jimin, quien, permiso notarial de por medio, autorizó y coordinó la exposición. Es hora de alejarnos de la pantalla. De una de las tantas pantallas situadas en la bienal de São Paulo. De una de las murallas donde observamos a la señora Gonçalves observar la vida de los demás.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.